XVIII
Decidí tomar una larga ducha porque necesitaba un momento de relajación. Toda esta situación me tenía sumamente estresada y preocupada.
Esa nota…
Y el chantaje emocional que mi abuela había hecho tampoco ayudaba a mi salud mental, pero eso era algo mucho más manejable. Toda mi vida la controlé con solo una palabra y ni mi madre, ni el demente ese que anda suelto joderían mi estancia en Morfem.
Al salir de la ducha envuelta en la toalla, dejé esta última sobre mi cama y me deslicé desnuda hacia la ventana mientras peinaba mi largo y rojo cabello mojado.
Mientras contemplaba mi vecindario la suave brisa que entraba hizo que mi piel aún húmeda se erizara, así que decidí alejarme hacia el espejo de cuerpo entero para ver cómo desenredaba mi cabello. Entre tanto mis ojos se detuvieron a observar mi expuesta y tersa piel que tanto contrastaba con mi cabello de fuego, el cual hacía juego con mi actitud abrasadora como las llamas.
A lo largo de mi vida han sido muchos los chicos que me han deseado, aunque siempre fui una chica con muchísima autoestima y amor propio y es que así es como debemos ser. La belleza radica fundamentalmente en la actitud, en creer que somos bellas porque es que realmente somos diosas sensuales y hermosas capaces de manejar a cualquier hombre. La clave está en creérnoslo y nunca dejar que alguien nos haga dudarlo.
Al concluir con mi cabello, el instante de paz mental acabó y lo de la nota regresó a mi cabeza unido a una fuerte opresión en el pecho: miedo.
Nuevamente necesitaba distraerme pensando en otra cosa, así que agarré mi móvil y abrí la cámara, luego me acosté en la cama y comencé a tomarme fotografías. En cada una de ellas variaba la postura y el ángulo de la foto, pero todas ellas eran muy explícitas y reveladoras, resaltaban mis cualidades como mujer.
En una de las posturas llevé la mano a mi entrepierna y al establecer contacto entre mis dedos y mi feminidad me dejé llevar, abandonando mi móvil.
Muchos de los chicos con los que he follado ahora en Morfem son buenos masturbando, pero nada como hacerlo yo misma, nadie conoce mi cuerpo mejor que yo, dónde y cómo tocar.
Mis recuerdos e imaginación echaron a volar, facilitando mi misión.
Llevé mis dedos a mi boca y los humedecí para que luego se deslizaran lentamente por mi abdomen hasta mi entrepierna. Unido a los movimientos precisos que enloquecían mi cuerpo comencé a rememorar el ímpetu de Matt al estamparme contra la puerta del baño del instituto, la desesperación de Dylan al follarme apoyada en el ventanal, la mirada lasciva de Shawn mientras lo cabalgaba en el bosque, las fuertes embestidas del detective Luddington, el impacto de las caderas del señor Haines contra las mías al follarme desde atrás sobre el capó de su auto a la intemperie, la forma deliciosa en la que gocé con los hermanos Holland, cada una de las cosas que me hicieron Jace, Byron y Cole, la manera en la que los tres me tomaron sin piedad.
El trabajo de mi excelente memoria, unido a la presión justa y los movimientos certeros sobre mi humedad, así como el trabajo de mi otra mano sobre mi seno me hicieron cerrar los ojos mientras mis músculos se tensaban y arqueaba al máximo la espalda, retorciéndome de placer. Los gemidos se me escapaban con mucha facilidad y sonoridad, así que tuve morder mi muñeca, no quería despertar a mis abuelos.
Mis dedos siguieron bailando sobre mi clítoris, acompañados de mi imaginación y no pasó mucho tiempo para que ocurriera lo inevitable: la calidez de mi excitación empapó mis dedos y un último gemido fue ahogado por mi muñeca.
Me tomé un instante para estabilizarme. Luego alcancé mi celular para continuar con mis intentos de distracción y, de pronto, me llegó un mensaje.
Quisiera estar ahí contigo justo ahora. Te extraño.
Era Jace.
Sonreí ligeramente porque su presencia habría sido muy oportuna hace un momento.
Decidí responderle:
Tenemos un encuentro pendiente, no creas que lo he olvidado. Sabes muy bien que soy agradecida ;)
Esperé un par de minutos, pero no respondió.
Fue un visto cruel porque continuaba en línea, pero, tan repentinamente como llegó, se desconectó, dejándome sin respuesta en el acto.
Ignoré su actitud porque no era que me importara demasiado. No era de las que se enojaban por el detalle más mínimo, en especial cuando no tenía relevancia.
Jace tenía una polla espectacular y vigorosa, capaz de hacer gozar a cualquiera, pero su indiferencia no me quitaría el sueño, después de todo, ese dulce lo había saboreado de todas las formas posibles…
Me daba un poco de flojera vestirme y era una noche calurosa, así que me mantuve desnuda, tendida sobre mi cama. Mientras vagaba por Youtube entró una llamada.
Era Jace.
¿Qué mierda le pasaba?
Me escribía, me ignoraba y ahora me llamaba.
Estaba muy voluble. Si no fuera biológicamente imposible, pensaría que está con el período.
Opté por no ser infantil ni rencorosa, porque, como ya mencioné, me daba igual.
—Hola, Jace —contesté.
Mi respuesta fue un silencio sepulcral.
—¿Jace? —repetí. Quizás no me había escuchado.
El silencio prosiguió.
—Jace, ¿estás ahí? —hablé con el ceño fruncido, dubitativa y extrañada mientras me sentaba en el borde lateral de la cama. Luego separé mi celular de mi oído y lo observé para cerciorarme de que no había colgado.
Continuaba ahí.
Cuando iba a repetir su nombre un sonido se abrió paso al otro lado de la línea.
Fue un ruido extraño, casi ininteligible.
—¿Jace? —emití, un poco más exaltada mientras me ponía en pie, preocupada.
El sonido se repitió más claramente.
Era ronco y masculino. Se parecía a un gruñido o… ¿era un gemido?
Parecía un gemido de placer, pero no podría afirmarlo con total seguridad porque había ruido en el fondo.
—Jace, ¿qué…?
No pude concluir la pregunta porque la llamada se cortó.
¿Pero qué mierda…?
Al contemplar la pantalla, mi mirada viajó a la hora: eran las 11:07 p.m.
No había pasado ni un minuto cuando llegó un mensaje de la última persona que esperaba en este mundo: Byron.
Nunca le di mi número telefónico, pero era muy fácil conseguirlo con su amigo. Lo que me descolocaba era el hecho de que intentara contactar conmigo, ya que no éramos muy cercanos, a pesar de que me había hundido su polla hasta la garganta.
Me decanté por ignorar mis pensamientos y abrí su chat para conocer de una vez sus motivos.
Era una foto.
No se entendía nada.
Era muy oscura. No había una forma definida en ella. Simplemente no mostraba nada.
Mientras analizaba la imagen Byron me envió un mensaje.
No la borres.
Y luego se desconectó.
Y una vez más mi cerebro se quedó en plan: WTF?!
Dejé de lado mi móvil y masajeé mi sien.
¿Qué rayos pasaba aquí?
Jace me llamaba gruñendo (o gimiendo, no lo sé) y Byron me enviaba una foto sin sentido.
—Definitivamente necesito dormir —pensé en voz alta y así lo hice.
***
Al abrir los ojos, comprobé que eran las 11:21 am y decidí que era hora de levantarse. Tomé una larga ducha y luego revisé mi móvil antes de bajar a comer algo.
Tenía once mensajes enviados por Byron.
Qué raro.
Eran más fotos.
Cuál de todas más extraña, oscura e incomprensible.
¿Por qué un chico tan reservado y distante como Byron me estaba enviando aquello?
Era extraño, muy extraño.
Cuando estaba bajando las escaleras aún mirando el móvil intentando comprender las fotografías, recibí una llamada de Crystal invitándome a almorzar en Angie's.
Mi abuela accedió a que fuera porque le puse ojitos y alegué que era de día aún. Ningún criminal con dos dedos de frente mataría a alguien a estas horas en una cafetería.
—Hola, Crystal —la saludé al tomar asiento frente a ella en Angie's.
Ella asintió ligeramente a modo de saludo.
—¿Y Elle? —pregunté.
—Aún no llega —respondió, mirando despreocupadamente por la ventana de cristal.
Justamente a las 12:07 el sonido de una notificación en mi móvil llamó su atención.
—¿Quién es? —indagó, curiosa—. ¿Uno de tus Muchísimos?
Así llamaba ella a "la colección de chicos con los que me había acostado", "Los Muchísimos".
En otro momento sus ocurrencias me habrían hecho sonreír, pero la nueva foto enviada por Byron no me lo permitió.
Una vez más era oscura y extraña.
—¿Qué pasa? —preguntó Crystal, cambiando su expresión pícara a una más preocupada.
—Byron no ha parado de enviarme fotos raras —expliqué.
—¿Byron? —repitió, entre extrañada e incrédula—. ¿Desde cuándo ustedes son tan cercanos? —preguntó, pensativa.
—Pues… nosotros… —dejé suspendida la frase.
Ella abrió ligeramente los ojos.
—¡¿Te lo follaste?! —exclamó, más alto de lo debido.
—Shhh —siseé, mirando hacia todas partes asegurándome de que nadie nos había oído, pero, tristemente, creo que alguien sí lo hizo porque Angie, la encargada del local, me estaba mirando extraño. Sus ojos reflejaban… ¿suspicacia?
Ella era una chica muy bonita con marcadas curvas, cabello dorado y ojos cafés. Creo que tenía unos 20 años. Siempre tuve la impresión de que no le agradaba porque me miraba con desconfianza o algo así, o sea, me atendía cortésmente, pero la sonrisa no le llegaba a los ojos. Era como si no le agradara en realidad, aunque eso nunca me quitó el sueño.
—Perdón —articuló Crystal, sacándome de mi ensimismamiento—, pero es que no puedo creer que te hayas follado a Byron —emitió, sorprendida—. Quiero decir, él es tan... sombrío.
—Pues su polla sería una buena forma de iluminar la vida de cualquiera —opiné entre risitas.
—Y… ¿cuándo fue? ¿Qué pasó?
—Pues… digamos que Cole, Byron y Jace son más interesantes de lo que pensé…
—No —emitió Crystal con dramatismo, llevándose la mano a la boca con un gesto teatral.
—Sí —le seguí el juego, asintiendo para remarcar la afirmación.
—Lo dicho… ¡Los Muchísimos!
Reímos ante su eufórica exclamación fingidamente escandalizada.
—Pero —recuperé la seriedad—, me parece extraño.
—¿Qué fue lo que te envió? O sea, ya le viste la polla. Ya no debería quedar nada que te sorprenda —emitió.
—Mira.
Le entregué el móvil y ella frunció el entrecejo.
No hacían falta palabras, ella también estaba descolocada. Su expresión la delataba.
—Hay algo curioso —comentó después de algunos segundos escrutando las imágenes.
¿Qué podía haber de curioso en imágenes que no se entendían?
Ella me entregó el celular nuevamente para mostrarme "el detalle curioso".
—Todas las fotos fueron enviadas con una hora de diferencia —soltó.
Era cierto. No me había fijado hasta ahora. A partir de las 11:07 de la pasada noche comenzaron a llegar fotos a las 12:07; 01:07; 02:07; 03:07…
—Es cierto —musité.
—¿Tiene algo de especial alguna de esas horas? ¿Las 11:07 pm?
Exprimí mi cerebro analizando su pregunta, pero nada llegó a mi mente. Me parecía una hora como cualquier otra.
—¿Por qué no le preguntas por qué te las está enviando? —sugirió.
—Solo se conecta para enviar la foto. Luego se va inmediatamente. Eso me hace pensar que no quiere hablar conmigo, que solo quiere que vea las imágenes —expliqué.
—Pero las fotografías no tienen ningún sentido. Son sombras, manchas ininteligibles —terció.
—Es por eso que no entiendo nada —dije en un suspiro y luego nos quedamos en silencio.
El ceño hundido de Crystal denotaba que estaba intentando resolver el enigma de las fotografías. En ciertas ocasiones me gustaba lo analítica que podía llegar a ser.
—No deberías estresarte con eso —le recomendé—. Seguramente no es la gran cosa —le resté importancia, pero en el fondo el tema seguía dando vueltas en mi cabeza.
—De acuerdo —cedió.
—Elle se ha tardado, ¿no? —comenté después de un rato en el cual comimos algo.
—Su casa está patas arriba. Después de que su madre se enteró de que el señor Haines la estaba traicionando él se tuvo que ir de la casa.
Ese tema…
Todo por culpa de las malditas fotos que nunca sabré quién envió. Mi mayor y única sospecha era el detective Luddington. Él las había tomado y era el único que tenía copias además de mí (o al menos eso me dijo).
—Pensé que la casa era propiedad de él —intenté disimular mis pensamientos.
—Pues sí, pero él accedió a que Elle y su madre se quedaran en la casa, de lo contrario no tendrían a dónde ir, pero el señor Haines puso una condición: Ross se debía ir también.
—¡¿Qué?! —exclamé—. Eso es ridículo.
—Eso pensé también. ¿Qué tiene que ver Ross con su traición?
¿Y si fue porque nos pilló en su auto mientras sospechaba que había sido yo la que destruyó su estabilidad familiar?
—Elle y la señora Haines también estaban desconcertadas —prosiguió Crystal—, pero ninguno de los dos dio explicación alguna. Ross aceptó irse de la casa. De hecho, creo que ayer vencía el plazo que su padre le había dado para largarse. Elle me dijo que regresaría a la ciudad a quedarse con un amigo.
—¿Y el señor Haines?
—Se marchó hace algunos días de la casa. No ha vuelto a contactar con su hija.
Me quedé mirando el vaso con jugo, pensativa. Tal vez si yo no hubiera contactado a ese detective nada de esto habría pasado. A pesar de que no fui yo quién engañó a su pareja de hace años, me sentía un poco responsable por todo esto.
Un sonoro timbre me hizo volver a la realidad.
—¿Elle? —contestó Crystal—. Te estamos esperando en... —hizo silencio abruptamente—. ¿Qué? —murmuró con los ojos desorbitados—. Ahora mismo vamos para allá.
Y colgó.
—¿Qué pasa? —pregunté, preocupada ante sus movimientos frenéticos.
—Ross tuvo un accidente.
—¡¿Qué?! —exclamé, haciendo girar varios cuellos en nuestra dirección.
—Y… no sobrevivió.
***
El funeral de Ross fue el más doloroso de todos los que he presenciado desde que inició el verano.
Elle lloraba desconsolada sobre la caja mientras su madre le acariciaba la espalda, intentando ser fuerte. Elle era muy apegada a su hermano mayor. Esto debe haber sido un desgarrador golpe para ella.
El color negro predominaba en el lugar, las lágrimas corrían por los rostros de los que habíamos conocido a aquel maravilloso chico que el destino nos había quitado.
Crystal, Tyler, Ian y yo hacíamos nuestro esfuerzo para que la madre y la hermana del fallecido no se terminaran de desmoronar, pero sentía que era en vano y lo entendía.
Yo quería mucho a Ross. Su muerte me había golpeado fuertemente también.
El accidente que tuvo fue terrible, tanto así que no tuvo oportunidad de salvarse. Lo poco que pude averiguar fue que cuando viajaba rumbo a la ciudad, cayó por un precipicio y su auto explotó.
Esta era la primera pérdida que sufría Morfem que no tenía nada que ver con el asesino en serie que la policía buscaba.
¿Por qué tenía que ser Ross?
Mis abuelos le dieron el pésame a los familiares y se marcharon un rato después. Yo decidí quedarme, le debía apoyo a mi amiga.
Hubo un instante en el que vi a Dylan. No habíamos hablado desde la discusión en el centro comercial. Él lucía afligido, a pesar de que no conocía mucho al difunto. Asintió ligeramente como si me dijera "lo siento". Hice lo mismo, a modo de entendimiento.
Estos momentos no eran para sembrar la discordia, eran para olvidar lo malhecho y dar lugar a la paz.
En medio del gentío sollozante hubo algo que me llamó la atención: una ausencia.
¿Dónde estaba el señor Haines?
Sabía que estaba disgustado con su hijo, pero este delicado momento superaba con creces cualquier pelea. La señora Haines lo llamó numerosas veces, pero su teléfono estaba apagado.
¿Cómo podía ausentarse del funeral de su propio hijo?
—Hola, Marina —una voz apagada me sacó de mis pensamientos.
—Cole —murmuré.
—Siento mucho la muerte de Ross. Sé que él era como un hermano para ti.
Como un hermano…
—No sabía que ustedes eran cercanos —evadí ese punto que él había tocado.
—En realidad no nos conocíamos mucho —introdujo sus manos en los bolsillos—, pero sí conozco a Elle. Ella es una chica muy bondadosa, no merece todo este sufrimiento.
—Tienes razón —concordé en voz baja. Elle era la mejor persona que había conocido en toda mi vida.
—Lamento que nos hayamos vuelto a ver en estas circunstancias —habló, dándome un suave golpecito con el codo.
Su comentario me hizo elevar ligeramente las comisuras de los labios. Él y yo habíamos acordado follar en otra ocasión, pero ahora mismo no tenía cabeza para eso, pero, en medio de la aflicción, recordé algo que me tenía inquieta.
—Cole, ¿has hablado últimamente con Byron y Jace?
Su entrecejo se hundió ante mi interrogante, no sé si le parecía extraño o simplemente se lo estaba pensando.
—Pues la última vez que los vi fue aquella noche en que… nos vimos. —Había cierto deje de insinuación en su tono y tampoco ignoré el hecho de que se acercó ligeramente, pero opté por no darle una mayor relevancia porque su respuesta me había dejado aún más preocupada.
—¿Ni siquiera han hablado por teléfono? —indagué con la voz más aguda de lo necesario y con la esperanza de que su respuesta fuese afirmativa.
—Pues, ahora que lo mencionas, no —contestó, relajado y sin percatarse de lo nerviosa que me había dejado lo que dijo. Ellos eran mejores amigos, ¿acaso era normal entre ellos dejarse de hablar casi un día completo?
¿Y si estaba exagerando?
No todos son como mis amigas y yo que nos mantenemos en contacto las 24 horas del día, pero… ¿y si no era paranoia mía?
—¿Y es algo normal esa falta de noticias de ellos?
—Pues no —respondió despreocupadamente—. Suelen escribirme, pero si no lo han hecho es porque seguramente están ocupados. —Se encogió de hombros sin darle más vueltas al asunto.
Ocupados…
¿Y si no era eso?
***
Cuando concluyó el funeral, Ian me llevó a casa. El silencio reinaba en el auto. Ambos éramos muy cercanos a Ross, esta pérdida fue un golpe devastador para todos.
—Ya estoy en casa —emití con desgana, cerrando la puerta y, al darme vuelta, abrí mucho los ojos al ver a una inesperada visita—. ¿Edwin? —emití, sorprendida.
—Primita —chilló animadamente, abalanzándose sobre mí en un abrazo de oso—. Cómo has crecido.
—Pues sí, pero, ¿tú cuándo llegaste? ¿Por qué no me avisaste que vendrías?
—Era una sorpresa, mi niña —explicó mi abuela, la cual se encontraba junto a mi abuelo cerca del sofá, contemplando a sus amados nietos.
—Tenía que venir, hace mucho tiempo que no nos vemos. Solo lamento haber llegado en estas circunstancias… Lamento lo de Ross —emitió con voz apagada.
—Ha sido muy duro para todos —puntualicé con el mismo tono.
—Me imagino… —musitó, mirando el suelo.
—¿Ya llegó Marina? —emitió una voz desconocida, acercándose desde la cocina.
Me quedé observándola. ¿Quién era ella?
—Hola, Marina —me dio un sonoro beso y un fuerte abrazo, como si nos conociéramos de toda la vida—. Soy Alix, pero puedes llamarme Lix.
Esbocé una sonrisa falsa a modo de respuesta porque continuaba sin saber quién rayos era ella.
—Ella es mi prometida —aclaró mi primo ante mi expresión.
¿Prometida? What?!
—Oh, pues mucho gusto, Lix —dije con serenidad, fingiendo que no me había sorprendido.
—Espero que seamos grandes amigas —dijo con una gran sonrisa.
Parecía una buena chica. Tenía profundos ojos verdes, el cabello negro y rizado que le caía hasta el final de la espalda, una hermosa piel bronceada, una amplia sonrisa de blancos dientes y un cuerpo alto y delgado, pero muy bien proporcionado.
Mi primo tenía un gusto excepcional, la chica parecía reina de concurso de belleza, aunque nunca pensé ver a Edwin comprometido. Él solía ser un poco travieso cuando era adolescente. Siempre estaba con una chica diferente besuqueándose en cualquier rincón de una fiesta, pero la juventud pasa y toca madurar. Ya mi primo tenía 26 años, era hora de que sentara cabeza y, por lo poco que conozco a Alix, creo que eligió a una excelente compañera.
Durante la cena constaté lo que creía: Alix era la mujer perfecta para mi primo.
La velada transcurrió con armonía mientras ellos nos charlaban de su vida en la ciudad y de sus planes futuros. Su sonrisa, espontaneidad y el innegable hecho de que estaba perdidamente enamorada de mi primo (bastaba con verla mientras sus ojos verdes caían sobre Edwin) hicieron que se ganara nuestras simpatía.
Alix comentó que tenía planeado invitar a una amiga que conoció en el pueblo en uno de sus anteriores viajes a ser su madrina. Edwin dijo que no podía acompañarla porque tenía un compromiso y así fue cómo terminé de niñera de Alix. Ella no me desagradaba, pero no me hacía la menor gracia dedicar mi tiempo a una turista desorientada.
Al llegar a mi habitación, alcancé mi móvil y me percaté de que tenía nuevos mensajes.
Mensajes de Byron.
¿Serían más mensajes extraños?
Al visualizarlos, comprobé que, una vez más, eran fotos sin sentido. Parecían imágenes abstractas carentes de lógica y apreciación, aunque algunas poseían cierta iluminación a diferencia de la mayoría de las que envió con anterioridad.
Al terminar de ver las fotos, me di cuenta de que en total eran 24 y la última había sido enviada a las 11:07 pm, al igual que la primera. Justo como Crystal había notado, había un período de una hora entre cada envío.
¿Qué me quieres decir con estas fotos, Byron?
Y, como un esclarecimiento divino, apareció "en línea". Byron, donde sea que estuviese, podría responder mis dudas, pero, antes de que tecleara siquiera, llegó un nuevo y último mensaje porque se desconectó inmediatamente.
Únelas.
Eso era lo que tenía para decirme.
¿Unirlas? ¿Unir qué? ¿Las fotos?
Y si… ¿y si el motivo por el cual aquellas imágenes no tenían ningún sentido era porque no eran varias imágenes, sino una sola dividida en varios fragmentos?
Pero… ¿por qué Byron me enviaría justo a mí algo así? ¿Cuál era su objetivo? ¿Qué me estaba queriendo decir?
Sentía tantos deseos de llamarlo y preguntarle a gritos qué rayos hacía, pero sentía que no lograría nada con eso, que él no respondería. Sentía que la única forma de conocer su verdadero mensaje era hacer lo que me pedía: debía unir las fotos.
***
Wenasssss a tod@ss!!! :D
Cómo han estado?
Qué les pareció el cap?
Seré breve con la nota porque estoy hasta arriba de estudios. La universidad demanda mucho :')
Ay, medicina bonita :")
Cualquier comentario o teoría no duden en escribirlo.
Los leo ;)
Espero que hayan disfrutado el cap. Cuídense mucho.
Chau, chau!!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro