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V

Después de tantos días de decaimiento y encierro decidimos despejar nuestras mentes y divertirnos un poco.

Desde que éramos pequeñas nuestra mayor distracción siempre fue el río. De hecho, allí aprendimos a nadar. Morfem es un pueblo pequeño y no hay demasiados lugares que ofrezcan entretenimiento, así que nos encantaba visitar aquel sitio.

El río se encontraba en una zona alejada del pueblo. Había que caminar varios minutos para llegar porque estaba en el interior del bosque que rodeaba a Morfem, pero el hecho de estar apartado lo hacía un lugar silencioso, tranquilo e ideal para aislarse de la realidad.

Elle y Crystal estaban sentadas en el borde remojando sus pies mientras yo flotaba. Eso me ayudaba a relajarme, me traía paz.

—Así que el hermano de Triana regresó… ––comentó Elle con interés.

—Pues sí ––respondió Crystal.

No estaba prestando mucha atención a la conversación porque no tenía idea de a quién se referían. Solo estaba consciente de que habían mencionado a Triana, la mejor amiga de Victoria y vecina de Crystal.

—Llegó hace unos días y pasará las vacaciones aquí ––explicó la chica del cabello negro.

Finalmente decidí unirme a la conversación.

—¿Se puede saber de quién están hablando? ––pregunté, nadando hasta la orilla y colocando mis antebrazos en ella.

—Del crush de Elle ––respondió la chica de ojos verdes.

—¡Él no es mi crush! —chilló Elle con las mejillas encendidas.

—No me digas que ahora es el amor de tu vida. Cambias muy rápido de opinión —replicó Crystal, entre pensativa y burlesca.

—No es eso. Simplemente pienso que es muy atractivo ––se defendió Elle con el rubor haciendo acto de presencia en su rostro.

—Bueno, ahí tengo que darte la razón.

—Wow ––intervine, impresionada––. Si Crystal lo dice es porque debe ser realmente un dios.

Ella me miró con mala cara, frunciendo el entrecejo con fastidio.

—No me mires así. Sabes que siempre le encuentras defectos a todos ––tercié. Crystal criticaba a todos los chicos, no existía uno lo suficientemente bueno para ella.

—Simplemente soy más exigente que ustedes. —Se encogió de hombros—. Elle se enamora del primero que pasa y tú quieres follártelos a todos.

—Eh, eh, eh. Simplemente estoy abierta a las opciones —rebatí, divertida. Su opinión, lejos de molestarme, me hacía gracia porque estaba consciente de que era verdad. De las tres yo era la más... liberal.

—¿Así lo llaman ahora? ––inquirió, arqueando una ceja.

—Bueno, ya ––dictaminó Elle––. ¿Por qué mejor no hablamos acerca de cómo conseguiré una cita con él? —preguntó, uniendo sus manos alegremente.

—Lo veo difícil, guapa —opinó Crystal.

—¿Por qué?

—No creo que se fije en ti. Me parece que no eres su tipo. Además, el chico casi no sale de casa.

Elle bajó la mirada, desilusionada.
Crystal era siempre así. Decía cosas hirientes sin darse cuenta siquiera. Su intención no era lastimar a nadie, pero su opinión sin filtros ni anestesia era peor que dagas punzantes.

—¿Qué tal si le hacemos una visita después? ––me apresuré a decir, colocando mi mano sobre la de Elle para animarla––. Crystal y yo entretendremos a su familia mientras tú hablas a solas con él.

—¿Crees que le guste? —murmuró la pregunta con un pequeño brillo de esperanza en sus tristes ojos color miel.

—¡Claro que sí! Eres una chica preciosa y encantadora. Estaría loco si no se fija en ti —opiné con entusiasmo y una genuina sonrisa se extendió en su delicado rostro.

Ella siempre confió en mi criterio femenino por mi buena trayectoria con los chicos. De cierta forma me admiraba por mi desenvoltura con ellos. Nunca necesité que se acercaran a hablarme, yo lo hacía directamente. Ella, en cambio, era más tímida e insegura. Prefería guardarse lo que sentía por el miedo a ser rechazada.

Ante mi idea para conquistar al chico de los sueños de Elle, Crystal, por su parte, se encogió de hombros en un gesto desinteresado. Nos ayudaría, pero dudaba que Elle consiguiera algo con el chico.

Yo tampoco estaba convencida de nada; pero bueno, soy su amiga, debo apoyarla al menos.

—¿Y tú qué, Crystal? ––me dirigí a ella.

—Ayudaré ––respondió con voz neutra e indiferente, manteniendo su pose distante y despreocupada.

—No me refiero a eso.

Mis palabras lograron captar su atención.

—¿Qué? ––Había una nota de molestia en su voz mientras su verde mirada me enfocaba.

—¿Qué pasó con el chico con el que me dijiste que estabas saliendo? —indagué, arqueando una ceja, curiosa. Como estábamos hablando de chicos, quería saber cómo le iba en ese asunto porque ella no es demasiado comunicativa.

Sus ojos se abrieron ligeramente y su pose se tensó un poco, manifestando los nervios provocados por mi pregunta.

—Rompimos ––se limitó a responder, volviendo a su habitual pose impasible e imperturbable.

—Ajá. ¿Y…? —emití para que continuara. ¡¿Qué clase de respuesta era esa?!

—Y ya. Rompimos y se acabó —repitió, evasiva, mirando el agua tranquila y cristalina.

—Pero, ¿no me hablarás de él? —insistí, buscando sus ojos verdes.

—No tiene importancia. Ya terminamos ––se cerró como una ostra, evitando mis ojos azules.

Cuando Crystal hacía eso, olvídalo. No había forma de hacerla hablar, así que decidí olvidar el tema.

Una pena.

Se escuchaba muy emocionada cuando me contó acerca de él.

Después de un rato de diversos temas de conversación, Elle sugirió que fuéramos a casa porque eran casi las 6 de la tarde.

—Vayan ustedes, yo me quedaré un rato más ––dije. Quería aprovechar los últimos rayos de sol.

—¿Estás segura? ––preguntó Crystal y yo asentí.

Respetando mi decisión, se marcharon juntas. Cuando mis amigas se perdieron en el bosque y no alcancé a divisarlas, me despojé de la parte superior del bikini, acomodando dicha prenda cerca de la orilla. Luego nadé un rato y floté, aprovechando el silencio y el momento de relajación.

El sol comenzaba a caer, así que pensé que había sido suficiente natación por un día, puesto que ya estaba oscureciendo y de aquí al pueblo había un camino considerable a recorrer.

Salí del agua y la brisa de la inminente noche hizo erizar mi cuerpo mojado y semidesnudo.

Comencé a secarme apresuradamente y cuando estaba eliminando el exceso de agua en mi cabello, no sé por qué, pero tuve una mala sensación. Sentí una fuerte punzada en el pecho y mi cuerpo se congeló. Mis piernas no respondían, no podía moverme. Tenía la sensación de que había algo a mis espaldas o acaso, ¿era alguien? Fue como si… como si me estuvieran observando.

Ya estaba seca, pero continuaba sintiendo frío porque mi piel estaba totalmente erizada. No. Lo que sentía era miedo. Mi corazón se había acelerado y mis manos temblaban ligeramente, amenazando con dejar caer la toalla. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral mientras mi boca se iba secando poco a poco y mi cerebro procesaba la presión que sentía en mi nuca. Era como si una mirada pudiese sentirse a la distancia, como si la trayectoria de los ojos que sentía acechando mi cuerpo expuesto se reflejara en el nudo en mi garganta.

Con muchísimo esfuerzo conseguí tragar y luchar contra aquella impresión horrible. Con el corazón desbocado y con suma lentitud, comencé a girar mi cuello mientras el resto de mi cuerpo se mantenía inerte, víctima del pánico. Mis ojos desorbitados observaron con detenimiento a mi alrededor, escrutando cada árbol, cada rama, cada raíz, cada camino. Había un silencio inquietante. La fauna habitual del bosque parecía ausente, como si el instinto natural de los animales los hubiera alertado de que no se aproximaba nada bueno, de que hoy no debían estar allí, de que no querrían ser testigos de los sucesos que estaban pronosticados por los ojos que observaban desde las sombras. Las aves no cantaban, el viento no soplaba y no se movía ni una hoja.

Busqué, busqué y busqué, pero no vi a nadie.

No había nadie.

Suspiré. El alma me volvió al cuerpo. Toda la tensión abandonó mis músculos y, en su lugar, arribó un inmenso alivio que me hizo recuperar el aliento y el sosiego.

Fue solo mi imaginación.

Sí, eso fue.

Me vestí rápidamente, guardando todo en mi mochila y me apresuré a salir de allí.

Tantos años visitando ese lugar que fue testigo de mi crecimiento y esta fue la primera vez que tuve esa terrible sensación.

***

Me faltaba poco para llegar a casa cuando divisé a alguien acercándose.

Era un chico que nunca antes había visto.

Venía caminando en sentido opuesto a mí, traía audífonos y parecía distraído, abstraído a sus cosas, mientras miraba el suelo. Vestía ropa deportiva y estaba completamente sudado. Al parecer estuvo corriendo. Su cabello era rubio y tenía uno que otro mechón ondulado que le caía sobre la frente. Era alto y tenía muy buena contextura física.

Cuando estaba a muy pocos metros de mí levantó la mirada del suelo.

Grises.

Tenía enigmáticos, inescrutables y sombríos ojos grises, los cuales clavó en mí como si me evaluara, pero eso no me intimidó. Le sostuve la mirada todo el tiempo hasta que él desvió la suya, prosiguiendo con su camino.

Finalmente llegué a casa y me relajé tomando una ducha.

Aquel chico no salía de mi cabeza. Esa apariencia desinteresada, pero a la vez sexy…

Tenía que descubrir quién era.

De pronto recibí un mensaje de Elle invitándome a cenar en su casa.

Decidí aceptar.

La señora Haines, madre de Elle, era buena cocinera. Además, no me gustaba estar encerrada en casa.

***

Crystal también fue invitada a la cena de recibimiento del señor Haines, el padre de Elle, el cual trabajaba como abogado en la ciudad y cuya familia llevaba varias semanas sin verlo.

Él siempre nos trató muy bien a Crystal y a mí, como si fuéramos sus hijas.

Yo llevaba un largo tiempo sin verlo, tres años para ser más específica.

Estábamos sentadas en el sofá cuando finalmente la puerta se abrió y entró… un momento, ¿quién es él?

El hombre que hizo acto de presencia les dio un fuerte y cariñoso abrazo a Elle y a su madre.

—Las extrañé mucho ––dijo, amoroso, sonriente y nostálgico.

—Y nosotras a ti, papá ––emitió Elle, aferrándose al señor.

¿Papá?

—¡Crystal! ––se dirigió a mi otra mejor amiga, dándole un abrazo––. ¿Cómo has estado?

—Muy bien, señor Haines.

¿Señor Haines?

¿Aquel hombre era el señor Haines?

—¿Marina? ––se volteó hacia mí.

—Sí, papá. Es ella. Vino a pasar las vacaciones de verano con nosotros.

—Pero cómo has cambiado. Dame un abrazo. ––Se abalanzó sobre mí con un amor paternal.

Yo le devolví el abrazo como pude porque continuaba estupefacta, aunque intenté disimular mi sorpresa. No podía creer que realmente era el padre de Elle aquel hombre al que había acabado de abrazar.

Les explico: hace tres años, antes de mudarme a Londres, el padre de Elle vivía aquí en Morfem y estaba desempleado, o bueno, no tenía trabajo suficiente porque este pueblo es sumamente tranquilo. Creo que aquí la gente ni siquiera se divorcia, por lo tanto, no hay mucho que un abogado pueda hacer. Su esposa le recomendó (le ordenó a gritos porque es una señora insoportable) que buscase otro empleo, pero él lo que amaba eran las leyes, así que no podía traer dinero a la casa. Eso lo tenía en una profunda depresión de la cual nunca pensé verlo salir. No se afeitaba, tenía sobrepeso y el cabello un poco largo, se pasaba todo el día viendo televisión, en fin, era un desastre andante, el cual me hacía preguntarme cada día por qué su esposa no lo había echado de la casa como la basura que parecía, pero ahora…

Ahora es… sexy.

Ahora se nota a kilómetros de distancia su trabajo en el gimnasio, incluso por encima del traje que llevaba puesto (que le quedaba bastante bien, por cierto) se lograba percibir la musculatura bien trabajada y definida. A diferencia de su hija tenía el cabello oscuro, pero, al igual que ella, tenía los ojos de color miel. Los padres de Elle eran relativamente jóvenes, tenían poco más de 40 años. Antes se veía como si tuviera 80, bueno son exageraciones mías, pero se entiende. Ahora, en cambio, realmente aparenta la edad que poseía, de hecho, se veía aún más joven y… apetecible.

Mientras cenábamos él hablaba de su trabajo, de lo mucho que las había extrañado y de cuánto amaba su nuevo empleo. Incluso tenía una sonrisa encantadora en la cual nunca me había fijado. Supongo que sea porque antes no tenía motivos para sonreír. En cierto momento se dirigió a mí para preguntar cómo fue mi estancia en Londres, cómo era el internado, si había hecho nuevas amigas, esas cosas.

Pero, la verdad, es que en lo último que pensaba era en mi vida en Londres. Lo único que mi cerebro lograba procesar eran las ganas que tenía de que aquel hombre me follara sobre esta misma mesa.

¡¿Pero qué estoy diciendo?!

Es el padre de mi amiga, es el padre de mi amiga, es el padre de mi amiga…

Aunque… ese tipo de cosas nunca me han importado.

Si me gusta, me lo follo.

Esa es mi filosofía de vida.

El problema era que él me conocía desde niña, es decir, no era la diferencia de edad en sí, sino que soy la mejor amiga de su hija, conozco a su esposa, eso sumado al hecho de que me vio crecer, por tanto, no me ve con deseo, sino con cariño paternal... y eso tengo que cambiarlo, como sea.

La señora Haines era una mujer delgada, atractiva y elegante, con el cabello rubio y lo ojos castaños, siempre iba maquillada, pero tenía muy mal carácter. Le encantaba dar órdenes y que todo fuera hecho a su manera, supongo que por eso su hija es tan sumisa. Ella siempre me trató muy bien, pero, siendo imparcial, tengo que admitir que es una bruja, así que el cargo de conciencia se me quitaría en un par de noches...

En cierto momento de la velada cuando habíamos terminado la cena, su marido se ausentó para ir al baño mientras ella, su hija y Crystal conversaban en la cocina.

Yo estaba con los ojos fijos en la televisión, fingiendo que le prestaba atención, pero, en realidad, estaba pensando un plan para que ese hombre se fijara en mí.

Sé que es algo terrible porque Elle es una de mis mejores amigas, pero yo no quería ser la amante del hombre casado y destruir a su familia. Solo quería tener sexo con él y ya.

Si ellas no se enteraban, nadie saldría lastimado.

Y como si fuera una señal divina, el celular del señor Haines sonó indicando que tenía una llamada entrante. Tomé el dispositivo y observé la pantalla.

Anna.

Ese era el nombre de la persona que intentaba contactarlo.

Y si...

De pronto, me fue arrebatado el celular de las manos.

—Es una compañera de trabajo ––explicó el padre de mi amiga, tenso.

Yo asentí, intentando disimular una pequeñísima sonrisa.

—Debo contestar. Tal vez sea algo importante ––dijo y se alejó hasta donde no pude alcanzar a escuchar lo que conversaba con "Anna".

De vez en cuando me observaba, cauto, pero a la vez nervioso. También miraba en dirección a la cocina para asegurarse de que su familia no se aproximaba. Sus facciones denotaban el temor a que alguien alcanzara a escucharlo.

Ya te pillé.

Esa Anna es su amante.

Después de tanto tiempo aguantando a su esposa tenía que llegar el día en que se aburriera.

Gracias, Anna, por existir.

Ya sé cómo haré que se acueste conmigo.

***

Cuando llegué a casa inmediatamente busqué en Internet sitios de detectives que trabajasen en la ciudad donde tenía empleo el padre de Elle.

Estoy segura que la tal Anna vive allí.

Si logro obtener algo que lo deje en evidencia, no le quedará más opción que hacer lo que le diga. Estoy segura de que él no quiere perder a su familia ni ser mirado con odio por la hija a la que tanto ama y que, además, lo idolatra.

Sé que el chantaje es lo bajo, de lo bajo. Nunca pensé que tendría que recurrir a estos métodos para tener a un hombre, pero yo haría lo que sea por obtener lo que quiero.

Finalmente encontré uno.

En la foto no mostraba el rostro. Había muchos estereotipos con respecto a las personas que no ponían fotos personales en sus redes sociales, que no eran muy atractivos y demás… pero bueno, eso no me interesaba. Lo importante era el prestigio que tenía, no cómo lucía.

Decía que trabajaba 24 horas, así que lo contacté. Le dije que tenía la sospecha de que mi padre traicionaba a mi madre y bla, bla, bla. Después de las explicaciones pertinentes, el detective aceptó el caso, pidiéndome que le enviara la información necesaria.

En dos días el señor Haines tenía que regresar a la ciudad debido a una emergencia en su trabajo, pero regresaría tan pronto como le fuera posible, así que ese tiempo debía ser aprovechado con mucha astucia y eficacia.

Emergencia…

Me pregunto qué le habrá pasado a Anna.

En medio de mis suposiciones y planes maquiavélicos, el sonido de las notificaciones inundó la habitación, indicando que me había llegado un mensaje.

836273786

Era de un número privado.

¿Qué significa aquella secuencia numérica? ¿Era una contraseña o algún tipo de código?

Seguro fue enviado erróneamente.

Ni siquiera le di más vueltas y lo ignoré.

***

Ya habían pasado los dos días y, por ende, el padre de mi amiga se había marchado del pueblo.

Espero que todo salga como planeo.

Por otra parte, estaba aquel chico de ojos grises que no lograba quitarme de la cabeza.

Estaba en el supermercado buscando en la estantería unos productos que mi abuela me había pedido cuando, de pronto, me giré y choqué contra una firme superficie.

—Deberías ver por donde caminas ––sugirió el chico, burlón.

—Y tú deberías dejar de ponerte detrás de mí ––le espeté.

—Eso va a estar difícil… ––replicó con una sonrisa pervertida, acercando su rostro al mío.

En serio no me había dado cuenta del doble sentido en la frase.

—Dylan ––puse una mano en su pecho para apartarlo mientras desviaba un poco la mirada––. Ya te expliqué…

—Y yo ya entendí, Marina. Solo quieres sexo y estoy de acuerdo. Si es tu decisión…

—No, Dylan. Sé que de una forma u otra esto te afecta… ––dije casi en un murmullo––. Y no quiero lastimarte, ¿entiendes?

—¿O sea que lo haces por mí? ––Había un aire de incredulidad en su tono––. ¿Desde cuándo eres tan bondadosa y altruista?

—Lo creas o no, sí, es por ti. No quiero que te hagas ilusiones con que cambiaré por ti, que lograrás que me enamore. Eso no va a pasar —aseguré.

—¿Ves? Ahí está: la verdadera Marina —exclamó, teatral.

—Dylan… —murmuré, cerrando los ojos con desgana. No quería tener que explicarle lo mismo otra vez.

—Es obvio que yo te importo una mierda porque eres una puta egoísta y siempre lo has sido ––me reclamó entre dientes mientras señalaba mi pecho.

—Era justo por esto que no quería que pasara lo que pasó aquella noche. Sabía que te pondrías así —me reprendí a mí misma entre lamentos.

—¿Así cómo? ¡¿Así cómo?! ––gritó, exasperado, dándole un manotazo a los productos del estante y haciéndolos caer.

—¡Así como estás ahora! ––perdí los estribos también––. Demente, completamente fuera de ti.

Él me dio la espalda bruscamente, apoyando los codos en uno de los estantes. Parecía estar buscando las palabras adecuadas mientras trataba de enfriar su cabeza. A este paso nos diríamos cosas que lamentaríamos más adelante.

—Estás consciente de que no tienes derecho a hacerme este espectáculo, ¿verdad? Fui muy clara desde un inicio, Dylan.

—¿Y tú, Marina? ––preguntó, volteándose con rapidez––. ¿Estás consciente de que no es sano en ningún sentido lo que haces con tu vida? ––me sermoneó.

—Eso no es problema tuyo, Dylan. La vida y el cuerpo son míos ––le espeté, soteniéndole la mirada, desafiante. ¿Quién se creía que era para querer controlarme y entrometerse en mis asuntos?

—Sí es mi problema. ––Se abalanzó sobre mí, agarrando mis mejillas––. Sí es mi problema porque te amo.

Abrí los ojos del asombro al escuchar esas dos últimas palabras. Era la primera vez que alguien me decía el famoso "te amo". Muchas chicas soñaban con escuchar aquella frase alguna vez; suspiraban, anhelantes.

Pero yo era un caso diferente y, siendo sincera, lo odié.

—Dylan… ––intenté liberar mi rostro de su agarre, pero el estampó su boca contra la mía.

Incluso el movimiento de sus labios y de su lengua reflejaban la frase que había dicho hace unos segundos. Me buscaba con frenesí, pero, a la vez, había ternura y ¿amor?

Por una milésima de segundo casi me dejo llevar por su delicioso beso, pero el hecho de que me quisiera mandaba todo definitivamente a la mierda.

Siempre supe que lo que Dylan sentía iba más allá de la atracción física, pero no podía hacerle esto sabiendo lo que él sentía por mí. Sería mucho más cruel aprovecharme.

Me niego a involucrarme con alguien que me quiera para algo más que sexo porque es para eso para lo único que me sirven los hombres.

—Dylan ––finalmente logré apartarlo––, no ––gruñí, severa y sin margen para la réplica.

Él me observó, herido, y luego asintió muy despacio mientras fruncía el ceño, apretando sus hinchados labios en una fina línea, como si estuviera pensando o… intentando contenerse.

—¿Cómo puedes ser así? ––habló después de unos segundos que me parecieron horas––. Ellos solo te quieren para follar.

—Es exactamente para lo que yo los quiero a ellos ––rebatí––. Los sentimientos no sirven para nada, Dylan. Son un estorbo. Tus sentimientos son un estorbo.

Vi el dolor cruzar sus ojos azules mientras tragaba grueso. Definitivamente estaba intentando contenerse porque su mandíbula se tensó en el segundo exacto en que aquellas palabras salieron de mi boca.

Tal vez me pasé, pero ya no había vuelta atrás. Quizás él no lo vea ahora, pero esto es lo mejor. Si debía lastimarlo para que se apartara, lo haría con gusto.

—Entonces, ¿es un adiós?

—Lo siento muchísimo…

—No seas falsa —masculló, iracundo—. Mis sentimientos no te importan. Solo te importas tú. Pasarías por encima de quien fuera por follarte al que quieres.

Sus palabras me dolieron, pero, en el fondo, sabía que tenía razón.

—No sabía que tenías tan mal concepto de mí ––comenté, cruzándome de brazos mientras intentaba fingir que sus palabras no me habían afectado porque eso de llorar no va conmigo.

—Es el que te has ganado ––escupió, dando media vuelta y entonces:

—¿Dylan? ––mencionó con inseguridad una voz masculina.

Era…

—Shawn, hola. ––Se dieron un fraternal abrazo––. Escuché que habías venido a pasar las vacaciones aquí.

––Pues sí. ––Fijó la mirada en mí.

Era el chico de ojos grises.

—¿Está todo bien? ––preguntó el chico que acababa de descubrir se llamaba Shawn, alternando la vista entre ambos en plan ¿he interrumpido algo?

—Perfectamente ––respondió Dylan con un deje agrio que no disimuló muy bien––. Shawn, ella es Marina. Él es Shawn, el hermano de Triana.

—¿Hermano de Triana? ––repetí como una idiota, pero necesitaba estar segura de que había escuchado bien.

—¿Conoces a mi hermana?

—Eh… sí. Sí, claro. Todos nos conocemos aquí.

No pude causar una peor primera impresión, pero es que esto tenía que ser una broma de pésimo gusto por parte del destino.

Shawn, el chico de ojos grises al que vi hace varios días y que me había encantado era nada más y nada menos que el hermano de Triana, es decir, era el chico que le gustaba a Elle.

—Pues… es un placer conocerte. ––Me dio un beso en el rostro a modo de saludo.

Yo continuaba procesando la información reciente.

—Igualmente ––emití finalmente, percatándome de que había cierto interés y curiosidad en sus ojos.
Su mirada no era distante como la de aquel día.

—Sí, sí, sí ––articuló Dylan––. Todo es muy bello ahora, pero lo mejor será que te alejes de ella.

—Dylan... ––mascullé a modo de advertencia.

—¿Qué? ––balbuceó Shawn, confundido.

—En serio te lo digo, amigo. No te acerques a ella. Será tu perdición ––auguró y luego se largó, dejándonos en una incómoda situación.

—¿Qué? ¿De qué hablaba Dylan? ––preguntó Shawn con una sonrisita nerviosa.

—Ni idea.

—Supongo que se ha vuelto un poco loco desde la última vez que nos vimos —bromeó.

—Sí, eso debe haber sido. O sea, ¿yo, tu perdición? ––Bufé––. Menudo presagio ––me burlé.

—Pero, ¿sabes algo? Me hubiera gustado ver cómo una chica se convertía en mi perdición… —canturreó, enfocándome con aquellos hermosos ojos grises.

Ese tono…

Yo lo conozco.

Seductor, depredador, sensual y con ganas de follarme.

¿Quieres perdición? Eso tendrás.

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Hooooooolaaaaaaa.
La perdición :v
Cómo han estado??
Qué les pareció el cap?
Van llegando nuevos personajes :D
Y Marina está haciendo de las suyas :v
Y qué fue eso en el río? :0
Ya veremos qué pasa más adelante.
Espero que hayan disfrutado el cap.
Hasta el próximo.
Byeeeee.
—> Ig: daia_marlin

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