IX
Después de tomar un baño y alistarme mi mirada recayó en el USB que el detective me había entregado. Busqué mi laptop e incerté el USB, ansiosa por conocer su contenido, mientras desplegaba mi cuerpo sobre mi cama.
El pequeño dispositivo contenía un video. En este aparecían el señor Haines y su amante, Anna. Pensé que sería un video de ellos teniendo sexo, pero, para mi sorpresa, no fue así. Debido a la distancia a la que fue grabado no se escuchaba muy bien lo que hablaban.
Inicialmente, estaban en una cafetería al aire libre mientras conversaban, sonreían y se besaban esporádicamente. Esos minutos me resultaron sumamente tediosos. ¿Para qué rayos el detective me dio esto? Pero, de un momento a otro, la escena se tornó interesante.
La expresión de Anna se transformó de una dulce y sonriente a otra sombría y escalofriante. Comenzó a hablar entre dientes, pero, lamentablemente, no escuchaba qué estaba diciendo. El señor Haines lucía nervioso ante el cambio de actitud de su amante. De repente, ella arrastró la silla violentamente, tanto así que la tiró al suelo. Gesticulando de forma violenta con sus manos, comenzó a hacer un escándalo y, esta vez, sí pude conocer lo que decía.
—¡¿Hasta cuándo, Richard?! ¡¿Piensas que soy estúpida?! —bramó ella con el entrecejo hundido mientras él se ponía en pie, colocando las manos en sus hombros en un intento de calmarla a la par que sus ojos de color miel viajaban en todas direcciones para asegurarse de que nadie los viera, pero, para su mala suerte, sí había gente mirándolos.
Él murmuró algo, lo cual provocó que ella explotara:
—¡Me importa un carajo que nos miren! ¡Estoy harta de tus putas mentiras! ¡Me dijiste que te ibas a divorciar! ¡Llevo meses esperando!
Vaya, vaya.
Él hizo un ademán para llevársela porque era evidente su expresión asustada y teñida de preocupación ante tantos espectadores.
—¡No me pidas que me calme! —Ella agarró las vasijas sobre la mesa en la cual estaban comiendo como pareja feliz hace unos instantes y las arrojó contra el suelo, haciendo que se quebraran en diminutos fragmentos—. ¡Estoy harta de ser paciente! ¡Harta!
Su mirada desquiciada fue depositada en los vasos de una mesa cercana y, en otro arrebato, los tomó y arrojó al suelo para que le hicieran compañía al resto de la vajilla rota.
Ese aire de elegancia y serenidad había desaparecido totalmente. Solo quedaba la desesperación de una mujer despechada. El sensor Haines continuaba con sus fallidos intentos de calmarla y yo no podía estar más entretenida con mi sonrisa pintada en el rostro.
Esto es más valioso de lo que pensaba.
—Si no te divorcias la próxima vez que vayas a ese pueblo asqueroso, ¡cometeré una locura, Richard! ¡Te juro que lo haré! ¡Tú eres mío! ¡Me niego a seguir compartiendo a mi hombre con esa insulsa cornuda que tienes por esposa!
Él dijo algo a lo cual ella respondió:
—¡No me importa! ¡Escuchen todos! Este hombre me juró que me amaba y que nos íbamos a casar, pero luego me enteré de que estaba casado y tenía hijos. Quise marcharme para que viviera en paz con su familia, pero él no me dejó. Dijo que se quedaría conmigo porque yo era la mujer de su vida. Dijo que se divorciaría para estar conmigo, pero todo eso lo dijo hace seis meses y yo seguía aquí como una estúpida esperando a que cumpliera con sus falsas promesas, pero la idiota se cansó. ¡Deja a tu mujer o voy a perder la cabeza! ¡Sabes que lo haré!
El señor Haines la tomó por los brazos para luego zarandearla. Era evidente que luchaba por calmarla mientras ella se retorcía con violencia y gritaba "¡suéltame, maldito mentiroso!".
Finalmente el señor Haines logró llevársela (con mucha dificultad porque seguía haciendo exigencias entre gritos y retorciéndose) pasando a través de la muchedumbre que comentaba y grababa el show.
Y, finalmente, el vídeo concluyó.
Dios. Mío.
Aquel material era oro.
El padre de Elle no solo traicionaba a su esposa, sino que además iba a abandonar a su familia por irse con otra.
Me pregunto por qué no lo había hecho todavía.
Tal vez porque la mujer no estaba bien de la cabeza. Sinceramente, para montar aquel show y perder la cordura y la dignidad de semejante forma había que estar un poco desequilibrada.
¿De qué forma usaré esta información?
***
Finalmente se hizo de noche y escuché el claxon del auto de Ian sonar, puesto que él me llevaría a la cena para que no estuviese sola por ahí a estas horas debido a los acontecimientos recientes.
Subí al asiento del copiloto sin emitir palabra alguna. Él también se mantuvo en silencio.
Por alguna razón me sentía rara y nerviosa en su presencia.
No lo entendía.
Era Ian, mi amigo de toda la vida. Era aquel niño que conocí hace tanto tiempo que ni siquiera recuerdo la fecha exacta. Era mi protector y confidente. Él era el hermano que nunca tuve.
Entonces no entendía esta tensión que había en el ambiente por un simple malentendido, o bueno, porque lo miré como si estuviera a dieta y él fuese mi pizza favorita.
Pero solo fue un leve momento de debilidad y confusión.
Creo...
No, no, no. Sí lo fue.
Debía acabar con esta ridícula e incómoda situación.
—Ian… —rompí el silencio.
—¿Sí? —habló, sereno.
Se mantuvo de perfil, contemplando la carretera mientras yo observaba sus facciones. Se veía tan tranquilo.
¿Será que soy solo yo la que está atormentándose el cerebro con ideas locas?
—Creo que… deberíamos hablar de lo que pasó esta mañana… —tartamudeé.
—¿De lo que contenía ese sobre y no me quisiste mostrar? —preguntó a modo de tanteo mientras la tranquilidad continuaba abarcando su rostro.
¿Realmente era yo la única que estaba tensa y preocupada?
—No… No de eso… sino de… lo otro… —aclaré con voz titubeante otra vez. Odiaba expresarme con balbuceos porque la seguridad era una de mis mayores cualidades, pero, por alguna maldita razón, estaba nerviosa.
—Tú dirás —se limitó a decir.
—No quiere que pienses mal.
—No lo hago.
Su tranquilidad me molestaba, quiero decir, me molestaba ser la única que estaba incómoda. Nunca me sentí así con los chicos. Siempre fue a ellos a los que les incomodó mi actitud, pero Ian se mantenía sereno. Supongo que es porque me conoce hace mucho tiempo.
—Lo que intento decirte es que…eso no fue… lo que parecía… —balbuceé como idiota.
—Relájate, Marina. No estoy pensando nada de eso que tú crees —comentó, ligeramente divertido.
—Esta situación no es graciosa, Ian —lo reprendí.
—Lo siento —emitió, tapando su sonrisa—. Es que me causa gracia verte tartamudear así.
—Sí, es muy raro para mí también —admití.
—No debes preocuparte. Soy tu mejor amigo, ¿recuerdas? Sé que serías incapaz de verme de otra forma. ¿No es cierto? —Me miró por primera vez en todo el trayecto.
Sonreí.
Era verdad.
Él era mi mejor amigo, mi hermano, mi compañero, mi confidente, no el chico al que quería follarme.
—Tienes razón.
Él sonrió también.
Respiré tranquila finalmente.
Analizando mejor la situación, lo que me tenía incómoda no era él como hombre, sino mi mejor amigo, es decir, no quería perder a Ian bajo ningún concepto. Él era demasiado importante para mí.
—Aun así… —emitió de pronto—, no creas que olvidé lo del sobre.
Ay, no.
—Ian, por favor, no empieces —solté, ligeramente grosera.
—¿Qué vas a hacer? —inquirió, ceñudo.
—Nada —gruñí.
—¿Qué hiciste?
—Nada.
Él exhaló con fuerza.
—¿No vas a contarme?
—No.
—Soy tu mejor amigo.
—Pero no eres mi conciencia, ni una extensión de mí —le espeté—. No tengo que explicarte todo lo que hago o pretendo hacer con mi vida.
Él tensó la mandíbula ante mis palabras. Tal vez fui demasiado dura, pero no iba a disculparme ni nada por el estilo. Es mi vida.
—Debemos ir a comprar algunas cosas que faltan en la cena —habló después de varios minutos de silencio.
—Bien —me limité a decir.
Odiaba cuando Ian se comportaba igual que Crystal: controlador.
Pasaron varios minutos en los que nos mantuvimos en un silencio sepulcral. De repente una vibración de mi móvil interrumpió esa situación, aunque Ian se quedó ajeno a ello.
Carrie S.K.
Era un mensaje, otro extraño mensaje que no entendía y que, una vez más, me limité a ignorar.
Al estacionar frente al establecimiento, sonó el celular de Ian. Alcancé a ver que era Tyler quien lo llamaba.
—Hola, Tyler —respondió.
Hubo unos segundos de silencio en los que hablaba el chico al otro lado de la línea.
—Ya estoy aquí.
Silencio.
—Ya vamos.
Silencio.
—Si no paras de hablarme, no podré comprar nada —le reprochó.
—Ian, yo puedo ir —intervine, provocando que desviara su atención de la voz del histérico de Tyler y la depositara en mí.
—De acuerdo. Toma —cedió, ofreciéndome una pequeña lista y el dinero.
Me bajé del auto, entré en el establecimiento y…
—Hola de nuevo, preciosa —saludó con voz melosa.
—¿Solo tú trabajas aquí? —pregunté, hastiada.
De nuevo aquel tipo desagradable.
—Me alegra ser el que te convierta en una cliente satisfecha —comentó con su mirada pervertida de enfermo recorriendo mi cuerpo cubierto por un vestido no muy largo.
—No creo que llegues a satisfacerme algún día —tercié.
—Eso ya lo veremos, preciosa.
Puse los ojos en blanco, dirigiéndome a buscar lo de la lista y luego regresé al mostrador.
—Cóbrame, de preferencia sin hablar —le solté.
—Si me tratas así, me pones más, preciosa —replicó con una sonrisa torcida.
—Eres un masoquista enfermo, ¿lo sabías? —rebatí.
—Estoy dispuesto a ser cualquier cosa por ti.
—Y si te mueres por mí, ¿qué tal? —repliqué, apoyándome en el mostrador.
—Yo mataría por ti, preciosa —dijo con voz ronca, acercándose a mi rostro.
Retrocedí automáticamente.
—Me das asco, en serio.
—He oído maravillas de ti… No entiendo por qué finges ser buena chica ahora…
—Yo puedo ser una buena chica o una perra muy mala… pero solo con quien me interesa y no es tu caso.
—¿Segura?
—Cien porciento. Tu cara de depravado acosador desesperado me revuelve el estómago.
—Ya verás algún día… Eso cambiará —dijo, muy seguro, cobrándome las compras.
—Yo que tú esperaba sentado —tercié, tomando la bolsa de la compra.
—O mejor me esfuerzo para que ocurra antes —habló, saliendo de detrás del mostrador para dirigirse en mi dirección.
Yo retrocedí algunos pasos contemplando la forma en que me miraba. Era realmente asqueroso. Tenía una sonrisa de demente que me provocó un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Pasó su lengua por su labio superior.
Enfermo.
—Marina —dijo una voz al entrar, haciendo que aquel hombre se detuviera y su sonrisa se borrara.
—Ian… —musité.
Su mirada escrutó al hombre, con el entrecejo ceñudo y analítico.
—Vine a ver por qué te demorabas tanto… —emitió, cauteloso, acercándose a mí aun con la mirada en el dependiente.
—Por nada… —me apresuré a decir como si finalizara una conversación con aquel... hombre. Ian era capaz de golpearlo para defenderme—. Vámonos. Tu familia nos espera.
Él continuaba evaluando al de la tienda, pero finalmente dio media vuelta y fuimos hasta el auto.
—¿Qué te dijo ese hombre? —inquirió una vez dentro.
—¿A mí? ¿Nada? —me hice la tonta.
Él me miró, suspicaz.
Pensé que comenzaría a hacer un montón de preguntas, pero, para mi sorpresa, se colocó el cinturón de seguridad y encendió el auto, dando por terminado el asunto.
***
—Marina —exclamó la madre de Ian, abrazándome—. Estás preciosa —dijo, acunando mi rostro y mirándome con cariño maternal.
—Marina siempre ha sido preciosa —intervino el abuelo de Ian.
—Gracias —emití.
—Sí, sí, Marina es bella. Miss Universo. Pero, ¿podemos ir a comer ya? Me ruge el estómago. ¿Por qué se demoraron tanto? —dijo Tyler entre quejas y burla.
Me limité a sonreír.
Idiota.
Solo sabe comer.
Elle y Crystal también estaban allí.
Siempre fuimos muy unidos, como una gran pandilla.
—Comenzaré a servir —anunció Brenda, la madre de Ian.
Iba a sentarme junto a las chicas cuando apareció cierta personita.
—Zach —murmuré al verlo.
Zachary, a quien todos llamábamos Zach, era el hermano menor de Ian, aunque solo por unos cuantos meses, ya que ambos habían nacido en el mismo año (su madre no respiró siquiera para volver a dar a luz). No obstante, Ian lo cuidaba como si se llevaran 10 años.
Zach estaba muy cambiado. Cuando me fui era bajo, tímido y delgado. Al parecer, siguió el ejemplo de su hermano. Ahora su musculatura era un poco más notable, aunque no se compara con la de Ian. Ya estaba más alto que yo. A diferencia de Ian, conservaba sus gafas, aunque le daban cierto aire intelectual y a la vez dulce. Traía el cabello negro desordenado y sus ojos cafés eran iguales a los de su madre. Zach se parecía mucho más a Brenda, en cambio Ian era la copia fiel de su familia paterna. Tenía los mismos ojos de su abuelo y de su padre, el cual se había marchado hacía muchos años.
—Hola, Marina —se limitó a decir.
—¿Ya está? ¿Hola, Marina? —me burlé—. ¿No vas a darme un abrazo?
—Si no queda otra…
Me abalancé sobre él, dándole un fuerte abrazo de hermana mayor el cual él no respondió precisamente. Nunca le gustaron mucho los abrazos a este chico.
Es increíble lo rápido que pasa el tiempo. Ya no puedo llamar enano a Zach. Lo vi crecer, jugar, reír… y ya se volvió un hombre.
Estuvimos unos pocos minutos conversando en la sala de estar a la espera de que la cena estuviera lista cuando, de pronto, sonó el timbre.
—¿Esperamos a alguien? —pregunté.
—Seguramente son tus invitados, Ian —escuché a Brenda gritar desde la cocina.
—Los misteriosos invitados —se burló Crystal a mi lado mientras Ian iba a abrir la puerta.
—Hola, chicos —saludó una vez allí.
—Hola —emitió una voz tímida y educada.
Esa voz…
—Pasen —dijo Ian.
Esperé a que entraran para confirmar mis sospechas.
Efectivamente, "los invitados misteriosos" eran los hermanos Holland, Nick y Luke.
—Buenas noches —saludó Nick.
Cuando su mirada llegó a mí me mostró una leve sonrisa, casi imperceptible, igual a la de la noche que nos conocimos.
Su hermano se limitaba a contemplar el lugar con una expresión indiferente. Parecía que no quería estar allí, que lo habían obligado a venir o tal vez estaba así siempre, asqueado del mundo.
Me pregunto en qué momento Ian se hizo amigo de ellos.
Es cierto que él es súper sociable y simpático, pero los hermanos llegaron a la ciudad no hace ni una semana.
Cuando alcé la vista, saliendo de mi ensimismamiento, me percaté de que Luke estaba mirándome. Le sostuve le mirada, retadora. Esta vez parecía interesado, entretenido. Creo que las mujeres eran una de las pocas cosas que le importaban en el mundo.
—Marina… —emitió Crystal a mi lado con tono de advertencia.
Giré el rostro para verla.
Tenía una expresión suspicaz.
En serio, creo que esa chica era la persona que mejor me conocía en el mundo.
—¿Tú…? —comenzó a decir.
—Chicos, ya está servido —exclamó Brenda, interrumpiendo lo que sea que Crystal iba a preguntarme.
Sin lugar a dudas, la madre de Ian tenía una mano excepcional para la cocina. La cena transcurrió tranquilamente. Hablamos, reímos, les conté sobre mi estancia en Londres, Tyler hizo bromas estúpidas y pesadas, Elle mencionó que su padre llegaría mañana de su viaje (lo cual me alegraba mucho…).
Pero no llegamos a lo que me interesaba realmente.
¿Cómo Ian había conocido a los hermanos?
¿Cómo hicieron amistad tan rápido?
¿Por qué los Holland, siendo aparentemente tan solitarios, aceptaron la invitación de mi mejor amigo?
Una vez más alcé la vista y Luke estaba mirándome con una media sonrisa. Era muy obvio, directo y explícito este chico. Mejor. Eso significaba que no tendría que andar con rodeos. Me gusta mucho le gente que sabe lo que quiere, van por ello y lo consiguen.
Al desviar la mirada, me percaté de que Zach nos estaba mirando, desconfiado.
—Entonces… —habló Luke por primera vez en toda la noche. Era evidente que el simpático no era él—. He escuchado varias cosas sobre este pueblo…
Lo miramos, confundidos.
—Luke… —le advirtió su hermano mayor entre dientes.
—Por cierto, ¿cómo van los casos, sheriff? —preguntó con cierta burla y el abuelo de Ian se tensó en su asiento de jefe de familia.
Era obvio que, por "varias cosas", se refería a los asesinatos.
—Estamos trabajando en ello —se limitó a responder el sheriff, esforzándose por que no se notara su incomodidad, molestia y frustración ante el evidente cuestionamiento de uno de sus ciudadanos.
—Trabajando, ¿eh? ¿Hace cuánto están trabajando? Desde que comenzó el verano por lo que he oído —puso en duda Luke.
—Sí, más o menos —masculló el señor Hyde, fulminando con la mirada al chico.
—¿Y todavía no tienen nada? Es un poco ineficiente el trabajo en este pueblo…
—Luke… —gruñó Nick.
—No, déjalo —se dirigió a Nick y luego volvió a mirar a Luke—. Si tienes algo que decir, dilo claramente, muchacho. Te escucho.
—Pues… ya que insiste. Usted es un viejo decrépito e incompetente. No me extraña que el asesino se esté riendo a sus espaldas. Probablemente sea más listo que usted. Si este pueblo continúa con un inútil al mando de la policía, todos en Morfem se pueden dar por muertos.
El silencio se abrió paso.
La tensión en el ambiente se podía cortar con un cuchillo.
—Creo que mejor sirvo el postre —anunció Brenda de repente, poniéndose en pie.
Luke era más interesante de lo que parecía. Se atrevió a desafiar al sheriff del pueblo. Enredar a esos hermanos iba a ser muy entretenido.
—No hace falta, nosotros nos vamos —emitió Nick, poniéndose de pie mientras le lanzaba dagas a su hermano con los ojos. Este se encogió de hombros, indiferente.
—No es necesario, muchacho —intervino el señor Charles—. Tu hermano tiene derecho a expresar su opinión. Además, ya es muy tarde para que se vayan solos por ahí. Cuando termine la cena mi nieto los puede llevar a casa.
—De acuerdo —murmuró Nick, sentándose otra vez.
El postre no fue muy animado.
Al terminar la cena, me ofrecí para lavar la loza.
Brenda y yo estuvimos hablando animadamente hasta que el señor Charles la llamó.
—Vuelvo enseguida —se excusó.
—Tómese su tiempo.
Pasados unos segundos escuché:
—Ya te vi.
La voz me hizo sobresaltar.
—Crystal —musité—, ¿de qué hablas?
Ella me ayudó a secar los platos.
—No te hagas la tonta. Vi cómo mirabas a esos dos.
Me giré para asegurarme de que nadie estuviera cerca escuchándonos.
—Claro que no. Estás exagerando. Me parecen lindos. Es todo —me defendí.
—Ajá —articuló, incrédula.
—Es en serio. Solo creo que son lindos.
—No, Marina. Lindos me parecen a mí. Tú ya estás maquinando algo para chuparles la polla. Te conozco.
—Qué poca fe, mujer —me hice la inocente.
—¿Hace tanto que no follas? ¿Estás tan necesitada? —se burló.
—De hecho, hoy follé con un hombre, Crystal, que no tienes una idea… —dije, mordiéndome el labio inferior y tomando su brazo mientras me recostaba en su hombro con dramatismo.
Ella puso los ojos en blanco.
—Había olvidado que necesitas a varios a la vez.
—¡Por supuesto! —exclamé como si fuese algo obvio. Necesitamos varias comidas al día, varias combinaciones de ropas, varias actividades, varios amigos. ¡Es obvio que se necesita más de uno para follar!
—Y de dónde salió ese si se puede saber.
—Pues es un detective que… —Mierda. Me interrumpí mentalmente. No podía contarle la verdad.
—Un detective que… —insistió en saber.
—Que estaba en el pueblo de visita. Nos vimos por ahí y decidimos quedar.
Era una explicación lamentable, pero si me seguía demorando sería el triple de sospechoso.
—¿A quién se le ocurre venir de visita a este fin del mundo? —fue lo que dijo.
Supongo que no sospechó nada.
Crystal era muy astuta. Debía tener cuidado con ella.
—Marina… —emitió de pronto, sujetándome por los hombros mientras me miraba ceñuda.
Fingí serenidad.
—Solo estoy preocupada. Esos chicos no me dan buena espina, especialmente el tatuado. Ten cuidado con ellos.
—No te preocupes —tomé sus muñecas, apartando sus brazos de mis hombros—. Sé cuidarme.
Ella suspiró. Crystal sabía mejor que nadie que yo no obedecía órdenes, ni seguía reglas. Simplemente me limitaba a seguir mi voluntad o, como decía ella, solo sé hacer lo que me da la gana.
Después de un rato, Ian se ofreció a llevarnos a todos a casa.
Crystal tenía auto, así que ella y Elle se fueron juntas, ya que vivían en la misma dirección.
Obviamente Ian conducía, Tyler iba en el asiento del copiloto y yo iba en el asiento trasero, entre los gemelos.
Íbamos en un silencio sepulcral. El ambiente estaba tenso e incómodo. Si hubiese sabido que iba a ser así, me habría ido con mis amigas.
Nick traía el puño apretado sobre su muslo mientras clavaba los ojos a través de la ventanilla, ignorándonos a todos.
Sin embargo, Luke, que siempre era el indiferente, iba relajado y ¿animado?
¿Acaso le gustaba sacar de sus casillas a su hermano?
¿Acaso no se llevaban bien esos dos?
Observé a Ian. Estaba apretando con fuerza el volante. Debe estar molesto porque le faltaron el respeto a su abuelo, el cual era muy valioso y querido para él. Era su referente paterno.
Tyler tamborileaba los dedos sobre su muslo mientras tarareaba no muy alto.
Fantástico.
Esto no podía estar peor.
En medio del tenso y pesado ambiente, sentí un tacto cálido sobre mi muslo desnudo: Luke.
Lo miré por el rabillo del ojo. Tenía una ceja enarcada, luciendo desafiante y a la vez expectante, como si me estuviera haciendo alguna especie de prueba que ansiaba que aprobara.
Nick continuaba concentrado en la ventanilla mientras Luke subía ligeramente mi vestido, trazando círculos en mi muslo.
Principiante.
Deposité la mirada en la carretera, inocente, como si aquí atrás no estuviese pasando nada. Hice lo mismo que él. Recorrí su pierna cubierta por los vaqueros, pero, a diferencia de él, no me conformé con eso. Mi mano ascendió hasta depositarse en su entrepierna. Lo miré por el rabillo del ojo. Se tensó visiblemente y eso me hizo sonreír de forma torcida y satisfecha. Luego apreté un poco el agarre para sentirlo mejor, pero sin hacerle daño.
Este chico está bien dotado…
Ellos son gemelos, así que sobreentiendo que Nick esté igual.
Luke contuvo la respiración, apretando sus rodillas con su mano libre. Eso provocó que lo mirara con la ceja arqueada, ensanchando mi media sonrisa en plan ¿estoy aprobada?
Él sonrió con malicia como si dijera más que aprobada.
—Entonces… —emitió Tyler de repente, haciendo que apartara mi mano a gran velocidad—. ¿Qué me cuentan, chicos?
¿En serio, Tyler?
¿Interrumpes el momento para decir esa estupidez?
—Pensé que no nos hablarían más… —dijo Luke.
Nick se mantenía igual.
—Como le dije algunas verdades al abuelo de tu amigo... —agregó, metiendo cizaña.
Ian apretó aún más el volante.
—Pues… —balbuceó Tyler, consciente de que Ian no estaba de humor.
—¿Algo que objetar, Ian? —preguntó Luke, provocándolo.
—No —masculló.
—¿Seguro? Pensé que querrías partirme la cara por meterme con tu abuelo.
—Te equivocas —se limitó a decir entre dientes.
—¿O será que quieres partirme la cara por otra cosa?
Al salir esas palabras de la boca del gemelo tatuado, sentí cómo mi cuerpo se iba hacia delante violentamente debido al fuerte y repentino frenazo por parte del conductor.
De nuevo se hizo el silencio.
Esa fue la forma en la que Ian le advirtió que cerrara la boca.
—Entonces, tengo razón... —rompió el silencio Luke, divertido.
Ese chico no escarmentaba.
—Luke, cállate —intervino Nick finalmente.
—¿Por qué, hermanito? Tengo razón, ¿o no, Ian?
—Cierra la boca, Luke —gruñó Ian.
Oh, oh.
Estaba perdiendo la paciencia.
Ian era un amor, pero cuando se enojaba era de temer.
—¿Vas a obligarme? —siguió provocándolo.
—¿Quieres que lo haga?
—Por mí está bien aquí y ahora.
Cruzaron miradas a través del espejo retrovisor.
—Bueno —intervine antes de que corriera la sangre—, creo que todos estamos muy exaltados. Mejor nos mantenemos en silencio. ¿Qué tal?
Vi cómo Ian se tranquilizó al oírme.
Al parecer, Luke también perdió el interés.
Dejamos a Tyler en casa y luego el ambiente se sintió más pesado de alguna forma, justo cuando pensé que no podía ir a peor.
Nick había vuelto a la ventana.
¿En qué estará pensando?
En un arriesgado gesto, porque evidentemente él no era como su hermano, tomé su mano.
Él me miró, ceñudo. Por un segundo pensé que se había molestado, pero luego su expresión se suavizó y me mostró esa débil sonrisa que lo caracterizaba.
Finalmente llegamos a casa.
Luke fue el primero en bajar. Se fue sin decir adiós siquiera.
—Lo siento… —murmuró Nick.
Ian se limitó a observarlo a través del espejo retrovisor.
—No fue tu culpa —dijo Ian.
Nick bajó la mirada y luego salió del auto.
Vi cómo ambos entraron a su casa y después deposité la mirada en Ian, el cual los contemplaba, analítico.
—Olvídate de ellos —me incliné hacia delante entre ambos asientos, llamando su atención.
—Ya lo hice.
—¿Seguro? No quiero que te atormentes por asuntos sin importancia.
—No te preocupes. Estoy bien —aseguró, regalándome una hermosa sonrisa, la cual le devolví.
Luego le planté un beso en la mejilla.
—Buenas noches, Ian.
—Buenas noches, Marina.
-------
Hola a tod@s!!!
Antes que nada quiero pedirles perdón por haber tardado tanto en actualizar :(
Estuve muy ocupada con temas de la escuela y no tuve tiempo para actualizar. En serio, perdón por hacerlos esperar :(
Entonces, qué les pareció este cap?
L@s fanátic@s de los gemelos donde están??
Pregunta: cuál les gusta más? Nick o Luke? Ahí se los dejo :)
Al parecer, a Marina le gustan los dos :v
Normal en ella :)
Espero que hayan disfrutado este caso :)
En esta semana les traeré otro para intentar compensarlos por haberme tomado una reencarnación para actualizar :')
Cuídense por ahí, vayan siempre por la sombra y nos vemos en el siguiente cap.
Chao, chao.
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