I
2 meses antes...
-Sí, mamá -repetí como por décima vez. Ya saben cómo son las madres: reiterativas.
-No te distraigas en el aeropuerto. Toma un taxi y ve directo a la casa de tus abuelos -me pidió.
-Sí, mamá -dije una vez más-. No debes preocuparte, ya voy en el taxi -agregué para tranquilizarla.
Cualquiera que escuchara la conversación no pensaría que tengo 18 años.
Miré hacia el frente y me percaté de que el taxista me observaba interesado a través del espejo retrovisor.
Yo arqueé una ceja en plan ¿te gusta lo que ves? mientras le mostraba una sonrisa pícara.
-Cuídate mucho y saluda a tus abuelos de mi parte -me pidió.
-Lo haré.
-Te amo, chiquita -dijo cariñosamente.
-Y yo a ti.
Luego colgó la llamada y yo exhalé con fuerza.
-Madre sobreprotectora, ¿eh? -comentó el taxista.
-No tienes una idea -mascullé, torciendo los ojos con fastidio.
Quería a mis padres, pero eran asfixiantes, por eso me encantaba pasar las vacaciones con mis abuelos en mi pueblo natal que, aunque era mucho más humilde y pequeño que el lugar donde vivía, me encantaba por razones muy particulares.
Entre el taxista y yo se hizo el silencio, lo cual no me gustó ni un poquito. Quería que me hablara, que me mirara, que me prestara su atención porque, de lo contrario, moriría del aburrimiento aquí detrás.
-Mis padres quieren controlarme todo el tiempo -rompí el silencio.
-Debe ser un agobio -comentó con los ojos fijos en la carretera mientras lo miraba por el espejo, evaluando sus reacciones-. Deberían percatarse de que ya eres lo suficientemente grande y madura para viajar sola.
-Para viajar sola y para otras cosas...
Cruzamos miradas a través del espejo retrovisor. Él parecía nervioso y sorprendido. Obviamente no esperaba mi insinuación, pero yo estaba aburrida, así que me importaba bien poco lo que su cabeza de arriba pensara, me interesaba más la de abajo.
Me incliné hacia delante exponiendo mi escote y le dije en voz baja y seductora:
-¿No quieres aparcar? -Él lucía nervioso, pero interesado.
-Ya casi llegamos -intentó evadirme.
-¿Y? -No se lo iba a poner fácil.
-No puedo...
-¿Por qué no? -insistí.
-Eres una niña...
-Una niña no se te insinuaría -repliqué.
-Ya llegamos -dijo, de pronto.
A un lado de la carretera había un cartel de madera que ponía "Bienvenidos a Morfem".
-Una pena -comenté, recostándome en el asiento.
Minutos después el taxi aparcó frente a la casa de mis abuelos y yo salí del auto. El conductor se bajó y sacó mi equipaje del maletero. Luego volvió a su asiento. Me incliné en su ventanilla para pagarle.
-Gracias por el viaje -dije-. Y espero que la próxima vez que nos encontremos, no ser tan niña para ti -añadí.
Después tomé mi maleta y entré en la casa.
Al girar el pomo de la puerta principal, la cual se encontraba sin seguro, escuché a todos gritar:
-¡Sorpresa! -La situación me hizo sonreír. Estaban todos reunidos para verme después de tanto tiempo. No eran muchos, pero eran las personas más importantes para mí.
-¡Hola a todos! -saludé, animada y gratamente sorprendida.
-¡Marina! Te extrañé un montón. -Esa era mi amiga Elle, la cual se prendió de mi cuello como un koala.
-Y yo a ti -dije genuinamente.
Elle era una de mis mejores amigas desde la infancia. Tenía el cabello castaño claro y los ojos de color miel. Era tierna, cariñosa, alegre, inteligente y muy leal, cualidad que admiraba mucho. Siempre he podido contar con ella.
-Ya quítate, no seas pegajosa. -La apartó Crystal para abrazarme ella.
-No te pongas celosa -bromeé-. A ti también te extrañé -añadí, abrazándola con fuerza.
Crystal era mi otra mejor amiga. Tenía un largo cabello azabache y ojos verdes y felinos. A diferencia de Elle, era directa, cortante, astuta, excesivamente sincera, sarcástica y nada emocional, pero también mostraba una lealtad inquebrantable.
-Mi nieta querida -me saludó con su dulce voz esa tierna ancianita a la que tanto adoraba.
-Abuela -murmuré, abriendo los brazos para abrazarla.
-Te extrañé tanto -confesó mientras me abrazaba-. Déjame verte -se apartó un poco-, estás tan bonita -me elogió con una mirada cariñosa.
-Mi nieta siempre ha sido la más bonita -escuché decir al otro viejito de mis ojos.
-Ay, abuelo -me puse las manos en la cintura-, tú siempre exagerando -comenté con una sonrisa para después abrazarlo también.
-¿Y para mí no hay abrazo? -emitió una voz masculina, una que conocía muy bien.
-Pues claro que sí, tonto. -Le mostré una sonrisa y luego nos fundimos en un acogedor abrazo.
-Te extrañé -musitó, acariciando mi nuca mientras me abrazaba.
-Yo también a ti.
Ian.
Mi mejor amigo de toda la vida.
Lo conozco hace tanto tiempo que ni siquiera recuerdo el día que lo conocí. Es el hermano que nunca tuve. Tiene el cabello castaño claro y profundos ojos azul celeste. Es fiel, cálido, inteligente, protector y siempre dispuesto a todo por sus seres queridos.
Me aparté un poco y lo miré de arriba abajo.
-Wow. Has crecido un poquito en los últimos tres años -comenté, divertida.
Él se encogió de hombros.
La verdad es que Ian era el típico chico nerd: usaba gafas, era flaquito, de baja estatura y extremadamente tímido. Su nivel de popularidad estaba por el subsuelo. Ninguna chica le hacía caso. Su etapa de secundaria fue un poquito triste.
Pero ahora...
Debe medir casi 1.90. Está híper musculoso. Siempre tuvo un rostro atractivo, pero escondido tras aquellas gafas horrorosas no había manera de lucirlo. Ahora, finalmente me hizo caso, y se deshizo de ellas. A toda esa apariencia de chico popular de instituto (que no dudo que ahora lo sea) había que sumarle esa sonrisa blanca, deslumbrante y preciosa que tiene.
Entonces, el pequeño Ian pasó del chico nerd e invisible al mojabragas del instituto.
Estuve un buen rato hablando con mis abuelos y mis amistades, tanto así, que se hizo de noche, así que mi querido amigo de la infancia se tuvo que marchar. Elle y Crystal se quedaron a cenar porque vivían relativamente cerca y podían irse juntas. Además, mi abuela era un talento en la cocina y ellas lo sabían perfectamente.
Después de cenar, mis amigas me ayudaron a subir el equipaje.
-Extrañé tanto mi dormitorio -comenté, nostálgica.
Las chicas se acomodaron en la cama mientras yo abría la maleta para sacar algo que ponerme cuando me duchara. Acomodaría el resto después.
-Sí, claro -soltó Crystal con sarcasmo-. Extrañaste solo el dormitorio y estar todo el tiempo encerrada en él.
Elle intentó disimular una sonrisita. Yo no me inmuté en contener la mía. Entendía a que estaba refiriéndose Crystal y sabía que tenía razón.
-Voy a tomar un baño -les informé, buscando lo que me pondría.
Después de ducharme, tomé unas bragas de encaje de color rosado oscuro y me las puse, pero no encontré la blusa blanca que había seleccionado. Debió caerse por el camino.
Salí del baño solo con las bragas puestas y, justamente, en el piso estaba la blusa.
-Qué despistada soy -comenté, recogiendo la prenda.
-Pues sí, lo eres -dijo Crystal sarcásticamente-. Tanto así que saliste con las tetas al aire. Estás parada frente a una ventana. ¿No tienes frío?
-Es cierto, Marina. Deberías cerrar la ventana -aconsejó Elle con suavidad y preocupación.
Todo el tiempo estuve de espaldas a dicha ventana sintiendo la ligera brisa en mi espalda desnuda, pero luego me volteé para darle el pecho a la situación, literalmente.
Abrí completamente las puertas de la ventana y coloqué las manos en el marco mientras me asomaba y sentía el viento batir débilmente contra mi rostro.
-Y aquí vamos -musitó Crystal.
-Marina... -balbuceó Elle.
-¿Qué pasa? -las encaré.
-Es que... -prosiguió Elle con su balbuceo.
-Me verán -completé por ella y luego bufé una sonrisa-. Ustedes ya saben cómo soy. No entiendo la sorpresa y el espanto.
-Lo que nos sorprende es que te hayan metido 3 años en un internado en Londres y sigas tan inconsecuente como siempre -me espetó Crystal bruscamente.
Ella siempre fue así: aguafiestas.
No entiendo por qué debo esconderme. Tengo pechos bonitos y generosos. ¿Por qué no puedo mostrarlos a todo el que quiera verlos?
-Precisamente, el hecho de haber estado encerrada en aquella prisión me hizo desear libertad más que nunca.
-Y dinos, Marina. ¿Qué entiendes por libertad? -replicó Crystal, cruzándose de brazos.
-Pues no ser tan estrecha y amargada como tú -escupí, cortante y directa.
Ella se puso en pie y se acercó para enfrentarme.
-¿Prefieres ser una libertina de la que todo el mundo habla barbaridades? -rebatió, subiendo el tono.
-Chicas... -murmuró Elle, aun sentada en la cama.
-Si te preocuparas menos por lo que pensará la gente de ti, serías más feliz, Crystal.
-No todos podemos hacer lo que nos dé la gana. Algunos tenemos responsabilidades con nuestra familia.
-Entonces no vayas por la vida queriendo hacer que los demás tengan tu vida infeliz y aburrida. ¡Púdrete con tu familia estrecha y llena de responsabilidades!
-Bueno, ya basta -dijo Elle, severa, poniéndose en pie y ofreciéndome una blusa, la cual me apresuré a ponerme. Luego colocó sus manos en nuestros hombros-. Después de tanto tiempo separadas, ¿era necesario que discutieran así? -añadió, suavizando el tono de voz.
Crystal y yo cruzamos miradas.
-Marina, Crystal solo se preocupa por ti -me miró con dulzura- y, Crystal -desvió la mirada hacia ella-, Marina solo quiere que disfrutes tu vida.
Crystal miró el suelo.
-Tienes razón, Elle -reconocí-. Disculpa, Crystal. No quería faltarle el respeto a tu familia ni a ti.
-Discúlpame tú por ser tan... yo.
La rodeé con los brazos dándole un fuerte abrazo.
-Sabes que te quiero, ¿verdad? -pregunté.
-Sí.
Elle se unió a nosotras. A ella le encantaban los abrazos de grupo. Era la más sensible y sentimental de las tres. No le gustaba que Crystal y yo discutiéramos, por eso siempre intentaba calmarnos antes de que soltáramos algo de lo que nos arrepintiéramos.
Crystal y yo somos muy temperamentales. Ambas tenemos un carácter fuerte. Ella es demasiado controladora, sin embargo yo, si tuviera que definirme con una palabra, sería libre.
No me gustaba que me dijeran lo que tenía que hacer. Ni siquiera mis padres me ponían freno, así que no sería ella quien vendría a darme órdenes a estas alturas de la vida.
-Bueno -finalicé el emotivo abrazo- cuéntenme, ¿qué ha pasado en mi ausencia? -pregunté, curiosa, mientras tomábamos asiento en la cama.
-Pues, no mucho -respondió Elle despreocupadamente.
-Todo está igual que siempre -contestó Crystal-. Este pueblo es aburridísimo. Aquí nunca pasa nada. No entiendo cómo puede gustarte más este fin del mundo que Londres.
-Pues, nací aquí. Es casi un deber amar nuestra tierra natal, ¿no? -me limité a decir, encogiéndome de hombros.
-Sí, claro -dijo Crystal sarcásticamente mientras estiraba las palabras.
Sonreí.
Ellas saben muy bien por qué me gusta este pueblo.
-Ese internado en Londres debía ser realmente aburrido -comentó la chica de ojos verdes.
-No tienes una idea. -Torcí los ojos acostándome con los brazos bajo la nuca y cruzando las piernas-. Era un internado femenino, con eso te lo digo todo.
-Qué horror -se burló Crystal. Elle se limitaba a mirarnos con una pequeña sonrisa. Ellas sabían el suplicio que significa para mí estar en un lugar así.
-El mayor de los horrores. Todas eran unas niñitas estiradas y las profesoras eran súper estrictas. No me molesta tener que estudiar durante horas porque nunca se me ha dado mal. Lo realmente deprimente es que no había un solo hombre. Solamente cuando una profesora enfermaba y no encontraban una suplente traían a un profesor. Por suerte tenían la carne débil... -sonreí, mordiendo mi labio inferior-, de lo contrario me habría suicidado.
-Qué exagerada eres -comentó Elle, divertida.
-Es en serio. No habría podido sobrevivir tanto tiempo así, aunque mirando el lado bueno, era excitante follar con mi profesor sobre el escritorio de la directora.
-Marina... -me reprendieron en broma.
-¿Qué? De cualquier forma, ¿saben cuánto tiempo llevo sin sexo? Un mes. Un puto y largo mes. Siento que me va a dar algo -dije con dramatismo.
-Si estás tan necesitada, puedes venir con nosotras al baile de mañana -sugirió Crystal.
-¿Al baile del instituto?
Asintió.
-Pero... yo no voy a ese instituto.
-No importa -dijo Elle-. Puedes ir de acompañante.
-Y, ¿a quién acompañaré?
-Puedes ir con Ian -propuso Crystal.
-Creo que ya tiene pareja -puntualizó Elle.
-No importa. Estoy segura que le dará una patada a la arrastrada a la que haya invitado para ir con Marina -opinó Crystal.
-Probablemente... -musitó Elle.
-Por cierto, qué cambio ha dado Ian -comenté, cambiando un poco el asunto.
-No lo puedo creer, Marina. ¿Quieres follarte a Ian? -preguntó Crystal, fingidamente escandalizada.
-¡Claro que no! Es mi mejor amigo. Sería incapaz de verlo como un pene ambulante.
-Acabas de hacerlo -me recordó.
-Fue un breve momento de debilidad -me defendí-. Solo elogio lo bello.
-Mhmm -emitió, arqueando una ceja-. Esta es la parte en la que finjo que te creo.
-¡Es en serio! -insistí.
-De acuerdo, de acuerdo. -Levantó las manos en señal de rendición.
Ian es como un hermano para mí y, aunque es cierto que está bastante bien... nunca me enredaría con él. Nuestra amistad se arruinaría.
***
Después de ducharme, seleccioné ropa interior de encaje negro. Esta noche sería interesante y prometedora...
Me miré en el espejo de cuerpo entero.
Le va a explotar la polla al elegido.
Maquillé mis ojos azul celeste de forma sencilla y me puse brillo labial. Trencé mi lacio cabello rojo hacia el lado derecho y me rocié con un oloroso perfume. Adorné mis orejas con pequeños aretes y mi cuello con una cadena fina y sencilla que tenía un diminuto colgante en forma de corazón. Me puse un vestido de manga corta, cuyo escote llegaba casi hasta el cuello. Era ajustado hasta la parte de debajo de los senos y de color rosa claro. De ahí hacia abajo era holgado y floreado cayendo hasta mis rodillas. Coloqué un par de sandalias en mis pies y luego contemplé mi reflejo.
Cualquiera que me viera pensaría que soy una niña ejemplar y de familia.
-¡Marina! -escuché llamar a mi abuela desde el piso inferior-. ¡Ian vino a buscarte!
-¡Voy! -respondí.
Eché en mi bolso todo lo necesario y bajé como una flecha.
-Estás preciosa, mi niña.
-Gracias, abuela.
-Cuídala mucho, jovencito -dijo mi abuelo.
-No se preocupe, señor Brewster.
Me despedí de mis abuelos y fuimos hacia el auto de Ian. Me senté en el asiento del copiloto y él encendió el auto.
-Estás muy bonita -comentó cuando habíamos pasado algunas calles.
-Detén el auto -le pedí.
-¿Qué? ¿Por qué? -preguntó, confundido.
-Solo hazlo.
Él hizo lo que le dije.
Tenía un bolso no muy grande cruzado en mi torso y me lo quité para luego llevar mis manos al borde de mi vestido y quitármelo, quedándome en ropa interior.
Ian abrió los ojos al ver lo que hacía y los abrió más aun al ver la poca tela que cubría mi cuerpo.
Somos mejores amigos, pero él continúa teniendo polla.
-Marina, ¿qué haces? -inquirió, escandalizado, mientras miraba hacia todas partes para cerciorarse de que nadie me veía.
Era de noche, pero todavía era temprano. Además, Morfem es un lugar muy tranquilo. Podías estar a altas horas de la madrugada en la calle y era súper improbable que algo te pasara, por tanto, en cualquier momento podría pasar alguien.
-Me cambio -respondí con obviedad-. No habrás pensado que iba a ir a esa fiesta luciendo como una idiota.
-Al menos cámbiate en el asiento trasero. Alguien podría verte.
-¿Y?
Busqué el vestido que realmente quería lucir esta noche.
-Ya veo que no has cambiado nada -dijo con amargura, recostándose en el asiento con los ojos en la carretera y las manos en el volante.
-Yo nunca cambiaré -aclaré.
Me puse la tela negra. Es una pena que no tuviese un espejo para verme, pero con cualquier cosa me veía espectacular, así que no me importaba demasiado. El vestido tenía un pronunciado escote en forma de corazón y era ajustado hasta la cintura. Luego caía holgado hasta la mitad de mis muslos y no tenía tirantes. El color negro hacía un bello contraste con mi pálida y tersa piel.
-Siempre manipularás y engañarás a tus abuelos para hacer lo que te dé la gana -emitió. No sabría decir si era una pregunta o una afirmación.
-Suena muy feo cuando lo dices así. Cualquiera pensaría que no los quiero -me defendí, quitándome las sandalias y poniéndome unos tacones de color plateado.
-Les mientes -replicó.
Deshice la trenza y despeiné un poco mi cabello rojo y largo hasta la mitad de la espalda.
-Simplemente me divierto -rebatí, maquillando mis ojos de una forma más acentuada.
-¿No sientes pena por ellos? -preguntó, afligido.
-¿Por qué habría de sentirla? -inquirí, pitando mis labios de un rojo vivo-. No hago nada ilegal -lo miré-, además, tú siempre estarás ahí para protegerme. -Agarré sus mejillas con los dedos de una mano, le guiñé un ojo y le tiré un beso en un gesto coqueta.
Él me miró de una forma extraña, frunciendo el ceño. No sabría decir si era desaprobación, decepción, enojo... no lo sé.
-Vamos -dije sonriendo para que quitara esa cara.
No me gustaba que se enojara conmigo. Finalmente suavizó su expresión y volvió a encender el auto.
El baile era en el espacioso gimnasio. La música era variada, pero todas las canciones estaban decentes. Las chicas lucían sus mejores vestidos y los chicos iban con esmóquines. Por cierto, olvidé mencionar que a Ian el suyo le quedaba muy bien. Me daba un poco de pena la chica a la que le canceló. La decoración era muy bonita: globos, luces coloridas, mesas con bebida, adornos brillantes... También había un fotógrafo tomando fotos a las parejitas felices y un escenario en el que anunciarían a los reyes del baile.
Particularmente, nunca me gustaron los bailes de instituto. Me parecían sumamente aburridos.
Muchos de los que estaban allí me saludaron alegremente, puesto que hacía mucho tiempo que no nos veíamos, pero es un pueblo pequeño y, por tanto, todos se conocen.
Todo ese proceso de saludar y fingir interés en la aburrida vida de la gente de este pueblo no me interesaba, pero bueno, tenía que prestarles atención porque nunca se sabe de quién necesitaremos el día de mañana.
La fiesta fue avanzando y ni siquiera el tiempo la hacía más entretenida.
Encontré a Elle y a Crystal con sus respectivas parejas.
Nada interesante.
Bailé un par de canciones lentas con Ian, conversé un rato con mis amigas hasta que sus acompañantes las reclamaron y justo cuando pensé que no podría ser más tediosa la noche, vi a lo lejos a una antigua compañera: Victoria.
Ella siempre me detestó y no dudó en disimularlo cuando me vio. Primeramente sus ojos reflejaron espanto y luego el odio y repudio que siempre me tuvo.
No entiendo por qué no me soporta.
Lo que pasó entre ella, Dylan y yo ocurrió hace 3 años.
Debería superarlo.
-Ian, voy a tomar algo -me excusé.
-De acuerdo.
-¿Quieres que te traiga algo?
-No, gracias.
Dejé a mi amigo sentado en una mesa, pero estaba segura de que en cualquier momento aparecerían diez chicas para "hacerle compañía". Desde el primer instante en que pisé este gimnasio me fijé en cómo lo miraban y le sonreían la inmensa mayoría de ellas, para no decir todas.
Había mucha gente en la pista de baile y la música que estaba puesta era movida, así que tuve que hacer un esfuerzo para llegar a mi destino.
Cuando llegué a la mesa de las bebidas, ahí estaba mi queridísima Victoria y como yo estaba un poco aburrida, decidí divertirme un rato.
-Hola, Tori -saludé, amigable y sonriente.
Ella alzó sus ojos ámbar clavándolos en mí.
-¿Ya te echaron de Londres? -soltó.
Me reí.
Teniendo en cuenta todo lo que había pasado, su comentario tenía cierta gracia.
-No, aún no -respondí, divertida.
-¿Qué haces aquí, entonces? -espetó.
-Yo vengo a saludarte con todo mi cariño -dije con dramatismo- ¿y tú me expulsas de esta forma tan cruel? Estoy tan dolida. -Llevé mi mano al corazón, simulando una expresión triste-. Pensé que te alegrarías de verme.
-Como siempre, pensar no es lo tuyo -escupió.
-Creo que deberías hacer memoria con respecto a quién fue la primera de nuestra clase -canturreé, rememorando lo mucho que le molestó que fuese la mejor cuando teníamos 15 años.
-Te acostaste con el profesor -gruñó, fulminándome con la mirada.
-¿Acaso puedes probarlo? -la reté, arqueando una ceja con suficiencia.
-Ya sabes que no -gruñó con impotencia.
-Por cierto, ¿cómo está Dylan? ¿No vino contigo? -pregunté, cambiando el tema.
-No, no vine con ese... individuo -se notó el desprecio en la última palabra-. De hecho, ya no estamos juntos si es eso lo que te interesa saber. Cuando me enteré de que se había enredado contigo no quise saber nada más de él, así que puedes ir por él cuando quieras.
-No lo haré -aseguré-. En realidad me parecía más atractivo cuando estaba contigo -admití, sonriendo.
-No vales nada, Marina Brewster -masculló, manifestando en cada palabra el repudio que sentía por mí.
Coloqué mis manos sobre la mesa de las bebidas, inclinándome hacia delante para desafiarla.
-¿Y quién te dijo que tú sí? -pregunté, arqueando una ceja con una media sonrisa.
-Soy mejor que tú -dijo entre dientes, tensando la mandíbula.
-Eso no fue lo que dijo Dylan mientras me follaba en aquel baile -confesé con voz aterciopelada.
Ella se veía tensa y enojada mientras yo me mantenía sonriente e impasible.
Victoria siempre fue vehemente y temperamental, se dejaba llevar por sus emociones.
Cuando teníamos 15 años se celebró un baile de fin de curso, en el que Dylan -su novio de entonces- y yo fuimos seleccionados los reyes. Ella y yo no éramos precisamente amigas, simplemente nos llevábamos bien, pero la atracción que sentía por su chico era más fuerte. No quería que la dejara, solo quería follármelo y así lo hice. El problema fue que ella nos vio haciéndolo en el baño y su bello amor se fue por el desagüe. La pobre lloró y armó un enorme escándalo. Casi sentí lástima por ella. Desde entonces comenzó a odiarme.
-Algún día me vengaré de ti -me amenazó con odio en la mirada.
-No des lugar al rencor en tu vida, Tori -le aconsejé, burlesca.
-No me llames así -dijo entre dientes.
-¿Por qué no? Somos amigas -emití con dulzura e inocencia.
-Yo nunca seré amiga de una perra como tú -gruñó, mirándome como si pensara mil formas de arruinar mi vida.
-Victoria, ¿qué pasa? -preguntó una tercera voz, una voz masculina.
Aparté la mirada de la iracunda Victoria, desviándola en dirección al sonido y lo que vi fue MUY de mi agrado.
Al fin algo interesante en este tedio de noche.
Ahora es que comienza la fiesta.
-----
Jelou, pipol!!!
Si estás aquí, sobreentiendo que leíste la nota de advertencia y estás dispuesto/a a conocer a nuestra protagonista.
Por lo que se vio en el cap, ya te vas haciendo una idea de cómo es ella, ¿verdad? :)
Tal vez te agrade o tal vez la odies.
Mi objetivo es que no te deje indiferente :)
En esta historia intentaré fusionar dos cosas que no son muy compatibles y que tampoco son mi fuerte, pero haré mi mayor esfuerzo para obtener algo digno de ser leído por ustedes :D.
Espero que la historia les guste y que hayan disfrutado este cap.
Y con lo que han leído hasta ahora, ¿qué opinan de Marina?
¿Quién será el chico del final?
Lo sabremos en el próximo cap.
Hasta entonces.
Gutbai.
-> Ig: daia_marlin
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