02. «Amienemigos»
El timbre resuena junto a la promesa de un merecido descanso después de diseccionar a media docena de ranas inocentes durante la lección de Biología, suspiro a la par que acaricio una de las patas inanimadas de la pobre criatura abierta en dos sobre mi mesa.
Varios de mis compañeros corren a vomitar mientras suelto un suspiro tratando de no unirme al “Equipo Náuseas”, aunque es difícil contener mis arcadas cuando los ojos negros e inertes de Mitzi me observan con desprecio.
—¿Y cuál es nuestra siguiente clase? —La intervención de Andrew aleja mi mente del supuesto plan de venganza de una rana muerta.
Con el embrollo y la culpa instalada en mi alma protectora de animales, casi olvido que es mi oportunidad para librarme de él al menos por una hora.
—Ya es tiempo de almorzar. La mayoría irá a la cafetería y planeará una salida para el final de clases. Es el momento ideal para que conozcas a más personas.
¿Se nota cuánto quiero que me deje en paz? Desde que fui cordial con él en la mañana no ha dejado de intentar buscarme la lengua. No había calculado cuán irritante sería tenerlo como compañero de mesa durante el curso.
«Cambio de planes: si vomito, será sobre él.»
—¿Tú qué harás?
«Eso no te importa, imbécil.»
—Iré a mi escondite secreto.
A pesar del énfasis en mi última palabra, un matiz especial que podríamos traducir en: “no te atrevas a preguntar”, él pregunta:
—¿Puedo ir contigo?
Sus ojos de cachorro desamparado no me engañarán como lo hicieron con Mandy.
—Es… secreto —insisto en mi negativa y me marcho sin ningún tipo de remordimiento.
—¿Dejarás al chico en sillón de ruedas tirado en medio del pasillo?
Que juegue al papel de víctima sacude mis terminaciones nerviosas y no puedo evitar verter una pizca de veneno sobre la cuestión.
—Ayer hice lo mismo con tu saludo, ¿qué te hace dudar?
—Creí que seríamos amigos.
No es su tonillo lastimero el que me hace reflexionar.
“Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca.” ¡Odio a la tía Sally y sus malditos y súper útiles consejos!
—Pensándolo mejor…
…
—Chicas, he traído a un invitado a nuestro club.
—¡Andrew! Sé bienvenido.
Maia lo recibe con los brazos abiertos mientras su melliza lo inspecciona detenidamente.
—Así se tiene que haber sentido Laurie en “Mujercitas”.
Gaia detiene su escaneo al escucharlo:
—¿Has leído ese libro? —Drew asiente y ella cede ante un suceso tan insólito como el hecho de que un chico haya leído su clásico favorito—. Puede quedarse.
Él finge quitarse sudor de la frente y la gemela más pequeña ríe cual boba. Reconozco que ese solía ser el efecto natural de Andrew Ackerman cuando era el rey de Crestview High School, sin embargo, tenía la esperanza de que la silla de ruedas ensombreciera, aunque fuera un poco, ese apabullante y detestable encanto natural. Al menos aprecio que Gaia y yo parezcamos inmunes a él.
«Debe ser porque ella es lesbiana y yo lo odio a muerte.»
—¿Y qué hacen acá?
Las Ballard se miran entre sí con orgullo antes de mostrarle uno de los ejemplares de su bebé.
—Tienes suerte. Nos sobra una copia.
—Oh, cierto, no tuve tiempo de decírselos antes. Revisé el borrador que me enviaron durante el verano, ¡está estupendo, chicas! Ya estoy trabajando en algunos detalles, pero estoy segura de que el supervisor lo amará por completo.
—¿Todas trabajan en esta novela gráfica?
—A pesar de que mi nombre aparece por ahí en los créditos, ellas hacen la mayor parte mientras yo solo me encargo de retocar algunas ilustraciones. Gaia teje historias asombrosas como si hubiera nacido para ello y Maia es la mejor creando escenarios dignos de otro mundo.
Ambas reciben mis halagos con sonrisas enormes. Estuvimos inmersas en ese proyecto el año pasado y es genial que el fruto de su esfuerzo esté tan cerca de ser recompensado.
—Así que Phoenix nos dio la maravillosa idea de fusionar nuestros talentos y esto fue lo que surgió.
Maia me abraza después de hablar y su hermana complementa la explicación:
—Ganamos una competencia en primavera, así como la atención de una editorial que estuvo revisando el proyecto, dio el visto bueno y está interesada en sacar otro volumen.
—¿Y siempre planearon que fuera un cómic?
—Yo soy fan de DC y ella de Marvel —aclara Gaia—. Suponemos que fue el destino.
—Y yo estoy convencida de que lo fue.
…
—Maia y Gaia son maravillosas.
—Son más que eso —murmuro tan bajo que Drew ni siquiera alcanza a percibirlo.
Ellas son talentosas, perseverantes y desbordan tanta pasión combinada que es como si su energía pudiera empaparnos a todos.
«Juntas son lo que Mandy y yo pudimos haber llegado a ser.»
—… y tan divertidas. No obstante, sospecho que si no fuera por ti discutirían mucho más seguido.
Pensar en Amanda me ha borrado la sonrisa de la cara y súbitamente, tengo unas ganas prácticamente irrefrenables de tirar a Andrew de su silla. Me contengo imaginándonos a mi hermana del corazón y a mí alcanzando nuestros sueños como las mellizas Ballard.
—Debo darte la razón parcialmente. Cuando llegué se llevaban como el agua y el aceite, pero confío en que el tiempo las hubiera conducido casi tan bien como yo lo hice. También tuve una gemela del alma.
—¿Y qué paso con ella?
«Tú la arruinaste.»
—El tiempo no fue amable con nosotras y tampoco tuvimos una “Phoenix” que llegara antes de que las cosas se fueran a pique —Me señalo a mí misma como si ocupara el rol de “hada madrina”.
Sí, definitivamente a Mandy y a mí nos correspondió estrellarnos contra el suelo gracias a nuestras malas decisiones.
—Luego me mudé, así que…
—Lo siento. De seguro podrían haberlo arreglado. Es una lástima.
«Es mucho más. Una tragedia de las que disfrutaban en la Antigua Grecia tal vez.»
—Tú debes haber pasado por algo parecido, ¿verdad? Abandonaste todo lo que conocías en ese pueblecito tuyo.
—Horizon Hills, sí.
¿Por qué el mundo insiste en mencionarme el nombre de ese tártaro de escasas hectáreas cada día de mi existencia?
—Entonces, comprendes a lo que me refiero.
—En realidad, no dejé a nadie atrás.
¿Qué hay de la pandilla que nos hicieron nuestra vida de cuadritos?
—Imposible, debiste tener algún amigo.
—No, realmente. Después del accidente, comencé a ver las cosas de otra forma. Antes pensaba que era un tipo afortunado, pero, estaba solo y en la ruina.
—Suena difícil de creer —«Especialmente teniendo en cuenta que parecías visualizarte como el emperador del universo».
Él queda en silencio por un par de minutos antes de citarme una frase preciosa:
—“Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros.”
—Jean Paul Sartre.
Vale, jamás hubiera imaginado que Andrew Ackerman conociera la obra de un filósofo del siglo pasado. El chico detecta mi expresión de pasmo total y comenta en respuesta:
—Mucho tiempo en el hospital, ya te lo dije.
Detengo mis pasos de manera abrupta antes de permitir que la interrogante que asalta mi mente halle su camino a través de mi garganta.
—¿Por qué quisiste venir conmigo? Pudiste ir al comedor junto al resto tal como lo hiciste ayer, sin embargo, me pediste venir conmigo. ¿Por qué?
Recuesto mi espalda contra los casilleros en el momento en el que un mal augurio azota mi espina dorsal y debilita mis piernas. Presiento que su respuesta va a desestabilizarme.
—Luces… familiar, y es una sensación que no había vuelto a percibir desde el accidente. No sabes lo agotador que resulta estar rodeado de gente a la que debo esforzarme por reconocer nada más me doy la vuelta. No obstante, por alguna razón que todavía no comprendo, no sucede lo mismo contigo. Es como si lo supiera desde mucho antes.
—¿De qué modo?
Me muerdo la lengua por mi impertinencia, esa ha sido una pregunta estúpidamente peligrosa.
—Transmites ligereza, y llevas una vibra que pareciera libre de preocupaciones, culpas o errores. Toda tú. Tu voz, tus pisadas, tu cabello. Y cuando estás cerca, flotar suena como una opción factible, real, tangible. Sé que estás ahí de una manera etérea.
La veta paranoica que reside dentro de mí enciende todas sus alarmas. Esencialmente porque “etérea” no es una palabra que el Drew que conozco diría.
Pero, el Andrew Ackerman frente a mí acaba de citarme a Sartre y de pronto ya no sé en quién creer: si en mis instintos que persisten en mirar cada una de sus acciones a través del filtro de nuestro terrible pasado compartido, o esta novedosa versión que anula todo lo que conozco y lo torna obsoleto.
Una espinilla de sensibilidad que le achaco a la vieja Halley y reluce de vez en cuando (de preferencia en los momentos más inoportunos porque así es ella), lo defiende bajo el argumento de que él también tiene derecho a reinventarse. Pero, su bondad caducada nunca me benefició antes, por lo que elijo ignorarla.
Observo al origen de mi pésimo karma, quien todavía espera que conteste, y decido que mi mejor opción es no decir nada comprometedor.
—¿Quién sabe? Quizás nos conocimos en vidas pasadas.
Sé que él no tiene fe en esos misticismos, mas reconoce mis límites.
—Quizás.
—Hasta mañana, Drew.
—Hasta mañana, Phoenix.
«Oh, querido pasado, eres un verdadero bastardo.»
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro