Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO XXVIII

ÉIRE

—¿Cómo has podido hacerle eso? Era solo una niña, Éire —gruñó Keelan, cerrando con fuerza sus manos en torno al borde de la mesa. Estábamos en mi tienda, donde él se había encerrado desde hacía horas para tratar de no cruzarse conmigo, y yo había procurado no molestarle. Aún así, había acabado entrando para ver cómo se encontraba.

Después de aquella última mirada que me echó tras la muerte de aquella niña, supe que no se encontraría bien en un tiempo. Que sus ojos ámbares se oscurecieron hasta casi tiznarse por el dolor, no por el ángulo del sol.

A mí misma me dolía la muerte de Clarén. No había sido mi intención matarla, pero había tenido que hacerlo. Había tenido que hacerlo. No había sido placentero ni divertido, fue una reacción involuntaria.

—Ella había venido aquí para matarme. ¿Qué pretendías que hiciera?

—¿Así que esa es tu justificación? ¿Puedes matar niños siempre que tú creas que te han dado motivos?

Alcé una ceja, desconcertada por sus palabras. Ella... había querido asesinarme, se había descontrolado y casi había matado a Cade... Claro que podía matarla. Tenía todo el derecho a acabar con su vida.

—Yo lidero este lugar. Todo lo que ocurra me incumbe y todas las decisiones las tomo yo. Si digo que Clarén merecía morir, lo merecía —farfullé, aguantando su férrea mirada dorada sobre mí. Sus ojos me juzgaban con una dureza aplastante, que precisamente de él no podía soportar por demasiado tiempo.

—¿Cómo...? ¿Quién....? —comenzó él, tratando de encontrar las palabras para formular aquellas preguntas. Al parecer, finalmente cedió y exclamó —: ¡Joder, Éire! Ni siquiera debería tener que explicarte porqué estás sonando como si estuvieras loca.

Por inercia, retrocedí, profundamente herida. Crispé mis labios con fuerza y traté de no maldecir.

¿Acababa de decir lo que creía que... acababa de decir?

—Ni siquiera pareces arrepentido por lo que acabas de decir. —Mis labios estaban apretados y mis palabras sonaron tajantes y duras. Él, aún así, ni siquiera pestañeó.

—¿Debería parecerlo?

—Sí, Keelan. Deberías —afirmé —. Soy una líder y las líderes toman decisiones complicadas.

Él soltó una risa carente de gracia.

—Yo seré rey y no asesino a masas enteras.

—Entonces quizá no eres un buen líder —ladré, sin poder evitarlo —. Ni siquiera estás ahí protegiendo a tu pueblo, y sin embargo te atreves a juzgarme a mí por proteger al mío.

Sus hombros se hundieron, como si estuviera dándose por vencido conmigo. Entonces, suspiró —: No llevo ni siquiera un día aquí y ya estoy cansado de esto. No voy a discutir contigo, porque es perder absurdamente el tiempo.

Él mordió su labio inferior con fuerza, y su mandíbula se tensó hasta que pudo desencajársela. Entonces, sus ojos se transformaron en oro líquido y puro, en una cascada líquida de color brillante.

Él nunca me había mirado así. Como si acabase de golpearle. Como si estuviese... decepcionado.


Cuando pasó por mi lado pude ver como sus ojos relucían extrañamente mientras murmuraba —: Que tengas una buena tarde, Éire.

—No, espera —intenté detenerle, pero fue demasiado tarde. Cuando traté de alcanzarle, él ya había desaparecido.

Exhalé con fuerza, sintiéndome sumamente mal por aquella pelea, pero no le seguí ni insistí. Sabía que ahora... necesitaría estar solo. Sabía que ahora no querría ni siquiera verme.

Limpié la capa de sudor de mi frente con la palma de mi mano, y me asomé entre las telas de que me separaban del exterior para comprobar que Cade se encontrase fuera, vigilado por un par de kolbras que se posaban sobre sus hombros. Aún no había preguntado por su abuelo Cyrus y daba gracias silenciosamente por ello. Sinceramente, ni siquiera sabría cómo lidiar con ello.

El cuerpo de Clarén probablemente aún estaría caliente, solo que ahora se encontraba cubierto de tierra y apilado junto con el duque. Audry no se había movido de aquel trazo de tierra donde se encontraban enterrados desde el mediodía. De hecho, solo se había levantado para dibujar círculos de la tríada alrededor de la zona donde yacían.

Ni siquiera había intentando hablarle o mirarle durante mucho tiempo. No tenía suficiente valía para aguardar una mirada de su parte, para que él también me reprochase No quería ver su reacción tras lo que había hecho. Tras lo que le había obligado prácticamente a hacer.

—Preciosa ¿estás ahí? Traigo pastas de chocolate —canturreó Nyliss, entrando en la tienda con un enorme cesto lleno de dulces —. Sip, se las he robado a Audry. Lo admito, ¿vale? Me declaro una ladrona de chocolate. Pero, venga ya, mira qué pintaza. Ha merecido completamente la pena.

Su sonrisa parecía enorme, como siempre con sus llamativos labios repasados con miel y carmín. El aroma a lavanda y vainilla que desprendía su piel azotó mi olfato repentinamente, como si hubiese rociado aquel perfume sobre su cuerpo demasiadas veces.

Aún así, ni siquiera tuve que decir nada cuando pareció reparar en mi rostro alicaído. Entonces, dejó la cesta sobre aquella mesa de madera y dio algunos pasos en mi dirección.

—¿Qué ha pasado?

Yo me encogí de hombros, aunque sabía que el temblor de mis manos me delataba.

—Nada. Estoy bien. —Me esforcé por sonreír —. Estoy perfectamente.

—¿Por qué será que nunca me entero de nada? Eso me ahorraría el tener que tragarme mentiras como esas —repuso ella, aunque ambas sabíamos que no lo decía a malas. Tan solo parecía...realmente confundida. E interesada. Realmente interesada. De cualquier forma, pareció resignarse en cuanto vio que no volvería a abrir la boca, y agregó —: Bueno, hoy me he encargado de preparar una celebración por nuestras victorias, así que no puedes esconderte en la tienda durante toda la noche. La gente te reclamará y lo sabes.

Yo suspiré. ¿Por qué sería que no me extrañaba?

—¿Estamos en una guerra y tú piensas en celebrar?

—Oh, vamos, no seas aguafiestas. Yo creo que es el plan perfecto para que la gente se apacigüe y pasen por alto estos... sangrientos días —comentó, mientras retrocedía y tomaba de aquella cesta una de las redondas pastas achocolatadas. Cuando su mano se cerró en torno a ella, me fijé en su piel enrojecida. Sus nudillos estaban heridos, pero Nyliss no era una aficionada: ella sabía golpear, así que ¿por qué se habría herido de tal forma? En ese momento, ella pareció notar mi fija mirada y escondió su mano en el bolsillo de su pantalón apresuradamente —. No te preocupes, solo ha sido un mal golpe.

Y se rio suave y superficialmente. Aquella risita que solía soltar cuando mentía o cuando estaba nerviosa.

Pero ¿por qué me mentiría?

Aunque tampoco pude pensar demasiado en ello, cuando me lanzó una pasta y yo tuve que atraparla al vuelo rápidamente.

—Bueno, debería irme —afirmó. Aunque, antes de darse la vuelta con aquella cesta colgada de su brazo, me miró sobre su hombro y soltó —: He visto a Keelan salir de aquí. Si estás así por él, ten por seguro que no debes preocuparte: él te quiere. Mucho.

Y se fue sin decir nada más, dejándome allí sola hasta que cayó la noche y comencé a escuchar las risas y el alboroto fuera de donde me encontraba. No me enfundé en un vestido ni trencé mi cabello. No me encontraba con ganas. Tan solo enjuagué mi rostro con una jarra y salí de entre unas mantas con las que me había rodeado torpemente durante toda la tarde.

En cuanto me encontré fuera, pude vislumbrar las grandes hogueras que rozaban con sus llamas el cielo, tocando las estrellas con sus puntiagudas garras candentes. Las personas charlaban, comían grasientos animales a bocados y otros tantos bailaban al son de las palmadas. Nadie cantaba, pero el ritmo primitivo y gutural de las varas impactando contra la tierra era suficiente como para que pudiesen seguir unos pasos. Las risas rodeaban el campamento, arrojando halos de luz sobre las oscuras sensaciones que se habían cernido sobre nosotros todos estos días.

Los monstruos no se quedaban atrás, y es que muchos de ellos surcaban el cielo en volandas y se permitían robarle alguna ración de carne a más de un guerrero que después los perseguía enfurruñado. Algunos cornoks y ñacús jugueteaban entre ellos y se acurrucaban cariñosamente bajo los rayos lunares, mientras los quepaks devoraban alguna que otra reserva de comida escondidos en las sombras de algún sicomoro. Extrañamente, el ambiente de esta noche era cálido y familiar, como había soñado innumerables noches que llegase a ser.

Como Asha habría soñado: un lugar en el que monstruos y hechiceros pudiesen convivir libremente. Como un hogar.

—¿Por qué no vas a divertirte y a beber algo, Cala? —le pregunté a la doncella que estaba plantada a mi lado. Yo misma le había prestado un vestido, que aún sin armazón ni corsé le quedaba extraordinariamente bien. Era de un color verde suave, con telas de seda que caían a su alrededor y unas mangas de encaje que se fruncían en sus hombros. El escote era picudo, como un triángulo invertido que atravesaba su pecho y permitía ver a simple vista gran parte de él. Sinceramente, iba preciosa, pero parecía incómoda mientras miraba a los hombres y mujeres de alrededor, que al contrario que ella la mayoría iban con simples túnicas y pantalones de montar.

Sus mejillas se arrebolaron mientras me miraba de reojo.

—Nadie está bebiendo esta noche, Éire. Al menos, no alcohol. Por respeto a ti, por supuesto. —Entonces, tragó saliva con fuerza y volvió a mirar a su alrededor —. ¿Crees que debería cambiarme?

—¿Por qué ibas a hacerlo? Si te gusta como te ves, nada más importa. Además, a mí también me gusta como te ves.

Ella asintió con algo más de seguridad, aparentando firmeza mientras mordisqueaba su labio inferior. Me despedí de Cala con unas escuetas palabras, y deambulé por la celebración, rodeando las hogueras y respondiendo a los asentimientos respetuosos.

Pensé en hablar con Audry, quien por fin se había dignado a alejarse de la tumba de Clarén, pero le vi bastante ocupado charlando con Haakon, quien pasaba su brazo por sus hombros.

Entonces, me permití alejarme lo suficiente del campamento hasta que llegué a Normagrovk, y relevé a los guerreros que lo custodiaban. No muy lejos de los comienzos del puente colgante se encontraba la sombra de un cuerpo de hombros anchos que balanceaba sus pies sobre el vacío.

E inevitablemente sentí como una creciente inseguridad se colaba en mi pecho. No me preocupaba que tratasen de invadir el puente en estos momentos. Sabía que aquel dragón carmesí con su tamaño ahora triplicado no se hallaba lejos de aquí. Yo misma le había encomendado que vigilase las fronteras de nuestro campamento para que alejase a cualquier intruso indeseado. No, no era eso.

Se trataba más bien de la persona que se encontraba no muy lejos de mí. Me aterrorizaba el verle. Observar como su mirada se apagaría al reparar el mí. Pensar que quizá antes hubiera sonreído abiertamente, y ahora no se molestaría en fingir un esbozo de sonrisa.

Di unos cuantos pasos en dirección a aquel hombre, y me dejé caer a su lado, apartando mi capucha de mi rostro aún hinchado por el sueño.

Desde aquí aún se oían los ruidos de los monstruos y el intento de música, los bailes y las risas entre conversaciones. Y bajo nosotros se hallaba el río de cauce salvaje, donde las rocas brillaban y el agua reflejaba nuestro rostro difuso entre las ondulaciones metálicas.

Tuve que tragar duramente antes de decir —: Sabes que no quise matar a Clarén, ¿verdad?

Keelan no giró la cabeza para mirarme.

—Espero que sea así.

—Claro que...—Yo tomé una profunda respiración, sabiendo que replicar no era una contestación válida. Yo lo había arruinado, así que yo tendría que arreglarlo —. Lo siento. He sido una completa idiota y tienes toda la razón: estoy actuando como si estuviera loca.

—Bien —me concedió él, con su mirada aún perdida en el río —. Cuando perdí a Ellie, estuve seguro de que nadie conseguiría hacerme sentir tan vivo como ella. Estuve seguro de que nadie tendría el poder sobre mí de hacerme arriesgarlo todo, hasta que llegaste tú. Ahora estoy aquí sentado como un idiota, haciendo todo esto por ti, dejándolo todo por ti. Esperando a una mujer que me ha insultado donde más me dolía, como si no hubiera pasado... nada. Y ten por seguro que no esto no significa que estés perdonada. Me respeto lo suficiente como para que unas simples palabras no me hagan pasar por alto lo que has dicho y hecho.

Un hormigueo descendió de mi pecho hasta mi estómago, revolviendo todo dentro de mí. No pude evitar apoyar mi cabeza en su hombro, e inevitablemente aquella situación me trajo retazos de verano de este mismo año, cuando ambos nos paramos a ver un amanecer sobre una colina.

Ahora era invierno, y mis sentimientos por él no se habían ido al caerse las flores ni oscurecerse las hojas, si no que se había inmortalizado en la escarcha y el agua helada.

—Si viviese eternamente, elegiría pasar la eternidad contigo, Keelan Gragbeam. Y si tengo que rogar tu perdón hasta obtenerlo, lo haré. —Y era cierto. Porque todo había merecido la pena. Todo por él.

Quemaría el mundo por él. Con un solo pestañeo lo haría trizas y luego derrocaría a los dioses, haría desvanecer a cuántos espíritus hiciese falta para traerlo de vuelta si se volviese a ir y aplastaría con la suela de mis botas a quien fuera que se interpusiese en mi camino.


A quien fuera. Y lo decía jodidamente en serio.

Él pasó su brazo por mi cintura, aunque su agarre era flojo. Fue suave y afectuoso, pero nada más.

—Entonces, ¿con esta acción, al menos, he conseguido estar más cerca de obtener tu perdón? —pregunté, aguardando impacientemente su respuesta. Entonces, él inspiró profundamente y se mantuvo en silencio.

Y no sabía cómo interpretar aquello.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro