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Capítulo 19

─ Se la voy a dar Zac, no voy a permitir que te siga haciendo daño ─lloriqueó la pelirroja y luego limpió sus mejillas─ ¿Dónde la tienes?

─ No te lo voy a decir Mónica, si se la das, pierdes el reino, él te va a hacer daño ─dijo Zac mientras intentaba respirar.

─ Si no se la doy, te va a matar ─susurró la pelirroja.

─ Vas a perder lo único que te importa si se la das ─susurró Zac para luego soltar un jadeo de dolor.

─ Tú eres lo único que me importa ahora ─gritó la pelirroja─ ¿Está en la cabaña? ¿En el castillo?

─ No ─respondió el castaño─ lo traje a este castillo, pensé que, si todo salía bien, los chicos no conseguirían la daga y yo podría hacerme el héroe, estúpido lo sé, pero quería buscar una forma de recuperarte.

─ ¿Dónde está? ─murmuró la pelirroja mientras acariciaba el rostro del castaño.

─ En mi bolsillo, el del pantalón ─respondió mientras cerraba un poco los ojos─, duele mucho, Mónica

─ Lo sé, sé que te duele─ dijo Mónica mientras buscaba la daga entre el pantalón del castaño─, pero yo te voy a curar las heridas ¿Quieres?─ la pelirroja hablaba para distraer al castaño; metió la mano en el bolsillo trasero de Zac y encontró un objeto del tamaño de su pulgar─ yo te voy a dar cuidado especial y te voy a proteger ¿Te gusta la idea, mi amor?─ Zac asintió con la cabeza y Mónica saco la daga de su bolsillo, la arrojó hacía el rey y volvió su vista a Zac─ ya tienes la daga, ahora deja que nos vayamos.

─ Falta algo querida ─informó el rey mientras miraba los ojos totalmente cristalizados de la pelirroja─ solo falta esto y lo llevaremos a la enfermería, allá podrá sanar o morir en paz, lo que pase primero ─lo último que salió de su boca salió como un pequeño susurro.

─ Eres un desgraciado, ya tienes la daga, me tienes a mi, ¿Que más quieres? ─gritó Mónica tan fuerte como su garganta le permitió.

Dos soldados tomaron a la pelirroja de los brazos, ella forcejeó, pero al final la arrojaron frente al rey. Ella le dirigió una mirada llena de odio, de furia, de deseo de venganza, pero el dictador frente a ella ni siquiera se inmutó.

─ Tú eres muy poderosa, Mónica, más de lo que cualquier otra persona lo ha sido. Y por eso es que no puedo dejar que te salgas de mis manos en algún momento. Es la razón, por la que, ahora que actives la espada de Charles necesito que estés así de débil.

» Hay una vieja leyenda, habla sobre una persona, alguien joven que nacerá de la unión de dos enemigos que cultivarán amor más que odio, El Fénix, un ser poderoso que podrá derrotar ejércitos con miles de soldados, que tendrá control sobre el antiguo Reino del Fénix, solo mostrará su poder cuando su amado hogar esté ante una amenaza inminente y, a partir de ahí, todos estarán obligados a rendirle pleitesía. Hablamos de un ser que podría causar el final de mundos enteros y...estoy seguro, de que El Fénix, se encuentra aquí, frente a mí.

» Y esto es lo que tanto quiero proteger, quiero protegerte y enseñarte a usar todas tus habilidades, antes de que la fuerza del ave que se encuentra dentro de ti arrase contigo y te convierta en la mujer más poderosa de la historia de Evenia. También necesito comprobarlo y sabré que tanta fuerza tienes si logras activar la espada de Charlie aún con tus poderes inhabilitados y en un estado tan débil y deplorable.

El rey tomó la mano de Mónica e hizo un pequeño corte en uno de sus dedos, luego apretó lo suficiente como para que una gota de sangre cayera en el mango de la daga, dónde se encontraba un zafiro con una V tatuada en oro; de inmediato la daga se transformó en una gran espada, a kilómetros se notaba que tenía mucho filo y Mónica pudo apreciar como era que los ojos del rey se llenaban de asombro, él estaba tan concentrado en la espada que Mónica se acercó lo más rápido que pudo a su amado.

─ Ayúdame a levantarme ─pidió entre quejidos el castaño. La pelirroja lo levantó sin preguntar, aunque sintió que ese acto la debilitó un poco más─ Benjamín ─murmuró Zac llamando la atención del rey─ ¿Recuerdas a cada una de las personas de mi familia? Todas las humillaciones que nos hiciste pasar y la vergüenza que decías era ser un Abad, porque yo si lo recuerdo bien ─gritó Zac para luego empezar a toser un poco.

─ Sabes que yo respeté mucho a tu familia, hasta que descubrí que no me eran del todo fieles, no sabes cuanto odio a los mentirosos─ siseó el rey.

─ Pues si nos respetabas tanto supongo que sabes un detalle muy importante de nuestra familia ─dijo Zac mientras una sonrisa asomaba en su rostro.

─ ¿Y que es? ─le preguntó el rey indiferente.

─ Nuestro padre creaba armas y nos enseñó como hacerlo ─en ese preciso momento Zac se arrojó sobre Mónica intentando cubrirla lo más que pudo y a continuación la daga explotó en manos del rey. Varios escombros cayeron en la espalda de Zac, haciéndole rasguños en la piel. Cuando todo terminó Zac se levantó y tomó del brazo a Mónica para que también se levantara, ya que ella se encontraba un poco aturdida.

— Sácame de aquí, amor —murmuró el castaño.

Mónica reaccionó, pasó su brazo por la espalda del castaño y empezaron a caminar, tuvieron la suerte de que la explosión hizo que todos los soldados se dirigieran al despacho del rey unos minutos después, haciéndoles más fácil el echo de escapar.

— Espera, espera, espera —jadeó Mónica mientras doblaban un pasillo— Necesito descansar, necesito descansar, estoy muy débil.

— Déjame aquí Mon —susurró Zac para luego soltar un gemido debido al dolor que le causaban sus heridas.

— Estás loco si crees que te voy a dejar después de todo lo que acaba de pasar —regañó Mónica mientras recuperaba el aliento.

— Mónica Virtrow, te ordeno que te vayas sin mí —exclamó Zac intentando sonar con mucha autoridad. Mónica se acercó a él y le dio un tierno beso.

— Te amo, Zac, y haría todo lo que me pidieras, pero esta vez te voy a pedir que cierres la boca y me dejes solucionar esto a mí —luego de que eso salió de la boca de la pelirroja ella volvió a unir sus labios con los de Zac.

— Bueno ya estuvo con su besoterapia, me di cuenta que eligen los peores momentos para ponerse románticos —habló Erick apareciendo por un pasillo. Lanzó una espada a la mano de Mónica y luego se acercó a la pareja— Tú te encargas de que no nos asesinen, yo llevaré a mi hermano porque estoy seguro de que puedo soportar mejor su peso.

— Ojalá te maten —murmuró Zac hacia su hermano.

— Lo harán, pero primero debo asegurarme que tú y tu novia estén a salvo —le respondió Erick—. Vamos Mónica, tenemos poco tiempo para que los soldados nos empiecen a buscar.

— Gracias —murmuró la pelirroja muy agradecida con su cuñado.

Erick pasó el brazo por la espalda de Zac y Mónica empezó a caminar, verificando antes de cruzar por cada pasillo que no hubiera soldados, caminaron por los pasillos y luego bajaron a los calabozos, los cuales estaban vacíos en su totalidad, al parecer ellos habían sido los únicos prisioneros durante esos días.

Salieron por una puerta que estaba oculta en uno de los calabozos, esta puerta daba al bosque de invierno, lo suficientemente lejos de la ciudad, pero también lejos de Crissan. Al momento en el que iban a cruzar al bosque de otoño dos soldados los interceptaron, Mónica se defendió hábilmente con la espada e hizo que ambos soldados cayeran con graves heridas, pero ese esfuerzo la mareó de inmediato y ella tuvo que mentalizarse lo más que pudo para no caer en el suelo.

Luego de eso cruzaron al bosque del otoño, que los esperaba en un silencio un tanto inquietante o tal vez solo era la cabeza de Mónica que cada vez dolía más y creaba más sonidos que hacían que ella se sintiera peor.

Erick llamó la atención de la pelirroja cuando dejó descansando a su hermano en un árbol.

— Dame un respiro, estoy muy cansado, ya no aguanto —jadeó Erick.

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