Capítulo 6
Tante, 1593
-Anna, quería hablar contigo- decía apenado Christian.
-¿Sobre qué?
-Yo... lo siento- Arely lo miró confusa -Yo estaba buscando a Gigi, y no vi qué la guardia estaba ahí. Traté de escapar pero ellos fueron más rápidos.
-¿Quién es Gigi?- ahora Christian la vio confuso, pues ese nombre Anna lo había escogido para el conejo qué Christian había encontrado en el bosque.
-Mi conejo- Arely rió nerviosa.
-¡Oh, claro!... Con respecto a la guardia ¿Cómo saliste?- cambió de tema antes de qué el ambiente se tornara raro -Yo pensaba qué aún estabas en Magnolia- Arely moría por saber cómo es qué el chico había salido.
-Bueno... me encontré con un chico llamado...- puso su mano en un mentón tratando de recordar -¿John?
Arely casi se atraganta al escuchar ese nombre, nadie en Ellewebis tenía el mismo nombre de algún miembro de la realeza por lo qué su amigo pudo haber sido el único qué lo ayudó.
-¿C-cómo?- preguntó sin poder creerlo.
Christian se empezó a quitar la camisa y Arely volteo a ver hacía otro lado avergonzada. A ella le habían enseñado qué ver a alguien sin ropa era una falta de respeto, aunque nunca había visto a alguien sin ropa.
-¿Qué haces?- preguntó Christian, pues sus intenciones no era hacer sentir avergonzada a Anna. Él sólo quería enseñarle de lo qué era capaz de soportar.
Anna nunca lo juzgó, pero las personas en Tante lo discriminaron sólo por el hecho de ser débil. Ella le enseñó qué el valía mucho, pues no quería ver a su amigo derrotado por personas qué se creen superiores a él.
-¿Tu qué estas haciendo?- la cara de Arely claramente se podía comparar con la de un tomate.
Christian caminó hasta quedar enfrente de Arely sin camisa, luego se dio la vuelta para mostrarle a Arely su espalda qué estaba llena de latigazos, golpes y cortadas. Algunas aún sangraban, todas y cada una de ellas eran recientes. El corazón de Arely se hizo añicos al ver a ese chico en ese estado qué casi se le salen las lágrimas, olvidando por completo qué él estaba sin camisa enfrente de ella.
-¿Q-quién...- ella ni siquiera podía terminar su pregunta por el shock.
-Yo siempre era el último cuándo corrían y me castigaban- la mano de Arely se posó encima de la espalda de Christian, más no la tocó por el miedo a lastimarlo más de lo qué ya estaba -Pero no lloré ¡Te lo juro! Tú me dijiste qué no debía llorar.
La inocencia de Christian hizo qué Arely terminara soltando las lágrimas contenidas. Ella no podía creer los castigos qué su madre tenía para aquellos qué estaban en la guardia.
El poco tiempo qué había conocido a Christian fue suficiente cómo para ganarse su amor, y verlo de esa manera la destruía. Se sentía impotente y pensaba en qué eso mismo podrían estar pasando muchos en el entrenamiento.
-John me vio y me dio mucha comida. Dijo qué me iba a sacar y me trajo hasta la frontera... le quería decir gracias pero ya no estaba- se dio la vuelta esperando ver la sonrisa de Anna, pues él se sentía orgulloso de no haber llorado cuándo aquellas personas empezaron a golpearlo y a maltratarlo. Pero se encontró con una Anna quién lloraba en silencio -¿Porqué lloras? En serio, yo no lloré.- él pensó qué ella no le creía.
Arely no estaba segura ni de dónde estaba, su mente no estaba en este mundo. Está vez los ojos de Christian se habían llenado de lágrimas al ver a Anna llorando.
-No llores...- pedía casi en suplica Christian.
Era extraño para él ver a Anna llorar, ella solía ser aún más fuerte qué él. Una de sus debilidades era ver a la gente qué quería llorar, él no podía evitar sentirse mal. Y esta vez el sabía qué era su culpa.
-Perdón.
Arely se seco las lágrimas rápidamente y forzó una sonrisa para no parecer débil ante Christian.
-Vamos al doctor, o tu herida empeorará.
-¿En serio estas bien?- preguntó, ella aparte de verse mal, decía cosas qué para él no tenían sentido. No habían doctores o medicinas buenas en Tante.
Arely asintió y le quitó la camisa para ponérsela con cuidado.
-Vamos al orfanato, pude robar un poco de pan de Magnolia, lo tengo en mi casa. Vamos- él empezó a tirar de la mano de Arely ansioso por llegar al orfanato y darle a los niños la comida. Qué de seguro no habían comido nada estos cuatro días qué Anna y Christian habían estado ausentes.
-Pero ¿Y tu herida? Tenemos qué ir al doctor.
-Anna, aquí no hay doctores. Ya verás qué sanará rápido- dijo él sin tomarle importancia y no dejó de caminar feliz.
Su espalda dolía, pero más le dolía saber qué aquellos niños podrían estar pasando hambre.
Arely jamás había imaginado cómo las personas de Tante estaban viviendo. Un pueblo sin comida para los hambrientos, sin doctores o medicina, y sin recursos para aunque sea tomar agua limpia.
Habían tantas cosas qué ella quería cambiar, pero aún no tenía el poder cómo para hacerlo. Su madre nunca se preocuparía por una zona "perdida" como ella solía llamarlo. Arely no se explicaba cómo es qué su madre no tenía ni un poco de corazón. Ella entendía qué su propia madre no quisiera a su hija, pero no debería ser tan mala con los habitantes, porqué después de todo, ellos eran seres humanos cómo ella, o cómo cualquier otra persona de Magnolia.
Magnolia, 1593
-Idiota, me mintió- susurraba Anna para si misma al no encontrar ese "campo" qué aquel chico le había dicho.
Había estado dando vueltas por todo el palacio y todavía no encontraba algún lugar dónde estuvieran los chicos para el entrenamiento.
-¡Aquí está!- gritó un guardia detrás de ella.
Por instinto ella empezó a correr lejos de la qué ahora era una manada de guardias armados siguiendola.
Ella había olvidado por completo qué ella no era una fugitiva, era se estaba haciendo pasar por la princesa, pero los pensamientos son más poderosos qué nuestras acciones. Pues sus traumas estaban actuando por ella.
Su vestido terminó sucio, su trasero en la tierra y se encontró con una reina hecha furia.
Ahí fue cuándo recobró la consciencia y se dio un golpe mentalmente al darse cuenta de lo qué acababa de hacer.
Se levantó rápidamente para hacer una reverencia, pero no pudo completar su acción, pues una mano había impactado con su mejilla haciendo un enorme sonido. La mejilla de Anna empezó a arder y a hincharse. No pudo ocultar su gesto de odio contra aquella mujer, quién al ver su gesto le volvió a dar otra bofetada.
La paciencia de Anna se estaba acabando, pero debía quedarse callada antes de qué la descubrieran.
-¿Qué haces?¿Estás loca?- la reina limpiaba su mano con asco luego de impactar con la mejilla de Anna, ella no dijo nada -¿No dirás nada?- la voz de la reina sonaba tranquila, pero todos los presentes sabían qué ella estaba más qué enojada.
Anna quería decir qué no, pero lo pensó dos veces. Y sabiendo cómo era la otra chica, sólo con verla basta para decir qué ella jamás soltaría alguna groseria.
-No- su voz sonó casi inaudible.
Para evitarse otro dolor de cabeza, la reina sólo la ignoró.
-No sigas siendo una vergüenza, ya mucho tengo con qué seas mi hija- susurro al oído de Anna y se alejó de ella.
Al escuchar sus palabras, ella empezó a temblar del miedo. No era por temor a la reina, era por el temor qué esas palabras le hacían sentir. Eran exactamente las mismas palabras qué su antiguo padre adoptivo decía luego de darle una paliza.
Ella se había prometido a si misma a olvidar aquellos horribles momentos, pero en los momentos menos esperados ella volvía a recordarlo sin querer.
-Qué agallas- Anna saltó del susto qué esas palabras le provocaron -¿Te ha pegado?- dijo tratando de tocar la mejilla de Anna, pero ella aparto su mano de un golpe.
Quería reclamarle sobre la mentira qué le dio, porqué la había metido en problemas. ¿Pero quién era ella para culparlo?¿Porqué debería desquitar su enojo con él? Sólo podía contener sus ganas de matar a todos.
Le dio una mirada asesina y camino por un lado de él, ahora ella ya estaba acompañada por dos guardias y su sirvienta. Ahora sería difícil volver a escaparse de la vista de ellos.
-Es hora de su siesta, princesa- la sirvienta se encargó de llevarla hasta su habitación, dónde Anna llegó y se tiró a la cama. -Señorita, déjeme ponerle algo más cómodo.
¿Cómo es qué la princesa no se cansa de estas personas? Se preguntaba Anna.
Dejó qué la sirvienta hiciera su trabajo y al final se fue cerrando con llave por "seguridad" la habitación.
-Nunca creí qué me podría aguardar tantas palabras- hablo con ella misma viendo al techo.
Le sorprendió tanto el comportamiento de la reina con su "hija", no todas las madres son iguales. Aunque Anna nunca había visto a una madre amorosa, si las madres de Tante decidían criar a sus hijos era por interés y los ponían a trabajar a temprana edad.
¿Cómo sería tener una madre amorosa? Tal vez de esa pregunta no habría alguna respuesta, al menos para Anna.
-Duerme bien, Christian- dijo antes de cerrar los ojos para dormir, había sido un día largo para ella.
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