Capitulo 21
Cada vez eran más y más joyas la que eran puestas en Anna, quien poco a poco le iba restando importancia a esos detalles. Incluso había olvidado el hecho que vivía casi las veinticuatro horas del día con la máscara puesta.
Su mente estaba más perdida en sus pensamientos.
Estaba decidida en cobrar venganza. Era muy rencorosa, y esta no se la dejaría pasar a Arely. Entre tantas decisiones tenía en claro las principales:
Vengar, gobernar, volver a un mejor Tante con Christian y su abuela.
Parecía un largo camino, pero cada minuto en aquel palacio iba a valer la pena. Y se estaba jugando la vida, y no pararía hasta que muriera o hasta que volviera a Tante con Christian.
Caminando por el pasillo, siendo escoltada por sirvientes y guardias, se encuentra con John quien se ofrece a escoltarla. Ahora caminaban solo ellos dos hacia el gran salón, pero Anna seguía sin saber porqué tanto alboroto.
—¿Que se supone que celebramos hoy? ¿La menopausia de la reina? —preguntó burlona— Siento que cada día en un festejo nuevo.
John rió, y se aseguró que nadie la hubiera escuchado antes de que él hablara.
—Debes de cuidar tu manera de hablar.
—¿Ahora me darás ordenes a mi que soy la princesa? —bromeó, fingiendo estar enojada y ofendida— Mandaré a la guardia a que te den el peor castigo de Ellewebis por haberme insultado.
—¿Ah si? Pues con mi suerte de seguro escojo a la hermosa dama para casarme con ella.
Anna se carcajeó y John le vio sin entender por qué.
—Suerte con eso.
—¿No me crees capaz de casarme con alguien? —se tornó un poco serio, ya que estaba muy curioso ante lo que estaba por hablar.
—No es eso, sólo que... —Anna suspiró triste—, yo no creo que haya una bella dama esperándote detrás de esas puertas infernales.
—¿Es esta una declaración? —se acercó al oído para susurrarle— ¿Te gusto y no quieres que me case con alguien mas?
Inmediatamente Anna lo empujó, y John rió aún más fuerte.
—Estoy bromeando. —dijo.
—Si me casara contigo lo primero que haría es ponerte veneno en el vino.
—Créeme, contigo de esposa no me opondría a tomar ese veneno.
Ahora Anna fue la que rió. Le había causado gracia aquel comentario, ya que le recordó a lo que Christian solía decir.
"Siento lastima por el hombre que se case contigo. No durará ni una hora luego de casarse con tu carácter."
Últimamente recordar ya no era tan doloroso para Anna. Al contrario, le daba fuerzas para seguir con su venganza ya planeada. Quería terminar con todo para regresar con Christian a Tante y vivir mejor.
—Deja de bromear y dime de qué se trata este festejo. —poco a poco ambos volvían a la compostura.
—Creo que es para darle la bienvenida a la hija del rey Clark.
—Y ese es...
John finalizó:
—El gobierna la nación vecina de Titania. Creo que quieren juntar su ejército con el de nosotros.
Anna resopló. Se ponía a pensar en las tantas conexiones que la reina quería hacer para no quedar desprotegida. Le hacía pensar que la reina tramaba crear alianzas para cuando sus verdades se descubrieran todos estén a su lado.
Pero Anna iba a impedir eso.
—Esto se pondrá bueno. —los pensamientos de Anna no fueron solo para ella, ya que los expuso en voz alta mientras sonreía malévolamente de lado.
—¿Ahora que ritual has estado haciendo? —la sonrisa se esfumó de Anna al escucharlo.
—Ya te he dicho que no me gusta cuando hablas.
—Esta bien. Me callaré. —Anna asintió y caminó hacia el gran salón— Esposa mía.
Jamás se había volteado tan rápido en su vida, y estaba a punto de ir y golpearlo en la cabeza sino fuera porque él se adelantó y entrelazó sus brazos para jalarla hacia el gran salón.
—Si dices algo así de nuevo, te golpearé a muerte.
Pero John sonrió aún más sin dejar de caminar ni ver al frente.
***
El festejo para Anna siempre iba a ser aburrido. Solo saludando personas desconocidas y bailando con ancianos que apenas y tenían dientes.
Ella sólo estaba esperando el momento perfecto para poner en marcha su plan.
Con la vista trataba de buscar a aquella princesa, pero entre tantas personas desconocidas no sabía quién era exactamente. Esperaba a esa princesa se presentara frente a Anna como todos los demás invitados, pero aún no pasaba.
Una copa siendo levemente golpeada con una cuchara resonó en el salón, y todos prestaron atención a la reina, quien estaba por dar un discurso.
Y Anna no prestó atención, estaba tan entusiasmada por encontrar a esa princesa.
Se preguntaba dónde estaba John, ya que no le veía hace un buen tiempo.
De repente, todos se voltearon a ver a Anna, y ella se dio cuenta, y no pudo evitar sentirse incómoda ante aquellas miradas.
—Ven aquí, hija mía. —ordenó la reina en un tono amable y dulce.
Anna sin saber de qué se trataba fue hacía el centro de aquel círculo que se había formado alrededor de la reina. Se paró junto a la reina y espero a que alguien le diera respuestas a lo que estaba pasando.
—Las estrellas se han alineado para dar paso a este bello regalo para los habitantes de Ellewebis y a mi hija. —Anna frunció el ceño— Me complace en anunciarles el casamiento de mi bella hija con mi casi hermano, el rey Clark.
Todos empezaron a aplaudir, y entre la multitud se abrió paso aquel hombre, con cabello blanco y con más de sesenta años encima.
Pero Anna aún estaba en shock que ni se dio cuenta cuando el rey Clark estaba justo frente de ella.
La reina de dio un disimulado codazo a Anna para que reaccionara. Y sin perder tiempo, el rey Clark ya había tomado las manos de Anna.
—Estoy sumamente feliz en saber que serás mi reina en poco tiempo. Siempre esperé por ti, mi reina.
El plan de Anna se había arruinado. Ya que la reina había tomado un paso adelante de Anna.
—¿Quien decidió esto? —fue lo único que salió de su boca.
—Sonríe y agradece. —dijo la reina entre dientes.
No sería Anna si hubiera seguido esa orden.
Aquel público quedó atónito con la repentina salida de Anna. Había salido de ese lugar corriendo y maldiciendo el tener que correr en vestido y tacones.
***
Mientras un gran escándalo pasaba en el gran salón, John no era consciente de ello. Seguía buscando el baño más cercano.
El alivio fue inmenso cuando dejó salir unas cinco libras de su estómago. No había persona más feliz en el mundo en ese instante.
Con rumbo al gran salón, su curiosidad y pies le llevaron hacia la cocina real, donde dos personas sospechosas hablaban.
—Anna... ¡Digo! Princesa Diana. ¿Usted sabía lo de su padre?
John trató de acercarse más para escuchar aquella conversación.
—En absoluto. Y eso me molesta.
Aquel festejo lo había aburrido demasiado que ahora estaba espiando con un ojo por la ranura de la puerta a ver de quién se trataba.
Casi se le cae la boca al ver a Arely hablando con un hombre, que a juzgar por el uniforme que vestía, era un caballero real. Iba a abrir la puerta inmediatamente, pero aquella voz masculina le resultaba familiar.
—Princesa Diana, ¿qué haremos ahora?
No podía ser. Algo no cuadraba para John.
Pegó su oído a la puerta para escuchar más, pero nadie habló. Decidió irse antes de que se dieran cuenta de su presencia.
Ese chico no parecía para nada al Christian que había ayudado a volver a Tante. Pero aquella chica era idéntica a Arely. ¿Qué estaba pasando?
Hace apenas unos días vio a Arely con Christian en Magnolia, era imposible que los guardias hubieran dejado pasar a simples poblanos de Magnolia. ¿Se había infiltrado?
No sabía nada. Lo primero que pensó es en ir a buscar a Anna para contarle lo sucedido.
Se llevó la sorpresa que las personas estaban saliendo del gran salón con rumbo a sus carruajes.
¿Tan rápido había terminado aquel festejo?
Caminó para adentrarse al gran salón, pero parecía que escuchar conversaciones ajenas se había vuelto un hábito para el.
—Por fin habrá matrimonio. Es mejor que un hombre lleve las riendas de la nación que esa princesa que lo único que ha hecho es esconderse bajo esa máscara. Espero que revele su rostro el día de su matrimonio.
—Yo no creo que haya matrimonio. ¿Desde cuando una princesa corre de sus responsabilidades? Preferiría que la reina siguiera gobernando.
Aquellos comentarios le estaban molestando a John. Y empezó a buscar desesperadamente a Anna. Presentía que algo andaba mal, y necesitaba ver a Anna ante todo.
Estaban pasando muchas cosas inesperadas.
Busco por todos lados hasta que inoportunamente se encontró con la reina en su camino. No dudó en saludarla haciendo una reverencia. Pero ella no estaba sola.
—Gracias al cielo que estás aquí, muchacho. ¿Has visto a la futura reina? —habló aquel señor parado al lado de la reina.
—Mis disculpas. Tuve un asunto urgente y no estuve presente en el festejo. Me siento un poco confundido...
La reina intervino.
—Simplemente estamos buscando a mi hija, ¿la has visto? —él negó y volteó a ver confundido a aquel señor.
El rey Philips se paró al lado de su hijo, saludando a la reina.
—Hijo, quiero presentarte al rey Clark. El futuro rey de Ellewebis.
Parecía que el mundo de John había parado. Las palabras de su padre se repetían lentamente en su mente una y otra vez, aún así, no lograba procesarlas correctamente.
—Sé educado. —susurró por debajo el rey Clark a John.
Su padre pellizcó la espalda de John, sin que los presentes frente ellos se dieran cuenta. Obligó a John a hacer una reverencia empujando su espalda hacia adelante.
Reaccionó, pero ahora estaba muy preocupado.
—Un gusto, su majestad.
Luego de conversaciones, en las cuales no incluían a John, se despidieron, y el padre de John lo jalo hacia el jardín del palacio, donde ya nadie pasaba por ahí a esas horas.
Y una cachetada llegó a la mejilla de John sin previo aviso. Tan fuerte que había hecho que la cabeza de John se girara.
—Tenias solo una cosa por hacer. ¡Una! Y lo estropeaste.
—Lo siento...— dijo cabizbajo.
Su padre rió sin ni una pizca de gracia.
—Prepara tus cosas. Luego del casamiento nos iremos.
—¿Dónde? —preguntó triste.
—¡Tu sólo has lo que te digo!
John asintió, y su padre se marchó furioso.
Tal vez su padre lo único que quería era casar a su hijo con la princesa de la nación más grande. John había intentado todo para satisfacer a su padre, y el pensaba que le había fallado como siempre.
Pero no solo le había fallado a su padre, también le había fallado a Anna. Luego de que se casara le sería imposible verla, y temia por la vida de aquella chica que no era Arely.
Fue al lugar donde sabía que estaría Anna. El invernadero. Si bien ella no tenía mucho tiempo en el palacio siendo "princesa", el invernadero era donde se sentía protegida, y John lo sabía.
A obscuras, y con la poca luz que la luna producía, John la busco, hasta que dio con ella en la esquina más profunda del lugar. Apenas la podía ver con todas esas plantas a su alrededor.
Su cabello estaba hecho un desastre. Su vestido cubierto de lodo. Estaba sentada viendo a un punto fijo en el piso, totalmente perdida en si misma.
No quería hacer preguntar estupidas y típicas como la de "¿estás bien?" porque claramente ella no lo estaba.
Se limitó a sentarse en el suelo frente a ella, con aquellas plantas separándolos, y la contemplo por horas sin decir nada, sólo viéndola.
Un insecto voló al cabello de Anna y ella golpeó su cabeza maldiciendo el insecto. John rió por lo bajo, captando la atención de Anna.
—¿Hace cuánto llegaste? —su voz ya no era como antes, estaba tan apagada.
—Hace un par de minutos. —mintió.
Ella asintió y guardó silencio por un rato.
—¿Qué esperas? —preguntó bruscamente, y John le contestó calmado.
—¿Esperar a qué?
—A hacer esa patética pregunta de "¿estás bien?"
—No la haré. —respondió sinceramente— A no ser de que quieras que lo haga.
Ella negó con la cabeza.
—¿Haz otra pregunta?
John llevó su mano al mentón, pensativo.
—¿Cuál es tu nombre?
—Sabes que no te lo diré. —dijo Anna riendo.
—Al menos lo intenté. —sonrió igualmente John.
Y el invernadero se llenó de silencio. Un silencio que no incomodaba. Ambos se miraban, Anna perdida en su mundo y John perdido en Anna.
Podían estar así toda la noche sin problema, pero Anna decidió que no fuera así.
—¿No tienes curiosidad?
—¿Sobre qué? —fingió no saber John.
—Ya sabes a lo que me refiero... —ella lo vio esperando respuesta, pero no la hubo, por lo que siguió—: el matrimonio.
—¿Tan ansiosa estás por casarte conmigo? —bromeó, lo que hizo que Anna riera.
Y poco a poco su risa se iba apagando.
—A decir verdad, tengo miedo de casarme con alguien que no conozco.
—No tiene porqué ser así. A veces es bueno huir y tomar tus propias decisiones.
Las personas eran buenas dando consejos, pero no los aplicaban en sus propias vidas. John era un ejemplo claro de eso.
—¿Quieres que huya?
—Yo me ofrezco para robarte.
—Se nota que no aprecias tu vida.
—¿Tu si?
Anna rió ante el contraataque.
—¿Que debería hacer? —preguntó en un hilo de voz.
—Ya sea que te cases o no, el destino tiene un buen final para ti. No te acomplejes por las decisiones de los demás.
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