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Capitulo 20

-¡No está!- decía con un dolor en el pecho Arely tras haber buscado por tercera vez por toda la casa sin encontrar a Christian.

-Calma. Tal vez fue a caminar por ahí...

-Ya es más del medio día y no hay señales de él. ¿Y si le pasó algo?- la angustia empezaba a tomar control en todo su ser.

-Ni lo pienses.

-Me voy a volver loca. C-creo que lo iré a buscar otra vez al pueblo.- no esperó por una respuesta, sólo giró sobre sus talones y salió de la habitación hacia la puerta principal rápidamente.

Ella no podía pensar en otra cosa que no fuera Christian. La preocupación la estaba matando por dentro y por fuera. Con sus manos temblorosas abrió la manecilla de la puerta principal, y sin pensarlo dos veces salió de la casa.

-¡Alto ahí!- Arely quedó helada al escuchar esa voz mandatoria y fuerte. Sintió nervios al ver los cientos de guardias alrededor de la casa, estaban armados y apuntando hacía ella -¡No intenté nada, o no nos tocaremos el corazón antes de atacarla!

-¿Pero qué está pasando aquí?- la anciana preguntó, apareciéndose por la puerta principal, quedándose helada al igual de Arely al ver aquel panorama.

-Mi señora, le pediré por favor que se aleje de ella en este momento.- dijo el guardia que se encontraba más cerca a ellas, tratando de no sonar grosero.

-No entiendo. ¿A qué vienen?- su voz sonaba desesperada y a la vez confusa.

-Esta chica queda arrestada por órdenes reales. No nos es permitido hablar sobre este caso. ¡Procedan al arresto!- dio la orden el guardia.

Arely no se movió, ni siquiera se inmutó en pronunciar alguna palabra para defenderse. Dejó que ellos ataran con fuerza aquellas cuerdas contra sus manos. Había un guardia a cada lado de ella tomando su brazo con fuerza para escoltarla. Y un guardia los seguía por detrás a una distancia no muy lejana con un arma apuntando a la altura de los pulmones de Arely por si se daba algún caso de ataque o intento de escape. Estaba siendo escoltada como si algún crimen hubiera cometido, y si lo hubiera hecho, Arely no podía recordar haber hecho algo mal en su corta estadía en Magnolia.

-Pero ¿Hacia dónde la llevan? Llévenme a mi, ella no hizo nada, se los juro. Guardia, lléveme a mi, dejad a ella. Se lo suplico.- la anciana trataba llamar la atención de un guardia, quien solo la vio con lastima, sin embargo su rango en la guardia nacional era bajo, se notaba debido a su uniforme gris. Los guardias con mayor rango solían usar uniforme negro o rojo. Así como su rango era mayor, la gente llegaba a temer más de ellos, pues podían hacer lo que se les diera la gana.

-¡No te preocupes!- la anciana corría con dificultad por detrás de ellos -¡Tu nunca hiciste nada malo! ¡Te sacaré de ahí! ¡Lo prometo!

Un nudo en la garganta se le formó a Arely, pues había volteado su cabeza ante aquellos gritos desesperados para poder ver a la anciana, quien había caído al piso debido a que sus débiles piernas no dieron más. Un color rojo intenso empezó a brotar en las palmas y las rodillas de aquella anciana. Su cara era un mar de lágrimas, y su pecho bajaba y subía rápidamente.

-¡Nadie les hará nada!- decía aún en el piso, mientras todas las personas a su alrededor le miraban con lástima -La reina no puede quitarme lo único que me queda...- su voz se quebró, y las lágrimas empezaron a salir de sus ojos como cascada.

La chica fue básicamente forzada a entrar a aquel pequeño carruaje, el cual sólo podías estar cómodo si estabas agachado y con las piernas a la altura de tu pecho. La pequeña puerta contenía una única ventana, tenía barrotes en ella. El interior de ese lugar no era el mejor que digamos. El olor a hierro viejo se mezclaba con el mal aroma a sudor y sangre de aquellas personas que habían estado en este. Una vez dentro con la puerta cerrada todo era peor Era tan oscuro que ni la pequeña ventana dejaba entrar un poco de luz hacia el interior. Era como una pequeña cárcel sobre dos ruedas, siendo dirigida por caballos y guardias.

Arely debería estar preocupada por lo que estaba pasando, y lo estaba en cierto punto. Sus problemas actuales se habían mezclado con sus problemas pasados.

Si estoy siendo privada de mi libertad, ¿quién verá por Christian? ¿quién estaría con la anciana en este tiempo?
Ella no podía ser arrestada sin razones, pero esperaría pacientemente por una respuesta lógica a lo que sea que estuvieran por hacerle.

Enganchada a sus pensamientos, el tiempo pasaba rápidamente, y a su misma vez la amenaza a que algo malo podría pasar aumentaba.

Llegaron al palacio, sin embargo, no pasó absolutamente nada. Arely fue llevada a una celda solitaria. Era mil veces mejor que aquel carruaje, pues esa celda era al menos un poco espaciosa.

La tarde pasó, y la noche salió a iluminar con miles de estrellas en el cielo. Arely se aferró aún más aquella esquina, en busca de un poco de calor en una fría noche.

Palacio de Magnolia, 1591

-Veo que la estás pasando bien.

-Mucho.- dijo Christian con la boca llena de comida, cosa que hizo reír a la chica. -Disculpe, ¿puedo preguntarle algo?

-Adelante.- dio su confirmación sin rodeos.

-Sé que todo esto es muy rápido, pero no sé su nombre.- su voz se escuchaba tímida.

-Diana.- el contrario asintió con una sonrisa. -Tendremos un evento con la reina en un par de horas...

-¿L-la reina?- aquella sonrisa se desvaneció tan rápido que apenas le había dado tiempo a Diana para poder admirarla.

-No te preocupes. Tengo todo arreglado. Unas personas vendrán para ayudarte, te juro que nadie que te haya visto antes te reconocerá.

La chica salió de la habitación para poder darle paso a las personas que ayudarían a Christian a vestirse. Al cabo de unas horas, se le informó a Diana que el joven ya estaba listo, por lo que ella no tardó en regresar a aquella habitación con rapidez, pues su curiosidad era muy grande.

Las puertas se abrieron, y en su campo de vista había un chico de espaldas. En cuestión de segundos, John dio la vuelta luego de escuchar la puerta de la habitación cerrarse. Diana no podía estar más sorprendida de lo que estaba.

-¿He quedado mal?- preguntó Christian al ver la expresión de la contraria.

-¡No! No, no.- ella sacudió su cabeza para volver en si misma -Estás...- no encontraba palabras para describir lo que ella veía -diferente.

Un joven alto, quien a vista de los que estaban presentes en la habitación era un diamante en bruto, sonreía con una felicidad enorme, pues no sólo se miraba diferente, se sentía diferente en todos los aspectos.

-De ahora en adelante te llamarás Carlos, hijo de los asistentes reales del rey en Titania, y ahora mi caballero real. Tendrás que ir a donde yo vaya, no puedes separarte ni un momento de mi lado, ¿entendido?- John asintió nerviosamente.

-¿Puedo preguntar una cosa?

-Adelante.

-¿Cómo me iba a llamar?- Diana no pudo evitar soltar una leve carcajada.

-Será un largo día.

***

-Su majestad, la princesa Diana ha llegado.- anunció la dama real.

-Hágala pasar.

-Sí, su majestad.

Las puertas del gran salón se abrieron, y Diana junto a Christian hicieron su entrada. Al estar a tres metros del trono de la reina, mostraron su respeto con una reverencia.

-Es un gusto conocerla, soy la princesa Diana, hija del rey Clark.

-El gusto es mío. Tomen asiento.- ofreció la reina muy amablemente.

Las manos de Christian sudaban de nervios, y daba pasos torpes hasta llegar a la silla, donde se la cedió a Diana ya que sólo disponían de una sola silla. Se paró firmemente detrás de Diana, con la vista en alto, tratando me mostrar confianza.

-Vaya que estás muy grande, ¿cómo ha estado tu padre?- empezó hablar la reina con una sonrisa muy grande en su rostro.

-Él ha estado muy bien, gracias por preguntar.

-Lo conozco desde hace mucho tiempo, lo que me sorprende es que nunca se haya casado aún después de saber de tu existencia, ¿tu madre está de acuerdo con eso?

-Mi madre murió al darme a luz, su majestad.

-Lo siento mucho, no sabía sobre eso.

-No importa, sin embargo, no estoy aquí para hablar sobre mi vida personal.

-Una princesa directa, me gusta.- sonrío con malicia la reina. -Vayamos al grano entonces.

-He sido enviada aquí para hablar con usted sobre cosas que os interesa. He aquí un regalo por parte de Titania.

Las puertas volvieron abrirse, esta vez entraron dos hombres cargando un cofre grande de plata. Lo colocaron enfrente del trono de la reina y se fueron sin decir más. Christian caminó hasta el cofre y lo abrió para luego volver a su lugar.

Los ojos de la reina brillaban al ver joyas, piedras preciosas, y oro en aquel cofre.

-Han sido extraídas de una de las minas más prestigiadas de nuestra nación. Finamente limpiadas y cuidadas para traérselas especialmente a usted.

-Muchas gracias por su muestra de aprecio hacia mí.

-Ahora, como ambas sabemos, usted tiene una guardia real muy fuerte y poderosa, por lo que mi padre quiere pedirle una alianza para que nuestra guardia y la suya puedan unirse. Posibles combates puedan venir en un futuro, y más vale estar preparados ante cualquier amenaza.

-Me suena una buena idea, pero, necesitaré algo a cambio.

-De eso no se preocupe, estoy trabajando en un proyecto en el cual su población se verá beneficiada.

Le sorprendió a la reina cómo aquella joven tenía todo planeado, era muy audaz.

-¿De qué tipo de proyecto estamos hablando?

Christian sacó de su saco unos planos, y se acercó a la dama real de la reina para entregárselos.

-Ahí están los planos para construir nuevas viviendas, con lo más nuevo que las doce naciones hayan podido observar en la última década. Esto ayudará a que su nación pueda modernizarse y atraer la atención de visitantes de otras naciones.

Cautelosamente la reina miraba aquellos planos, buscaba el más mínimo error para poder sacarlo a la luz, pero no lo encontró. Todo estaba perfecto.

-Si le preocupa que algo salga mal, no tiene que preocuparse. Yo misma me encargaré de que el proyecto se cumpla al pie de la letra, nada puede salir mal.

-¿Quien es el que idealizó este proyecto?

-Aquí su servidora, majestad.

La reina estaba aún más sorprendida al saberlo, pues parecía un proyecto muy bien estructurado, del cual de una u otra manera la reina misma se miraría beneficiada.

-Acepto esta alianza.- dijo sin darle tantas vueltas.

-La nación de Titania le estará eternamente agradecida, mi reina.- hizo una pequeña reverencia desde su puesto.

-Te ofrezco estadía en el palacio mientras estés trabajando en el proyecto. Debe ser agotador viajar desde muy lejos.

-Lo es.

-Haré una fiesta de bienvenida en tu honor está noche, quiero que sepas que este palacio es tu segundo hogar.

-Muchas gracias, mi reina.

-Puedes retirarte.- Diana asintió, y ambos jóvenes se despidieron con una reverencia antes de salir de la sala.

Fueron encaminados con un guardia real hasta la habitación donde se hospedaría Diana por un par de días. Cuando se encontraban completamente solos, ella dejó salir un suspiro cansado, y se sentó en una de las sillas.

-¿Te pasa algo? ¡Digo! ¿Le sucede algo, princesa?- Christian se corrigió en el instante al darse cuenta de su error.

Aún no se acostumbraba a que aquella persona a la cual servía no era Anna sino una persona que acababa de conocer.

-Todo parece ir de acuerdo al plan.

-¿Entonces cual es el problema?

-No debo hablar esto con nadie.- se levantó de su asiento y se acercó a Christian -Respóndeme con sinceridad.

-Siempre lo hago.

-¿Quieres ser caballero real definitivamente?- el tenía aquella expresión confusa otra vez.

-Lo soy.

-No. Me refiero a que si ¿tú quieres ser mi caballero real hasta que uno de nosotros dos muera?

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