Capítulo 2
Magnolia, 1593
-Aquí está su desayuno, princesa.- la sirvienta dejaba en una pequeña mesa una bandeja con panqueques, frutilla y un vaso de jugo de naranja. El desayuno favorito de la princesa Arely.
Al escuchar eso la princesa dejó a un lado el libro qué leía a un lado para pararse y acercarse a la mesa. Su boca se le hacía agua de sólo ver la comida recién hecha y calientita qué no podía esperar por comer todo.
-Muchas gracias.- dijo amablemente para qué la sirvienta se retirará pero está no lo hizo -Ya te puedes retirar.
La sirvienta nego sonrientemente.
-Lo siento princesa, pero la reina a dejado órdenes estrictas de no dejarla sola en ningún momento.- esto hizo qué el buen humor de la princesa desapareciera, aunque eso no lo podría mostrar en público. Se dijo a si misma mantener la sonrisa qué caracterizaba a una persona de la realeza.
-¿Ha pasado algo?- preguntó, tal vez algún ataque de alguna nación enemiga estaba presente, pensó la princesa.
-Nada en absoluto.
Arely suspiró triste, ni siquiera podía desayunar sin ser vigilada por alguien. Ella deseaba poder desayunar con su madre, pero está estaba muy ocupada cómo para dedicarle tiempo a su única hija. Al menos quería a alguien con quién comer pero los sirvientes no podían hacer tal cosa. Se dedicó a comer en silencio, no estaba autorizada en mantener una relación de amistad con los trabajadores del reino.
La mayoría del día se la pasaba leyendo, estudiando o paseando por el pequeño invernadero. Esa era su rutina diaria por más de diez y nueve años.
Su cumpleaños veinte se acercaba, eso sólo significaba una sola cosa, la coronación. Ella pasaría de ser la princesa a ser la reina, aunque eso no cambiará mucho su estilo de vida.
La cara de la princesa nunca ha sido vista por los habitantes de Ellewebis, había sido ocultada en el reino hasta qué fuera la reina. Quién viera su rostro fuera del palacio era decapitado en el instante. Nadie podía ver su rostro y salir del palacio. Los empleados vivían dentro del palacio, lejos de la civilización y de sus familias.
Arely se llegaba a sentir abrumada por las pocas cosas qué se le permitían hacer sola. Las cuáles eran: leer, escribir y hacer sus propias necesidades. Su manera de pensar la controlaba su madre, si ella decía qué la princesa tenía qué hacer algo, Arely nunca se debía de negar ante las palabras de su madre.
-Por cierto, el príncipe John vendrá al palacio esta tarde a visitarla.
La cara de la princesa cambió a una totalmente felíz, al menos tenía un amigo al cuál era permitido hablar.
El príncipe John es el hijo del rey Philips, de la nación vecina de Ellewebis. Desde su nacimiento habían sido comprometidos para ser los futuros reyes de Ellewebis y juntar las dos naciones.
Ellos no se miraban más qué amigos, no querían pensar en la idea en qué algún día serían marido y mujer. Era algo qué no querían qué pasara pero no podían hacer nada para evitarlo.
La princesa esperó ansiosa hasta la tarde en el invernadero, dónde ellos solían pasar hablando de cualquier cosa. Eran las mejores tardes de Arely cuándo él llegaba a visitarla, qué normalmente era dos veces al mes.
-¿Dónde está la pequeña revoltosa?- escucho a sus espaldas, giró con una sonrisa y no dudó en irle a dar un fuerte abrazo. Lo había extrañado mucho, cómo siempre lo había hecho.
-¡John!
Al romper el abrazo él volteó a ver a los guardias quiénes tenían su vista fija en la princesa. Esos hombres parecían estatuas qué ni siquiera paradeaban. Estaban entrenado a defender hasta la muerte a la reina y a la princesa ante todo peligro.
-Ya estoy aquí, esperen afuera qué yo la cuido.- los guardias asintieron saliendo del invernadero.
-Qué bueno que veniste, al menos puedo pasar un rato sin qué ellos tengan la vista puesta en mi.- suspiró de alivio mientras se sentaba con la espalda recta en una banca cubierta de flores de muchos colores.
-Soy estupendo ¿No?- ella rió.
-Deja tu ego a un lado por un momento antes de qué pierda la paciencia contigo.
-Una princesa no puede perder la paciencia- él apuntaba a ella con su dedo índice en forma de burla recordándole las reglas qué tenía qué seguir por más estúpidas qué fueran para ella. Se dedicó a rodar los ojos -¡Ey! Con qué una princesa rebelde ¿eh?
-Ya deja de jugar y ven, tengo qué contarte algo.- con su palma golpeaba el espacio libre al lado de ella para qué él se sentará, cuándo estaban frente a frente ella pudo por fin hablar -Quiero conocer Tante.
La sonrisa qué John tenía se borro por completo ante las palabras de Arely.
Tal vez ella no sabía lo qué pasaba en el exterior y por eso tiene ese tipo de pensamientos casi suicidas.
-Arely, no sabes lo qué dices.
-Tú lo dices porqué odias ese lugar ¿me equivoco?- él apreto los labios al no saber qué decir -Pronto será mi nación y quiero romper las barreras qué dividen Ellewebis y...- sus palabras fueron cortadas por su amigo.
-No puedes hacerlo Arely. El muro ha estado intacto por más se cien años, será algo imposible qué los ministros apoyen tu idea. Incluso es muy peligroso...
-¿Porqué? Nadie conoce mi rostro, sólo necesito distracción para quitarme a los guardias de encima. Ayúdame, por favor.
-No te ayudaré sólo porqué quiero mantenerte a salvo de esas personas asesinas.
Arely empezaba a enojarse al no sentir el apoyo de la única persona en la qué podía confiar ciegamente, pero decidió mantener la calma.
-Lo dices cómo si vivieras ahí, tú no...
-No vivo ahí, pero si he visto cómo las personas se matan entre ellos.
¿Cómo es qué John sabía de eso? Se preguntaba la princesa.
-Es por eso qué quiero arreglar esta nación. No es justo qué estemos divididos de esta manera cómo si fuéramos enemigos.
-No puedes reconstruir lo qué no tiene arreglo, y es mejor qué no intentes nada o la vida de la futura reina correrá peligro.- dicho esto el príncipe se levantó dejando con miles de preguntas en su cabeza a Arely.
¿Cómo sabe qué no tiene arreglo?¿Porqué odia tanto el otro lado de Ellewebis?¿Cambiará de opinión cuándo él sea rey?
Se preguntaba Arely, pero de todas esas preguntas no podía encontrar una respuesta clara. Se sintió culpable por haber hecho enojar a John, eso es lo qué ella menos quería era eso, pero ella ya no podía callar. Ella tenía qué hablar por las personas qué no pueden.
Por la noche estaba a punto de ir a la cama hasta qué un informante entró no sin antes haber tocado la puerta.
-Aquí una nota de su madre, la reina.- le entregó una carta y se retiró.
Querida Arely
El rey Philips y su hijo vendrán a quedarse a palacio para empezar a preparar la boda. Ten en cuenta de tratarlos de la mejor manera y no hagas un desastre.
Arely no pudo evitar soltar un par de lágrimas. Al menos no había nadie quién la viera en ese momento. Se sentía triste porqué ella no parecía ser la hija de la reina. Quisiera qué por un momento dejaran de ser de la realeza y vivir una relación correcta de madre a hija, cómo las demás familias.
Entendía qué su madre no era del todo cariñosa con ella pero de su boca nunca escucho un "Te amo, hija" en vez de eso ella solía escuchar "No hagas qué me arrepienta de haberte dado a luz".
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