Capitulo 17
Magnolia, 1593
Estando sentados al lado de la casa de la anciana, Arely volteó a ver a Christian confusa, quien de un momento a otro se había levantado para salir corriendo. Ella se levantó y caminó de paso rápido siguiendo por dónde se había ido Christian.
Paró de golpe, y su corazón empezó a latir rápidamente al ver a Christian y a la anciana a lo lejos abrazándose. La anciana se apartó de Christian, y se percató de la presencia de Arely, haciendo contacto visual, la anciana sonrió cálidamente. Arely no sabía en qué momento había corrido hasta llegar dónde ella para abrazarle fuertemente, e incluso, una pequeña lágrima se deslizó por su mejilla sin pleno aviso.
Porque ¿cómo no preocuparse de alguien que en poco tiempo les había ayudado incondicionalmente sin pedir algo a cambio? Sería un vil mentira si ellos dijeran que no tenían a nadie en sus vidas que les apoyaban, pero esas personas jamás se podían llegar a comparar al amor como el de una madre que una simple anciana les estaba brindando. Era un sentimiento que no cualquiera le podía hacer sentir a una persona careciendo del amor y cariño de una verdadera madre.
-Si es así como me reciben, me voy a ir más seguido sólo para recibir este tipo de bienvenida.- dijo bromeando la anciana.
-No diga eso, pensamos que le habían hecho algo.- confesó Christian luego que el abrazo entre aquella anciana y Arely se había roto.
-¿No le hicieron daño?
-¿Pero que cosas dicen? A mi nunca me harían algo.- la anciana parecía desinteresada, pero su corazón se sentía muy feliz y dichoso que dos jóvenes se estuvieran preocupando por ella aunque no la conocieran tanto. -¿Ya comieron? Muero de hambre. Espero que mi casa no esté patas arriba, o los pondré a que limpien con sus lenguas.
La anciana caminó rumbo a casa, tratando de cambiar el ambiente en el que estaba. Le hacía recordar cosas que para ella eran dolorosas, ella no era muy expresiva en cuestión de cariño, y siempre se había juzgado por eso ella misma, pero no era culpa de aquellos jóvenes que sólo se preocupaban por ella.
Christian y Arely le siguieron hasta llegar a la casa, donde ellos se dispusieron a preparar la comida.
-Al menos hicieron el intento.- dijo la anciana al apenas probar su comida; sin embargo, se lo comió todo lo que ellos habían preparado, sabía que esa era la única vez que alguien había hecho ese pequeño gesto por ella.
En la mesa, Christian empezó con su interrogatorio, cosa que no le quedó otra salida a la anciana que contar lo sucedido. Ambos jóvenes quedaron sorprendidos y a la vez felices que se pudo hacer justicia con aquel hombre inocente.
La anciana se pasó la tarde enseñándoles cosas como cocinar y aprender a sobrevivir por si solos, porque su compañía no sería infinita para aquellos chicos, y le preocupaba que si el mundo les diera la espalda ellos podrían caer. Christian y Arely prestaban atención a cada palabra que la anciana pronunciaba, todo lo que hacía ella les parecía genial e interesante.
Arely salió de la casa a altas horas de la noche, y caminó hacía un árbol para poder sentarse al lado, pues la fresca brisa que el árbol brindaba le hacía sentir muy aliviada.
Le estaba gustando la vida de Anna, le gustaba no ser de la realeza y poder ser ella misma sin miedo a que nadie le juzgue. Ser libre es lo que ella siempre había querido, y pensaba en poder quedarse de esa manera. Anna estaba haciendo cosas que Arely nunca hubiera logrado. La idea de qué tal vez ellas habían sido cambiadas a la hora de nacer se le pasó por su mente, pero desechó esa idea al instante. Era patético, eso sólo pasaba en los libros que solía leer.
Alzó la vista hacía las ramas del árbol, suspirando pesadamente. Las cosas no estaban saliendo como se había planeado, al menos para ella. Si hace cinco años le hubieran dicho que su vida cambiaría y que llegaría hasta a enamorarse de alguien que no debía, le hubiera causado gracia.
Luego de unos minutos, se levantó del piso, y caminó hasta la ventana de la habitación de Christian. Una sonrisa tierna vino a su rostro al ver aquel chico en la orilla de la cama y con su boca abierta. Parecía que él si disfrutaba dormir.
-Perdón por mentir- dijo desde el otro lado de la ventana, donde era difícil poder ser escuchada -, por hacerte parte de mi falsa vida sin tu consentimiento.
Palacio de Magnolia, 1593
-Bravo.- dijo aplaudiendo John -Cada día me sorprendes más.
-No soy tan ingenua después de todo.- Anna sonrió orgullosa.
Ambos caminaban hacía el invernadero luego de que la corte haya dado a su fin.
Los ojos de Anna captaron a lo lejos una figura conocida no muy lejos, caminando con un poco de dificultad.
-Espérame en el invernadero.- sin esperar una respuesta por parte de John, ella caminó hacia la anciana, poniéndose su máscara en su trayectoria. -¿Necesita ayuda?
La voz amable de Anna atrajo la atención de la anciana, quien en el instante volteó a verla. Teniéndola cerca se podía llegar a notar la exacta igualdad entre esa chica y Arely, se preguntaba cómo era que ni siquiera la misma reina se había dado cuenta de que su hija estaba ausente teniendo en cuenta que muchos otros factores en aquellas chicas eran diferentes.
Anna tomó el silencio de la anciana como una aceptación, pasó su mano por debajo del brazo de la anciana para que tuviera donde reforzarse al caminar. Con la vista Anna chequeó los pies de la señora, pero todo parecía andar bien.
Caminaron en silencio hasta estar cerca de la puerta de salida del palacio.
-Están jugando con fuego.
-¿De qué habla?- preguntó Anna confusa, viéndole de reojo.
-Se les saldrá de control en un pestañeo de ojos, y ustedes no serán las únicas afectadas.- Anna rió nerviosa, y revisó alrededor para asegurarse de que nadie cerca les escuchara.
-Gracias por aceptar venir a la corte.
-A base de mentiras nadie llega hacer nada, tomen eso en cuenta, antes de que las únicas personas que en serio las quieren se den cuenta.
-¡Espere!- Anna aceleró el paso cuando la anciana se soltó de su agarre para caminar lejos de ella. Anna tomó el brazo de la anciana sin hacer mayor presión en el.
A ese punto era difícil engañar a quien ya sabía la verdad.
-¿C-christian está con usted?- la anciana asintió.
-Tu reflejo también lo está.- dicho esto, la anciana se volteó una vez más hasta salir del palacio, esta vez Anna no le siguió, pues estaba aún sin palabras.
Arely le estaba debiendo muchas explicaciones a Anna, y eso no era algo bueno. Anna podía ser de todo menos paciente cuando alguien le debe algo, e iría a buscar respuestas a sus dudas cuanto antes.
-Princesa, la reina ordena verla de inmediato.
Anna rodó los ojos, y dejó salir un suspiro frustrado antes de girar a ver al guardia, para después ser escoltada por él hasta la habitación de la reina. Los sirvientes le indicaron a Anna que entrara, la habitación solía estar llena de personas, y que en ese momento solo la presencia de Anna y la reina llenaban aquel lugar, eso no era una buena señal.
Al cerrar la puerta, aplausos se escucharon a las espaldas de Anna, causando que volteara confundida.
-Siempre me pregunto qué fue lo que hice mal en el pasado para merecer a una hija como tú.- decía la reina, escupiendo odio en cada palabra. Anna sólo se mantenía en silencio mientras la veía fijamente sin mostrar ninguna emoción -Veo que aún no maduras... ¿Te pareció divertido lo de la corte? Eso de tomar decisiones al azar se te viene dando bien últimamente ¿no?
Sí, la reina estaba sumamente enojada, pero Anna no podía entender el porqué. No sólo fue por lo de la corte, hay algo más, como si la reina le tuviera rencor a su propia hija, la pregunta aquí era ¿por qué?
-Te juro que nunca en mi vida me habían hecho una humillación como la que tú me hiciste pasar, frente a todas esas personas...- caminó hasta una pequeña mesa al centro de la habitación, y con sus manos tomó la copa de vino que yacía ahí. Bebió del contenido, seguido por ver la copa y seguir hablando -Creo que tengo que poner mano dura en ti desde ahora.- la reina dejó la copa en la mesa antes de caminar hacía Anna, con una sonrisa falsa. -Prepárate hija, pronto estarás vestida de blanco, y una multitud de personas celebrando.
Anna abrió los ojos con sorpresa, y su corazón empezó a latir a una velocidad increíble al escuchar aquellas palabras, que lo único que quería era que esas palabras fueran sólo producto de su imaginación.
-No lo haré. No le arruinaré la vida a John...- la reina le interrumpió.
-Yo nunca dije que te casarías con John.
***
Las estrellas adornan el inmenso cielo obscuro, dando un poco de brillo a aquella noche fresca que con el paso de los minutos se tornaba aún más misteriosa.
Anna se quita el colgante de su cuello para luego colocarlo en una pequeña caja, la cierra y la guarda detrás del mueble al lado de su cama. Esa era la única prueba que ella y Arely tenían para confirmar quien era la princesa de Ellewebis.
Abre la ventana, y como era costumbre de ella, salió de la habitación colgándose de las barandillas de la ventana. Contó mentalmente hasta tres, y su cuerpo ya estaba en el piso. Se sorprendió al ver que había caído de pie y no había perdido el equilibrio como otras veces. Se escabulló hasta llegar a la parte más difícil, pero no imposible, de cruzar en el palacio. Sin embargo, algunas cosas parecían querer salir tal y como Anna lo estaba planeando.
Habían sólo dos guardias en la puerta, crear una distracción sería pan comido para Anna.
Recogió una roca del piso, apuntó al enemigo, y la tiró con una fuerza moderada, la cual dejaría aquella sirvienta inconsciente por un par de horas, más no la mataría. Los guardias al percatarse de la caída de aquella sirvienta, corrieron a socorrerle.
-Perdón.- susurró Anna, pues conocía aquella chica, y jamás le hubiera hecho algo así, pero opciones era lo que menos tenía Anna.
Su salida fue simplemente exitosa, pues había logrado no hacer ni el más mínimo movimiento en falso como para llamar la atención de los no deseados.
Colocó una especie de tela transparente sobre su rostro y cabeza, por si las dudas de que algún guardia anduviera mendigando por las calles de Magnolia en aquellas horas de la noche.
Su camino hasta la casa de la anciana se le hizo corto, pues ya conocía bien el lugar, a pesar de haber estado ahí un par de veces. Llamó a la puerta de la casa, nadie atendió. La curiosidad del saber que Arely estaba ahí le estaba matando, y no se quedaría con la duda, necesitaba hablar con ella para encontrar una solución a lo que estaba por pasar.
Rodeó la casa, viendo detenidamente por cada ventana que aquella vieja casa tenía, no encontró nada más que los pocos muebles y adornos que aquella anciana con tanto esfuerzo poseía. Llegó a la última ventana del lado derecho de la casa, y el resultado no era para nada lo esperado, pero si lo que por algún momento Anna había pensado.
Lo que sus ojos veían parecía ser sólo una mentira, sin embargo, la respiración de los contrarios le hacían ver que estaban vivos y lo que estaba presenciando era real.
¿Qué hacer cuando la furia gobernaba el cuerpo de una persona? Pues esa respuesta era casi obvia: lo único que quieras hacer sin haber pensado en las consecuencias, solo en las causas.
Cuando el puño de Anna estaba por estamparse con furia en el vidrio que la separaba, se vio interrumpida por una mano que tomó su puño, y con fuerza otra mano en su hombro le hizo girarse, haciendo que la tela que cubría su rostro cayera al piso.
-Siempre actuando sin pensar, cuando puedes lograr una mejor venganza pensando bien tus acciones para el mañana.- la voz gruesa y baja de John retumbó por los oídos de Anna.
Ambos teniendo contacto visual llegaron a un acuerdo, como si la vista tuviera una voz inaudible.
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