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Te arrepientes?

Layan entró por la puerta trasera de su castillo evitando así que el cuerpo desnudo de Priscila que llevaba en sus brazos fuera visible. La desnudez en ellos era algo tan normal como respirar pero de alguna forma sentía que la vista de las curvas y la piel suave de la loba era solo de él. Subió la escalera con cuidado de no despertarla.

Priscila dormía contra su cuello tranquilamente, parecía que había perdido el conocimiento en algún momento. Entró a su habitación y la dejó sobre la cama. El ahora corto cabello se desparramó sobre la blanca almohada y no pudo evitar enredar sus dedos en la melena. Definitivamente sería algo que extrañaría mucho. Como que tendría que prohibirle cortarlo, aunque conociéndola de seguro agarraría las tijeras solo por llevarle la contraria a él.

Buscó una toalla y secó las partes húmedas de sus cuerpos y después la tapó con una colcha. Ni siquiera hizo el indicio de acostarse a su lado. Como alfa sabía que n tenía mucho tiempo. Como en ese momento en que olió del otro lado de la puerta a uno de sus guardias. Gruñó ligeramente pero no podía dejar de lado sus responsabilidades. Alguien como él no podía darse el lujo.

Cerrando la puerta tras su espalda enfocó el lobo que tenía la cabeza gacha.

-¿Qué ocurre?-

-Alfa, ha habido otro ataque-

Layan frunció el ceño molesto.

-Dime donde-

Y se fue junto al guardia. Otro lobo de su manada había sido atacado y no había una explicación hacia ello. Eso lo estresaba y mucho. Le gustaba mantener el control y sobre todo la seguridad de su manada.

¿Quién demonios estaba detrás de ello?

***

Priscila abrió lentamente los ojos. Su cuerpo se sentía extraño. Entumecido pero con una ligera sensación de saciedad bastante agradable. Se removió y sintió las sábanas suaves pertenecientes a la cama de Layan. Y los recuerdos vinieron a ella.

Recuerdos del cuerpo del lobo sobre el suyo, de sus manos sobre su piel, de sus labios siendo devorados, de aquel calor que los envolvió a los dos. Apretó los dientes, había sido tan real que parecía un sueño. Había escuchado en su nebulosa unas palabras pero no las recordaba. Sentía que eran importantes pero por más que se esforzó no pudo descifrarlas.

Se sentó en la cama dándose cuenta que ya era de noche. La luna se alzaba grande y entraba por uno de los ventanales y estaba segura que podía acostumbrarse a esa vista. Sería lindo si realmente pudiera quedarse en aquel lugar junto al lobo que quería convertir en su compañero.

¿Pero podría hacerlo?

Había llegado a una conclusión después de pensar mucho. Si hasta el momento Liam no había podido entrar en la mente de Layan era porque no podía por eso la usaba a ella. Aunque la amenazaba con que le haría daño, no era ella realmente la fuente de eso a menos que se lo dijera y la mente de Layan se volviera vulnerable, y tampoco la podía controlar a ella. Entonces quizás era contraproducente alejarse por completo, ya que después de todo ella ya lo había salvado una vez.

Además el mismo Liam lo había dicho. Estaba por intentar algo contra Layan así que debía ser alguien cercano para que el alfa dejara una brecha libre. Al menos ella había usado aquellas manillas creadas a partir de la sangre de los omegas y las fibras de su cabello para interceptar la invasión de las mentes de aquellos que las poseían. Al menos eso descartaba a ciertas personas.

Por el momento lo único que no podía permitir era que la mordiera. Bueno, sí, algo difícil con lo insistente que estaba siendo Layan últimamente. Ahora tenía una prioridad y era convencer a Litus que liberara sus emociones, de esa forma podía empezar su ofensiva, pero el maldito se resistía. Sabía que no sería una tarea fácil intentar aprender a controlarlos dado sus poderes pero estaba segura que ellos serían la fuente de su victoria sobre Liam.

Estaba tan enfrascada en sus pensamientos que no escuchó que la puerta se abrió y alguien entraba.

-Despertaste-

La voz de Layan sonaba agotada mientras se pasaba la mano por el cabello corriéndolo hacia atrás. Ella asintió con la cabeza.

-¿Tienes hambre? Puedo mandar a buscar algo-

Priscila negó, no tenía hambre precisamente y menos con la atmósfera que estaba entre ellos. Tal vez porque era la primera vez que Layan cruzaba la línea de manera consiente. Ahora solo quedaba ver como reaccionaba. Ante el silencio que se mantuvo en el aire el alfa se acercó a ella y le acarició la cabeza.

-Estás muy callada ¿Tú cuerpo está bien?- los ojos azules de él se veían de un color potente a pesar de la oscuridad de la habitación y tenían un brillo inusual.

-¿No te arrepientes?- la pregunta de Priscila fue directa.

Layan inclinó la cabeza y pestañeó dudoso.

-¿Arrepentirme de qué?-

La loba entrecerró los ojos enfocándolo.

-Arrepentirte de lo que hicimos- habló de forma lenta enfatizando las palabras- Dices que no recuerdas las veces que me tocaste antes, entonces ahora...que estabas consiente ¿te arrepientes?-

Para su sorpresa Layan sonrió ligeramente, se inclinó y le dio un beso en los labios, uno ligero pero cálido.

-Te dejaré con el don de la duda cachorra- le besó la sien y se alejó de ella quitándose la camisa que llevaba puesta.

Priscila se quedó con la boca abierta y sin comprender. ¿Qué demonios significaba eso?

-Layan espera, habla directo, no seas sarcástico, no juegues conmigo- le gruñó.

-No estoy jugando contigo preciosa pero si deseas podemos seguir jugando en el baño- había bajado sus manos comenzando a desabrocharse el pantalón- Aunque te confieso que estoy realmente agotado como para otra ronda pero me puedo esforzar-

Priscila se estremeció y giró el rostro hacia el otro lado frunciendo el ceño.

-Layan...jódete-

Y se acostó cubriéndose con la colcha hasta el cuello dándole la espalda. Por su parte el alfa primero se quedó estupefacto por la palabrota que acababa de escuchar y después se rio caminado hacia el borde de la cama.

-Aun con la boca de tu padre estoy seguro que no fue él el que te enseñó a decir esas palabrotas, cachorra- puso sus brazos a cada lado de ella y se inclinó hablándole al oído íntimamente.

Priscila se encogió más en la cama e intentó enterrar su rostro en la almohada.

-Fue mi tío- murmuró.

Layan bufó.

-Me lo imaginé- recorrió la curva de detrás de la oreja de la loba con la punta de la nariz.

-¿Pris no te sentiste rara hoy?- le preguntó en un susurro, su cabello rojizo se desparramaba sobre el cuerpo de la loba mientras el rostro de él se enterraba en el oscuro cabello- Me refiero a antes de caer al río-

-No sé de qué hablas-

Layan sintió el cuerpo de Priscila estremecerse ligeramente debajo del de él y realmente comenzó a preocuparse. Con un rápido movimiento buscó las manos de ella y las agarró girándola boca arriba y atrapando sus muñecas a cada lado de su cabeza.

-¿Qué haces?- el rostro de Priscila era extrañamente tranquila.

EL alfa se inclinó hasta que sus labios estaba ligeramente juntos.

-Dime que realmente te preocupa y está ocupando tu mente últimamente. No te soltaré hasta que me lo digas- su voz esta vez era grave, demandante.

-Pues veremos quién puede estar más tiempo en esta posición. No es tan incómoda para mí pero tu espalda estoy segura que después te estará matando-

Ante la respuesta que recibió que fue completamente contraria a la que esperara pues pensó que la intimidaría, suspiró y dejó caer su cabeza en el hueco del cuello de ella.

-Hoy tus ojos se volvieron rojos Priscila- su cuerpo tembló ligeramente- Acaso no piensas cuidarte. Primero casi mueres, apenas podía sentirte ni siquiera por el vínculo y ahora faltó muy poco para que la Locura te invadiera ¿Tienes idea de lo que sufren los demás cuando un lobo entra en la locura?-

Priscila no respondió. Se quedó mirando el techo fijamente. Así que esa había sido la extraña sensación que la había envuelto cuando Liam la había amenazado con matar a Layan. Estaba segura que si no hubiera sido llamada por el lobo de seguro su conciencia se hubiera esfumado. Más razón para terminar con todo aquello lo antes posible. Le quedaba poco tiempo para que el mes terminara o para que Liam volviera a hacer de las suyas.

-Lo siento- fue lo único que pudo decir. Se disculpaba no solo por aquellos sucesos sino por lo que de seguro vendría después y por no haber sido capaz de terminar con el desgraciado de Liam. Pero eso solo lo sabía ella.

Layan se incorporó y se puso en el rango de visión de ella.

-Es raro escucharte disculparte. Así que debe ser por algo. Dime-

Ella negó y terminó girando la cabeza hacia un lado.

-Aun no, pero te diré cuando pueda hacerlo-

Layan apretó ligeramente sus muñecas soltándolas después y se levantó de la cama sin hacer ningún sonido. De seguro estaba molesto. No se podía evitar. Priscila volvió a cubrirse con la manta aunque no se durmió. No podía hacerlo si estaba sola en la cama y Layan se había perdido en dirección al baño.

Solo fue una hora después cuando escuchó la puerta abrirse que supo que Layan estaba de nuevo en la habitación. Esperó que nuevamente le hablara pero no fue así, en cambio un peso mayor al que reconocía de él hundió la cama y ella se giró sobresaltada.

A diferencia de siempre ahora el alfa estaba en su forma de lobo, tan grande y hermosa que cautivaba.

-¿Por qué tienes esta forma?- ella se inclinó hacia él y tocó el cuello peludo vacilante. La textura del pelaje era suave y adictiva.

-Porque eres mucho más sincera cuando estoy en esta forma-

Priscila escuchó la voz del lobo en su cabeza y apretó los labios. De cierta forma era verdad. Se sentía cómoda con la forma animal de Layan quizás porque no su cuerpo no respondía con la misma atracción sexual que cuando estaba en la otra forma.

Lentamente se acercó a él y lo abrazó descansando su cabeza sobre su pelaje, dejando que esta acariciara su piel desnuda. Era cálido y confortante y sus preocupaciones se fueron. Poco a poco se fueron acomodando hasta que ambos se quedaron dormidos con sus cuerpos entrelazados.

***

Era la hora del almuerzo y lo que menos quería Layan era comer. Definitivamente el estrés lo estaba matando. No había ninguna noticia ni resultado de la investigación que se estaba haciendo sobre los recientes ataques a su manada y ya debía avisar a Hades y a los demás en caso que la situación se expandiera. Si las cosas seguían así habría que tomar medidas urgentes.

-Alfa, se va a quedar calvo- Victore soltó uno de los papeles sentado en el borde del escritorio de Layan.

Este lo miró y le gruñó.

-Tengo bastante cabello en mi cabeza como para que se caiga gracias a mi hermana-

-La señorita Leila fue mi sabia al hacerlo- se burló del lobo mayor intentando que el ambiente denso del estudio se calmara.

-Hablando de ella, hace días que no he podido sentarme a conversar como debe ser-

-Bueno, quizás porque ella está romanceando con su nueva pareja y usted además de trabajo parece enfocado en la princesa ¿Todavía me pregunto cómo es posible que su virginidad esté intacta cuando huele como si estuviera casi en celo y además conociéndolo, como que no hay muchas loba que se le resistan-

-Hablas como si fuera un lobo enfrascado en el sexo solamente-

La sonrisa de Victore se hizo más grande.

-Para nada alfa. Es bien sabido que respeta a las lobas con las cuales está, pero que usted tenga un dulce tan cerca de usted y que además tenga las cualidades de la princesa como que me hace pensar sobre su inclinación sexual-

Layan hizo una mueca en su rostro.

-En primera estoy bien claro de mi inclinación y en segundo, tú mismo lo has dicho, respeto con quien me acuesto. Si Priscila realmente no quiere tener sexo todavía como que puedo esperar aunque- sonrió maliciosamente- Eso no significa que no hayamos hecho cosas ya-

Eso dejó descolocado a Victore que casi se cae del borde de la mesa viendo como el alfa se encaminaba hacia la puerta.

-Espere, alfa, cuénteme los detalles, ALFA-

Pero Layan ya había cerrado la puerta, no tenía intenciones de dar detalles de su vida íntima y menos a Victore que de seguro correría a comentárselo a Kei. Si su Comandante se enfocaba más en su vida privada de seguro le iría mejor con su beta, pero quien entendía la mente retorcida de ese lobo.

Con las manos en los bolsillos caminó buscando a Priscila, quizás si ella lo acompañara podría abrírsele el apetito y tal vez comérsela a ella también. La conversación con Victore lo había excitado de cierto modo. Era consciente de lo rico que olía Priscila y solo él sabía lo que tenía que contenerse cuando estaba cerca de ella.

Lo que no supo si se iba a controlar al doblar la esquina y encontrar a su loba junto a Litus. El alfa la estaba besando y ella...se estaba dejando.


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