Es el destino
Layan se removió incómodo. Frunció el ceño.
-Explícate mejor-
Priscila inclinó la cabeza hacia un lado, el cabello le hizo sombra en su rostro más no opacó el brillo de sus ojos plateados, todo lo contrario, eran más brillantes. Eso puso en alerta a Layan. Había algo en todo eso que no le iba a gustar, lo sabía.
-Que cuando te toco puedo dejar de oír voces en mi cabeza y mis poderes quedan reducidos a la nada. Esa es la razón por la que no te congelaste cuando entraste a la habitación-
-¿Estabas consiente?- fue lo único que pudo preguntar con la voz un poco temblorosa todavía asimilando la primera parte.
-Sí, estaba consciente- pestañó lentamente- Tienes suerte que me hayas marcado- se pasó los dedos por su nuca- De otra forma no podría garantizar que no te hubiera matado. El hielo es más complicado de controlar que el fuego. No me hace caso-
Hablaba con un tono desinteresado, pero Layan estaba mortalmente serio.
-¿Qué tanto sabes de ti y tu poder?-
-Quizás solo un poco más que ustedes. Desde que estoy en el vientre de mi madre he tenido conciencia. Sé todo lo que ocurrió con Liam, incluso con Rudoc y mi hermana Catalina. Mi madre ya te contó lo que pasó en la guerra que tuvimos. Liam no es alguien a quien se deba tomar a la ligera-
Layan entrecerró los ojos.
-¿Por qué hablas en presente? Liam se supone que está muerto-
Priscila sonrió ligeramente evitando su mirada. Se maldijo, había hablado de más. Eso ocurría cuando se molestaba. Espera ¿molestarse? Ella no tenía emociones, entonces que había sido eso.
-Lo dijiste, se supone- soltó algo inestable por lo nuevo que había descubierto
Layan gruñó y corriéndose hacia adelante agarró la delgada muñeca y la atrajo de un tirón. El cuerpo de Priscila quedo acostado sobre el del lobo y su cabeza chocó con el duro pecho. La miró desde arriba, esta vez eran sus orbes azules los que brillaban.
-Sé más clara- casi le gruñó.
-Me lastimas...otra vez- ella recostó la barbilla en el centro de su pecho y lo miró ceñuda a pesar de estar cómoda con la íntima posición.
Ante esto el lobo aflojó el agarre que tenía sobre su muñeca más no la soltó.
-Habla-
Priscila suspiró acomodando sus piernas casi enredándose con las de él queriendo quitar la colcha y estar en contacto con su cuerpo. Si hubiera sabido que se calmaría tan rápido no lo hubiera despertado y hubiera aprovechado un poco más de la desnudez de su cuerpo.
-No tengo nada que decir. Soy alguien joven, para mí lo de la guerra fue hace muy poco por lo que hablé en presente- alzó los hombros quitándole importancia.
Si Layan u otra persona se enteraba que Liam estaba de vuelta formarían un revuelo que de seguro harían que el lobo huyera, estuviera donde estuviera. No podía permitir eso ahora que estaba tan cerca. Después de todo ese era el la razón por la que se había despertado antes de tiempo a pesar de su condición. Bien sabía que su propia vida corría peligro.
Pero necesitaba encontrarlo y destruirlo de una vez por toda, por la seguridad de su familia y de su pareja. Liam iba tras de ella, eso era seguro, pues que fuera detrás de ella. No involucraría a más nadie.
Y asumiría todas las consecuencias de sus actos.
Pero su respuesta no hizo que Layan retrocediera por lo que tuvo que usar otra vía para escapar de aquella conversación. Y sabía una que funcionaba realmente con él.
-¿Layan, no crees que es el destino?-
Efectivamente, el semblante del lobo, paso de la seriedad a la curiosidad.
-¿Por qué dices eso?-
-Bueno, que sea yo la que esté aquí contigo y que seas tú el que anule mi poder y además el que me haya marcado- le sonrió intentando que sus sonrisa fuera lo más auténtica posible.
-La razón por la que debe ocurrir todo eso es porque mi sangre se impuso por encima de las demás-
Priscila apretó los labios. Él era un hueso duro de roer.
-Tienes razón, pero fue precisamente tu sangre la que se impuso, no la de Litus, ni la de su hermano, ni la de Asule- se enderezó alzándose en sus brazos poniendo sus rostro a la altura del de él- Fue la tuya. Definitivamente fue el destino-
-Pues maldito fue el destino- él dijo en voz baja pero no retrocedió cuando ella besó sus labios.
Por el contrario. Sus brazos se movieron en reflejo, uno alrededor de la estrecha cintura y su mano libre presionando sobre su nuca. Otra vez embriagándose en la deliciosa sensación de cada vez que sus labios hacían contacto y la parte salvaje de él se agitaba.
No sabía porque hacía eso pero en cuanto ella había mencionado que podría pertenecerle a cualquier alfa solo porque su sangre había sido más fuerte que la de él se había sentido mal. Realmente mal.
¿Amor? Para nada ¿Celos? Lo dudaba. Posesividad ¿lo más seguro? Era un alfa después de todo.
Hasta el momento Priscila solo lo había seguido a él y de cierta forma eso alimentaba su ego como macho y como alfa, pero como sería si ella se decidiera por alguien más. Era inútil pensar en ello, después de todo él la había marcado.
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El hombro de Priscila fue sacudido levemente.
-Priscila, levántate- la voz de Layan era exigente.
-Cinco minutos más- enterró más su cabeza entre la mullida almohada impregnada del olor él.
-Nada de cinco minutos. Hoy comienza tu entrenamiento. Vamos a correr. Levántate- él le exigió mientras se peinaba el cabello. Ya consideraba cortarlo.
Ella protestó en su garganta y se sentó en la cama con un marcado puchero en sus labios y los ojos cerrados todavía. Su cabello todo alborotado se desparramaba por su cuerpo que tenía marcas en su cuello.
Layan se quedó mirando fijamente esas marcas hechas por sus labios y colmillos. Un momento de debilidad y excitación, después del beso donde sus instintos habían tomado, por unos segundos, el control de su cuerpo. La había mordido nuevamente dejando una marca en su piel más marcada de las otras. Y por supuesto, el grito de ella lo había sacado de su nebulosa. Siempre la mordía realmente fuerte, esta vez no fue la excepción.
No se había ido de la cama pero si la girado hacia el otro lado de la cama prohibiéndole tocarlo. Algo que no duró mucho. El brazo de Priscila pronto estuvo rodeando su estómago y ella restregándose contra su espalda. ¿Qué demonios haría con ella? Pero él había sido el culpable en primer lugar. No había retrocedido cuando fue besado.
-Vístete rápido y baja- le ordenó acomodándose la camisa holgada sobre su cuerpo marcado. Corrió la cabeza hacia un lado esquivando la almohada que fue directo a su cabeza.
-Tengo sueño. No quiero correr- ella bostezó dejándose caer otra vez sobre la cama con los brazos abiertos como si fuera una pataleta de una cachorra. Layan quiso reír pues se veía más acorde a su supuesta edad en términos de tiempo de nacimiento.
-Y yo no quiero tener que obligarte así que...- fue interrumpido cuando su puerta fue abierta. El rostro de Leila apareció y ambos la miraron.
Al momento su ceño se frunció al detectar a Priscila sobre la cama, desnuda y por supuesto, con varias marcas sobre su cuello. Tragó en seco pero se acercó a su hermano y le dio un beso en su mejilla.
-¿Hermano, puedo dar una vuelta por la manada?- le sonrió ignorando a la loba que se giraba de lado y recargaba su rostro sobre su mano.
-Puedes, pero ve con cuidado- le restregó el cabello de la corinilla- pero antes necesito que ayudes a Priscila a arreglarse. Iremos a correr, pero antes necesito hacer algo-
El rostro de Leila se contorsionó en una mueca pero asintió. No le podía negar nada a su hermano.
-Priscila no te demores- Layan se giró hacia la loba que le sonrió.
-Si me das un beso puede que ponga un poco más de mi parte- lo fastidió sabiendo el resultado.
Y por supuesto Layan chasqueó la lengua y camino hacia la puerta.
-Tacaño, ayer no estabas tan renuente a la idea- le recordó lo que habían hecho-
Pero Layan no respondió y salió de la habitación. Priscila se dejó caer nuevamente en la cama sin muchas ganas de levantarse pero tenía cosas que hacer y ya que sus poderes no estaban cooperando con ella como que no era tiempo de descansar. Por lo que se levantó encontrándose que Leila estaba delante de ella.
-¿Lo haces a conciencia? ¿Verdad?- la voz de ella era ruda contra Priscila.
-¿A qué te refieres?- la menor se corrió el cabello hacia atrás.
-Molestarlo todo el tiempo. Desde que llegaste mi hermano está más tenso que antes-
-Eso no era mi intención- Priscila se levantó directo hacia el armario donde estaba la ropa del alfa- Layan es el que no deja correr el agua del río-
-Deja de jugar- Leila casi le gritó.
Priscila pestañeó lentamente.
-Loba, no agotes mi paciencia. No sé qué te he hecho para caerte mal pero ya me estás comenzando a hastiar- su voz era una octava más baja de lo normal- No tengo intenciones de hacerle daño a alguien pero nadie puede garantizar que pierda el control de mis poderes. Mis asuntos con Layan no son tan simples como para que los entiendas-
Leila sacó sus dientes y sus ojos se volvieron totalmente dorados.
-¿Piensas atacarme? No sudaré en defenderme- Priscila se giró completamente hacia ella e intentó entrar en su mente, era más fácil aplacarla así cuando su conciencia fue golpeada fuera de su cuerpo haciendo que se mareara.
Frunció el ceño. Pero no pudo hablar mucho. Un lobo completamente convertido se precipitaba hacia ella con la intención de atacarla. Y Priscila no tenía la intención de quedarse de brazos cruzados.
No podía dejarlo así, por lo que actualicé doble, aunque no prometo que el otro termine mejor. Besos.
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