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Cambio radical

-¿Se puede saber qué estabas haciendo?- la voz de Layan, como esperó Priscila retumbó en la habitación y se cubrió sus sensibles oídos. Después escuchó un gruñido y seguido un chasquido de su lengua.

Ella volvió a alzar la cabeza con duda. ¿No le iba a decir más nada? Normalmente Layan era de aquellos que solía dar cantaletas largas pero lo que vio hizo que sus brazos cayeran a los lados de su cuerpo. Los ojos azules de él estaban fijo en su rostro, y la miraban con  ¿qué? No podía definirlos pero ahora eran menos turbios que antes.
Pestañeó confundida.

-Solo me resbalé- y fue lo único que pudo responder en voz baja.

El lobo suspiró cerrando los ojos como tomándose un tiempo para calmarse. El brazo de él todavía la apretaba fuerte por la cintura casi fusionando sus cuerpos. Arrugó la nariz cuando cierto olor ajeno llegó a él.

-¿Victore estuvo aquí?- frunció su ceño.

Priscila se recuperó del momento y asintió con la cabeza, una de sus acostumbradas sonrisas se posó en su rostro mientras recostaba su cabeza en el hombro del lobo.

-Si, estuvimos hablando un poco, me bañé mientras él esperaba sentado en mi cama, salí sin ropa y me cambié delante de él. Pero no te preocupes que yo no estoy en su rango de caza- se había dicho que debía mantener distancia de él pero no podía evitar sonsacarlo como había hecho hasta el momento.

Un gruñido más fuerte que antes se escuchó y ella alzó una ceja.

-Este es mi cuarto Layan, no puedes molestarte si traigo a alguien- su tono no era serio cuando habló, más bien se estaba de alguna forma divirtiendo con el hecho de ponerlo en ese estado. Eso de estar recuperando lentamente parte de sus emociones era interesante- No eres mi dueño y no lo eres porque no te da la gana-

Se fue a levantar pero el agarre férreo no la dejó moverse y sintió el aliento del alfa en su oreja.

-¿Y si quiero serlo?-

Priscila se petrificó. Acto seguido, su barbilla fue agarrada y alzada. Los labios de Layan cayeron posesivamente contra su boca devorando la piel a su paso. Por reflejo y con todo lo que había reflexionado su primer impulso fue apartarse pero la mano en su barbilla se desplazó a su cuello y aunque no lo apretó se posó firme de forma que no pudiera moverse mientras su boca comenzaba a ser violada.

-No me rechaces Priscila- lo oyó murmurar en un momento que la soltó para que el aire entrara en sus labios y fue en ese momento que ella se dio cuenta que estaba tensa.

Y claro que estaría tensa. ¿Qué demonios era todo eso? Solo lo había acariciado un poquito, dado un poco de mimos a su parte salvaje. Eso no era suficiente para que la parte racional se comportara así. Después de todo acaso no le había dicho Victore que estaba separadas.

La lengua de Layan se envolvió demandante en la suya enrollándola casi queriendo fundirse con ella después de recorrer toda su cavidad. El sonido húmedo que se producía era casi obsceno. Era un beso salvaje, animal, pero que tenía algo más y no, no era como los que le daba la parte salvaje de Layan que era solo pudo instinto y ansias se sexo. Este estaba más lleno de algo.

Layan la soltó cuando sintió que sus labios se estaban entumeciendo dejando que la saliva formara hilos entre ellos y secó con su pulgar la que se derramaba por la comisura de la boca de la loba que había logrado relajar en sus brazos. Ahora que se había abierto y se permitía sentir y dejar al lado los prejuicios después del monstruoso susto que Priscila le había dado podía llenar a la conclusión de que ella era hermosa. Aun cuando tuviera su rostro sonrojado, su cabello enmarañado y sus labios hinchados.

-Oye lobo, ¿tienes fiebre?- la oyó preguntar sin aire.

Layan esta vez fue el confundido.

-¿Por qué tendría yo fiebre?- él también se encontró jadeando ligeramente.

-No sé. No soy yo la que un día rechaza a su pareja y al otro está...así- no pudo explicar con palabras el cambio radical de Layan.

El alfa no dijo nada. Tenía que reconocer que la había besado de manera animal por decirlo de alguna forma. Pero lo que le quedó en duda era de por qué ella parecía tan acostumbrada a ser besada de esa forma. Incluso le había podido seguir el ritmo. Acaso ella...

-¿Puedo pedirte algo?- Priscila intentó enderezar su espalda que hasta el momento Layan la había tendido presionada contra su pecho y aunque al principio era cómodo, él la había arqueada de manera que su cintura la estaba matando- Más bien son dos cosas-

Layan aflojó el agarre y dejó que ella se alejara oyendo que ella se quejaba un poco mientras gateaba para poner distancia de él. El vacío que se creó entre sus brazos le pareció incómodo. Era como esa mañana cuando había despertado solo sobre la alfombra sin comprender que hacía ahí.

-¿Qué quieres?- se corrió el cabello por detrás de a oreja.

-Lo primero necesito algo para escribir-

-¿Quieres mandarle una carta a tus padres o hermanos?-

Priscila negó.

-Para nada. No tengo la necesidad de carta y hablé con mi madre hace muy poco. Y no me mires así. No voy a abrir el puente para que hables con ella-

Layan se recostó sobre su brazo hacia atrás y sonrió. No tener las defensas todo el tiempo levantado cuando hablaba con ella o más bien peleaba era bastante relajante. Quizás hubiera tenido que pensar diferente desde el inicio y la vida le hubiera sido más fácil.

-Nunca dije nada de que abrieras un puente o como quieras llamarlo. Aunque ya sé que será útil en el futuro para cuando necesite decirle algo a Hades-

Priscila otra vez se congeló. Había dos cosas que Layan había dicho que estaba segura que el día anterior ni loco se le pasaría por la cabeza. Primero había dicho la palabra futuro, como si ella fuera a estar mucho tiempo allí, en ese lugar. Segundo había mencionado a su padre...no a su madre.

-Layan, acaso te acabas te oír-

-No veo que haya nada en mis palabras.

Oh, sí. Definitivamente había algo mal. Layan no era así. Normalmente era un erizo todo el tiempo con sus púas cada vez que ella se acercaba y solo la bajaba cuando los desliz.

-No sé por qué pero me siento un poco menos incómoda con el Layan de ayer- mencionó sin pensarlo mucho- Eras más predecible-

-Cariño, la magia de ser un alfa es que debo ser impredecible- se levantó con elegancia y se acercó a ella y la agarró por debajo de las axilas y la levantó de un tirón. A deiferencia de él, ella no pesaba nada y era tan pequeña que le parecía increíble que él pudiera abrazarla y no quebrarla en el proceso.

-Debes comer más-

-hasta el momento nunca te ha importado mi físico. ¿Cuál es el interés ahora?-

Layan alzó la mirada desde su cintura a donde había desplazado su mano notando que era diminuta al igual que su abdomen, hasta sus ojos.

-Estás muy arisca hoy-

-Yo no soy arisca- Priscila tuvo que levantar rápido su mano bloqueando los labios de Layan que se aproximaban a los de ella.

-Sí, estás arisca- él reafirmó y la soltó- Vamos a mi estudio, puedes tomar lo que necesites- y caminó hacia la puerta.

Priscila se quedó unos segundos para tomar aire y poner sus pensamientos en orden. En momentos como estos era que prefería ser el bloque de hielo que era antes de llegar, pero al parecer aquello que bloqueaba sus emociones poco a poco se estaba derritiendo debido al lobo delante de ella.

Eso era peligroso y más con Liam dando vueltas. Al maldito cabrón lo congelría cuando lo encontrara.

Siguió a Layan por el pasillo y se percató que sería la primera vez que estaría en aquel lugar tan íntimo del alfa. Recordaba que su padre pasaba muchas horas dentro de esa habitación y de vez en cuando su madre lo iba a visitar y lo ayudaba con su tensión. Se imaginó que en los dos sentidos. Su padre aunque lo no pareciera hablaba de su vida sexual como si fuera lo más normal del mundo. Siempre y cuando su ma no estaba presente.

-Layan, tu hermana se está viendo con alguien- soltó tranquila mientras veía la espalda del alfa frente a ella. Espalda que se tensó de pronto pero no se detuvo.

-Eso es bueno-

Priscila fue la que se detuvo. Layan al oír que sus pasos se detenían se giró.

-¿Qué ocurre?-

-Pensé que serías de esos hermanos posesivos que no dejaría que su hermana estuviera por ahí. Sobre todo después de acabarse de enterar como ahora fue el caso-

Layan hizo una mueca pero se pasó la mano por la nuca.

-No mentiría si dijera que no me molesta un poco el hecho de que mi hermana esté viendo un lobo. Soy un macho y alfa después de todo pero me alegro que ella pueda recobrar su vida amorosa. Ya perdió su pareja una vez y eso la destrozó y la hizo entrar en la locura. Siempre y cuando tenga cuidado no la detendré-

-Vaya- Priscila soltó con tono incrédulo- Si hubieras sido de flexible así desde el inicio nuestra relación no sería tan densa.

Layan inclinó levemente la cabeza. El sol que se filtraba por la ventana bailaba entre as rojizas hebras de su cabello.

-No tiene que serlo más-

Ahí estaba otra vez. Esa faceta extraña y nueva que la hacía dudar de su nuevo y actual objetivo. Layan estaba en lo último de sus prioridades ahora. No podía pensar en unirse a ''el con todos los riesgos que eso implicaba. Así que Priscila apretó los puños y caminando con la espalda recta pasó por al lado de él.

-¿A dónde vas?- escuchó su voz.
-A tu estudio-

-¿Sabes donde queda?- Layan sonrió.

-No, pero debe quedar en esa dirección-

El alfa bufó por lo bajo y caminó en dirección hacia ella y pasó por su lado para que volviera a seguirlo.

-Y qué era eso segundo que querías pedirme-le preguntó metiendo sus manos dentro del bolsillo de sus pantalones.

Priscila sabía que no le gustaría esa petición y mucho menos ahora para el nuevo Layan pero como ella no tenía pelos en la lengua lo soltó.

-Necesito que mandes a buscar a Litus-

Y como se esperó, un gruñido hizo retumbar las ventanas.

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