Batalla perdida
Layan estaba tan desesperado como Hades o más. No importaba cuando buscaran no había rastro de Priscila por ningún lado y eso lo estaba poniendo sumamente ansioso. La sentía por su lazo pero muy lejos, apenas imperceptible y se arrepintió de no haberla hecho suya cuando fue el momento. No estarían en esta situación.
Y ahora que sabía que Liam estaba de por medio todo era más complicado. Sino actuaban con cuidado la vida de muchos podía peligrar.
-¿Alfa, nada todavía?- Victore se acercó a él preocupado
Layan quiso dar una respuesta positiva pero se limitó a negar con la cabeza. Oyó a Hades gruñir cerca de él y no quiso hablarle. La única razón por la que ambos seguían ilesos y no se habían llevado a los colmillos siendo el iniciador Hades, era porque la prioridad era buscar a Priscila. Pero era consciente que después tendría que luchar con él para que le dejara tener a la loba. Y no sería algo fácil. Y más cuando Nebraska se enterara de toda aquella situación. Ella era la que más le daba miedo.
De pronto un grito desgarrador hizo que el suelo se estremeciera y todo el grupo de lobos alzaron sus orejas. Y dos de ellos reconocieron a quien pertenecía.
***
Dolor, calor, sufrimiento, temblor, estremecimiento. Priscila no podía identificar que azotaba su cuerpo en ese momento y donde empezaba para donde terminar. Solo sabía que de su nuca se extendía una dolorosa ola de calor que se desplazaba en dirección a su pecho aprisionándolo y quitándole el aliento.
Había gritado tan fuerte que su garganta ardía desgarrada y sus uñas se enterraban en la tierra de la cueva. Más no podía moverse para quitarse el peso sobre ella, ese mismo peso proveniente del lobo que tenía enterrado sus colmillos hasta la base en su nuca, encima de la marca que su lobo le había hecho.
Las lágrimas se derramaron de sus ojos. La impotencia de no poder hacer nada la abrumó junto al dolor. Quería sacudirse y quitarse de arriba a su agresor, convertirse y salir corriendo a donde estaba Layan. Pero cada célula de su cuerpo parecía estar entrando en un shock debido a la nueva marca que le estaban implantando en contra de su voluntad. Su cuerpo luchaba pero las toxinas eran más fuertes de lo que ella podía soportar. Y había perdido tanta sangre que la poca que le quedaba estaba siendo fácilmente contaminada.
Y el choque entre las toxinas de los dos lobos en su interior fue fatal. No era algo natural, una loba podía morir por algo como esto y Priscila pensó que se volvería loca. Las venas alrededor de su cuello, bordes de su rostro y pecho se volvieron negras marcándose sobre la piel allí donde la toxina proveniente del cuerpo de Kei se encontraba. El dolor se iba incrementando al punto de hacerla caer casi como un cuerpo muerto temblando.
Frío, mucho frío, fue lo que comenzó a sentir mientras sus pupilas se dilataban tanto que perdió el enfoque de todo a su alrededor. Sus manos y piernas se entumecieron y eso no pronosticaba nada bueno. Su cuerpo estaba rechazando la mezcla de las esencias de los dos lobos en su interior. Y sentía que la conciencia la iba a abandonado, flotando al borde de la muerte.
Liam apretaba cada vez más incrustando toda su esencia por sus colmillos mientras sus manos se desplazaban por la cadera de ella, tocando su piel. Ya Priscila ni siquiera lo sentía. Su corazón comenzó a palpitar tan rápido que lo oía en sus oídos. Su celo disparado por todo el estímulo irregular en su interior llenó la cueva de sus feromonas. Iba a ser marcada, apartada de Layan y maldecida toda su vida y ella no podía mover un solo dedo para impedirlo.
Quería levantarse, pelear, usar algunos de sus poderes pero con solo pensarlo el dolor era tan grande que dejaba de respirar. Las toxinas de los dos lobos dentro de su cuerpo ya habían comenzado a pelear a ver cuál era la más fuerte. Si Liam la anudaba definitivamente sería e ganador, mientras tanto ella solo le quedaba someterse y ver si sobrevivía al cambio de enlace.
-Maldición- esas eran las palabras que ella quería decir pero salieron de la boca de Liam que soltó su cuello sin importar que desgarró la carne abriendo la carne sin cuidado alguno. La sangre fresca corrió hasta la tierra en grandes surcos. Ella se debilitaba cada vez más pero eso no mermó su celo.
Sintió como las manos de Liam se detenían en su cadera pero no la alzó que era lo esperado para violarla. En cambio lo oyó chasquear la lengua.
-Al parecer se me acabó el tiempo- gruñó fuertemente y después la miró. Su mano acarició la cabeza de la loba quitándole el cabello del rostro demacrado y golpeado- Al parecer tu lobo ya está aquí- su mirada era gélida- Aun si no puedo anudarte, le daré un regalo que no olvidará- sonrió un brillo maldito en sus ojos que Priscila no pudo identificar ya que no lo podía enfocar. Apenas ya podía definir las luces y las sombras.
Liam se carcajeó y dejó aún más evidente sus colmillos. Y bajando la cabeza volvió a enterrarlos esta vez tan fuerte que llegaron al hueso y Priscila solo pudo abrir la boca sin soltar un solo sonido ahogado. De pronto algo se desplazó por su cuerpo subiendo por su cabeza, caliente, como ácido puro hasta que el cuerpo de Kei aflojó el agarre en su cuello y su peso se posó completamente arriba de ella.
-Ahora eres mía- la voz de Liam se oyó su mente, fuerte y claro.
Demonios. Liam había dejado de usar el cuerpo de Kei y había entrado en ella.
Los ojos de Priscila se llenaron de lágrimas, esta vez porque su mayor pesadilla se había hecho realidad. Liam había poseído su cuerpo, había logrado su objetivo. Pero agradeció estar en el estado actual donde apenas podía usar sus poderes por lo débil que se encontraba. En ese caso solo tenía que sucumbir.
Si moría, Liam lo haría con ella.
Pero de pronto el peso sobre ella fue retirado junto a una sombra negra y su cuerpo quedó allí tirado en el charco de sangre apenas sin conciencia.
***
Layan corría desbocado. Ese grito, era de Priscila, no había dudas. Lo reconocería en cualquier lado, era la voz de su loba. Y ella estaba en peligro. Algo dentro de él se removió forzando a salir y una voz retumbó en su mente.
-Quita- el gruñido fue grave y demandante y para cuando pestañeó de nuevo estaba delante de una cueva. No supo cómo llegó allí.
Miró por encima de su hombro desnudo viendo como Hades y demás llegaban a dónde él estaba pero no recordaba cómo era que había hecho ese camino y terminado allí. Y esa voz, se sentía tan familiar y había venido dentro de él, otra vez.
-Muévete, imbécil, mi loba está muriendo- otra vez estaba allí.
Layan gruñó, pensando que pudiera ser Liam, pero no era él, esa no era su voz.
-¿Quién eres?- gruñó pero fue interrumpido cunado los demás lobos se detuvieron a su lado rompiendo su conversación interna.
-Alfa- Victore llegó agitado- ¿Es aquí?
Layan se centró en lo que realmente debía y aspirando fuerte, con Hades al lado, segundos después, ambos se miraron.
-Priscila- y corrieron hacia el interior.
La habían olido, el olor de su sangre, de sus feromonas, de ella. Y eso desató la preocupación y la ansiedad a niveles casi incontrolables dentro de los pechos de los alfas. No querían imaginarse el estado de la loba.
Y grande fue la sorpresa al llegar al interior de la cueva y ver el desastre en el interior. Varias columnas de hielo que se habían vuelto negras y comenzaban a volverse polvo como cenizas. Dos cúpulas en el mismo estado que dejaban ver el costado de dos personas donde una fue fácilmente reconocible por Layan. Su hermana ¿qué hacía su hermana allí.
Pero eso no fue lo peor. El ambiente estaba cargado de feromonas de una loba en celo, pero estas se veían opacadas por el olor a sangre y este provenía de los dos cuerpos desnudos, uno sobre el otro, inertes.
Y eso fue más de lo que Layan pudo soportar. Más no fue él el que se movió. Hades se le adelantó y usando su habilidad, con un rápido movimiento agarró del cuello al hombre encima de su hija y lo lanzó contra la pared más lejana. El cuerpo inconsciente de Kei se estrelló tan fuerte en la pared que esta se astilló y después cayó como un peso muerto sobre el suelo.
Pero eso no era suficiente. Hades estaba sumamente molesto. Y se acercó mostrando todos sus colmillos, soltando espuma por la boca, sus ojos como plata fundida y con intenciones de matar al lobo que le había hecho daño a su hija, su cachorra, su princesa.
Su lomo estaba tan erizado que daba una imagen intimidante y sus feromonas de alfa eran aplastantes, sin embargo eso no impidió que Victore de un salto se pusiera encima de cuerpo de Kei protegiéndolo y bajando su cabeza cuidando el cuello de su lobo.
-Alfa, deténgase, por favor- le pidió.
Él también estaba tan conmocionado que no podía creerlo. Cuando Layan le había dicho que Liam estaba dentro de Kei, apena pudo procesarlo. Se había imaginado que algo estaba mal, pues había visto actuar al beta raro, incluso cuando había vuelto, este ni siquiera le había hecho caso, hasta que lo tocó y fue como si volviera en sí.
Supo al momento que algo estaba mal con el lobo, su lobo, razón por la que intentó quedarse la mayor parte del tiempo junto a su lado. Solo que el lobo era muy escurridizo y tras saber de la presencia de Liam supo la razón. Pero ahora no sentía esa atmósfera densa y extraña que había rondado encima del beta mientras era poseído.
Entonces…
Sin perder la atención del alfa agresivo delante de él, miró por el rabillo del ojo el cuerpo de la loba que Layan ya convertido tomaba con las manos temblorosas contra él. Y supo al momento donde estaba el enemigo.
-Alfa, tenga cuidado, fue lo único que pudo decir antes que Priscila abriera los ojos completamente en blanco y abriendo lo boca enterrara sus dientes en el cuello de Layan.
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