Anulación
-Priscila-
El nombre salió de los labios del lobo petrificado delante del cuerpo congelado en el suelo. Sus ojos estaban fijos en ella y a pesar de que la llamó mediante el lazo no volvió a tener respuesta. Su pecho comenzó a latir de pánico.
Chasqueó los dientes y se arrodilló. Sus dedos temblaron ligeramente cuando tocó con cuidado el hombre de ella. No recibió respuesta. Más bien, su cuerpo era tan frío como el hielo que estaba a su alrededor.
-KEI- gritó y miró por encima del hombro como su beta se asomó pero no entró- Prepara la tina de mi baño con el agua más caliente que puedan-
-Si, alfa- respondió el hombro y rápidamente desapareció.
Layan volvió a enfocarse en la loba y tragó en seco. Esperaba que no fuera lo que se imaginaba. Solo la había dejado por poco tiempo encerrada. Ella no podía estar muerta. Su pecho se apretó tanto que el aire le faltó a él.
Pero no era momento de enloquecer.
Volvió a tocarla. Él no se congelaba pero aun así las escarchas sobre la piel de ella herían la yema de sus dedos, como si la estuvieran protegiendo. Incluso algunas comenzaron a crecer siendo aún más puntiagudas.
Layan entrecerró los ojos. Si su poder reaccionaba así quería decir dos cosas. Primero que ella todavía estaba viva y en segundo, lo estaba viendo como enemigo.
-Priscila, déjame ayudarte. No te voy a hacer daño- declaró con voz suave.
Se quedó quieto unos segundos pero no ocurrió nada hasta que el hielo debajo de él sonó y se cuarteó. De pronto, de diversos lados salieron en su dirección finas lanzas puntiagudas que se detuvieron a pocos milímetros del cuerpo de Layan. La punta de algunos rozó su piel dejando que gotas de sangre se desplazarán por su piel.
El alfa no se movió y se mantuvo estático arrodillado. Si, estaba convencido, su poder no quería que él la tocara. Pero de alguna forma no lo mataba. No sabía si era porque no podía hacerlo o porque no quería.
-Priscila- volvió a decir su nombre y el hielo a su alrededor se crispó. Una gota de sudor corrió por la sien de él pero no se echó hacia atrás- Sé que no debí encerrarte. Hablemos primero-
Pasaron tres largos minutos sin ningún movimiento hasta que las lanzas de hielo se retrajeron a sus posiciones. Lentamente, casi en un proceso tortuoso la capa de hielo se fue difuminando en una densa bruma helada.
Layan dejó salir un suspiro y miró a la loba. La escarcha en su cuerpo fue cediendo pero su piel aún se mantuvo casi azul y sumamente húmeda. Llevó su mano a su cuello buscando su pulso y estaba allí, casi imperceptible.
Con cuidado dejó su cuerpo boca arriba y la cargó en sus brazos. Estaba muy fría, tanto que se filtraba a su llegaba a su piel. No le preocupó, necesitaba que entrara en calor rápido porque a pesar de que el hielo se estaba descongelando, su cuerpo no parecía recuperarse.
Con paso rápido salió de la habitación apareciendo de entre la bruma que había llenado toda la estancia y opacado la vista de los de afuera.
-Alfa- exclamaron los que todavía estaban allí y la mirada de todos cayó en la loba en sus brazos.
-¿Ella está viva?- uno de ellos se preguntó.
-Si- Layan respondió apretándola más hacia su pecho en un intento de darle calor- Avisen que nadie se acerque ni toque nada hasta que el hielo se derrita completamente y ningún comentario sobre lo que pasó aquí al resto de la manada ¿entendido?- casi gruñó.
Los guardias asintieron con la cabeza.
-Alfa- Kei venía corriendo- El agua ya está lista-
Layan caminó hacia su habitación y abrió la puerta de una patada y fue directo al baño. Solo se quitó los zapatos antes de dejarse caer dentro de la tina acomodando a la loba contra su pecho.
El agua estaba realmente caliente y lastimaba su piel pero podría soportarlo. Que Priscila estuviera en ese estado era en gran parte su culpa. No había pensado en el hecho de que ella había estado bastante tiempo encerrada.
¿Qué demonios le estaba pasando por la mente encerrarla de nuevo?
Había sido una gran estupidez. ¿Y si ella hubiera muerto? ¿Cómo se lo diría a sus padres y familia?
...¿Cómo habría reaccionado él?
No sabía. No quería saber. Pero no era una mentira que había tenido un miedo de muerte al verla allí tirada, sin respirar.
Sus brazos envolvieron la delgada cintura y la apretó contra él intentando calentarla también con su cuerpo hasta que sintió que los latidos de ella se hacían más fuerte lentamente. Suspiró de alivio.
Priscila acababa de despertar un nuevo poder. Ahora tendría que tratar con algo nuevo. Necesitaría mandarle un mensaje a Litus para que lo ayudara sobre el tema. Tenía algo de conocimiento pero no al nivel en que ese mismo poder tenía casi mente propia. Incluso había defendido a la misma loba de él. De él.
Priscila debía haber estado realmente molesta para ser rechazado así.
Aunque ella no podía molestarse dado la condición de sus emociones. Era algo tan complicado que él no podía ni siquiera analizarlo. Esta loba lo iba a mandar a la tumba si le seguía dando aquellos sustos.
Con paciencia le quitó la ropa y después como pudo la de él, prácticamente desgarrándola. Pasó sus dedos por el brazo de ella.
La piel ya estaba más caliente y retomaba su color. Cogió un paño cerca de él y lo pasó por el rostro de la loba, corriendo hacia atrás el flequillo. Su rostro quedó completamente desprovisto y así relajado Layan tuvo una vista completa de la belleza que le pertenecía a la loba.
Si, era bella, realmente hermosa. Sin ningún defecto, al punto de ser irreal. ¿Realmente esta loba lo quería a él como suyo? Sonaba como una locura total. Sus dedos temblaron en la barbilla de ella que lo había corrido hacia atrás.
Sabía que estaba cometiendo un gran error cuando su cuerpo se movió solo y dejó que sus labios tocaran los de ella. Fue un roce suave, delicado, pero que hizo que cada nervio de su cuerpo se encendiera.
Demonios. Si había sido un error haber hecho aquello.
Priscila era alguien con quien no podía tratar. Además, era la hija de aquella loba. Que estaba pensando y además, era demasiado joven.
Excusas que se daban pero era lo que lo mantenía en la cordura y no dejarse caer directo en su propia perdición.
Priscila se sentía en una nube, ligera, suave, cómoda, sobre todo cómoda y ¿protegida? Era raro, lo último que recordaba era ella estando sola dentro de una habitación y mucho frío antes de que todo se volviera negro. Su mente estaba confusa.
Sus parpados pesaban pero aun así se forzó a abrirlos. La oscuridad se cernía sobre ella aunque a su espalda la luz de la luna entraba por el balcón. Era de noche. Se removió ligeramente encontrando que su cabeza estaba sobre un pecho duro que se movía constante.
Alzó ligeramente la cabeza. Sabía quién era, reconocería tanto el olor como el cuerpo de Layan en cualquier lado, pero en ese momento no quería estar cerca de él. Por lo que se apartó haciendo que el brazo de él que rodeaba posesivamente su cintura cayera hacia el otro lado, despertándolo.
Mientras él se desperezaba ella cubría la desnudez de su cuerpo con una sábana y se sentaba en el borde de la cama mirando hacia la luna. Esta la tranquilizaba. Esa noche estaba alta en el cielo. Recordaba que le gustaba cuando su hermano mayor, Rodrigo la llevaba a escondidas al techo de la mansión y se quedaban hasta altas horas de la noche. Él le contaba varias historias. Historias que ahora no podía acordarse. Lástima.
-Estás despierta- Layan se frotó los ojos- ¿Cómo te sientes?-
Ella no le respondió. Le daba la espalda totalmente. Layan suspiró y se sentó en la cama recargando su espalda en el respaldo de esta. La colcha solo lo cubría hasta la cadera, igualmente desnudo que ella. El calor cuerpo a cuerpo había ayudado a terminar de regular su calor corporal.
-Priscila- la llamó. Ella no se movió hasta que después de un rato que lo miró por encima del hombro. Sus ojos plateados parecían dos diamantes translucidos entre el reguero de cabello oscuro
-No vuelvas a encerrarme- le dijo con voz plana- Te mataré si vuelves a hacerlo- y no estaba jugando.
Podía ser su lobo pero no le permitiría que la tratara como le viniera en gana. Él podía ser un alfa, pero ella no era menos que él.
Layan no se esperó esas palabras y se oían bien sinceras por lo que las tomó en serio.
-No lo haré de nuevo. Entonces hablemos y dejemos todo claro para no tener más problemas. Vas a estar en la manada por todo un mes y ayer despertaste un nuevo poder. Debemos tener cuidado con eso, por la manada y por ti misma-
Ella asintió levemente con la cabeza y se giró lentamente hacia él manteniendo las piernas dobladas sobre la cama.
-¿Qué puedo o no puedo hacer?- ella inclinó la cabeza.
Layan agradeció que ella estuviera dispuesta a oírlo y se corrió el cabello hacia atrás. Era un desastre pero nada en comparación con la larga melena de la loba que rozaba la cama, alrededor de su cuerpo, que se había secado como quiera. La imagen era algo relajante de ver y al hacía ver más joven que su aspecto.
Se dio cuenta de lo que pensaba y sacudió su cabeza. Tenía prioridades.
-No debes salir sin nadie que te acompañe. Debes notificarme de lo que vayas a hacer. Mi manada es muy grande y necesito saber en dónde estás en todo momento. Mira lo que pasó hoy. Podría llegar a algo más grande y puedes lastimar a lobos inocentes sin quererlo-
Ella no asentía pero su mirada estaba fija en él.
-No leas las mentes de los lobos a menos que sea necesario. Para ti puede ser algo normal pero no a todos les gusta que estén husmeando en sus cosas privadas. Puedes salir a correr con Kei o conmigo en las mañanas, eso ayudará a fortalecer a tu lobo y a partir de mañana comenzarás un nuevo entrenamiento. Debemos reforzar tu cuerpo-
Al terminar ella asintió pero le quedaba una pregunta.
-¿Puedo seguir durmiendo aquí?- no usaba el tono burlón o demandante de siempre.
-¿Tanto quieres dormir aquí? Ya te lo dije Priscila. Eso no cambiará nada entre nosotros-
Ella pestañeó lentamente.
-¿Crees que mentí cuando te dije que nunca he dormido sola?- Layan esta vez fue el que se quedó sin decir nada- Siempre dormía con mis hermanos o mis padres. Y antes de que lo preguntes, no, no lo hacía simplemente porque quería. Tenía que hacerlo-
-¿Por qué?-
-Es la única forma que las voces en mi cabeza se tranquilizan un poco. Cuando duermo mi subconsciente toma el control de mí y soy muy vulnerable. Si las voces se hacen más fuertes es realmente doloroso-
Ahora era que Layan la entendía un poco más y su insistencia.
-Si eso funciona con tu familia, por qué insistes en dormir conmigo-
Ella no estaba segura de sí decírselo pero a esa altura como que ya no le importaba.
-Porque cuando te toco, todos mis poderes se anulan y puedo ser un lobo normal-
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