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Capítulo 5

Capítulo 5

Hermione bostezó mientras Draco le enseñaba fotos de personas que no conocía y que, sin duda, era incapaz de identificar. Le había mostrado ya cerca de treinta imágenes y le pedía con cada una que se fijara bien y tratara de recordar si los conocía. A Hermione no le sonaba de nada ninguno.

Con disimulo observó a Draco. Era muy atractivo, con el rostro anguloso y su cabello rubio platino un poco largo, cayendo sobre su frente. El joven se lo apartaba constantemente del rostro en un gesto de lo más sensual. Si tenía que ser sincera, creía que a esas alturas, la única razón por la que no se había marchado de esa cafetería aún era porque ese tal Draco Malfoy estaba muy bueno.

Hermione no solía tener problemas para ligar... pero había algo en los chicos que conocía de forma habitual que no le gustaba, algo parecía ser raro, no andar bien. La mayoría de veces que intentaba quedar con alguien, tan solo tenían una o dos citas y luego no volvían a llamarse. Hermione se decía que, quizás, en algún momento llegaría el chico indicado. Pero cada vez se sentía más extraña pasando tiempo con las personas que la rodeaban. Y, curiosamente, se sentía muy cómoda en esos momentos junto a Draco Malfoy, a pesar de ser un vendehúmos y un farsante. Por el amor de Dios, ¡ella no era imbécil! ¿Cómo iba a creerse que tenía poderes mágicos cuando él no podía aportar ni una sola prueba de eso?

—No creo que esto esté funcionando —se quejó Hermione.

Draco negó con la cabeza y tomó una fotografía nueva. En esta se veía a un hombre muy mayor, con el cabello blanco como la nieve y una larguísima barba blanca cayendo sobre su pecho. Llevaba unas gafas de media luna sobre la nariz y sus ojos azules parecían despiertos y jóvenes.

—¿Sabes quién es? —preguntó Draco.

—¿El ministro de hacienda? —preguntó Hermione, hastiada.

Draco negó con la cabeza y pasó a la siguiente imagen, decepcionado. La siguiente fotografía no había sido su elección en absoluto, sino que había sido Harry Potter quien había insistido en añadirla a la lista de imágenes que tendrían que mostrarle a Hermione. «Quizás recuerde esto», había comentado Harry, ante la negativa de Draco. Al final, cómo no, el Elegido se había salido con la suya y, frente a Hermione, Draco le mostró una imagen de un hurón blanco con ojillos negros y curiosos.

—Esto es una estupidez —murmuró Draco.

Pero Hermione se quedó callada, observando la fotografía con el ceño fruncido. Al cabo de casi un minuto, ella alzó la vista.

—Eres tú —susurró.

Y Draco no supo si alegrarse o sentir vergüenza porque ella acababa de recordar algo, pero justamente había tenido que ser que, en cuarto año, Barty Crouch Jr. lo había convertido en hurón.

—¿Lo recuerdas? —dijo él, sintiendo que hacer esa pregunta y, a pesar de los años que habían pasado, aún era humillante para él.

Hermione negó con la cabeza,

—No. Pero durante un segundo... no sé, durante un segundo he creído que... —Apartó la mirada una vez más—, quizás me estoy volviendo loca por fin, después de tanto tiempo.

—No estás loca, Granger, estás recordando. Y eso es lo que necesitamos. Que el hechizo se rompa, que tú puedas volver a tu vida.

—¿Y cómo sé yo que la vida que quiero es la que he dejado atrás? ¿Qué sucede si no quiero regresar?

La respuesta de Malfoy fue muy clara.

—Si no quieres regresar está bien. Pero deberías ser tú quien tome esa decisión, sabiendo quién eres.

Hermione suspiró. Una parte de ella quería creer a esos ojos grises que le hablaban, otra... necesitaba que la dejaran tranquila. Quería vivir en paz. Se puso en pie, dando por terminada esa sesión.

—Tengo que ir a trabajar. Llevamos horas aquí y solamente he tenido un pequeño destello. Y, como comprenderás, eso no es suficiente como para hacerme creer en todas esas historias que me has contado.

—De acuerdo. Volveré a buscarte, Granger. Mi trabajo es ayudarte a recordar el pasado y no podré volver al mundo mágico hasta que no lo lleve a cabo.

Hermione comenzó a colocarse su grueso abrigo por encima de ese top tan insinuante y fue entonces cuando Draco reparó en que tenía un brillante tatuaje en el antebrazo. Sin apenas pensarlo, tomó su brazo y lo acercó a él para poder leer con mayor facilidad lo que rezaba. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no era un tatuaje, sino una cicatriz. Era solo una palabra: Sangresucia. Eso, pensó, debería ser suficiente para hacerla recordar.

—¿Cuándo te hiciste esto?

Ella pareció incómoda y se tapó rápidamente con su abrigo.

—Hace tiempo —trató de evadir la pregunta.

—Hermione, si quieres saber lo que significa la palabra «sangresucia» y por qué está en tu piel, queda conmigo mañana por la noche aquí. A las once.

La joven no dijo nada, tan solo alzó una mano para despedirse y se marchó de la cafetería. Draco supo que estaba cada vez más cerca de conseguir convencerla y, por primera vez, le agradeció algo a su tía Bellatrix. Si bien había sido ella quien hechizara a Hermione para que ésta perdiera su memoria, también le había dado la clave para hacer que la recuperara.


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