JUNHUI

"¿Y si no regresamos?", la mirada de Minghao se mantiene en el sol ocultándose y se niega a verme al preguntar aquello. Abraza sus rodillas, parte de su pecho es cubierto por los pastizales que no dejaron de crecer desde la primera vez que venimos.

"¿De qué estás hablando?". Estiro las piernas y comienzo a arrancar las florecitas que crecen en la tierra con nerviosismo.

"China", contesta.

"Parecías entusiasmado por regresar", digo confundido.

"Puede que haya cambiado de opinión".

Me recuesto encima de sus muslos que parecen más delgados cada vez. Aún así no podría estar más cómodo.

"Tenemos que volver". Alzo las manos hacia su rostro y se acerca a mi tacto.

"Hablé con mi mamá ayer", comenta. "Encontró los dibujos que hacía de niño".

Imagino los delicados trazos hechos por su yo del pasado y me río con el pensamiento. Pero él permanece serio, con los ojos cerrados mientras acaricio su mejilla.

"¿Eran algo malo?", cuestiono, de pronto sintiéndome abrumado.

"Eran chicos. Chicos besándose", explica mientras sus orejas se colorean del color de su cabello. "De pequeño creía que era normal".

"Es normal", rectifico yo. Me incorporo y me sacudo la ropa, deshaciéndome de las raíces que quedaron en mi. "Ven", le extiendo la mano y se levanta también.

Tomo su mentón y le alzo el rostro para besarlo. Inclino su cabeza un poco y sonrío a la mitad, justo cuando me muerde el labio antes de que me separe.

"¿Ves? Normal", repito.