JUNHUI

"¿Estamos saliendo?", le pregunto a Minghao.

El detiene los movimientos del pincel por un par de segundos, pero sigue pintando con parsimonia poco después.

"¿A qué viene esa pregunta?"

Ruedo sobre el pastizal y me llevo un par de florecitas pegadas en la piel por el camino. Tomo un diente de león entre mis dedos y se lo extiendo a Minghao cuando quedo lo suficientemente cerca de él.

Las semillas de la flor vuelan con la ligera brisa y Minghao termina con el tallo vacío.

"Bueno", comienzo, "me gusta besarte", digo lo obvio. "Y creo que a ti te gusta besarme. ¿No es eso suficiente?".

Deja descansar el pincel sobre el plato de porcelana y se aleja del caballete improvisado que ha armado. Después se recuesta a mi lado y veo cómo sus ropas se humedecen al entrar en contacto con la tierra y el pasto.

"Nunca he salido con nadie", dice y suspira.

"¿Entonces fui tu primer beso?". Su silencio contesta mi pregunta y siento un vuelco en el pecho. "Eso explica porqué me besaste tan mal", me burlo.

"¡Oye!", me reclama de inmediato y lo calmo atrayéndolo a mi. El sol aún no se oculta y siento mi piel arder cuando Minghao comienza a reírse sobre mi pecho.

Lo miro una vez más antes de besarlo. Y me corresponde.

El permiso implícito que me da de hacer con él lo que yo quiera me gusta tanto, pero a la vez me aterra un poco. Minghao parece tan frágil como aquel plato de porcelana que le he regalado.

Temo que, como sucedió con su pintura en el taller, alguien desee destruir su belleza.