JUNHUI

"Regresaré a China por las vacaciones", me dice Minghao acariciando mi cabello.

"Mmm", no sé qué contestarle. No quiero decirle algo como que lo extrañaré, porque aunque lo haré, que lo sepa es innecesario.

Su lugar favorito se ha convertido en el secreto de ambos, y cada que él quiere venir me lo dice para que lleguemos juntos.

Esta vez no pinta nada. No trae ni siquiera lápices de colores. Ha decidido venir a mirar el paisaje que se retrata por sí mismo en nuestra memoria.

"¿Te quedarás aquí?", me pregunta sin dejar de mover la mano. Me revuelvo un poco, mi cabeza yace sobre sus muslos y no hago ni el intento por incorporarme.

"Sí", respondo simplemente. "No me puedo dar el lujo de pagar un boleto de avión por ahora", añado.

Él hace un ruido y sé que pone una mueca aunque no lo pueda ver.

"Cuando sea posible deberíamos ir juntos".

Sonrió ante la sugerencia que da. "Me encantaría", le aseguro.

Entonces me levanto. Quizá cuando vuelva, el verano haya hecho florecer los colores que faltan.

El día de pronto se obscurece y a lo lejos veo un rayo caer. Un trueno se escucha después.

"Deberíamos irnos", dice aceptando la mano que le ofrezco como ayuda para que él también se levante.

"Espera", le pido sin soltar su mano. Se queda quieto ante el toque pero no hace el intento de huir de mi.

"¿Esperar a qué?"

Siento un par de gotas caer con parsimonia sobre mi rostro y la tormenta arrasa con nosotros.

"Déjame besarte una vez antes de que te vayas". Minghao abre los ojos tanto que por un momento pienso que he arruinado todo. Pero no es momento de echarse para atrás, y el agarre firme que aún mantenemos hace crecer mis esperanzas. "Por favor".

No dice nada y su mirada se fija en el pasto que parece más obscuro por la lluvia. Ladeo la cabeza cuando sus ojos me encuentran. Y asiente.

Y lo beso. Y él también me besa. Y siento que puedo morir besándolo.