05
MINGHAO
Ni siquiera noto cuando llega el viernes. Después de clases camino cinco minutos hasta la avenida tratando de buscar un taxi. Jun baja mi mano en cuanto la levanto para detener uno de los autos.
"¿A dónde estamos yendo?", indaga, cómo si en algún punto lo hubiera invitado a pasar el rato conmigo.
Ignoro su pregunta y me dispongo a volver a mi tarea, pero me sostiene con con una fuerza que no me explico porque, sin hacerme daño, consigue que mi mano no se alce.
"Voy a ir a un lugar", explico vagamente esperando que no indague más y me deje estar solo por un momento. El chico se la pasa asfixiándome.
"Si me dices el lugar te presto mi auto".
Me parece una oferta tentadora y termino cayendo ante las facilidades de un transporte propio.
No le digo nada y tomo las llaves que me ofrece. Mientras conduzco y siento el viento golpear contra mi cara me alegro de haber seguido el consejo de mi madre sobre sacarme una licencia internacional. Jun canta todas las canciones que van pasando por la radio hasta que pasan los 40 minutos de nuestro recorrido.
Terminamos en mi lugar favorito, un poco alejados de la ciudad y sonrío al poder respirar aire más limpio. Los pastizales aquí se alzan hasta las rodillas y, al ser un paisaje abierto, la vista es maravillosa.
Mientras Jun corretea con las mariposas que alzan vuelo cada que se acerca, saco de mi bolso un pequeño bastidor y los colores primarios en óleos.
No me doy cuenta de que lo termino pintando a él.
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