MINGHAO

Lo único que sé de Wen Junhui es que, al igual que yo, viene de intercambio de China. Y es aterrador. Le gusta observarme cuando cree que no me doy cuenta, algo que me parece escalofriante.

Le dirijo mi mirada una vez más. Él está sentado una mesa atrás de dónde estoy yo y en cuanto se da cuenta de que he volteado alza el libro que finge leer. Lo sostiene de cabeza y ruedo los ojos.

"Parece que lo quieres asesinar", dice Wonwoo, quien está a mi lado limpiando sus anteojos.

"Lo haría si no fuera ilegal", le aseguro. "Si me continúa siguiendo a todos lados pensaré en él como un acosador".

La bibliotecaria nos dirige ese típico gesto para indicar que guardemos silencio.

Cuando Wonwoo acomoda los cristales sobre su rostro me habla una vez más. "Quizá solo busca tu amistad", murmura cuando la vieja mujer se vuelve a distraer.

"Entonces usa una técnica cuestionable". Respiro profundo antes de continuar con mi lectura, sintiendo aquella pesada mirada sobre mi.