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Capítulo 5 "¿Beso?

—J-Arry.

Él me llamó "J-Arry", con ese arrastre de su lengua que me causó escalofrío. No debería importarme tanto la manera en cómo pronunció mi nombre, pero cada sonido que se deslizó desde su preciosa boca fue como una nana de cuna, yo podría dormir escuchando la voz de Louis, eternamente.

—Louis...Hola

Le sonreí como estúpido, no hacía falta mirarme en un espejo, porque ya sabía que tenía esa misma cara, como cuando le conocí. Las primeras citas que tuvimos siempre terminaron siendo un desastre ya que mis nervios me dejaban en evidencia delante de él, me caí, me tropecé e incluso vomité una vez frente a él porque mi cuerpo simplemente se rendía ante mi estupidez y ante su presencia.

Suspiré sin proponérmelo, recordando cuán nervioso me sentía al verlo, y cómo eventualmente, esa emoción por estar cerca de él, se perdió gracias al trabajo.

—Yo —dije, mientras me señalaba a mí mismo —Harry... amigo, no enemigo. "Uno que te ama" susurré para no asustarlo, aunque él no me entendiera.

Él me miró por varios segundos y aunque nadie me crea, repetiré hasta el cansancio; que aquella noche, sus ojitos brillaron.

De pronto cambió su mirada, pero el sonrojo de sus mejillas estaba ahí, vivo, como una señal palpitante. Seguí la dirección de su mirada y cuando su perfil fue expuesto bajo un rayo luminoso, entendí que miraba a la luna.

Yo había olvidado que, cuando recién nos conocimos; Louis siempre insistía en caminar tomados de la mano, Louis siempre había sido de contacto físico y de palabras, y aunque a mí me costara, lo hacía por él. Solíamos recostarnos en el césped y mirar el cielo, era una de nuestras cosas. Dejé que el trabajo también nos quitara eso.

—¿Quieres dar un paseo? —pregunté, casi anticipando su rechazo —¿Ver la luna? Podemos caminar... ¿Te gustaría? —él solo me miraba, quizás estaba intentando descifrar qué decía, y odié que nunca en la puta vida yo fuera bueno para los idiomas —Un paseo, ¿Quieres? ¿Conmigo?

Mi esposo seguía mirándome sin moverse aún. "Dirige el camino" le dije, e hice el movimiento con la cabeza y cedí el paso para que mi príncipe caminara delante. Por un momento, él vaciló y yo tenía ganas de gritarle "Dijiste, hace mucho tiempo dijiste que me seguirías a cualquier parte. ¿Lo recuerdas?", pero era obvio que él no recordaría eso, porque él ya no era mi Louis, era el príncipe William.

Sin embargo; a pesar de que él creía ser otro hombre, accedió.

Salir a un pequeño corredor del hotel que daba justo al norte, donde la luz de la luna iluminaba todo el gran bosque que rodeaba el lugar, se sintió como algo importante, una especie de cita, con mi esposo.

—Tycker du om det? (¿Te gusta?).

Asintió, con la elegancia de un aristócrata, como si todo aquello fuera su segunda piel, natural y hermoso. Y ahí confirmé una vez más que de él me gustaba todo, la forma en que mordía su labio cuando estaba escondiéndome algo, el gesto que hacía cuando me miraba hablando con alguien más o la pose tan alfa que tenía de pararse, con las piernas en A y las manos en los bolsillos.

Yo le aseguré que odiaba todo eso, pero la verdad es que solo lo hacía porque la voz de mi padre siempre me recordaba que no podía decirle todo eso, porque me haría débil y sin carácter y nadie quiere a su lado a un hombre así.

Louis entrelazó sus propias manos una con la otra y yo quise tomarlas entre las mías, como sé que a él le gustaban, y con todo el miedo recorriéndome; dejé que nuestras manos se rozaran.

Él pareció no percatarse de mi movimiento y seguimos caminando lento.

Observé después de un par de minutos, cómo sus dedos se movían nerviosos y quise celebrar que era porque él también tenía necesidad de tomarnos, pero sus dedos fueron a parar a su labio inferior y luego hacia abajo. Yo conocía ese movimiento, era un tic. Hice un cálculo rápido y noté que llevaba varios días sin fumar, tal vez el príncipe William no fumaba, pero Louis sí.

—¿Cigarrillo?

Vi ese giro de su cuello cuando volteó a mirarme de nuevo, fue algo tan sencillo, pero a mí me pareció que era como un cisne, elegante y pulcro hasta en lo más simple. Él se veía como un hombre tan lejano y al mismo tiempo tan familiar que no supe si reír o lamentarme.

—Cigarrillo —repetí, pero esta vez señalé mis labios como si estuviera fumando. Louis asintió con una pequeña sonrisa y me maldije en sueco y todos los idiomas por no traer ninguno. —Espera, voy por uno.

Corrí lo más rápido que pude, sabía que en la mesita del living había una cajetilla y un encendedor. Los tomé y corrí de regreso al jardín, Louis estaba en una banca, con las piernas abiertas y yo tuve el impulso de sentarme entre ellas como siempre lo hacíamos en casa.

—Aquí —le dije, mientras le tendía el cigarrillo y lo encendía.

El humo que desprendió hizo verlo como un sueño y pensé que, de aquel cigarrillo, una parte del fuego quedaba siempre en él, porque Louis siempre era fuego, cálido, ardiente y abrazador. Iluminaba, pero no lastimaba.

Me reí de mí mismo, cuando me di cuenta cómo se habían invertido los papeles, antes era Louis quien me buscaba, el que suplicaba por mi atención, era capaz de mover todo su mundo solo para acoplarse al mío, siempre fue él quien rogaba por un beso, un "te amo" e incluso por sexo. Pero ahora, era yo quien estaba a su merced, era yo quien rezaba porque él volviera.

—Mi esposo también fuma —le dije. Él me miró a los ojos y yo tomé eso como una invitación a sentarme a su lado —él...se llama Louis y es precioso.

Louis dio dos bocanadas más a su cigarrillo antes de murmurar algo que no entendí, pero seguí hablándole de él mismo pero desde mi perspectiva, con la esperanza de que si lograba que él escuchara por primera vez la manera en que lo amaba, quizás lograría que regresara.

—Tenemos varios años de casados y...hace unos días fue nuestro aniversario.

Sentí la vergüenza recorrerme y pensé que el puente me hacía ojitos, pero me quedé, sintiendo el cansancio de mis huesos, con el cuerpo agrietado de tantas palabras que han querido salir y no han podido.

—Él preparó una cena increíble, puso velas por todo el departamento, fue al otro lado de la ciudad para conseguir mi champagne favorito e hizo de un día, algo memorable. Ni siquiera tuve oportunidad de decirle lo malditamente irreal que lucía en aquel traje que usaba esa noche, ¿sabes por qué? Porque no llegué.

Louis no me miraba, solo seguía fumando, aunque sé que escuchaba con atención.

Mis manos picaban porque estaban vacías, nunca entendí la necesidad de las personas por tomarse de las manos, ese día lo entendí, el espacio entre los dedos duele, el hueco entre las palmas arde y todo se vuelve triste cuando antes estuvieron llenas.

—Mi estupidez y egoísmo eran tan grandes, que fui a cenar con una clienta y dejé a mi esposo, con la cena enfriándose y ¡joder! —sin darme cuenta, había comenzado a sollozar y eso fue lo que hizo que él volteara a verme.

Sé que soy incongruente porque siempre dije que no me gustaba el contacto físico, pero eso no aplicaba con Louis. Así que sí, yo, que antes era como un ciclón que destruía porque así era su trabajo, anhelé sacar mi naturaleza y convertirme en un simple obrero, uno que reconstruye, tan solo para darnos otra oportunidad de nuevos comienzos, pero debía seguir hablando.

—Había puesto pétalos por toda la habitación, pétalos rojos como el amor —reí con frialdad, como una marioneta, sin sentir la risa o hallar la gracia —Todavía puedo sentir su perfume y... aún escucho su llanto cuando se acostó y se durmió llorando. No, no lo abracé, no me disculpé, y tampoco le dije que no era su culpa, no le aclaré que no había nada malo en él porque sé que se pregunta constantemente si esto es culpa suya, no hice nada de eso. En su lugar, me comporté como el peor patán.

Louis mordía su labio, atento a mi discurso, el cigarro terminaba de desvanecerse entre sus dedos y lo vi abrir su mano para soltar los restos del tabaco, luego, con mucha suavidad, llevó su mano hasta mi mejilla para limpiarla.

—Desearía que estuviera aquí, desearía que él supiera todo lo que siento por él, me gustaría tanto que él me mirara y me respondiera si todavía me ama.

—J-Arry...

Es todo lo que entendí. Louis hablaba tan bajo que yo deseé que el mundo callara para que su voz quedara atrapada en el espacio exterior y la trajera a la memoria cada vez que quisiera.

Louis tenía el cuerpo en dirección hacia mi, y que me partiera un rayo si eso no era una señal, imaginé que, en ese momento, todo su cuerpo merecía florecer, y algo más estúpido aún; supuse que sería yo quien lo ayudaría a hacerlo.

—Te extraño...

—J-Arry...

Su mano permanecía en mi mejilla y yo ladeé mi cabeza hacia su toque, tan solo porque aquel "te extraño" era el más sincero que había dicho. Sabía que él esperaba un príncipe, y y en su lugar, yo em había adjudicado el papel de villano pero, ¿a quién había estado engañando todo este tiempo? Si lo único que yo quería era vivir junto a él, al carajo mi firma de abogados, mis clientes famosos, mis juntas hasta la madrugada, y mis constantes desplantes.

Por mucho tiempo le juré que yo sería su hogar, pero con el paso del tiempo, no me di cuenta cuando él comenzó a andar de puntillas en su propia casa, porque ya no se sentía así.

Mi cabeza comenzaba a aclararse como el día, vaciándose de las frivolidades y dejándome recuperar la vista y ver lo que realmente me importaba. De nada servía una firma en ascenso y mil casos ganados, si al final del día, tendría el eco de mi propia voz resonando en una casa vacía.

¿Qué era lo que realmente quería? La respuesta estaba frente a mí, alguien que era la luz, esa que hacía de la oscuridad un lugar mejor.

—Regresa, Louis.

Supliqué.

Él no apartó a mirada de mí, y yo repetí esa plegaria, no para ponerle más carga sino para cobijarlo y recordarle que, yo seguía aquí pero iría al infierno por él.

Yo tenía guardados miles de besos para él, y uno de ellos o quizás todos, amenazaron con escaparse y buscar su residencia; la boca de mi esposo. Era eso o perderse en el intento.

Tomé la suficiente valentía y comencé a acercarme, el espacio entre nosotros era poco, el frío era mi cómplice y la luna aguardaba por mi bravura, así que me acerqué un poco más, con cada respiración delatando cuán ansioso estaba por la promesa no dicha de tocarlo de nuevo, de tocar el cielo en un beso suyo.

Sus ojitos azules no parpadearon, me miraban como el ciego que contempla el mundo por primera vez, así fue, puedo jurarlo.

Yo todavía cargaba el peso de la culpa en mis manos, pero me aventuré y con ellas, tomé su nuca y sin demasiada fuerza; tiré de él para un beso.

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"Recuerda esto: no hay nada malo en ti, tienes malos patrones que desaprender, nuevos comportamientos que encarnar y heridas que sanar, pero no hay nada malo en tu esencia y en quien eres. Estás desaprendiendo generaciones de errores y daño. Aprender el amor toma su tiempo"...Tomado de la red.

Besos de espera...

MAKI <3

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