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Capítulo 1: Eres mi mundo

La mesa estaba lista, Patrick se había encargado de todo para la llegada de la persona más importante en su mundo. Había comprado sus flores favoritas, rosas azules, era extraño, ella sabía que eran artificiales pero aún así las amaba. Estaba esperando sentir el reloj de la estancia que anunciara la tan anhelada hora en que aparecería para encerder las velas, pues dos minutos después ella tocaba la puerta para hacerle saber de su precencia.
Había preparado sus platos favoritos, se había estado esforzando en aprenderlos a preparar durante un mes para sorprenderla. Se vistió con su mejor ropa aún siendo solo un simple herrero del pueblo, quería que ella se enamorara más de él solo con mirarlo vestido así. Todo lo hacía por ella, por el amor de su vida.

Esta noche sería especial, pues le pediría que fuese su mujer ante Dios y los nervios lo estaban comiendo vivo. Patrick estaba seguro que la amaba por sobre cualquier cosa, que quería compartir el resto de su vida junto a su hermosa pelinegra, que no había poder humano en la tierra que pudiera hacerle cambiar de opinión porque para él ella era su todo, su mundo entero.

El olor de la comida lista impregnaba el lugar y las ansias del joven de veintitrés años se hicieron más palpables al sentir el reloj marcar las siete de la tarde. Tomo los cerillos y prosiguió a encender las velas, sus manos le temblaban a medida que cada flama iba tomando lugar sobre la superficie de los pequeños candelabros. Al terminar suspiró con fuerza y los guardó en el bolsillo de su pantalón, al hacerlo toco la pequeña y delicada caja de tercipelo que anidaba un hermoso pero humilde anillo de plata que se había esforzado por comprar, habia ahorrado desde hace dos años para poder comprarlo y poder así pedirle matrimonio a su amada novia.

El sonido de la puerta lo alteró y saco su mano del bolsillo al instante, se dio animos mientras se encaminaba hasta ella para hacer pasar a su tan ansiada visita. Pronto ella ya no tendría que tocar, pronto ella entraría con su propio juego de llaves a la humilde casa porque se casarian en un mes si ella le daba el sí. Había hablado con el padre de la capilla del pueblo, le había contado sus planes y tenía todo listo para ese momento, junto a la bendición de él para poder dar ese tan importante paso en su vida.

Abrió lentamente la puerta reteniendo la respiración al verla frente a él, su hermoso rostro tan blanco como los copos de nieve que pronto empezarían a caer por la llegada del invierno estaba frente a él, sus ojos azules lo miraban con atención bajo un manto negro de gruesas pestañas, sus labios estaban rojos por el constante frío del otoño y el tic nervioso de ella al morderlos, venía envuelta en un abrigo gris largo para resguardarse del frío.

-Hola- saludó en un susurro enamorado el castaño.

-Hola- respondió ella en una hermosa sonrisa.

-Por favor pasa- se hizo a un lado de la puerta para que ella entrara y se resguardara de la fría tarde.

La estancia solo era iluminada por el suave calor de las velas sobre la mesa y la pequeña chimenea encendida que estaba a un costado de la sala, dando así un poco de calor al lugar. La luz de día se perdía a cada segundo por lo que ya casi no se podía distinguir en las pequeñas ventanas de la casa. El suave susurrar del viento se detuvo cuando Patrick cerró la puerta tras él poniendo así toda su atención en la espalda de la joven muchacha. Su hermoso cabello negro caía como cascada por su espalda hasta el final de su cintura. Como cada viernes ella había llegado puntal después de haber estado ayudando al doctor del pueblo, pues era su enfermera. Ella había decidido aprender un poco de medicina después de haber perdido a personas importantes en su vida.

-Katryn.

-¿Si?- respondió la muchacha dando vuelta para mirarlo a la cara.

Una hermosa sonrisa se dibujó en sus labios al notar la ropa que llevaba el contrario, no lo había notado ya que su atención estaba sobre la mesa donde se encontraban sus flores favoritas junto a una bellas velas rojas que alumbraban el lugar. Pudo notar los nervios que tenía su novio por el tic nervioso de pasar su lengua por sus labios antes de hablar. Era raro verlo así, pues siempre se veía confiado.

-Cariño- respiró profundamente para darse valor - ésta es una cena especial, quiero que te sientas cómoda- miró el abrigo de su novia para que ella se lo quitara.

-Oh, si- movió sus manos con rapidez para quitar los botones y dejar el abrigo en el pequeño perchero de la entrada.

- Te ayudo- Patrick se posicionó a su costado para ayudarle y ser él quién terminara su trabajo.

Procedieron a acercarse al pequeño comedor de la casa haciendo que la joven pelinegra tomara asiento a un costado de la mesa. Patrick caminó aún nervioso hacia la cocina y comenzó a servir lo que tan trabajosamente había preparado para cenar. Respiraba pausadamente intentando calmarse, no sabía de dónde salían todos sus nervios pues estaba seguro que ella aceptaría, veía también el amor reflejado en sus ojos.

Llegó con los platos listos hacia la mesa, le sirvió a su amada novia y luego colocó el suyo en su lugar, prosiguió así a tomar asiento junto a ella pasando las palmas de sus manos por los pantalones para secar un poco la humedad que se había formado en ellas. Sonrío nervioso antes de hablar pues la veía observar la comida que él había preparado con un brillo especial en sus ojos.

—Yo...— se aclaró la garganta y volví a intentarlo —Yo estuve practicando alrededor de un mes para poder hacer la comida que tanto te gusta.

—No debiste molestarte, aunque te lo agradezco de todo corazón.

—Quería que esta ocasión fuera especial, yo soy muy feliz contigo y quería demostrartelo de alguna manera.

—¿Y esa manera era preparando mi comida favorita?

—Eso y también tus flores favoritas— habló indicando las rosas que estaban a un costado —junto a mi compañía, claro, solo si te gusta.

—Claro que me gusta, todo lo que tú haces me gusta— su sonrisa alivió el corazón del castaño y se sintió más calmado —ahora quiero probar que tan bien te quedó esto.

La comida pasaba entre risas nerviosas y pequeños gemidos de placer al sentir el buen sabor de ella, definitivamente Patrick se había esforzado en dar lo mejor de él. Luego de terminar y haber comido el postre, Patrick tomó la mano de Katryn llevándola hacia un pequeño espacio entre los muebles de la casa y comenzó a cantar una suave balada haciendo que ella le seguirá el paso para poder bailar. Sus risas se escuchaban por cada rincón de la casa pues era algo que el joven castaño le encantaba hacer, bailar junto a su amada novia.

Después de terminar su canción Patrick se arrodilló delante de ella y sacó nervioso la pequeña caja de terciopelo que guardaba en el bolsillo de su pantalón. Al levantar la mirada pudo ver la cara de asombro que tenía Katryn dibujada en esos momentos, veía sus manos temblar sobre sus hermosos labios rojos diciendo con esa acción que ella también se encontraba nerviosa.

—Yo...— en un acto nervioso Patrick volvió a humedecer sus labios con su lengua —sé que quizás lo encuentres apresurado, qué tal vez tengas miedo, estaré esperando por tu respuesta todo el tiempo que sea necesario. Quiero que sepas qué eres lo más maravilloso que me ha pasado en la vida, que tu sonrisa ilumina mis días y noches, qué haces temblar mi mundo con sólo tu presencia, quiero decirte que no hay mejor honor en la tierra que estar a tu lado, que ser a quién le diriges esa mirada de orgullo y amor. Quiero esta noche Katryn, arrodillado ante ti, pedirte que seas mi esposa, que seas mi compañera de vida, no sabes lo feliz que soy estando a tu lado. Por favor, di que sí.

—Yo...—su voz era temblorosa, sus ojos retenían las lágrimas que querían escapar en esos momentos, sus largos dedos aún cubrían sus labios tratando que no se notará el temblor en ellos —si quiero.

Patrick se levantó de un salto y la tomó entre sus brazos haciéndola girar en el lugar. Su cara de felicidad y el retumbar de su corazón le hacían saber que esto era real, que su amada Katryn había aceptado ser su esposa. La bajó lentamente hasta que sus pies tocaron el suelo, con delicadeza tomó su mano derecha deslizando en su dedo anular el anillo de plata que le había comprado.

Luego de ver el anillo en su dedo Katryn levantó la mirada hacia el rostro de Patrick y sin pensarlo dos veces beso sus labios en un beso casto que selló la promesa que acababan de hacer, pronto serían marido y mujer.

Luego de terminar de limpiar, Patrick acompañaba a su futura esposa por las oscuras calles del pueblo hasta la seguridad de su hogar, iban tomados de la mano. La sonrisa no había desaparecido del rostro de ambos, el brillo de ilusión los acompañaba desde el momento en qué Katryn había aceptado el anillo. Ya en la puerta de su casa se despidieron con un beso y la promesa de verse al día siguiente, no podían dejar de sonreír mostrando así la felicidad que embargaba sus almas.

—Eres mi mundo— susurro Patrick sobre los labios de Katryn antes de separarse de ella y dejar que se adentrará en su hogar.

Camino de vuelta a su casa pero a medio camino, junto a su emoción, decidió ir a la capilla del pueblo para darle gracias a Dios por esa bella oportunidad de compartir la vida con su amada.

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