Capítulo 11
¡HEY HEY- ay!
Resulta que el martes pasado me caí y me hice mierda la mano, las rodillas y la pantalla del celular, ¡pero sigo viva para traerles otro capítulo! Y ojo, porque esta vez es el doble de largo.
Escribo esto luego de volver del hospital, me acaban de decir que mi mano no tiene lesiones graves así que SE FESTEJA.
Me convencieron de publicar esto ahora, así que corregí todo a las apuradas pero Wattpad me cambió los guiones largos. Creo que los corregí todos pero puede que se me haya pasado alguno.
También he estado muy emocionada porque ¡me dieron el visto bueno para traducir otro de mis comfort fics! En este caso es el comfort fic entre mis comfort fics; ese que hace que mi vida tenga sentido y mi corazón de doncella palpite a la velocidad de la luz.
¿Les interesaría leerlo luego de terminar este? ¡Planeo publicarlo a fin de año!
Como siempre, ¡muchisimas gracias a mi beta NatalieNightray1997 por bancarme en este proyecto! ¡Recomiendo encarecidamente que vayan a leer sus fics!
Hoy no tengo especiales recomendaciones, solo que recen a sus santos (YAKU VEN A MÍ) y que disfruten el capítulo.
Reemplazaron las ventanas, piensa.
Pasan tres días antes de que Kuroo vuelva a entrar en la oficina del jefe del Cartel del Amanecer. En esos tres días limpiaron todos los rastros del atraco: ya no quedan fragmentos de vidrio en la alfombra, ni muebles carbonizados, tampoco indicios de que el lugar hace poco estaba en ruinas luego de la explosión.
Delante del paisaje visible por la ventana, Washijou se ve como... Kuroo casi se anima a decir que como una figura «imponente», pero eso no es cierto. Necesitaría otros veinte centímetros de altura y otros quince centímetros en los hombros para ser imponente.
—Tendou —Washijou se gira lentamente. Los señores malvados no deberían tener cejas como esas.
Tendou, detrás de Kuroo, se estira perezosa y burlonamente— ¿Diga, jefe?
Parece el típico villano de las películas. Le gustaría sonreír, pero su labio está partido y sangra cada vez que intenta abrir la boca.
—Regresa en quince minutos —Washijou se acerca a la mesa y, a juzgar por el sonido, abre un cajón.
La imagen es preocupante: la gente no pone un arma sobre la mesa para tener una conversación corazón a corazón con una bebida de por medio. Kuroo parpadea y su ceja cortada palpita de dolor.
—¿Debería traer una lona? —Tendou pregunta alegremente. Kuroo ya no se molesta en girarse ante el sonido de su voz.
Washijou mira en su dirección durante unos segundos, luego mueve su mirada hacia Kuroo. Se pone derecho y luego dice—: No es necesario. Llama a Ushijima y prepara un vehículo.
O no le disparará ahora, o Washijou realmente no se preocupa por sus alfombras y no le importa ensuciarlas de sangre.
—Entendido, jefe —dice Tendou, arrastrando las palabras.
La puerta se cierra y el clic suena ominoso, como el golpe del mazo de un juez después de la frase «se lo sentencia a muerte por inyección letal». Es justo, ya no tiene especiales esperanzas en su futuro. Sobre todo, después de haber pasado tres días en el sótano de la Torre Hamaima y después de que le rompieran las costillas. Al menos alcanzó a morderle la oreja a uno de los tipos que hizo una broma sin gracia. Digamos que simplemente no le gustan los chistes malos y que, a veces, es de actuar como un animal salvaje en cautiverio.
—Entonces, Kuroo Tetsurou... —Washijou comienza a hablar de manera significativa. Se sienta en su enorme sillón de cuero, el cual lo empequeñece aún más. La luz de la ventana pinta la escena en tonos carmesí.
Las esperanzas de un futuro brillante ya han desaparecido. Kuroo se jacta de tener una gran imaginación pero, desafortunadamente, esta también se irá cuando le disparen en la cabeza.
—¿No tienes nada para decir? —la nariz de Washijou se contrae con desaprobación.
—No, en realidad, sí tengo algo: la comida aquí es horrible, tampoco hay agua caliente —Kuroo sonríe y lame una gota de sangre que baja por el corte fresco en su labio—. He visto mejores servicios.
Recuerda su paso por Antofagasta, en donde tenía una ventana con vista al Océano Pacífico, uvas para desayunar y era atendido por la esposa de su captor.
—... Aunque también debo admitir que he estado en peores situaciones —a veces, cuando está en estado de shock, le surge un extraño descaro.
También recuerda su paso por Mar del Plata alrededor del 2014, en donde estuvo cautivo durante una semana sin comida.
—No lo dudo —dice Washijou y junta sus dedos sobre la mesa—. Entonces, ¿qué te trae de regreso a la ciudad?
Tal vez Washijou esté tratando de entender cuándo es que Nekomata se involucró en la persecución de las placas estereoscópicas ¿Acaso Kuroo se topó con todo el plan en proceso o fue un invitado que se inscribió para participar en ese concurso de talentos desde el extranjero?
La opción más segura parece ser —aunque aburrida— decir la verdad, y Kuroo, tratando de encontrar la mejor posición para su cuerpo totalmente adolorido, arrastra las palabras—: Los negocios con algunos de mis socios terminaron mal, así que decidí tomarme unas vacaciones y volver a casa por unos días.
El único problema es que incluso si le hablaba de forma vaga, Washijou podría adivinar exactamente de quién estaba hablando, hacer una llamada telefónica y entonces tendría que defenderse de los chicos de Date una vez más.
—¿Te gusta hacer enemigos, chico?
—Son cosas que pasan —Kuroo sonríe y, en realidad, no miente.
—Parece que te gusta mucho, ya que te dejaste atrapar aquí —dice Washijou enfáticamente. Parece que ya casi llegan al tema principal de la conversación.
La tranquila certeza de Washijou solo confirma lo que Kuroo estuvo pensando durante los tres días en las mazmorras de ese castillo: la información sobre las tablillas sagradas era en realidad desinformación. Un plan simple y genial, uno que él nunca llegó a dominar: dejar un señuelo sobre la ubicación de las estereoplacas y esperar a ver quién llega a la fiesta.
Kuroo ríe entre dientes.
Es difícil saber si Washijou está esperando algo en particular o solo está haciendo una pausa para lograr un efecto dramático, sin embargo, Kuroo decide permanecer callado. La conversación está tomando un rumbo peligroso. Nekomata había aceptado verbalmente salir de la búsqueda de las placas, y solo un día luego de eso, Kuroo fue atrapado con las manos en la masa en medio de un robo fallido.
Ha trabajado para Nekomata durante diez años. Ni siquiera necesitan adentrarse en las complejidades de la red del inframundo criminal de Yakarta para saberlo, es obvio: Kuroo estaba allí esa noche por Nekomata y solo por Nekomata.
—Entonces, ¿con quién estabas hace tres días, Kuroo Tetsurou? —pregunta Washijou, pronunciando cuidadosamente sus palabras.
—¿Acaso me veo como el chico con el círculo social más grande en Yakarta? Estaba trabajando solo, por supuesto —responde Kuroo de inmediato.
Apagué los sensores de calor, me metí por la ventana, volé la caja fuerte, salté del techo y me entregué a los guardias de seguridad completamente solo, ¿verdad, Tsukishima?
—Ahora hablemos en serio —Washijou chasquea la lengua, frunciendo aún más el ceño, lo que hasta ahora parecía imposible—. Al parecer tienes mucha fe en tus habilidades, mejor detengámonos en el hecho de que no podrías haber gestionado todo tú solo.
—Eso me ofende —dice Kuroo en un tono exageradamente herido. Presionaría una mano contra su corazón gravemente lastimado por palabras tan crueles, pero las esposas se lo impiden.
—¿Quién estaba contigo? —Kuroo apenas puede escuchar alguna entonación interrogante en la voz de Washijou.
Ya lo sabe.
Ni siquiera le sorprende. Washijou, para gran consternación de la población criminal de Yakarta, es muy inteligente. Solo necesita sumar dos más dos: Kuroo, disparando heroicamente en el puerto, y Kuroo, robando la Torre Hamaima. Todo con ayuda de algunos benefactores anónimos. Incluso Lev lo habría descubierto.
—Disculpe, ¿por qué está haciendo preguntas cuando ya sabe las respuestas? —levanta una ceja y alza la barbilla.
Washijou lo mira como si le estuviera faltando el respeto y levanta el arma sobre la mesa, como si estuviera tomando un bolígrafo para hacer garabatos en el margen de una hoja. Un gesto perfectamente ordinario.
—¿Y qué hay de Bokuto Koutaro? —pregunta.
¿Qué hay de Bokuto Koutaro? Sigue siendo tan increíblemente genial como siempre ¿Acaso aquella noche había alguien similar disparando en su primer piso? Bueno, no es como si hubiese escasez de tipos musculosos de al menos dos metros en Yakarta. Incluso el propio Cartel tiene algunos.
—Él estaba actuando en mi nombre —dice Kuroo, sopesando cada palabra—. No tiene ningún interés personal en esta competencia de la supervivencia del más fuerte.
—Por supuesto —Washijou saca una boquilla reluciente de un cajón y la sostiene a la luz del sol que entra por la ventana—, pero hace tres años, todos los problemas en Yakarta surgían porque Bokuto Koutaro había comenzado a trabajar en tu nombre.
Kuroo estira sus doloridos labios en una sonrisa: sí, él y Bokuto son profesionales en eso.
—Muy bien... entonces Bokuto Koutaro será el próximo —saca un cigarro largo y fino, lo aprieta entre los dientes y arrastra un fósforo por el costado de la cajita para encenderlo.
—Me encantaría ver eso —Kuroo se ríe oscuramente, sin apartar la mirada de la pequeña llama en el fósforo.
—Justo después de la Iglesia de San Lascano —una calada, humo.
—Me encantaría ver eso también.
—Aunque es poco probable.
—¿No cree en mi habilidad para derrotar a Tendou Satori? Saldré de aquí antes de que logre empujarme por el abismo.
—No, no creo que alguien se las arregle para matar a tus colegas... —Washijou da una calada—... una segunda vez.
Y Kuroo comprende que no hay nada que obligue a Washijou a mentir. La Iglesia es un rival complicado, pero sigue sin tener motivos para no ser sincero y siete luchadores decentes no son el tipo de equipo protagonista que podía enfrentarse con éxito al Cartel.
Lo último que planea hacer hoy es morir o creerle a Washijou Tanji. Ahora, si tan solo la aplastante ola de pánico en su interior se calmara un poco...
—Tus amigos están muertos —Washijou se recuesta en su silla y cruza los brazos su estómago— porque te atraparon.
Y sabe bien por qué lo atraparon. Eso es lo que gana por saltar desde el techo de la Torre Hamaima por el chico que le gusta... o lo que sea. No está enojado, simplemente meterá una bala en su linda cabecita la próxima vez que lo vea.
—Y Bokuto Koutaro también estará muerto —Washijou se rasca la sien con una mano y luego mira a algún punto detrás de Kuroo. La puerta se abre, Tendou carraspea y comienza a silbar alegremente una marcha fúnebre-, pero tampoco podrás verlo. Tendou, llévatelo. No lo descuides y no te lo tomes con calma.
Tendou hace un gesto de bienvenida con la mano, como diciendo «no seas tímido, acércate, por favor», y Kuroo siente un deseo colosal de arrojarlo al mar de Java de nuevo, excepto que esta vez con botas de cemento.
—Entonces, ¿qué tal tu día? —Tendou pregunta en voz baja y sonríe horriblemente.
Kuroo lo ignora, solo sonríe con condescendencia, y luego le guiña un ojo sugerentemente a la secretaria quien los mira a ambos.
En la entrada de la sala de espera logra ver espaldas imponentes ataviadas con blazers negros. Kuroo necesita actuar rápido y pensar aún más rápido. Lo sacarán del edificio custodiado por al menos cinco personas. Entonces terminará en el mismo coche que Tendou Satori y Ushijima-Desgraciado-Wakatoshi.
Y Ushijima Wakatoshi es como Bokuto, pero del lado del mal.
Si logra tener la oportunidad de sobrevivir, tiene que intentar agarrarlo por la cola dentro de ese espacio reducido. Necesita un plan. En su cabeza, la voz de Yaku dice que todos sus planes son una mierda, y la voz de Washijou agrega que Yaku probablemente esté muerto. Luego, su propia voz en su cabeza dice que no hay forma de que eso sea cierto. Necesitan algo más fuerte que el Cartel del Amanecer para eliminar a Yaku Morisuke.
Sus pensamientos oscuros y los coqueteos con la secretaria lo distraen hasta el punto en que se golpea la cadera contra el escritorio por accidente, tirando un portalápiz lleno de bolígrafos y grapas al piso de baldosas pálidas.
—Por favor, discúlpeme, me están llevando a ejecución, así que estoy algo nervioso, como puede ver —le sonríe, mira a Tendou (porque es su culpa el que tenga que transmitirle una noticia tan lamentable a la buena dama), y se inclina para ayudar a recoger las cosas desparramadas, aunque en realidad no pueda recoger nada con las esposas puestas. Intenta agacharse, pero Tendou lo agarra por la nuca y lo jala hacia arriba.
—Eres gracioso. Levántate, tengo una agenda apretada hoy.
Cuatro personas lo conducen al auto: todos lucen serios y tienen dos pistolas cada uno, afortunadamente ninguna es automática. Todo eso contra él; un pobre, indefenso, golpeado y esposado preso. Estaría satisfecho si la última noticia no le hubiese quitado todo deseo de bromear.
Aunque...
—Maldita sea, ustedes tienen muchas armas geniales, ¿se las regalan mutuamente por sus cumpleaños?
Dicho eso, no lo escoltan al auto, literalmente lo empujan dentro.
No hay muchos factores agradables en esa situación.
—Te gusta que te duela, ¿no? —Tendou se ríe desde el asiento del conductor.
Kuroo sisea insultos cuando uno de los guardias engancha las esposas contra algo sobresaliente en el respaldo del asiento, por lo que termina atrapado con las esposas en la espalda.
—No puedo recostarme —observa mientras la puerta se cierra de golpe. Su boca arde de dolor y sabe a sangre—. No es muy cómodo, chicos. Es horrible, en realidad.
—Vamos, habla todo lo que quieras. De todos modos, nunca se puede hablar lo suficiente antes de morir.
Tendou habla desde el asiento del conductor mientras que Ushijima permanece en silencio en el asiento del copiloto. Hay tanta alegría en su voz que es obvio que ser el encargado de darle una muerte rápida, aunque dolorosa, es un placer personal para él.
Kuroo decide no dejar que esto pase desapercibido—. Quieres matarme solo para que no le cuente a todo Yakarta lo mucho que te gusta nadar. Ushiwaka, amigo, ¿escuchaste la historia?
El coche arranca.
Si no sale de eso ahora, lo matarán. Como diría Kai, a quien le gusta juzgar las probabilidades, actualmente tiene una en... ¿cuarenta, cincuenta? O alguna otra estadística deprimente. Sobre todo, porque es poco probable que Kai vuelva a calcular probabilidades para él.
La comprensión cae como un balde de agua fría en su cabeza. Aprieta los dientes con fuerza. Basta.
—A Wakatoshi no le interesa.
—¿Y qué te hace creer eso, bastardo?
—Porque de todas maneras vas a inventar algo —Tendou conduce lentamente entre filas de autos relucientes en el estacionamiento cubierto.
—Sí, tal vez no pueda contenerme —escupe Kuroo— y agregue un final en el que mueras.
—Dios, eres patético. Dime, Wakatoshi...
—Tendou, tu amigo es una tumba, dudo que te responda —Kuroo se ríe maliciosamente. No puede recordar cuándo fue la última vez que perdió el control hasta el punto en que ni siquiera podía ocultar nada— ¿Puede siquiera hablar? ¿O simplemente destruye cosas por orden de su papi el jefe?
—No te enojes con él, Wakatoshi —la voz de Tendou suena relajada, y hace que Kuroo quiera astillar sus dientes—. Nuestro amigo piensa que es esencial soltar cada pensamiento acumulado en su cerebro antes de morir.
El BMW sale del estacionamiento hacia una calle concurrida. Es mediodía y la totalidad de Setiabudi parece estar activa. Salir de la ciudad les llevará, como mínimo, un par de horas. Y Kuroo descubre repentinamente que le encantan los embotellamientos del tráfico de Yakarta.
Siempre tan asesinos como su situación actual.
No es el mejor juego de palabras.
—Y también está triste —Tendou se niega a ceder—. Perdió a todos sus amigos de una vez, y todo es culpa suya, ¿no te sientes mal por él?
—Te mataré —le informa Kuroo gentilmente.
—No si yo te mato antes —responde Tendou en el mismo tono.
Es difícil permanecer quieto en ese asiento, pero sabe que si se lanza hacia adelante como cuando mordió la oreja, lo golpearán y posiblemente también le dispararán en alguna parte.
—Deberías haber visto cómo el edificio de la Iglesia voló por los aires justo al amanecer —Tendou niega con la cabeza— ¡Bam! ¡Granadas! ¡Explosiones! ¡Ametralladoras!
Por supuesto, y los chicos de la Iglesia se escondieron detrás de los bancos y se sentaron allí cubriéndose la cabeza con los brazos. Kuroo sonríe, aplastando otra ola de ansiedad. Bien, bien.
—¿Aprendiste eso de tu jefe? —su voz se convierte traidoramente en un ronquido al final de la frase—. Me refiero a lo de desmotivar al prójimo.
—A tu chico —Tendou sonríe—, Yaku, le volamos la mano antes de morir ¿Recuerdas eso de que se supone que las organizaciones religiosas deben ser transparentes? Bueno, todo fue perfectamente visible una vez que las puertas explotaron.
Sí, claro, piensa Kuroo con furia, como si Yaku fuese a caer ante el Cartel. Su orgullo es inversamente proporcional a su altura; incluso sin piernas, seguiría de pie, fingiendo psicológicamente ser el más alto de la habitación.
«Muy gracioso», el Yaku en su cabeza ríe sarcásticamente.
—Creo que estás exagerando —dice Ushijima, mirando por la ventana.
Kuroo levanta la cabeza. Primero, porque es lo primero que ha dicho en todo el viaje, y segundo, porque en realidad es la primera vez que lo escucha hablar en persona.
Y lo primero que dice es «Creo que estás exagerando».
—¿Realmente te compadeces de él? —Tendou pregunta incrédulo, apoyándose contra la puerta lateral y girándose hacia el asiento del coopiloto.
—No me compadezco de los débiles —Ushijima encoge sus poderosos hombros—, pero no tiene sentido alardear de la masacre de la Iglesia como si los hubieses matado a todos tú solo.
Kuroo debería estar complacido ya que incluso Ushijima está poniendo a Tendou en su lugar, pero dentro de él algo se rompe.
Realmente lo hicieron.
Ushijima Wakatoshi no es el tipo de persona que se burla de sus enemigos. Para desmoralizar a su oponente no necesita palabras.
Imágenes se proyectan frente a sus ojos: proyectiles automáticos perforantes atravesando la mampostería de la abertura arqueada. Yaku, sin llegar a refugiarse detrás del púlpito. Yaku, cayendo sin vida sobre el suelo de piedra.
Inclina la cabeza hacia abajo, apretando los dientes con tanta fuerza que le duelen las encías.
«Bueno, siempre supimos que nos llevarías a todos a la tumba», el Yaku en su cabeza pone los ojos en blanco, «¿Crees que tienes tiempo de ponerte mal?»
Cállate, piensa Kuroo, ¿por qué no puedo deshacerme de ti incluso cuando ya estás muerto?
«Porque te lo mereces después de torturarme con tu estupidez en vida. Dios, deja de lloriquear, idiota, ya tienes un plan».
Kuroo se relaja y se toma un momento para recuperarse. Si incluso Yaku desde el más allá (hace una mueca de dolor, pero si no tiene sarcasmo, no tiene nada) lo menosprecia, tiene que encontrar la forma de salir de eso. Luego podrá aullarle a la luna.
Especialmente porque tiene un plan.
Un plan perversamente inteligente.
El coche avanza lentamente por las congestionadas calles del centro de la ciudad. Esta es la fachada visible y resplandeciente de la pobre Yakarta; está tan pobremente planeada como los barrios marginales. Mires por donde mires, hay motocicletas que intentan moverse entre los autos y conductores perezosos acostumbrados a ese ritmo de tráfico.
Suena un tono de llamada en el asiento delantero. Kuroo, cuyos brazos ya están perdiendo la circulación, escucha a medias mientras Ushijima levanta el teléfono, atiende la llamada y dice—: Estoy escuchando —e inmediatamente después— ¿Qué quieres decir con que las placas fueron robadas?
Esto suena tan intrigante que Kuroo se paraliza, escuchando aún más atentamente.
No hay manera, eso no puede ser cierto.
Tendou casi pisa los frenos.
—¿Que qué? —pregunta con una expresión medio enloquecida, aunque Kuroo opina que todas sus expresiones son así. Se da la vuelta en el asiento y mira a su compañero con los ojos muy abiertos— ¿Cómo que robadas?
Desde su asiento, Kuroo puede ver a Ushijima fruncir el ceño.
—¿Cómo pasó eso?
Silencio. Kuroo lame sus labios con impaciencia, instantáneamente haciendo una mueca de dolor.
—¿Sabemos quién fue? —silencio— ¿Las cámaras captaron algo? —silencio— ¿El sistema de seguridad está intacto y nadie vio nada? —más silencio y Kuroo necesita respuestas, ahora—. Bueno, averígualo y vuelve a llamar más tarde.
¡Qué maravilloso que haya personas además de él que también necesiten respuestas!
—¿Qué está ocurriendo? —Tendou pregunta con impaciencia.
—Las placas estereoscópicas de Ukai Ikkei fueron robadas —responde Ushijima.
Kuroo y Tendou ponen los ojos en blanco casi al mismo tiempo.
—¡Wakatoshi, ya lo sé!
—Yo también —agrega Kuroo.
—Tú te callas ¿Cómo demonios lo lograron? ¡Son cuarenta y cinco centímetros de acero blindado, un escáner biométrico de retina, una cerradura electrónica de tercera clase y protección contra cargas térmicas! ¡No pudieron haber hecho el truco ese que hicieron en la oficina del jefe!
Suena como un infomercial.
O Ushijima no se inmuta por asuntos tan triviales como el robo de las tablillas sagradas, o secretamente es un maestro zen. Su rostro se mantiene simplemente serio, sin ningún indicio de rabia, conmoción o incluso irritación.
—Cuando terminemos aquí me encargaré de averiguarlo —responde.
Tendou chasquea la lengua, le hace una señal a otro conductor, grita algo como «¡desgraciado, mira por dónde vas!», y luego se gira a mirar a Kuroo—. Todo lo que haces es causar problemas.
Kuroo quiere decir que el sentimiento es mutuo, pero Tendou causa más molestias que problemas, así que eso es darle demasiado crédito. Tendou hace una pausa durante unos segundos, aparentemente esperando una respuesta, se impacienta y se gira a mirarlo nuevamente, ve a Kuroo inmóvil con las manos detrás de la espalda, está a punto de decir algo, pero...
Llega otra llamada telefónica.
Tendou presiona el teléfono contra su hombro, cambia de marcha y de carril. Su voz hablando por celular rebota en todo el vehículo.
—¿Qué? —pregunta con voz sombría— ¿De nuevo? ¿Qué pasó? —permanece en silencio durante unos segundos— ¿Evacuaste al jefe...? Bien, ¿reporte de daños? ¿Tenemos las identidades de los atacantes?
Más allá de la ventana, coches de colores brillantes pasan tan rápido como un parpadeo, por el sol puede adivinar que están cerca del mediodía. Kuroo se endereza lentamente y comienza a inclinarse con mucha gracia hacia un lado, por lo que no está claro cómo la visión periférica de Ushijima nota su movimiento en el asiento trasero. Pero lo ve y comienza a acomodarse en su asiento como respuesta.
—¡¿Qué?! —Tendou exclama— ¡¿Bokuto Koutaro?!
Y eso suena como un grito de batalla aún más genial que «Gerónimo».
Ushijima levanta su arma, pero Kuroo lo patea en la cara y trata de girar sus brazos hacia adelante. Sus brazos no cooperan. Maldita sea, por eso una de sus ex novias le recomendó que probara pilates.
—¡Kuroo, maldita sea! —Tendou grita, tratando de ver qué ocurre a sus espaldas.
Detrás de él, Kuroo patea a Ushijima en el hombro con su pierna izquierda, pero aparte de eso, no ocurre mucho.
—¡Date la vuelta, soy tímido! —patea el arma fuera de las manos de Ushijima— ¡¿Qué ocurre con Bokuto Koutaro?!
Logra pasar sus brazos al frente y golpea a Ushijima en la cara con las esposas. Siente que se torció el tobillo, pero no tiene tiempo para preocuparse con eso.
—No es de tu incumbencia —contesta Tendou horriblemente y saca su propia pistola.
—¡No dispares, destrozarás el tapizado! —Kuroo rasca la cerradura con un clip, salta, muerde al bastardo pelirrojo en la nariz y casi se cae de pecho sobre la palanca de cambios.
Dicho bastardo pelirrojo grita, tratando de agarrarse al volante con una mano. Resulta mal. El coche se mueve entre el tráfico, se escucha una cacofonía de bocinazos a su alrededor, advertencia de un inminente accidente vehicular ¿Es mejor ser un cadáver tirado en los límites de la ciudad encontrado diez años después de su data de muerte, o es mejor ser un cadáver rescatado de un automóvil aplastado contra un camión? Difícil elección.
Ushijima se limpia la nariz sangrante con la manga y al instante recibe un cabezazo.
—Aaah, Dios, maldita sea, ¡abre! —Kuroo logra quitarse el reten del asiento y comienza a forzar la cerradura con determinación— ¡Tendou, guarda el arma!
Ushijima tampoco pierde el tiempo, pero Kuroo le quita el arma y le da un codazo en la muñeca lo más fuerte posible. Se oye el crujido de un hueso roto y el clic de las esposas abiertas. Triunfante, Kuroo lanza las esposas a la cabeza de Tendou, quien se agacha para evitarlas, pero termina metiendo la nariz en el cañón del arma de Kuroo.
—Tira tu arma por la ventana, cariño —Kuroo le sonríe.
—¿Qué? —Tendou pregunta.
—Tira tu arma por la ventana, lentamente —repite Kuroo, sin apartar los ojos de Ushijima, quien sostiene su muñeca lastimada.
Tendou obedece, abre la ventana y aire caliente y polvoriento llena el automóvil.
—Bien hecho —Kuroo hace un nuevo pedido—. Dale la vuelta al coche, volvemos a la Torre Hamaima.
Por Bokuto.
—¿Cómo hiciste eso? —dice Tendou maliciosamente, manteniendo sus manos sobre el volante obedientemente.
—Tu secretaria necesita vigilar sus artículos de oficina con más cuidado —Kuroo se quita el cabello húmedo de la frente. El hematoma en el lado derecho de su rostro, ocasionado por las botas de uno de los guardias, palpita de dolor, pero decide ignorarlo.
—Odio tu habilidad para salir con vida incluso de las situaciones más desesperadas.
—Soy famoso por eso.
—Eres famoso por tu estúpido cabello, no te creas tanto.
—¡Qué gracioso! Ahora da la vuelta, Tendou —dice Kuroo, respirando con dificultad y repite, incluso más lento—: Da la vuelta.
Es bueno estar a cargo de la situación. Es bueno tener un arma. Esos dos hechos resultan ser los más significativos de las últimas semanas en Yakarta.
Pero Kuroo no quiere recordar cosas que pasaron hace poco más de una semana, porque en ese entonces estaba sentado en la iglesia y...
Y ahí es donde detiene sus pensamientos cada diez minutos.
Pero no le importa pensar en lo que pasó hace tres días. El rostro de Tsukishima brilla en su mente y no cree que pueda olvidarlo nunca. La diferencia es que ahora le provoca rabia cada vez que lo recuerda. Esa rabia es tan fuerte y motivadora que lo mantiene concentrado: conoce su objetivo y sabe que lo alcanzará.
—Solía lamentar no haber estado nunca en Disneylandia y no haberme acostado con Sachiko Tomoru en mi último año de secundaria. Pero ahora, lo que más lamento en la vida es no dispararte la primera vez que nos cruzamos —divaga Tendou, y Kuroo, incluso mientras recuerda la linda (y maldita) cara del chico con gafas, sigue sin quitar los ojos de él. Después de todo, Tendou es un bastardo peligroso.
Así como Ushijima.
Ushijima sostiene tiernamente su mano izquierda y no hace un solo sonido, solo hace una mueca de dolor cuando el auto salta algún badén como si estuviera a punto de tomar vuelo. Eso es autocontrol, algo completamente respetable.
—No entiendo cómo alguien como tú, tan descarado y descerebrado, sobrevivió en Yakarta durante tanto tiempo.
—No todos los que están fuera del Cartel son idiotas —dice Ushijima de repente, de forma condescendiente, como si estuvieran teniendo esa conversación en serio. O, tal vez, Ushijima solo es un tanque en apariencia y en realidad también está tratando de distraerlo.
Kuroo da una palmada alentadora en el respaldo del asiento de Ushijima con la mano— ¡Palabras de oro! Me gusta tu objetividad, Hulk.
—Empezó a decir eso solo cuando Oikawa se negó a unirse al Cartel —Tendou pone los ojos en blanco y enciende las balizas.
—Oh —Kuroo hace una mueca y finge un tono casual—, ¿de verdad invitaste a ese perdedor del Citadel a unirse al Cartel? Mala elección, amigos míos.
Tendou se ve interesado en el tema— ¿Conoces a Oikawa?
—Nos hemos cruzado un par de veces —ojalá solo fuese eso—, y bueno, su chico intentó matarme, una cosa llevó a la otra...
—¡Qué original!
Kuroo lo golpea con su arma en el cuello y Tendou refunfuña—. Está bien, está bien... —se acercan lentamente a la calle principal de Setiabudi, donde se encuentra la Torre Hamaima, y el embotellamiento, para su disgusto, se intensifica. Sus ventanas están subidas ya que es imposible conducir con las ventanas bajas en Yakarta, sobre todo porque amortiguan el ruido a su alrededor. No obstante, siente que algo extraño está sucediendo más adelante. El flujo de tráfico se interrumpe: algunas personas bajan de los automóviles, otras caminan demasiado rápido, muchos de ellos hablan por teléfono. Intenta escuchar atentamente. En algún lugar cercano hay algo golpeando, como si fuese un martillo gigante.
Cuanto más se acercan a la curva, más parece...
—Madre santísima... —dice Tendou cuando doblan la esquina.
Son explosiones.
Kuroo, estupefacto, observa cómo una caravana de la policía sale de un callejón vecino. Abandonan sus patrulleros en medio de la carretera, imposibilitados de ir más lejos, y corren a toda velocidad lejos del epicentro. La imagen parece sacada de una película apocalíptica. La gente se detiene en el centro de la calle, sale de sus autos y mira con horror la situación que se avecina. Algunos sacan sus teléfonos e intentan tomar fotos, muchos intentan dar la vuelta y alejarse. El zumbido de los cláxones llena el aire junto al penetrante rugido de las sirenas, explosiones y disparos.
—Solo estuvimos fuera una hora —dice Tendou, aturdido— ¡Mierda!
La Torre Hamaima está en llamas.
Parece casi hipnotizante. El fuego es visible incluso desde ahí, a varios distritos de distancia. Humo negro llena el cielo, el aire se transforma por las olas de calor. Los camiones de bomberos no pueden atravesar el embotellamiento al final de la calle, la multitud empieza a enloquecer, tratando de escapar por las calles y callejones disponibles. Hay personas rodeando el auto por todos lados.
—Mierda —dice Tendou en medio del silencio en el interior del coche.
—Bokuto —lo corrige Kuroo.
Tendou se espabila instantáneamente, apagando el motor entre insultos. Es inútil, están estancados. El conductor frente a ellos abrió la puerta y escapó del desastre.
—Bien, bien, bien —Kuroo le apunta con su arma—. Sin movimientos innecesarios, manos donde pueda verlas.
—¡¿Me estás tomando el pelo?!
—Estoy en mi derecho, ibas a matarme.
Tendou hace una mueca—. Eres tan mezquino comenta y luego se vuelve hacia el parabrisas— ¡Maldita sea!
Y no hay una descripción verbal más precisa para describir el Hummer Alpha blindado que se mueve lenta pero constantemente y se dirige hacia ellos. Kuroo puede adivinar quién está detrás del volante solo por el sonido del motor.
Bokuto siempre ha tenido un profundo amor por los Hummers, pero esta es la primera vez que desata ese monstruo en Yakarta.
El vehículo conduce entre dos carriles, empujando el atasco con su poderoso porte. Los conductores intentan despejar el camino ellos mismos, pero no sirve de mucho: la mayoría de los autos pierden sus espejos retrovisores y terminan con abolladuras en sus puertas.
El Hummer sigue acercándose.
—Creo que se enteró de que decidieron acompañarme en mi último viaje, chicos —se ríe Kuroo. Aunque esa situación no le trae alegría alguna. Por lo que sabe, Bokuto podría solo estar tonteando por allí, maldita sea.
O podría estar sediento de sangre.
—Esto es una tontería —Ushijima frunce el ceño—, solo seguimos órdenes.
—Bueno, yo también estaba siguiendo órdenes, y Washijou decidió matarme. Ustedes están siguiendo órdenes y ahora Bokuto quiere matarlos. Es justo —concluye Kuroo, mirando con preocupación a Ushijima. Podría pelear seriamente contra Bokuto incluso con la muñeca rota.
—No es solo Bokuto Koutaro —gruñe Tendou—, ¡es la maldita Undécima Plaga! —se gira bruscamente y Kuroo aprieta el gatillo en señal de advertencia— ¡¿Por qué sigues sentado allí?! ¡Ve y dile que sigues vivo antes de que destruya toda la ciudad!
—¿Y por qué debería? —Kuroo entrecierra los ojos con malicia— ¿Por qué no debería dejar que él se ocupe de todos ustedes? ¿O prefieres que te dispare yo mismo? Después de todo, ya no necesito un conductor —apunta el arma entre los ojos de Tendou.
Dicen que un disparo en la cara es personal. «A tu chico, Yaku, le volamos la mano antes de morir». Kuroo no lo niega.
Ushijima habla, sin apartar la mirada del Hummer que se acerca—. Estás fanfarroneando.
—¿Ah sí? —Kuroo se recuesta en su asiento, apuntando el arma contra él. Tiene más ganas de matar a Tendou, y Ushijima solo es el tercero en la lista luego de Tsukishima, pero no es momento de hacer las cosas en orden— ¿Por qué supones eso? No te muevas —le dice a un inquieto Tendou—. Bokuto aún no está aquí.
—Porque sabes que el Cartel no te dejará salir impune y matarnos. Tus amigos están muertos —señala con la barbilla el coche que tiene adelante—, pero Bokuto Koutaro sigue vivo. Si nos matas, el Cartel reunirá todo su poder en un puño para aplastarlo. Quizás sobreviva, Bokuto es un luchador fuerte y experimentado, también tiene un buen equipo. Pero quizás muera. Y si te matamos ahora —ahí es donde Kuroo se da cuenta de que hay un arma apuntando hacia él desde la mano que hace un momento sostenía su muñeca—, entonces Bokuto Koutaro probablemente vendrá a matarnos.
El silencio se extiende por el coche, un gran telón de fondo para el apocalipsis más allá de la ventana.
—¡Vete a la mierda, Kuroo! —Tendou pierde los estribos.
Y Kuroo obedece.
Nadie le dispara por la espalda, como prometieron. Kuroo cada tanto sigue mirando hacia el BMW a sus espaldas mientras se mueve con dificultad entre autos atascados, pero nadie sale a matarlo. No obstante, es imposible predecir a Ushijima y Tendou. Incluso puede que ya hayan abandonado el vehículo.
Escabulléndose entre los parachoques y baúles hasta el medio de la calle, Kuroo reflexiona. Evidentemente, Ushijima tenía el arma desde el principio, podría haberle disparado hace media hora. Pero planeó no hacerlo después de las noticias sobre Bokuto. Inmediatamente predijo el resultado para ambos bandos.
—¡Bokuto! —grita Kuroo, finalmente entrando en el centro del tráfico. Le duelen las costillas por haber hecho fuerza, envuelve sus brazos alrededor de su abdomen. El Hummer se dirige directamente hacia él. Detrás del Hummer, se puede ver la Torre Hamaima en llamas rodeada de helicópteros— ¡Bo!
El Hummer avanza con determinación. Sería gracioso que, en su misión de rescate, Bokuto terminara atropellándolo.
Las ventanas del auto están cerradas, probablemente no pueda escucharlo desde allí, pero espera que el Cartel no lo haya dejado en un estado totalmente irreconocible.
El Hummer se detiene a unos cinco coches de distancia. De hecho, Bokuto sí está tras el volante. Contra todo pronóstico desmoralizante de Washijou y Tendou, él está vivo, y solo ese simple hecho es motivo suficiente para que los demás se arrepientan. Abre la puerta del Hummer, dejando una abolladura en un convertible naranja reluciente antes de saltar al asfalto.
Y corre hacia él.
—¡Estúpido! —grita, zigzagueando entre los coches— ¡Maldito idiota testarudo!
Kuroo aprieta los labios y sonríe. Siente como si estuviese viendo dos toneladas y media de hierro venir directo hacia él. Excepto que en este caso son cien kilogramos de músculo y, a diferencia del Hummer, estos cien kilos están decididos a derribarlo.
—Oye, Bo, ten cuidado que... —antes de que pueda terminar de hablar, se ve envuelto en un abrazo aplastante que aprieta cada una de sus costillas.
Kuroo suelta un grito de agonía.
—¡Mierda, hermano, lo siento! —Bokuto se aleja, evaluando el daño, y luego se inclina hacia adelante para golpearlo cuidadosamente en el hombro con las yemas de sus dedos—. Pensé que el Cartel te había...
Pero se detiene. Al fondo, una explosión se alza con el crescendo de las sirenas de extinción de incendios.
—Se necesita algo más que el Cartel para matarme —dice Kuroo arrastrando las palabras, y luego recuerda.
Ya había pensado algo como eso antes, pero sobre Yaku, no sobre él. Preguntar da miedo. Kuroo mastica la pregunta en su boca, traga y mira a Bokuto, quien posiblemente sea su último amigo vivo. Pero se decide.
—Vamos, es hora de irnos —Bokuto frunce el ceño, mirando en dirección a la Torre Hamaima incendiada.
—¿Alguien sobrevivió? —Kuroo se obliga a sí mismo a hacer la pregunta, una vez que ya están sentados en el vehículo y que Bokuto comienza a conducir.
Lo mira por unos segundos, y Kuroo decide aclarar—. Quiero decir, si Yaku... —pero se detiene, le es imposible decirlo en voz alta.
—¿Si Yaku qué? —pregunta Bokuto con impaciencia.
Bueno... eso, piensa.
—¿Murió? —termina.
—¿Qué quieres decir, amigo? —Bokuto frunce el ceño—. No, Yaku está herido, pero es un héroe herido, no un caído en batalla. Recibió un tiro mientras todos los demás luchaban, pero ya lo sabes, necesitas kriptonita para matarlo.
—¿Qué? —Kuroo pregunta de nuevo, por si acaso, sin dejar que el apretado nudo en su pecho se afloje— ¿Está vivo?
Bokuto se da una palmada en la rodilla— ¡Todos están vivos, amigo! Pensamos que... —su rostro se vuelve sombrío— ya sabes. Yaku todavía les grita a todos como siempre, ¿qué otra cosa puede hacer? Esa es la única forma de molestar a Saeko, ya lo sabes.
Y sí, en ese momento Kuroo suelta la cuerda, y el nudo comienza a moverse lentamente, aflojándose. Suspira profundamente, dejando que la tensión escape de su cuerpo.
Y luego se da la vuelta de repente— ¿Con Saeko? Bokuto —lo mira atentamente—, ¿a dónde vamos?
Bokuto sonríe ampliamente—. Con las Hermanas Mayores.
—¿Vieron? —Hinata irrumpe en la habitación— ¡¿Vieron lo que están pasando en la televisión?!
Sugawara se aleja de la ventana y se saca el cigarrillo de la boca. Shimizu levanta la vista de su computadora portátil.
—¿Qué ocurre? —Shimizu pregunta con calma, sin apresurarse a cerrar su computadora portátil. Mientras tanto, Hinata busca el control remoto en la cómoda debajo del viejo televisor. Lo encuentra y lo enciende. Pasa algunos canales locales, se detiene y sube el volumen.
El presentador de noticias habla en indonesio. Es el segmento informativo del día, por lo que entiende Sugawara mientras se acerca a ver.
«... hace aproximadamente una hora. El ataque comenzó tan repentinamente que nadie tuvo tiempo de reaccionar. El edificio se incendió casi de inmediato, varios de los primeros pisos se han derrumbado. Según los rescatistas, hasta ahora se contabilizan veintitrés víctimas fatales...»
La imagen del presentador de noticias es reemplazada por imágenes del evento.
«...Veintiocho más se encuentran hospitalizados y en estado crítico. Los atacantes utilizaron lanzagranadas y armamento militar...»
En la pantalla se ven furgonetas negras. La cámara temblorosa graba a personas con trajes azul oscuro, rostros con pasamontañas y gafas de protección.
«... El Ministerio de Defensa de Indonesia informa que es imposible determinar si el ataque fue o no un acto de terrorismo: nadie se ha atribuido la responsabilidad hasta el momento, incluido Jemaah Islamiyah, y la ubicación elegida para el ataque no es políticamente estratégica. La policía de Yakarta niega las acusaciones de un ajuste de cuentas ni de vehículos blindados deambulando por la ciudad. Las identidades de los atacantes aún no se han confirmado...»
En la pantalla se ve a la Torre Hamaima ardiendo como una vela de cumpleaños.
Después, ya no hay nada importante, solo un programa analítico urgente en un estudio con comentarios de expertos.
Pero ellos no lo necesitan, saben quién lo hizo.
—A Bokuto Koutaro realmente no le gustó que el Cartel invitara a Kuroo a una fiesta —dice Sugawara, en el momento en que la puerta se cierra detrás de Hinata. La cámara en la televisión cambia constantemente entre rostros indonesios.
—Puede que todavía esté vivo -señala Shimizu, recostándose en su silla y cruzando los brazos sobre su pecho. Ella todavía mira la televisión, leyendo los labios, nota Sugawara, y sus lentes brillan levemente con el reflejo—, la Iglesia no hubiese reaccionado así con nosotros si hubiesen pensado lo contrario.
Sugawara levanta ambas cejas— ¿Crees que eso hubiese cambiado algo? Incluso si Kuroo sobreviviera, el Cartel aún le hubiese declarado la guerra a la Iglesia.
—Si no hubiésemos evacuado a Tsukishima y Yachi, aún hubiesen declarado la guerra, pero hubiésemos quedado atrapados en fuego cruzado, contra un paredón —suspira, arreglando su cabello—. Pero ya viste: ellos consideran a Kuroo Tetsuro como uno de los suyos. Ni siquiera sus acciones anteriores cambiaron su relación.
—Hay una oveja negra en cada familia —bromea tristemente Sugawara.
Kuroo Tetsuro provoca muchos sentimientos y molesta a la mayor parte de la población, especialmente si se lo propone, pero su carisma es innegable.
Shimizu asiente—. Esa es exactamente la razón por la cual ahora mismo somos su enemigo número uno, no el Cartel. Todos predijeron que algo así podía pasar, pero la muerte de Kuroo Tetsuro... Claro, nuestros intereses por las placas estereoscópicas se interponen, pero ellos quieren matarnos por Kuroo. Ahora somos los siguientes en la lista de Bokuto Koutaro.
Sugawara vuelve su mirada hacia el televisor silenciado, muestra la Torre Hamaima nuevamente, ardiendo con fuego y humo negro.
Y si ese es el Cartel, no es muy difícil predecir lo que les ocurrirá a ellos.
A Bokuto no le importará si son representantes del gobierno estadounidense o una pequeña pandilla de los barrios bajos. Ha mostrado abiertamente a toda la ciudad lo que les sucede a quienes matan a sus seres queridos.
Desde el robo fallido, han pasado tres días.
—Tenemos que pedir refuerzos, Kiyoko —dice Sugawara, exhalando el humo de su cigarrillo dentro de la habitación—. Tan pronto como sea posible. Sabes que Bokuto...
—Ya estamos en una posición muy precaria —Shimizu niega con la cabeza—. Especialmente porque algunos pocos operativos no ayudarán, somos nosotros quienes le interesamos a Bokuto. No podemos llamar a un ejército, Koushi. Estados Unidos ni siquiera puede tener presencia en territorio indonesio. Tenemos que hacer esto con nuestros propios medios. Aunque...
Sugawara levanta las cejas.
—No creo que Kuroo Tetsurou pueda morir tan fácilmente. Podríamos tener una oportunidad si todavía siguiese con vida.
—Nuestras vidas dependen de la de Kuroo Tetsurou, a quien arrojamos al fuego nosotros mismos —Sugawara se frota la frente.
—Nuestras vidas y el éxito de la operación.
—Entonces oremos para que sobreviva.
Sugawara nunca ha hecho nada tan extraño en su vida.
IT'S ALIVE!
Puedo asegurarles que la primera vez que lo leí me dolió el corazón con lo de Yaku.
¿Están emocionados por el reencuentro?
En la parte de «la supervivencia del más fuerte» había una referencia a Daft Punk pero no había forma de incluirla correctamente.
Por ahora creo que es todo, sin embargo me veo obligada a preguntar: ¿Cuál es su canción favorita de Ariana Grande? Estoy intrigada jaja.
También como siempre pueden dejarme sus teorías, amo leer todo.
Eso sería todo por hoy, ¡hasta el siguiente lunes!
¡Besitos!
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