Capitulo 50
Nicolás.
-¿Estamos de acuerdo en que deben avisarme de cualquier descubrimiento? No deseo esperar a que ustedes crean que hay avances para avisarme.
Miré a ambos detectives.
-Si señor.
-Esto debe ser completamente confidencial.
-Entendido.
-¿Algo más? Creo que les he dado todos los detalles para que puedan buscarla.
-Puede que el primer informe nos tome más de dos meses.
-Sé que será difícil conseguir algo pronto por la poca información, pero deseo que antes del próximo mes encuentren algo.
Los hombres se miraron entre sí.
-Alteza haremos todo lo posible.
-Confiaré. Creo que es todo por hoy.
Ambos hombres se levantaron.
-Alteza. – Me dieron un apretón de manos y los acompañé a la puerta de la oficina.
Apenas asomé mi cabeza y miré a la servidumbre alarmada, como si algo muy malo hubiese sucedido. Leticia corrió hacia mí. Inmediatamente pensé en la salud de mi abuela.
-¿Qué sucede?
-La princesa Eva ha tenido un accidente. – Dijo de manera rápida.
Me quedé petrificado por un momento y miré que ella de nuevo corría a la dirección contraria. Corrí hacia los autos. Debía ver que Eva estuviese bien.
-¿Dónde está? – Pregunté al mozo que me entrego las llaves del auto.
-En la carretera a la finca, interestatal km 25.
No perdí tiempo y puse el auto a toda marcha, aquel recorrido parecía ser el más largo que hubiese hecho en cualquier momento. Miraba mi entorno pasar a mi lado a la velocidad de la luz, pero no llegaba a mi destino.
Una fila de autos, ambulancia, policías, grúas y la prensa ya estaban ahí cuando llegué. Baje del auto sin mirar si estacioné correctamente o si había cerrado la puerta, corrí de prisa y me pase la cinta de restricción.
-Alteza usted. – Un policía quiso detenerme, pero llegué cerca de Eva.
La escena era completamente horrible, había cristales por todas partes, partes del auto que habían salido volando en el momento del impacto se encontraban esparcidas, lo que antes era un auto envidiable blanco ahora solo parecía chatarra vieja, estaba bocabajo.
El equipo de seguridad estaba tratando de rescatar a Eva, los bomberos golpeaban la puerta para poder retirarla y sacar al completo el cuerpo de Eva sin lastimarla más. Me quedé a unos metros lejos, aquello no quería creerlo, la miré con la cabeza colgando hacia abajo, su cuerpo estaba completamente insostenible.
-Alteza... - Su equipo de seguridad personal se acercó a mí.
-¿Cómo mierda pasó? – Dije apenas audible.
-El auto impactó hacia ella, no nos percatamos de que iba en su dirección.
-¿Dónde está? ¿Quién es?
-Ha muerto en el instante estaba conduciendo en un nivel alto de alcohol en el cuerpo, el automóvil no tiene placas y era blindada. Uso exclusivo de la fuerza militar.
-¡Mierda! ¿Cómo no lo previnieron antes?
-Señor...
Antes de que él pudiese terminar la frase miré el cuerpo de Eva ser sacado del auto con mucho cuidado, los paramédicos se acercaron cuando ella estaba reposando en el pavimento a la vista de todos. Sentí las piernas temblar, quise correr a abrazarla. Aguanté la respiración por unos minutos.
-Ella respira, ¡Rápido el respirador! – Escuché al enfermero y sentí que volví a la vida.
Con movimientos rápidos le pusieron un collarín, la entubaron y conectaron el respirador manual, en menos de un minuto estaban corriendo con la camilla para subirla a la ambulancia. Corrí con ellos y traté de tomarle la mano, pero fue imposible, los paramédicos estaban haciendo lo imposible para que dejara de perder sangre.
Su cuerpo estaba bañado en sangre, la cara, las manos, los brazos, el pantalón blanco y la camisa verde esmeralda se habían convertido en trozos de tela rasguñadas. Aquella imagen no era la Eva de Italia, era una Eva completamente diferente.
-Alteza, usted...
-Yo iré con ella. – Dije al subirme a la ambulancia y olvidarme de todo.
Nos movimos rápidamente hacia la ciudad, el hospital privado la estaba esperando. Llegamos y como si todo fuese en cámara rápida la bajaron de la ambulancia y corrieron pasillos dentro del hospital, mientras un doctor pedía la situación actual y de como habían encontrado a Eva un paramédico no dejaba de decir sus latidos, sus fracturas, la perdida de sangre y otras cosas más que apenas pude comprender.
-¡Quirófano ahora! – Gritó y un grupo de médicos y enfermeras lo siguieron como si se tratase de protegerse de una bomba atómica.
Una enfermera me detuvo.
-No puede pasar alteza.
-Pero...
-Espere en la sala, le visaremos cualquier cosa.
-¡Eva! Despierta, ¡Eva! – Grité cuando mi cerebro pudo conectar con mis labios.
Mi prima se miraba tan frágil y a la vez tan pacíficamente dormida. Ella estaba bien, los paramédicos lo habían dicho, Eva no había partido. Enfadado con cualquiera golpeé la primera pared que visualicé. Mi celular sonó en mi bolsillo.
-¿Dónde estás? ¿Cómo esta? – Mi papá llamaba desde otra línea.
-Hemos llegado al hospital, la han metido en el quirófano.
-¿Sabes algo? ¿Han dicho algo?
-Sigue respirando, es todo.
Escuché que dejó salir el aire que estaba conteniendo.
-Tus tíos ya vienen en camino, ¿Lo sabe James?
-Lo llamaré.
Le colgué y miré por unos instantes el número de James. ¿Cómo le explicaría que deje sola a su mujer por unos instantes? Me revolví el cabello pensando en que la noticia no le sonara fatal, pero obviamente seria inevitable.
-James... - Tragué más de lo necesario y las palabras no salían. – Eva ha sufrido un accidente. – Dije entrecortadamente.
James.
En Tokio el reloj marcaba pasada las tres de la mañana. Desde que el avión aterrizó no he podido concentrarme en absolutamente nada, la primera junta que tuvimos no fue exitosa, Damián hizo muchos esfuerzos para que los socios no se dieran cuenta de mi inquietud, pero no valió la pena.
Ellos acordaron que era mejor posponer la reunión para mañana porque posiblemente el cambio de horario estaba haciendo estragos en el acuerdo. La realidad era que me encontraba muy lejos de mi situación actual, solo pensaba en Charlotte y en que ella estuviera bien a cada momento.
La ultima llamada que hice con ella la escuché tranquila y yo estaba igual, ya que ella se encontraba en el palacio y sabia que ahí no corría ningún riesgo. Nicolás podría ser un hombre de bromas, pero si se trataba de cuidar a su familia se metía en el papel, ese hombre se había ganado mi confianza.
Tenía puesto únicamente el pantalón de pijama, hace una hora que esperaba la llamada de Charlotte donde debía avisarme que ya había llegado a casa. No estaba convencido de que las cosas fuesen bien. Si se quedo en el palacio debió avisarme, aunque probablemente tenga muchas cosas que hacer por no asistir a un evento importante mañana.
Caminaba de un lado a otro mirando la pantalla de mi celular, no la llamaría ella prometió hacerlo, habíamos puesto unos limites en cuenta al trabajo, ella podía interrumpirme las veces que quisiera mientras que yo debía respetar, sí algo en desventaja, pero comprendía que a veces Charlotte necesitaba su espacio.
Miré varios minutos mi lista de contactos y estuve a punto de llamar a Nicolás o al palacio para saber que sucedía con Charlotte, pero me contuve, aquello era pasar uno de los límites que habíamos establecido. Posiblemente su mensaje estaría por llegar.
Recorrí cada lado de la habitación. <<Dios que ella esté bien, que ella este bien.>> Pensaba a cada momento.
Mi celular sonó y me alegre por un momento al pensar que era ella. El nombre de Nicolás apareció en la pantalla.
-James... - Escuché que tragó con dificultad. – Eva ha sufrido un accidente.
Aquellas palabras fueron el peor golpe que pude recibir.
-¿Qué? ¿Dónde está? ¿Esta bien? ¿Dónde estas tú? – Pronuncie todo rápido.
-Hemos llegado al hospital. Ha entrado al quirófano. Yo... yo...
Sentí que me faltaba el aire. ¡Mierda! ¡Mierda! Era lo que me suponía. ¡Maldita sea!
-¡Mierda! Llegaré enseguida.
-El avión te está esperando.
Colgué con la rabia creciéndome por dentro. Desesperadamente busqué una playera y empaqué todo. Damián abrió la puerta al verme correr de un lado a otro.
-Te has enterado.
-Me marcho. – Cerré la maleta con prisa.
-James... - Me tomo del hombro. – Debes calmarte, no puedes irte así.
-¡Joder Damián! No me pidas que me calme, no ahora.
-James...
Lo dejé solo en la habitación y lo único que pensaba era en que ella estuviera bien. Dios, por favor que Charlotte esté bien.
El avión aterrizó, una camioneta negra me esperaba a los pies de la pista y rápidamente partimos al hospital donde en estos momentos estaba ingresada Charlotte. En la puerta principal estaban todos los medios de espectáculos expectantes de lo que pudiese pasar, al verme bajar y subir las escaleras a toda velocidad gritaron mi nombre y comenzaron a tomar fotografías.
-Por aquí... - Escuché decir a alguien y tomamos el elevador al quinto piso.
Entre en la habitación con la esperanza de encontrar a Charlotte con vida y solo visualicé a toda la familia real dispersos en la habitación.
-¿Dónde está? – Fue lo primero que dije.
-Aún no sale de la operación. – Nicolás respondió y caminé en dirección a él.
-¡Tú! – Le proporcioné un puñetazo en la cara. - ¡Tú tenias la obligación de protegerla!
Su padre y su hermano me tomaron por los brazos mientras que su madre corrió a verlo. Nicolás estaba con la nariz sangrando en el suelo mirándome sin decir nada, su mirada estaba perdida.
-¡Señor Acker! – La reina se interpuso. – Este no es el lugar ni el momento para que pierda los estribos. No hay culpables aquí.
-¿Y acaso es casualidad que los dos intentos se hayan realizado cuando Nicolás acompañaba a Charlotte?
Nadie respondió y me solté de los dos hombres.
-¿Por qué crees que le haría daño? ¡Joder James! ¡Me conoces! Eva es como mi hermana, ¡Diablos! – Seguía limpiándose la sangre con las mangas de la camisa.
-Llamen a una enfermera. – Dictaminó la monarca. – James es mejor que te tranquilices, no podemos....
-¿Qué? ¿Hacer un escándalo? – Grité. - ¡Es mi mujer la que esta adentro! ¡Joder! Ni siquiera sé que tan grave es y si se está salvando o la estoy perdiendo ahora mismo.
-No negaré que el estado de salud de Eva es muy delicado, pero no podemos discutir entre nosotros, nadie de aquí ha tenido la culpa, seamos personas civilizadas y esperemos indicaciones del médico. – Intervino Francisco, el tío de Charlotte.
Me sobé las sienes y la enfermera entró para revisar la gravedad de Nicolás. Me alejé de todos por un momento y miré a través de las cortinas del cristal del edificio.
Nadie compartió nada por cuarenta minutos aproximadamente, todos estábamos en espera del médico. Charlotte ya tenia cinco horas en el quirófano.
-Mis tíos llegaran al amanecer. – Mencionó Carlo después de colgar el teléfono. – Iré al palacio para estar al tanto de lo que han encontrado los de seguridad con respecto al culpable del accidente. Llamaré por si sucede algo.
-Cuídate hijo. – Su madre lo abrazo y se despidió.
Mi celular sonó, lo saqué del bolsillo y contesté.
-Hijo, ¿Qué sucedió? ¿Cómo está ella?
-No lo sé.
-¿Dónde estás?
-Esperando respuestas en el hospital.
-Iremos para allá.
-No los necesito.
-James Acker Diamond, soy tu madre y somos tu familia, Charlotte también se volvió parte de nuestra familia no podemos quedarnos sin hacer nada.
-Madre, esto no es un evento familiar, no hay una foto que enmarcar.
-¡James! ¿Qué te pasa? ¡Es suficiente! Tu padre y yo estaremos ahí, te importe o no.
Colgué, no tenia cabeza para discutir con mi madre y enviarle todos mis demonios ahora mismo. Marqué a Damián.
-Necesito que unas a todo el equipo secreto y que me localicen a ese hijo de puta lo antes posible. – Hable bajo.
-James estoy en una junta.
-Me toma por los huevos lo que estés haciendo ahora mismo. Lo dejas y te pones a hacer lo que te he dicho. – Le ordené.
-¿Te estas escuchando?
-¿Tú me estas escuchando a mí?
-James no puedo... - Susurró.
-Damián es una orden, no lo discutiré. Ahora mismo mi mujer está debatiéndose entre la vida y la muerte y necesito encontrar a ese hijo de puta. – Apreté el puño antes de querer golpear algo.
-Aunque sepamos donde esté nada lo liga a los acontecimientos y lo sabes, ya sabíamos de eso hace cuatro meses.
-Es él, ¡Carajo Damián! Es él y no me importa si tengo que quitarle la verdad a golpes.
-Te mantendré avisado. – Colgó.
-Si, David... si.... Si tus padres están de camino... no, no es necesario... está bien... informaré a todos... adiós. – Francisco colgó.
Voltee a mirarlo.
-David tomará el vuelo próximo para llegar. – Informó.
-Por favor avísale a Carlos que deben esperarlo y traerlo con mucho cuidado, tanto él como sus padres entraran por la puerta trasera, hasta el momento al único que ha visto la prensa ha sido a James y así se mantendrá. – La monarca dio indicaciones.
El tiempo siguió su transcurso y tanto los tíos de Charlotte, como la reina, Nicolas y yo, seguíamos esperando noticias del estado de Charlotte, amablemente su tía varias veces me preguntó si necesitaba algo de la cafetería, pero me rehusaba a probar alimento.
Nicolas y yo por momentos nos mirábamos, pero ninguno decía nada, al parecer esta vez le había roto el tabique y tuvieron que hacerle una pequeña incisión para corregírsela. Ahora mismo estaba con la camisa manchada de sangre, el cabello alborotado y la mente corriéndole a mil por hora, podía notárselo en la mirada.
-Madre deberías irte a la cama, han llegado por ti. – Francisco se acercó a la reina. – Son pasadas las dos de la mañana.
-No, me quedaré a recibir noticias.
Tanto la reina como los demás miembros se habían acomodado en distintos lugares para descansar un poco. Aunque parecíamos serenos, la intranquilidad nos comía por dentro. Ya eran las tres de la mañana y seguíamos sin noticias favorecedoras.
La puerta se abrió y un médico con bata entró a la habitación todos nos levantamos y nos pusimos de pie al frente.
-¿Cómo está? – Fue lo único que pude pronunciar, la garganta se me cerró en cuanto inspeccioné su rostro.
-Majestad, altezas. – Hizo reverencias. – Señor Acker... - Tragó y entre sus manos sostuvo su cubrebocas quirúrgico. Lo apretó como si no supiera dar noticias trágicas. – Su alteza real, ha tenido...
-¿Está muerta? – Nicolás dijo por todos.
-No, ha entrado en coma.
-¡Por dios! – Ingrid ahogó un grito.
-¿Pero va despertar cierto? – Pronuncié.
-Es difícil decirlo, fue una operación muy difícil, tiene las costillas rotas, el hueso del hombro que se une al omoplato tuvo fractura de segundo grado, la clavícula derecha se rompió en tres partes, sufrió un traumatismo craneoencefálico, hubo demasiadas hemorragias por dentro, tiene lesiones intestinales y lesiones en la columna vertebral. Además de que nos enfrentamos a un paro cardiaco.
-¡Dios! – La abuela se tapó la boca y su hijo la ayudó a sentarse.
El doctor siguió hablando al ver que nadie decía nada.
-Pudimos hacer que su corazón volverá a latir, pero son muy pequeños los latidos, así que decidimos conectarla a una máquina hasta que su corazón se recupere, pudimos evitar sus hemorragias internas en las lesiones intestinales ya que al tener las costillas rotas algunas llegaron a perforar algunos órganos.
>>No puedo ser optimista, pero tendremos a la princesa en observación, por el momento su cerebro ha decidido entrar en coma y puedo decir que es un punto favorable porque así su cuerpo tomará el reposo necesario para asimilar todo lo que le sucedió, estaremos monitoreando a la princesa las veinticuatro horas, por el momento se encuentra en observación.
-¿Puedo verla?
-Solo por el cristal, pero recomendaría no hacerlo señor Acker, la princesa no tiene buen aspecto...
-No me importa, es mi esposa.
-Doctor, ¿Cuándo la traerán aquí? – Preguntó Nicolás.
-No puedo decir fechas exactas, la princesa debe estar estable de alguna de sus lesiones. Nos preocupa que pueda entrar en otro paro cardiaco, por eso la tenemos en observación.
-¿Qué consecuencias habrá? – Habló Francisco.
-Posiblemente pérdida de memoria, dificultad para hablar, caminar, no podrá valerse por sí misma durante un tiempo. Esperemos que la columna no haya tenido mucho daño, porque si es lo que pensamos, ella podría quedar cuadripléjica.
Dejé escapar un suspiro. Charlotte debía salir de esta.
-¿Qué es eso? – Nicolás intervino.
-No podrá mover ninguna parte de su cuerpo. – respondió el doctor.
-Deseo verla, necesito verla. – Insistí.
-Voy contigo. – Nicolás mencionó.
-No, únicamente una persona y solo cinco minutos. Es muy arriesgado, no sabemos como puede reaccionar. Por el momento solo el señor Acker, si lo acepta majestad.
Todos esperamos la respuesta de la autoridad máxima.
-Adelante.
El cirujano y yo caminamos a una sala donde debía ponerme el traje quirúrgico, porque, aunque la mirase detrás de un cristal, debíamos protegernos todos. Al ponerme el traje azul desechable, caminamos a otro pasillo y me pidió el médico quedarme unos minutos detrás del cristal.
Escuché murmullos en la habitación y minutos después la cortina se levantó. No podía creer aquello, ella no era Charlotte, mis ojos se negaron a mirar aquella versión de mi amada. Charlotte estaba con un respirador artificial, las maquinas a su alrededor emitían pitidos que demostraba que aún seguía con vida.
Tenia los ojos cerrados, la cabeza vendada y posiblemente el resto de su cuerpo igual, estaba cubierta por una manta de los pies hasta el cuello, no podía verle alguna otra parte, ni siquiera supe si tenía alguna otra parte del cuerpo a salvo.
Mi corazón se rompió al verla tan frágil y luchando por su vida. Mi preciosa Charlotte estaba tan delicada, hubiese dado lo que fuera por estar en su lugar.
-Amor mío, ¿Cómo han podido...? Tú... - La voz se me cortó y las lagrimas no dejaron de salir. – Charlotte, cariño, estoy aquí... no me dejes, no ahora mi vida, apenas hemos empezado a vivir... - Sorbí. – Amor, no te dejaré marchar, ¿Me oyes? Debes luchar, por ti, por mí, por tu familia, por todos, cielo... Saldremos de esta, lo verás, viviremos hasta ser viejitos como lo habías dicho una vez. ¿Cómo podré ser un buen hombre si no estas a mi lado?
Me recargué en el cristal.
>>Charlotte, por favor, lucha por los dos, estoy aquí, mírame, he regresado, no te vayas, no de nuevo, cariño, aun tenemos planes, tenemos una vida por hacer. Vida mía, al salir de esta te prometo que te llevaré a vivir lejos de todo, viviremos tranquilamente, nuestros hijos serán crecidos con mucho amor y lejos de todo esto, te promete que viviré únicamente por y para ustedes, cielo, no me dejes, por favor, no lo hagas.
>>Te prometo que estaré a tus pies y únicamente viviré para hacerte feliz, seré tu fiel siervo. Amada mía por favor despierta, amor, por favor, estoy aquí, tengo amor suficiente para los dos, te amo cariño, te amo demasiado que verte así me duele mucho, mi pequeña, por favor abre los ojos, por favor solo por favor, regresa conmigo.
Me limpié las lagrimas y traté de mirarla detenidamente para poder detectar algún movimiento, saber que ella estaba en realidad viva y no que los aparatos lo estaban por ella.
-Señor... - El médico interrumpió. – Se ha terminado el tiempo.
-¿Cuándo la volveré a ver?
-No será esta noche.
Asentí y lo seguí por donde entramos.
-¿Le gustaría que le entregara las pertenecías de su alteza o desea esperar hasta...?
-¿Hay algo que se haya podido rescatar?
Me entregó en una bolsa el collar con mi dije y los anillos de compromiso, el de matrimonio y el de la eternidad que le regalé al poco tiempo de casarnos. Asentí en agradecimiento y caminé a la habitación donde estaba la familia.
Los padres de Charlotte, su hermano y mis padres ya estaban ahí.
-¿Cómo esta? – Su madre con los ojos llorosos se acercó corriendo.
Me tomó de la camisa y me sacudió al no decirle nada.
-No está bien.
Sentí un golpe en la mejilla izquierda y solo volteé la cara. Ella me había abofeteado.
-¡Tenías que protegerla! ¡Es mi pequeña! – Gritó y las piernas se le doblaron, su esposo la sostuvo.
-Ella, Ella... - La llamó, pero no respondió. Se había desmayado.
Una enfermera entró a auxiliarla, la acostaron en la camilla de la habitación.
-¿Dónde carajos estabas? – David se puso cara a cara.
-Hazlo, sé que quieres golpearme, me lo merezco.
-No James, por más que quiera golpearte ahora mismo por lo de mi hermana, eso no hará que ella se despierte en este instante, no debo hacerlo por ella, ni por ti, porque sé que la amas y que esto no es tu culpa, estoy enojado, pero no puedo desquitarme contigo, es injusto. – David se alejó.
-James, hijo... - Mi madre me abrazó. – Charlotte es fuerte, va a despertar, lo hará. Tengamos fe.
-¿Fe? ¿De qué me sirve la fe madre? Si la mujer que amo esta en una camilla entre la vida y la muerte, verla ha sido el peor de los castigos.
-Hijo... no hay palabras para decirte ahora mismo, pero no puedes caer, te necesita, te necesitamos. – Mi padre me tocó el hombro.
-No puedo seguir aquí. No... yo... no.
Antes de volver a romperme ante la mirada de todos salí en dirección a otra parte, necesitaba irme muy lejos, no podía contenerme por mucho tiempo. Los de seguridad me detuvieron al salir por la puerta principal.
-Señor, no puede...
-Necesito salir y necesito mi auto. – Grité enfadado.
Ambos guardias y el personal del hospital se quedo en silencio y expectantes a lo que sucedería. El que habló antes dijo algo por su sistema de seguridad y esperó indicaciones.
-Sígame.
Nos dirigimos a la parte trasera, una camioneta con el chofer me esperaba.
-Iré solo. – Cerré la puerta del conductor antes de que dijese algo y salí de ahí con las llantas derrapando en el pavimento.
Al llegar al primer semáforo las lagrimas recorrieron por mis mejillas sin parar, golpee el volante maldiciendo una y otra vez, ¿Por qué a la gente buena le pasan cosas malas? Odiaba que mi cerebro me recordara a la pobre Charlotte recostada en la camilla como si nunca se volviese a levantar. Maneje y maneje y sin darme cuenta estaba llegando en donde el accidente tuvo lugar, no había ninguna alma, solo las luces del auto, yo y la lluvia que comenzaba a hacerse presente.
Con las piernas temblorosas baje de la camioneta y distinguí algunas manchas de sangre, el área ya estaba limpia de cristales y cualquier parte de automóvil, cualquiera diría que no ha pasado nada, pero había pasado lo peor.
-Nooooo ¿Por qué ella? – Grité ante la soledad sin recibir respuesta. - ¿Por qué no pude ser yo? – Volví a gritar. - ¿Cuándo podremos ser felices sin estar en peligro?
Mis piernas se doblaron y comencé a llorar en el frío pavimento. Apreté lo más que pude los puños hasta clavarme el dije de J en la mano y que este comenzara a sacar unas gotas de sangre, abrí la mano y visualicé nuestras alianzas y el collar. Lloré con más fuerza, Charlotte no podía irse de mi lado.
-Quítame todo lo que quieras, menos a ella. – Grite al aire. - ¿Por qué ella y no yo? – pronuncié. - ¿Por qué? – Grité con más fuerza.
Y como si el universo no quisiera aclararme las ideas, la lluvia llegó y mi tristeza fue mayor.
-¡James! ¡James! – Seguía hundido en mi miseria. - ¡James! – Un Nicolas protegiéndose con su saco llegó a mi - ¡Mierda James! Te vas a enfermar. Anda vámonos, todos están preocupados por ti.
Hizo intentos en vano por cubrirnos a ambos.
-Déjame. ¡Vete! – Le grite. – Tu y yo no debemos estar juntos.
-¡Carajo James! ¿A caso crees que a Eva le gustaría que estuviésemos peleados? James ¡Ella te necesita! No le hubiese gustado que estuvieras hundiéndote en tu propia mierda.
-¿Por qué hablas en pasado si ella todavía está viva? – Dije entre sollozos.
-James, ella sigue viva, solo que te necesita ahí, necesita al hombre fuerte que siempre la tiene entre sus brazos, al hombre que la ama y que no se dobla por nada, al hombre que le juro amor eterno, no al que a la primera se separa. ¡Necesita al James de siempre!
Un rayo se escuchó cerca.
-Pero sin ella no soy nada, la necesito a mi lado.
-¿Y como va estar contigo si te has ido a la primera? Sé que todo esto es duro para todos. Pero no puedes salir corriendo y pegarle a todo el mundo. James, vámonos, hace frio y ambos ya nos hemos mojado. Podemos enfermarnos de hipotermia. Vámonos James.
Me tomo del brazo y me jalo hacia él, a regañadientes le hice caso y sin darme cuenta me monté de copiloto a su lado.
-He venido en otra camioneta, no podemos dejarlo ahí.
-Ya vendrán por ella.
Llamó por teléfono y no entendí lo que dijo, solo recuerdo la frase <<Sí, está conmigo.>>
Regresamos al hospital y rápidamente el equipo de seguridad nos escoltó hacia la habitación privada, porque ahora todo el personal medico estaba intrigado por los acontecimientos de las ultimas horas.
-James ¿Pero que ha pasado? – Mi madre escandalizada se acercó.
-Lo he encontrado bajo la lluvia.
–Pediré que les traigan ropa seca y algunas toallas. – Dijo Ingrid.
-Hijo deberías descansar. – Mi madre me acercó a un de los sillones y comenzó a sacarme los zapatos.
No le respondí.
-¿Quieren un té o café? – Ingrid volvió a hablar.
Negué con la cabeza.
-James, no te hagas esto, Eva te necesita, si tu estas mal, ¿Cómo podrá recuperarse? – Mi mamá volvió a llamarme.
Miré hacia la familia de Charlotte y ahí pudo encontrar mi respuesta. En la habitación ya solo quedábamos mis padres, los padres de Charlotte, su hermano, Nicolas y sus padres. La reina se había ido a descansar desde hace unas horas antes. Nos dieron ropa seca y ambos nos cambiamos. Todos buscaron un lugar cómodo para dormir, mientras que yo miré por la ventana sin lugar fijo. Mi mente divagó durante toda la noche. Vi el amanecer y me quedé recordando los buenos momentos.
Todos se levantaron de poco en poco y los únicos que salieron para buscar algo de comida fueron los padres de Nicolás, David fue al palacio para estar al tanto de la investigación, Nicolás había ido a su revisión por su nariz y mi padre llevo a mi madre a que se duchara en el hotel para poder hablar con la familia sobre la situación. En la habitación solo habíamos quedado los padres de Charlotte y yo.
Ninguno cruzó palabra alguna, los tres estábamos pasando nuestras tristezas de forma distinta. Durante mi noche en vela, me puse a pensar en el que hubiera sucedido si yo y Charlotte nunca nos hubiésemos cruzado, probablemente ella estaría con vida y compartiendo su vida con otro hombre, uno que la iba merecer de verdad. Ella y su familia ahora mismo podrían estar felices riendo y saludando al público, probablemente nadie de mis enemigos la estaría buscando.
En la penumbra, había elevado unas plegarias al ser omnipresente y le había jurado desde el fondo de mi corazón que me regresara al ser que más amaba, pero con una condición. La dejaría ir una vez estuviese recuperada y jamás sabría de mí, para que pudiese vivir su vida feliz, una vida que se merece.
Dos semanas después.
Habían traído a Charlotte a la habitación, toda la familia se quedó un día antes para poder verla, cuando ella entro y los médicos la acomodaron con todos los aparatos, cada miembro se llevó las manos a la boca y pude escuchar a las mujeres sollozar y susurrar palabras de tristeza.
El cuerpo de Charlotte estaba respondiendo, le habían quitado la máquina del corazón y solo lo monitoreaban de vez en cuando. Sus moretones de la mejilla y los rasguños que recibió por toda la piel eran casi notorios. Le cambiaban el vendaje cada día y aún estando en coma el doctor decía que iba mejorando.
-Cariño, pequeña... - Sus padres corrieron a su lado. – Pero... mira como estas, ¿Qué ha pasado? Mi niña, despierta, estamos contigo.
Su madre le beso la muñeca y siguió llorando mientras la veía, su padre sin derramar lagrimas se quedó con el semblante serio, pero estaba seguro de que sus pensamientos eran para su hija.
Me relamí los labios, deseé acercarme y decirle que todo estaba bien, que todos estábamos aquí, pero era el momento de su familia. Yo todos los días la veía, aunque sea cinco minutos y le hablaba de lo que pasaba aquí afuera.
Su hermano se acercó y le dio besos en la cabeza.
-Pulga, debes recuperarte ¿Lo sabes verdad? Mira que he venido desde lejos a verte – Lloró. - ¿Recuerdas que prometimos estar juntos hasta ser pasas? Eva, mi hermanita. Regresa por favor. – La volvió a besar. – Tengo que marcharme, Isabella me espera en casa, te envía mucha fuerza... Eva... por favor, vuelve con nosotros. Te llevaré siempre en el pensamiento. Pronto volveré y cuando regrese quiero verte quejándote de la vida de este hospital, ¿Puedes hacer eso por mí?
David besó a su hermana unas veces más y se quedo recargado a ella, él debía regresarse a Noruega por sus obligaciones.
Todos se tomaron su tiempo para hablar con el amor de mi vida. Pacientemente esperé, todos derramaron más de una lagrima y no entendía porque se despedían como si fuese la última vez que la mirasen si ella aún estaba con vida, Eva estaba viva.
El doctor a cargo ingresó en la sala unas horas después. Hizo reverencias al ver a toda la familia real.
-He permitido que todos se hubiesen quedado unas horas desde que la hemos traído, pero lamentablemente eso no puede seguir así. – Todos escuchamos con atención. – Solo una persona puede permanecer a su lado, habrá visitas, pero únicamente en el horario de cuatro a seis de la tarde y pueden ingresar solo dos personas.
-Doctor nos quedaremos nosotros. – Sus padres hablaron antes.
-Altezas, lo lamento, pero por políticas del hospital únicamente pueden permanecer familiares directos y la princesa Eva tiene un esposo. Si el señor Acker lo permite, ustedes se podrán quedar.
Todos me miraron intimidándome.
-Me quedaré. – Dije para asegurarme de que todos escucharon.
-Pero... él... - Su madre protestó.
-Ella, él es su esposo. – La reina intervino. – Y ambos se prometieron estar juntos en la salud y en la enfermedad cuando se casaron, no podemos intervenir.
Su madre comenzó a llorar inconsolablemente.
-¿Algo más doctor? – Pronunció Francisco.
-Por el momento debemos hacer un chequeo, así que les pido a todos que se retiren y cuando salgamos, únicamente el señor Acker es quien podrá ingresar.
-Gracias doctor. – La reina habló.
-Les daré cinco minutos más. Majestad. Altezas. – Hizo reverencias y se marchó.
Por ultima ocasión todos se despidieron de mi amada y salieron de la habitación. Me acerqué a ella al final y aunque su madre me miraba, le besé la venda de la cabeza.
-Volveré pronto cariño. – Susurré y salí con los demás.
Cuando el doctor ingresó de nuevo a la habitación, a regañadientes la madre y padre de Charlotte salieron.
Toda la familia se despidió de mi con abrazos y palabras de aliento, cada uno volvería el día de mañana, menos David y mis padres, ellos hoy partían a casa. David me abrazó con fuerza y solo dijo que no podía despegarme de ella en ningún minuto.
Por el contrario, sus padres me dieron una ultima inspección con la mirada y se fueron de ahí. Sabía que nuestra relación no volvería a ser la misma. Me senté al lado de la puerta y esperé a que terminaran los doctores dentro. Al salir me dieron la aprobación de ingresar.
Cerré despacio la puerta como si el ruido le fuese a molestar. Tomé una silla y la coloqué lo más cerca de ella. Toqué delicadamente su mano, como si fuese echa de cristal y miré los puntos de su camisón.
-Cariño, no sabes cuanto lo siento, lo siento, en verdad lo siento, lo siento tanto. Me duele verte aquí, ojalá hubiese sido yo. – Tragué con dificultad. – Nunca creí que el amor doliese tanto. – Lloré descontroladamente. – Lucha Charlotte, sigue luchando, hazlo por todos, no solo por mí. – Me relamí los labios. – Pequeña, te necesito, no sé como vivir sin ti, eres mi todo, mi vida entera, el alma gemela que nunca creí encontrar. Te amo cielo, te amo tanto que verte frágil me rompe, no soy el mismo de antes, por favor regresa para recuperar fuerzas, Charlotte, mi vida entera, por favor, regresa.
Sin más palabras me quedé llorando, viéndola. Ella no se merecía vivir así. Las paredes azules y los sonidos de las maquinas eran los únicos testigos del dolor que sentía.
-Si me escuchas vida mía, aquí estoy y estaré hasta que te recuperes, tomate tu tiempo si lo necesitas, te esperaré siempre, una eternidad si es necesario, espere casi un año para que volviéramos a coincidir, esta vez no será diferente, seguiré esperándote, como Dante espero para volver a ver a su Beatrice. Cariño, prometiste estar siempre aquí. Te amo Charlotte, regresa a mí.
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