Capitulo 5
-¡Touché! – Mi espada volvió a tocar el tronco de Nicolas.
-¡No puede ser! – Se quitó la máscara. – Es la quinta vez que me ganas en esgrima, no estas jugando limpio.
-Tu eres el que está distraído. – Retracté.
-No estas jugando limpio, hoy has estado muy violenta.
-Si vas a poner excusas no voy a jugar contigo. – Planté la espada en su respaldo de madera y me quité los guantes.
-Quiero la revancha.
-Hemos tenido cuatro revanchas ya, y siempre terminas quejándote.
-No has jugado limpio, acéptalo.
-Tú no sabes perder acéptalo.
-Altezas. – Leticia entro a la habitación con una reverencia. – Princesa, su próximo compromiso es en una hora.
-Me pongo en marcha. – Le extendí la mascará y me despedí de Nicolas. – No seas niña, que a la próxima te hago pedazos.
-Tramposa.
Me encaminé hacia mi habitación en donde me esperaba Carla para poder ayudarme a quitarme la ropa de esgrima, en donde le había dado una paliza merecida a Nicolas.
El evento que se tenía planeado para el día de hoy era visitar a los niños con edades terminales en el hospital. Era uno de los eventos caritativos que demostraban que la corona italiana no solo debía permanecer para conservar historia, sino que se preocupaba por su gente, amaba a su gente y lo más importante era que siempre velaba por los niños.
-Princesa ¿optamos por un vestido y abrigo o prefiero un solo vestido?
-¿Cómo se encuentra el día hoy?
-Algo fresco, saldrá el sol, pero dudamos que haga calor a lo largo del día.
-Optaré por el vestido guinda de mangas largas y el largo a la rodilla.
-¿El de botones en el torso con cinturón?
-Ese mismo.
-¿Zapatos de tacón del mismo color?
-Preferiría unos beige. Y la cartera discreta, pequeña de un tono oscuro.
-¿De terciopelo?
-De preferencia.
Como era de esperarse Marco y su equipo llegaron a mi habitación para hacer su esplendido trabajo. Completaron el atuendo con una coleta alta con volumen, un maquillaje sutil pero refinado. Al estar lista Leticia me indicó que era hora de ir camino al hospital donde varias familias me esperaban.
-¿Volver a repasar las actividades alteza?
-Leticia ya me las sé de memoria. Convivir con unas cuantas familias, darles palabras de aliento a todas, ingresar al área de cuidados intensivos, y terminar con una pequeña charla general en una habitación con padres e hijos. No durar más de una hora y media.
-Alteza es importante que esta vez todo salga lo planeado, después tenemos que...
-Que asistir a la comida con los empresarios de alto prestigio en el palacio, precedida por la reina. ¿Hay alguna posibilidad que intercambiemos ese acto oficial?
-No alteza, su majestad ha confirmado la comida semanas atrás.
-¿Cuál es el beneficio?
-Mejores inversiones para el país.
-¿Acaso esto no solo concierne a los más importantes de la familia?
-Su majestad ha pedido que este ahí presente.
-Pensaba presentarme a una casa hogar, quiero compartir el día con quienes en verdad lo necesitan.
-Podemos agregarlo al día de mañana.
-Lo haremos cuando tengamos tiempo suficiente.
El auto se detuvo y esa era la señal de salir a representar a la familia. Cuando mis pies tocaron la acera los flashes de las cámaras no se hicieron esperar, como era previsto todos estarían expectantes a la visita de la princesa. En la puerta el director del hospital me esperaba para guiarme hacia lo establecido en la agenda. El área de niños. En mi paso por los pasillos del hospital las enfermeras se habían alineado para saludar, a quienes amablemente comencé a estrecharles la mano una por una. A lo lejos noté la mirada de exasperación de Leticia, sí, estaba haciendo lo que ella siempre me negaba, saludar a todo el mundo.
En el área de niños exclusivamente pude visualizar que se encontraban demasiadas puertas donde aproximadamente cada cuarto contaba con tres camillas y a tres familias diferentes, ver a cada niño al rostro, mi corazón se oprimía pues nadie debía estar en cama, todos ellos debían tener una infancia por lo menos feliz.
Saludé al primer niño y su sonrisa me hizo creer en la felicidad.
-Alteza. – Sus padres hicieron reverencia.
-Eva, mucho gusto. – Les estreché la mano.
Odiaba que en eventos de caridad todos se empeñaran por no llamarme por mi nombre, no era un dios, solo era una persona como ellos, que antes ni siquiera pedía ayuda a la monarquía, vivía como una chica normal en Vancouver.
El niño y yo nos enfrascamos en una buena charla platicando sobre su superhéroe favorito, sus ilusiones y su deseo más preciado. Como era obligatorio, no podíamos ser muy extensos así que Leticia fue la encargada de llevar la batuta esta vez y hacerme señas para continuar en las demás camillas.
En general con las familias interactuaba poco, pero con los niños la convivencia era más apegada, mas allegada, con algunos hasta jugué un momento porque ellos así los pedían, algunas niñas tenían puestas tiaras de plástico y ambas jugábamos que los papeles se invertían, esta vez era yo la ciudadana normal mientras que ellas eran las princesas y reinas de todo aquel lugar.
Después de convivir con los niños que se encontraban hospitalizados por enfermedades severas, nos encaminamos al área de juegos dentro del mismo hospital donde los niños tienen la oportunidad de olvidarse de sus problemas y solo divertirse, las familias numerosas que a veces se les prohíbe el área son las que más lo aprovechaban al igual aquellas mamás que tenían a sus recién nacidos en el hospital y les quisiesen dar pecho.
Al ingresar, me encontré a un numero de niños más de edades entre los 4 a 6 años y a mamás con sus bebes de meses alimentándolos. Un grupo de niños se acercó corriendo y abrazaron mis piernas como recibimiento.
El encargado del lugar me comenzó a explicar exactamente porque cada uno se encontraba en aquel lugar y lo que las enfermeras hacían con los niños, que cuidados les brindaban y que a veces se encontraba como un pequeño jardín de niños.
Como era la norma me fui acercando a cada familia o madre que ahí se encontrase y nos fundíamos en una charla sobre los cuidados, como sobrellevaban aquello y que tan importante era para ellos que alguien se interesase por tenerlos en cuenta.
-Alteza es usted tan buena con los niños, se le nota.
-Son seres pequeños que lo único que transmiten es amor, me gusta convivir con ellos.
El bebe que tenia en brazos comenzó a ser mohines y no me resistí a tocarle los cachetes redondos.
-¿Alguna vez ha considerado tener hijos?
-Primero creo que es importante conseguir una pareja. – Reí.
-Quien la logre conquistar estará ganándose a las mejores de todo Italia.
-Muchas gracias. – Sonreí. Con temas relacionadas a mi vida personal siempre debía ser muy cortante.
-Será la mejor mamá su alteza, todos aquí vemos como asiste a estos compromisos con chispas en los ojos y sin lugar a duda, será la mejor madre de todas.
-Eso espero, pero todo a su tiempo. Aun me quedan muchas acciones buenas por realizar.
Leticia llegó a mi rescate reclamando mi atención. Y guiándome hacia una nueva pareja. De la forma mas modesta me despedí de la madre con su bebe.
El acto oficial se había dado por terminado alrededor de dos horas y media, al parecer me había tardado más de lo previsto, leticia como siempre sacaba humo por las orejas mientras que el chofer y seguro mi personal que se encontraba en la habitación para cambiarme ya se lo tomaban a la ligera.
-¿Cuándo será el día que pueda usted seguir la agenda?
-Leticia tranquilízate siempre llegamos a tiempo a todos lados.
-Alteza no es la primera vez.
-Tampoco será la última.
Abrí la puerta de mi habitación y como siempre el equipo ya estaba preparado para trabajar a toda marcha porque la reina me requería en la sala de eventos en media hora. La princesa de los apuros era yo.
Un vestido rosa pastel recto con ceñimiento en la cintura, al nivel de mis rodias, suplantaba al vestido suelto guinda de la mañana, los tacones de igual manera eran cambiados por unos del mismo color que el vestido y mi coleta desaparecía para recoger todo el cabello en un estructurado peinado bajo. La cartera para esta ocasión era color marfil.
Corriendo como siempre, bajé las escaleras y llegué al salón donde apenas se encontraban mis tíos y primos, la reina estaba por llegar y los altos ejecutivos apenas harían su entrada triunfante por la estancia.
-¿Por qué siempre corriendo? ¿Acaso no puedes comportarte?
Rodee los ojos, Cuando Nicolas perdía se ponía insoportable.
-Mañana, la revancha de esgrima.
-Perfecto. – Estrechamos manos y su humor rápidamente cambió.
-Su majestad la reina.
Instintivamente cada miembro de la familia hizo una reverencia a su paso y se colocó a la cabeza de la fila. Lado extremo de mi posición. El maestro de ceremonias nos acomodó y pidió que cada miembro se comportase, porque a continuación los invitados de honor eran quienes entrarían y se dirigían al comedor formal.
Cada ejecutivo fue mencionado uno por uno y así como se mencionaban fueron saludando a cada miembro, primero la reina, mi tío Francisco, la tía Íngrid, el primo Carlos, Nicolas y a lo último yo. Lo único permitido dentro de estos actos era que les estrechábamos las manos y pronunciamos las palabras mágicas, "encantada de conocerte". Si alguno lograba sacar otra plática debíamos cortarla lo más rápido posible, las charlas ya se darían en el gran comedor. Alrededor de unos 25 ejecutivos fueron invitados, según mi conteo si es que no me equivocaba.
Mis pies comenzaban a doler y aún la lista parecía tener nombre. Ya solo sonreía al estrechar las manos pues el dolor me comenzaba a molestar. En una pequeñísima pausa que hizo el maestro de ceremonias Nicolas se tomó la palabra para hablar.
-¿Has visto quien esta ahí afuera?
-No conozco a ninguno de ellos.
-Yo creo que a este le tienes mucho afecto.
-Señor James Acker. – El maestro lo mencionó y mi cuerpo se paralizó.
Como si toda la familia lo hubiese conocido de años la abuela se entretuvo con él, el tío Francisco hasta le estrechó el brazo con demasiado entusiasmo, la tía Íngrid le sonrío demás, Carlos lo felicitó por algo que no logré oír, Nicolas le estrechó la mano con firmeza, dejando un sinfín de palabras sin decirse y yo. Yo solo me lo quede viendo.
Le estreché la mano por protocolo, pero me negaba a decirle, "un gusto conocerlo" para nada era un gusto y preferiría no conocerlo.
-Se encuentra usted espectacular, alteza.
-Gracias. – Dicté y desvié mis ojos de su mirada.
Habían pasado tres días desde nuestro ultimo encuentro y aquí estaba de nuevo. Había hecho lo posible para retrasar hablar con él y él solo se parecía como sin más en mi lugar de confort. Y estaba segura de quien podría estar detrás de esta reunión.
Al ingresar al comedor en donde todos los asistentes ya estaban sentados en su lugar correspondiente, el mayordomo nos indico a cada uno, el lugar que debíamos ocupar en aquella mesa larga en forma vertical. La abuela como era costumbre se encontraba en la cabecera, y cada miembro de la familia real se encontraba entre dos empresarios para estar todos en contacto sobre una misma charla.
En el inicio de la comida su majestad, la reina, brindó unas palabras a todos los hombres presentes y les daba las gracias de haber aceptado la invitación, así mismo les anunciaba que el propósito de esta reunión acabase con los propósitos establecidos y que todos disfrutaran de una charla y comidas amenas.
Como en los banquetes de gala, los platillos eran variados, los cuales eran intercambiados por los platillos siguientes cada vez que la reina terminaba el suyo. Apenas y algunos empresarios habían probado las entradas, pues al parecer esta vez la reina había terminado antes de lo previsto y la ensalada llegó en su lugar.
-Charlotte. – Susurró a mi lado. Sí ambos estábamos sentados juntos.
Me limpié los labios antes de contestarle.
-Princesa Eva, señor Acker. – Lo corregí.
-¿Podemos hablar?
-Por supuesto señor, para esto es esta tarde agradable. – Me introduje un poco de ensalada en la boca.
-Me refería a hablar de nosotros.
-Si me permite. – Bebí un poco del vino tinto para agarrar fuerzas. – Apenas nos conocemos señor y me parece que esta reunión ha sido planteada para beneficios nacionales. ¿Le puedo preguntar algo?
-Por supuesto.
-¿Cuál es su contribución al país?
-Me acabo de mudar, y el plazo de mi estadía aquí termina hoy. He aceptado la invitación de su majestad porque he pretendido solicitar otros asuntos.
-¿De que asuntos estamos hablando?
-¿Por qué te has ido sin hablar conmigo?
-Me parece que se esta confundiendo señor. No he escapado de ninguna situación.
-¿Vas a seguir con este juego de palabras?
El plato de ensalada fue intercambiado por el plato principal. James no había tocado ninguno de sus dos platos hasta ahora. Con tal de no tener que enfrascarme en una platica dolorosa, me dispuse a cortar el filete de cerdo bañado en salsa barbecue con un pure de papas que lo acompañaba de legumbres. El primer trozo lo saboree al entrar en contacto con el roce de mi lengua. Mi corazón latía a toda prisa y no por el sabor exquisito de la carne exactamente, sino porque sabía que los ojos azules de una persona en particular estaban al tanto de mis movimientos.
-Señor ¿acaso le ha disgustado la comida del chef?
-Se me ha ido el apetito.
-Conocí a una persona que en tiempos atrás odiaba que las personas no terminaran su plato.
-Ya veo, con razón ha dejado los platos limpios alteza.
Mi tenedor cayó estrepitosamente en la vajilla. Todos voltearon a verme pero retomé el cubierto como si no hubiera pasado nada.
-Solo he aprendido a valorar lo que tengo porque no sabemos cuando alguien se llevará todo.
Partí otro pedazo de carne.
-No creo que le retiren el plato cuando apenas está por probarlo.
-Puede creerme, lo sé por experiencia propia a veces todo lo retiran antes.
-¿Son reglas del palacio?
-Mas bien creo que de la vida señor. Llega un punto donde tienes que ir a prisa sino todo se esfuma.
Corté un pedazo más. Y me lo llevé a la boca.
-Pensé que hablábamos de la comida alteza.
-¿Acaso hemos partido hacia otro tema? Le estaba explicando de manera breve como es que antes de terminar la reina todos debemos acabar nuestras comidas.
La abuela volvió a terminar su comida y rápidamente los platos habían sido retirados. Gracias al cielo que yo sí había terminado, pero Diamond de nuevo no lo había tocado.
El postré tardo un poco más en llegar y visualicé que todos estaban enfrascados en charlas individuales, casi nadie prestaba atención a lo que el de al lado estaba hablando. Al llegar el postré sonreí porque una rebana de pastel de chocolate se presentaba ante mí. Algo muy poco digno de verse en el palacio. Siempre se servía algo majestuoso, como fresas con cremas, helado de vainilla u otra invención exquisita del chef.
-Hace meses que no recordaba como era ver esa deslumbrante sonrisa en persona. Solo en sueños. – Lo último lo susurró más para él, pero logré escucharlo y mi pobre corazón se encogió.
-¿Por qué lo haces? – Por primera vez en toda la tarde me unía a su plática.
-¿Hacer qué? – Por primera vez el tocaba algún cubierto y esta vez era la cuchara del postre.
-Hacerme ver como la mala del cuento, cuando yo nunca fui la que mintió ante los dos.
Su silencio me pareció eterno hasta que visualicé que su intención no era tocar el pastel, sino que solo estaba acomodando los cubiertos.
-¿Podemos hablarlo en privado? No tengo ninguna intención de hacerte creer cosas que no son y menos que tu misma comiences a menospreciarte.
-Pensaba que estábamos diciendo las cosas claras.
-Mi intención era esa, no sé tu por cual camino ibas.
-Vaya, profe... señor Acker, creo que la manipulación es lo suyo.
-Charlotte...
-Princesa Eva – Lo corregí por segunda vez.
Estaba a punto de reclamar, cuando la reina por fin hizo un llamado con su copa para que todos le prestáramos atención.
-Señores a continuación, se les presentaran los documentos oficiales... – Los mayordomos comenzaron a entregar carpetas de pieles con el escudo de la monarca y las hojas que ella estaba describiendo. – Para lo cual los he citado el día de hoy, se les pide ideas para llevar a cabo este país a un mejor desarrollo.
Cada persona inspeccionó los documentos y después de un rato prolongado la reina fue la que inició con la palabra como era costumbre. Dos horas después la reunión se había dado por finalizada, la mayoría de los empresarios están encantados de colaborar con la corona en proyectos económicos mientras que unos cinco aún no se convencían de la idea, pero a la abuela parecía no preocuparle, algo me decía que después de un tiempo todos terminarían aceptando.
Cuando la abuela se levantó de la mesa para retirarse todos hicimos lo mismo, nos pusimos de pie para que la soberana se retirase. Mis tíos le siguieron en el trayecto, mis primos y yo les seguimos por atrás.
-Charlotte. – Un brazo me detuvo al separarme de la mesa. Lo miré. – Por favor dime que me concederás una ultima charla. – Susurró únicamente para los dos.
-No puedo dejarle por hecho nada señor Acker.
Sin decir algo más por miedo a que todos se dieran cuenta que ambos nos conocíamos, me marche a prisa del lugar. Al escuchar el clic de las puertas cerradas detrás de mí, pude soltar el aire que contenía.
-Eva. – Me llamó Nicolás, pero pasé de él.
Necesitaba respirar aire puro, necesitaba salir de ahí.
-¡Princesa! – Carla se sorprendió al verme agitada en mi habitación.
-Necesito mi ropa y botas de montar ahora mismo.
Respiraba con dificultad. Mi mente se nublaba y estaba dispuesta a salir corriendo. Carla sin preguntar rápidamente sacó la ropa del armario y corrió por las botas en la zapatera. Sin pudor alguno me deshice del vestido y me coloqué la ropa con su ayuda al igual que me puse las botas, ni siquiera me molesté en quitarme el peinado, al estar vestida me encaminé rápidamente a la caballería.
-Alteza – El capataz se asombró de verme. – No me avisaron que hoy utilizaría el caballo.
-No hay problema es una cabalgata tranquila. – No me detuve a darle más explicaciones.
Fui en busca de mi caballo y como si él lo supiera al abrir su puerta donde se encontraba resguardado, rechinó. El capataz sin perder tiempo le puso la silla de montar y me ayudó a subir. Salimos a la luz del sol galopando hacia las grandes hectáreas de bosque que nos quedaban por delante.
Mientras sentía el aire en la cara, mi respiración se normalizó. Mi corazón dejó de palpitar y mi mente comenzó a pensar ideas claras. ¿Era buena idea visitarlo para saber sus razones? ¿Acaso haría lo correcto en volver a verlo? ¿Qué pasa si no voy a verlo? ¿Es buena idea presentarme en su puerta? ¿Por qué hasta ahora me tortura con su presencia? ¿Será que quiere otra vez a la joven indefensa para jugar? ¿Qué ha pasado con su trabajo de profesor? ¿Por qué mejor no se olvida de mí y nos hace el favor a ambos de comenzar de nuevo? ¿Por qué no me lo puedo quitar de la cabeza fácilmente? ¿Cómo carajos planeo una escapada para esta noche? No, no iré a verlo, no se lo merece. Me ha hecho mucho daño, no se lo permitiré de nuevo.
-¡Princesa! ¡Princesa! – Una voz me gritaba a lo lejos.
Detuve la velocidad del caballo y vi a lo lejos corriendo a leticia tratando de alcanzarme.
-Alteza. – Apenas y podía pronunciar las palabras la pobre Leticia.
-Tranquila, respira. ¿Ha sido una larga corrida verdad?
-La... la... su... su majestad la busca. – Por fin pudo decir las palabras.
-¿Ahora mismo? ¿Sabes de que va?
-Creo que... que irá en su representación a la gala de hoy.
-¿Es enserio?
-La verdad no sé de que va.
-Esta bien. Voy enseguida. ¿Te subes?
-Prefiero ir andando si no hay molestias. – Se tocó el abdomen.
-Va.
Puse en marcha al caballo y a galopes rápidos llegamos al establo de nuevo. Dejé al caballo en manos del capataz y rápidamente entre al palacio. Encontré al mayordomo y le pregunté sobre donde se encontraba la reina. Con educación me comentó que estaba en su despacho revisando los papeles. Toqué dos veces antes de entrar.
-Su majestad. – Hice una reverencia.
-Adelante cariño, se puso de pie. Arnold. Continuamos en breve.
-Su majestad. – Se despidió. – Su alteza. – Quedamos solas ambas.
-Toma asiento Eva.
Seguí su orden y la abuela siguió detrás del escritorio.
-Me ha dicho leticia que me buscabas. He salido a cabalgar.
-Lo he notado, ¿Por qué tu salida repentina del comedor?
-Me sentía algo mal.
-¿Cabalgar te hizo mejor?
-Si, algo.
-He notado que tu y el señor Acker se enfrascaron en conversaciones individuales, ¿Tienes algo que comentar?
-Solo intercambiamos intereses, y el señor me comentó que era su primera vez en el país.
-Qué raro cariño, en pláticas anteriores me ha dicho que ha vivido aquí.
-¿Pláticas anteriores?
-Oh si en un principio eran unos 30 o 40 y me tocó tener charlas con cada uno para ver que tan buenos eran para este proyecto, al final como viste solo quedaron 25 y ahora al parecer trabajaremos con 20. Un numero pequeño pero bueno, ¿Tú que opinas?
-El proyecto es bueno en sí. Me agrada la idea de que todos quieran sacar adelante al país.
-He pensado lo mismo cielo. Creo que tenemos mejores inversiones en un futuro.
-Lo lograremos abuela. Estoy muy positiva.
-Se nota cariño. Ya puedes retirarte y por favor dile a Arnold que pase, aun nos faltan un montón de papeles.
-Su majestad. – Hice reverencia antes de marcharme.
Al salir de aquel pequeño encuentro con la abuela una sola idea me rondaba en la cabeza. ¿Diamond había vivido antes en el país? No daba crédito de aquello. Llegué a mi habitación y tomé una ducha relajante en la tina.
8:00 PM. Por enésima vez miré el celular estando acostada en la cama. Hacía una hora aproximadamente me había acostado para poder dormir, pero algo no me dejaba tranquila y dudaba mucho que tuviera que ver mi conversación con Diamond. Me estresaba no poder dormir y peor aún que mi cerebro me regañara por no aceptar la platica pendiente que tenía con él.
Enojada me puse de pie y me encaminé a mi armario. Me cambié el pijama por unos jeans y una sudadera con capucha. Unos tenis eran los complementos necesarios para correr por si era necesario.
Salí a hurtadillas de mi habitación. En puntillas logré llegar hasta la entrada de atrás del palacio.
-Alteza. – El guardia en turno se alertó.
-¿Puedes pedirme un taxi?
-Alteza, ¿No prefiere que un chofer la lleve? No me han dicho que tendría salida hoy. Llamaré al palacio.
-¡No! – Me miró con sorpresa. – Quiero decir no hay necesidad. Tengo una salida con Nicolas, pero él no puede venir por mí y me pidió que pidiera un taxi. Si el chofer me lleva pueden circular cosas que no son.
-Esta bien, le llamaré a un conocido. ¿Regresará con él mismo?
-Nicolas me traerá. ¿Le puedo pedir algo?
-Si está en mis posibilidades alteza. – Llamó el servicio de taxis y pidió uno.
-¿Me prestaría algo de efectivo? Me he dejado la cartera arriba.
-No se preocupe alteza. Yo pago el taxi.
-Gracias.
Esperamos juntos diez minutos, hasta que el taxi apareció en las puertas del palacio. Me puse la capucha y le mostré la dirección al taxista en el celular. El guardia pago el taxi y me hizo una reverencia al verme marchar. Avanzamos por el tráfico de manera lenta. Llegamos al lugar veinte minutos más tarde, la dirección se encontraba más lejos del palacio. Le di las gracias al chofer con un tono de voz diferente.
El imponente edificio que se encontraba ante mí era un rascacielos de aproximadamente 200 metros de altura. Todo eran cristales muy bien limpios que con las luces de la calle reflejaban un espectáculo. Al entrar por las puertas giratorias no supe ni que decirle al portero de aquel edificio. "Hola soy la princesa Eva, vengo a ver al señor Diamond" no era precisamente una buena idea.
-Buenas noches, bienvenida al edificio Hankoc. ¿Está en busca de un departamento?
-No, vengo en busca de alguien. Me han dado esta dirección.
-Adelante entonces. La secretaria le dirá si la esperan.
-Gracias pronuncié.
A unos pasos más detrás de un gran mostrador se encontraba una mujer de pechos voluptuosos y escote pronunciado, con cabellera rubia muy bien recogida en un moño.
-Buenas noches, bienvenida al edificio de departamentos hankoc. – Me observó de arriba a abajo. - ¿Se le ofrece algo?
Su tono de voz cambió al recibimiento y se notaba algo de egocentrismo.
-Estoy buscando a alguien. Creo que se queda aquí. Me han dado la dirección.
-Lo siento es confidencial la información de nuestros huéspedes.
-Se llama James Acker Diamond. – Dije sin darle oportunidad de rechazarme.
Inclinó su mirada y por segunda vez me inspeccionó, sin dar crédito que una joven como yo se encontrara ahí. Tal vez por mi atuendo y por tener la cara cubierta que apenas y se notaban mis facciones.
-Deje llamo a su departamento para saber si el señor se encuentra. – Revisó en el computador. – Hoy era su ultimo día.
Ya lo sabía he llegado tarde. La mujer titubeo un momento más con el teléfono en mano. No llamaba, pero tampoco me quitaba la mirada de encima. La fulminé con la mirada. Sí ya me había cansado, no solo ella podía hacer malas caras y por fin lo llamó.
-Buenas noches señor Acker. – Esperó en la línea. – Una mujer lo busca en la recepción. ¿Esperaba visitas? – Silencio. – De acuerdo señor. Buenas noches. – Colgó. – Puede subir. Es el ático.
-Gracias – Contesté y mi corazón comenzó a palpitar fuertemente.
Avancé al elevador y este rápidamente abrió las puertas. Entré. Pulsé la tecla A, los demás solo eran números de piso. Vi las puertas cerrarse y a la señorita pechos grandes mirarme con envidia desde su puesto. Abracé mi celular en mi pecho como si eso pudiese ayudarme. La música deprimente del elevador no ayudaba a calmarme y comenzaba a desesperarme. El elevador se detuvo un piso antes del ático y comencé a alarmarme. Saqué la cabeza para ver si nuevas personas se iban a subir, pero solo dos puertas cerradas me recibían. Decidí salir y ver a alguien en el camino. Solo una mujer con uniforme del lugar me encontré.
-Disculpa. - susurré.
-¿Si?
-Trataba de llegar al ático, pero el elevador se detuvo aquí y no avanza. - Ella miró detrás de mi hombro. – Señora este es el elevador de los demás huéspedes, el ático tiene un elevador propio. Es el que se encuentra al lado de este.
-No me lo comentaron en la recepción.
-Giselle. – Susurró la señora con exasperación. – Puede bajar en este y tomar el otro.
-Gracias. – Mencioné al entrar de nuevo en el elevador. Esta vez presioné el botón de planta baja. PB.
Al abrirse las puertas de nuevo en la planta baja, salí de este y le envíe una mirada rápida a Giselle, al parecer ella se encontraba simpática con la broma que me había hecho. Estaba tentada a encararla y decirle que a la próxima supiera muy bien a quien jugarle bromas porque yo la podía mandar a la guillotina. Pero me contuve no valía la pena. Pulsé el botón del asesor continuo para que abriera sus puertas. Crucé miradas con el portero y el se encontraba igual de apenado que yo. Parecía que el fuera quien hubiese pasado la vergüenza de su vida. Las puertas se abrieron y el único botón que se encontraba ahí era el del ático. Las puertas se cerraron y esta vez si llegué a mi lugar deseado.
Al volver abrirse, directamente me encontré con un vestíbulo esperándome. Me asomé con cautela, por si me había confundido por segunda vez. En el interior de aquel departamento todo se encontraba en tonos grises y oscuros. El vestíbulo estaba adornado por una mesita central circular con un jarrón llena de flores frescas. Al final del pasillo la vista se ampliaba. Las ventanas iban desde el suelo al gran techo. Una sala en tonos negros y cojines grises te recibía del lado derecho con mesas de cristales de centro. Del lado izquierdo se encontraba la gran cocina muy bien equipada con su estantería de vinos y un pequeño bar, estaba completa con una isla de cocina y sus respectivos taburetes, así mismo una mesa para doce personas se encontraba entre la sala y la cocina.
Miré hacia ambos lados, pero no encontraba a James, por un momento pensé que me había equivocado por segunda vez. Sí yo era la chica de las equivocaciones. Me quedé unos segundos a mitad de la estancia, si no veía señales de personas. Me iría y no regresaría.
-Charlotte. – Me voltee a verlo.
Salía de lo que parecía ser otro pasillo del lado de la sala. Su atuendo esta vez consistía en pantalones cómodos y una playera que se le pegaba a los músculos, sus pies estaban descalzos y el cabello algo alborotado. Me quité la capucha al ver que sí era su departamento.
-Señor Diamond, buenas noches. - ¿Era enserio? Venía a ver aquel hombre y eso fue lo primero que salió de mi boca.
-Disculpe, princesa Eva. – Hizo una reverencia y me odié por ello. – Buenas noches.
-Pensaba que estaba por irse, mi hermano me informó que solo se quedaría cuatro días más en Italia.
-Solo pensaba quedarme esta noche.
Ninguno de los dos se movía de su lugar.
-¿Y ahora?
-No lo sé, depende de cómo vaya esta conversación.
-Solo he venido a despejar dudas. – Al ver que no hablaba continué. – La reina ha dicho que usted ha vivido antes en el país, ¿Es eso cierto?
-Mi familia es originaria de Italia, he pasado los primeros años de mi vida aquí.
-Con razón su acento y conocimiento por temas.
El silencio de nuevo se hizo presente en ambos.
-¿Es por lo único que has venido?
-Así es, gracias por su tiempo.
Me di la vuelta y esperé a que las puertas del ascensor se abrieran.
-Espera. – Oí una voz acercarse.
Me tomó de la mano y me dio la vuelta para quedar de frente a él. Nuestros ojos se conectaron por primera vez, pero fue esa conexión que dice más que mil palabras. Nuestras almas se desnudaron, el dolor, sufrimiento, se percibía en ambos. El amor ahí estaba, lo notaba, pero también la tristeza se encontraba.
No tuve tiempo de reaccionar pues sus labios estaban sobre los míos. Sus cálidos y carnosos labios me habían tomado desprevenida. Mi cerebro decía que me apartara, pero mi alma lloraba por compasión, por luchar por los dos. Inconscientemente mis labios se abrieron paso a los suyos y se fundieron en uno solo. Ya no había vuelta atrás.De nuevo estaba a sus pies, pero él no tenía por qué saberlo aún.
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