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Capitulo 48

-¡Tío! ¿Podemos nadar un poco? ¡Tienes una piscina enorme! – Comento efusiva Ava.

-¡Claro! Vamos por los bañadores y nos metemos. – Respondí.

Tome a la pequeña de la mano y fuimos a la habitación para cambiarnos. Su hermano Michell nos siguió y James al último, los cuatro regresamos al primer piso ya cambiados, los niños sin precaución alguna corrieron y saltaron dentro de la alberca. Me sorprendí por su habilidad de desenvolverse dentro del agua.

-¿Cómo lidia tu hermano y tu cuñada con tanta energía?

James y yo visualizábamos a los niños desde una esquina de la alberca.

-Creo que debemos pedir la receta secreta.

Entre salpicones de agua, carreras de nado, juegos al fondo de la alberca y después de tres horas, decidimos que era hora de salir, porque se avecinaba la hora de la comida y era probable que no debían volver a entrar.

Con los niños subí a la habitación, les llené la bañera y les añadí burbujas para que descansaran los músculos de tanta diversión.

-¡Tía mira! – Ava se habia puesto burbuja en el cabello simulando un pino.

Michell no se había quedado atrás y la burbuja que le rodeaba el cabello parecía ser una replica de los años ochenta.

Aunque la casa no estaba equipada para menores, la servidumbre ayudó en proporcionar patitos de hule para que los niños no se aburrieran mientras se duchaban. Media hora más tarde ambos estaban saliendo de la bañera. James los miró divagar por la habitación visualizando y tocando todo a su paso, aquellos pequeños seres vestidos únicamente en batas de baño eran como inspectores preguntando por todo.

Comencé a desempacar sus pequeñas mochilas y buscar un atuendo adecuado. James me besó el cuello y me abrazó por la cintura.

-¿Qué te parece si la servidumbre ayuda a cambiar a los niños mientras nos duchamos y bajamos a comer?

Conocía aquel tono de voz.

-Señor Acker, no hemos convivido veinticuatro horas con sus sobrinos y ¿me esta pidiendo que los deje con la servidumbre?

-Exactamente señora Acker. – Me besó detrás de la oreja.

Con una sonrisa a medias acepté y guie a los niños a la habitación de al lado. James llamó a la servidumbre y lentamente los dejamos para ir a nuestra habitación.

Esta vez no fuimos directamente a la bañera, sino que nos quedábamos debajo de la regadera al desnudo. James lentamente me besó y comenzó a recorrer toda la parte de la mejilla hasta el cuello y se detenía en la clavícula para continuar en los labios, aquello era nuestro juego previo para amarnos. Tomó un poco de champú y lo deslizó entre mis cabellos, masajeo suavemente y me sentí en las nubes, el cuerpo comenzó a relajarse, enjuagó esa parte y continuo con sus suaves caricias por toda la cadera y cintura.

Mientras el adoraba cada parte de mi cuerpo aproveche para regresarle el favor y lave su cabello. Gimió bajito cuando mis dedos masajeaban su cuero cabelludo. Se enjuagó y por un momento admiré aquel formidable torso bajo el agua deslizándole por toda su anatomía hasta llegar al suelo.

-Te gusta admirar, ¿Cierto?

-Desde siempre señor Acker.

Lo vi tomar el jabón líquido y se agachó hasta mis pies, se hincó sobre una rodilla y masajeo mis pies comenzando por los dedos, el empeine, el talón y por ultimo el tobillo. Lentamente subió sus manos por las pantorrillas, las rodillas y masajeo los muslos por dentro y fuera. Nuestros ojos se miraron por un instante y asentí a las palabras invisibles.

Me mordí el labio y sentí sus labios dejar un beso en donde ambas piernas se unen. Gemí, lo necesitaba ahora mismo. En cuestión de segundos únicamente sentí la espalda chocar con los mosaicos de la ducha y el tomándome por las manos arriba de la cabeza. Nuestro juego previo había terminado.

-Enrolla las piernas cariño.

Hice caso y sentí la primera envestida. Lo escuché exhalar, como si se hubiese contenido todo este tiempo. Comenzó con sus embestidas lentas, gemí lo más bajo posible, ambos estábamos disfrutando el momento.

-¡Tía Eva! – Escuchamos detrás de la puerta con unos golpes incesantes.

Ambos nos detuvimos sin emitir sonido alguno.

-Señorita, ¿Por qué no vamos a la sala? Puede que sus tíos la estén esperando. – Una de la servidumbre parecía estar en apuros.

Escuchamos la puerta principal cerrarse y James me soltó las manos y de poco a poco se deslizó de mi interior. Me abracé a la cintura. James comenzó a reírse y me abrazó.

-Ava puede ser intensa cuando se lo propone, ¿No?

-¿De verdad te ríes? Creí que habías cerrado la puerta.

-Posiblemente lo olvidé, estoy acostumbrado que siempre estamos solos en casa.

-Bendita Ava que ha llegado a nuestra casa. – Dije disfrazando el bochornoso momento que habíamos pasado.

Terminamos de bañarnos sin intenciones, esta vez hicimos una rutina normal, salimos y entre pequeños intercambios de vista nos reíamos del momento. Bajamos al comedor y Ava parecía comenzar a tener una rabieta con su cuidadora mientras que Michell tenia un libro de dinosaurios en la mano.

-¡Tía! ¡Tío! – Corrió a nosotros. James la cargó en brazos.

-¿Dónde han ido? Le he dicho a ella que no estaban aquí, no me dejaba ir a su cuarto a buscarlos.

-Estábamos jugando a las escondidas. – Dijo con naturalidad James.

-¿Y quien estaba contando?

-Tía Eva.

-¿Por qué no nos invitaron?

-Porque tía Eva es malísima para contar bajito. Además, no sabe buscar. – Entendí su doble sentido.

-¿Podemos jugar otra ves? Yo cuento si quieres tía Eva.

-Después Ava, ¿Qué tal si comemos?

Michell se unió a nosotros en nuestra pequeña charla en el pasillo, lo tomé en brazos y los cuatro caminamos a la mesa, cada uno ocupó su lugar. Esta ocasión sería una comida con una conversación muy entretenida, desde lo que Ava quería hasta los diferentes tipos de dinosaurios que Michell había descubierto en su libro, así como la luna, los planetas, el color de la galaxia, la diamantina rosa, el juego de las escondidas, que a Ava no le gustaban las verduras y Michell únicamente hacia preguntas sobre cosas de interés personal.

Sin duda nuestra primera tarde con los niños era más de lo planeado. Al terminar con el postre de helado, les propusimos ver la televisión para que el estomago hiciera digestión antes de seguir jugando a lo que se les ocurriese. Animosamente aceptaron con la condición de añadir palomitas.

Los minutos de la película iniciaron y ellos quedaron dormidos sin tocar una sola palomita. James y yo los acomodamos a cada uno en ambos sofás de la casa. Apagamos el televisor y los admiramos en la tranquilidad de la tarde.

-¿Crees que hacemos mal en dormirlos a esta hora? – Dije acariciando la melena rubia de Ava.

-Pienso que es parte de su naturaleza. Los niños duermen a todas horas, ¿no?

-Es posible, pero hay algunos que no duermen en la noche si duermen en la tarde.

-No creo que sea su caso, han gastado la mayoría de su energía esta mañana.

-¿Por qué le pediste a tu hermano que los trajera?

-Le debías una noche de chicas a Ava, te lo he dicho. – Sabía que esa no era la respuesta correcta.

-Gracias, lo necesitaba.

-No tienes nada que agradecer Cariño, siempre buscaré lo mejor que es para ti, posiblemente cuando todo se calme tus papás podrán venir también.

-¿Sabes si mis amigos han tratado de comunicarse? Sé que la noticia recorrió el mundo y me gustaría por lo menos darles una explicación.

-Al salir de Italia no indagué sobre quienes estaban preocupados, posiblemente tus padres han dicho algo.

-Espero que todo esto ya termine.

-Yo también cariño, yo también.

Horas mas tarde los niños se levantaron y decidimos que era hora de jugar juegos de mesa, iniciamos con algunos de destreza aptos para su edad. Al aburrirse ambos niños comenzaron a jugar solos con sus juguetes excluyéndonos con la frase "ustedes son muy grandes para esto" y aunque los pequeños tenían personalidades diferentes era claro que se complementaban cuando jugaban juntos, pues ninguno hacia diferencia de genero ambos se compartían juguetes sin molestarse.

Ava curiosa miró por cada rincón de la casa y encontró un rompecabezas de un paisaje, sin saber su procedencia compartí armarlo con ellos, James por un momento se enfocó en sus actividades empresariales mientras que los pequeños y yo nos divertíamos.

Al llegar la noche todos cenamos sin olvidarnos de las incesantes preguntas de Ava y Michell, así como sus anécdotas que posiblemente eran fantaseadas. Pidieron ver su caricatura de superhéroes al terminar la cena y no pudimos negarnos, aún tenían energía para mucho tiempo.

Mientras ellos saltaban de un lado al otro por los sillones de la sala, James y yo nos tomamos un tiempo más para terminar de cenar con paciencia sin tener que supervisarlos de que terminaran la mayoría de las cosas de su plato. Bostecé en un descuido.

-¿Por qué no vas a descansar? Yo me quedo con ellos.

-No, es una responsabilidad compartida y además por mí han venido.

-Pero estas agotada, si quieres date una ducha y yo los vigilo.

-Regresaré pronto.

-Te esperaré. – Me levanté le di un beso y fui a nuestra habitación a ducharme.

Al regresar a la sala, los tres estaban mirando una película de terror. Ambos pequeños estaban escondidos bajo cada brazo de su tío.

-¿Puedo preguntar porqué ven algo de terror?

Los niños saltaron y James le puso pausa a la televisión.

-Han dicho que son niños grandes. – James se lavó las manos.

-Pero si mira lo aterrado que están.

-No ha dado miedo, ¿Verdad? – Miró a ambos lados.

Los niños negaron con la cabeza.

-Creo que es mejor que tomen una ducha para dormir, ¿Vamos niños?

Rápidamente me tomaron de las manos. Y subimos escaleras para la habitación de invitados.

Los metí en la bañera y les di tiempo a que disfrutaran un rato ahí, al salir les ayudé con los pijamas y los recosté a ambos. James reciben bañado se acercó cuando estaba por contarles un cuento, ambos lo hicimos juntos y besamos la frente de cada uno, les dejamos encendida una lamparita de noche a cada uno. Con la puerta abierta nos despedimos.

Ya en nuestra habitación ambos nos abalanzamos sobre la cama, nos preparamos para dormir.

-¿Crees que así sea nuestra vida de padres?

-Quiero pensar que nuestros hijos no serán tan inquietos como ellos y que dormirán todo el tiempo.

-Eso pasa solo cuando son bebes.

-Pues que se queden bebes toda la vida.

Rodeé los ojos y me acosté en la cama. El rodeo su lado y nos unimos en un abrazo.

-Miento si digo que no me siento agotado.

-¿Comienzas a pensar seriamente lo de tener hijos? – Pregunté.

-Si te soy sincero, prefiero que lo pospongamos otros dos años más.

-Estoy de acuerdo y pienso que cuando deseemos tener niños pidamos a tus sobrinos otro fin de semana para saber si en verdad podremos. – Sí, tener a los hijos de Damian y Alice era una buena idea para practicar.

-¿Tu familia no se enojara por ello? – Dijo James con una ceja levantada.

-Mi abuela tiene otros dos nietos que posiblemente uno ya este por darle un bisnieto, así que no creo que se moleste.

-¿Qué pensará si descubriera que Nicolas ha traído hijos fuera del matrimonio?

-Posiblemente sea más exigente y además le obligaría a casarse con la chica.

-Si tu hubieses salido embrazada cuando no podíamos vernos, ¿Qué hubiese sucedido?

-Bueno, ambos nos mirábamos a escondidas de mi abuela y lo primero que hubiese dicho tal vez era que regresara al palacio y negarse aún más que nos casáramos, no quiero ser drástica, pero creo que solo por su enojo de saltarme las tradiciones familiares me hubiese casado con Frederick.

-No iba permitir que él fuese el padre de mi hijo.

-Lo sé, y por eso sé que hubiese renunciado a todo poder, posiblemente ahora mismo estaríamos en Canadá o algún otro lugar disfrutando de los últimos meses o con nuestro bebe en brazos.

-Imaginarte embarazada de un hijo de ambos me parece la cosa más romántica y dulce en este momento, pero después de nuestro día lo pienso mejor.

-Amo a tus sobrinos, pero me sobrepasan, son tan energéticos que hasta un día en el palacio se queda corto.

-Ahora pienso como fue posible que se hubiesen decido a tener tres.

-Bueno, tu en un principio querías más de cuatro.

-Creí que era como en las películas después de que nacían crecían rápido y se formaban como adultos.

-¿Me estas tomando el pelo cierto?

-Es que de las pocas veces que miraba a mis sobrinos solo los vi nacer y después caminar y ahora pues ya corren.

-James como padre te aseguro que te pondría a cuidar más a nuestros hijos.

-¿Sabes que preferiría?

-¿Qué?

-Que una niñera se encargara, mientras tú y yo hacemos más bebes.

Me atrapó debajo de su cuerpo.

-¿No estamos hablando de retrasar el tiempo en bebes?

-No dije que ahora mismo me gustaría tener un bebé. – Comenzó a besarme el cuello. - ¿Por qué no continuamos con lo que dejamos pendiente?

Me dejé llevar cuando de repente la puerta se escuchó abrir, empujé a James y el se sentó del otro extremo de la cama. Los niños encendieron la luz.

-Tío, ¿Podemos dormir con ustedes?

Cada uno traía su oso de peluche favorito.

-Vengan pequeños. – Les extendí los brazos. Rápidamente se subieron a la amplia cama.

-Hay ruidos extraños en nuestra habitación. – Dijo Michell.

-A la próxima no deben ver películas de terror con su tío James, ¿De acuerdo?

Ambos asintieron, se acomodaron en la cama y los tapé con la cobija. James me miró con cara de muy pocos amigos y se colocó de su lado. Ambos niños se encontraban en el medio de la cama.

James apagó las luces.

-Tía.

-¿Sí?

-No tengo sueño, ¿Podemos jugar a algo de princesas?

-Ava es muy noche. Debemos dormir para que mañana tengamos más energía para jugar.

-Pero en verdad no tengo sueño. ¿Puedo ver la televisión?

Resignada me levanté y encendí las luces de la habitación, James se levantó para ver que sucedía y en lo que prendía la televisión y buscaba un canal para niños, los susodichos estaban brincando en la cama como si de un trampolín se tratase.

Al mirar que su programa favorito se estaba emitiendo, se quedaron quietos un momento, pero no dejaban de repetir las frases. Momentos después Michell jugaba con sus dinosaurios y carritos de plástico, mientras que Ava me pintaba las uñas a medianoche.

James y yo ya los habíamos convencido de que debían dormirse porque sino el monstruo de la película podría venir por ellos, pero ambos se rehusaban diciendo que si se dormían se los podía llevar más rápido.

Recordé de una receta que muchas veces me había servido para conciliar el sueño cuando era pequeña, tomaba un vaso de leche tibia con galletas y al tener el estómago lleno y contento el sueño me acompañaba. 

Le preparé la receta mágica a los niños, quienes rápidamente consumieron la galleta y la leche, recé para que les surtiera efecto. Dos horas después entre bostezos y caritas soñolientas arropamos a los niños en la cama y por fin se quedaron dormidos. Apagamos las luces y James y yo nos unimos a ellos.

Una semana después.

-Charlotte, es momento de irnos, ¿Estás lista?

-¿Ya es seguro?

-No sabrán que estaremos en la finca de tu abuela, sé que estas dos semanas han sido buenas para ambos, pero todo parece estar bajo control.

Después de pasar dos días con los niños en esta casa, ambos habíamos platicado sobre el posible regreso porque yo sentía que había dejado muchas cosas inconclusas y despedirme de mi familia había sido una de esas, accedí que en podríamos irnos, verlos y regresar para que nuestra ubicación siguiera siendo secreta.

En la finca de mi abuela, el personal era limitado y únicamente estaríamos mis padres, posiblemente la familia de James nos visitaría uno o dos días y si se pudiese sería nuestro hogar temporal donde recibiríamos a invitados por muy corto tiempo solo para hacerles saber que no corría peligro, que estaba viva.

Tomamos nuestro vuelo privado y llegamos a Italia, con cautela llegamos a la finca y la familia nos recibió en una cálida bienvenida.

Mi familia me sonrió y todos nos abrazaron por turnos. Aceptamos gustosos el almuerzo que nos ofrecían y charlamos por horas sobre el retiro que nos habíamos tomado. Cada miembro se despidió después de cinco horas de convivencia. El servicio de la finca se había limitado a un número pequeño de empleados.

-¿Crees que pueda volver a mi agenda normal?

-Por el momento cariño, solo estaremos dentro de la casa, puedes pasear por la finca, pero me temo que debes ir muy bien acompañada.

-¿Siguen sin encontrar al responsable?

-Me prometí no comentarte nada, pero es exasperante que la policía de Italia aun no de con el paradero.

-Si todos sospechamos de tu primo, ¿No han ido en busca de él para saber donde estaba ese día?

-Ya lo hicieron, pero su coartada es correcta, estuvo de viaje bajo el nombre de su compañía con Lucia y su madre. No es sospechoso.

-¿Entonces?

-La policía sigue buscando respuestas.

-James el incidente ocurrió hace un mes.

-Lo sé y me enoja muchísimo que no sepamos quien es.

-¿Qué tal los investigadores privados?

-Han llegado a callejones sin salida.

-¿Cómo?

-Cuando están cerca de quien podría ser el autor intelectual de todo, parece como si fuesen engañados. Les tengo mucha confianza y confió en que encontraran al responsable, por eso hasta ahora no los he sustituido, ellos han trabajado para la empresa y nunca han fallado.

-¿Crees que algún día volvamos a nuestra normalidad?

-Si Charlotte, no permitiré que quien sea que esté afuera nos robe la felicidad y mucho menos nuestra tranquilidad, si para el próximo mes todo sigue sin respuesta idearemos un plan para que volvamos a nuestra normalidad, solo que prométeme una cosa.

-¿Qué es?

-No reprocharas la seguridad que tendrás encima.

Respiré profundamente.

-Hasta que encuentren al cabrón que nos roba la paz mental aceptaré lo que me digas.

Me besó la coronilla.

-Venga, vamos a dormir, que los viajes últimamente me agotan.

Nos tomamos de la mano y nos dirigimos a nuestra habitación temporal.

A la mañana siguiente me levanté por un incesante ruido, aquello aprecia ser la podadora de césped. Alargué la mano para tocar el torso de James y pedirle que se levantara a callar aquello, pero solo encontré su lado de la cama vacío.

Tomé mi bata y caminé al salón. La servidumbre ya se encontraba trabajando en sus labores del día.

-Señora, buenos días. – Una empleada hizo su reverencia - ¿Necesita algo? ¿Desea desayunar?

Miré a mi alrededor y otras tres personas me saludaron cortésmente.

-No, yo solo... - No sabía que decir, aquellas eran caras nuevas. - ¿Haz visto a mi marido?

-El señor está en su despacho.

-Lleva mucho tiempo ahí.

-Probablemente dos horas.

¡Dos horas! ¿Tan perezosa me he vuelto?

-¿Sabes si ha desayunado solo?

-Únicamente unas tazas de café, ha pedido que sirvan el desayuno en cuanto usted se levantara. ¿Desea desayunar ya?

-Creo que esperaré unos minutos más, iré a saludar a mi esposo.

-Como usted lo desee señora.

Le sonreí y me marché a su oficina, pero por primera vez estaba perdida, ¿Dónde era su oficina exactamente? Aquella finca la recordaba muy poco y habían hecho nuevas remodelaciones, la casa era pequeña, pero las habitaciones confundían. Detuve a un empleado.

-Perdona, ¿Sabes dónde está la oficina de James? – me sonrojé al verme incapaz de descubrirlo por mi sola.

-Al fondo a la derecha señora. Es la segunda puerta. – me indicó cordialmente.

-Muchas gracias. – Sonreí y me puse en marcha.

Antes de tocar presté atención en su voz, que comenzaba a traspasar la puerta. Estaba enfadado.

-No, he dicho que no... Damián, lo puedes resolver solo...me importa muy poco si la junta directiva se preocupa por la baja de nuestras acciones... ¿La competencia? Ambos sabemos que nadie ha invertido como nosotros... No, he dicho que no... no me presentaré en Tokio la próxima semana... Puedes ir tú... Haz lo que desees, pero esta es mi postura y no la cambiaré...

Toqué lentamente y escuché un adelante.

-Te llamo después. – colgó. – Hola cariño. – Me besó tiernamente.

-¿Estaban discutiendo?

-Unos pequeños problemas. – Me abrazó por la cintura.

-No quiero que por mí estés afectando a tu empresa.

-Has escuchado.

-Solo un poco. – Me quedé pegada a su pecho.

-No es de importancia.

-James, si debes arreglar cosas personalmente deberías ir, no puedes quedarte encerrado conmigo toda la vida, no eres de la realeza.

-Pero soy tu esposo y me deber es cuidarte.

-Puedo quedarme con alguien de confianza y reforzar la seguridad si eso te preocupa.

-Te quedaste con Nicolás y sabemos cómo terminaron las cosas.

-Aquello no fue culpa de Nicolás.

-Lo sé cariño, no me malinterpretes, no estoy buscando culpables, pero es que... no puedo pensar en que si te dejo sola de nuevo vuelva a pasar algo.

-James nunca podremos controlar lo que sucede a nuestro alrededor. No deseo que comiences a descuidar tu trabajo.

-No lo hago, trabajo desde casa.

-Las videoconferencias no son buenas siempre y tampoco los correos electrónicos, no puedes cargar todo hacia tu hermano.

-¿Entonces vas conmigo?

-¿A las oficinas? – Asiente. – No puedo hacer eso y lo sabes. Si voy a tu lugar de trabajo también debo cumplir con el mío y hasta ahora lo he descuidado.

-Entonces no voy.

-James... por favor.

-Encontraré la manera de solucionarlo. – Me besó diciendo sin palabras que nuestra charla había terminado. - ¿Desayunamos?

-Por favor, ya me ruge el estomago como no tienes idea. – reí. – y a la próxima, aunque sea despiértame para que desayunemos juntos antes de que trabajes.

-Estabas tan tranquila que no quise interrumpir tus sueños.

-Bueno, el jardinero te ha ganado esta vez, me he levantado porque escuché el césped podar.

-He de hablar con los empleados.

-No, eso sí que no, van a pensar que soy la princesa más floja que ha tenido Italia.

-No, van a pensar que eres la princesa más quejosa que han tenido.

-¡Oye! – ambos nos reímos y le golpe el pecho.

Nos encaminamos al comedor y nos sirvieron el desayuno. En la tarde me encontraba leyendo algunos correos en medio de la sala y haciendo anotaciones de lo último que me había perdido.

-¿No deberías estar llamando a la cigüeña?

-No todo es sexo Nicolás. – Respondí sin verlo. - ¿Qué haces aquí?

-¿No puedo visitarte?

-Creí que las visitas estaban restringidas por si alguien aparecía.

-Para que estés tranquila nadie me ha seguido y nadie sabe que estoy aquí.

-¿No lo sabe la abuela?

-No, ella tampoco.

-¿Por qué?

-Porque como siempre, nunca saben donde está Nicolás.

Rodee los ojos.

-¿A qué has venido? Tus visitas inesperadas siempre traen sorpresas.

-Mentirosa, siempre te visito porque te extraño.

-Eso sería lo ultimo que harías, ¿Qué te pasa?

-He venido por la televisión por cable. – Tomo el mando del control remoto.

-¿No me lo dirás?

-¿Qué te apetece ver?

-La verdadera razón por la que estas en mi casa.

-Técnicamente es la finca de la abuela. Y ya te he dicho, vine a hacerte compañía.

-¿Cenicienta de nuevo?

-No se llama cenicienta. – Dijo cortantemente.

-Ha, entonces sabemos el nombre. – respondí dándole toda mi atención.

-No, sino que simplemente aun no sé quien es y me tiene dando vueltas en la cabeza.

-¿Por qué te preocupa tanto?

-Porque últimamente la he soñado, me llama por mi nombre con la misma intensidad con la que follamos que ahora no me la quito de la cabeza.

-¿Te has enamorado?

-¡No que va! Esas cosas no existen y mucho menos cuando follas con alguien.

-¿Entonces?

-No lo sé, simplemente que la soñé y ahora me perturba, creo que es porque por primera vez cuando la vi supe que ella no sabía con quién trataba.

-¿Estas seguro? Actualmente muchos deben saber quien eres y más si es una joven de tu edad. Eres nieto de la reina y a menos de que esa joven sea extranjera no encuentro otro motivo por el cual ella no sepa quien eres.

-¿Tienes algo para desayunar?

-¿Ha pasado algo más? ¿Me estoy perdiendo de algo? – Lo mire con los ojos entrecerrados.

-No, no, no... - El silencio nos inundó. – La conocí en América.

-¿Cómo? ¿Cómo que en América?

-Lo que no te conté fue que mi "cenicienta" la conocí una noche en América cuando te ausentaste y tus amigos lograron sonsacarme para conocer el otro mundo.

-¿En qué momento sucedió?

-¿Recuerdas cuando ellos llegaron a Canadá y te visitaron?

-Si.

-Ese día yo estaba con ellos solo que no fui a verte porque nadie sabía que me había ido con ellos y tampoco necesitaba que me riñeras diciendo que me había pasado. Así como tampoco desea arruinarte la luna de miel.

-¡Oh Nicolás! – Fue lo único que pude decir.

-¿Oh qué?

-Esta vez la has cagado.

-¿Qué? ¿Por qué? – Se mostró angustiado.

-Porque tu problema no solo es centrarte en Italia y encontrar a la dichosa cenicienta, sino que tus problemas se han agrandado y América es muy grande para poder encontrarla.

-¿Cuánta probabilidad exista en que una de cada diez errores este sea el más grande?

-En que puede nacer un bebé. Así de grande.

Por primera vez lo vi perdido en sus pensamientos y aquel Nicolás bromista, divertido, había desaparecido. ¡Oh, Nicolás!

-Bueno, si dentro de nueve meses no me busca, eso quiere decir que no hubo error ¿Cierto?

-Técnicamente, pero si ella no sabe quien eres eso sería dejarla con toda la responsabilidad porque probablemente pensó que fuiste un extranjero que se aprovechó de la situación.

-¿Se supone que me ayudas a estar libre de culpa o me estás haciendo culpable?

-Las dos cosas.

-Gracias por los consejos.

-Cuando quieras. – Le sonreí al ver su desgracia.

Se enfocó en el televisor sin verla, se perdió en sus pensamientos. James me besó la cabeza al acercarse.

-¿Interrumpo?

-No, claro que no.

Miró a Nicolás detenidamente y esperó a alguna de sus bromas.

-¿Pasa algo?

-Esta preocupado por su cenicienta.

-¿Es grave?

-No, nada que no pueda resolver, ¿Cierto Nicolás? – Elevé la voz para que regresara a nosotros.

Sacudió la cabeza y nos miró.

-¿Perdona? Si, si... nada grave.

-¿Nos acompañas a comer? – James cambió el tema.

-No, esta vez no, me temo que debo regresar al palacio. Nadie sabe que estoy aquí.

Me besó ambas mejillas y me abrazó. Le apretó la mano a James.

-Puedes venir cuando quieras.

-Gracias.

Sonrió a medias y se fue con un lio mental. ¿Quién lo diría? Esta vez Nicolás estaba preocupado por sus problemas sexuales.

-¿Deseas comer afuera? – James me abrazó por la cintura.

-¿Podemos salir?

-Me refiero a los jardines, aún no es tiempo de ir a la ciudad.

-¿Por qué no? El clima es bueno, pediré que nos improvisen algo.

-¿Tienes trabajo más tarde?

-He terminado con algunos pendientes, pero... - Comenzó a besarme el cuello.

-Entonces esta tarde eres toda mía.

Reí bajito y aquellas palabras prometían mucho para esta noche.

Semanas después la finca se volvió un lugar muy concurrido nuestras familias se turnaban para visitarnos, primero mis padres, después los de James y ahora mismo nos encontrábamos juntos con los tres pequeños Acker.

-Tía, ¿Por qué los niños son tan complicados?

Miré a Ava sin entender.

-¿Cómo?

-Si, ¿Por qué los niños son complicados?

-Ava, querida no comprendo, ¿Podrías explicarte?

-En mi clase hay un niño al que siempre le regalo de mi sándwich, pero cuando quiero tomarle la mano no me deja. – Miro sus pequeños dedos.

-Ah – Mencioné al entender. – A veces los niños no saben lo que quieren, ¿Por qué le dejas tomar de tu sándwich si él no deja que le tomes la mano?

-Porque me gusta, tía. – La niña se sonrojó y agachó más la cabeza.

Me sorprendí ante la confesión.

-Ava, pequeña... aún estas muy chiquita para decir que te gusta. – le acaricié la melena.

-Pero papá y mamá se gustan, así como tú y el tío James.

-Somos adultos, los adultos si se pueden gustar.

-¿Yo y Philippe, no?

-Ava, aún son unos pequeños, tienen qué, ¿Cuatro?

-Voy a cumplir cinco.

Me reí bajito. Y le seguí acariciando el cabello.

-Aún así Ava, son muy pequeños para comprender el amor.

-Pero entonces... ¿Por qué me besó aquel día?

-¿Quién besó a quién? – James se acercó con los otros dos pequeños. Me entregó a Marco en los brazos.

-Ava y Philippe se han besado. – respondí.

James nos miró a ambas y conocí aquella mirada, comenzaba a marcar territorio.

-Señorita usted no tiene permitido besar a nadie hasta los treinta.

-¡Tío! – exclamó la pequeña. – Para eso falta mucho. – refunfuñó.

-¿Lo sabe Damián?

-James... - lo llamé para tranquilizarlo.

-Papá le dijo que no lo vuelva a hacer. – respondió su hermano.

-¡Cállate Michell! – Ava gritó.

-Señorita, como su tío favorito le ordeno que no deje que ningún niño mocoso le de besos.

-¡Tío! – Sus pequeños ojos comenzaron a nublarse.

-Ava, querida Ava – intervine. - ¿Qué te parece si lo hablamos en otra ocasión? No creo que el tío James sepa mucho de niños. – Le sonreí y le guiñé un ojo.

La pequeña se calmó y se acurrucó a mi lado.

-Señor todo está listo para la película en el jardín. – Un mayordomo interrumpió en el momento oportuno.

-Gracias.

-¿Ya están las palomitas? – Mencionó Michell.

-Sí.

Sin perder tiempo los niños mayores corrieron hacia la parte trasera. James y yo nos quedamos un ratito a solas en el sofá. El pequeño Marco dejaba hacerse con mis caricias.

-Estas perfecta para una foto de recuerdo. Serás una madre estupenda. – Me besó la frente. – Suertudo chico. – Le acarició la mejilla al bebé.

-¿Así hablaras de los líos amorosos de nuestra hija?

-No, iré directamente al colegio a pedir que alejen a cualquier crío de mi princesa.

-James... - reí. – esa no es la solución.

-Entonces estudiará en casa. No puede ir dando y recibiendo besos de cualquiera.

-Creo que tu hermano lleva mejor las relaciones amorosas de su hija. Tendrás que pedirle consejos.

-No, me gusta más mi manera.

Rodeé los ojos y reí.

-Qué Dios me ayude. Y por supuesto que libre a nuestra hija de su padre sobreprotector y celoso.

-¡Oye! Mi niña besará hasta que tenga treinta y sexo a los cincuenta.

Reí alto.

-¿No quieres que se case a los ochenta? – Dije sarcástica.

-No, mejor que a los ochenta tenga sexo y a los cincuenta de su primer beso.

-¿Te estas escuchando como eres de exagerado?

-No señora Acker, como usted lo ha dicho soy un padre sobreprotector y primero prefiero que mi hija sepa identificar a los hombres que no valen la pena, antes que comenzar a temprana edad a besar sapos.

-Su padre alguna vez fue sapo.

-Ella no tiene porqué saberlo. Y además este sapo se convirtió en el rey del corazón de su madre.

Se acercó para besarme en los labios.

-Esta noche deberíamos acostar temprano a los niños.

-¿Si? – Respondí con nuestros labios rozándose.

-Si, debemos comenzar a llamar a nuestra niña, ¿No te parece?

Reí.

-¡Tio! – Ava reclamó la atención de ambos. Nos separamos bruscamente. - ¿Ya podemos ver la película?

Ambos nos levantamos de prisa.

-Ya vamos, ya vamos. – Repitió James.

-¡Ava pide más palomitas! – Gritó su hermano a lo lejos.

-Al parecer no nos esperaron. – rio James.

-Una segunda ronda de palomitas. – Pedí a la servidumbre.

Marco comenzó a inquietarse en los brazos.

-Creo que alguien también muere por ver dibujos animados. – Comentó James abrazándome por la cintura.

Reí.

-Los Acker tienden a inquietarse cuando no consiguen lo que quieren.

-Señora Acker que bien dicho.

Reímos y salimos anuestra noche de películas. James pulsó el mando del proyector y pronto loscinco estábamos sumergidos en una película infantil.

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