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Capitulo 45

Días después. 

-Alteza, el martes tiene el acto oficial de visita en la fundación.

-Lo sé, me he estado preparando para eso. ¿Puedo entrar caminando?

-¿A qué se refiere? – Leticia parecía no entenderme.

-Me refiero a que no quiero que el auto me deje al frente de la fundación, sé que se ha hecho la cita en el comedor comunitario para familias con poco nivel socioeconómico de vida y la verdad he pensado que si llego en auto no se verá precisamente como un acto de caridad.

-Pero alteza, estarán los medios de comunicación y habrá multitudes, usted sabe que el auto es por protocolo de seguridad.

-Lo sé, solo estoy pidiendo que el auto quede a unos metros antes del evento para que no piensen mal o la publicidad amarillista quiera hacer de las suyas.

-Pero habrá más seguridad en su camino.

-No me importa, solo que quiero estar más conectada a la población, no deseo que piensen que, porque me he casado, he dejado de ser la princesa que los ayuda.

-Tengo que comentarlo en nuestra reunión matinal.

-No creo que no sea aceptada la propuesta.

-Alteza estamos hablando de su seguridad.

-No me niego a que más guardias me acompañen, solo pido no entrar con el auto. ¿Puedes hacerme ese favor?

-Haré lo posible.

-Conociéndote, sé que es un sí. – La abracé inesperadamente. – Gracias.

-¿Hoy es cumpleaños de Leticia y nadie me ha dicho? – Nicolás nos vio abrazadas.

-¿A qué has venido? – Nos separamos.

-Te busco, me han dicho que me quedaré en tu casa por los siguientes tres días.

Lo miré amenazadoramente.

-¿Hemos terminado por hoy? – Pregunté a Leticia.

-Así es Alteza, tengo que hacer unas llamadas y corroborar el evento del martes. ¿Nos reunimos a las cuatro para su reunión con los inversionistas?

-He olvidado mi cambio de ropa, ¿Puedes llamar a casa que enviaran a alguien por ella?

-No se preocupe me encargo de ello.

-Gracias.

Levantó los papeles de la mesa y nos dejó a solas.

-¿Por qué cuando llegas Leticia siempre se comporta diferente?

-No lo sé, nunca le caí bien.

-No, no es eso, si no fueras de su agrado no te miraría y además siempre estuviera al pendiente cuando me visitaras. Me preguntaría antes y te agendaría.

-¿Las flores las pusieron hoy? Se notan frescas. ¿Crees que envíen un ramo a mi madre?

-Nicolas... - dije amenazadoramente.

-No hay nada, son solo conflicto de intereses.

-¿Conflicto de intereses?

-Nos acostamos una vez. – Dijo apenas audible.

-¿Qué?

-¿Qué de qué?

-Repítelo, creo que no te oí bien.

-¿Qué?

-No, eso no. Repite lo que dijiste.

-Eso dije.

-Nicolas. – Le advertí.

-Que nos enrollamos una vez.

-¿Cuándo?

-Hace mucho tiempo, no recuerdo como sucedió, pero me acuerdo de que desperté en la cama con ella y ambos prometimos que nunca pasó. Estaba en juego su trabajo.

-¿Con cuántas más?

-¿Perdón?

-¿Cuántas más te has acostado?

-No soy ningún mujeriego, sé que piensas que las conquisto para meterlas a la cama, pero no es así Eva. Ella tampoco negó no estar bajo mi cuerpo, al contrario, lo recuerdo muy satisfecho.

-No me interesa tus placeres sexuales. ¿Acaso no te das cuenta de que ellas se sienten usadas?

-No les prometo amor eterno.

-¿Cómo pasó?

-Ya te dije, solo llegué, nos vimos casualmente y pasó.

-¿Qué puesto tenía?

-No lo recuerdo, fue hace muchos años. Posiblemente ni ella se acuerda.

-¿Y qué tal si estaba enamorada del príncipe rebelde?

-Lees muchos cuentos de fantasía.

-Tal vez pensó que, si se acostaban cambiarias y no sucedió, al contrario, te repudió.

-Estás loca. Además, nunca la vi de otra manera.

-Resulta que nunca vez de otra manera con quienes te acuestas.

-¿A qué viene esto ahora?

-Pretendía que aceptaras algo que sospechaba.

-¿Ya sabias que habíamos tenido algo?

-Si, era la única respuesta del porque ella siempre se iba cuando te veía, así que hice suposiciones y tu mismo me has dado la razón.

-Ya Eva, déjalo pasar.

-Solo te recuerdo que debes comenzar a pensar en los demás.

-¿Quién dice que no lo hago? Iré a quedarme contigo por tres días, ¿Sabes que significa? Tendré que posponer tres días de noches nocturnas por ti.

-No te sientas obligado, puedes irte a contraer alguna enfermedad de transmisión sexual.

-Aunque me niegue, me han encomendado a ti.

-Lo hablaré con James.

-Me ha dicho que si no aceptaba llamará a tus padres.

-No vendrán solo para cuidarme, además estoy mayor para quedarme sola.

-¿Prefieres que te cuide yo o que lleguen tus padres y reciban alguna de las cartas?

-¿No se lo has dicho verdad?

-No me corresponde, ya se termina tu tiempo, ¿Le has dicho?

-No, su viaje es en dos días y quiero que él se vaya tranquilo, no quiero darle problemas.

-Solo porque esta vez estoy de acuerdo contigo esperaré que se lo digas cuando él regrese.

-¿Solo prometes que no romperás nada en mi casa?

-Prometo que romperé algo.

Rodee los ojos.

-Te veo el lunes ¿Entonces?

-A primera hora.

-Espera... - mi cerebro unió algunos hechos de la semana. - ¿James no te lo pidió cierto?... – Espere su respuesta. – Te estas autoinvitando a quedarte en mi casa, porque esos días coinciden con la visita que harán tus padres al extranjero y no quieres ir.

-¿Cómo crees que haré eso?

-Y no quieres ir porque en España está la codiciada Marie que si mal no recuerdo también te acostaste con ella y ella piensa que tiene derecho a ser la prometida y próxima princesa.

-No pensé que ella esperaba que le propusiera matrimonio después de ofrecérseme en bandeja de plata.

-¿Cuándo entenderás que si las mujeres se ofrecen a ti es porque quieren algo a cambio?

-Bueno, ¿Puedo quedarme en tu casa si o no?

Me reí.

-Solo con la condición de que no digas comentarios fuera del lugar.

-Me portaré bien. – Levanto la mano en el aire en forma de promesa.

-Que Dios nos bendiga estos días.

Llegó la hora de la comida y me reuní con James en el comedor del palacio.

-Estoy pensando seriamente en algo.

-¿Es bueno o malo? – Nos sirvieron la comida.

-Creo que aceptaré la oferta de tu abuela de quedarnos en una de las residencias del palacio.

-¿Estás hablando de quedarnos aquí?

-No exactamente aquí.

-Lo sé, pero las únicas residencias disponibles, es el palacio y donde viven mis tíos, ahí hay una casa separada del palacio principal y nos tomaría solo media hora en ir y venir.

-Lo sé, por eso lo estoy considerando.

-¿Te cansa mucho el traslado?

-Creo que es agotador para ambos y si te soy sincero, amo nuestro hogar.

-Entonces no debemos tomar ninguna decisión, si lo deseas comenzamos a hacer uso del helicóptero.

-Siento que es innecesario.

-¿Por qué pensaste ahora que es buen idea vivir cerca? ¿Por tu próximo viaje?

-No quiero que estes sola.

-No me sucederá nada. Nicolás se quedará conmigo y te he dicho que estaremos en contacto a cualquier hora. Además, James no es mucha distancia.

-Me reconforta saber que te quedaras con él, sé que no debo preocuparme tanto, pero aún así trataré de no ausentarme mucho.

-Tranquilo James, estaré muy bien cuidada, además, no creo salir mucho, tengo demasiados pendientes aquí.

-¿Le has pedido a Nicolás que se quede contigo?

-No, él se ha ofrecido.

-¿Oculta algo verdad?

-No quiere ir de viaje con sus padres, porque la visita de estado que harán hay una mujer que esta interesada en ser su esposa y él huye de ella.

-¿No es inmaduro de su parte?

-Así es Nicolás. – me encogí de hombros. - ¿Te irás en la noche?

-Si, tengo que estar a primera hora en Suiza para arreglar los papeles y regresar lo antes posible.

-Arreglaré tu maleta mañana.

-Puede hacerlo el servicio.

-Soy la mujer de la casa, ¿Puedo hacer eso por mi marido?

-Tengo una mejor idea, ¿Por qué mejor no pasas todo el día conmigo mañana?

-Sabes que tengo trabajo, y tú también deberías dejar el trabajo listo aquí antes de irte.

-Damián se puede encargar.

-¿Qué dijimos sobre dejarle toda la carga a tu hermano? ¿Acaso no irá contigo?

-Si irá conmigo, pero puede hacer ambas cosas.

-James no seas irresponsable, asume tu cargo y también cumple con tus responsabilidades.

-Solo porque tu lo dices. – Me besó.

Leticia se asomó en el comedor y esa era la señal de que debía volver al trabajo.

-¿Te veo en la cena?

-Siempre amor mío.

Ambos nos levantamos y lo acompañé hasta la salida del palacio, el chofer se encontraba esperándolo.

Al día siguiente.

-¡Buenos días! – Un Nicolás entusiasta entró en nuestra casa como si fuese la suya.

James y yo lo miramos con el desayuno a medias.

-¿Qué haces aquí?

-¿Es un desayuno Canadiense? – Se sentó con nosotros en la mesa y le pusieron un plato igual al nuestro. Le propicié un golpe en la mano cuando iba a tomar una tostada. - ¡Auch!

-La cita era hasta la noche.

-Bueno me he adelantado.

-No estaba en los planes.

-¿Acaso no debo pasar más tiempo aquí?

-Buenos días. – Dijo James riéndose ante nuestra pequeña pelea.

-¿Lo ves? A él si le agrada que esté aquí. Buenos días hombre buenas cogidas.

James se rio.

-¡Nicolás! Una más y te vas con tus padres.

-Perdón señora. – Dijo ofendido. – A la próxima la dejas de buen humor por favor. – susurró pensando en que no lo escucharía.

Terminamos el desayuno en silencio. James se levantó y me besó.

-Me voy. ¿Te veo en la tarde sí?

-Aquí te esperaré.

Lo vi alejarse hacia la puerta y por primera vez sentí que algo me faltaba.

-Yo también suspiraría si estuviese en tu lugar. – Dijo con la comida llena.

-¿Puedes decirme por qué llegaste temprano?

-Porque no tengo a donde más ir. ¿A qué hora irás al palacio?

-Hoy no, he dicho que me quedaría en casa, debo hacerle la maleta a James y hemos decidido pasar la tarde juntos.

-¿Vendrá Leticia?

-Si

-¡Maldición!

-Tú has decidido venir temprano.

-Lo bueno es que tu casa lo tiene todo, estaré en la piscina todo el día.

-Mientras no fastidies por mi todo bien, ¿Te comportaras?

-A veces creo que me tratas como un niño, cuando soy claramente mayor que tú.

-No creo que hayas madurado.

-¿Y tú sí?

-Me he casado.

-Eso cualquiera lo hace.

-No tú.

-El matrimonio no es para mí.

-Huyes de él y no entiendo el motivo, tus padres han estado felizmente casados por años, ellos han sido un buen ejemplo como los míos.

-Nunca importa si tenemos buenos ejemplos o no, es lo que nosotros en verdad queremos.

Leticia entró al salón.

-Alteza. Buenos días. – Me miró e hizo una reverencia. Nicolás volteó y la miró. Ella se sorprendió al verlo. – Lo siento yo no... Altezas.

-Olvídate de él. ¿Vamos a mi despacho?

-Oh si claro, hagan como si no existiera.

-Has dicho que pasaras el día en la piscina.

-También dije que te debes cepillar los dientes después de desayunar. – Contraataco.

No respondí y mejor guíe a Leticia a mi oficina que se convertiría en nuestro lugar de trabajo durante las próximas horas.

A mediodía ya estaba solucionado todo el plan de entrada y salida para mañana, mi evento oficial de caridad se haría presente y estaba feliz de regresar al trabajo, de ver a la multitud, poder escuchar historias agradables de como la ayuda de la corona les cambio la vida y también sobre las donaciones que habíamos adquirido en estos últimos días.

Nos despedimos en la entrada principal y Nicolás entró a la sala mojado con únicamente un diminuto traje de baño.

-¿Se ha ido?

-¿Puedes secarte? Alguien se puede caer con el piso mojado que has dejado a tu paso.

-¿Acaso no habías dicho mi casa es tu casa?

-No a ti.

El ama de llaves se reunió a nosotros con una toalla en manos y salió espabilada a buscar con que secar el piso.

-Me iré a tomar una refrescante ducha.

-Te enseñaran cual será tu habitación.

Un mayordomo lo guío al segundo piso.

-Señora, han llegado el equipo del palacio. – El ama de llaves esperaba indicaciones.

-¡Oh cierto! ¿Puedes hacerlos pasar a la habitación disponible del primer piso? Si ellos necesitan algo complácelos, en un momento me reúno con ellos.

Subí para establecer algunos reglamentos con Nicolás.

-Señora. – El mayordomo me saludó al verme entrar en la habitación.

-Nicolas, ¿Te quedarás a comer? – pronuncié sin más.

-¿Me estas invitando o es tu manera de correrme?

-Tengo una sesión con el equipo del palacio ahora mismo, así que cuando termine espero no encontrarme con más sorpresas.

-Dormiré después de la ducha, posiblemente los acompañe a comer.

-¿Dormirás para salir en la noche?

-No, dormiré porque es la única manera no hacer que me corras.

-Por fin has dicho algo coherente. – Sonreí. – Te llamaran cuando esté la comida lista.

Salí dándole su espacio. Posiblemente Nicolás me estuviese mintiendo y solo recuperaría fuerzas para salir por la noche.

Llegué al salón exclusivo para mis hábitos de paz, solo que esta vez no estaba inundado de materiales artísticos ni tapetes de yoga, en su lugar una cama de masajes y una silla cómoda ocupaban el mayor espacio.

El personal amablemente me saludó y comenzó a preparar todo, pues hoy todo se enfocaba al cuidado de la belleza, un ritual que se premeditaba antes de cualquier evento público. Hice caso a las indicaciones y me cambié únicamente a una bata de baño. Seguí las instrucciones que me daban y más que feliz me dejé consentir.

Comenzamos con un masaje de cuerpo completo, la espalda, las piernas, los brazos y por ultimo la cara. El aceite de lavanda con vainilla me inundaba todos los poros del cuerpo y el aroma me daba la sensación de tranquilidad. Con los ojos cerrados dejé que ellos se encargaran de todo el proceso, el equipo de belleza me había trasladado a una silla reclinable e hizo su trabajo.

Iniciaron con la depilación de ceja, la aplicación del botox para las pequeñas arrugas, los masajes y mascarillas para eliminar las ojeras. Otras tres encargadas al mismo tiempo estaban haciendo la manicura y pedicura, que últimamente no le había tomado importancia.

-¿He llegado tarde para la depilación?

Abrí un ojo al reconocer la voz.

-¿Qué haces tú aquí?

-Aprovecho las ventajas de tener un equipo especial para prepararte un día antes del evento.

-No te invité.

-Me autoinvité.

Rodeé los ojos y traté de no darle importancia. Nicolás estaba ahora al lado mío disfrutando del momento. Y aunque no lo pareciese, a él también le importaba su aspecto físico ante las cámaras.

-¿Comenzamos con tu cabello?

-¿Prometes no cortarlo mucho? – respondí a Marco.

-Déjala calva. – Nicolás se unió.

-Si lo haces, ¿También a él? – Hice mención de que ambos tendríamos la misma calvicie.

-Hecho. – Se rio.

Sentí el agua recorrerme el cabello y minutos después Marco estaba únicamente cortando las puntas, como estilista profesional y privado, era el único que se encargaba de dejarme el cabello perfecto para toda ocasión. Después pasamos a darle un pequeño toque de color castaño y por último aplicó una mascarilla para el brillo en el cabello.

El equipo comenzó a guardar sus cosas Nicolás y yo los despedimos, ambos estábamos satisfechos con el resultado.

-Señora, ¿Desea que se sirva la comida?

-¿Ha llegado mi esposo?

-Llamó para avisar que llegaría tarde, hay trafico en la ciudad.

-Cuando el llegue podemos comer.

-Esta bien señora. – La ama de llaves se retiró.

Avancé hacia mi oficina para ultimar detalles en correos electrónicos y repasar el itinerario de mañana para evitar errores.

-¿Cómo que servirán hasta que llegue James?

Un Nicolás molesto azotó la puerta de mi oficina.

-Puedes pedir que te sirvan. – Dije sin prestar atención.

-¿En esta casa no tienen una hora de comida?

-En esta casa solo somos dos, así que comemos a la hora que nos conviene.

-Bueno, soy un invitado.

-Te auto invitantes, ¿Lo olvidas?

-Eso cuenta como invitado.

-¿Esta es tu personalidad dentro de casas ajenas o me quieres quitar de mis casillas?

-¿Sabes? Estoy aburrido, tu casa es copia del palacio, tienes muchas cosas, pero pocas que importen.

-Hay un pequeño establo detrás por si deseas salir a cabalgar.

-No soy fan de los caballos y lo sabes.

-¿Por qué la idea de que la mujer misteriosa te contactó me ronda por la cabeza?

-¿Qué? ¿De qué hablas?

-¿Tienes miedo cierto?

-¿Miedo cuál miedo?

-¿Por qué evades mis preguntas?

-No te estoy evadiendo, te contesto.

-¿Y bien?

-Vivo con la conciencia intranquila.

-Si ella no te ha contactado es porque no está embarazada y no le importas.

-Nunca me he sentido tan inseguro con nada, hasta ahora.

-Nicolas, eres un personaje importante en este mundo real, todos te conocen o por lo menos han escuchado hablar de ti, posiblemente la cenicienta solo está asimilando que ha tenido sexo con un príncipe.

-Tienes razón, parezco paranoico con esto, lo tengo, he de enterrar los pensamientos, ¿Cierto?

-Así es, a menos que ocurra otra cosa.

-Por el momento olvidémoslo.

-¿Qué deben olvidar? – James se reunió a nosotros.

-Cosas mías y de Eva. – Salió espavorido.

-Hola cariño. – Le sonreí.

-¿Está todo bien? – Miró en dirección a Nicolás.

-Está preocupado por su cenicienta.

Me beso.

-Al parecer si le preocupa algo a quien parecía ser un alma libre.

-Todo albedrío cuesta. ¿Comemos?

-Por favor.

La mesa estaba lista y los tres compartimos alimentos. Nicolás y James se enfrascarán en una noticia sobre las grandes casas de valores, de vez en cuando daba mi opinión, pues el trabajo y la comida no eran bienvenidos en mi mente. Debatieron sobre sus ideales políticos y las noticias actuales.

Llego el turno del postre y minutos después cada uno tomó rumbos diferentes. James terminó algunos documentos por resolver en su oficina y Nicolás por fin había encontrado algo en que perder su tiempo, ver películas.

La noche nos alcanzó rápidamente, me encaminé a la habitación para terminar la maleta de James antes de que se marchara.

-No te lo dije antes, pero te ves hermosa. – Me abrazó por la espalda.

-¿Solo hoy?

-Todos los días, pero hoy más.

-¿Será porque me ha tocado hacerme un retoque en todo el cuerpo?

-Tal vez te ves más hermosa porque me duele apartarme de ti.

-Solo te vas dos días.

-Eso es mucho tiempo.

-Te aseguro que en un abrir y cerrar de ojos estarás de vuelta.

-Esta siendo muy optimista señora Acker, ¿A caso no me extrañará?

-Cada segundo mi amor.

Me voltee, nos besamos y empacar la maleta quedó en segundo plano.

A la mañana siguiente me levanté con el lado opuesto de la cama vacío. En mi mesita de noche una tarjeta se encontraba doblada, reconocí la letra.

Amor mío.

Estabas dormida y no quise despertarte, parecías un ángel digno de las pinceladas de Miguel Angello. Te di un beso al despedirme y pronuncié lo mucho que te amo, de manera incoherente creo que me respondiste y me voy tranquilo con ello.

No olvides que te amo, te llamaré al aterrizar y en la noche. Espero que los minutos corran de prisa, mi regresó será mayormente placentero que la despedida.

Te amo cariño – James.

Mi corazón se desbordó en amor y mi subconsciente reprochó el hecho de haberme dormido y no verlo al salir. No podía volver el tiempo atrás y lo único que tenía por hacer era manejar el tiempo a mi favor para hacer más corto su ausencia. Hoy mi concentración estaría en el evento.

-¿Por qué debemos ir tan temprano al palacio? No hemos desayunado.

-Desayunaremos en el palacio.

Hizo una mueca.

-Tampoco me he bañado.

-Lo sé, vienes en pijama.

-¿Por qué estas manejando?

-He decidido manejar.

Rodó los ojos.

-Si al llegar no hay tocino y un huevo a media cocción te juro que te mataré.

-Prometo que tendrás tu desayuno.

-Más te vale.

Fue lo último que dijo y acomodó el asiento de mi camioneta que James me había regalado meses antes para quedarse dormido. Llegamos al palacio y los guardias de seguridad detrás de nosotros.

-Alteza buenos días. – Leticia se reunió como de costumbre al verme llegar.

-¿Está todo listo?

-Así es alteza.

-Bien, gracias es todo.

El tiempo transcurrió como estaba previsto fui a mi prueba de vestuario, lo cual consistía en un conjunto rosado de cuadros en la falda y la chaqueta fabricada por Carolina. Aquel era una replica de los conjuntos Chanel, los tacones y el bolso rosa pastel hacían la combinación perfecta. Al terminar caminé al comedor para reunirme con un adormilado Nicolás.

-Tengo una duda, ¿No te has quedado en mi casa toda la noche?

-¿Quién dice que no?

-Aún pareces dormido y si mal no lo recuerdo te fuiste temprano a la cama.

-Exactamente no fui a dormir, sino que me levanté antes de la cena porque no quería ver como James y tú cogían.

-¿Puedes ser menos discreto?

-Se estaban comiendo con la mirada en la cena. Ahora entiendo porque la servidumbre los deja a solas.

-Somos recién casados.

-En otras palabras, podemos coger cuando queramos.

-¿Puedes....? – Entrecerré los ojos. – olvídalo, no volveré a preguntar. – continue degustando el desayuno. - ¿Te veré en mi casa?

-Pensé que al dejar en blanco mi agenda me preguntarías si te acompañaría.

-No creí que quisieras ir, sabes que es un evento de caridad, convivir con las personas y a veces tiendes a aburrirte. No quiero presiones.

-¿Estás diciendo que soy muy malo para convivir contigo?

-No, digo que convivir en público no se te da muy bien.

-Acepto iré.

-Nicolas no...

-Te demostraré que allá afuera soy muy sociable y todos me amaran más que a ti al verte.

-Esto no es...

-He dicho que iré, te veo en la puerta al irnos.

Se limpió los residuos de los labios y salió espavorido a alguna parte del palacio, probablemente en busca de un atuendo adecuado. En medio del silencio decidí terminar mi desayuno en paz y después comenzar con lo planeado.

-¿Alteza? – Leticia pronunció al ver a Nicolás parado en la entrada.

-Cambio de último minuto, irá con nosotras. No te preocupes posiblemente en el camino se arrepienta.

-Notificaré que llegará con el príncipe.

-¿Nos vamos? O ¿Le temes a que nadie te haga caso? – Nicolás caminó al auto.

El chofer me abrió la puerta de la parte trasera.

-Estas a tiempo de arrepentirte. – Dije al sentarme a su lado.

-No me he cambiado para nada, te dije que iría y aquí estoy.

-Solo no me estorbes.

-Tú no me estorbes. – dijo seguro de sí mismo y ambos miramos a las ventanas.

Nuestro camino parecía ir despejado, como si al ver los autos blindados estos significaran que la realeza va pasando. Algunos saludaban hacia nosotros esperando una respuesta, saludaba en sus direcciones, posiblemente algunos me veían por la velocidad del auto.

-Vamos llegando al destino altezas. – El chofer mencionó una cuadra antes.

Por inercia me acomodé el cabello y alisé mi traje. El auto se detuvo.

-¿Qué no se estacionará al frente del edificio?

-Si no quieres caminar quédate aquí adentro o vete al palacio.

-¿Por qué caminaremos?

-Nicolas es una recepción con fines caritativos y además es un evento social, así que debo ser más apegada a la gente, lo que significa convivir con quienes han estado ahí afuera esperando por horas o minutos a que llegáramos. – Lo miré por unos minutos. - ¿Vienes o no? – Dije al poner el pie sobre la acera.

Al parecer Nicolás estaba pensando su respuesta final, pues no había descendido del auto. Me olvidé de él y comencé a caminar hacia la multitud como estaba previsto. Todas las personas aplaudieron y gritaron al verme acercarme.

Muchos niños estaban contra la línea de restricción, saludé a algunos con sonrisas y otros me dieron pequeños ramos de flores.

-¡Eva! ¡Eva!

Escuchaba a muchos reclamar mi atención y también extender la mano para ser saludados. En mi posibilidad, estrechaba cada mano que podía y repetía un hola.

-¡Princesa! – Un pequeño atrapó mi atención.

-Hola, ¿Cómo estás?

-Las traje para ti. – Me extendió unos tulipanes amarillos.

-Muchas gracias, están hermosas.

-Mamá dijo que te gustarían.

Levanté la vista a su mamá.

-Gracias por las flores. – Le estreché la mano.

-Son un placer.

Sonreí y continué hablando con todos. La gente volvió aplaudir y a mirar hacia detrás de mí, me detuve un momento y volteé a verlo. Nicolás venía caminando con una sonrisa enorme.

En ese preciso momento escuché un disparo y sentí algo pincharme el brazo izquierdo. En cuestión de segundos la multitud comenzó a gritar y correr.

-¡Eva! – Gritó.

Nicolás vino hacía mí, sentí desvanecerme. Los de seguridad comenzaron a protegerme por si estaban dispuestos a dar otro balazo.

Me llevaron al automóvil y Nicolás me abrazó en todo momento para proteger la herida.

-¡La princesa está herida! Repito la princesa está herida. – El de seguridad arrancó y nos sacó del lugar más rápido de lo pensado.

El dolor en mi brazo no dejaba de palpitar, la sangre salía por montones, el traje se ensució, visualizaba de manera borrosa la mano de Nicolás presionando la herida, comenzaba a escuchar muy lejano lo que todos decían.

-Eva, te pondrás bien ¿me escuchas? Te pondrás bien.

Cerraba los ojos por momentos, luchando por estar consciente en todo momento. Llegamos al palacio y las sirenas de unas ambulancias están presentes. De prisa me bajaron del auto y me subieron a una camilla. Miraba el techo del palacio al pasar, las personas hablando, Nicolás se quedó a mi lado en todo el recorrido, llegamos a una habitación blanca las lámparas estaban encendidas en su totalidad, una enfermera dijo algunas palabras que no entendí y me puso la máscara de oxígeno, segundos después perdí la noción del tiempo y del lugar.

-¿Qué pasó? – Dije al despertar y verme en mi antigua habitación.

-¡Eva! ¡Por Dios has despertado!

-¿Qué hago aquí? – Mi voz es apenas audible.

-Eva hubo un intento de ataque hacia ti.

-Recuerdo lo que pasó Nicolás, ¿Por qué estoy exactamente aquí?

-Porque te hicieron una examinación del brazo, se pensó que la bala estaba en tu brazo, pero gracias al cielo solo fue un roce profundo. Tuvieron que suturar la herida y darte calmantes.

-¿Lo saben?

-Eva.

-¡Nicolás! ¿Lo saben? – pregunté a gritos.

Se relamió los labios e inhaló hondo.

-No aún, pero no tardan en descubrirlo, la abuela pidió que registraran a fondo todo el sistema para saber si hay amenazas hacia todos o este intento fue directamente para ti.

-¿Qué pasó con el evento?

-Se canceló, se resguardaron a las personas.

-Necesito emitir un comunicado.

-Eva tu estado de salud es delicado.

-Nicolas, debo hacer lo correcto.

Traté de sentarme en la cama apoyada del brazo izquierdo y sentí una punzada. Hice una mueca.

-¡Pero si que eres terca! – Acomodó las almohadas a mis espaldas. – Eva debes mantener reposo.

-Dile a Leticia que la quiero ahora para redactar mi comunicado y tráeme unas pastillas para el dolor de cabeza.

La puerta se abrió y Leticia con unos policías entraron a la habitación.

-Alteza, los policías han venido para tomar su declaración, todos los demás hemos dado nuestras versiones.

-Claro, adelante. – Me moví e hice otra mueca.

-Esto será rápido alteza. ¿Puede explicarnos que pasó exactamente?

-Caminé a la multitud, saludé a quienes pude, me detuve a conversar con un pequeño y su madre que me habían regalado tulipanes amarillos y... – Cerré los ojos para recordar. – después me detuve un momento para mirar a mis espaldas porque Nicolás se presentó a acompañarme, cuando escuché el disparo y sentí un dolor en mi brazo. Recuerdo que después de eso, todos se movieron rápido y aquí estoy.

-¿Sabe de alguien que quisiera hacerle daño?

-No, usted conoce que somos discretos y tenemos relaciones muy cerradas.

-¿Ha recibido amenazas?

Volteé a ver a Nicolás y el asintió.

-Han sido mensajes incoherentes, no tienen remitentes si se lo preguntan.

-¿Los tiene aún?

-No, los he desechado porque no pensé que fuera a pasar algo así.

-¿Hay algún otro medio por el cual se lo hayan enviado?

-La mayoría fueron notas a computadora y no sé precisamente si me llegaron correos electrónicos si a eso se refiere, posiblemente hasta ya estén eliminados porque todo lo que leo se elimina para descartar pendientes.

-Bien alteza, por el momento no tenemos más preguntas, esperemos tenga una rápida recuperación y se emitirán más policías para los eventos. Seguiremos investigando, buenas tardes.

-Buenas tardes. – Respondí con media sonrisa.

-Eva debiste decir todo.

-¿Para qué? Sabes que muchas personas pueden odiarnos a James o a mí o a toda la familia y los mensajes y correos no dicen quien es.

-Pero los mensajes solo te llegan a ti, a ninguno de nosotros.

-Alteza...

-Lo sé, debemos emitir un comunicado.

-Su abuela ha hecho uno a su nombre.

-¿Qué? ¡No! Quiero dar uno yo misma, que sepan que estoy bien y que lamento lo sucedido.

-Eva debes hacer caso, aún estas bajo medicamentos, la abuela lo ha hecho bien.

Agotada incliné la cabeza hacia atrás.

-Alteza... le he traído su medicamento para el dolor.

Se lo dio a Nicolás quien me lo dio con un vaso de agua. Lo tomé sin rechistar.

-Deseo irme a casa.

-Alteza.

-En mi casa nadie puede entrar, estamos lejos de la ciudad y del ojo público. Puedo tener toda la seguridad que deseen, pero quiero estar en casa.

-Dudo que pueda...

-Me iré a casa con o sin permiso de la reina. Quiero estar en mi casa.

-Leticia déjanos a solas.

Leticia se retiró y Nicolás me miró seriamente.

-Eva, comprende que el palacio es la seguridad máxima, nadie puede entrar y salir.

-Nicolas, ¿Si te das cuenta de que con facilidad aquí entraban las notas amenazantes? ¿Qué tal si hay algún intruso que le dice todo al enemigo? ¿Qué tal si conoce los pasadizos secretos para entrar?

-Eva... - La abuela entró. – Gracias a Dios que estas bien. – Me abrazó y me quejé un poco. – Lo siento, lo siento.... Solo que, al verte llegar, estabas pálida y apenas comprendía lo que había pasado.

-¿Puedo irme a casa? – fue lo único que dije.

-Eva no es conveniente, aquí estamos en resguardo si desean volver a atacarte no lo harán aquí.

-Abuela quiero estar en mi casa, aquí solo escucho murmullos y veo a todos con caras como si me hubiese muerto. Quiero estar en casa. – Estaba al borde de lágrimas.

-Me quedaré con ella, la cuidaré abuela.

-Eva tus padres llamaron y tomaran el próximo vuelo.

-Por favor no los altere hasta que los vea.

-Trataré de tranquilizarlos pequeña. – Me dio un beso en la frente. – Haré que te lleven en helicóptero será más seguro y prométeme que no saldrás de tu casa.

-No tengo a donde más ir abuela. – Sonreí a medias y la vi salir. - ¿Él lo sabe cierto? – Cerré los ojos.

-Fue el primero. – Nicolás mencionó.

-Vámonos a casa.

Me ayudó a ponerme la bata y me sentó en una silla de ruedas a pesar de rehusarme. Una enfermera, Nicolás, dos de seguridad, el piloto, el copiloto y yo estábamos listos para partir a mi hogar, donde podría tomarme un reposo antes de que llegase James, posiblemente regresase dos días después de terminar todos sus asuntos. 

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