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Capitulo 2

Tres golpes en la puerta me hicieron despertar.

-¿Quién? – Grite con la voz adormilada.

-Así que aquí estas bella durmiente.

Mire borrosa la figura que entraba a mi habitación, pero por la voz reconocía quien era. Me cubrí la cara con la almohada.

-Te dije que hoy saldríamos. – Me jaló de los pies.

-¡Déjame! – Le aventé la almohada que rápidamente esquivo.

-No, ya teníamos un plan, no dejaré que lo arruines.

-¿Qué plan? ¿De qué estas hablando? – Me senté en la cama.

-Tú, yo, unos amigos, toda la noche en el antro, bebiendo hasta entrar en coma alcohólico.

-Estas loco, no iré a ningún lado, ya te puedes retirar. ¿Acaso has visto la hora? ¡Son las 11:30 de la noche!

Antes de volver a recostarme me sostuvo del brazo.

-Nada de volver a la cama Eva, te dije que, si o si te llevaría hoy fuera del palacio, así que vístete bien porque por nada del mundo te dejaré aquí, o ¿Prefieres que la fiesta sea en tu habitación? Mira que he descubierto donde guardan la bebida y...

-Bien, bien, ya entendí. – Rodee los ojos. - ¿Puedo ir en pijama?

-Si crees que no llamaras la atención con esa corta bata de seda, me parece bien.

Instintivamente me tapé del cuello a los pies.

-¿Dónde es el lugar?

-El mismo de siempre. "Fragance"

-¿Debo de ir como Eva, princesa Eva o tu nueva conquista?

-Yo digo que una combinación de las tres.

-¿Te basta que nos vayamos a media noche?

-Media hora solo para cambiarte, ¿Me estas bromeando cierto?

-Tú eres el que quiere salir, a mí me gusta mi cama.

-Bien, solo media hora. – Se sentó en la cama, mientras yo me encaminaba al closet.

No iba a ser fácil encontrar algo que no llamase la atención, últimamente mis vestuarios habían sido cambiados y ahora que todos ya me reconocían como Princesa no había mucho por lo que optar. Me enrolle en mi bata de baño y me enjuague la cara, me desenredé el cabello y le aplique productos para que se notase como recién lavado, me maquillé, me ondulé el cabello y me deshice del pijama de seda, lo cambié por un jumspsuit negro corto con mangas largas y brillos por todas partes, lo único diferente era que la espalda en corte V terminaba en la cadera. Las zapatillas de tacón color negro dieron el toque perfecto a una noche muy larga.

-¡Ya es media noche princesa!

-Si sigues gritando todos sabrán que nos fugaremos. – Entré a mi habitación.

-Tu recamara es más grande que la mía, es como un pequeño departamento, ¿Cómo quieres que no grite para localizarte? – Nicolas estaba con la vista al techo.

Al incorporarse silbó. Y me revisó de pies a cabeza.

-¡Vaya alteza! Usted es la que va a robar alientos el día de hoy.

-Espero que no me reconozcan.

-No lo harán, nunca lo hacen... bueno... solo aquella vez que casi lo echas a perder. – Ladeo la sonrisa.

-¡Ya he dicho que lo siento! – Me cubrí la cara.

-Vamos ya, toma tu bolso que la música y el alcohol nos esperan.

Tomé mi cartera negra pequeña del sofá y con los tacones en mano, ambos salimos de mi habitación como viles delincuentes y bajamos escaleras para llegar a la parte trasera donde su auto y su hombre de confianza nos esperaba.

-Lo siento tanto Josué, la princesa nunca termina de arreglarse.

-No se preocupe alteza. ¿Tendrán planeado regresar?

-Es probable que asistamos al desayuno, ¿Tendrás nuestros cambios de ropa?

-Él de usted sí alteza, pero ¿La princesa?

-Oh no, no se preocupe – Intervine - localice a Carla a primera hora de la mañana y dígale que le he enviado por un cambio de ropa, ella a veces no hace preguntas y si le cuestiona todo, idéeselas. – Le guiñé.

-Sus abrigos. – Nos tendió nuestra arma maestra.

Si el pobre no fuese de confianza por años ya nos hubiera delatado desde la segunda vez que llegué aquí y le seguí la corriente al desastroso de mi primo.

Ambos montados en aquel Bentley 2020 descapotable partimos a nuestro antro favorito por el momento. Las carreteras se encontraban desiertas y el alumbramiento público era el único que nos acompañaba en nuestra travesía, si tuviese algo de sentido común en estos momentos no hubiese aceptado la mala idea de Nicolas por salir a la calle, pero como últimamente no pensaba con la cabeza sino con el instinto, me deje llevar.

Nuestra bienvenida siempre era en las puertas traseras del lugar un guardia nos esperaba, siempre alguien de confianza, y nos guiaba a un reservado donde casi no éramos percibidos a menos que nos adueñásemos de la pista de baile y arrasáramos con todos. Las bebidas ya estaban puestas en la mesa pues últimamente tomábamos lo mismo y los amigos de Nicolas ya se las sabían todas.

-¡Hombre! Pensé que no llegabas.

-Las mujeres nunca terminan de arreglarse. – Le di un codazo en el costado del abdomen.

-Un gusto, muchachos. – Salude a todos. La mayoría ya nos conocíamos.

Cuatro hombres nos acompañaban en el reservado.

-¿Piensan iniciar la fiesta si mí? – La voz menos esperada me asombró.

-¡Frederick! – Me lancé a sus brazos.

Me atrapó y fundió nuestros labios en uno solo.

-Te he extrañado principessa. – Sostuvo mi rostro con sus manos.

-¿Por qué no me has dicho que vendrías?

-Quise que fuese una sorpresa, tu primo me ha ayudado en verdad.

-¿Dónde te quedas?

-Hemos aterrizado hace dos horas, mis padres han decidido que viniera solo para charlar con la monarca de Italia.

-¿Esa es la verdad? – Lo miré con los labios fruncidos.

-Vale, me has cachado, era una estrategia para verte, ¿No te alegra que este aquí?

-Claro que si tonto, solo que habíamos acordado en que esta vez iría a verte yo. Menudo caos has liado para venir, ya lo digo yo.

-Solo tuve que plantear que soy el futuro heredero de Dinamarca, no lo volveré a hacer, lo prometo.

-Me dijiste lo mismo en la última visita.

-No he aguantado tanto para verte de nuevo.

-Tortolitos, ¿Acaso se quedarán conversando toda la noche? Una gran fiesta nos espera. – Sí, Nicolas arruinando el momento.

Frederick y yo nos sentamos juntos, mirando a la multitud bailar al ritmo de la música, tomando verdaderos vasos de tequila, últimamente esta era mi bebida favorita, sí desde que el amor me golpeo tanto que hasta el corazón me partió.

-Soy yo o ¿Creo que todos los tíos de este reservado te quedan mirando las piernas? – Frederick me susurró.

Reí bajito.

-¿El Frederick celoso hace presencia?

-Con una novia tan guapa que tengo me vuelvo el peor de los celosos.

-Tranquilo campeón dudo mucho que se quieran meter con el futuro rey de Dinamarca.

-Prefiero que me tomen como un tío peligroso, no por mi título, sino por mi personalidad.

-¿Acaso no te dicen señor egocéntrico?

-Casi nadie lo dice, pero tengo una ligera sospecha que tú últimamente me calificas así.

-¿Yo? ¿Pero quien dice eso?

-Los últimos mensajes que me has enviado.

-Es un mentiroso señor.

-¿Eso le parece señorita?

-Claro, en su ultimo mensaje me dijo que estaba por dormirse en su gigantesca cama de Dinamarca y me lo encuentro aquí sentado a mi lado.

-Me encanta dar sorpresas.

-Yo ser quien las reciba.

La copa de Martini que tenía en mis manos terminó por derramarse a mis pies, en este momento sus besos me sabían a un subidón de alcohol enorme que una pequeña copa de miles de euros. Nuestros labios eran un sabor dulce y ácido, nos compensábamos al mismo ritmo, nos dejamos llevar por lo que sentíamos, las leguas se rozaban y la excitación no cabía en nosotros.

-¿Por qué no bajamos a bailar mejor? Nicolas sospecha que nos metemos mano debajo de la ropa. – Lo separé y le sonreí.

Trataba de respirar con normalidad.

-¿Lista para un espectáculo a estos aburridos?

-Preparaba.

Entrelazamos manos y bajamos a la pista de baile, el DJ tenía la música a todo volumen y nosotros simplemente disfrutamos, ¿Qué si los italianos sabemos mover el cuerpo? Me había credo en Canadá y era obvio que las raíces del baile se pegaba a mi cuerpo, ambos cuerpos unidos, la música corría sin parar y Nicolas con sus conquistas nos acompañaban a un lado, ninguna de las parejas se daba por vencida, pues la noche era corta y bailar te desintoxica o bueno por lo menos mi cerebro trataba de hacerlo, mi noche iba bien, mi novio de larga distancia me acompañaba en esta locura de Nicolas y mi primo solo se perdía por momentos en los baños de damas, esperaba que siempre llevara condón.

Con los cuerpos sudorosos, la melena pegada a la espalda y los pies cansados Frederick y yo optamos por un descanso en nuestra pequeña mesa donde nadie podía vernos, un descanso nos sentaba bien.

-¿Nuevas bebidas? – El mesero se acercó al vernos en la mesa.

Lo miré a los ojos y mi intuición me decía que lo conocía.

-Dos vasos de Wiski escoses por favor.

Mire a Frederick.

-¿No crees que es mucho para lo que llevamos?

-No cielo, apenas estamos comenzando. – Me beso la coronilla y le hizo señas al camarero.

-¿Podríamos volver a acordar lo de los apodos cariñosos?

-Vale, lo he entendido, ¿Bonita cierto?

-Si por favor.

-¿Qué te parece si hoy te quedas conmigo en el hotel? – Me abrazó por la espalda.

-Hemos acordado algo Frederick, además no puedo y lo sabes, siempre debo de llegar a casa.

-¿Y si hoy es la excepción?

-No puedo, lo sabes.

-¿Cuándo les diremos a todos que tenemos algo?

-Frederick llevamos cinco meses apenas, ¿No crees que sea muy pronto? Además, mi abuela no lo permitiría, por lo menos un año u ocho meses se deben cumplir para decir que salimos formalmente y eso de que los paparazzis nos sigan no quiero, me gusta estar así en nuestra burbuja.

-Mis padres ya lo saben.

-¿Qué? – Me voltee a verlo.

-Mi madre se hacía la idea de que algo me pasaba y una vez directamente me lo preguntó, se lo confesé y mi padre casualmente lo supo.

-¿Tú abuela lo sabe?

-Sí.

-¿Por qué has esperado hasta ahora para decírmelo?

-Porque por mensaje no era de caballeros.

-Soy tu novia ahora, y creo que lo menos importante es saber si un mensaje es correcto o no.

Me molestaba sí, algo habíamos pactado al principio y obvio que él lo había roto.

El mesero llegó, pero solo trajo consigo un wiski y una margarita.

-Sus bebidas.

-Hemos pedido dos wiskis, no uno.

-Lamento informarle que el señor Nicolas pidió que la dama se tomase esto dijo que era mejor a un escoses y que a ella le encantaban más si estaban hechos con fresa y kiwi, y con el tequila es una combinación perfecta del paraíso tropical.

Mire extraña la bebida y al mesero, Nicolas ni de coña me mandaría esto y lo sabía porque, primero él estaba ahora mismo en el baño y segundo, ni siquiera prestaba nunca atención a lo que bebía. Solo una persona lo sabía y mi corazón latió rápidamente.

Frederick, iba a reclamar, pero lo detuve.

-Puede dejarlo, gracias, pero le pido que nos traiga el otro wiski escoses, me apetece mucho.

El mesero se dio cuenta de mi sorpresa y con los hombros caídos regreso por mi bebida.

-¿Cómo es que Nicolas sabe tanto de ti?

-Es mi primo ¿No lo crees? – Reí. 

-Me gustaría saber todo de ti también.

-Creo que me conoces más que todos aquí.

-No tanto querida.

-¿Volvemos a la charla de los sobrenombres?

-Señores, su wiski. – El mesero nos interrumpió. La dejó en mis manos y se retiró.

-Mejor brindemos, por ser la mejor pareja que no se muestra al público. – Evitó mi conversación.

-¡Salud! – Chocamos vasos y el contenido se derrapó por nuestras gargantas.

Una mueca de ardor me arrastro consigo. Una carcajeada de Frederick me hizo volver a la realidad.

-¿No te acostumbras aún cierto?

-Eres un hombre masiso aun no sé como estas cosas no te tiran a la primera.

-Años de experiencia.

-Si lo creo.

-¿Lista para una segunda ronda?

-¿Y si mejor lo cambiamos por tequila? O ¿Vino?

-Eva, lo que menos encontraras aquí es vino.

-Bueno un vodka.

Hizo una mueca. Mi corazón se encogió.

-Prefiero el tequila, ¿Limón y sal?

-¿Podemos pedir cacahuates japoneses?

-Tus costumbres americanas no desaparecen. No creo que haya en este lugar, para la próxima te juro que yo te compro especialmente una bolsa entera.

-He aprendido que con botanas aguantas más el alcohol en el estómago.

-Me hubiese gustado conocerte en América.

-Me gustaría olvidar esa parte de mi vida. 

-¡Tortolitos! ¿Qué es lo que hacen aquí? ¡La fiesta está buenísima!

Nicolas gritó por lo alto de la música, y no porque no lo escuchásemos, sino porque el alcohol comenzaba a hacer presencia en su cuerpo.

-¿Te la estas pasando fenomenal cierto?

-No sabes cuánto. – Con su mal aliento se acercó.

La música cambio de generó y Nicolas no desaprovecho la oportunidad para tomar la pista conmigo.

-¿A dónde vas? – Frederick me sostuvo de la cintura.

-Solo iremos a bailar, todo bien campeón. – Lo bese en la mejilla y a trompicones baje a la pista.

La música estaba en su punto que la mayoría de las personas a nuestro alrededor se la pasaban moviendo el cuerpo, con vasos de alcohol en la mano, coqueteando unos con otros, gritando shot, y metiéndose la lengua uno que otro. Últimamente el antro se inundaba de canciones estadounidenses que a todos ponía a bailar.

Nicolas y yo éramos expertos para ponernos en sintonía con el genero que se estuviese reproduciendo, solo se necesita tener unas copitas demás en el cuerpo y la pista era nuestra. Cada movimiento demostraba lo que la música significaba para nuestros cuerpo, liberación, alegría y excitación. Los movimientos de caderas, el roce de ambos cuerpos y movimientos sensuales hacían que la gente a nuestro alrededor solo empezara a despejar nuestro lugar favorito. Sí podíamos ser unos maestros cuando quisiésemos, bien dicen cuando estas en confianza las cosas salen mejor y en nuestro caso no había excepción, los movimientos de Nicolas y los míos eran la sensación, el twerk y los pasos de reguetón a veces eran la mezcla perfecta.

Canción tras canción, solo podíamos ser dos cuerpos sudorosos sacando de su cuerpo todo el alcohol adquirido en esa noche, unas manos bien perfiladas me tomo de la cintura y me voltearon para esta vez ser un solo cuerpo y ya sin contar con la compañía de Nicolas, sino que esta vez Frederick mostraba sus movimientos más sensuales y como podría moverse en la cama, sin darme cuenta, Nicolas desapareció, mientras que Frederick y yo nos convertíamos en los nuevos dueños de la pista, sí su movimiento de caderas y piernas podía superar los míos, bien que los de Dinamarca tenían su lado en el baile, no lo negaba. Pero viniendo de él, me era de sorprender.

Después de solo una canción bailando con Frederick, nos alejamos de la pista y regresamos a nuestro reservado como unos tontos enamorados, jóvenes que se habían escapado de sus casas y esto era lo más malo que habían hecho durante toda la noche. A lo lejos visualicé a Nicolas bailando con una despampanante rubia, pero esta vez sin robar la atención de nadie, me sentía satisfecha por él.

-¿A qué no pensaste que los de Dinamarca éramos buenos verdad?

Bebí de un trago su vaso de wiski.

-La verdad que no, ¿Qué más tienes para mostrarme?

-Te sorprendería.

Me tomo de la cintura y con una mano me sostuvo la nuca, y nos unió en un beso que sentí profanar en mi alma, nos fundimos en uno solo simplemente con los labios, sí el necesita más, yo igual, pero no podía simplemente no podía permitírmelo. Nos profundizamos demasiado que nuestras almas se estaban convirtiendo en una sola.

Lo separé, su mano había desaparecido de mi cintura para rodearme una nalga.

-¡Oye campeón! Tranquilo, vamos paso a pasito.

-¿Por qué no pasas la noche conmigo? – Me acarició el rostro.

-No podemos y lo sabes, ¿Qué te parece una tarde de películas? Puedo escabullirme a tú habitación de hotel.

-Esta bien, pero te encerrare para que pases la noche conmigo, te extraño cada veinticinco días y solo te tengo cinco.

-Algún día, las cosas que tardan en llegar son las mejores. – Le guiñé. - ¿Tienes la hora?

Miró su Rolex.

-Cuatro de la mañana.

-¡No es cierto! – Abrí los ojos como platos. – ¿Me estas bromeando?

-No mira.

Comprobé lo que me había dicho, sí efectivamente su Rolex marcaba las cuatro de la mañana.

-La abuela se levanta a las cinco y ambos se supone que debemos de estar en cama.

-Tengo reunión con ella a las siete.

-Deberías irte, no has dormido nada y con el aliento a alcohol dudo que logres una buena conversación.

-Me iré hasta saber que tú y Nicolas se han ido a casa, no planeo dejarte aquí con Nicolás perdido por quien sabe dónde.

-¿Lo puedes buscar? Nosotros también debemos irnos, si llegamos al amanecer todo el servicio se dará cuenta que no hemos dormido en el palacio la servidumbre empieza sus labores cuando la abuela se levanta.

-¿Podrá conducir? Los llevo yo.

-¡No! – Busqué algo bueno que decir. – Sé manejar puedo hacerlo yo. Pide tres vasos de agua con bastante hielo, iré al baño y enseguida vuelvo. Localízalo por favor.

Deje a Frederick en nuestra mesa y me encaminé al baño, la multitud poco a poco se hacía menor en el establecimiento y los baños de damas en ese momento se encontraban vacíos, al entrar me sostuve en el lavamanos y por fin deje salir todo el aire que retenía en los plumones sin darme cuenta, algo andaba mal, mi instinto lo presentía y la vocecita dentro de mi cabeza, me comunicaba que él estaba ahí, el peor de mis pesadillas.

Me lavé la cara para espabilar las ideas tontas y me sostuve la mirada a través del cristal, sin darme cuenta al principio, del fondo, una silueta se encontraba recargada en la puerta de entrada, esos ojos azules tan preciosos como los recordaba y ese cuerpo bien diseñado por los dioses que una vez disfruté. Era él, ahí estaba, mirándome a través del cristal.

Mi corazón lateo rápidamente advirtiéndome que esto no podía estar pasando, no era real, solo mi imaginación que estaba debajo del efecto del alcohol, volví a enjuagarme la cara con agua y al levantar la mirada hacia el mismo punto, solo me encontraba yo, mirando por el espejo, sí completamente había sido producto de mi imaginación.

Salí en busca de mis dos hombres, con la mente un poco despejada le indiqué a Nicolás que se tomase el vaso de agua helada, hice lo mismo y obligue de igual manera a Frederick, ninguno de los tres estaba preparado para manejar, pero alguien debía tomar el riesgo de manejar de regreso a casa, por Frederick alguien lo esperaba fuera, pero por nosotros dos que Dios nos amparara.

Los tres salimos juntos al estacionamiento, porque el parking ya no trabajaba a esas horas de la madrugada, con ayuda del guardia de seguridad de Frederick metimos al auto a Nicolas que a estas alturas comenzaba a decir palabras incoherentes y apenas sostenía su propio peso.

-¿No quieres que te lleve? O ¿Mi escolta? – Frederick abrió la puerta del conductor.

-No en verdad, además no puedo llegar con alguien distinto al palacio sospecharan y ahorita el personal debe de estar ocupando sus puestos, sé como arreglármelas, además no estoy tan borracha como el hombre a mi lado. – Ambos miramos hacia Nicolas.

-¿Segura?

-Si, muy segura que hasta puedo sostenerme con un pie. Mira. – Perdí el equilibrio, pero lo intenté.

-Avísame cuando llegues. – Asentí.

-Lo prometo.

Me besó y me miró a los ojos.

-Te amo.

Le sonreí.

-Descansa por favor. – Me introduje en el auto.

Y al verificar que ambos teníamos el cinturón de seguridad, puse en marcha el motor, que con el contacto del acelerador rugió. A velocidad rápida salí de aquel lugar y me encarrilé a la carretera principal. El alumbrado público era mi guía para llegar al palacio, Frederick junto con su auto nos seguían de cerca hasta la desviación de su hotel y el palacio. Un ruido solicitario durante todo el trayecto a casa nos acompañó.

Al parar en un semáforo me di cuenta de que mi vida era todo un caos, tenia de acompañante a un alcohólico que siempre me sonsacaba para acompañarlo en sus rumbas, pero esta vez si que se había pasado hasta dejarme la responsabilidad de regresar a casa.

Por otro lado, estaba Frederick que lo único que quería de nuestra relación era llevarme a la cama, tal vez pensando en desvirginarme porque las princesas debemos ser vírgenes hasta el altar, sí la dura realidad. Lo malo era que su plan fallaba, pues el ser virgen ya no estaba en mi lista, sus sentimientos era lo que me había enamorado de él al llegar aquí, siempre fue amable, amoroso, atento y sobre todo protector, un caballero en toda la ampliación de la palabra, el príncipe de muchas y era por eso que me sentía como la más dichosa del universo. Que hasta pena me daba el pobre cuando se confesaba ante mí, si supiera que ya ningún amor podía reponer esta alma rota y en pena.

El semáforo indicó avanzar y por nada del mundo decidí pararme en otro, tomé esas carreteras como una autopista y aceleré todo lo que pude hasta que llegamos a la entrada trasera del palacio. Por el interfono de las rejas llamé para que abrieran y gracias al cielo, nuestro guardia cómplice ya nos esperaba.

-Alteza, ¿Qué ha sucedido? – Comentó con la cara asombrada. Yo nunca había manejado el auto al regresar.

-Se ha pasado esta vez de copas, ¿Lo dejo aquí dentro? El auto.

Josué regreso en sí.

-Si alteza, es mejor, ya lo estaciono yo, a estas horas ya comienza a haber movimiento en todas las áreas.

Arranqué unos metros más y el auto quedo justamente delante de las grandes rejas traseras del palacio.

-Bien, ¿Ahora como le haremos para llevarlo a mi habitación?

-¿Se quedará?

-Es lo mejor que se me ocurre, no puede estar en el auto y mucho menos en el cuarto de huéspedes, lo esconderé bien.

-Debe de tener mucha fuerza alteza, tendremos que llevarlo.

-Maldito Nicolas, no se las acabará a primera hora.

Eran las cinco con veinte minutos cuando Josué y yo nos enganchamos a Nicolas en nuestros hombros, de puntillas caminamos por donde el servicio comenzaba a notarse para hacer sus actividades del día, nunca había odiado tanto las largas distancias para llegar a mi habitación, y mucho menos las escaleras tan largas, con pesadez mi espalda sufría las consecuencias y los hombros no se quedaban atrás. Una mucama nos vio, estaba a punto de gritar por nuestras fachas y por mis señas de silencio solo fue una cómplice más, hizo como si nada hubiera visto y continuo su camino con la cabeza baja. A trompicones con el cuerpo pesado de Nicolas y mi poca fuerza de voluntad llegamos a mi habitación, una exhalación le dio la vida a mi cuerpo.

-¿Segura de tenerlo aquí alteza?

-Si no te preocupes Josué, yo me encargo puedes ir a descansar gracias.

-Alteza me retiro.

-Por favor cierra la puerta.

Al desaparecer Josué de mi habitación, corrí a ponerle seguro a la puerta, no quería que nadie llegase a entrar en estos momentos. Acomodé lo mejor que pude a Nicolas en mi cama, le quité los zapatos, los calcetines, la camisa semi abierta y los pantalones. Si claro, la prima debía de cuidar a la oveja negra de la familia. Mientras que a mí nadie me cuidaría. Rápidamente me metí en la ducha y traté de quitarme todo el maquillaje que llevaba a estas alturas regado por la cara. Me enjuagué el cuerpo para eliminar cualquier pisca de alcohol y sudor que pudiese quedarse en mi piel, al salir con los productos desmaquillantes, me deshice de lo que quedaba en mi cara, me vestí con un pijama cómodo de algodón de dos piezas y la bata encima.

Me adentré en el cobertor de mi cómoda cama, miré el reloj, seis en punto de la mañana, el sol entrando con pequeñísimos rayos por mis grandes ventanales y yo apenas buscando la comodidad del sueño. 

La pantalla de mi celular se iluminó, un mensaje nuevo había entrado.

De: Numero Desconocido.

¿Has llegado bien a casa?

Fruncí el ceño, tenía registrado el número de Frederick, ¿Por qué me enviaría mensaje de otro número? Tal vez se había quedado sin pila.

Para: Desconocido.

He llegado sana y salva.

Gracias por preocuparte, eres el mejor. ¿Lo sabes cierto?

Descansa, mañana tienes un día largo.

Te quiero.

Dejé el celular en su lugar y reflexioné sobre lo que en realidad era esta relación, ¿Amigos? ¿Novios? ¿Amigos con derecho? Aunque en realidad, ¿Qué quería yo? El celular volvió a iluminarse.

De: Frederick.

¿Ya has llegado a casa?

Fruncí el ceño, ya le había contestado, ¿Acaso no le había llegado el mensaje?

Para: Frederick.

Si ya. Te había contestado en el otro número.

¿No lo has recibido aún?

No recibí mensaje de vuelta. 

Tomé mi antifaz de mi mesita de noche, apague la luz tuene de mi lampara y me acomodé el antifaz, recosté el cuerpo cómodamente y en menos del minutos, Morfeo había llegado para llevarme. 

-¡Alteza! ¡Alteza! Abra la puerta por favor.

Unos golpes fuertes golpeaban la puerta sin parar.

-¡Alteza! ¿Esta usted ahí dentro? ¡Alteza abra la puerta por favor!

Con dificultades para ponerme de pie, salí de la cama, me puse la bata y con pasos lentos fui hacia la puerta. Quité el seguro e inmediatamente te abrió.

-¿Podrían por favor dejar de golpear la puerta?

Me regresé a la cama con las manos en la cabeza.

-¡Alteza! Pensamos que algo le había sucedido. – Carla menciono muy preocupada. Al ver a Nicolas en mi cama soltó un grito.

-¡Carla! – La reprimí. -Por favor, ¿Podrías dejar de gritar? – Me metí en la cama y cerré los ojos.

-Alteza, ¿Es el príncipe Nicolas cierto?

-Ajá. – No le di importancia.

-¿Qué es lo que está pasando aquí? He corrido para buscar el duplicado y... - Leticia entró dando gritos por toda la habitación. Sí al ver a Nicolas también pegó el grito en el cielo. - ¡Altezas! ¿Alguien me lo explica?

Mi cabeza estaba punto de explotar.

-¡Leticia por favor! Estamos durmiendo ¿Acaso no lo ven? – No abrí los ojos.

-Alteza en media hora se sirve el desayuno y ustedes apenas están en cama, ¿Acaso quiere que la reina suba? Y ¿Me podría explicar porque el príncipe Nicolas está en su cama?

No contesté, odiaba que me despertaran.

-¡Alteza! – Leticia me movió por los hombros.

-¡Ya basta! – Grité. - ¿Podrían dejarnos a solas? Estamos durmiendo, solo ¡D-u-r-m-i-e-n-d-o!

-Alteza por si no lo recuerda hoy tiene desayuno con la reina y no le hará gracia que no esté lista y mucho menos que su primo se encuentre en la misma cama que usted y en plenas fachas.

-Dile que no me siento bien.

-Perfecto, Carla por favor avisa que el príncipe Nicolas esta durmiendo aquí.

-¡No! – Me incorporé rápidamente. – Bien lo haré, bajaré a desayunar y levantaré a Nicolás, salgan todos, estaré lista, por favor tráiganle un nuevo traje a este pobre que él suyo esta sucio.

A la orden todos salieron de mi habitación dejándome sola, sino me levantaba ahora mismo y ponía a mover el culo de mi primo para los dos sería un gran castigo, uno por salir de noche a altas horas de la madrugada y dos por quedarse él a dormir conmigo, una falta grave para la monarca que un hombre y mujer compartan habitación sin ser esposos aún.

Me refregué los ojos y estiré el cuerpo, seis y media de la mañana, es lo que anunciaba el despertador, buen día que tenia por delante, apenas y había dormido media hora, y solo me restaba media hora para estar lista.

-Nicolas, Nico. – moví suavemente su cuerpo desfallecido. - ¡Nicolas! – Le grité al no obtener respuesta.

-Que, que, que... - Se levantó de prisa.

-Buenos días bello durmiente. Tenemos desayuno en veinticinco minutos, levanta el culo y metete a bañar que te hace falta.

-Tú tienes desayuno, yo dormiré – Se acomodó con el cuerpo boca abajo.

-Te han visto mi mucama y mi secretaria, así que levanta el culo que no tardan en entrar con un nuevo traje.

-¿Qué? Lo que has escuchado.

-¿Qué le diremos a la abuela?

-Algo se me ocurrirá ¡Date prisa!

Ambos nos pusimos en marcha al contemplar que el reloj no se detenía y los minutos eran menos para llegar al desayuno, yo me cambié de ropa mien6tras que él estaba en la ducha. Busqué unos zapatos cómodos de piso que combinasen con pantalones entallados de mezclilla y una camiseta de dibujos, esta vez solo planeaba pasármela en la habitación sin salir a ninguna parte.

Dos golpes en la puerta avisaban que la ropa de Nicolás estaba lista.

-Alteza, buenos días.

Vi desfilar hacia adentro de mi habitación a Marco y a todo su equipo de imagen.

-¿Qué hacen todos aquí? Solo estaré en el palacio no hace falta.

-Nos han avisado.

-¿Qué?

Sin entender nada y con la cara confundida Marco solo hizo presencia que el llevaba el mando, me sentó enfrente de sus productos de maquillaje y comenzó dando ordenes a dejarme con solo lo natural y el peinado casi casual.

-Eva ya tienes mi ro... - Nicolas salió en ese momento de la ducha con mi bata de baño puesta.

Todos Voltearon en ese momento a verlo.

-Creo que será mejor que regrese ahí dentro. – Lo fulminé con la mirada. Y él rápidamente entro al baño.

-Puedo hacerlo yo, no hay caso de que estén todos. – en definitiva, los estaba corriendo.

-No alteza, terminaremos en un santiamén, además esta en justo de hora. ¿Se ha acostado con el cabello mojado cierto? ¿Cuándo entenderá?

Si Marco supiera que apenas había dormido media hora.

-Alteza, aquí esta la ropa del príncipe Nicolas, hemos conseguido algo muy casual, al parecer lo traía en su auto. – Comentó leticia.

-Gracias - le sonreí. - ¿Puedes explicarme todo esto?

-Son ordenes de la reina. – Salió sin decir más.

En cinco minutos tenia maquillaje y una coleta alta en mi cara. Sí, cuando Marco se lo proponía podía ser muy rápido. Al terminar su trabajo, salieron rápidamente de mi habitación, dejándome sola con Nicolas.

Toque la puerta del baño.

-¿Si? – Contestó.

-Tengo tu ropa, ya estamos a solas.

Asomando la cabeza por el baño, salió de su escondite.

-¿Es enserio?

-¿Qué? – Preguntó confundido.

-Estas usando me bata de baño, ¿Acaso no pudiste usar una toalla de las que están extras?

-No, me gustan más las batas.

Lo fulminé con la mirada y el solo se apego más la bata a su cuerpo. Cerdo.

-¿Dónde esta mi ropa?

-En la cama. – Miré hacia el suelo - date prisa al parecer la abuela tiene algo entre manos, ha mandado a Marco para que me peinase y me maquillara.

Levante la vista para verlo. Y la imagen de su trasero al desnudo me recibió.

-¡Nicolas! – Le grité.

-¿Qué? – Se dio la vuelta.

Rápidamente me tape la cara con las manos, no necesitaba verlo de frente y al desnudo. No a mi primo.

-¡Por favor vístete! – Le di la espalda con los ojos aun cerrados.

-¿Qué ha pasado? Anda, no me digas que no has visto a un hombre desnudo. – Se burló.

-¡Apúrate! – Sonó como suplica.

-¿Los hombres de América no son así de sensuales? – Se mofó. Y por su tono de voz supuse que estaba moviendo las caderas en círculos aun estando desnudo.

-¡Me voy! Yo si tengo decencia.

Me encaminé al comedor principal, ya iba tarde y era seguro que la reina se encontraba muy enfadada. 

Entré casi corriendo al comedor y mi sorpresa más grande fue ver a la abuela de buen humor a pesar de llegar con quince minutos de retraso, pero claro, alguien estaba siendo el causante de que no me regañasen y ese era Frederick que estaba sentado a su lado derecho.

Con la sonrisa al verlo, le agradecí que se hubiese entablado en una conversación con la abuela, porque lo que menos necesitaba en estos momentos era que un castigo me diese. Hice mis reverencias correspondientes y tomé el lugar del lado derecho, minutos después comenzaron a servir el desayuno y Nicolás llegó.

-¿Frederick, tú aquí? Pero así ayer... - Siempre debía meter la pata.

No lo deje terminar, le di un codazo.

-¿Acaso desde ayer ya estas aquí querido?

Instintivamente retuve el aire.

-No majestad, he llegado en la noche, pero le había comentado al príncipe Nicolas que vendría a visitarlos, por eso creo que ha llegado al desayuno.

Solté el aire.

-¡Oh querido! Ni te preocupes, el siempre está aquí desde que la princesa Eva se ha mudado.

Sonreí.

-Sin lugar a dudas majestad, nadie quisiese estar lejos de la princesa. – Me guiño un ojo.

-Uy si, la princesa, ¿porque mejor no nos dices sobre tu visita queridísimo Frederick?

Nicolas y yo cambiamos miradas, le agradecí con una sonrisa su intervención y el solo asistió. Por debajo de la mesa me tomó la mano, calmándome y asegurándome que todo saldría bien.

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