Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 19

Ultimo día. Por fin regresaría a Italia y tal vez pasaría mis días encerrada por cometer errores que casi destrozan el magnifico plan de la abuela por conservar el nombre de la familia real italiana.

-Pensé que tus horas de sueño se habían reducido, ¿Cómo es que aun sigues en la cama? Ya es tarde. – Pronunció metiéndose una uva en la boca.

Lo miré adormilada.

-¿Qué haces tú aquí?

-Vengo para irnos juntos a Italia.

-¿Cómo llegaste?

-Tomé un vuelo en la noche, por cierto, dormir en una habitación con más de cinco guardias mirándote si es horrible, ¿Cómo puedes vivir con ello? – Siguió comiéndose las uvas.

-¿Puedes explicarme exactamente como llegaste? Se supone que las tres visitas oficiales terminan hoy, no antes.

-Hablé con la abuela y como acordamos que ya no era tan importante mi visita en Dinamarca, era buena idea que yo ya me regresara. Así que la prensa ya no sabrá mas de mí desde ayer.

-Se supone que debemos tener una foto de haber finalizado todo nuestro viaje.

-Bueno en mi caso no lo será así – Se encogió de hombros. – Además al parecer la familia danesa inicia hoy su viaje por su país, así que el foco de atención va a cambiar.

-Ese es un pretexto por terminar con nuestros lazos ¿verdad?

-Nada que ver Eva, lo que ellos hagan a ultimo momento no nos debe interesar. Mejor levanta el culo y apúrate que ya quiero irme de vacaciones.

-¿De vacaciones? Nicolas en verdad que estas loco, regresaremos a Italia y tendremos más deberes.

-En realidad los dos tenemos vacaciones, ¿Recuerdas que mi hermano y yo habíamos tenido la pelea por su novia y él había dicho que me debía un favor?

-Sí, yo también estaba ahí.

-Bueno, pues le dije que si no quería que le dijese a la abuela lo mal educado que estaba el próximo rey, debía concedernos una semana de descanso a los dos con el permiso de la abuela por supuesto, pero nadie de la corona debía interferir ni saber nuestro paradero. Es como otorgarnos el beneficio de la duda.

-¿Sabes que eso no sucederá?

-Pues querida, tú y yo tenemos una semana más para ir a donde sea sin que nadie lo prohíba.

-¡No puede ser! ¿Esto es verdad?

-¿Por quién me tomas?

-Ayer leticia me informó que la abuela quería hablar conmigo y sé que no será una charla buena.

-Tendrá que esperar. No sé como lo consiguió Carlos, pero de que tenemos una semana de vacaciones la tenemos.

-Dudo que la abuela no se entere donde estamos.

-Me da igual, con tal de quitarme todo este peso de los hombros me doy por satisfecho.

-¿Entonces regresamos juntos a Italia?

-No sé a donde desees ir tú querida, pero yo ya tengo mis planes en mente.

La puerta se abrió y entro James a darme los buenos días.

-¿Te has tomado el medicamento de hoy? – Me besó la cabeza.

-No me olvido de ello. – Me otorgó las pastillas del buró y el vaso de agua.

Nicolas nos miró sospechoso.

-¿Qué ha pasado? ¿Eva, estás enferma? ¿Has picado alguna enfermedad en África? ¿Debemos consultar al doctor?

-No es nada malo Nicolas, solo he sufrido un poco de cansancio.

-¿Por qué no la has cuidado? – Se dirigió a James. – Se supone que eres el hombre buenas cogidas. – Casi escupí el agua al escucharlo. – Debías bajar esos niveles de estrés con un poco de sexo, ¿Acaso no lo enseñan en las universidades?

-¡Nicolas por favor!

-Señor Nicolas, si se ha percatado, aun hay muchos asuntos por resolver.

-Si lo de Frederick terminó, no se que más deban resolver.

-¿Disculpe? – James se mostró serio.

-¡Nicolas! – Lo miré amenazada. – Te lo explicaré cuando esto termine. – Me dirigí a James.

-Los dejaré a solas, debo estar al tanto de la seguridad. – Me besó y se retiró.

-¿Por qué debes abrir la boca cuando no debes?

-Pensé que seguían durmiendo juntos y que ya le habías contado todo, ¿Por qué lo complicas más para ambos? Se nota que el daría su vida por ti y tu nada más haces como si nada. A veces debes aceptar que eres la princesa en apuros.

-No puedo decirle nada porque esta es mi familia, el problema es con mi familia, si el se entera todo será peor y no quiero decidir entre mi vida o mi familia.

-No deberías elegir, esta claro que siempre debes escoger lo que te haga feliz, la familia qué, ellos se van a morir y no puede ser que tu te quedes infeliz toda la vida. Por eso yo siempre hago lo que quiero, si se enojan mejor para mí un peso menos que cargar y menos personas a las que visitar, mientras este feliz todo esta bien.

-Lo dices muy fácil, siempre has vivido con esas normas y todo eso.

-Pero no lo es, así como tú que estabas bien allá afuera y ahora debes rendir cuentas.

-Primero debo hablar con mis padres.

-Por primera vez has dicho algo correcto, pensé que no lo dirías. Pero antes de que todo eso suceda anda ve y alístate para irnos, muero por estar en un bar y alcoholizarme a lo bestia. ¡Que viva el príncipe! – Levantó el zumo de naranja como si fue un brindis.

Dejé la cama para arreglarme de manera formal por última vez, una ducha refrescante para abrir la mente, el vestido de esta ocasión seria uno ceñido a la cintura con ribetes en la parte de los hombros y torso. Las típicas zapatillas color crema, mi bolso de mano del mismo tono rosa del vestido y el cabello suelto en ondas con una pequeña pulsera y reloj en mano era el atuendo de despedida. Hoy por fin terminaría toda la gira real, pero los problemas llegarían a inundarme.

-¿Tú que harás mientras voy al desayuno?

-Me quedaré por aquí, además nadie debe saber que estoy aquí más que el servicio.

-Alteza, buenos días, príncipe. – Hizo reverencia. – El desayuno será en el palacio de Estocolmo.

-¿No desayunaré con el primer ministro?

-Los reyes de Suecia desean que el desayuno sea con ellos, la reina ha concedido el permiso y usted solo tendrá el almuerzo con el primer ministro.

-¿Entonces partiremos después de medio día?

-Así es alteza.

-¿Nicolás nos acompañará?

-Por el momento no alteza, nadie conoce que este aquí y si la prensa se entera podría tomarse como malentendidos.

-Esta bien, estoy lista.

-Adelante alteza.

Miré en advertencia a Nicolás y este levantó las manos en señal de rendición, no hacia falta que le dijera que no hiciera algo malo, pues el ya sabia que solo por esta vez se debería comportar.

El auto siguió su transcurso de la residencia del primer ministro hasta el palacio de Estocolmo. Algunos contribuyentes estaban en su rutina diaria, que al ver los autos de la realeza se detenían para observar un poco de lo que sospechaba, mi presencia.

Nos adentramos por la entrada principal y el chofer apagó el motor del auto al pie de la primera puerta del palacio. Baje de este con cautela como me lo habían enseñado y los reyes me esperaban en el umbral de la puerta.

-Majestad, buenos días. – Saludé al rey con un estrecho de manos, dos besos y una reverencia. Me dirigí a su esposa y seguí los mismos pasos.

-Alteza buenos días, un placer tenerte de nuevo. – El rey sonrió. - ¿Pasamos al desayuno?

-Por supuesto, gracias por la invitación. 

Avanzamos por los pasillos del palacio y no pude dejar de observar el gran parecido que había entre el nuestro y el palacio de Estocolmo, las pinturas de la época medieval y del barroco, adornaban cada pared, desde el suelo hasta todo el techo, las cortinas estaban enrolladas a los lados de los grandes ventanales dando un aspecto de calidez a todo el lugar, y aunque no me acostumbra a ver tanto oro en los adornos, paredes, floreros, candelabros, lo contemplaba como un mundo de fantasía. Cada palacio tenia una historia oculta entre sus paredes.

-Lamentamos mucho la invitación a ultima hora alteza, pero la pequeña Victoria insistió y no podíamos negarnos.

-Lo bueno es que se ha podido solucionar, además este país me tiene encantada que es casi imposible dejarlo.

-Nos alegra conocer sus opiniones sobre el país, debería tomarse unas vacaciones por los alrededores, tenemos una casa de campo que estará a su disposición.

-Muchas gracias majestad, pero por el momento tengo que arreglar unos asuntos en Italia y cuando sea posible regresaré.

-La esperaremos.

El rey se detuvo ante unas puertas dobles blancas y la servidumbre abrió las puertas a nuestro paso. Adentro estaba nuestro comedor y enfrente de él la vista era impresionante. Se podían notar los canales de Suecia y los barcos con su llegada y salida, a pesar de que la distancia era un poco mayor, todo se veía fabuloso.

-Es una vista impresionante. – Respondí sin quitar la mirada. 

-Coincidimos una vez más alteza, las habitaciones de este departamento tienen una vista impresionante.

-El amanecer y anochecer con el agua cristalina debe ser una buena postal.

-Mi esposa continuamente se la pasa pintando sobre ello, creo que el paisaje son cosas que tienen en común.

Miré a la reina.

-¿Son suyas algunas de las obras que están colgadas en los pasillos? – Pregunté ante la revelación del rey.

-Es un pequeño pasatiempo, alteza.

-Me ha encantado los cuadros, tal vez cuando regrese pueda ser observadora de como trabaja sus bellas obras de arte, la pintura y yo no nos llevamos bien.

-Tenemos un plan para su próxima llegada.

-Muchas gracias majestad.

Las puertas se abrieron de nuevo y una alegre Victoria entró corriendo a verme.

-¡Haz venido! ¡Mis padres cumplieron! – Gritó y chilló de alegría.

Corrió a abrazar a sus padres y darles muchos besos en sus mejillas. Regresó a mí y me abrazó hasta donde sus pequeños brazos alcanzaron. Me hinqué ante ella y el abrazo fue aun más especial.

-¿Has planeado tú todo esto?

-¡Si! Y mis papás han logrado que vinieras, ¿A que no son los mejores padres del mundo?

-Tienes a los mejores Victoria.

-Bueno Vicky, creo que es mejor que desayunemos ¿No?

-Alteza. – Me levanté y saludé con una reverencia al príncipe Oscar.

-Un gusto tenerla por ultima vez. ¿Nos sentamos?

El rey ocupó la cabecera de la mesa, su esposa del lado izquierdo, Oscar a su lado, la pequeña Vicky al lado del príncipe y yo en el otro extremo de la mesa. Esta vez la visión quedaba a los ojos de todos, solo ocupábamos un extremo de la mesa.

-¿No puedes quedarte más tiempo aquí?

El servicio comenzaba a servir todo el banquete para el desayuno.

-Tengo algunos pendientes en Italia, pero al terminarlos trataré de regresar. – Contesté lo más convencida posible.

-Le he dicho a papá que podemos visitar tu país, así no tendrás que irte.

-Eso me parece una buena idea pequeña.

Después de una charla muy divertida con Victoria, nos pusimos a desayunar con cada manjar que estaba sobre la mesa, había demasiadas frutas por todas partes, carnes de distintos tipos, ensaladas, panes, embutidos, mermeladas, cremas, jugos, leche, cereal y un sinfín de alimentos, en la mesa solo éramos cinco y la comida estaba hecha para veinte personas.

La reina como buena madre reprendió en más de una ocasión a Victoria por solo desayunar cereal y poder salir corriendo para traer sus juguetes para que ambas jugáramos. Le prometí que después del desayuno me podría enseñar su habitación y jugar un rato, pero que debía desayunar por completo. Animosamente aceptó y la reina lo agradeció en silencio, al parecer la comida y Victoria no eran buenas amigas.

Durante el desayuno la charla consistía entre adultos con algunas interrupciones de la más joven de la familia, se sentía como estar en casa, de una manera Victoria me recordaba a mi familia cuando era más pequeña, cuando por primera vez salimos de las paredes del palacio y comíamos en hoteles hasta que la prensa dejara de buscarnos y poder hacernos una nueva vida.

-¿Y si te quedas a ver una película? – Con la boca llena Victoria encontraba la manera de que yo compartiera más tiempo con ella.

-Primero debemos terminarnos el postre para que podamos jugar un momento en la habitación ¿Va?

-Esta bien. – Contestó con menos ánimos que antes pero masticaba el postre con más fuerza. 

-¿Qué te parece si tú y yo vemos pelis toda la tarde? Estoy libre, hoy podemos jugar a lo que quieras. – Oscar interrumpió.

-¡No! Hoy es día de chicas, y tú eres un chico, no puedo jugar a cosas de chicas contigo. – Una enojada Victoria contestó.

-Pero, podéis jugar algún deporte, los deportes no tienen género, o tal vez montar a caballo. – Interrumpí para disminuir la pequeña rabieta que se avecinaba.

-Pero, es que yo quiero jugar contigo – Mencionó con voz triste.

-Tranquila, jugaremos hoy después de mi postre, ¿Qué te parece? Aunque puede ser que tu hermano, perdón el príncipe se quede triste por no poder estar contigo.

-El puede ir hacer sus deberes, hoy no estaré disponible.

Al escucharla todos en la sala rieron, Victoria había hablado como una adolescente en pleno noviazgo.

-Creo que tendré que hacer una cita la próxima vez. – Oscar contratacó. 

El tiempo del postre había terminado y Victoria, sin darme tiempo de agradecer me llevó de la mano corriendo a su habitación. No lo había imaginado antes, una pequeña de seis años me tenia comiendo de su mano. Y al conocerla pensé que era demasiado tranquila.

-Mira esta es mi habitación, ¿A qué no está bonita?

Toda la habitación era decorada de un color rosa, no había lugar donde el rosa no predominara, su cama era tan grande que cinco personitas más como ella podría entrar, la habitación estaba repleta de todo tipo de juguetes, desde una casa de muñecas de madera, hasta una comercial, los osos de peluches, las muñecas estaban bien acomodadas en unas repisas y también había un espacio únicamente para la ropa de todos aquellos juguetes, en otro extremos se encontraban todas las muñecas de tela que una se podría imaginar, así como los bebes de plástico que cada niña en su hogar podría tener, no hacían falta accesorios, pues se encontraban hasta un espacio de té diseñado para estaturas pequeñas. Hasta un pequeño salón de clases se había diseñado para todos aquellos muñecos.

-¿Todo esto es tuyo? – Mencioné sin dejar de ver la cantidad de juguetes por todos lados.

-Todo, todo. Mamá dice que debo dar algo a los niños de orfanato, pero aún me gusta todo.

-Creo que eres la princesa con más juguetes en toda la realeza, me has superado por mucho.

Me miró extrañada.

-¿Deseas tomar el té o paseamos por el jardín con las muñecas? Es su hora de salir al sol y aun no lo han hecho. Mira tengo dos carriolas por si quieres.

-Eee- Vacilé por un momento. – Creo que me apetece el té por el momento.

Sin perder tiempo Victoria acomodó los platos y tazas en su pequeña mesita, encendió los sonidos de su pequeña estufa completa y puso una tetera, acomodo a nuestros invitados de peluche y unas cuantas muñecas de tela. Me otorgó un lugar en la mesa y sirvió el té invisible.

La pequeña a pesar de jugar tanto aun tenía energías y yo no daba paso para más, habíamos recorrido cada parte de toda la habitación con los juguetes que ya solo nos faltaba ir a los juegos de jardín, sabía que el tiempo había pasado, pero no me di cuenta que tanto.

Esta vez estábamos tomando una clase sobre como aprender a sumar y restar o mejor dicho la clase la estaba tomando yo y Victoria era la maestra más inteligente de todas.

-Vicky, es hora de partir. – Oscar llegó a mi salvación.

-¡Pero apenas hemos empezado! – Hizo pucheros.

-Victoria – Me acerqué a ella, la tomé de las manos y me hinqué a su estatura. - ¿Sabes que me tengo que ir cierto? – Ella asintió con la cabeza triste. – No debes ponerte triste, recuerda este momento como el mejor de todos y cuando quieras podemos hablar por videollamada, tú me puedes ver a través de la pantalla del celular u ordenador, ¿Vale?

-Pero yo quería seguir jugando. Nunca nadie juega conmigo. – Se cruzo de brazos.

-¿Qué te parece si hoy le decimos a tu nana que juegue contigo todo el día en el jardín? Ella te ayudará a pasear a la niña Ana, Matilda, Mari, Kelly... - Comencé a nombrar a cada muñeca que recordaba.

-Pero yo quería compartir tiempo contigo.

-A mí también me pone triste no poder seguir jugando contigo cielo. – Le recogí el cabello detrás de la oreja. – Pero si te quedas triste mi corazón se pondrá triste igual y no podré tener un buen viaje. ¿Deseas que me vaya triste? – Movió la cabeza en una señal de no. – Entonces yo creo que deberías guardar los pastelillos de chocolate que has hurtado de la mesa del desayuno para que tu hermano no se entere.

El semblante le cambió y corrió a guardar los pastelillos que había dejado en la pequeña mesita dentro de su refrigerador de juguete.

-¿Prometes que vas a volver?

-Haré lo posible pequeña. Te mandaré un regalo pronto, ¿Estarás triste mientras me voy?

-¿De que es el regalo? – Sonrió como cualquier niño.

-Si te lo digo ya no será una sorpresa.

-Esta bien. – rodó los ojos.

-¿Puedo irme y no estarás triste? En casa me esperan mis papás.

-Tus papás deben estar tristes por no verte y van a llorar. – Sus ojos se alarmaron y en su boca se dibujó una O. – Deberías irte, los papás no deben estar tristes.

-Así es cielo.

-Me ha encantado mucho tenerte conmigo. – Me envolvió en un cálido abrazo, las lágrimas estaban a punto de brotar.

-Y a mi también. – Le besé su regordeta mejilla. - ¿Me acompañas a la salida? – Me tomo la mano y esa era la señal.

-Eres muy buena con los niños. – Oscar afirmó mientras caminábamos hacia el auto. – No he logrado que me deje ir a los eventos sin chantajearme, deberías pasarme el truco.

-Siempre hablarles con la verdad funciona.

-Estoy seguro de que serás una gran madre cuando decidas tenerlos.

Lo miré asombrada.

-Aun no es el momento, debemos darle tiempo al tiempo.

Por ultima vez me despedí de toda la familia real sueca, agradecí la estadía, el desayuno, los recorridos y las cortas charlas. Abracé por ultima vez a la pequeña Victoria y quedamos en ser las mejores amigas. Me subí al auto y le pedí a Leticia que hablará con los reyes sobre un perro que le regalaría a Victoria de mi parte, ella tenia mucho amor que darle y un compañero con el cual compartir toda la vida.

-Pero alteza y ¿si ellos se niegan?

-Entonces le regalaremos un poni de juguete.

-Veré que puedo hacer.

-Si autorizan el perro por favor asegúrate que sea de algún refugio animal, no compremos, debemos adoptar.

-Esta bien alteza.

Ella con teléfono en mano y yo mirando por el cristal a la gran ciudad de Suecia me despedí de mi ultimo viaje formal.

-Se supone que era un desayuno, no una fiesta de despedida, ¿Dónde has estado?

-Se alargó el desayuno, eso es todo.

-Todavía tienes que almorzar con el primer ministro, yo ya deseo irme por ahí.

-Pudiste viajar a España e irte con tu hermano en el avión.

-Prefiero esperarte.

-Me cambiaré, necesito algo más ligero para viajar.

-¿Es enserio? ¿Cuántos cambios debes tener?

-Es lo mismo que me pregunto cada día, pero al parecer el protocolo es más difícil para las mujeres.

Entre al baño con el nuevo vestido y al salir solo me recogí el cabello en una cola alta. Un vestido con flores era la opción del día, los mismos tacones me acompañaban.

-Alteza. – Leticia entró a la habitación para dar instrucciones. – Después del almuerzo con el primer ministro nos iremos directamente al aeropuerto, se tomará la última sesión de fotos y partirá hacia su destino marcado. Le han notificado del cambio a ultimo minuto ¿Cierto? – Miro a Nicolás con descontento.

-Creo que sí Leticia.

Nicolás rodó los ojos.

-Entonces la esperaré al terminar el almuerzo con el primer ministro, sus cosas serán llevadas al aeropuerto. Con permiso. – Sin algo más se fue.

-¿Te quedarás a esperarme?

-No puedo, nadie debe verme así que ahorita que vengan por tus cosas iré a tomar un asiento cómodo en el avión.

-¿Puedes decirme a donde viajaremos?

-La verdad no sé donde nos deje el avión esta vez para despistar a los paparazis, pero deseo con ganas ya irme a beber. Así que apúrate sino armo un espectáculo en el avión. – Me besó y me corrió de mi habitación.

Como ya no quedaba más por hacer, caminé a mi próximo encuentro, bajé escaleras y en un pequeño comedor me esperaba el primer ministro y su esposa, como lo hacía días atrás. Nuestro almuerzo consistió en té, café, galletas, panes dulces y algún que otro bocadillo. Entablamos conversación sobre mi viaje y algunos temas a futuro sin entrometernos en política, cultura y temas controversiales. Todo parecía andar en el orden correcto que se planteaban las cosas, otra hora y media después estábamos caminando a los autos para despedirnos formalmente a los pies del avión.

Tal como se planteaba en el protocolo, el primer ministro y personalidades importantes estaban formados en fila esperando para mi saludo final, estreché cada mano y di gracias por la hospitalidad, la seguridad y los alimentos. Repetí mis palabras de espero regresar pronto y gracias por todo. Los camarógrafos de distintos medios estaban capturando cada momento que mi ascenso al avión fue de manera más rápida y sin tanto nerviosismo.

Nicolas tenía un vaso de güisqui en la mano y reposaba los pies sobre la mesita.

-Hasta que por fin llegas, ya voy a tener tres horas encerrado en este avión.

-No empieces con tus espectáculos, comenzaré a pensar que es mejor viajar con Carlos.

-Ya no te diré nada, no aguantas nada.

-Vuelve a decir que no aguanto nada y ya no te cubro las espaldas.

Se quedo callado y bebió de su trago. El avión comenzó a despegarse y la aeromoza nos indicó tomar las medidas necesarias.

-¿Por qué nadie viaja con nosotros?

-Te lo dije antes estas son nuestras vacaciones.

-¿Y a donde vamos?

-A Francia, he pedido cambiar el vuelo, en un inicio regresaríamos a Italia, pero no creí conveniente llegar al caos que nos espera, así que le pedí a Gio que me diera la ubicación de un bar famoso en toda Europa, primero me dijo que había uno en España que le encantaba, pero le dije que no podía ser y después me dijo "entonces escoge un país y te mando la ubicación de uno que este bueno". Rápidamente pensé en países bajos, pero es muy pequeño y todos nos reconocerían así que dije uno que esté casi en la punta del continente, pero a la vez cerca de casa para que no se sepa que nos hemos desviado... Así que nos vamos a Francia y además ahí esta Gio con los demás por viajes de familia y trabajo.

-¿Y qué pasa con nuestra seguridad?

-Se supone que no tenemos así que nos debemos cuidar las espaldas.

Me sorprendí al escucharlo.

-Si hacemos algo erróneo nos castigaran en el palacio.

-No creo que nos maten a latigazos. – Lo dijo en broma.

-Pero... - pensé en James.

-Si vas a preguntar sobre tu hombre buenas cogidas, ni te preocupes él después de salir de tu habitación esta mañana se fue hacia el aeropuerto y posiblemente ya haya llegado a Francia, debe esperarte ahí, le avisé a donde nos íbamos.

-Me da miedo saber la respuesta, pero ¿Por qué te has tomado mucha confianza con James?

-Me agrada es un buen sujeto, a pesar de ser mayor que tú, pero es una persona confiable y además creo que ambos necesitan un respiro, han pasado muchas cosas que deben arreglar su situación. Además, mañana es su cumpleaños ¿No? ¿Tienes su regalo?

Lo mire sorprendida.

-¿Qué?

-¿Apoco no lo sabías? Eva es el hombre que te coges todas las noches y no sabes nada de él más que su nombre y apellido. Ni yo hago eso con mis ligues.

-¿Y tú como lo sabes?

-Lo leí en su expediente antes de dárselo a Carlos para que lo asignaran como tu guardia personal, tampoco creas que soy tan inconsciente de nuestra posición y seguridad que nos debe rodear. Aunque me cayó de extraño que se hubiera cambiado el nombre, pero claro, ya sé porque lo hizo.

-Nicolas, no tengo ni una idea de que darle al hombre que se puede conseguir cualquier cosa.

-¿Una noche privada? ¿Un baile sexy? ¿Una lencería nueva puesta en ti? ¿Un nuevo juego de placer?

-¿Por qué todas tus opciones giran en torno al sexo?

-¿Y por qué no?

-Contigo no se puede.

-Tú misma lo has dicho, es un hombre que puede conseguir cualquier cosa, hasta el sexo, pero sabemos que entre ustedes tienen algo, así que lo mejor seria envolverte en lencería sexy.

-Ayúdame a encontrar algo en internet.

-¿Y a donde se supondría que lo mandarías? ¿Al palacio? ¿A Canadá?

-¡Mierda! Tienes razón.

-Mi opción de lencería sigue siendo la mejor.

-Algo se me debe ocurrir.

-Mientras lo piensas me voy a dormir, eso de aguantar a tu ex me dejaba cansado y las noches en Dinamarca no eran buenas.

-¡Que no éramos nada!

Nicolás se hizo de oídos sordos y me dejó pensando en un regalo adecuado para James, ¿Cómo diablos se me podría olvidar su fecha de cumpleaños? Peor aún, ¿Cómo lo vería a la cara sin darle un regalo a la altura?

Con la cabeza hecha un lio me levanté y caminé al dormitorio que nunca ocupábamos porque siempre nos quedábamos dormidos en las incomodas sillas. Esperaba encontrar mi maleta o por lo menos algo de ropa cómoda, siempre me fastidiaba viajar con tacones y ropa formal. Di gracias a Leticia en mi mente, pues en la cama, reposaban unos pantalones grises de algodón, una sudadera con capucha del mismo tono y mis tenis blancos, aunque por el momento solo me pondría las pantuflas de felpa que estaban al lado, sin lugar a duda, esa mujer me conocía perfectamente que le debería subir el sueldo.

Regresé a mi asiento, me envolví en la manta y prendí por un momento la televisión. Sin saber en que momento, me quedé dormida. Hasta que un chorro de agua me despertó de golpe.

-Vaya pensé que no ibas a levantarte.

-¡Hijo de...! Estaba dormida, con una llamada tranquila bastaba. Me has mojado toda la cara.

-Tranquila, solo sécate y ya está.

-Ya está. – Levanté la manta húmeda que me había cubierto en el viaje. – Ya está, mira como has dejado la manta, ¿Acaso no sabes que nuestras maletas están el maletero del avión? y no podemos abrirlas hasta llegar a un lugar seguro. – dije molesta. – Por poco me empapas la ropa y no tengo algo más para cambiarme.

-Hemos llegado, así que levántate y deja de quejarte.

-¿A que hora son? – Miré a través de la ventana.

-Dos de la tarde.

-¿Solo hemos viajado dos horas?

-Eva, el recorrido es muy pequeño, así que sí, hemos llegado ya a Francia. Levanta el culo que ya nos esperan abajo.

-¿No crees que nos verán al bajar del avión?

-Estamos en una parte privada, ¿Por qué ahora todo te preocupa?

-No tenemos vigilancia por parte de la corona, debo preocuparme, no es buena señal.

-Deberías relajarte, por primera vez desde que entraste al palacio no te están vigilando.

-¿A dónde iremos entonces? – Recogí mis cosas y confíe en su palabra.

-No sé tú, pero yo ya te he dicho mis planes.

Lo miré, dimos las gracias por el viaje y bajé escaleras a su espalda. Dos autos nos esperaban. Un Land Rover Ranger negro y un Audi A7 del mismo tono. Se abrió la puerta del piloto del Ranger y no podía creer quien estaba descendiendo de este.

-Sorpresa querida Eva. – Nicolas susurró a mis oídos.

Lo vi acercarse y me quito de las manos mi equipaje de mano.

-¿Qué haces aquí?

Me humedecí los labios, verlo de manera informal con su incipiente barba, el cabello largo y mirándome a los ojos no hacia más que despertar el deseo de aquella joven que se había enamorado.

-Tenemos una semana para nosotros dos.

-¿Esto está permitido?

Se encogió de hombros y miro a Nicolas.

-Si, pero no. – Contestó a la pregunta Nicolas – Si tenemos las minivacaciones autorizadas, pero nadie sabe que tu no estarás conmigo y mucho menos que te vas con señor cogidas.

-¿Qué has hecho?

Ya no me importaba el apodo que le había dado, pero si el problema que estaba por llegar.

-Tú solo vete y disfruta, que yo haré lo mismo. – Me besó en la mejilla.

-¿Nos vamos? – James terminó con mis preguntas.

Asentí

-Cuídate. – Abracé a Nicolás. – Y muchas gracias. – Le susurré antes de despedirme con un beso en la mejilla.

-Usa condones esta vez. – Me tomo de las manos y me dio la mejor sonrisa de todas. 

Sonreí para mí y me dispuse a caminar al lado de James.

-Cuídala, hombre.

James asintió y nos marchamos a nuestro auto.

-No pretendo preguntar como han logrado esto, solo quiero disfrutar el momento, ¿Qué planes tienes por hacer? A mí me gustaría comer algo.

El motor rugió y nos pusimos en marcha al centro de la ciudad.

-Iremos a la casa de campo familiar en Burdeos, tenemos un largo camino por recorrer, conozco un lugar donde podríamos comer.

Nuestro camino debía ser algo largo, no conocía nada sobre Francia, pero estaba a descubrir las sorpresas que me tuviera este hombre durante una semana. Sí, las cosas no podrían ponerse peor porque ya estaban siendo complicadas, pero no dejaría pasar esta oportunidad que me consiguió Nicolas.

Unos minutos después estábamos estacionados frente a un restaurante con el nombre "Auguste" por fuera se notaba pequeño, pero al cruzar las puertas tenía demasiado espacio para miles de personas.

-¿Crees que sea prudente comer aquí? Mi ropa no pasa desapercibida y temo que alguien nos tome una foto de sorpresa.

-Señor Diamond. – Le estrechó la mano y lo abrazó. Un saludo de confianza. – Señora. – Me beso ambas mejillas.

Mi cara era de sorpresa.

-Estaremos solo de paso Ozgur, tenemos un viaje por recorrer.

-¿Desean escoger el menú o prefieren la recomendación del chef?

-La recomendación nos va bien.

-Tomen asiento entonces, el restaurante es suyo. – Se fue y nos dejó escogiendo mesas.

-¿A que se refiere con el restaurante es suyo?

-Lo he alquilado por nuestra estadía.

-No puedes hacer eso.

-Puedo hacerlo y lo hago porque no quiero que estés preocupada por si alguien más te ve, solo por esta ocasión disfruta por favor. No pienses en lo caro que es o si me lo puedo costear o no, solo disfruta el momento, ¿Esta bien?

-Esta bien. – Sonreí. 

Escogimos nuestra mesa y en otros minutos más la entrada estaba servida, los platillos que iban llegando uno detrás del otro eran completamente exquisitos, la carne estaba cocida en su mejor punto, con cada degustación mi paladar gemía de la satisfacción de una comida digna de cinco estrellas. Sin lugar a duda tendría que regresar a este lugar. Nuestro fiel amigo Ozgur regresó con el postre. Frutos rojos, remolacha y mascarpone, un platillo poco inusual de mi selección de postres, pero una delicia una vez lo deje en mi boca.

James dio las gracias por el servicio y volvimos a nuestro camino rumbo a nuestro destino.

-¿Te ha gustado todo cierto?

-Tendré que regresar solo por la comida, no puedo esperar los demás platillos, estoy satisfecha con todo.

-Sabia que te iba a gustar. ¿Deseas que compremos algo más antes de partir a la carretera?

-¿Te detendrás en alguna gasolinera? Me gustaría comprar algunas provisiones.

-Si, a las salidas de la ciudad recargaré combustible.

-Me parece bien. ¿Te molesta si soy el copiloto que lleva el mando de la música durante todo el camino?

-Comúnmente escucho música clásica para no pensar en nada y relajarme o no escucho nada, pero veamos que sorpresas me tienes.

Sin pensarlo dos veces lo conecté a mi celular y las notas de los primeros acordes de la canción Hymn for the weekend se escucharon en los altavoces del auto. Miré a través de los cristales y la gente de jornada laboral comenzaba a sumarse a la vía pública.

-Cariño. – Sus manos acariciaban suavemente mis mejillas.

-¿Si? – Me incline a sus manos.

-Hemos llegado a la gasolinera, ¿Deseas que te compre algo o prefieres venir?

Desperté adormilada.

-¿En que momento me quede dormida?

-Creo que después de poner la música.

-Lo siento, creo que soy un mal compañero de viajes.

Se río.

-No importa, por lo menos aprendí que en tu playlist existe una variedad de canciones, puedes ir de una romántica a una erótica, me pregunto ¿Qué haces cuando escuchas una de ese tipo?

Una oleada de calor me subió por el cuerpo.

-¿Deseas algo de la tienda? – Sí, cambie de tema.

Se volvió a reír en mis narices. Bajamos del auto y entramos a una tienda de conveniencia.

-Iré por bebidas, ¿Te parece si te encargas de los snacks?

-Muy buena idea. – Me besó y nos separamos.

Recorrí los pequeños pasillos y me encontré con varias golosinas que hace mucho ya no probaba, escogí un poco de todo. Me acerqué a la caja para dejar un poco, porque en las manos ya no me alcanzaba para más y en unas estanterías cercanas encontré recuerdos para turistas. No era el mejor regalo de todos pero estaba segura que serviría como compensación, por olvidar su cumpleaños. Miré y miré, y cuando estaba por rendirme, una hilera de pulseras fabricadas a mano con un dije en el centro fue mi salvación. Gracias a la suerte encontré la inicial C y le pedí a la cajera que lo cobrara antes de todas las cosas así él no se daría cuenta, lo pagué y guardé la pulsera en mis bolsillos.

-¿Has encontrado todo? – Miró las cosas encima de la caja de cobros. – Vaya, creo que has comprado un poco de todo.

-Si, hacia mucho que no veía cosas así en el pa... casa.

El dejo las bebidas en la caja con las demás cosas y mientras la cajera cobraba cada artículo, regresé por unos dulces más. Por lo menos así me aseguraba de no volver a dormir.

-¿Estas segura que podrás terminarte la bolsa completa de comida chatarra? – Dejo las bolsas en el asiento de atrás y continuamos con nuestro viaje.

-Solo por esta vez podré darme algunos antojos, Leticia y toda la casa real me tienen en estricto cuidado de alimentos.

-Solo no te acabes todo, puede hacerte daño, apenas te estas curando del anterior.

-No hay problema señor lo controlo todo, esta vez tomaré medidas necesarias.

-Prefiero <<señor buenas cogidas>>

Los colores me inundaron la cara. Se rio en mi cara y me besó el dorso de la mano. Maldito cabrón.

Me volví al asiento trasero y comencé con mi primer golosina, pretzeles bañadas en chocolate. James había dicho que aproximadamente nos faltaban cuatro horas de camino, así que mi cuerpo estaba listo para retener tanto azúcar como me fuera posible. Nuestra semana comenzaba y que Dios se ampare de mi alma. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro