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Capitulo 17

Apenas pise el suelo y la cabeza me dio vueltas como en una ruleta. El sol apenas comenzaba a hacer su aparición y un nuevo día me esperaba. Me levanté apoyándome en la pared, tomé un poco del agua de la jarra al lado de mi cama y el estómago se me revolvió.

Corrí al baño y las arcadas no se detuvieron. Me quedé hincada al lado del inodoro por unos minutos hasta que Leticia me vio.

-¿Alteza se encuentra usted bien? – Su mirada era de sorpresa.

-Si – me levanté despacio – Tal vez solo ha sido la cena de ayer, no me cayó tan bien.

-¿Esta segura que debería ir al desayuno con el príncipe o desea reposar un momento más?

-Estoy bien – me enjuague la boca. – Me baño y comenzamos con la agenda. – Le sonreí, aunque me sentía agotada.

Tomé mi ducha habitual, escogí el atuendo del día y junto con leticia nos encaminamos a los autos para llegar a la residencia del principado.

-¿Te encuentras bien? – James se unió a mi caminata del dormitorio al auto.

-Si. Una mala noche es todo. – Le sonreí a medias.

-Te noto pálida y algo me dice que no estas bien. ¿Necesitas ir a un doctor?

-No, no. Estoy bien, solo son consecuencias del oficio.

Me abrió la puerta del automóvil y ese fue el final de nuestra conversación.

-¿Tardaremos mucho en el desayuno?

-No hay hora especifica de terminación alteza, porque después del desayuno irán al hospital ya se lo había comentado ayer y después del hospital ya regresaremos a la residencia del ministro.

-¿Hoy es la cena de bienvenida cierto?

-Así es alteza.

-Gracias Leticia.

Al llegar a la casa del príncipe, nos recibió quien parecía ser su mayordomo y pidió disculpas por no estar el príncipe presente pero una reunión se había tardado más de lo normal, pero que estaba presente en el comedor donde seria nuestro desayuno.

El palacio parecía ser una pequeña parte de lo que eran todos los palacios en donde reinaba siempre el monarca, para verse como la residencia oficial del príncipe se notaba pequeña, pero tenía tantos detalles en las paredes, alfombras, techo, que me hacía dudar si el palacio de sus padres era mas llamativo o este lo superaba por mucho.

Llegamos al comedor y un alegre príncipe Oscar nos recibió.

-Alteza. Buenos días. – Salude al estrecharnos y darnos un beso de mejilla.

-Buenos días princesa. Lamento mucho no poder recibirla antes, pero una reunión con el rey se retardó mas de lo previsto.

-Comprendo.

-Adelante – Señaló la mesa circular. – Podemos comenzar.

Ambos tomamos nuestros asientos correspondientes y el desayuno típico de Suecia fue servido ante nosotros (huevos, pan tostado, jamón, tomatillos y pepinillos) siempre había una regla, aunque te sirvan algo que no te guste te lo debes comer por el anfitrión, sino es una descortesía muy mal vista de tu parte. Mi único impedimento era que hoy no estaba con los ánimos de comerme algo que no fuera de mi agrado, este caso los pepinillos por la mañana.

-¿Qué le ha parecido esta mañana? ¿El clima le agrada?

-La mañana está mas resplandeciente que ayer, me agrada.

-Un gusto saberlo, ¿Prefiere te o café?

-El café esta bien gracias. ¿Es importado?

-Los suecos preferimos consumo local, es del ducado de Vakarta. – Lo probé - ¿A superado sus expectativas?

-Soy muy poco de bebidas calientes, pero sin lugar a duda el tiempo lo amerita, es delicioso, por cierto.

-No se diga más, entonces le obsequiaré un poco.

-Gracias.

El desayuno transcurrió sin problema alguno, el tema de conversación se centró en el amor de los suecos por su propio país en las épocas del año preferidas y en lo difícil que a veces era llevar aquel título.

La mesa se retiro para cuando el príncipe y yo habíamos estado satisfechos, su secretario llegó para avisar que los autos estaban disponibles y todo estaba preparado para nuestra llegada.

Ambos llegamos en el mismo auto al hospital, este se encontraba en las calles principales de la ciudad y ayudaba a todo sueco que lo necesitara, el gobierno pagaba por mantenerlo en función todos los años y este brindaba la mejor asistencia médica.

Algunos suecos nos esperaban con pequeños ramos de flores y unos obsequios, como era tradición protocolaria, nos acercaríamos a ellos al terminar el recorrido. Saludamos al director del hospital y algunos médicos que nos recibieron junto con las enfermeras correspondientes.

Lo primero que visitamos fue a pacientes que estaban en su consulta de rutina, eran muy pocos, así que el saludo y la charla fue rápida, después pasamos a las habitaciones individuales en donde los pacientes que ahí se encontraban eran porque tenían síntomas que necesitaban de mucha atención.

Las primeras habitaciones eran de quienes habían pasado por cirugías, otras que estaban a punto de ingresar al quirófano y unas mas sobre lesiones graves, como una pierda rota o un ligamento reventado.

Visitamos las habitaciones de personas con enfermedades casi incurables, pero que los había llevado a esa situación sus malos hábitos, como la obesidad, los diabéticos por problemas de presión y alguno que otro afectado por cáncer pulmonar.

La merienda para los pacientes había llegado y el príncipe Oscar y yo nos ofrecimos en ayudar unos momentos, al ingresar en el espacio de cocina nos separaron para poder visualizar todo el trabajo que conllevaba aquello, me propuse como voluntaria en un grupo de enfermeras que se encargaban de mujeres que acaban de dar a luz, así como las lactantes.

Nos adentramos al elevador y nos encargamos de todo el piso de maternidad. Una doctora junto con todo el equipo de seguridad de la monarquía se encontraba cerca para guiarme en mi pequeña labor. Las primeras habitaciones que visite para dejar la merienda, las mujeres se encontraban descansando o estaban ocupadas con la lactancia de su bebe, por obvias razones no había podido conversar mucho con ellas, pero el saber que yo estaba ahí para apoyarlas en cualquier cosa me hacia sentirme satisfecha.

-Buenos días – Pronuncié al entrar en otra habitación.

-Buenos días. – contestó apenas audible, la mujer se veía agotada y parecía no reconocerme como las demás.

-Le he traído la merienda, espero que mantenga una pronta recuperación.

-Gracias. – Me miró sin creérselo y su semblante cambio. - ¡Alteza! – Se quiso acomodar mejor en la cama.

-No, no... no se preocupe. – La detuve. – Solo he venido a dejarle la merienda no pasa nada.

-Disculpe por no reconocerla antes, pero he visto demasiadas caras en este hospital que la confundí con una enfermera más, no esperaba su visita.

-No importa, me ofrecí de voluntaria para repartir la merienda, debes descansar.

-Un gusto conocerla.

-El gusto es mío.... – Suspendí mis palabras de despedida al no conocer su nombre.

-Desirée, me llamo Desirée. – Me extendió la mano en forma de saludo.

-Un gusto Desirée, puedes llamarme Eva.

-Estoy encantada de su visita princesa Eva, no esperaba que se encontrase aquí y mucho menos que estemos teniendo una conversación.

-Yo me alegro de poder estar aquí y ayudar. ¿Tienes mucho tiempo aquí?

-Ha nacido ayer, apenas me estoy recuperando. – Posó sus ojos en el pequeño cunero al lado de su cama.

-Soy tan distraída que apenas lo he notado, ¿Cuál es su nombre? – Estiré el cuello para ver a la pequeña.

-Sofia, mi esposo y yo escogimos el nombre por el significado de sabiduría, se nos hizo muy apropiado.

-Es un bonito nombre.

De pronto la pequeña comenzó a moverse y emitía unos gruñidos en señal de que se pondría a llorar y sí no tardó en hacerlo. La madre se estiraba con algo de dificultad.

-No se mueva, permita ayudarle, ¿Puedo? – Señalé en dirección del bebe que hacía más fuerte su llanto.

-Será un honor.

Me acerqué al cunero y sin experiencia alguna en bebes, traté de colocarme entre los brazos a la pequeña para que fuese alimentada por su madre. Al tenerla su mama en brazos y darle de amamantar los llantos agudos cesaron, dando por hecho que la hora de la comida había sido llevada con éxito.

-¿Fue un parto fácil?

-Han tenido que hacer una cesárea de ultimo momento, la pequeña Sofia se negaba a ver la luz de la vida, durante todo mi embarazo pedí porque fuese un parto natural, porque la verdad las suturas me dan miedo.

-Comprendo, también le temo a las agujas. – reí.

En ese momento la puerta se abrió y un señor con poco cabello y estatura promedio y un poco mas de grasa corporal que la muscular entro en la habitación para brindar una reverencia y colocarse al lado de Desirée, era su esposo.

-Un gusto conocerlo, Agust. – Nos estrechamos la mano. – Han tenido una hija maravillosa.

-Gracias alteza, estamos rebosando de alegría con la pequeña, sus hermanos esperan por conocerla.

-Me lo imagino, un bebe siempre da alegrías al hogar.

-Así es alteza, los hijos son siempre los que dan alegría al hogar, cuando usted sea madre no podrá comparar el amor que ellos nos dan sin saberlo.

-Sin duda alguna Agust. – me incomodé por dentro.

-Agust, ha sido impropio tu comentario, la princesa Eva aun es joven, le falta vivir el amor verdadero, a menos que lo haya conseguido ya.

-No importa Desirée, todo llegara a su momento.

La pequeña Sofia se había quedado dormida en brazos de su madre y Agust fue el encargado de sostenerla por un momento.

-Agust, necesito ir al baño.

-Claro cariño te acompaño – Menciono el hombre. – Alteza, ¿Le molestaría sostener por un momento a Sofia?

-Por supuesto que no.

Con el cuidado necesario de no despertar a la pequeña de los brazos de su padre fue transferida a los míos, mientras que su padre ayudaba a su madre a levantarse para ir al baño. Por un instante la pequeña y yo nos quedamos de pie en la habitación. Sofia era tan pequeña que me temblaban los brazos al sostenerla, era liviana que creía que se podría romper en cualquier momento.

Nunca había sostenido a un recién nacido en mis brazos y no sabia si lo estaba haciendo bien o si necesitaba menear la un poco, ya que había quedado de piedra desde que su padre me la dio en brazos. Observar a una persona tan pequeña entre tus brazos era algo indescriptible, por un momento mi corazón se inundó de felicidad al pensar que alguna vez esta podría ser mi vida que hasta el estómago se revolvió en señal de que no seria fácil.

Los padres regresaron del baño y me otorgaron el permiso de ponerla sobre su cunero, lo hice tan despacio con la intención de no levantarla, tenía mas miedo a acostarla mal que a otra cosa, se me hacía tan frágil que mi alma estaba temblando.

-Hemos decidió que se llamará Eva Sofia.

-¿Disculpa? – Voltee a verlos después de dejar a Sofia en su lugar.

-Le pondremos su nombre en honor a su visita, nos ha parecido más que agradable su visita y mirar con el cariño que ve a nuestra hija nos ha bastado para decidir su primer nombre.

-Gracias por el halago, pero en verdad es una pequeña hermosa que como padres deben estar mas que orgullosos.

-Y lo estamos, así como nos sentiremos honrados de que nos permita que lleve su nombre.

-Por supuesto que sí, estoy mas honrada que me consideren para este momento mas importante de su vida. Gracias.

-Alteza. – Leticia asomó la cabeza por la puerta y era la señal.

-Me despido y les deseo la mayor de las felicidades con su pequeña.

-Gracias a usted alteza.

Salí de aquella habitación con una sonrisa en la cara. Algo bueno en todo el día me pasaba.

-¿Y las enfermeras? – Pregunté al no verlas por ninguna parte.

-Se han encargado de terminar de repartir la merienda, el príncipe nos espera abajo.

Nos adentramos al elevador y este se detuvo en el área de espacio libre, donde algunas personas de edad avanzada recibían clases para eliminar estrés y darles una sonrisa. Era un espacio de recreación.

-Alteza, un gusto volver a verla, pensaba que nos había abandonado. – Oscar se reunió a mi encuentro.

-De eso nada, el área maternal, ha sido encantadora, pero debía seguir con los deberes.

-Altezas por aquí.

El secretario de la familia real sueca nos guío a unas mesas donde jugamos bingo con algunos adultos mayores, después de perder dos veces, nos guiaron por un pequeño recorrido haciendo pequeñas paradas en las actividades que se realizaban para poder comprender todo aquello en lo que se involucraba el hospital.

Regresamos al área principal (la sala de espera) donde una fila de doctores, enfermeras y camilleros nos esperaban para darnos el saludo final. Como correspondía Oscar fue el que inicio con los saludos y en consecuente le seguía detrás.

Estrechaba las manos de aquellas personas que no conocía, pero sabia que su labor era fundamental para que el hospital siguiera en marcha, felicitaba su trabajo e intercambiábamos pocas palabras.

Casi al terminar con todos, un pequeño mareo se hizo presente y si no fuera por la estrechada de manos, tal vez estaría en el suelo.

-¿Se encuentra usted bien alteza? – La doctora estrecho mas fuerte las manos.

-Si, creo que no me he detenido bien. Gracias.

Sonrío y dimos por terminada la plática.

Al salir del hospital nos reunimos con la multitud que nos esperaba afuera. Oscar saludos a los que se encontraban del lado izquierdo, y yo a los del lado contrario.

-Alteza un gusto tenerla en Suecia. – pronuncio un simpatizante.

-Muchas gracias, he de decir que es un país magnifico.

-Igual que Italia alteza.

-Gracias.

Solo pude estrecharle la mano a algunas personas y con otras mantuve charlas tan pequeñas que me sentía irrespetuosa por no poder establecer charlas mas largas. Varias personas me obsequiaron ramos de flores y otras cartas con globos. La mejor parte de poder convivir con las personas era que podías sentir su felicidad al verte y el apoyo que brindaban.

Una pequeña estiro las manos por la valla.

-Hola. – pronuncie al verla.

-¿Tu eres la princesa?

-No, solo soy Eva, ¿Cómo te llamas tú?

-Sonia, mi madre ha dicho que hemos venido para conocer a la princesa, le he traído flores y no he asistido al colegio.

-Entonces puedo recibir las flores, que el esfuerzo valga la pena.

-Pero son para la princesa. – Respondió con voz triste.

-Te diré un secreto, pero no se lo digas a nadie.

-Se guardar muy bien los secretos. – se acerco a la valla con la finalidad de que solo ella pudiese escuchar el secreto.

-Soy la princesa Eva, pero nadie lo sabe. ¿Podrías guardar el secreto por mí?

-¡Claro que sí! – La carita de Sonia se iluminó de alegría. – Toma, son para ti, mi madre y yo hemos conseguido las mas bonitas.

-Muchas gracias, Sonia las pondré en agua para que sigan bonitas. – Le estreche la mano.

Su madre le acaricio el cabello y la salude de igual manera.

-¿Sabias que voy a tener un hermanito? – Sonia comentó antes de marcharme.

-Eso es muy bueno, yo también tengo un hermano y lo quiero mucho.

-Yo también quiero mucho a mi hermanito, apenas va a nacer, pero ya le quiero.

-Felicidades. – pronuncie a la mama de Sonia.

-Gracias alteza. – Estrechamos manos por ultima vez y me despedí.

Caminé hacia el auto no sin antes dar un saludo general con la mano en forma de despedida para todos.

Reposé la cabeza en el asiento y suspiré.

-¿Alteza se encuentra usted bien?

-Es solo el cansancio. ¿A dónde iremos ahora?

-Es la hora del almuerzo, regresamos a la residencia y ahí estaremos hasta la hora de la comida, después iremos al hospital de pediatría y en la noche a la cena de bienvenida. ¿Necesita algo?

-No, solo quiero descansar.

Llegamos a mi dormitorio y me sentía tan agotada como nunca, es como si hubiese corrido todo un maratón y el cuerpo apenas estuviera reaccionando al esfuerzo. Caminé hacia la cama, pero un nuevo mareo se hizo presente. Me sostuve de lo que pude antes de caer.

-¡Alteza! – Leticia llego para ayudar a sentarme. - ¿Se encuentra usted bien?

-Si, solo debo descansar.

-Llamaré a un doctor.

-¡No! No es nada malo, veras como después de dormir otro poco estaré bien. Además, no podemos alarmar a todos por un pequeño malestar.

-Está bien, iré por el almuerzo para que se sienta mejor.

-Gracias. – Sonreí a medias y me senté en la cama.

Cerré los ojos y por un momento sentí dormir. Escuche la puerta cerrarse.

-¿Has regresado tan pronto? ¿Qué tenemos para hoy?

Me besó al frente y abrí los ojos rápidamente.

-Tranquila solo soy yo.

-Pensé que Leticia ya había regresado.

-Fue a la cocina dudo, que regrese ahora mismo.

-¿Alguien te vio entrar?

-Si, pero Leticia me había pedido estar al pendiente por si te pasaba algo, ¿Estas bien? Te noto pálida.

-Si, solo es el cansancio.

Me acaricio la cara.

-Deberíamos llamar a un doctor, no te había visto así antes, me preocupo por ti.

-Tranquilo, solo necesito descansar, pronto me recuperaré, necesito estar bien por el trabajo.

-¿Me dirás cualquier cosa que pase?

-Si, te llamaré por si necesito ver a un médico.

-Está bien – Me besó lento antes de tomar su lugar como guardaespaldas.

La puerta se abrió y Leticia entró con una charola. Me senté en la mesita del dormitorio. Y el olor de la sopa de verduras me hizo levantarme de golpe. Corrí al baño y mi estómago se vació al completo.

-Alteza, debemos llamar al doctor.

-No, en verdad estoy bien, el desayuno no estuvo bien en la mañana, los pepinillos no son mi fuerte, siempre me pongo mal cuando los ingiero, estoy bien lo aseguro.

-Alteza... - Era su voz de advertencia.

-Leticia estoy diciendo la verdad, los pepinillos no son precisamente mi alimento favorito.

-Sera que mejor descanse y despierte a la hora de la comida.

-Esta bien.

Me lavé los dientes, me puse un pijama y solo almorcé algo de fruta con un zumo de toronja. Estaba segura de que después de dormir todo se mejoraría.

Dormí un largo tiempo que en la hora de la comida me sentía mejor, me duché y me cambié, un nuevo atuendo debía ser usado, mantuve una charla buena con el primer ministro y después nos reunimos con el encuentro de la reina.

-Majestad. – Salude al verla.

-Alteza un gusto encontrarnos de nuevo. ¿Comenzamos?

-Después de usted.

La estadía en el hospital de pediatría fue memorable, como siempre y con más formalismo, nuestra visita se baso en saludar a los médicos y felicitarlos por la labor que hacen, conversamos con algunas familias y los síntomas por los que atravesaban los niños. Interactué con algunos pequeños en su tratamiento o en su momento de relajación, de juego en donde ellos mismos olvidaban que aquello era un hospital.

El ambiente era alegre, lleno de paz y reconfortante, estar con familias que pasaban la mayor parte del tiempo entre tratamientos, era admirable, ellos eran mas fuerte que cualquier otra cosa y, por si fuera poco, ellos demostraban que a pesar de las adversidades siempre llega la calma.

Parecía ser el lugar de la reina, si no me equivocaba estar con niños era su fuerte, se le veía tan cómoda y alegre, fuese que era práctica, algo que me faltaba, pero ella se notaba tan bien que desearía ser como ella.

Terminamos nuestra visita y nos regresamos a la residencia para poder comenzar con los preparativos de la cena de bienvenida.

-Alteza, ¿Qué vestido cree que sea el mas acorde? Usted es la invitada de honor.

-¿Puedo usar escote de un hombro?

-Tenemos dos opciones. Podemos usar el vestido rosa con mangas cortas, pero con flores en todo el corsé o podemos usar el vestido de brillos color verde esmeralda con un hombro al descubierto y ceñido a la cintura. – Alzo ambos vestidos.

-Mi voto es para el segundo.

-He pensado lo mismo, solo que lo acompañará un pequeño abrigo blanco, comienza a bajar la temperatura.

-No hay problema. Tomaré una ducha en lo que llega el equipo de Marco.

-Bien pensado Alteza.

El tiempo paso volando, sin darme cuenta ya estábamos en los toques finales. El collar de diamantes, con los aretes a juego eran lo mas preciado que cargaba hasta el momento. Sin lugar a duda mi peso había aumentado, pero por llevar tantas cosas encima, el vestido, los accesorios, los tacones y por supuesto la tiara. En el espejo no me reconocía, siempre que me colocaba una tiara una Charlotte diferente aparecía, y no era por cambio de personalidad, sino porque el brillo de los ojos era otro. Felicidad y a la vez tristeza.

Tres golpes en la puerta anunciaron la salida.

-El auto esta en posición.

-¿Ya se ha ido el primer ministro?

Verifico el reloj.

-Se ha marchado treinta minutos antes.

-Es el momento de irnos. – Tomo mi bolso - Alteza por favor.

La entrada al palacio fue silenciosa, los turistas y suecos se aglomeraron ante las rejas para poder admirar lo que llevaba puesto, la llegada fue rápida, el servicio me guió por los pasillos hasta llegar a una sala anterior a donde se disfrutaría el banquete.

-Alteza, un gusto tenerla de nuevo con nosotros. – Oscar se acercó a saludar.

-Príncipe, el gusto es mío. Majestad. – Hice una reverencia a la reina. – Buenas noches.

-Buenas noches, Alteza. – Respondió

-Majestad. – Reverencia al rey. – Buenas noches, un gusto poder verlo.

-Alteza el gusto es mío. Lamento no encontrarnos antes, pero los deberes han exprimido tiempo.

-No importa, comprendo, su esposa y el príncipe me han acompañado muy bien. Me alegra poder estar en Suecia.

-Nos halaga con su presencia.

-A mí su recibimiento.

Un mesero nos ofreció copas de champagne.

-¿Cómo están tus padres? – Preguntó el rey.

-Muy bien, gracias por preguntar, han enviado saludos, esperan pronto visitar el país.

-Nos alegraría tener mas visitas, podremos ponernos de acuerdo.

-Así será.

-Majestad. – Su mayordomo reclamaba atención, al parecer debían resolver otros asuntos.

-Enseguida volvemos alteza.

-No hay problema. – Respondí cordialmente.

-El clima últimamente esta cambiando mucho? ¿En Italia pasa lo mismo? – Oscar y yo quedamos a solas.

-Pienso que sí, hace un mes que estuve por tierras cálidas, este lado del mundo es un poco mas cambiante, por las temporadas me refiero.

-Cierto, vivió en Canadá antes, ¿Cómo era la vida ahí?

-Similar, las estaciones cambian, pero son agradables, o sino hay otras partes del continente que puedes disfrutar. Deberían visitarlo.

-Podría ser, por el momento tenemos programadas visitas por el país.

-Me parece fantástico, conocer nuestras raíces es buena idea, aprendemos cosas nuevas.

-Así es.

-Altezas, la cena esta servida, favor de pasar.

Nos ubicamos en nuestras posiciones, el rey yo éramos los primeros en entrar al ser la invitada de honor. Después de nosotros se encontraban los demás asistentes por orden de poder, las puertas se abrieron y una nueva sala apareció ante nosotros, algunos asistentes ya estaban ocupando sus lugares, y al vernos pasar por su lado, hacían sus reverencias correspondientes.

Mi lugar se encontraba entre el rey y la reina como debía ser por esta ocasión. Casi todos me podían ver desde sus asientos, los nervios comenzaron a apoderarse de mí que me sentí incapaz de poder cumplir con esta tarea.

Cada asistente se involucro en charlas pequeñas con su compañero de lado, a decir verdad, esto era como conversar con tus amigos sobre tu día a día solo que algo mas formal, sin temas de política, religión o algo que pudiese comenzar un debate.

Se comenzó a servir la cena, primer plato una crema de elote con espinacas. El estómago me rugió y rogué porque nadie cerca pudiese escucharlo, estaba segura de que mi rubor natural había cobrado vida. El según plato fue una ensalada con algo de carne, no sabía distinguir bien, podría ser pollo o pavo o pato, tal vez eran las tres.

Antes del plato principal las copas de brindis fueron servidas y esta era la señal de que el discurso tanto del rey como el mío debían ser presentados. El rey alabo mi llegada al país y lo que se esperaba de ella, yo, agradecí por el hospedaje, recibimiento y los acuerdos fraternales que podríamos lograr. Si es bien sabido los discursos no son escritos por nosotros, pero las personas que los redactan siempre deberían llevarse los créditos son muy convincentes.

Escuchamos los himnos de ambas patrias, Italia y Suecia como señal de respeto entre naciones, la banda en vivo se encargo de hacer el mejor trabajo y mantener una velada musical entretenida.

El plato principal llego a nosotros. Era carne de venado a medio cocinar, suspire en señal de rendición, el termino medio no era lo mío, pero no podía hacer que fuesen y lo cambiaran así no se hacían las cosas en estos momentos. Comencé con las verduras que habían sido salteadas en margarina con un poco de pimienta y comino, la salsa estaba exquisita, a trozos pequeños fui comiendo la carne que con cada corte se notaba mas lo cruda que se encontraba por dentro. Mi estómago se revolvió, contuve las pequeñas lágrimas del asco y seguí con mi trabajo como si nada pasara.

No termine la carne, pero gracias al cielo el rey había terminado antes que todos y debían ser retirado los platos para llegar al postre. El postre era sencillo, una rebanada de tarta de chocolate con unos macarrons como decoración nos esperaba. Mi estómago agradeció el cambio de sabores, del asco al dulce. Por lo menos esto si lo había disfrutado sin dejar rastro en el plato.

La noche había terminado y era hora de volver a mi habitación en la residencia, una hora mas tarde estaba envuelta en un pijama de seda sin tantos accesorios y dispuesta a dormir todo lo que pudiese, no había salido tan mal la cena, seguía caminando con el pie derecho después de todo.

-Alteza, un guardia de seguridad se quedará esta noche dentro de su habitación por su salud.

-¿Mi salud? – Dije al recostarme en la cama.

-Si alteza, por si pasa algo. Sabemos que no se ha encontrado bien.

-Solo es cansancio, lo he dicho, pero esta bien, no me molesta, dormiré toda la noche de todas maneras.

-Que descanse.

Sin perder tiempo valioso me acomodé y cerré los ojos en señal de que Morfeo podría llegar en cualquier momento. El colchón se hundió a mi lado y me asustó.

-Tranquila, no te levantes, solo soy yo cariño. – Su voz me devolvió la paz que necesitaba.

-Pensé que era otro guardia pudiste avisar al entrar. – Volví a mi posición.

-¿Cómo estas, sigues con los malestares?

-Por el momento no, solo quiero dormir, es todo.

-Duerme, yo seré quien te cuidara.

Me acarició el cabello y no supe mas de la realidad.

Corrí al baño en cuanto sentí que la comida se regresaba de mi estómago a mi boca. No de nuevo.

-Charlotte, ¿Estas bien?

James me sostenía el cabello y me acariciaba la espalda, mientras me desasía de la cena anterior.

Suspiré cansada a modo de respuesta. Me levantó y me limpio la boca con algo de agua, me cargo de nuevo a la cama y se ocupó de mi pijama manchada.

-Charlotte, estas pálida, debemos llamar al doctor.

-Solo es cansancio.

-Deja de excusarte con el cansancio ¡Por el amor de dios! – me toco la frente - ¡Estas hirviendo en fiebre!

-Solo es cansancio James – respondí apenas audible. – Estaré bien.

-No me importa lo que digas.

Con mi poco conocimiento vi como llamaba al teléfono.

-Por favor no alarmes a Leticia, ella también esta agotada.

-¿Si? Derek, hola, disculpa que te llame a estas horas, pero mi novia esta ardiendo en fiebre y se la ha pasado vomitando todo el día, está más blanca que la nieve, no podemos movernos a una clínica porque estamos en un lugar lejano.

Permaneció en silencio.

-Si claro te pondré en altavoz mientras voy por compresas para la fiebre.

-Señorita. – El teléfono estaba en mi mesita de noche.

-¿Si?

-¿Ha comido algo que le haya hecho daño? O ¿Recuerda si usted es alérgica a algo? ¿Cuántos días tiene el malestar?

James regresó corriendo con las compresas para colocármelas en la frente.

-He estado en situaciones algo cansadas, le he dicho a James que solo necesito descansar. Perdone las molestias.

-Soy medico y es mi trabajo. ¿Cuáles son los síntomas exactos?

-Solo se han añadido la fiebre y el bajón de estado de ánimo.

-¿Ha permanecido el vómito?

-Si y algunos mareos.

-Señorita, ¿ha mantenido relaciones sexuales con protección?

James y yo nos quedamos pasmados.

-Derek, ¿Qué estas insinuando?

-Por los síntomas creo que se trata de un embarazo. – Mi cabeza dejó de funcionar y mi corazón latió de prisa. – Te recomiendo que busques una farmacia cuando puedas.

-¿Y si no es eso? – James tomo la palabra por los dos.

-Puede que me equivoque, de tomas formas te recomendaré algunos medicamentos para aliviar los malestares por si la prueba sale positiva, si es negativa deben ir al medico para que le haga estudios.

-Gracias Dereck, esperaré tu mensaje.

-Lo envío ahora mismo. – Colgó.

James y yo nos miramos por unos minutos sin decir nada, a ambos nos sorprendió la inesperada respuesta del doctor.

-¿Un embarazo?

-No, eso no puede ser. – Respondí de inmediato.

-No podemos descartar la idea hasta estar seguros.

-No, James, te lo digo, que eso no puede ser. – Mi alarma de pánico se encendió.

-No me alarmaré, tampoco me crearé ilusiones. Debemos mostrarnos neutros, iré de inmediato por los medicamentos que ha enviado Derek y espero que eso te mejore.

-¿Cómo saldrás de aquí si estas a mi cuidado?

-Algo se me ocurrirá.

Salió de la puerta sin despedirse. Me abracé a las rodillas y pedía al cielo de que aquello no fuese un embarazo, no es lo que necesitaba en estos momentos.  

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