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Capitulo 11

-¿Y bien señor Diamond, cuál es su petición de esta noche? – Disfrute de su mirada un poco más.

-Varias, pero vayamos tranquilos, tenemos muchas horas por delante.

-¿Por qué siempre deja las promesas en el aire?

-Nunca es mi intención, pero me gusta ir lento contigo, no tengo la necesidad de llegar al grano rápido, disfruto mucho tu compañía.

-Usted siempre quería ir al punto. ¿Por qué este cambio?

-Me he dado cuenta que los minutos deben disfrutarse siempre. – me sonroje.

-¿Puedo preguntar qué tan involucrado está usted en que las mesas de alrededor estén vacías?

-Pensé que necesitábamos algo de privacidad.

-Primera vez que acierta profesor.

-James, solo James para ti.

-No creo que sea conveniente llamarnos por el nombre de pila.

-Mucho menos ser estudiante-profesor en estos momentos ¿No lo cree?

-Bueno punto señor Diamond, Cómo siempre me asombra su nivel de inteligencia.

-Y a mí me deslumbras con tu belleza.

Se acercó tanto que su aliento me golpeaba la cara y deslice la lengua por el labio inferior para morder lo después. En este punto podía hundirme a sus pies sin que lo pidiera.

-Señor, señora… - El mesero rompió nuestra burbuja. - ¿Desean probar el vino?

-Gracias… iniciaremos con un Merlot Le-Cháteu Premier Gold Rose de 1900.

-Enseguida señor, ¿Algo más?

-Un racimo de uvas y un poco de queso fresco.

-Enseguida.

-¿A qué se debe la celebración? – Sonreí al recordar el nombre del vino.

-Por nuestra primera noche sin aparentar nada, por tu cumpleaños y por saber que al estar aquí tendré una segunda oportunidad. ¿Crees que deba haber algo más?

-Por el destino ¿Tal vez?

-Por el universo si quieres también podemos brindar, brindó por todo aquello que nos hizo coincidir una vez más.

El mesero llegó y nos dejó los aperitivos con la botella de vino y las copas servidas.

-Así qué… ¿Brindaremos por las constelaciones que se alinearon para tenernos juntos? – Me dio mi copa.

-Brindo por la noche que nos espera y que sea lo que el destino nos tenga preparado.

-Que así sea. ¡Salud!

Chocamos nuestras copas y sin despegar los ojos uno del otro bebimos un poco. El tuene sabor de uvas combinados con la dulzura y el alcohol me hacía creer que el momento era especial.

-Si te digo que te tengo preparada una sorpresa ¿la aceptas?

-Hoy es mi día de recibirlas ¿No?

De su chaqueta saco una pequeña cajita color azul marino.

-Esto que te daré a continuación quiero que lo preserves por la eternidad, se que es algo simple, pero estoy seguro que te representa y representa la nueva oportunidad que quiero contigo. No debes quitarte lo nunca.

Mis ojos se abrieron en platos y la cajita fue abierta, dentro se encontraba un pequeño dije con la inicial J bañada en oro y decorada con cristales pequeños, la correa del dije era de oro puro, pero muy delgada que apenas se percibía que el dije colgaba de esta. James hizo el honor de ponerme la y hacerla brillar con la luz de los candelabros colgantes.

-Con esto, todos sabrán que eres mía y no podrán acercarse. Es mi sello de propiedad.

Sin esperar una respuesta más, unió nuestros labios, ambos nos necesitábamos y el beso no era una muestra de cariño, era de necesidad, teníamos tanto que expresarnos pero nuestros labios bailando un mismo compas lo decían todo, besos profundos, lenguas chocando y el corazón recordando cada minuto. Nos separamos por falta de aire, pero me sentía vacía sin tenerlo invadiendo mi boca.

-Tengo una sorpresa más para ti.

-¿Cuántas más debo esperar para poder saber que quieres de mi?

-Cariño, lo he dicho muchas veces atrás, te quiero completa y solo para mí. No necesito más que te quedes conmigo. Pero te puedo asegurar que está sorpresa te va gustar más. Solo mira a la entrada principal.

Hice lo que me indicó y mis ojos se negaban a creer lo que estaban viendo. Una perfecta Susana se encontraba tomada del brazo de mi querido Sebastián hablando con la recepcionista del lugar, ambos vestían muy elegantes, ella con un vestido color morado corto con una sola manda larga que transparentaba la piel y unos tacones plateados que estelarizaban sus bellas piernas. Sebastián por su parte contenía un esmoquin de color azul marino con detalles en negro pero aterciopelado y sus zapatos Gucci relucían como el cristal. De poco a poco los vi acercarse a nuestra mesa y no contuve las lágrimas ni un minuto más.

Al verlos llegar Diamond me ayudó a ponerme de pie y ninguno de los cuatro decía aún palabra alguna, solo mis lágrimas resbalaban como si estuviese viendo un fantasma, me tape la boca con la mano para que los sollozos no se escucharan a las mesas más cercanas.

-Profes… Señor Diamond. – Sebastián le estrecho la mano.

-Señor Bolvier. – lo saludó cortésmente. – Señorita Clark. – Le dio dos besos en la mejilla, típico estilo italiano. – Un gusto tenerlo aquí.

Mis labios no procesaban palabra alguna y no sabía si debía tratarlos como mis mejores amigos o desconocidos que apenas nos presentaban. Susana me escaneaba con los ojos y lo sabía porque ella era siempre una inquietante persona, todo debía saberlo o por lo menos lo intuía. Sebastián tenía una radiante sonrisa, pero aún no se animaba a decir algo.

Como si el tiempo se hubiera detenido ahí seguíamos los cuatro de pie, tres pares de ojos solo no se quitaban la mirada y esperaban una respuesta del otro. Sin seguir deteniendo el tiempo Susana abrió los brazos y me envolvió en ellos, por primera vez desde que los vi por última vez me sentía plena, Sebastián se unió a nosotras y los dos terminaron por unirse a mi llanto. Poco a poco nos separamos y sonreímos.

-¿Dónde está nuestra ingenua Charlotte? – menciono en risas Sebastián.

-Aquí sigue Sebastián, solo que ahora ha madurado – Nos sentamos. 

-Aun no creo que seas tú, estás tan cambiada, mírate ahora, ¿Quién diría que eres la misma Charlotte de Canadá?

Sonreí a medias.

-Han pasado muchas cosas que el destino me hizo forjarme una nueva versión. Pero tengan por seguro que la misma torpe Charlotte sigue aquí. – reí secando me las lágrimas. - ¿Cómo han llegado aquí?

-Bueno, como podrás darte cuenta, el profes… perdón el señor Diamond.

-No hay problema Sebastián. – Interrumpió Diamond.

-Nos contacto para decir que aún eramos muy especial en tu vida y que si una vez prometimos estar unidos para siempre, este era el momento exacto para arreglar todo o romper nuestra amistad de años que era lo más sólido que teníamos hasta el momento.

Diamond y yo cruzamos miradas. Él no podía ser está nueva versión.

-¿Por qué nunca contestaron mis correos?

-Aun seguíamos molestos por cómo pasaron las cosas, ni a Sebastián ni a mí nos pareció correcto que nos ocultaras tu verdadera identidad cuando pensábamos que éramos más que mejores amigos, casi casi ya éramos trillizos.

-Lo siento, les debo una gran disculpa por eso.

-Ya no importa con el tiempo o más bien con la charla del señor Diamond y al verte de nuevo en la pantalla nos dimos cuenta que no todo era tu culpa y que si nos lo ocultaste fue por algo, ser la princesa es una gran responsabilidad, antes no lo entendíamos por egoístas pero a este punto nos queda muy claro. Nosotros somos quienes te debemos una disculpa.

-No saben cuanta falta me han hecho.

-Y por ello lo sentimos aún más Charlotte, pasar por lo que pásate tú es de valientes. Has llevado esto con madurez, de las idioteces nos encargamos otro día que no sea tu cumpleaños. – Sebastián y Susana miraron con odio a James por un momento.

-Bueno creo que mis intenciones de buscarlos y buscar una reconciliación ha bastado. -James se arregló el cuello de la camisa

-Otro día nos la cobraremos señor Diamond. – Susana no suavizaba la mirada y sabía que hablaba en serio. Por un momento me reí y disfrute volver a tenerlos.

James en su desesperación por escapar de los ojos matadores de Susana, le hizo una señal al mesero para que pudiera comenzar a servir todo nuestro menú preparado. Cómo si aún fuésemos aquellos estudiantes de primer año en la universidad, nos sumergimos en pláticas de como terminó el año escolar para ellos después de mi desaparición, y como repentinamente una semana después el enigmático profesor Diamond había renunciado. En su lugar un nuevo profesor había llegado que se involucró sentimentalmente con la reconocida alumna Lucía que ya se creía dueña de la facultad.

Y como por sus caprichos el nuevo profesor había reprobado a todo un grupo y alumnos de excelencia solo por su amante de universidad. El señor Knigh fue quien se vio afectado en todo y tuvo que tomar cartas en el asunto, lamentablemente Lucía no termino su semestre en UBC pero obtuvo su documentación pagando a una institución privada y ahora mismo seguía con el profesor que le habían retirado la licencia que era falsa para operar como catedrático en universidades. Solo para decir en redes sociales que había triunfado más que toda su generación. Pero la pobre apenas se enteraba que era el plato de segunda mesa, el entretenimiento para tal profesor.

-¿Así qué planeaban seguir ocultando que ustedes tenían algo, hasta que el consejo los descubriera? – Casi me atragantó con el marisco y James con la nueva copa de vino.

-Era un tema complicado así que lo manteníamos en secreto hasta que fuera el momento correcto.

-Pues ni tan secreto , porque ambos tenían la electricidad tan cerca que nos electrocutaban a todos. – Mi cara se convirtió en un tono tómate.

-¿Desde cuándo lo sabían?

-Yo lo descubrí en el momento que los ojos se salían de tus órbitas al verlo con la señorita Bennett. Susana apenas y enterada estaba. Nunca se dio cuenta hasta que el señor Diamond nos citó a ambos.

-James por favor, solo James.

-No creo que nos acostumbremos a la idea de llamarlo James, sabiendo que fue nuestro profesor y siempre reclamaba, no mejor dicho exigía respeto. – Por primera vez en toda nuestra vida juntos vi a Diamond avergonzarse por las palabras de Sebastián.

-Bueno, una disculpa por eso, era un capullo.

-Con todo respeto Señor Diam… lo siento James, aún sigue siendo un capullo. ¿Cómo se le ocurrió martillar el corazón de la dulce Charlotte de aquella manera?

-Susana… no sé que te hayas enterado pero…

-Nos enteramos más de lo que quisiéramos, después de que el profesor renunció, supimos que le había sido infiel a su novia con una modelo y está se había terminado suicidando por eso él escapaba del país. Pero después de unir piezas del rompecabezas supimos que la novia muerta eras tú y el un hijo de puta.

Me sorprendí al escucharla, ¿Quién pudiese contar tal historia? Si apenas los vecinos de su apartamento me conocían y no me conocían como la novia sino la hermana o la amante en turno.

-¿Quién creo la historia?

-Julián. – Dijeron ambos al unísono.

-Hijo de puta. – Diamond apretó la mandíbula y apenas respiraba. Le apreté la pierna para tranquilizarlo.

-Bueno de alguna manera no hizo el rumor tan obvio.

-En sí, nosotros le exigimos una explicación de la desaparición del profesor y si sabía algo de ti, así que eso fue lo mejor que pudo decir, aunque en sí la que  corrió el rumor fue Lucía porque nos escuchó y no se quedó con la boca callada. Y muchas de sus “amistades” le siguieron la corriente diciendo que con ellas el profesor se había propasado pero ellas amenazaron con denunciarlo. 

-No podía esperar menos de ella.

-Y lo bueno que James ya no estaba ahí porque Knigh fue más estricto con las relaciones profesor-alumna solo que nunca se percató de Lucia con el nuevo profesor.

-¿Y que paso con Julián? ¿Dónde está?

-Lo poco que sabemos de él es que se regresó a Australia y pretende cursar su doctorado para poder iniciar su carrera como profesor.

-En sí se encuentra en Londres trabajando para la universidad de Cambridge y ahora mismo está en una relación seria, sin intenciones de entrometerse a otras.

Mire con seriedad a James, podría estar bromeando o diciendo la verdad pero sus ojos en el plato me daban poco que descifrar.

-Como sea, Charlotte, ¿Nos invitarás a quedarnos en tu palacio? – Sebastián cambio de tema.

Apreté los dientes.

-Seria un honor pero primero debe pasar por las órdenes de la reina, no es como si yo mandara y pudiese hacer lo que fuera. Toda la familia se rige por la monarca.

-Se escucha aburrido.

-Puede ser a veces, pero la mayor parte del tiempo estás ocupada con organizaciones o escapándote sin que nadie se de cuenta.

-Tienes mucho que contarnos.

-No lo dudes. Han pasado demasiadas cosas.

Mis amigos y yo seguimos platicando hasta olvidarnos por completo que James existía, no sé si la intención de aquellos dos seres humanos era hacer molestar al profesor o cobrarse un poco de lo malo que el los había tratado en la época de estudiantes porque revivieron las partes dónde Julián y yo pensábamos en tener algo o bueno por mi parte era darle celos al profesor para que sientiera lo que yo sentía cuando se quedaba a solas con Bennett. El carraspeo de James cada dos minutos sabía que se debía a qué las pláticas le sentían incómodos y a la vez tenía ganas de ir por el pobre Julián y arrancarles los labios por besarme más de una ocasión.

El restaurante tenía una pista de baile hasta el frente casi al llegar a la orquesta en vivo que tocaba. James cordialmente me invitó a acompañarlo y gustosa acepté. La orquesta comenzó con una balada romántica que al sentir sus dedos deslizarse por mi cintura un pequeño cosquilleo me recorrió la columna. Dejamos los formalismos de lado y nos juntamos tanto que al unir las frentes cada uno sentía la respiración del otro. Nos mantuvimos así de cerca durante toda la canción hasta que está cambio de ritmo y el dichoso tango español se volvió nuestro amigo en el baile y James no perdió tiempo en demostrar a los presentes que tan buen bailarín era y como estaba dispuesto a conquistar a su chica. Después de dos ritmos más diferentes ambos nos deslizamos en nuestros respectivos asientos mientras que mis amigos ahora se divertían con la música. Se notaba que un baile romántico no era lo suyo pero por supuesto, ¿Qué les podría gustar más que el reggaeton? Lo malo que no estábamos en un antro.

-¿Desde cuándo tenías planeado está sorpresa? – Le pregunté a James sin despegar la vista de mis grandes amigos.

-Hace tiempo lo tenía planeado pero no sabía cuál era el momento adecuado. Hasta que llegó.

-¿Me tienes más sorpresas para esta noche?

-Creo que ya no, sería cuestión de saber que nos depara la noche.

-Estoy a gusto aquí. Mi felicidad está plena.

-Brindemos por eso entonces.

Está vez las copas se llenaron de champagne Colder-Montier 1899. Ambos alzamos nuestras copas y con el sonido del cristal al chocarse sellamos la noche magnífica que me había regalado.

-Charlotte, no sabes que noche tan especial hemos pasado. Me encantó nuestra reunión y saber que aún conservamos nuestra amistad.

-Estoy tan agradecida que estén aquí.

-Nosotros también. Pero es tiempo de marcharnos. – Sebastián y Susana se despedían.

-¿Regresan hoy a Canadá?

-No hasta mañana, pero tenemos otros planes, muchas gracias por la comida y por dejarnos celebrar tu cumpleaños en compañía.

-Las gracias son para ustedes por volver a ser mis mejores amigos.

Abracé a cada uno y después se marcharon sin mirar atrás. La nostalgia me invadió y de pronto sentí perderlos de nuevo.

-Tranquila nena. Estarán las veces que los necesites aquí.

-¿A dónde los has enviado?

-Les reserve un lugar en uno de los mejores antros de Italia y están instalados en el mejor hotel. Estas son sus casi vacaciones pagadas.

-¿No me digas que tienen chofer propio y acceso exclusivo en bebidas y alimentos?

Se encogió de hombros en respuesta. Me rei ante su gesto. El no los conocía y podría ser que mañana apareciesen en las televisiones.

-¿Qué te parece si continuamos nuestra velada en un lugar más privado?

-¿Acaso tenías pensado en dejarme regresar al palacio?

-¿Palacio? No, creo que no. – Sonrió sensual.

Nos levantamos y caminamos hacia la salida, James se había encargado de dejar la cena pagada mucho antes de nuestra llegada. El chófer nos esperaba en la entrada del lugar y nos guío a su habitación del hotel. Al verlo llegar la recepcionista y el encargado de la puerta lo saludaron amablemente y un poco más de lo necesario (sí, por parte de la recepcionista) nos adentramos a su elevador privado y llegamos a nuestro destino.

-Hace tiempo no recordaba el lugar. – Deje el abrigo en el sillón

-He hecho remodelaciones.

-Se nota, ¿Cuál ha sido el motivo?

Las cortinas eran de otro color, las alfombras estaban en tonos más claros y los sillones tenían otra tapicería. Unas pequeñas flores de colores pasteles adornaban el tono oscuro de toda la habitación y la cocina integrada.

-Mi estado mejoro las últimas semanas.

-Ya lo veo.

-¿Te apetece compartir el postre? – Dejo las palabras en el aire mientras abría el refrigerador.

-Por favor que no sea pastel – Se asomó por el lado del refrigerador.

-¿Qué dices? ¡Claro que no! Hablaba de mí.

Reí por lo alto.

-Entonces paso.

-¡Venga ya! Tengo preparado dos pequeños postres de chocolate con fresas y nata montada.

Me acerque a la encimera y el dejo dos platos con chocolate en forma de vaso rellenos de nata montada y fresas arriba.

-¿Dónde lo has comprado?

-Son mis dones culinarios ocultos.

-No lo creo, pero la nata montada es buena – metí una cucharada en los labios – Igual al del supermercado.

-¿Por qué no pruebas la fresa? Fue hecha por mis manos.

-¡Claro! – le di un mordisco con la nata – Traída de un empaque de plástico del mismo supermercado.

-¿Y que me dices del chocolate? Lo prepare con mis conocimientos de cacao y azúcar.

Partí la obra de arte de chocolate con nata montada y lo degusté.

-¡Perfecto! Como el chocolate para derretir.

-¡Vale ya! Me atrapaste, fueron conseguidos por el restaurante del lugar.

-Ya lo sabía, pronto te daré una clases de repostería.

-¿Por qué no iniciamos hoy? – Se puso de pie y me acorraló entre la barra y sus brazos.

-No creo que tenga la ropa adecuada.

-Podemos deshacernos de ella. No hay problema estamos solos.

-¿Si? Me temo que nos pueden interrumpir en cualquier momento.

-¿Por qué no iniciamos con la clase mejor?

-Muéstrame si tienes manos hábiles.

-Creo que te sorprenderás.

James dejo de ser el James formal para convertirse en un amante apasionado. Me bajo lentamente el cierre que se encontraba a un costado del largo vestido. Y poco a poco hizo deslizar la fina manga que hacía sostener el vestido en su lugar para después deslizarlo por mi cuerpo hasta caer a mis pies. Quede con ropa interior de encaje ante sus ojos. Mis mejillas se tiñeron de rosa y me sentí incomoda y llena de vergüenza. Baje la mirada. 

-Eres la mujer más hermosa que he conocido. ¿Acaso nunca te dijeron que vestir de negro es solo para los entierros?

-Me gusta por ser el color prohibido.

-Me encanta como se ve en tu cuerpo nena.

-¿No estamos aquí en desventaja?

-¿Qué se te apetece ahora?

-Creo que debemos tener ingredientes igualitarios o por lo menos equitativos.

-¿Quieres mostrarme como se hace?

Mis dedos fueron directo a su pajarita. La deshicieron y está callo a los lados, lentamente retire el saco y desabroché los botones de su camisa pulcramente blanca, más blanca que mis dientes. Su magnífico torso trabajado me parecía como una paleta de chocolate a punto de saborear. Su respiración se elevó y no podía quitarme de la mente la idea de pasar la lengua por sus abdominales perfectos. Al tener la parte de arriba sin ropa por delante no tarde y mientras nuestros ojos no se quitaban la mirada aproveche para tomar un poco de nuestro chocolate ya derretido para poder hacer mi deseo realidad.

Con mis dedos embarre un poco de chocolate en su abdomen y sin perder mi obstáculo lo lamí despacio, tomando el tiempo necesario para poder recordar noche tras noche que aquel cuerpo ya lo había saboreado.

-No creí que en este punto podríamos embarrarnos ingredientes antes de usarlos.

-Siempre es bueno improvisar.

Deje mi tarea de lamer y me enfoque en los pantalones, desabroché el cinturón y fui por los pantalones, ¿Cómo era posible que este hombre portará la ropa como si apenas lo hubiesen planchado sin arrugas? Debía compartir sus secretos. Al tener los pantalones abajo, una erección me saludó cortésmente que no evite pasar los dedos por encima.

-Bueno, creo que ya es mucho para dejarte seguir.

-¿Pero que dices? Si la que enseña está vez soy yo, hoy seré su profesora señor Diamond.

-Eso puede aguardar. – Se quito los zapatos y calcetines. – Hoy seguiremos con lo planeado. – Aparto su ropa a un lado.

-Pensé  que el itinerario no estaba hecho.

-Está vez soy el que tiene el mando.

Me levanto la barbilla y me besó con deseo.

-Siempre lo has tenido.

-Ya lo veremos.

Me cargó sobre sus brazos y nuestros labios no dejaban de pelear por quién tenía el control está vez. Llegamos a su habitación y el olor a vainilla y las velas encendidas daban una vista diferente a lo que fue la última vez. Me dejó de pie enfrente de la cama y admire del trabajo que había hecho o que otro se encargó. La cama estaba llena de pétalo de rosas rojas y el piso también, todo el cuarto lo inundaba las luces de las velas aromáticas puestas. Era una imagen del romanticismo clásico, pero está vez tenía un significado diferente.

-Esto es hermoso, ¿A qué viene esto?

-Creo recordar que dijiste que esperabas llover rosas, lastimosamente hemos llegado tarde está vez para verlas caer pero aquí están regadas como si una lluvia hubiese pasado.

-No cuenta, si no llueven ante mis ojos no es posible.

-Sus deseos son órdenes.

Me dejó sobre el colchón y tomo una rosa de la mesita de noche, le quitó los petalos y los hizo caer ante mis ojos. Me reí por el cosquilleo de lo suave que eran.

-¿Esto complace sus deseos?

-Creo que es válido, ha sido una auténtica lluvia de rosas. – Separó los pétalos de mi cara y me besó.

-Entonces ¿Esto es la segunda oportunidad?

-Debemos redefinir las reglas.

-Me basta con creer que eso es un sí.

Me colocó un poco más arriba, mi cabeza reposo en las dulces almohadas y sus labios comenzaron a explorar mi piel, sus labios parecían ser un dulce algodón por la delicadeza con que recorría la piel. Se detuvo en las copas del sostén y a través de la tela observó mis pezones reclamar atención, les dio un beso a ambos y procedió en dejar escapar uno a través de la copa. Este se elevó en atención y él no estaba dispuesto a dejarlo solo, se lo metió a la boca e hizo un baile sensual con el pezón y su exquisita lengua, succionó y calmó el dolor con sus lamidas dulces. Decidió mantener la tortura con el otro pecho que ambos pedían ser liberados de aquel sostén que solo lastimaban por la presión ejercida.
Mis manos inconscientemente recorrieron la espalda para buscar la liberación pero él detuvo mi objetivo.

-Alto cariño, este es mi trabajo, solo enfócate en tener el placer.

-James…

-¿Dime cariño?

-¿Podemos ir a lo que importa?

Rio con voz ronca.

-Despacio cariño, está vez quiero que sea inolvidable para ambos.

-Tus besos son lo bastante inolvidables.

-No me basta.

-A mi sí. – Hice un puchero. - ¿Podemos acelerar?

-Eva Charlotte, eres la única mujer que conozco en querer follar a hacer el amor.

-Es que me gusta como te mueves dentro de mi.

-Esta vez guardaremos las platicas para después, ¿Iremos a mi ritmo vale?

-Esta bien, pero en el momento que me harté tomaré las riendas.

-Esta bien cielo, aunque dudo que eso pase.

James siguió con su trabajo y procedió a descender por mi pequeño abdomen. Su lengua me cosquilleaba la piel y sus manos iban ascendiendo hacia la parte interna de mis piernas, la piel se me erizo. James hundió la nariz en mi vagina y sentí caerme al vacío.

-Nena, cada día estás mejor.

-James por favor.

-Si vuelves a interrumpirme tendré que amordazarte. – No dije algo más, pero mi entrepierna reaccionó.

Lentamente James se deshizo de las bragas y después del sostén.

-Esta vez dejaremos los tacones.

¿Y los boxers también? Pensé. Cerré los ojos para tomar un respiro y no abrir la boca para interrumpir lo que teníamos. Los abrí rápidamente cuando sentí su cálido aliento en mi zona vaginal. Dejaba pequeños besos por ambas piernas antes de ir a la zona deseada. Dejó su lengua estimular el clítoris, gemí de placer  y de poco en poco sus dedos entraban y salían. Su mano libre la coloco encima del abdomen y siguió con su tarea de consentir aquella parte tan íntima. Mi cuerpo comenzó a convulsionar cuando sus embestidas fueron más rápidas y un dedo más se introdujo. El clítoris estaba tan delicado que no estaba lista a soportar más. Clavé las uñas en la sábana y James dejo de hacer su trabajo.

-Aun no me gustase que termináramos, tenemos una noche larga.

Se acomodó y dejo los boxers en el suelo, tomó un condón de la mesita y como si el tiempo no corriese se lo puso lento. Me besó mientras colocaba el prepucio en la entrada de mi vagina. Deje ir un pequeño gemino y entro por completo, enrosque las piernas alrededor de su cadera y sus penetraciones se sintieron más intensas, mientras el degustaba mis pechos, tenía la oportunidad perfecta para acariciar su sedoso cabello y disfrutar del orgasmo que me inundaba por dentro. Mantuvo un ritmo lento al principio pero cuando jale sus cabellos le basto para subir de intensidad. Unió nuestros labios antes de llegar a nuestro más esperado orgasmo y nos inundó a ambos. Poco a poco recuperamos nuestra respiración y pudimos separarnos.

-Es hora de ducharnos cariño. Debemos acostarnos limpios.

-¿Y que tal si lo posponemos?

-Apenas comenzamos a mezclar los ingredientes.

-¿Si? ¿Qué mas sigue?

-Las preparación de nuestro platillo.
Se quitó el condón y lo tiró a la papelera más cercana. Y por fin me quito los zapatos de tacón y me masajeó los pies. Me tomo en brazos y caminamos hacia la bañera que tenía burbujas y algunos pétalos de rosa dentro con un aromatizante de lavanda.

-Así que te esforzaste por esta cita.

Ambos nos colocamos dentro de la amplia bañera.

-Consentir a la princesa es mi primordial objetivo.

Comenzó masajeando mis pies y después me sentó sobre sus piernas introduciendo de nuevo su pene para un próximo balanceo de caderas.

-Te recuperas muy pronto para ser un viejo con canas – Moví las caderas en círculos.

-¿Aún te asombras en saber que contigo siempre voy erecto?

-Mmmm… me encanta que el profesor este dispuesto siempre. – Comencé a subir y bajar de manera lenta, saboreando cada movimiento. Sintiéndolo en el fondo.

-Eres una buena estudiante, te mereces un premio. – Gimió por la intensidad de las subidas y bajadas de caderas.

-Me estan gustando los premios.

-Muchos más te esperan cariño.

Me mordió el hombro y comenzó a masajear los pechos y succionarlo cada uno.  Nos mantuvimos con esos balanceos de cadera un poco más hasta que ambos nos volvimos a sumergir en otro orgasmo de alta intensidad. Mi cuerpo se estremeció al sentirse vacío de nuevo.

-Creo que no hemos podido bañarnos está vez, ¿Qué te parece entrar a la regadera?

-Me parece que lo menos que estamos haciendo es bañarnos. Me vas a malcriar.

-Ya he creado un monstruo.

En la ducha decidí cobrarme cada una de las que me había hecho y deje que el comenzará el juego. Caricias por aquí, por allá. Hasta que mis intenciones se vieron hechas, tomé su pene erecto entre las manos y comencé a acariciarlo de arriba abajo. Se endurecía con cada caricia que mi mano quedó pequeña a su alrededor. Me senté sobre los talones e introduje su pene entre mis labios, de poco en poco comencé a succionar como si de una paleta de caramelo se tratase. James me sostuvo el cabello y manejaba el ritmo como quería. Me embestía lento y después rápido. El sonido de mis labios pegando en la pelvis retumbaba en el baño y nos estimulaba más. Acaricié sus testículos y el orgasmo no tardó en llegar, me inundó la boca que tuve que tragar rápido.

-Has hecho una gran preparación de ingredientes, te mereces tu recompensa. ¿Por qué no vamos por el trayecto final?

Me pegó a la pared contraria de la ducha y me dejó en el aire, el cargaba con mi peso y su pene me llenaba por completa, cada embestida se sentía diferente, más fuerte, con más pasión. Ambos gemíamos con las embestidas y no podíamos detenernos, mi espalda subía y bajaba cada vez que el entraba y salía, la ducha se impregnó de vapor que ambos ya no estábamos mojados por el agua, sino que nos habíamos bañado en sudor. Continuamos con nuestro vaivén de caderas hasta que por fin pudimos liberarnos y fue el orgasmo más explosivo que tuvimos ambos después de toda la noche. James me dejó lentamente con los pies en el piso para sostenerme y ahora sí podernos bañar, me enjabono con delicadeza que mi cuerpo se relajo tanto que estuve dispuesta a caerme de sueño.

Ambos nos bañamos con la fuerza que nos sobraba y nos cambiamos en su gran clóset. Él sus boxers y pantalones de pijama, yo uno de sus boxers robados por quinta o sexta vez, y una de sus camisas de color neutro. Me peino el cabello y cambio las sábanas mientras me cepillaba los dientes.

-¿Crees que podré dormir con tus abdominales en mi espalda?

-No me importa, está vez necesito tenerte muy cerca.

Nos acostamos uno cerca del otro, el olor a vainilla de la ducha, nos inundaba a ambos y este podría ser nuestro nuevo aroma favorito. Su torso era el pecado hecho humano, no podía dejar de subir y bajar los dedos.

-Si no dejas de hacer eso, no respondo.

-Eres un pecado andante.

-Soy un aficionado del ejercicio.

-No negare que te hace muy bien.

-Si no te importa me tengo que quitar los pantalones de pijama, siempre duermo desnudo que está vez siento mucho calor y no del erótico. - Sin esperar mi respuesta se levantó y se quitó los pantalones de pijama. – Solo por educación me quedaré en boxers.

Me senté y me quite la camisa, quedando en únicamente boxers. Mi lujuria salió a flote.

-Entonces pidamos a los dioses, poder dormir. – Sonreí al verlo recorrerme el cuerpo.

Nos quedamos cuerpo a cuerpo de frente y entrelazados piernas para dormir. James me acariciaba el cabello y me decía frases bonitas sobre lo mucho que significaba el amor verdadero, pero apenas pude distinguir algunas palabras porque estaban en otro idioma y mi cerebro ya estaba quedando dormido. Morfeo ya estaba aquí.

Me levanté por la ausencia del calor corporal. La puerta de la habitación estaba abierta y un olor a café recién hecho me llegaba a la nariz.
Hambrienta camine a la cocina, el apetito siempre era mi debilidad.

-Buenos días. – Abrace a James por la espalda y le di un beso.

-Buenos días cielo. Pensaba llevarte el desayuno a la cama. ¿No quieres regresar?

-Estoy bien aquí. Puedo esperar en la barra.

-Si lo deseas – Sonrió sin estar convencido.

Cómo la típica novia boba al ver a su novio hacer el mínimo movimiento sonreí al verlo. Para mí James podría ser el mejor hombre con solo respirar, vaya como el amor te cambia la perspectiva en algunas cosas. De repente algo olía a quemado e intenté levantarme pero de la puerta continúa de la cocina apareció una ama de llaves.

-Señor me encargaré – Llegó corriendo a quitarle los utensilios a James.

Me sorprendí al verla y me tape los senos con el brazo, menos mal que tenía la camisa puesta.

-Buenos días señorita. – Me saludo al verme.

-Buenos días – respondí tímida.

-Bueno, ya que la sorpresa no salió como se esperaba, ¿Deseas desayunar algo distinto a lo planeado?

-No – le sonreí al verlo a mi lado. – Me parece bien lo que sea que hayas pedido.

La ama de llaves nos dejó nuestros platos en la isla de la cocina y se retiró rápidamente al otro cuarto.

-No deberías mostrar pena de tu cuerpo, ella tiene lo mismo que tú. – Empezó a degustar el desayuno.

-Si tan solo me dijeras que tienes sirvientes me pondría la ropa adecuada.

-No hay de que preocuparse solo estamos los dos.

-Exactamente ya somos tres. ¿Por qué te levantaste sin avisar?

-Tenia en mente sorprenderte, pero salió mal.

-A mí me hubiese gustado que me sorprendieras de otra manera.

-No hay problema cariño, eso podemos posponerlo después del desayuno.

-¿Sabes a qué hora son? – Mi cerebro emitió una alarma.

-Aun muy temprano para decir que nuestro día terminó.

-Termino de desayunar y pediré un taxi.

-Terminaremos de desayunar y nos tomaremos un pequeño descanso y te iré a dejar, no hay excusas.

-Pero… James…

-No me importa.

Los dos terminamos de desayunar y James recibió una llamada urgente que al parecer interrumpieron sus deseos de nuestra mañana. Dijo que era del trabajo y debía estar en las oficinas lo más pronto posible en Londres. No pregunte más porque ¿Quién era yo para pedir explicaciones? Apenas y yo decía la verdad.

Sin perder tiempo, se metió a bañar y me dejó deambulando en la cocina. Lave los trastes y decidí ¿Por qué no bañarnos juntos? Cerré con llave la puerta de la habitación para que no hubieran sorpresas y ante la puerta de cristal de la ducha me quite la ropa, James se encontraba de espaldas a la puerta de cristal y eso me dio la oportunidad de sorprenderlo. Le acaricié las espalda y el torso desnudo. Ambos nos metimos debajo de la ducha, hasta que mis manos llegaron a su pene ya erecto.

-Vaya señor Diamond. Usted siempre listo.

-¿Y que me dice de usted señorita Reynolds? – Ambos ya estábamos uno frente al otro. Me puso de espaldas a la pared de azulejos y subí las piernas a sus caderas. – Usted siempre dispuesta. – Se deslizó de manera lenta, oculte el gemino mordiéndome los labios.

Con la fricción de nuestra piel al rozarse me sentía llegar al cielo, sus embestidas de poco en poco fueron subiendo de fuerza. Me chupó los pechos y decidí tomarlo por su sedoso cabello, la atención que reclamaba mi cuerpo por él era casi imposible de soportar. Sus labios ahora se posaban sobre los míos y sus embestidas eran mucho más fuertes, me sentía partirme en dos. Ambos llegamos al orgasmo al mismo tiempo, nuestros gemidos inundaron toda la habitación. Con las piernas temblorosas me dejó en el suelo y nos duchamos de manera decente.

-Cariño, ¿Cuándo me saciare de ti?

-Espero que nunca – respondí entrecortadamente.

Me enroscó en una toalla y con otra me secó el cabello y el se enrollo solo una toalla a la cintura. Caminamos a su armario por los cambios limpios. Esta vez mi intención no dejaría que el se fuera sin quitarme el fuego que aún me ardía por dentro. Le jale la toalla y está cayó a sus pies y la mía también. Adam y Eva estaban en el paraíso de nuevo.

-Charlotte, será tarde para ambos.

-No me importa, está vez necesito más.

Me besó con fuerza y me dejó en el colchón esperando la embestida más fuerte. Pero no llego, al contrario sus dedos comenzaron a rozar mi clítoris a tentar la entrada de mi vagina, me sentía correrme dentro de poco.

-Dime que quieres.

-Te quiero ahí abajo – respondí con los ojos cerrados y jalando su cabello.

-¿Qué tengo que hacer para que te vuelvas mi mujer?

-Acepto todo lo que me pidas, solo por favor no tardes más.

Cómo si mis palabras fuese todo lo que estaba esperando a que respondiese, no me dejó suplicando una vez más. Hizo lo que le pedí hasta llegar al orgasmo una y otra y otra vez más. Ambos estábamos de nuevo sudados por todo el pecado placentero que habíamos cometido.

-Eres mi perdición.

-Somos adictos uno al otro.

Por segunda vez nos bañamos y está vez sin lucros sexuales, nos duchamos como gente civilizada y nos cambiamos como si fuéramos una pareja normal, para mí sorpresa James ya me había dejado un lado de su armario con algunas cosas que el había comprado, la noche anterior no me había dado cuenta por el cansancio, así que está vez, escogí un par de ropa interior limpias, unos jeans y una camisa normal. Hice lo que pude con mi cabello y me coloqué los zapatos de tacón de nuevo, al parecer lo único que James no había contemplado eran los zapatos.

-¿James dónde está mi celular?

James abrió su cajón de ropa interior y me lo mostró.

-No quería que nadie nos interrumpiera la mañana, pero al parecer mi celular era el que debía esconder. – Me lo dio en la mano y lo encendí.

Una llamada telefónica entro, apenas este reaccionó.

-Eva, ¿Dónde carajos estás? – Nicolás casi me gritaba. – He pasado toda la mañana buscándote, mira a qué horas son ya medio día, la abuela está más que enojada, así que es mejor que regreses al palacio ahora mismo, no sabes cómo tuve que inventar me la excusa de que aún no te habías levantado y cerrar tu habitación de ambos lados. Hasta que Leticia entró y dijo que no estabas ahí. ¡Regresa ahora!

-Nicolás lo siento – me golpe la frente con la mano – Olvide que hoy ya todos se iban, ¿Mis padres, mi hermano ya se fueron?

-A primera hora Eva y se excusaron con que lo mejor sería dejarte dormir, tus padres se encontraban algo apenados y ya sé porque, porque la reina está más que enojada, David solo me dijo que le llamara a James, pero el jodido hijo de puta ¡Nunca me contestó! – Le hice señas a James y me fui al ascensor privado – Y que decir de Frederick antes de irse hablo con la abuela en privado y no salió radiante de su oficina, la abuela me mandó a buscarte, pero no sé dónde carajos estás. ¿Qué estabas pensando?

-Nicolás ya voy para allá, llegó lo más pronto posible, lo juro, solo di que estuve en la caballeriza todo este tiempo.

-No sé si eso te salve Eva, ya todos te están buscando así que llega rápido e invéntate una buena excusa.  – colgó.

Nicolás nunca me colgaba sin decir adiós o algunos de sus chistes, está vez si que la había regado y me lo había llevado a él entre las piernas.

-Charlotte que pasa, estás alterada, detente. – James me frenó antes de salir corriendo a buscar un taxi.

-Debo regresar a mi casa lo antes posible, esto se salió de mis manos y al parecer la abuela está más que enojada olvide que mis padres y hermano se iban hoy temprano.

-Tranquila te llevaré.

-James no, será aún peor, tomaré un taxi y hablaremos después.

-No Charlotte, si te dicen algo yo seré el que cargue con el castigo.

-James no, en serio, esto es un asunto que debo resolver y es familiar si quieres acepto que me lleves pero no podrás entrar conmigo por favor. Solo eso te pido, hagamos las cosas a mi manera.

A regañadientes James aceptó y me llevo al palacio lo más rápido posible, al llegar baje rápido sin despedirme y le pedí que una vez hubiera tocado el pavimento se fuera así de rápido como me trajo, tardo unos minutos más en irse pero no se bajó como lo tenía planeado. Entre a pasos rápidos al palacio y mi respiración apenas llegaba a los pulmones. Está vez tendría un llamado de atención muy fuerte.

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