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Capítulo 1

-Alteza, ¿Le gustaría que pospongamos la junta de las tres de la tarde?

-No, adelántala al medio día, no planeo estar en el té con mi hermano.

Mis pasos resonaban por el pasillo.

-Ha cancelado tres veces el té, con el príncipe heredero.

-Es mi hermano Leticia, entiéndelo, es mi hermano. Y no me importa su puesto, he dicho que se cancela. ¿Dónde está mi caballo?

-¿La reunión de las cinco entonces la paso a las tres de la tarde? – Leticia me seguía los pasos como podía.

-Si se puede sí. ¿Qué horas tengo libre?

Hojeo su libreta.

-A partir de las siete de la tarde alteza a menos que se presente un imprevisto.

-Prefiero que no haya imprevistos.

Me senté en una barra que estaban afuera del establo para ponerme las botas de montar, el casto y el equipo adecuado. La mucama Carla era ahora la encargada de mis caprichos inesperados, mientras que Leticia aguantaba mis malos humores desde el día en donde todo lo que construí se vino abajo.

-¿Ya está preparada Lady?

-En un momento se la traen alteza.

En menos de un minuto mi caballo favorito o bueno el que me regalo la abuela desde que llegué lo vi asomarse por el establo, Pablo el encargado la traía consigo, mi chica era tan fuerte como yo, siempre estaba disponible a la hora que quisiera dar un paseo por los jardines y corría grandes distancias.

-Esta es mi chica.

Un rechinido recibí de su parte.

-Si ya es todo Leticia, nos vemos en dos horas. Carla.

Sin decir más, Sali a todo galope montada en Lady, el caballo pura sangre ingles negro. Mi fiel compañera de estos cinco meses, la chica que sabía mis dolores y mis alegrías, si pudiera hablar rápidamente describiría todos mis pecados.

Recorrimos ese pequeño bosque se encuentra dentro del palacio por largos minutos, corriendo a todo galope, como si estuviéramos en un concurso y el primer lugar no fuera lo único a que aspiráramos. El correr para ambas lo es todo, el viento en la cara es la satisfacción más grande de que todo puede estar bien, aunque sea por un momento.

Nos detuvimos en el árbol de siempre, donde nadie pudiese vernos y el árbol que guardaba nuestros secretos. Me recosté en le tronco, Lady posó la cabeza en mis piernas, pobre de Siller, si nos mirase tendría demasiados celos de Lady y apostaría a que la odiaría.

Inspiré el aire puro a mi alrededor, la paz de este lugar era mi paz. No podía estar más feliz que aquí. Mi mar de lágrimas sí aquí es donde me desahogo cada vez que no puedo más, cada vez que los recuerdos me topan y cada vez que sus malditos ojos azules me persiguen.

Cierro los ojos para tranquilizarme y de la nada un sueño profundo me sumerge. Los minutos pasan, hasta que Lady me despierta con un resoplido, parece que alguien si cuida de mí y sabe exactamente cuando debemos regresar. Muy buena chica. Le acaricio la sedosa melena y ambas nos ponemos de pie.

-¿Sabes que eres mi chica preferida verdad? – Le susurro antes de montarme y regresar a mi dura realidad.

Con pasos cortos regresamos a la entrada del palacio. Al pasar veo a David pasar a mi lado, si era claro que iba en mi búsqueda, pero lastima, voy de regreso al palacio.

-¡Eva! – Grita y se detiene en medio del pasto.

Lady y yo aceleramos el paso. No estoy de ánimos para verlo y mucho menos para hablar, él lo sabe, sabe que hizo mal, sabe que ahora mismo no lo considero mi hermano y que lo pasaré por alto.

-Alteza llega tarde.

Leticia me esperaba en donde la vi por ultima vez. La salida del establo.

-Lo sé no necesito repeticiones. Pablo te la encargo, mi chica es la mejor.

-Así será alteza. – Respondió el capataz.

Acaricié por última vez a Lady y me encaminé al pasillo de mi próxima sesión de vestuario.

-Altea debe cambiar su calzado y su atuendo, debe usar algo más simple.

-Estoy bien, solo es algo de polvo.

No era cierto, los pantalones blancos y la playera rosa pastel tenían resto de césped y las botas dejaban rasgos de naturaleza verde por donde pisaba.

A una puerta de llegar al salón de prueba de vestuario me senté en una silla abandonada y comencé a despojar mis botas de montar, Carla como buena mucama ya tenía las zapatillas de deportes listas para usar.

-¡Eva!

Sus gritos estaban ahí de nuevo.

-Estoy lista. – Mencione a Leticia retirándome un poco de suciedad de la ropa.

David me tomo del brazo y me giró.

-No puedes seguir ignorándome, ¡Te he estado llamando! ¿Acaso no me oyes? – Su voz estaba muy molesta, pero no más que yo.

-Primero suéltame. – Con fuerza retire mi brazo de su agarre – Y segundo no tenemos nada que hablar, si me permites tengo una reunión ahora mismo.

-¿Hasta cuando serás tan infantil?

-Me da igual lo que digas con permiso. – Di un paso a las puertas abiertas para mi camino.

-¡Eres una cabezota!

No le di importancia, una reunión de vestuario me esperaba, nada de mi agrado, pero era esto a tener que aguantarlo a él.

Las reuniones de vestuario era las mismas, se mostraban todas las tendencias de invierno y los looks que mejorarían mi figura, los zapatos que debían ser reemplazados, los detalles que se podían agregar, los que debían ser quitados, los accesorios y la ropa del día a día en el palacio, hasta los pijamas debían ser renovadas. Lo único que aprobaba de todo era tener ropa cómoda nueva, eso de llevar cosas hechas a la medida no era para mí o que todos los días los tacones fueran parte de mis pies tampoco era muy agradable. Con unos pants de algodón una blusa del mismo textil y unos zapatos cómodos podría ser mi atuendo de todos los días, sencillo pero práctico a la vez.

-Alteza, hemos terminado, la esperan en el comedor, pero primero a cambiarse de atuendo.

Felicité a todos por su maravilloso trabajo además gracias a ellos mi moda inspiraba a los demás, me despedí y como un rayo me introduje en mi habitación para un cambio rápido de ropa. Hoy no solo comeríamos la abuela, mi hermano y yo, sino que mis tíos se reunían y el molestoso de Nicolas venía con ellos.

-Carla unos pantalones de algodón por favor y una remera sencilla. – Informé a mi mucama mientras me desvestía.

-No. – Intervino Leticia, mi secretaría personal. – Tiene que estar presentable. El príncipe heredero y su familia están en camino.

-Leticia son familia. Somos familia, la familia se viste como sea.

-La reina no ha cambiado eso. – Se dirigió a mi guardarropa y de el saco un vestido informal con unas sandalias, una coleta alta hizo que mis cabellos enredados se mostraran mejor.

Leticia y yo caminamos juntos al comedor familiar, como era costumbre, la familia ya estaba ahí solo faltábamos la abuela y yo, al entrar mis reverencias fueron hacia mis tíos y mi lugar estaba al lado de Nicolas, hasta una flecha imaginaria con luces parpadeantes me esperaban con el letrero "Lugar de la prima favorita"

La abuela fue la ultima en entrar y todos rendimos reverencias, algo que a veces cuando estábamos a solas se me olvidaba, pero mentalmente me recordaba o sino el personal lo hacía. Con la abuela en la cabecera, mí tío en la parte derecha, mi tía en la parte izquierda, mi primo Carlos al lado de su padre y David al lado suyo. Nicolas y yo del lado contrario estábamos dando las gracias por una comida más.

Las miradas de David eran de enojo, sufrimiento y el perdón. Yo sabía que el se regresaba mañana a Noruega, pero no podía permitir a mi corazón volver a abrirse de nuevo, sabía sus malditas intenciones del bastardo de mi hermano y no estaba dispuesta a caer. Gracias al cielo que Carlos y el se sumergieron en una plática y yo disfruté del grandioso manjar delante de mí.

-¿No han hablado verdad?

-¿Qué te hace pensar eso? ¿Acaso no vez que somos los hermanos más unidos de nuevo?

-El sarcasmo no va contigo niña.

-¿Ya probaste el puré? ¡Esta delicioso! – Un gemido se escapó.

-Se va mañana y es probable que no lo veas dentro de tres o cinco meses más. Ha retardado sus deberes por ti. ¿Sabes que afortunada eres?

-¿A quién te cogerás esta noche? – Todos estaban sumidos en sus conversaciones que no me preocupaba por mi vocabulario. – Me esta gustando tu nueva forma de conquista esa voz tranquila si hace efecto, te felicito lo has trabajado muy bien.

-¿A que le temes? Eva es tu hermano, sino los conociera te diera la razón de estar enojadísima con él. Pero ambos parecen que fueron hechos como hermanos mellizos. ¿Por qué no le das la oportunidad de que hable?

-Creo que he terminado por hoy, aún tengo una junta a las tres y voy tarde.

Gracias Nicolas por arruinarme la comida, tiré la servilleta de tela por encima de la mesa.

-No vas a ninguna parte. – Me tomó de la muñeca fuertemente.

-¿Qué te pasa? – Lo miré confundida.

-Es enserio Eva, sino hablas con tu hermano, yo tampoco seré el primo consentido que has tenido, no puedo estar de tu lado si no dejas que el se exprese contigo.

-No me haces falta, he sobrevivido sola y puedo con uno menos.

-No, no es cierto. Te conozco, eres mi prima favorita. Y sé que tu cambio de actitud se debe desde el día de la boda y sé que fingiste estar bien para que David se fuera feliz a su luna de miel, pero no, no es así, estas cada día partiéndote en pedazos por dentro y lo sé. También sé que este nuevo carácter tuyo es una manera de protegerte, lo sé. Cariño, no eres ni la primera ni la última en justificarte con que así naciste. Esta no eres tú Eva.

-Que te valga mucha mierda quien soy yo.

No lo toleré más. Me levanté bruscamente de la mesa sin mirar atrás. Nicolas no podía solo llegar y decirme cosas que cree por no ser la ingenua Eva de antes no podía.

-Le ha caído mal la carne de ternera. – Le escuché mencionar después de cruzar esa puerta.

-Alteza, alteza. No puede irse así de la comida real. – Leticia de nuevo llegaba pisándome los talones.

-Estaré en la biblioteca hasta que la próxima reunión se aproxime. Que nadie me moleste.

Se quedo estática en medio del pasillo, ella sabía muy bien que cuando quería mi espacio debía tenerlo porque al parecer ahora me podría convertir en el hombre verde con fuerza si no me dejaban estar a solas.

Cerré la puerta doble soltando el aire que tenía retenido. Mis tripas rugían. Bien estaba con el apetito a flor de piel y apenas había probado un pequeño bocado. Odiaba cuando todos creían saber lo que me pasaba, odiaba que todos quisieran verme de nuevo como la ingenua Charlotte cuando en verdad esa nunca debió existir.

Miré el techo, miré las paredes, miré el piso, las alfombras, los estantes llenos de libros de pasta gruesa, caminé alrededor de los millones de libros que me rodeaban, cada esquina inspeccioné y un poco de polvo retiré de los libros más altos. Necesitaba la mente en blanco, me urgía la mente en blanco. Aunque no quisiese siempre regresaba al mismo sillón que me recordaba mis penas.

Las puertas dobles se abrieron en un solo movimiento, la abuela estaba haciendo acto de presencia. Sí un sermón ante mi actitud en la mesa no era la adecuada me esperaba.

-¿Puedo sentarme contigo?

-Adelante majestad.

-Nadie nos escucha, somos nieta y abuela.

-Siempre lo hemos sido.

-Te he visto, sé que tu actitud ha cambiado... - Interrumpí.

-No me apetece hablar de ello, no quiero ser irrespetuosa, pero una reunión me espera.

-Siempre pospuse este momento porque sabía que necesitabas tu espacio, pero creo que hice mal, ¿Te importaría que te hablase como una mujer en realidad?

Me encogí de hombros. Lo que menos necesitaba era un sermón.

-Tu hermano se va mañana o sino esta misma noche a acatar ordenes de Noruega y tu muy bien sabes que ya no lo podrás ver hasta que tenga unas vacaciones y hasta eso si es que estas dentro de ellas, ¿Puedes no ser tan dura con él?

-Abuela no sabes mucho.

-Lo sé todo cariño, te equivocas. – Me tomó la mano. – Recuerda a la reina nada se le oculta, cariño lo sé desde hace mucho antes de que vinieses a vivir al palacio.

-¿Qué? – La miré asombrada.

-James Acker Diamond. ¿Ese es su nombre verdad? O prefieres ¿Profesor Diamond?

Mis pupilas se dilataron. Ella ya lo sabía mucho antes que todos.

-Si cielo, sé todo, y hasta sé por qué estas comportándote de esa manera con todos, es tu forma de cuidarte, pero no tienes que hacerlo, en verdad con la familia no y mucho menos con tu hermano mi niña. Si, te rompieron el corazón, pero vamos, todos aprendemos algo nuevo ya sea malo o bueno, un golpe duro lo supera cualquiera siempre y cuando te dejes ayudar sino lo haces, ¿Cómo piensas reponerte? Eva. Te lo digo ahora porque no sé cuanto tiempo más me quede en este país, pero en verdad mi pequeña princesita necesitas arreglar bien las cosas y tu hermano al igual que tú sufre, no te separes mi amor, no ahora que él y tú podrán verse mucho menos.

-Abuela, solo deseo en verdad que me dejen solas por un pequeño instante, no quiero saber nada de nadie, si me lo permites te juro que a partir de mañana volveré a ser la Eva que conociste de bebe.

-¿Una llorosa por todo?

Ambas reímos.

-Bueno la otra Eva. – Me limpie una lagrima. – La que siempre da confianza, amor y mucho carisma, si es por el trato del personal juro que seré mucho mejor persona ahora, pero por favor solo estas veinticuatro horas ya déjenme sola.

-Lo que más deseo es que vuelvas a ser tú misma, porque los rumores corren fuera del palacio y sabes que no quiero que esto te llegue a marcar, a pesar de que aceptaste esta responsabilidad en verdad mi pequeña princesa deseo que puedas vivir una vida feliz fuera del palacio cunado te aburras. Pero ambas sabemos que primero debes de curar tu herida. ¿Por qué no empezar hoy?

-No abuela, te he hecho una promesa y juro cumplirla, solo por favor te ruego que dejemos el tema por la paz.

-Bien solo te daré estas veinticuatro horas. Puedes regresar a tu habitación y alistarte para tu próxima reunión.

-Majestad. – Pronuncié y reverencié al retirarme de aquel lugar.

Mis pasos estaban siendo largos y deprisa, como si mis recuerdos malos me persiguiesen ahí y me ahogasen, no quería que todo el mundo siguiera encimado de mí, bastante tenia con mi secretaría como para que la familia se encargase de hacer que mi vida se volviese peor.

Al entrar en mi habitación su figura la visualicé de espaldas, mi corazón se aceleró tanto que lo tuve que oprimir con mi mano en mi pecho, la puerta detrás de mí se cerró rápidamente y el seguro con llave para solo abrir por fuera se escuchó. Todo lo que había evitado aquí estaba encerrado en mi maldita habitación.

-¿Ya podemos hablar? – No volteo a verme.

Mi respiración se aceleró y resonaba por la habitación.

-Un gusto poder verte de nuevo alteza. – Me armé de valor.

-¿Te estás dando cuenta que todo lo haces verse muy dramático? – Estábamos de frente. A muchos pasos de distancia.

-¿Me estas llamando dramática?

-Te estoy diciendo la verdad interprétalo como quieras.

-Me da gusto que te hayas casado, ¿Puedes ir a ser un maldito hijo de puta por otro lado?

-Gracias por las felicitaciones, pero lo menos que le quiero dar a mi esposa es un esposo latoso.

-¿A que has venido? No estoy para ti tengo reunión en cinco minutos.

-Me han dado esto para ti.

Un sobre extendió del bolsillo de su pantalón.

-Te lo puedes llevar no me interesa. – Reaccioné a la caligrafía que ya conocía.

-Te lo dejo ahí, sé que eres muy curiosa y lo vas a leer, será tu bálsamo en las noches. – La puso en la mesita de noche.

-¿Qué coños estas diciendo? ¿Mi bálsamo? ¿Te das cuenta de lo que hablas David? ¡En verdad que eres un puto cabrón de mierda! – Grité la última frase y me acerqué a él.

-Tus calificativos no me hacen honores.

-No me vengas con formalidades David por favor ¡No hoy! Y mucho menos en estos momentos,

-¿Entonces de que quieres hablar?

-¿Qué de que quiero hablar? – Caminé por la estancia. Vale si no era ahora me podría morir de enojo acumulado. – Bien por donde empiezo, ¿Por qué carajos lo invitaste?

-¿A quién?

-No me vengas con cojonadas David, sabes muy bien a quien me refiero. – Mi tono de voz es de enojo total.

-Lo conocí, me pareció un buen tipo y además somos amigos lejanos.

-¡Que te mate un puto tren David! ¿Enserio que seguirás con tus estupideces de formalidad? Sabes que, púdrete y si quieres regrésate ahora mismo a Noruega, olvida que somos familia, que soy tu hermana y nunca recuerda habernos conocido que haré lo mismo.

Me senté a los pies de la cama, recargué la espalda, abracé mis rodillas y sumergí la cabeza entre ellas. Las lagrimas salieron como si el golpe reciente de mi primer amor fallido hubiese sido ayer. ¡Mierda! Me odiaba por ser tan malditamente frágil.

-Pequeña, no, no llores, no Eva, no venía con es intención. – Sus brazos me rodearon.

-¿Qué querías entonces? ¿Qué esperas? Que te dijera, gracias por unirnos de nuevo David, gracias por enseñarme al hombre que me destruyo el alma en pedazos, gracias que ahora ya somos uno de nuevo, ¿Eso querías escuchar?

-Eva no, en verdad que no pensé eso al invitarlo a la boda, no fue mi idea principal.

-¿Entonces que esperabas David? ¿Hacerme sufrir? ¡Te odio! – Con mi pequeña fuerza le aventé golpes a todas partes de su cuerpo, y lloraba mientras le pegaba.

-Desahógate, lo necesitas, en verdad Eva que no quería hacerte sufrir más.

Me tiré en recosté con un costado en el piso hecha un ovillo, mi alma dolía tanto que apenas me sentía con fuerzas.

-Escúchame por favor, solo escúchame, si quieres al final me voy, pero escúchame.

No pronuncié palabra alguna, no tenía ánimos de hablar solo quería tomar una pastilla para dormir y pensar que todo era un sueño amargo como lo había hecho antes.

-Sí invité a James Diamond, pero no para hacerte sufrir hermana, sino porque lo había conocido desde la universidad, ambos estudiamos juntos y aquel día que contesté tu teléfono se me hizo conocido su voz, pero no fue hasta mucho después que descubrí que era el mismo hombre que había enamorado a mi pequeña hermanita.

-Sabías que me había hecho daño, ¿Por qué aun así lo hiciste? Me abrí a ti, volví a llorar en tu hombro, ¿Por qué lo hiciste?

-No eres la única que ha sufrido hermana, te puedo asegurar que ambos lo han hecho, antes de inviarlo y antes de saber que ustedes comenzaban a formar algo serio lo contacté y quedamos en vernos en un lugar, cuando nos vimos a que no sabes con que maravilla hablaba de aquella muchacha que lo tenía cautivado, en un principio pensé que me hablaba de su novia pero al final comprendí que me hablaba de ti, el no sabía que somos hermanos ni en la vida estudiantil lo supo, solo sabía que yo pertenecía a linaje alto, después de vernos quedamos en vernos de nuevo y así fue la próxima vez que interactuamos fue al invitarlo a la boda, sí yo aún no sabía que habían terminado mal ustedes dos, no pensé la gravedad del asunto y cuando le envié la invitación a la primera rechazó dijo que no podía ser posible que yo fuese de la realeza y que era una broma, le confirme que era verdad y cunando hicimos una videollamada por la distancia en kilómetros, me di cuenta de algo, él no tenía la misma chista que la primera vez que lo vi, no era el mismo hombre.

Me reincorporé y lo miré a la cara, no me creía lo que David me contaba.

>> Su recamara ni siquiera se podría describir como tal, tenía una barba más de una semana, el pelo muy enmarañado y todo regado, hasta el vestir, no era el pulcro James que conocía, sino que ahora parecía un joven que le había entrado a las drogas y al alcoholismo. En verdad que estaba en mal estado, muchos licores de todo tipo estaban en ese lugar, días después de la videollamada en donde confirmó su asistencia me enteré de que había entrado en un coma alcohólico y pensé que no se iba a recuperar, claro tu no lo sabías porque estoy seguro de que no querías relacionarte con nada de él y además estabas tan sumergida en tu nuevo papel que la abuela decidió lo mejor mantenerte fuera de ese plano.

Mis pupilas dilataron de asombro James fuera de su autocontrol no podía ser verdad y mucho menos que hubiera sufrido más que yo.

>>Lo visité en el hospital de Londres, si él para ese entonces ya vivía en su departamento del Scar. Al visitarlo me encontré al hombre que nunca pensé ver hermana, aun que lo recuerdo me hace temblar, estaba muy delgado, pálido con mucha barba el cabello largo y la cara tan cansada, sabiendo que me podría escuchar le confesé que te conocía no como, pero sí que teníamos contacto físico, y por un instante sus reflejos se presentaron me asombre tanto que le dije que se aferrase a ti a tu recuerdo, tú eres su talismán Eva. Días mas tarde en las noticias aparece que él ya estaba de nuevo en su departamento y cuando estuvo repuesto nos volvimos a llamar por videos, me dijo que le contase la verdad de ti y sí se lo confesé el tenía derecho de saberlo hermana, se lo conté todo. Pero en el mismo momento que él entra en coma tu decides darte una nueva oportunidad en el país y al verte tan contenta por fuera, pero destruida por dentro me di cuenta de que ambos son hechos uno para el otro. Los siguientes meses fueron un fastidio para él, nos volvimos más cercanos y te puedo decir que no le ha sido fácil levantarse desde que te perdió. El día de la boda todavía le pedí que se mantuviera bajo un perfil que no de la nada se mostrase a la primera contigo, aceptó y yo pensé que te dolería, pero no que reaccionarias como lo has hecho al verlo.

Aquí sé que viene la parte en donde mis heridas vuelven a abrirse. Lo dejé continuar.

>>Me insistió tanto hablar contigo que lo deje hacerlo, no sabes cuanta fue su insistencia que me dio pena por el hombre en verdad que si hubiera estado en su lugar hubiese hecho lo imposible para habar contigo y se lo concedí deje que hablara contigo y tú solo reaccionaste como lo hiciste te comprendo ahora, sé que tenias miedo a que tus sentimientos reaccionaran ante él y lo comprendo pero en ese momento no lo hice, lo siento, lo lamento por haberte causado una herida más pero creía que lo correcto era verse de nuevo tratar de arreglar las cosas no complicarlas más.

David me acerco a su cuerpo, me abrazo tan fuerte y me besaba la coronilla como si eso alivianara el dolor de mi corazón partido en añicos.

Me limpié las lágrimas, no podía seguir siendo la debilucha que él debía proteger.

-¿Has hablado con él? – Pregunté.

-Solo por correos, no me atrevo a contestarle sus llamadas y ha dejado de insistir, pero por correo hemos cruzado unas cuantas palabras. He sentido que te he traicionado.

-¿Sabes que también me ha enviado cartas al palacio y exigido que me las entregasen personalmente? Me ha enviado 60 cartas en total. La mayoría han quedado en el bote de la basura.

-Bueno tienes 61 con la nueva por leer. ¿Piensas leerlas?

-No estoy preparada para deshidratarme más, aun no se debe mi perdón.

-Pero por lo menos un final de tu parte deja que se explique igual que yo.

-No David, tú eres mi hermano, pero él, él fue algo más que mi amigo confidencial, era con quien quería pasar mis días, noches, años, pero todo fue en vano.

-Nada está perdido hasta que lo deseas.

-He deseado tantas cosas en esta vida que apenas puedo contar las que se han hecho realidad.

-No tomes nada por sentado, por favor te lo pido. – Me besó la coronilla.

-No quiero seguir sufriendo David, ya no. Solo quiero vivir, solo quiero ser yo.

-Si te rehúsas a amar, no podrás ser feliz.

-Dime algo – Lo miré a la cara. - ¿Tú hablas con él cierto? ¿Es por eso que has venido?

Desvió la mirada.

-David mírame. – Le ordené.

-Por favor, no te enojes, en verdad no te enojes. Si he hablado con él, pero he venido por méritos propios en verdad, te lo juro hermana.

-Nunca se te ha dado bien mentir y por eso papá te adoraba.

-Te lo juro, por mi esposa y mi nueva vida, él no me ha enviado.

-Necesito descansar.

Me encaminé a la cama y con los zapatos puestos me metí debajo de las sabanas de seda.

-¿Aún me amas cierto? – sentí hundirse la cama a mi costado.

Cerré los ojos con fuerza, las lágrimas seguían cayendo.

-No me iré de aquí, no ahora pequeña, duerme un poco Eva, duerme mi querida Catarina. – Me abrazó por la espalda y supe que podía soltar todo lo que tenía dentro.

Lo admitía aún lo amaba, pero James había sido un completo hijo de puta que no se merecía el amor de nadie, más que de si mismo, o por lo menos de alguien con su mismo egocentrismo y egoísmo.

Muchas horas mas tarde el sol, me despertaba con sus rayos coladas por mi habitación. Gruñí. Una vez más se me olvidaba pedirle a Carla que cambiara las cortinas delgadas por unas gruesas.

Con pereza me estiré debajo de las sabanas y comprendí que mi pijama era ahora la que solo me acompañaba, recuerdos muy vagos rondaban por mi memoria. Volteé a ambos lados y la ausencia de mi hermano se hizo presente.

-Buenos días alteza. – Carla entro a la habitación con una bandeja que contenía el desayuno.

-¿Dónde esta mi hermano?

-El príncipe heredero está en el jardín, se está despidiendo.

Sin dejar que continuara, con los pies descalzos y la cara de apenas haber despertado, corrí como si de eso dependiera mi vida, bajé las escaleras rápidamente, no saludé a nadie en mi camino y empuje sin querer a los que pasaban. Sin importarme estar descalza corrí por el pasto y logré alcanzarlo antes de que subiera al helicóptero.

-No te vayas, por favor no. – Mis lagrimas estaban al borde de mis ojos. – No así, no por favor.

Me abrazó fuertemente que el aire se comprimió.

-Tranquila pequeña Eva, haré todo lo que está en mis manos para venir frecuentemente, te lo prometo.

-No David, no me dejes, no por favor, te juro que prometo no ser tan estúpida esta vez.

Me cubrió la nuca con su mano.

-Puedes ser estúpida las veces que quieras, no me molesta. – Se rio. Lo miré de mala cara. – En verdad pequeña no te preocupes para mí todo esta olvidado, te amo tanto lo sabes ¿Verdad? – Asentí. – Sabes que me tengo que ir, así es esto. – Una sonrisa ladeada mostró su rostro. – Todo va a estar bien te lo juro y si algún día quieres desaparecerlo solo llámame. Estarás bien, lo sé, lo superaras. – Me dio un último beso en la coronilla. – Te quiero tanto pequeña pulga.

Me aferre a su chaqueta que Nicolas tuvo que separarnos. Lo besé en la mejilla, no era un adiós, pero después de reconciliarnos por mucho tiempo quería que el se quedase para siempre, añoraba a mi familia de verdad.

-Te quiero no lo olvides. – Grité por lo alto del ruido de las aspas.

-Te quiero más.

Abordó el helicóptero, se colocó los audífonos y de poco en poco el aparato comenzó a elevarse. Otra parte de mi corazón estaba siendo desagarrada esta vez. ¿Cuándo sería el día que terminase de sufrir? ¿Cuándo? 

De un portazo en las pobres narices de Nicolas entré a mi habitación, la amable Carla estaba haciendo la limpieza, al verme salió sin decir una palabra. Me derrumbé en medio de la sala.

-Vamos Eva, aún no se ha muerto nadie.

-Me he muerto por dentro, esta vez lo he hecho mal, a mis padres les he mentido para que no vengan a visitarme y me hacen falta, a mi hermano lo he odiado por meses y él no tuvo la culpa, al parecer nada hago bien. – Me abracé las piernas.

-¿Pero que dices? ¿Quién crees que me dado la grandiosa idea de cambiar?

Me encogí de hombros.

-¡Has sido tú! Eva, eres más de lo que piensas y eres la chica más amable que conozco, si te rompieron el corazón y tuviste razón en estar enojada con todos, lo comprendo, pero sabes que lo hiciste mal, acabas de reconocerlo, eso es de chicas valientes.

-¿De qué me a servido? Mírame desperdicié lo que pudo haber sido mi último fin de semana con mi hermano, de nuevo estoy como inicié con nadie.

-¿Acaso estas loca? Nos tienes a los demás, no sientas lastima por tu alma rota porque te aseguro que no debes de hacerlo. Tienes un gran corazón que ahora mismo lo que le hace falta son unos chupitos para regresar a la verdadera Eva.

-No pretendo salir hoy de mi habitación, puedes comunicárselo a la abuela.

-¡Oh no, eso si que no!

-Está bien, Carla o Leticia lo harán por mí.

-Me rehúso a que te tires en la mierda que no mereces. Te lo diré solo esta vez. Levantas tu maldito trasero, haces como que este es un día normal, vas a tus reuniones de princesita, estas en el comedor de nosotros y si quieres puedes montar a caballo todo el rato, pero eso sí, llegando las ocho en punto, vendré por ti y nos iremos a un antro, tú y yo nos la pasaremos bomba. Yo me aseguro de ello.

-No insistas, no lo haré.

-Bien es un hecho, a las ocho en punto regreso por ti.

Con la palabra en la boca, Nicolas salió corriendo de mi habitación, recargue mi cabeza en mi brazo sobre el reposabrazos, pues sabía que dijese lo que fuese a partir de ahora Nicolas lo ignoraría y si es posible a rastras me llevaría de fiesta. A siete meses de conocerlo ya sabía de lo que era capaz. 

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