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Capítulo XXXVI: Una única cosa

— Acelera ―le ordenó Olivia colándose entre los asientos y con su mirada fija en ella— ¡Una anciana conduce mejor que tú!

— Ya, Olivia. Siéntate en tu lugar —incluso la voz de Mina salía nerviosa. Quizá tanto como la de ella pero aún no había abierto la boca. Sintió su mirada de reojo y carraspeó, removiéndose en su asiento algo incómoda puedes detenerte en algún lado si quieres-le dijo y volteó a verla. Negó lentamente y movió la palanca de cambios, regresando su vista al frente y tratando de entender a dónde demonios debía ir realmente.

— ¿No hay registro civil aquí? —preguntó al ver el tintineo con un punto rojo en el GPS y estaba algo alejado de su ubicación. Beom-gyu se estiró hasta ella y apretó un botón del aparato.

— Pues no ¿no recuerdas que aquí solo viven parejas ya establecidas? ¿Para qué querrían uno? —bien, eso solo la ponía más nerviosa. Estaba comenzando a olvidar algunos detalles por esa sensación y su autocontrol comenzaría burlarse de ella. Lo conocía. Dobló a la izquierda, como el GPS del niño lo indicaba y abandonaron Santa Bárbara— solo serán unos...20 minutos de viaje. La ciudad más cercana está a pocos kilómetros y allí podrán casarse —Él regresó a su lugar y nuevamente la mirada de Mina hacia ella quedó descubierta. Tragó fuertemente y aceleró.

— Si no quieres hacerlo...

— Quiere hacerlo —interrumpió Olivia a Mina. La rubia le dedicó una mirada de reproche y con un dedo sobre sus labios le indicó que mantuviera silencio.

— Si no quieres hacerlo —repitió dejando una mano en el muslo de Chaeyoung— te entiendo ¿está bien, Chaeyoung? Podemos mandar a hacer una libreta falsa y todo solucionado.

— Es Mark Lee —murmuró la castaña— algo malo va a encontrar. Quizá el nombre del juez no le parezca familiar y lo investigue. Notará que no existe y volveremos como al principio.

— Pero no quiero que hagas esto solo por nuestro trabajo —continuó la rubia— siento que ninguna de las dos lo merece—clavó el freno con fuerzas y un leve rebote desestabilizó a todos en su asiento— ¡pero qué demonios, Chaeyoung! ¿Qué haces?

— Por supuesto que mereces casarte conmigo —aseguró ladeándose hacia ella— ambas nos merecemos esta oportunidad. Solo que estoy nerviosa. Me tiemblan las manos y me duele en todos lados de solo pensar que nada va a salir cómo queremos. Siempre he hecho todo a mi manera, Mina, siempre. Y me he tomado el tiempo necesario para pensar las cosas, hacerlas a paso lento pero seguro. Y de repente esto ¡voy a casarme! Estamos yendo a eso, a firmar nuestros nombres para estar juntas y en unos meses nacerá nuestro hijo. Todo lo que pensé que nunca tendría lo tengo ahora lo tengo! Y tengo miedo de arruinarlo todo, de que todas estas cosas se vayan tan rápido como llegaron y vuelva a estar sola, ahorrando dinero que nunca podré gastar con nadie... —su garganta dolía más que cualquiera de esos lados que dijo. Se estaba acumulando algo en ella, como un tortuoso peso que no la dejaba continuar y la asfixiaba, generando las lágrimas en sus ojos para buscar un lugar dónde expulsarlo y respirar— solo...eso, Mina. No quiero volver a como era antes. Esta vida contigo me está gustando mucho.

Regla número 23 de su trabajo: el día que finalice el contrato, ese día, a partir de el, regresas a la normalidad y a la rutina de tu vida. Hasta acordar uno nuevo.

Y ella se retiraría luego. No habría más trabajo por lo que esa normalidad se volvería eterna.

La vió sonreír, con sus ojos achicándose y sus labios curvados hacia arriba, ocupándole todo el contorno de su rostro. Como esas sonrisas que solo demuestran sin miedo felicidad y esconden el latido emocionado de su corazón.

Mina se quitó el cinturón de seguridad y se estiró hasta ella.

— No temas, Son Chaeyoung —le susurró al sujetar su nuca— no le puedes tener miedo a mi amor porque estará siempre para ti. A oscuras y cuando esté el sol, Chaeyoung...nada va a dolernos. Vas a tenerme así, inundada y loca por ti —Tiró de ella y la besó, sentenciando sus palabras con el seguro que necesitaba.

Hubo un silencio. Largo y cómodo silencio que aprovechó para tomar su cintura y rodearla. Profundizó el beso al abrir su boca y la lengua de Sana se coló en su interior. Ella estaba loca por Sana y así mismo recordaba las palabras de la rubia, de que ella estaba loca también y siempre iba a tenerla así.

Conocía eso de tener una relación y que se acabara. Era doloroso, el rompimiento parecía literal al destrozo que quedaba en su corazón. Y las ganas de volver a ser feliz, a estar bien olvidando lo demás, se volvían lejanas. Y no quería a Mina de esa forma, sosteniendo su corazón luego de haberlo hecho añicos. Apretó la camiseta tras ella y rogó por eso, por no tenerla en su futuro como alguien del pasado.

Un carraspeó de garganta la regresó a dónde estaba. Pero ya no sentía aquel temblor y los pensamientos temerosos se ahuyentaron cobardemente.

— Si tienes mucho dinero ahorrado, puedes llevarme de shopping este fin de semana ―dijo Olivia antes de reventar un globo de su chicle.

— Y a mi comprarme una consola de video nueva —agregó Beom-gyu tipiando en su celular— y juegos nuevos. Muchos.

Rió, acariciando su frente contra la de Mina y regresó finalmente a su asiento.

— ¿Entonces? —insistió la niña cuando el auto regresó a su marcha— ¿se casan o volvemos?

El lugar era pequeño y aquel asfixiamiento que le había dado en su casa, antes de dejarla, regresó. Le dio un vistazo general, había una mujer, tras el escritorio y anotando unas cosas luego de haberlas llamado. Todo estaba pintado de un mismo color, un poco más oscuro que el rojo y eso daba poca alegría. Y necesitaba una dosis de eso ahora.

Cruzó sus manos a la altura de sus muslos y movió sus hombros, esperando porque la mujer alzara la vista a ellas y todo comenzara.

— No habrá bolsa ahora ―le dijo Olivia de pie junto a ella deja la cobardía para otro día.

— No tengo ganas de vomitar. Y no me estoy acobardando.

— Pues eso espero —se ladeó hacia su derecha y bajó su vista, observándola con sus ojos entrecerrados— ¿no había alguien que prohibiera que los niños estuviesen presente?

— Bien —habló la señora que tanto esperaba mientras abría un gran libro. Parecía un libro al menos para ella— señorita Myoui Mina, señorita Son Chaeyoung, acérquense más por favor.

Beom-gyu y Olivia permanecieron detrás y ella guió a la rubia con una mano en su espalda. Se detuvieron frente al escritorio, lleno de papeles, aquel libro, lapiceras y una bandera nacional.

Mina la miró por unos segundos y ella le sonrió en respuesta, sosteniéndole la mirada y por más tiempo. La rubia ya escuchaba las indicaciones de la mujer y ella aún vagaba sus ojos en ella: su perfil, tan único y perfecto, hermoso y delicado para ella. Su cabello suelto, cayéndole a través de sus hombros y cubriendo sus pechos sobre la ropa que no había tenido tiempo de cambiar. Pero incluso con esa camiseta se veía hermosa. Nerviosa y esperando algo sonrojada por acabar con aquello.

Dio un paso al costado y se pegó a Mina, golpeando levemente sus caderas y quitando su vista cuando la vió sonreír. Con las dos mirando a la jueza, ella alzó el mentón y asintió mientras lo requería. Cada palabra, cada gesto, cada afirmación iba a recordarla por el resto de su vida. Debía prestar especial atención a los próximos minutos.

— Buenas tardes —comenzó la mujer y finalmente un puño golpeó su pecho. Así se sentía las emociones que estaba acumulando y queriendo derribarse por sí mismas— estamos aquí para unir en matrimonio a Myoui Mina y a Son Chaeyoung. En primer lugar, voy a proceder a dar lectura al acta matrimonial. Siendo las 14: 58 horas del día, del... —quizá fuese un buen momento para que Olivia le tendiera aquella bolsa que dijo no iba a necesitar. Porque estaba haciéndolo. Estaba respirando de otra manera, más dificultosa y todo su cuerpo temblaba. Solo un poco del aire de esa bolsa y quizá todo podía continuar ¿El lugar tampoco tenía ventanas? Ni siquiera una. Movió su cuello, articulando de un lado a otro y se preguntó qué tanto faltaba para que la señora terminara de leer— Les pregunto —continuó dirigiendo su mirada a Mina y ella la imito. Su mujer estaba nerviosa y no quería demostrarlo. Infló las mejillas y expulsó aire, iba a poder llamarla su mujer a partir de los próximos minutos. Y para siempre— ¿Quieres contraer matrimonio con Son Chaeyoung y efectivamente lo contraes en este acto? —Mina giró a verla. A ella ¿Por qué giraba a verla? ¡Solo debía decir que sí! Y firmar. Cerró los ojos y los apretó ¿estaba arrepintiéndose? Y la culpa era de ella. de nadie más. Por haber conducido hasta allí y arrinconarla con eso de sus miedos y por su momento de torpeza al decirle que le gustaba toda esta nueva vida con ella. Tal vez a Mina no le gustaba ¿Y si a Mina no le gustaba? Volvió a verla y su sonrisa, con un gesto de desconcierto, continuaban mirándola.

— Chaeyoung —susurró la rubia tomando su mano— Chaeyoung, la jueza te acaba de preguntar a ti, mi amor.

— ¿A mi? —preguntó confundida y Mina continuó asintiendo ¿eso significaba que la rubia ya había respondido?— Ah, si, si. Yo también —aseguró observando a la mujer y oyendo la risa contenida de Mina.

— ¿Usted también qué? —le preguntó la jueza totalmente desorientada.

— Que yo también quiero casarme con ella. Quiero casarme con Mina, con ella. Yo también voy a decir que si. Estoy diciéndole que si —balbuceó entre enredos.

— Pues tiene que esperar mi pregunta — ordenó la mujer.

— Pero estoy diciéndole que sí —insistió y giró a ver a Mina— Tú dijiste que sí ¿cierto? —La rubia lanzó otra risa, asintiendo y liberándola de toda la tensión. Mina enredó sus brazos en su brazo izquierdo y se recostó contra el para finalizar los últimos detalles— Sí, quiero contraer matrimonio con Myoui Mina y efectivamente lo haré en este acto.

— Bien —se dio por vencida la jueza, tomando un bolígrafo y tendiéndoselo a ella— primero firmen sobre la línea de puntos y sus testigos sobre... ¿y sus testigos? —Chaeyoung entrecerró las cejas ¿qué demonios era eso de los testigos?— no pueden casarse sin testigos.

— No pueden casarse sin amor —se coló Olivia llegando al estrado y arrebatándole el bolígrafo y ellas tienen mucho— ¿dónde firman los testigos?

— Abajo, sobre la segunda línea de... ¡usted no puede firmar niña! —la mujer se puso de pie y se jaló los cabellos de la molestia. La vió abrir sus ojos de manera desmesurada, imposible de impedir que la pequeña castaña completara su cometido. Olivia acabó su firma con un fuerte punto final y regresó hasta Beom-gyu, entregándole a él la birome para que hiciera lo mismo— Oh, no ¡No! ¡Han arruinado un acta civil de más de 75 años!

Chaeyoung empujó levemente a su hijo, apurándolo y ordenándole con una seña de que apresurara su firma antes de esa mujer enloqueciera por su culpa. Él firmó, al lado de la firma de su hermana y la jueza regresó con violencia a su silla.

— Firmen y lárguense de mi oficina —se rindió la mujer y Chaeyoung así lo hizo. Se estiró, dibujó su firma dónde debía y retrocedió un paso para dejarle lugar a Mina que lo hiciera.

Ahora estaban casadas, unidas en un matrimonio legítimo y nadie podía romper eso. Ni ahora ni cuando ellas no quisieran.

— Si no hay anillos, lárguense de mi vista ahora —Olivia atrapó la libreta de matrimonio y ella bajó su mano, tomando la de su ahora esposa y enredando sus dedos.

La jaló y siguió los pasos de los niños, deseando detenerse un momento para darle su primer beso de casadas. No había anillos, era cierto, pero los conseguiría. Compraría dos alianzas y las mandaría a tallar con su nombre para que la usara Mina y el que tenía el nombre de la rubia, la usaría ella. La llevaría con ella y quizá solo se la quitaría para ducharse.

Llegaron a la vereda entre miradas y sonrisas que nunca borraría de su mente. Olivia y Beom-gyu ingresaron al auto y ocuparon sus asientos habituales. Ella se detuvo a metros del coche y Mina unos pasos más adelante, cuando el agarre de sus manos se soltó violentamente.

No regresó ni ella avanzó. Solo se contemplaron a unos centímetros de distancia y, como cada vez que hacían el amor, se estudiaron. Se tocaron con la mirada y a diferencia de esas noches de pasión, ahora estaban rendidas bajo el sol como testigo.

Dio un paso y Mina ensanchó la mayor de sus sonrisas. De esas que no importa por qué pero, cuando las haces, algo de dolor se acumula al costado de tu rostro y la emoción llega sola. En consecuencia a ella. Vió la punta de su zapato y humedeció sus labios. Alzó su mirada nuevamente y se adelantó un poco más. Su esposa seguía sin moverse.

Suspiró, fingiendo derrota y la vió sonreír ahora con victoria. De esa manera en que mordía su dedo pulgar y alzaba una ceja, mientras balanceaba su cabeza. Llegó a ella y abrió sus brazos, bien abiertos y notó su sonrojo desmesurado. Se pegó a Mina y la envolvió en un fuerte abrazo. Besó su mejilla cientos de veces, entre sonidos y las risas de la rubia cuando llegaba a su cuello.

Estaba enamorada de ella. La amaba. Y se sentía una adolescente en esa relación. Viviendo en la adolescencia que hace todo más profundo, más sincero y más intenso porque se siente real. Se mantiene real incluso cuando se crea otra realidad por donde conducir la relación. Pero hasta allí sigue siendo real. Verdadera. Incluso allí nunca termina.

— Te amo, Myoui Mina —le susurró contra su oído mientras la rubia se sostenía de su espalda para no caer.

— Myoui Mina de Son —la sujetó de la cintura y la separó del suelo, besándola sin importarle el espectáculo. Siempre cálidos y con sabor a frutilla, los labios de Mina aprisionaban los de ella mientras la retenía por su cabello.

No había error de ningún código en ese momento. No había mentiras ni contratos que las avergonzaran cuando se miraran a la cara. Estaban amando de a dos, de manera real y sintiendo cada carga del peso que eso significaba.

La regresó al suelo y volvió a besarla. Con las manos de Mina en sus mejillas, avanzó, obligándola a caminar hacia atrás y llegaron a su automóvil.

— Se acuerdan que llegaron con dos niños ¿cierto? ¿Aún reconocen nuestra existencia? —les habló Olivia al bajar la ventanilla y ella rodó los ojos. No había momento en que olvidara la presencia con su insistente molestia. Le dejó a Mina una caricia en su abdomen y le abrió la puerta.

— ¿Oíste algo, Mina? —bromeó tras rodear el coche y ocupar su lugar— sentí como un zumbido mientras estábamos afuera.

— Mira que graciosa ¿Ahora casada se esfumará tu mal humor? —preguntó la niña cuando ella encendió el motor y comenzó a andar.

— Uhm, quizá. Mientras menos hables, mejor será mi buen humor.

— Chaeyoung ―la reprendió Mina en un murmuro, aún sabiendo que solo lo hacía por diversión.

— Bueno —continuó la pequeña castaña, colándose entre los asientos— ahora que están casadas ya ¿cuándo iremos a lo de Soon-young a contárselo? —clavó sus frenos y esta vez tuvo que sujetarla de su camiseta para que Olivia no golpeara contra la palanca de cambios.

— ¿Qué has dicho?

— Bueno...nosotros queríamos que nos adoptaran, hablamos con Soon-young meses atrás y nos dijo que la única forma que podían era si se casaban legalmente y así pasaríamos a ser legalmente sus hijos —Chaeyoung frunció las cejas. Observó un momento a Mina pero la rubia no despegaba su mirada de la niña— Pero luego tuvieron esa discusión por causa de Somi y no pudimos decírselo y hoy se cumplen seis meses desde que comenzamos esto. Eso quiere decir que solo nos quedan dos meses de trabajo y los papeles de adopción no son para nada rápidos —soltó Olivia con rapidez y miedo mientras Chaeyoung aún sostenía el cuello de su camiseta— y...y...y no sabíamos cómo pedírselo así que lo de Hee Seung nos pareció una buena excusa, entonces...lo inventamos —agregó cubriéndose al instante con terror.

Chaeyoung la soltó, reteniéndola por su espalda y la contuvo contra su pecho. La oyó disculparse, lamentándose entre lo que por primera vez eran sollozos de parte de Olivia. Le acarició el cabello y recargó el mentón contra uno de sus hombros.

— Pero es mi culpa —aseguró Beom-gyu y ella lo observó ya sin asombro. No había culpa de nada ni iba a reprocharles algo más— yo le dije a Olivia que mintiéramos sobre lo de Hee Seung y así todo se haría más rápido. Así que la culpa es mía.

— Está bien, Beom-gyu —murmuró Mina volteando a verlo— de igual manera nos íbamos a casar —agregó sorprendiéndola. Se separó de la niña y se dedicó a ver a la rubia. Sí, iban a hacerlo porque ella misma le había pedido matrimonio. Pero de la petición al acto pasa mucho tiempo. Suele pasar mucho tiempo. La preparación de la fiesta, los ensayos, los nervios de la novia. Y mentalmente todo le daba algunos meses. Muchos meses más adelante no me mires de esa manera-le reclamó mientras acariciaba bajo la espalda de Olivia— estoy embarazada. Vamos a tener un hijo y no pensaba tenerlo sin un matrimonio. Tienes que hacerte cargo de él.

— Iba a hacerme cargo de todas formas.

— No es cierto. Eres una cobarde — murmuró Olivia quitándose algunas lágrimas de sus ojos. Ella la observó y no pudo evitar sonreírle, transmitirle que todo estaría bien. Desvió su mirada a Beom-gyu e intentó decirle lo mismo. Él alzó su pulgar y ella nuevamente se acomodó en su asiento.

— Cobarde o no, soy tu madre —la señaló Chaeyoung y Olivia alzó las cejas― y me debes obediencia y respeto. Así que vas a tu lugar, te colocas el cinturón y te mantienes callada el resto del camino.

— Pero no eres mi madre aún —le recordó la niña mientras cumplía las órdenes de la castaña.

— Aún no —aseguró Mina volteando a verla y ella las miró por el espejo retrovisor— pero eso del papeleo de adopción no será muy largo. Al menos no para nosotros — aceleró y finalmente condujo de regreso a casa.

Cuando pasó bajo el cartel de bienvenida a Santa Bárbara, solo una única cosa se sintió distinta: su sonrisa.

Un beso en medio de su cuello, frente a ella y Mina echó su cabeza hacia atrás.

Todo estaba oscuro y apenas la silueta de ambas, sus sombras, podía distinguir en medio de ese cuarto que no era el de ellas.

Una de sus manos bajo la espalda arqueada de su esposa y la otra sobre el colchón, hundiéndolo para sostener su peso. Sus rodillas se enfrentaban, se tocaban lo que sus dedos no tocaban a Mina.

La rubia con las uñas clavadas en sus hombros y jadeando contra su oído. Con su respiración acelerada, agitada y tratando de contenerse. Ella tranquila pero intentando controlarse, disfrutando cada beso que estaba dejando a lo largo de toda su piel.

En su cuerpo no había signo de excitación a pesar de estar desnudas. En el de Mina, algunas gotas de sudor caían en medio de sus pechos y se ahogaban en su ombligo. Pero la entendía, porque la rubia estaba a su sumo dominio y permitiéndole que manejara el ritmo y las cosas a su antojo.

— En mi mente eres mía, Mina —le susurró besando el largo de uno de sus brazos— Me gusta pensar que puedo oír las palabras que dices cuando estás callada, que puedo interpretar cada una de tus sonrisas y responderte con la mirada cuando me hablas con ella —la rubia abrió la boca y lanzó aire. Gimió, sintiendo sus besos comenzar a ascender más— No eres mía física ni sentimentalmente, no eres mía de esa manera ni de nadie —agregó raspando los dientes en sus hombros y continuando la línea— Pero eres mía cuando me amas y cuando dices que me extrañas. Tu amor me pertenece, Mina.

— ¿De qué va esto, Chaeyoung? —jadeó la rubia y ella llevó la mano que las sostenía a su entrepierna. La acarició, masajeándola con énfasis para prepararla. Ya lo estaba y no se sorprendió. Mina solía responder a su tacto incluso contra su voluntad porque su cuerpo así se lo ordenaba. La embistió con dos dedos y su grito de placer despertó el de ella.

— De que recuerdes que te amo.

— ¿De qué va esto, Chaeyoung? —insistió la rubia y ella gruñó por lo bajo.

— De que no me han dejado dar mi discurso en la oficina del registro civil...y no quiero que olvides que así me siento contigo. Quiero que me notes de esa manera en que te noto a ti.

— Lo hago, Chaeyoung —aseguró la rubia bajando sus manos y acercándola por sus glúteos. La necesitaba y solo estaba alargando el momento con cosas que ya sabía.

— He sido una persona dura y difícil de resquebrajar, Mina —murmuró retirando sus dedos y acostando a su esposa con suavidad. Se acomodó sobre ella, con una mano a cada costado de su cabeza y se hundió en su interior sin advertencia— pero me tienes caída y en pedazos por ti. Y ni siquiera me has rotob—con las piernas de Mina alrededor de su cintura, aumentó sus movimientos y reclamó su boca.

Estaban en un cuarto de hotel, como regalo a su noche de bodas y a su primera entrega como esposas.

Los niños en casa, con la señora Jisoo, la acostumbrada pero no a diario niñera que solía cuidarlos y esperarían por ellas a la mañana siguiente. Y por esa razón iba a hacerle el amor hasta el amanecer, sin vergüenza si alguna de las dos gemía alto.

Movió su mano hasta buscar una de Mina y las entrelazó. No alejó su mirada de ella ni la rubia apartó sus ojos. Ella se movía con rapidez y gemía observándola: el rebote de sus pechos, su boca entreabierta y su mirada ingenua antes de que el orgasmo la debilitara.

Había escapado tantas veces de esto, de permitirse detenerse y encontrar a alguien para dejar de correr de la única cosa que la hacía bien. Había odiado por tanto tiempo el amor, ese sentimiento que se estanca y cambia tantas cosas y que cuando se va se lleva todo. Todo lo bueno porque el dolor queda y debía tragárselo en su soledad.

Se salió de Mina y tomó el miembro entre sus manos, repasándolo por el clítoris de su esposa y sonriendo cuando la vió gesticular, en una petición porque continuara. Se enterró nuevamente en ella y las paredes de Mina la abrazaron. Todo quemaba allí dentro y no lo quería dejar enfriar.

— Sabes que debemos hablar con Namjoon ¿cierto? —maldijo y apretó los dientes para no hacerlo a lo alto.

— ¿Estás haciendo el amor conmigo y piensas en él? —no se lo dijo de forma brusca pero no lo quería en la conversación que pudiese llevar en ese momento. Mina dejó sus talones sobre sus glúteos y la penetración fue más profunda, desgarradora para sus gargantas y para el dolor de su cuellos al echarse hacia atrás.

— Entonces mantenme callada —aumentó la fuerza y solo bastaron segundos para que volvieran a correrse simultáneamente.

Sin embargo sabía que todo recién comenzaba y la noche era larga. Se alejó de Mina, oyéndola quejarse por el descuido al hacerlo y se acomodó en medio de la cama. Con su mirada al techo y esperando por ella.

Mina se arrodilló y ella ladeó la cabeza para verla, se acercaba cual gateo que la hizo morderse los labios para no volver a tomarla y con brusquedad. Con un pie a cada costado de su cadera, la rubia comenzó a descender y ella tomó su miembro, sintiendo el máximo placer que lo estrecho de la posición le brindaba.

Conduciendo los movimientos con las manos en su cintura, y con Mina escondida en su cuello jadeando, recordó que sí, debían hablar con Namjoon. Se habían casado, deseaba que aquella adopción de Beom-gyu y Olivia se facilitara y un hijo más venia en camino.

La corta soga que las sostenía iba a cortarse. Pero esta vez sin el peso de las mentiras, sin las tardanzas de verdades como habían comenzando todo. Esta vez no iban a deshacer nada y esperaba que Namjoon lo comprendiera.

Porque no iba dejar a su destino olvidado. Acababa de abrazarse a el y sin tenerle miedo.

— Estoy aquí, Chaeyoung. Y aquí continuaré —le dijo Mina observándola y ella asintió, entendiendo que no solo su espacio físico estaba ocupado. Alzó sus caderas y continuó embistiéndola. Porque a la única cosa que podía tenerle miedo no le temía, porque estaba allí, sobre ella y gimiendo su nombre con la respiración agitada.

Todo había regresado como al inicio, sí. Pero de otra y mejor manera.

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