Capítulo XXXI: Azúcar
Supuso que aquellas amenazas no habían servido de nada, pensó Chaeyoung. Porque allí estaba ahora, con su maletín y abandonando la oficina de Taehyung cuando Somi ingresó por la puerta principal y caminaba de frente a ella.
Se detuvo, cortando su paso y Chaeyoung la observó de arriba abajo, demostrándole que su presencia no le inmutaba. La vió estirarse hasta ella, apenas y con sus manos entrelazadas a las alturas de sus muslos para no llamar la atención de alguien más.
Alejó apenas su cabeza y la escuchó, penetrándole el sonido de su voz con una molestia mayor a la de antes.
— Veo que Mina y tú ya han hecho más de las suyas. Mark me contó que firmaron otro contrato —odiaba a Lee, cuánto lo odiaba. Tenía su confianza depositada en Somi y si, descubría que no había relación cordial entre ellas, nunca se ganaría un lugar entre sus reuniones. Sonrió de medio lado, disfrutando el elogio malintencionado y dio un paso atrás.
— Mi esposa lo hizo. Es una mujer sumamente inteligente.
— No lo dudo. Inteligente y hermosa, una combinación fatal para algunas como nosotras ¿no crees? —apagó su sonrisa y la fulminó con la mirada. No quería recordar aquel gusto de esa mujer por Mina y menos aún lo que llevó a distanciarlas días atrás. Así que alejó aquellas palabras de su cabeza y volvió a sonreírle como si nada la hubiese inmutado.
— Y a ti te falta un poco de ambas...Por lo que veo ¿te quedarás?
— Por favor —se burló Somi— ¿creíste que ir a golpearme a mi casa y amenazarme iba a hacer que dejara Santa Bárbara? Aún no cumplí mi objetivo.
— Lo cual si Mark lo descubriera no tendrías opción de hacerlo ―la mujer lanzó un resoplido, irónico y ella entrecerró los ojos. No entendía la diversión en lo dicho.
— Tú tienes pruebas en mi contra...y yo tengo en contra de ustedes ¿o piensas que tiré aquella cámara y la conexión? Aún tiene señal directo a tu casa. Interferida e inexistente, pero señal al fin y al cabo y es la mayor prueba que podría guardar —bien, tenía que admitir que no se esperaba aquello y la soltura con que Somi la amenazó sutilmente tampoco. Sin embargo obvió algún gesto que la delatara y solo asintió ligeramente.
Avanzó con seguridad, alzando su mentón y sus hombros se rozaron al pasar una junto a la otra. Los hubiese golpeado con fuerzas si Mark Lee no estuviese caminando tras la mujer que odiaba y con dos cafés en manos.
— Buenos días —lo saludó con su mejor sonrisa y el hombre le alzó las cejas en respuesta. Eso era de lo más cercano que Mark le hablaba cuando solía encontrarla en el lugar.
Las miró por sobre su hombro y lanzó un suspiro de molestia al verlas ingresar a la misma oficina. Somi tenía ventaja, la tuvo desde el principio y estaba aprovechando mejor que nunca la situación.
Empujó las puertas de entrada y abandonó el edificio, bajando casi a trote las escaleras y subiendo a su automóvil.
Su único recurso era Beom-gyu. Se había hecho muy buen amigo de Hee Seung y ya era hora de usarlo como la carta comodín que reservó desde que todo aquello comenzó.
Arrojó el maletín al asiento trasero y manejó directo a casa. Apenas cuatro meses, o menos, mucho menos, quedaba para expirar el contrato. Y menos, aún menos, para el golpe final y para aquel entonces Mark Lee debía estar en la palma de su mano.
Aceleró y notó que apenas unos minutos le bastaron para estar frente a su vereda. Apagó el motor y estiró su brazo a lo largo del asiento que solía ocupar Mina, acomodándolo sobre el respaldar y mirando al exterior: Olivia estaba leyendo un libro algo extenso contra la puerta y Beom-gyu, algo más alejado, comía unas palomitas e intentaba arrojarle una de vez en cuando pero no llegaba a su cometido.
No podía creer que se había encariñado con esos niños pero ahora, en unos minutos solo para ella, entendía por qué lo había hecho. Beom-gyu era tan parecido a Mina que solo era cuestión de tiempo para que le generara cariño y ella se lo devolviera gustosa. Olivia, en cambio, era su carácter con muchos años menos. Iba a insistir en que esa niña sería tan o más igual en el negocio al pasar el tiempo: decidida, audaz y sin memoria.
¿Se hubiese encariñado con otros niños que hubiesen ocupado el lugar de ellos? Quizás. Pero solo quizás si Mina hubiese estado allí también.
Olivia alzó la vista hacia ella y Chaeyoung levantó apenas su mano saludándola. La niña frunció el ceño y sacudió la cabeza, regresando sus ojos al libro y leyendo como si ese gesto no hubiese existido.
— ¿Y ahora por qué no me saludas? —le reclamó con sus brazos abiertos tras abandonar el coche.
— Estabas a unos metros ―le respondió con obviedad— solo debías bajar y cuando pasaras te saludaba.
— Está bien —murmuró ella deteniéndose frente a la pequeña— salúdame ahora —agregó arrodillándose y tapando con su mano la página que leía.
— Hola.
— No, no, pero salúdame bien. Mamá pasó cinco horas fuera de casa ¿qué acaso no me extrañas? —le preguntó fingiendo seriedad y Olivia entrecerró los ojos, recorriéndola de arriba abajo con la mirada antes de volver a sus ojos.
— ¿Te has estado drogando?
— ¡Olivia!
— Hablo en serio —insistió la niña acercándose a olerle la camisa y alrededor de su cabeza― ¿alucinógenos? marihuana ¿quizás?
— No quiero esas palabras en tu vocabulario —le reclamó poniéndose de pie y señalándola amenazante— Y por supuesto que no tomé nada de eso.
— La marihuana no se toma, tonta.
— ¿Qué? —Chaeyoung apretó los ojos; Mina abrió la puerta y coló su cabeza como sus palabras a la conversación con un tono algo irritante— ¿puedo saber por qué están hablando de eso?
— Chaeyoung se droga —dijo Beom-gyu llenando su boca con palomitas.
— ¿Qué?—exclamó la rubia sorprendida y acercándose a ellos— Chaeyoung ¿qué se supone que estás diciéndoles a los niños? —ella rodó los ojos ¿desde cuándo Mina se autoproclamó la madre autoritaria y la que mandaba en la relación?
— Nada de eso —la cortó Chaeyoung— es Somi y las tonterías que dice todo el tiempo.
— No he dicho nada —se defendió la niña mojando su dedo índice y volteando una página.
— ¡Por supuesto que lo has dicho! —le recordó Chaeyoung.
— Bueno ya, ya —se burló Olivia— ¿vas con mamá Mina y le acusas de que te molestamos?
— No he hecho eso —murmuró la morena sonrojada— además tú comenzaste, yo solo quería un saludo.
— ¿Y cómo terminaron hablando de drogas? —Preguntó Mina.
— ¡Fue ella! —insistió Chaeyoung señalando con ambos brazos a Olivia.
— Como sea —la cortó la rubia— ¿pueden pasar? Tenemos algo que decirles con Chaeyoung —agregó mirando a los niños.
— ¿Algo bueno o malo? —preguntó Beom-gyu sin siquiera hacer el intento de levantarse.
— Algo... ¿bueno? Algo, Beom-gyu —respondió Mina.
— ¿Tiene que ver contigo? ¿o con ella? — continuó el niño.
— Tiene que ver con ambas.
— ¿Es algo fuera del trabajo? —Mina rodó los ojos. Debería haber sospechado que Beom-gyu haría una pregunta tras otra, después de todo era muy similar a ella en carácter.
— Sí, es algo fuera del trabajo.
— ¿Qué estás embarazada? —inquirió él y la mandíbula de Chaeyoung rozó el piso. Volteó lentamente a ver a Mina que se encontraba en igual estado pero con ambas cejas levantadas. Y aún más sorprendida que ella— ya lo sabía —terminó alzando sus hombros.
— ¿Cómo que lo sabías? —preguntó la castaña.
— Olivia me lo dijo —alzó ambas manos derrotada y las golpeó en un sonido contundente. Había olvidado ese pequeño detalle que Mina le había dicho: Olivia conocía su estado y debería haber prevenido que no se lo escondería a su hermano.
Debía admitir que no le molestaba aunque le hubiese gustado ser ella, o Mina y ella acompañándola, las que le contaran la noticia. Quería ver el gesto de ambos y si en el fondo había alguna sensación de que pudiera molestarles.
Ahora Beom-gyu solo continuaba comiendo sus palomitas y sus ganas de hacer aquello de otra manera se esfumaron. Sin embargo, vió a Mina pasar frente a ella y caminar directo al niño, deteniéndose frente a él y encorvándose a su altura.
— Si, estoy embarazada. Vamos a tener un hijo con Chaeyoung —escuchó de la rubia y ella se sentó al lado de Olivia que veía todo con atención— ¿está bien para ti?
— Si está bien para ustedes —murmuró él— se gustan y pueden tenerlo. O muchos, pueden tener muchos hijos luego —Mina volteó a verla y ambas resoplaron a la vez; divertidas y emocionadas por el tono de voz de Beom-gyu.
— Primero lo primero —continuó la rubia regresando a él— o los primeros. Te gustaría conocerlo cuando nazca ¿cierto?
— Uhm...si ustedes quieren.
— ¿Pero tú quieres? —insistió Mina. Beom-gyu volvió a alzar sus hombros y Chaeyoung se cruzó de brazos para no ir hacia él y arroparlo en ellos. Le parecía encantadora la forma de hablar de cada uno aún siendo parte de ese negocio al que ella también pertenecía. Beom-gyu y Olivia mantenían la inocencia de la niñez por la que aún atravesaban y la demostraban sin siquiera proponérselo. Como la inteligencia y la osadía para acatar cada orden que ella les daba.
Le dedicó una mirada a Mina y sonrió. La rubia se había acostumbrado a ellos más rápido y comprendía porqué quizás su deseo de cumplir el de Beom-gyu. Pero estaban esperando un hijo, un bebé que ocuparía sus primeros meses en brazos y dependencia de ambas y no podrían obviar ninguna etapa de su crecimiento.
Si apenas estaba comenzando a idealizarse con uno ¿podría con dos más? ¿Con los tres? Con los cuatro porque estaba segura que Mina iba a necesitarla en muchas ocasiones y solo ella iba a poder socorrerla.
Aquella familia que comenzó con una firma había acabado. Ahora eran una realmente sin contrato de por medio.
— ¡Tú le contaste! —parpadeó varias veces y sacudió ligeramente la cabeza; se había perdido en sus pensamientos y en consecuencia de la conversación entre Mina y Beom-gyu. No entendía por qué pero él señalaba algo molesto a Olivia, incluso a la pequeña distancia.
—:Si, ella me lo contó —dijo Mina— pero quiero saber si eso es lo que realmente quieres ¿No quieres regresar a la empresa cuando esto termine? —agregó la rubia luego de observar a su alrededor y notar la ausencia de cualquier vecino.
— No, no quiero.
— ¿Quieres quedarte con nosotras? —hubo un largo silencio y Chaeyoung lo interpretó a la perfección. Beom-gyu miró a Sana y completamente avergonzado asintió en un suave movimiento. Infló su pecho y tragó con fuerzas cuando algo de conmoción atravesó su garganta. Si Olivia respondía lo mismo, había un largo camino por emprender y otro por dejar atrás.
Mina y los niños se alejarían de este trabajo y ella se asumiría como el respaldo de cada uno. Gastarían tiempo en el papeleo de adopción y esas cosas, pensó. Pero solo era tiempo que siempre avanzaba y regresaría en su provecho.
Mientras veía el abrazo de Beom-gyu y Mina, se pasó las manos a lo largo de sus muslos y giró a ver a Olivia: la niña miraba la escena alejada cual adolescente enamorada y una sonrisa satisfactoria.
— ¿Y tú? —le preguntó llamando su atención. Olivia la miró y segundos después le sonrió, antes de recostarse contra ella.
— Solo porque necesitas un poco de azúcar en tu vida. No porque quiera irme a vivir contigo &rió, ahogando una pequeña carcajada y pasó su brazo por el hombro de la niña, atrayéndola a ella y dejándole un beso en su cabeza.
Recordó cuando una tarde, mientras su padre preparaba un café como solía hacerlo antes de dormir, ella estaba a su lado, hurgando entre las tazas porque quería saber de que se trataba aquella bebida, cuando él golpeó suavemente la cuchara en su mano y la detuvo. Roseas con azúcar, en la cantidad justa y disfrutas todo con una sonrisa.
Y lo vió beber con gusto, disfrutando cada sorbo y ella se acercó a la mesada cuando él abandonó la cocina. Se estiró hasta la taza y la olió, gesticulando con desagrado al descubrir las últimas gotas que nunca bebía.
— Siempre debes dejar algo de azúcar al final —le dijo su padre desde la puerta— porque si desaparece, si bebes todo...nunca disfrutarás con una sonrisa.
Tal vez de allí, su gusto por el café aumentó al pasar los años. Y tal vez por eso siempre lo bebía amargo también.
Acarició el cabello de Olivia y alzó la vista: Mina caminaba hacia ellas con Beom-gyu detrás.
Sonrió. Tal vez por eso ahora sonreía tanto. Porque tomaba todo y dejaba la proporción justa al final como su padre le enseñó.
Y la disfrutaba.
Regla número 9 de su trabajo: Haz toda y cada una de las cosas pensando solo en ti. Incluso si alguna vez trabajas acompañada.
— ¿Cómo que no puedo? —le preguntó por segunda vez a Namjoon y él resopló arrojándose contra su silla. Estaban en su oficina y llevaban hablando de eso poco más de 20 minutos; porque debía llegar a su punto desde otro lado y no de manera directa. Porque lo conocía y él descubriría sus razones con rapidez.
— Chaeyoung, a ver...en unos meses este trabajo se acaba ¿de acuerdo? Armas tus valijas y regresas a tu departamento ¡Pero con millones! Con tantos que antes nunca habías tomado ¿por qué quieres complicarlo todo?
— Solo estoy preguntándote por qué no puedo. Por qué no podría ella hacerlo si lo quiere.
— Si Mina es la que quiere adoptarlos, pues que lo haga y arreglará ese asunto con Soon-young.
— ¿Pero por qué no se podría Namjoon? ¡Solo quiero que me respondas esa estúpida pregunta!
— ¿Y a ti por qué te parece que no se puede? Te creía más inteligente —no le parecía por nada. Si ellas querían adoptar a los niños cuando aquello acabara no tenían por qué presentarles resistencia alguna —Se puso de pie, aquella conversación estaba comenzando a ahogarla y no debería haberse vuelto tan larga— Están bajo la custodia de Soon-young —comenzó él y Chaeyoung se pasó una mano por el cabello. Había una custodia legal, quizás y ni su mayor deseo o el de Mina podrían quitarla.
— ¿Y?
— ¿Y qué más quieres saber? No puede adoptarlos —aseguró Namjoon meciéndose en su silla y con total tranquilidad— son legalmente hijos de Soon-young y no pueden alejarse de él hasta su mayoría de edad. Que creo, si mal no recuerdo...aún queda mucho tiempo para eso.
— ¿Estás hablando en serio? —preguntó en un susurro y él asintió. Sí, estaba hablando en serio, podía notarlo en sus gestos, en su mirada y en su tono de voz. Allí había muerto otro de sus deseos.
Se aclaró la garganta e infló sus mejillas, expulsando el aire para evitar las lágrimas caer. Nunca lo hizo frente a Namjoon y dudaba hacerlo alguna vez. Mucho menos cuando sabía que el no se inmutaría por su sufrimiento.
— Además ¿por qué quiere adoptarlos? Solo son un par de niños trabajar... que tiene que
— ¡No son solo un par de niños! ¡Y no es Mina la que solo quiere adoptarlos!..Yo también ―terminó con su pecho subiendo y bajando y la sonrisa de Namjoon se borró al instante.
Lo vió ponerse de pie y dio un paso atrás. No le tenía miedo pero no quería que aquello continuara a los gritos y empeorara la tensión que había nacido de repente.
— ¿Qué tú también qué?
— Tengo algo que decirte —murmuró en cambio acariciando fugazmente su mejilla y aclarándose la garganta. Ya se había autoproclamado la cabeza de la familia y eso implicaba protegerlos y cuidarlos también. Así que no lo dudó y le dio la noticia a él también— Mina y yo estamos juntas. De verdad, como una relación seria. Y estamos esperando un hijo.
Esperó, en silencio y de pie, y luego de unos largos segundos él lanzó una corta y casi inexistente risa. Sin embargo alzó su mentón y aguardó aún más, aguantando cualquier cosa que Namjoon quisiera decirle.
— Entonces ¿es en serio? Esa vez que las encontré besándose ¿estaban haciéndolo de verdad? —asintió con seguridad y él alzó las cejas, sorprendido y asimilando la situación— y pretenden llevar esta farsa a algo real. Quieren que esta familia se mantenga así ¿sin problemas? ¿Creyeron que solo era actuar según sus impulsos y ahora simplemente continuar como quieren?
— No le veo el problema. Es mi último trabajo y quiero irme de esta manera.
— Te repito, Chaeyoung...te creía más inteligente.
— Si no vas a decirme lo que quiero escuchar, entonces me voy —dijo girando sobre sus talones y caminando a la puerta. Tomó el picaporte y abrió, girando y deteniéndose a mirarlo una vez más— piensa que este bebé sería tu nieto. Porque esa es la manera en que tú y yo nos queremos —salió y cerró, avanzando sin esperarlo salir o su intento de detenerla.
Tenía una familia que la esperaba en casa y no podía andar retrasando con algo que no tenía excusas.
— Aquí tengo una lista de lo que Lee comprará —ingresó Olivia la cocina con una hoja y dejándola sobre la mesa. Mina y Chaeyoung se miraron entre ellas y luego a la niña— No tienen que agradecerme, Beom-gyu convenció a Hee Seung y le preparé una lista igual a él que le dará a su madre. Si fuese tú —dijo mirando a la castaña— comenzaría cuanto antes a preparar esto.
— Si, Olivia, comenzaré hoy mismo y... —su respuesta quedó al aire cuando Beom-gyu llegó corriendo y se colgó de su cuello, tras ella y la abrazó contra su pecho un momento.
— ¿Hablaste con tu jefe? ¿Nos quedaremos con ustedes? —le preguntó rodeando la mesa y deteniéndose a su lado. Olivia también pareció recordarlo porque arrojó el bolígrafo y esperó con su mirada en ella. Ambos con la mirada llena de ilusión pero la de Beom-gyu con un brillo especial, como los ojos de Sana cuando el sol los golpeaba al mediodía. Solo que los de él no necesitaban ayuda de ninguna luz, brillaban aguados por sus propias emociones.
No podía acabar con eso tan rápido. Apenas en la mañana le preguntaron si querían quedarse con ellas, que los adoptarían y ser una familia nueva. Hablaría al día siguiente con Soon-young y lo arrinconaría hasta un límite en el que le cediera la respuesta que esperaba.
Estiró su brazo y rozó suavemente con un puño el mentón de Beom-gyu, con diversión y sintiendo como su respiración se desesperaba por saber la respuesta.
— Hablé sí...eso llevará tiempo ¿de acuerdo? Por ahora podemos continuar de esta manera.
— ¡Genial! —alzó los brazos Beom-gyu con felicidad eso significa que si podremos luego— ¡Voy por mi patineta! —exclamó abandonando la cocina y corriendo escaleras arriba.
— No me mires así ―le dijo Chaeyoung a Mina cuando volvieron a estar solas.
— No te miro de ninguna manera...hiciste bien. Mañana hablaré con Soon-young.
— No, no lo harás. Yo lo haré —aseguró Chaeyoung seriamente y Mina rodó los ojos. Pero cuando oyó la puerta cerrarse con la salida de ambos niños, se estiró sobre la mesa y atrapó entre sus manos el rostro de la castaña y la sacudió apenas, obligándola a que la viera a los ojos.
— Olivia tiene razón...todos los días tienes un granito más de azúcar —sonrió y los labios de la rubia atraparon los de ella. Acomodó sus manos en la espalda de Mina y se recostó contra su frente cuando el aire comenzó a faltarles.
— Un granito de azúcar —repitió con diversión y Mina jugó con su labio inferior, mordiéndolo y tirando de el.
— Y se me antojarán muchas cosas dulces en estos meses —susurró la rubia volviéndola a besar y Chaeyoung la jaló, incluso sobre la mesa y la sentó a horcadas de ella.
— Seré el azúcar más dulce entonces —le dijo contra su boca antes de reiniciar el beso y cortándolo por momentos solo para oírla quejarse. Porque de esa manera la disfrutaba más: dejando algo para el final.
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