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Capítulo XXIX: Divorcio

Chaeyoung cerró la puerta y la luz de su cuarto se apagó segundos después.

Mina apretó los ojos, por mucho que Olivia haya querido adelantarse y dejarle el tema casi abierto, Chaeyoung solo las miró y luego regresó al interior de su habitación.

— ¿Esto es en serio? —se quejó Olivia abriendo sus brazos— ¿Qué demonios está pasando entre ustedes?

Mina lanzó un resoplido y se acercó a la niña, tomando su mano y llevándola de regreso al cuarto.

— Ahora no, Olivia.

Lunes, 7:45 y Mina aprovechó la salida de los niños al colegio como una última oportunidad. Chaeyoung había salido al trabajo y volvería al mediodía. O la increpaba allí y soltaba todo sin espera de interrupciones o todo continuaría igual al punto de terminar peor.

Ató su cabello a lo alto y remangó su camiseta antes de comenzar a limpiar. Acomodaría el living, la cocina y cada rincón que ocupara su tiempo en la mañana y antes de las 12 prepararía el almuerzo. Quería hacer algo distinto, especial pero ya no tenía sentido. Probablemente Chaeyoung no destacaría su esfuerzo e incluso el decirle que están esperando un hijo ya sonaría de otra manera.

Puso algo de música en el reproductor y pasó el pestillo a la puerta antes de comenzar.

Notó todo lo que había hecho horas después, cuando el sudor ya le dificultaba la vista y cada vez que se levantaba, luego de agacharse, se mareaba con notoriedad y se le dificultaba el respirar.

10: 54 marcaba el reloj cuando ocupó la cocina y comenzó a buscar en la heladera. A Chaeyoung le fascinaba la pasta, aquella que solía hacerle los miércoles y algunos sábados. Con la salsa que ella preparaba y la carne condimentada a su gusto.

— Es ahora o nunca, Mina.

— Preparé el almuerzo ―le dijo de pie cuando ingresó a la cocina. Chaeyoung la miró y luego a la bandeja en medio de la mesa. Asintió ligeramente y alejó la silla. Ella se sorprendió gratamente, creía que le iba a salir con la excusa de no comer o hacerlo en su habitación. Sola.

Sirvió las dos copas y los platos, antes de sentarse frente a ella y tomar el tenedor.

Quería preguntarle tantas cosas y hablar de tantas otras. Pero la castaña almorzaba sin siquiera mirarla o algo a su alrededor. Solo de los espaguetis al plato y a veces el vaso. Nada más.

Tomó la servilleta y la acomodó bajo su mano, apretándola por momentos para calmar los nervios. Cuando Chaeyoung alzó su vista y la vió por un fugaz segundo, se aclaró la garganta y se removió en su lugar, haciéndole notar que aún tenía cosas para decirle.

— He estado pensando —comenzó y la castaña finalmente abandonó su tenedor y se echó contra la silla, prestándole la atención que tanto buscaba— lo que decías de tratarnos como al principio...¿hablabas en serio?

— Si. De hecho por eso haz preparado el almuerzo ¿no? Era tu deber —la ignoró. Movió su cuello y trató de que sus palabras, como la manera de hablarle, no penetrara en su cabeza y formara todo tipo de ideas.

— Porque no quiero eso, Chaeyoung.

— De igual manera no estás en posición de hacer lo que quieras o no.

— Pero sí de decidir —la cortó con seriedad y algo de molestia que comenzaba a acumularse por la forma en que la trataba. Chaeyoung estaba sobrepasando su propio límite y no la aguantaría así mucho tiempo.

— ¿Decidir? De decidir mucho menos.

— Lo que está pasando entre nosotras solo debe aclararse, debes escuchar cómo realmente pasaron las cosas.

— No quiero hacerlo ―la cortó la castaña— eso ya pasó. No pienso volver a ese punto.

— Bien —abrió los brazos ella ya fastidiada y sintiendo como la comida se atoraba en su garganta: solo era cuestión de minutos para correr al baño por unas nuevas náuseas— entonces si vamos a tratarnos así, como si nunca hubiese pasado algo entre nosotras... ya no seguiré con esto.

No estaba muy segura de eso. De dejar a los niños, el plan, el trabajo que llevaba cultivando los últimos meses. No estaba segura de abandonar a Chaeyoung pero hacerlo o quedarse, y compartir techo como dos desconocidas, sería exactamente lo mismo.

La vió fruncir sus cejas y respirar por su boca entreabierta. Estaba pensando. Chaeyoung estaba pensando y sacando conclusiones solo ella sabrá de qué pero Mina ya no quería solo trato distante y dormir por las noches en el cuarto de Olivia.

Sonaba apresurado, quizás pero cómo se supone que convives con la persona que amas y no poder hablarle. O tocarla, besarla o hacerle notar tu presencia. No lo sabía y tampoco se iba a quedar a averiguarlo.

— ¿Estás...diciendo que renuncias? —Chaeyoung sonaba nerviosa. Su voz le temblaba y apenas terminó de hablar se mordió la mejilla interna, con la mirada fija en ella. Sí, eso estaba diciendo

— Sería lo mejor.

— ¿Y qué se supone que harás? ¿Qué le dirás a tu jefe? ¿Qué le diremos a la gente de este maldito lugar? —Chaeyoung estaba comenzando a alterarse y no la quería en ese estado. No en los próximos minutos, cuando le diría que estaba esperando un hijo de ella.

— Si firmo otro contrato con rapidez y le devuelvo el dinero a Soon-young, él lo olvidará. Y aquí...no lo sé ¿podríamos fingir un divorcio? Entonces nadie te molestaría con preguntas y no sería muy descabellado.

— ¿Y a los niños? No puedes dejarme con ellos sola ¡Estás tomando la decisión fácil, Mina! —Bien, al menos había vuelto a decir su nombre. Eso era un avance.

— Queda menos de la mitad del tiempo. Ellos se cuidarán solos —susurró y la castaña se puso de pie, pateando la mesa y dirigiéndose al living. Ella la vió pararse en medio del lugar, con la mirada recorriéndolo todo y la frustración al morder sus labios.

Todo eso eran más pruebas que nada entre ellas había acabado y por momentos el orgullo de Chaeyoung superaba su propio record. De igual manera la entendía y no pretendía hacer como si no existiera; solo evitarlo o quitarlo cuando apareciera.

— ¿Así que tú arruinas todo y te lavas las manos? ¿Así y todo tan fácil? ¿Te acuestas con alguien y pretendes que me sienta culpable? —estaba sollozando. Ese miedo a perder a alguien que ocupa la garganta estaba apareciendo en la castaña y tirando de sus cuerdas vocales. Haciendo que su voz sonara débil, necesitada y triste—  ¡Pues entonces haremos como tú quieras! —abandonó la cocina y caminó directo a ella. Se detuvo a centímetros de Chaeyoung, cuando al bajar la cabeza su vista se nubló y un pequeño chillido cruzó su oído— Siempre ha sido como tú has querido.

— ¡No me acosté con ella! No pasó nada entre ella y yo ¡por Dios! ¡Sabes que nunca me generó algo! Estás viendo solo lo que tú quieres, Chaeyoung ¡maldita sea!

— ¿Solo lo que quiero ver? Vi exactamente lo que tú teléfono me mostraba ¡estuviste con ella!

— ¡Ella le puso algo a mi copa de vino! ¡Todo estaba planeado! —sus brazos se movían con violencia y una verborragia salió disparada de su boca. Se sorprendió a sí misma, sorprendió a Chaeyoung y ahora que tenía su atención no iba a detenerse— Te dije que era una estafadora también ¡Ella armó esto para que nos veamos en esta situación!

Cada grito que emitía le generaba una punzada en su frente. Pero no le importó. Chaeyoung se quedó estática, estupefacta tomándose su boca y arrastrando la mano por su rostro. No sabía si la había oído y más aún creído pero iba a esperar su reacción.

La castaña se giró, dándole la espalda y la vió acomodar las manos sobre su cabeza. Cayendo en la realidad, quizás, preocupada o solo riendo sin su presencia para volver a atacarla.

— ¿De qué estás hablando, Mina? —le preguntó de manera ronca, volteando a verla nuevamente y ella vió aquella mirada de dos noches atrás: furiosa y oscura— Te lo preguntaré una vez y quiero la verdad.

— No te mentiría —me aseguró ella con un nudo en su garganta y desviando su vista. Allí, en un rincón, la única prueba que respaldaría todas y cada una de sus palabras. Tomó la mano de Chaeyoung y tiró de ella, caminando hacia la computadora conectada a la cámara de la casa de Somi —Mira esto le dijo y se detuvieron frente a la pantalla.

Nada se veía en ella y no había signos de que recibiera señal. Chaeyoung se inclinó y la golpeó una vez, pretendiendo mostrar alguna imagen pero nada de eso pasó.

Avanzaron minutos, en que todo continuó igual y Mina cerró la máquina.

— En esa habitación del hotel ella tenía la conexión. Nos descubrió, Chaeyoung —murmuró antes de estirar su brazo y tomar el hombro de la castaña: todo le daba vueltas, la fuerza comenzó a abandonarla y sentía una opresión en su pecho.

— Mina —la llamó Chaeyoung mientras tomaba su cintura. Sus brazos se aflojaron y su vista se volvió negra.

La firmeza de la castaña sosteniéndola y su voz preocupada llamándola, fue lo último que presenció su cuerpo.

— ¿Ya está mejor? —No, no lo estaba. Apenas abría los ojos y alguien ya estaba cuestionándola.

— No, no. Debes permanecer recostada —la detuvo Chaeyoung, empujando con suavidad su hombro y regresándola contra la camilla. Estaba en un cuarto de hospital y había un doctor tras un escritorio, anotando y llenando lo que parecía una planilla-Te desmayaste y te traje enseguida le aclaró la castaña y su corazón dio un vuelco. Había vuelto a sonreírle. Como siempre lo había hecho, con su sonrisa de lado y aquel hoyuelo que siempre quería tocar. Un dedo de ella jugaba en su hombro y otro sobre su brazo, acariciándola y brindándole protección en un pequeño gesto.

— Bueno, ya tengo lista la radiografía — dijo el hombre, abandonando su silla y caminando a ellas. Mina volteó a verlo, llegaba con sus manos ocupadas y una sonrisa agradable en su cara.

— ¿Está todo bien con Mina, doctor? — preguntó Chaeyoung y ella sintió sus latidos golpearle el pecho. Una y otra vez en orden de salirse e ir tras cada parte de su cuerpo.

— Solo fue un desmayo, es normal en su estado pero debe prevenirlo. Mejora tu alimentación, Mina e ingiere más agua. Afortunadamente los rayos X no alteraron tu estado, lo desconocía y por eso me atreví a hacerlo. Te hice además un examen de orina porque no puedes quitarte sangre y descubrí restos de una sustancia. Debes hacerte un lavado en tu estómago cuanto antes ni siquiera —lo miró ni le agradeció. Sus ojos estaban sobre el perfil de la castaña que asentía a cada palabra del médico y parecía ajena a su nerviosismo. Solo necesitaba que aquel hombre se callara y no continuara con nada más. Que le dijera que ya podían marcharse y ella lo haría al instante, sin mirar atrás ni decirle más nada— Debemos ver ahora el estado del bebé. Puedo practicarte una ecografía ahora mismo, Mina, si lo deseas.

Allí había muerto su oportunidad. Chaeyoung estaba oyendo lo que su boca debería decirle y con sus propias palabras.

De repente, las caricias se detuvieron y sintió que aquella Chaeyoung dulce que la trajo al hospital se borraría. Que solo había sido una corta ilusión y ahora regresaría todo como al inicio, efectivamente como así lo deseaba la castaña.

Chaeyoung arrastró sus codos hacia atrás y se irguió en el pequeño banco que ocupaba. Sus dedos se alejaron de su piel pero su mirada cayó sobre ella. Sobre su abdomen y luego volvió a ella.

La castaña estaba confundida, podía notarlo y ella solo quería largarse de allí para explicarle todo. Esto era mucho peor que habérselo dicho incluso en alguna de sus últimas discusiones.

Era ella quién debía decírselo, no ese estúpido doctor que las miraba con una sonrisa.

— Mina... ¿está embarazada?

— Así es —continuó el hombre— y al parecer lleva casi un mes de embarazo. Poco más de tres semanas.

Chaeyoung volvió a mirarla, con su pecho subiendo y bajando velozmente y en un estado casi de aturdimiento. Parecía que ahora todo le daba vueltas a ella y la mano en su frente así lo decía.

La llamó en un susurro y la castaña la observó unos segundos, mientras el hombre preparaba todo para su siguiente trabajo.

— Aún no podemos conocer su sexo pero sí su estado y cómo se encuentra...¿Lo hago, Mina? —insistió él, arrastrándose con su silla hasta su lado y tomando un bote lleno de gel.

Movió apenas su cabeza y asintió.

Solo era cuestión de segundos para que su hijo apareciera en una pantalla.

Chaeyoung rodeó la palanca de cambios con su mano y la apretó, dirigiéndole una mirada a la casa que llevaba controlando los últimos minutos. Solo debía esperar unos segundos más, cuando nadie ocupara los alrededores y su presencia no la delatara.

Alzó su mentón y humedeció sus labios al notar como JiSung, el único vecino que paseaba con distracción, se alejaba con lentitud pero distinguía su espalda con menos visión.

Y ya no había más nadie.

Se quitó el cinturón de seguridad y abandonó su automóvil, cerrando casi en silencio y caminando con total tranquilidad. Avanzó unos pasos y se detuvo casi 50 metros después, frente a una puerta con la calle exacta que había pedido.

Golpeó cuatro veces y esperó, sacudiendo sus hombros y cruzando las manos a la altura de sus muslos. Oyó desde el interior los pasos acercarse y una advertencia de que enseguida abrían.

El picaporte se movió y ella ladeó la cabeza cuando la puerta se deslizó apenas. Fingió la mejor de sus sonrisas y estiró su pierna, impidiendo que volvieran a cerrar.

— Tú y yo tenemos que hablar —abrió con violencia y empujó la abertura antes de ingresar y cerrar con un fuerte portazo. Mina se lo había advertido, se lo había contado todo y ella no le había creído. Pero ahora lo veía en su mirada, Somi se delataba con el miedo que sus ojos demostraban. No tenía intenciones de golpearla por mucho que lo deseara pero, cuando la chica hizo el intento de empujarla, se adelantó y la aventó contra la mesa del living— ¿Amenazas a mi esposa y crees que romperías nuestro matrimonio?

— No sé de que hablas. No amenacé a Mina de ninguna manera. Al menos eso no fue lo que pasó entre nosotras —Somi le sonreía con burla y aquel temor en sus ojos desapareció. Se irguió con ayuda de sus manos y ella trató de controlar sus impulsos. No importaba qué le dijera o con qué intentara convencerla, no se tragaría sus palabras— ¿Ya habló contigo? ¿No me digas que se arrepintió del divorcio?

— Ella y yo no vamos a divorciarnos — murmuró tomándola del cuello de su camiseta y sacudiéndola antes de arrojarla contra el sillón. Pateó un cojín que cayó y la retuvo cuando intentó levantarse. Cerró su puño y volvió a aguantarse las ganas de estrellarlo contra el rostro de Somi. Quería hacerlo una y otra vez hasta le que rogara que se detuviera— pusiste en peligro la vida de mi mujer y la de mi hijo —agregó con furia en cada palabra dicha. Apretó su camiseta e incluso sus nudillos se volvieron blancos.

La vió faltarle el aire, necesitaba respirar y apretó un poco más. Cuando la mano de Somi tocó su brazo, en busca de ayuda, la soltó y volvió a arrojarla contra el piso.

La oyó toser, retomando su respiración, y la apuntó con su dedo antes de amenazarla.

— Tengo las pruebas suficientes para desenmascaraste frente a Mark...si te veo aquí mañana, se las haré llegar.

No esperó otro movimiento ni alguna excusa. Giró sobre sus talones y abandonó la casa, cerrando con otro portazo y sonriendo mentalmente cuando el picaporte cayó destruido.

Regresó a su automóvil y encendió el motor.

Regla número 25 de su trabajo: Habrá un antes y un después en esto. Solo se trata de borrar lo que hiciste y prepararlo todo mejor para el futuro final.

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