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Capítulo XLVII: Ella

Esa no era la manera en que se imaginaba que ese momento llegaría.

Esa no era la forma que creía iba a ver por primera vez a su hija, a la niña que pasó 29 semanas dentro de Mina.

Tocar el vidrio, el cristal que la separaba de ella a unos metros, se supone que iba a hacerla sentir especial. Iba a quitar su mayor sonrisa de felicidad, su llanto más emotivo y sus nervios próximos a tomarla entre sus brazos.

Imaginarla los primeros minutos en ese mundo, el que ella vivía a diario, era muy distinto a lo que estaba sucediendo.

Había cargado a Mina como en su casa y casi corrido con ella hasta sus hijos, que hablaban desesperadamente a la enfermera que ocupaba la mesa de entrada. Podía oírlos gritar, señalarles que su madre estaba por dar a luz.

La mujer llegó a ellas con una silla de ruedas y la separación con Mina fue costosa. El agarre a su cuello dejó una marca porque la rubia no quería soltarla, dejarla y continuar a lo largo de un pasillo, guiada por la enfermera.

Corrió tras ellas, con sus hijos siguiéndola y llegaron a la sala de parto. Un doctor estaba saliendo cuando pasaron a su lado y regresó al interior, siguiéndolas.

— Mi esposa rompió bolsa —murmuró observando la velocidad con que todo pasaba a su alrededor. Sin embargo parecía que nadie la oía. Dos enfermeras más ingresaron y ayudaron a Mina a recostarse sobre una camilla ya acomodada para comenzar el labor de parto.

— Necesito que los niños estén afuera. Y usted también —intentó sacarlos el doctor pero ella le dio un manotazo cuando la señaló— Es mi esposa y es mi hija la que va a nacer. Voy a quedarme.

— Bien, pero los niños no pueden. Sin excepciones —ambos pasaron a su lado, llegando con velocidad a la rubia y abrazándola con fuerzas. Le susurraron algo, acariciaron su frente y le dejaron un beso en cada mejilla. Pero el dolor que Mina sentía, apenas le dejó distinguir qué pasaba.

Con Beom-gyu y Olivia fuera del cuarto, el médico se colocó unos guantes de látex mientras las enfermeras terminaban de quitarle la ropa y ponerle una simple bata que cerraron tras su cuello. Él se sentó frente a las piernas levantadas de la rubia y Chaeyoung lo vió examinarla, balbucear cosas por lo bajo antes de girar y verla.

— ¿Cuánto lleva de embarazo? —El ginecólogo que siempre las atendía no estaba ahora. Así que tendría que recordar cada cosa que él les decía durante las consultas y soltarlas, como información necesaria.

— Un poco más de siete meses. Siete meses y una semana —todo se silenció un momento y nadie más se movió. Tragó saliva con miedo, cuando las tres enfermeras clavaron su vista en ella y el hombre miraba a Mina. Lo único que sabía de embarazos era lo que estaba pasando, que el posible nacimiento adelantado de su hija no sería igual que el completo.

— Bien —murmuró el doctor regresando su vista a la entrepierna de Mina que solo mantenía sus ojos apretados en dirección al techo. Pasaron unos segundos, en que otra enfermera se acercó al hombre y se dijeron algo por lo bajo efectivamente, rompió bolsa hace unos minutos.

Chaeyoung se pasó una mano por el cabello, aplastándolo con nervios hacia atrás y apretándolo con la ayuda de la otra. Todo estaba transcurriendo en minutos que no completaban una miserable hora. Los que tardó en reaccionar hasta cargar a Mina por primera vez, los que había pasado su esposa sola en el cuarto, bajo ese charco que delataba el nacimiento de su hija y los que pasarían ahora, cuando el parto comenzara.

Solo quería que acabaran, que su hija y su esposa se encontraran bien y llevarlas ambas a casa.

Sin embargo, el médico apagó sus ilusiones al ponerse de pie y llegar a su lado, a la mesa de aluminio del que tomó unas cosas.

— Si va a quedarse, colóquese la ropa necesaria y un barbijo. Esto tomará tiempo.

— ¿Tiempo? ¿Por qué? ¿Cuánto? —allí mismo se puso una bata celeste, similar a la que estaba usando su esposa y con rapidez atrapó el barbijo.

— Es un bebé prematuro. Hay que quitarlo y tomarlo con cuidado. No sé si lo han hablado con su esposa pero ¿ella lo deseaba por parto natural o con una pequeña incisión? —Chaeyoung desvió la vista a Mina y sus miradas conectaron. Ya estaba observándola y podía ver algo de temor en sus ojos. A decir verdad nunca lo habían hablado y ella solo creía que lo haría de manera natural. Si así podía llamarse.

Una enfermera se acercó con una jeringa y pinchó suavemente la cadera de Mina. La vió golpearse contra el respaldar entre cansada y adolorida. Si comenzaba a pujar, quizá todos sus dolores aumentarían y no quería oírla sufrir. Pero Mina siempre le había dicho que odiaba los cortes en su cuerpo, que el miedo a no ser anestesiada correctamente caminaba por sus venas en las visitas médicas.

Sacudió la cabeza y trató de pensar con mejor claridad, lo más beneficioso para su esposa y para su hija. Porque era un hecho que nacería esa misma noche, en tan solo unos minutos.

Regresó la vista al médico y, con la voz temblorosa, le preguntó a él qué sería lo mejor para ambas.

— En este momento, lo único que indica que su hija quiere nacer, es la dilatación anticipada del útero de su madre...

— Mina.

— Mina. Así que cualquier opción estaría bien si su esposa hace un buen trabajo —-Chaeyoung volvió a mirar a la rubia. Ahora parecía más calmada, relajada quizá por aquella anestesia y solo algo de sudor invadía su frente. Le gustaba verla en ese estado y la hubiese dejado así si no fuera porque el hombre volvió a hablarle— necesitamos que tome una decisión rápida, señora. Las contracciones prematuras comenzarán y para ese entonces, Mina debe estar en el área de neonatales.

Chaeyoung apretó su mandíbula y la piel a cada lado se estiró, sintiendo los nervios de esa carga y pesada decisión. Juntando el miedo que Mina tenía a las anestesias y posibles cortes, junto al deseo de sacar con cuidado y rapidez a su hija, echó un suspiro resignado y volvió al hombre.

— Parto natural —Le dijo y él asintió gustoso.

Una última seña del doctor a sus enfermeras y ellas salieron empujando la camilla, con él detrás.

Chaeyoung abandonó el cuarto y afuera, sujetó a sus hijos que se abalanzaron sobre su cadera en un abrazo.

— ¿Ya nació? ¿A dónde se llevan a mamá? —había lágrimas en el rostro de ambos pero Beom-gyu no tenia vergüenza en demostrarlas ni continuar llorando. Olivia parecía sentirse ella con Mina, ser la fuerte entre dos y mantenerse al margen de sus sentimientos.

— Aún no. Trasladarán a Mina a otro sector porque deben prepararlo todo con cuidado. Necesito que se queden aquí ¿de acuerdo?

— Queremos ir contigo —murmuró el niño casi rogando.

— Lo siento, cariño. Ahora deben estar aquí y esperar un momento. En un rato los vendré a buscar y podrán conocer a...escuchen —susurró casi para ella misma, arrodillándose a la altura de ambos— les voy a dejar un trabajo ¿sí? Esperen aquí y mientras tanto piensen cómo les gustaría llamar a su hermana.

— ¡Lexa! —exclamó Olivia emocionada.

— No puedes ponerle el nombre de esas niñas que ves en tus series, tonta —La cortó Beom-gyu dándole un leve empujón además a mí no me gusta.

— Pero a mí sí.

— Bueno ya, cálmense los dos. Estoy hablándoles en serio —Los cortó ella entre dientes. Sana estaba necesitándola y ya no había rastros de ella en aquel pasillo— lo siento, estoy nerviosa —masculló frente a la mirada atónita de los dos- ¿harán lo les pedí? Habíamos planeado esto que con Mina, que ustedes eligieran el nombre pero...simplemente todo se nos adelantó y no tuvimos tiempo a decírselo.

— Lo pensaremos muy bien, mamá. Verás que haremos un buen trabajo —Aseguró Olivia y ella se estiró para dejarles un beso a cada uno.

Los vió una última vez y, tras una seña de despreocupación de ambos, comenzó a correr hacia dónde se habían llevado a la rubia.

Allí, tras doblar y al final del largo pasillo, las dos puertas se entreabrieron con su objetivo. Unos segundos tardó para ingresar a la habitación y llamar la atención del resto que ya comenzaba a hacer su trabajo.

Se colocó nuevamente el barbijo, tapando su boca, y se acercó lentamente a Mina. Ya estaba todo listo: sus piernas alzadas, su desnudez bajo la bata y el suero inyectado a su brazo.

El médico comenzó a hablar pero ella se detuvo a un lado de la camilla y tomó entre sus manos una de su esposa. Estaba distinta, algo pálida y sudada y aún así se veía radiante. Hermosa y especial frente a sus ojos. Le dejó un suave beso en la palma y la sujetó luego con fuerzas, demostrándole que allí estaba, para ella y para lo que necesitara en los próximos minutos.

— Me duele demasiado, Chaeyoung.

— Solo será un momento, mi amor ¿si? Todo estará bien luego.

— Bien, Mina, tienes apenas seis centímetros de dilatación— comenzó el doctor, alzando su cabeza para observar a la rubia— pero es suficiente. Necesito que comiences a pujar cuando te lo indique y...

— No voy a poder ¡duele demasiado!

— Mina, por favor —murmuró Chaeyoung recostándose contra su frente. Hubo una caricia, un largo y delicado contacto en que ambas cerraron sus ojos un momento. La proyección de su hija, saliendo de su interior entre llantos, atrapó su imaginación y finalmente el doctor dio la orden.

— Bien, Mina, tú debes hacer esto ahora —la rubia sintió una presión, leve en su vagina y el hombre continuó guiándola en el proceso. Pero, a cada orden de él para que continuara pujando, el dolor se incrementaba y no lo soportaba.

Se estiraba hasta erguirse y regresaba contra la camilla, con frustración de no lograr el cometido.

Chaeyoung se lamentó el haber tomado esa decisión, quizá con una pequeña operación Mina no estaría sollozando ahora y su hija ya hubiese nacido. Se estiró y se escondió en su cuello, susurrándole una disculpa tras otra por lo que estaba padeciendo.

— Lo siento mucho, Mina. Esto es mi culpa —pero la rubia continuó pujando, con más fuerza y sus dientes apretados, separados a veces para gritar.

Fueron unos minutos, intensos en que la respiración de su esposa se aceleraba, su boca echaba aire desesperada y sus gemidos de dolor continuaron como lo único audible en el cuarto.

— ¡Me duele!

— Es solo por la dilatación, Mina — intentó contenerla el doctor— es un poco menos a lo habitual pero es solo hasta que tu bebé se acomode. Luego saldrá sin ningún tipo de... —todo se silenció. Y el llanto finalmente de su hija rompió allí dentro.

Chaeyoung se irguió y en un rápido movimiento volteó su cabeza: allí estaba, sobre las dos manos del hombre, su pequeña hija de apenas siete meses. Tenía un color más oscuro que el rosado normal y lloraba como si intentara llamar la atención de todos.

Sus pequeñas manitos intentaban moverse y su cuello quería estirarse. Sus ojos cerrados, apretados y al parecer no le gustaba sentirse así de indefensa, porque movía sus piernas, delgadas y quería alejarse del médico que estaba protegiéndola.

Sus ojos se aguaron y su pecho comenzó a subir y bajar desesperado, ansioso y renovado por tenerla. Le dolía, dolía el pecho de emoción y orgullo por su hija y por Mina.

— ¿Quiere cortar su cordón? —no dudó. Se alejó de la rubia y llegó hasta el médico, que sostenía unas pinzas y se las cedió. Las tomó sin nervios, quería evitar hacerle mal o dañarla y esperó por la indicación correspondiente.

Bajó su barbijo y luego lo hizo. Cortó el cordón y por primera vez vió a su bebé a centímetros de ella.

Le pareció hermosa. Quería llevar uno de sus dedos a su diminuta mano y que lo tomara, como había visto en algunas películas y que la reconociera como su madre, como la persona que la protegería de todo.

Pero debió esperar para eso. Una enfermera la tomó entre sus brazos, con extremo cuidado y la resguardó en una toalla, blanca y que desde allí no dejaba verle nada. La acercaron a Mina. Una agotada pero feliz Mina y la recostaron en su pecho.

Chaeyoung la vió dejarle un beso en su cabeza, aún cubierta por algo de placenta y regresó a ellas.

— Solo pueden tenerla un minuto —Le informó la enferma— debemos llevarla a terapia intensiva luego ―asintieron y ella volvió la vista a su pequeña. Había dejado de llorar cuando tocó a Mina y ahora parecía dormir con tranquilidad.

Acomodó su mentón en el pecho de su esposa y finalmente llevó su dedo índice al pecho de su hija. Lo acarició, de arriba abajo y podía jurarse mentalmente que una sonrisa se formó en su rostro.

Mina jugaba con sus pies, pequeños y que cabían ambos en una sola mano.

— Es hermosa —murmuró la rubia y ella le sonrió. No tenía dudas de que lo era.

— Hiciste un trabajo increíble ¿aún te sientes adolorida? —Mina negó con seguridad.

— Es el dolor con los resultados más placenteros. Estoy muy bien ahora ¿sabes por qué hoy? ¿Por qué nació antes de lo pensado?

— El doctor dijo que no había razones al parecer. Que simplemente ocurrió.

— La gran mayoría de casos de nacimientos prematuros, carecen de factores causantes —agregó una enfermera mientras caminaba a ellas. Gesticuló con sus brazos y Mina finalmente le entregó su hija. El llanto volvió, pero esta vez no podían hacer nada si deseaban mantenerla saludable— le realizaremos todos los exámenes necesarios y en unas horas se les informará de su desarrollo.

— Está bien, gracias —susurraron a la vez ambas, mirándola partir con su hija en brazos debes descansar-aseguró Chaeyoung irguiéndose y volviendo a tomar la mano de su esposa.

— Lo haré, sí ¿los niños?

— En las sillas de espera. Iré con ellos mientras duermes...Te amo, Mina —le recordó acercándose a su boca y reclamándola en un suave beso. Un simple contacto casi sin movimiento para no estresarla más. Acarició su frente, con el pulgar y finalmente se separó.

La descubrió ya dormida, recibiendo su premio descanso por su arduo trabajo.

Buscó una sábana a su alrededor y la encontró en un mueble de la esquina. Fue en su búsqueda y la tomó. La abrió de vuelta a Mina y la cubrió. En un pequeño debate mental, quería quedarse allí, vigilando el sueño de su esposa pero quería ir con sus hijos también.

Quería estar para todos y no perderse de ninguno.

Como si estuviesen estudiándola, el cuarto volvió a ocuparse de más enfermeras y se le ordenó salir ya. Acercándose a la salida, caminando hacia atrás para no dejar de ver a su esposa, recordó por qué la amaba tanto, por qué era su fuente de felicidad. Por qué la había elegido para compartir el resto de su vida.

Giró y empujó ambas puertas, encontrándose con sus hijos corriendo hacia ella al instante.

La unidad de cuidados intensivos neonatales estaba algo alejada y bajo un largo y final pasillo de la clínica. En ese momento era la única madre observando a su recién nacida. Olivia y Beom-gyu estaban a su lado y permanecían en silencio, a la expectativa de que el doctor apareciera e informara algo de su pequeña hermana.

Chaeyoung podía distinguirla a la perfección, aún alejadas y con una enorme ventana de por medio. Allí, en la fila del medio, su hija dormía boca abajo, con su mano izquierda pegada a su boca y ajena a lo que pasaba a su alrededor.

Su muñeca derecha estaba rodeada de suero y una pequeña venda. Su pecho y espalda descubierta, recibiendo el calor de la incubadora especial que la cubría. E incluso tenia un pañal, algo grande para su tamaño pero se veía adorable dentro de el, pensó y no pudo evitar sonreír.

Ojala Mina pudiese estar viéndola justo en ese momento.

— Heejin es un bonito nombre —susurró aún con sus ojos en la niña. Minutos atrás, mientras esperaban el traslado de la pequeña a la incubadora frente a ellos, sus hijos le hicieron saber el deseo que tenían por llamarla así. Nacido de Heejin, una de las pequeñas que compartía habitación con ambos mientras estaban bajo el cuidado de Jisoo, en aquel campo en las prácticas de trabajo. Soobin solía enviarlos, obligarlos a padecer las consecuencias que las aventuras allí y la soledad infantil les proporcionaba.

En una de esas salidas, escalando una pequeña montaña a metros de la cabaña, el corazón de Heejin dejó de latir por un segundo y cayó al suelo en un profundo desmayo. Sin embargo el bombeo regresó pero, horas después, bajo la atención de médicos y en el hospital más cercano, la niña de seis años finalmente murió.

Para ambos, según sus propias palabras, Heejin era su hermana menor en aquel lugar, la que cuidaban entre los dos y la protegían de cualquier cosa. Por eso su anhelo de llamar así a la bebé que apenas llevaba tres horas en ese mundo.

— Ella caminaba delante de mí —murmuró Beom-gyu con los ojos entrecerrados y vigilando el dormir de su pequeña hermana pero con mi asma, cuando comencé a sentirme mal, cambiamos los lugares. Mientras más alejado estuviese de la cima, menos se aceleraba mi respirar. Pero cuando el médico nos dijo que murió, nos informó también que ella sufría lo mismo. Interpuso mi vida por sobre la de ella.

Chaeyoung bajó la vista y lo vió: Beom-gyu era tan emocional como Mina y su voz, sus gestos y su temblor lo delataba. Y le encantaba que fuese así, que hablara y actuara sin miedos.

Pasó un brazo por sus hombros y lo acercó a ella, sacudiéndolo ligeramente para dejar esa historia atrás.

— Heejin es un bonito nombre —repitió y él alzó la mirada a verla. Alegre, satisfecho y sonrojado y tu hermana lo va a portar muy bien. Le encantará saber que ambos lo eligieron.

Sujetó a Olivia y la pegó a su lado derecho. Los tres lanzaron un suspiro, aliviados y nerviosos cuando el doctor abrió la puerta a un costado y se acercó, con planilla en mano y un gesto indescifrable.

— Familia Son —Samuel, aquel médico que había comenzado a atender y revisar a Mina desde el primer día, finalmente había llegado horas atrás y dedicado a atender a su hija— veo preocupación en sus caras —Chaeyoung movió su cabeza, no quería bromas en ese momento, solo que le asegurara que su hija y su esposa estaban en perfecto estado está todo bajo control respecto a la pequeña lanzó aire, una cantidad satisfecha de triunfo y juntó ambas manos en su boca, celebrando internamente aquellas palabras lamentablemente no esperó el tiempo suficiente y adecuado para salir pero no hay peligro presentado. Solo deberá quedarse unos días, una semana o más, quizá, en observación y luego más cuidados. Pero si todo marcha como sus primeras horas, todo seguirá igual luego también.

Beom-gyu dio un pequeño salto y llegó a Olivia, para abrazarla emocionado a pesar de que a su hermana no le gustara el afecto en público. Sin embargo lo sujeto y se contagió de él. Chaeyoung los vió, radiantes y contentos y lanzó una corta risa antes de volver al hombre.

— ¿Y Mina?

— Tampoco hay de qué preocuparse, su esposa en ningún momento presentó peligro. Por hoy pasará la noche aquí, pero mañana por la tarde será dada de alta —asintió, aún con la sonrisa en su rostro y oyó la pregunta de Olivia, que era su duda también en ese momento.

— ¿Podemos pasar a ver a nuestra hermanita?

— Por ahora no será posible. Solo la madre y más tarde, cuando se le sea permitido. De igual manera, Chaeyoung, se te darán unas instrucciones, podrás cargarla pero como te lo indiquemos ¿alguna otra duda?

Por su parte no. Solo negó y dio un paso atrás, regresando contra la gran ventana y continuar viendo a su hija.

Esa no era la manera en que se imaginaba que ese momento llegaría.

Esa no era la forma que creía iba a ver por primera vez a su hija, a la niña que pasó 29 semanas dentro de Mina.

Tocar el vidrio, el cristal que la separaba de ella a unos metros, se supone que iba a hacerla sentir especial. Iba a quitar su mayor sonrisa de felicidad, su llanto más emotivo y sus nervios próximos a tomarla entre sus brazos.

Imaginarla los primeros minutos en ese mundo, el que ella vivía a diario, era muy distinto a lo que estaba sucediendo.

Sin embargo, todo lo que la asustó desde que Mina le dijo que estaba embarazada, incluso cuando la vió sobre aquel charco tras romper bolsa, se esfumó en ese instante y todo su interior estaba tranquilo, dichoso y complacido de vivir ese momento.

Acercó su frente al cristal y descansó allí, acariciando con una de sus manos el espacio que ella, su hija, ocupaba en el. Cuánto anhelaba entrar, cargarla y dejarle decenas de besos en su cabeza. Pero se conformó con lo que su imaginación le brindaba.

Ya tendría tiempo, en unos minutos, de hacerlo realidad.

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