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Capítulo XLI: Vida

Cada movimiento errático se volvió violento, fuerte, brusco pero cegado por el dominio del amor. Cada sonido de su piel, chocando contra la de ella, envolvía, además de su cadera, a la habitación en un cubículo de pasión. Un espacio pequeño rendido para ellas dos.

Sus manos, empuñadas a cada lado de su cintura, y su mirada hacia abajo, observando como en menos de un segundo una parte de ella entraba en su esposa e invadía de placer a ambas, hasta hacerlas explotar.

El cuerpo de la rubia bajo ella, con sus uñas estáticas, clavadas en la parte baja de su espalda mientras gemía con su cabeza echada hacia atrás. Su miembro duro, llenando cada parte de su necesitado interior y su cavidad caliente, esperándolo y encerrándose sobre el excitándola más.

Cada vez que abría la boca y jadeaba. Cada vez que la veía y la descubría con sus ojos apretados. Cada vez que su sudor comenzaba a gotear y caer sobre ella, sobre sus pechos que rebotaban. Cada vez que se mordía el labio inferior para no gritar y alertar a los demás. Cada vez que sus orgasmos se juntaban, rindiéndolas a la vez, y cada vez que ella gritaba su nombre mientras el éxtasis la tomaba. Cada vez que eso pasaba, sentía que el control se salía de ella y podía subir a una montaña, a gritar cuánto amaba a su esposa.

Cada vez que eso pasaba se sentía distinta, tan distinta que el placer solo la cambiaba apenas, le daba solo el empujón a sentirse así. El estar junto a Mina, sobre ella o gimiendo en su cuello, el compartir la cama, la habitación y ahora la casa. Eso era lo que terminaba por completar ese cambio que la hacia sentir distinta.

Rendida, agotada como estaba, acomodó sus codos sobre los hombros de la rubia y descansó allí, sobre el estrenado colchón, sus brazos. La oía respirar agitada y sonreía satisfecha a causa de ello. La sintió vagar por la línea en medio de su espalda y se arqueó apenas, en consecuencia a lo que Mina hacía en su cuerpo siempre. Insistente y segura que ese pequeño espacio le pertenecía.

— Como extrañaba esto, Mina —le dijo mordisqueando su mentón y moviendo suavemente sus caderas— podría pasar el resto de mi vida dentro de ti —Mina rió, contenida y por lo bajo. Sus caricias comenzaban a ascender y descender con más peligro, sabiendo a dónde quería detenerse pero esperando inútilmente el momento para hacerlo.

— En algún momento necesitarías salir a tomar aire. Estarías muy acalorada todo el día allí dentro —fue su turno para reír y no se contuvo ni midió el tono. Se removió sobre ella y Mina acarició sus glúteos antes de apretarlos; empujándola contra ella para reiniciarlo todo.

— Amo cuando haces eso —jadeó contra su oreja y la mordió tironeándola, para chupar su caliente y tentador lóbulo.

— Y yo amo cada parte de ti —detuvo sus movimientos y alejó lentamente sus rostros, hasta verla otra vez a los ojos y notar el rubor aún cubriendo sus mejillas. Mina le sonrió con timidez, insegura de cómo lo había recibido pero segura por lo que dijo. Miró su boca, acolchonada y entreabierta. Hinchada y casi roja en toda su esplendor. Sonrió, volviendo a sus ojos y percatándose de que no había alejado su vista de ella— amo cuando haces eso. De que me miras y estudias mientras piensas algo internamente. Amo cuando me haces el amor como ahora, como siempre, entregándote completa a mi y deteniéndote si te lo pido.

— Nunca me lo has pedido.

— Y nunca lo haría. Amo haberte conocido como mi jefa gruñona y mandona que no me caía bien ni yo a ella. Cada paso que dimos después hasta formar este camino y transitar en el, Chaeyoung. Amo todo lo que vivimos incluso aquello que nos separó en un momento.

— No puedes amar eso, Mina.

— ¿Y por qué no? Solo me demostró que te importo de verdad. Ahuyentaste aquellos miedos de ser solo una conquista que caía bajo tus encantos. Amo tus encantos —le dijo sacudiéndole el cabello y sonrojándola levemente amé todo tu proceso de adaptarte a Beom-gyu y Olivia, de compartir tiempo con ambos y ser quien eres ahora con ellos.

— ¿Quién soy ahora con ellos?

— Eres su madre —aseguró Mina acariciando su nuca y bajando con la otra mano por su espalda— no hay nada que nos impida finalmente tenerlos como nuestros hijos. Los adoptaremos cuánto antes y continuaremos igual que siempre, pero sin la duda de que Soon-young nos los pueda quitar.

— No va a quitárnoslos.

— Por supuesto que no...amo estar esperando un hijo de ti, de ambas. Seremos una familia, los cinco, y no habrá nada que pueda cambiarlo.

—Sí, si habrá algo que pueda cambiarlo todo —murmuró Chaeyoung y la rubia frunció el ceño— en un futuro, otro hijo. Ya no seríamos cinco, quizá seis o siete con el paso del tiempo —Mina rió y ella la miró confundida— ¿qué es lo gracioso?

— Primero debemos cuidar bien al bebé que estamos esperando ahora, amor.

— Sí, lo sé pero... ¿no te gustaría tener un niño en brazos, otro esperándote en la cuna y otro, no lo sé, sentado en su silla de bebé con todo el rostro lleno de comida? Olivia y Beom-gyu casi adolescentes, en sus cuartos, Beom-gyu estudiando y Olivia... ¿qué hace Olivia? Además de ver su serie cada martes.

— Olivia hace todo lo que se proponga...y no lo sé, Chaeyoung ¿por qué tantos niños? No quiero pasar mis cuarenta años y tener un bebé. Ya no estaríamos en edad de hacerlo.

— Pero podemos intentarlo cada noche mientras podamos —susurró de manera juguetona y regresando contra su cuello. Acarició uno de sus pechos y Mina se arqueó, cuando estrujó un pezón entre sus dedos— ¿Mina?

— ¿Uhg?

— ¿Alguna vez te he dicho que nunca me sentí así? —le preguntó alzando su cadera y embistiéndola nuevamente sin aviso. La rubia jadeó, en un golpe seco sin aire y ella se mantuvo quieta, esperando porque se acostumbrara a su intromisión.

— ¿Así como?

— Feliz. Así como me siento contigo. Haces que me sienta feliz con lo que soy y no con lo que tengo, incluso con toda mi torpeza para manejar los sentimientos. Siempre me creí de esos monstruos bajo la cama, Mina y desde que estás conmigo, yo... no sé si puedan encontrar la manera de hacerte sentir como tú me haces sentir.

— Y amo cuando hablas así ―aseguró la rubia y ella volvió frente a su rostro. Se inclinó sin espera y la besó con la pasión que nacía cuando de Mina se trataba y crecía al ritmo de su excitación.

La impaciencia por volverla a oír gemir, jadear entre suspiros y sentirla sudada bajo ella la hizo moverse, enterrándose en ella y saciando sus deseos.

La embistió por varios minutos, evitando romper el beso y sintiendo las manos de su esposa aferradas bajo su espalda. Ella amaba eso de Mina, que se sujetara a ella siempre mientras tambaleaba, creía tambalear y la necesitaba para ser su soporte, su agarre. Su seguridad.

Tomó una pierna de la rubia y la elevó, pegándola casi a su pecho y logrando la penetración más profunda. Sus caderas se movieron al compás, de manera frenética, casi furiosa cuando su miembro tocó una pared que le impedía continuar más allá. Se salió de Mina y se miraron, transmitiéndose en ese hilo invisible cuánto se amaban, cuánto se acoplaban a la otra y cuánto necesitaba el cuerpo de ambas continuar y acabar ese momento.

Se hundió en ella y cayó agotada, sintiendo los flujos de Mina juntarse con su orgasmo.

Apenas habían pasado unos segundos cuando sintió una mano entre medio de los cuerpos y se alzó para verla mientras lamía los restos que escurrían con su sabor. Gruñó, imitando su gesto y hurgó en el interior de la rubia con dos dedos. Los retiró y los llevó a la boca de Mina, perdiéndolos allí dentro y sintiendo como su pene volvía a endurecer.

— No sabía que era tan dulce —bromeó y Chaeyoung río, mientras volvía a hurgar en su interior. Esta vez los saboreó solo ella y bajo la atenta mirada de su esposa.

— Sí, siempre tan dulce, Mina —la besó, juntando los dos sabores y coló con rapidez su lengua. Atrapó una de sus manos y las entrelazó a la altura de su cabeza, hundiendo el colchón allí para controlar sus impulsos de comenzar a moverse nuevamente— tenemos que ir a la clínica, Mina —le recordó sobre sus labios cuando la rubia la rodeó con sus piernas.

— Oh, es verdad. Tienes razón —alejaron solo sus bocas pero mantuvieran sus ojos sobre la otra, el contacto con sus manos y ella aún en el interior de la rubia. Vagaron su vista hacia lo que las rodeaba, de manera inocente y dejaron pasar unos minutos antes de volver a besarse.

— Aunque si lo hacemos rápido, diez minutos, quizá, no pasará nada. Luego nos bañaremos juntas y ahorraremos tiempo—Mina asintió rápidamente.

— Es lo que iba a decir.

Volvió a embestirla, volvió a morder su cuello, volvió a besarla y volvió a oír su nombre en un suspiro cansado cuando la llevó a otro orgasmo.

Volvió a decirle y a escuchar que la amaba.

Volvió a sentir como aquel monstruo bajo la cama, se arrastraba hacia el fondo de la oscuridad y se alejaba.

Chaeyoung observó su reloj de pulsera, casi 20 minutos llevaban allí dentro y el calor y era insoportable. Sentía además algo de sudor caer por su espalda producto de los nervios, quizá, porque había llegado con una chaqueta por el frío que se esparcía afuera.

Entrelazó sus manos en medio de sus muslos y le dirigió una mirada a Olivia, que estaba sentada junto a ella en la sala de espera.

— Puedo estar nerviosa yo ¿pero tú? —le dijo al oír y ver chocar su pie derecho y una y otra vez contra el piso.

— No estoy nerviosa, solo ansiosa.

— ¿Y qué? ¿no es lo mismo?

— Por supuesto que no. Nerviosa estás tú, porque eres una cobarde. Ansiosa estoy yo, que quiero saber cuánto antes que espera Mina.

— Que esperamos —la cortó corrigiéndola al instante— es mi hijo también.

— Si bueno pero tú no lo llevas dentro. Así que sería un 75% de Mina y el resto te pertenecería —Chaeyoung juntó las cejas, como nunca antes sorprendida y se removió hasta mirarla de frente.

— Me pertenece en su totalidad, como le pertenece a Mina. Ambas lo procreamos.

— Tú solo le diste algo, la ayudaste un poco. Mina hace todo lo demás, no puedes darte ese crédito. Ella pasará los dolores y hará el esfuerzo al momento del parto. No tú —terminó la niña, cruzándose de brazos victoriosa y ella la miró con la boca abierta.

Se volteó hacia el otro lado y observó a su esposa, que acariciaba el cabello de Beom-gyu porque se había quedado dormido en sus piernas.

— ¿Escuchaste lo que ella dijo? —le reclamó señalando con su pulgar hacia atrás. Mina negó ligeramente con la cabeza— dijo que el bebé es más tuyo que mío.

— Porque lo es —agregó Olivia sin mirarlas.

Iba a continuar preguntando cuando la puerta frente a ellas se abrió. El médico, un hombre mayor que quedaba pequeño bajo su bata, despidió a otra mujer con su embarazo ya avanzado y casi a finalizar antes de llamarlas a ellas.

Mina despertó suavemente a Beom-gyu y se puso de pie, observando la partida de aquella mujer. Así iba a verse ella en unas semanas y no pudo negar que algo de intranquilidad y miedo la invadió al pensarlo. Le faltaba más de la mitad de ese ciclo y muchas cosas podían pasar. Más dolor, quizá, y eso era lo que la ponía nerviosa.

Chaeyoung tomó su mano y la sacudió mientras la sonreía. Se aferró a su brazo y pasaron al lado del hombre, antes de adentrarse a la habitación.

— No puede haber niños aquí dentro— los detuvo él aún en la puerta― nadie más que la madre en realidad.

— Yo soy su otra madre ―aseguró Chaeyoung seriamente.

— Lo sé, señora Son, pero por eso mismo, solo ustedes pueden ingresar.

— Ellos son mis hijos —insistió la castaña.

— Y no molestaremos —se adentró Olivia sin espera y caminó directo a la silla tras el escritorio con su hermano a su lado— ni notará nuestra presencia, usted haga su trabajo —le ordenó y el hombre suspiró, derrotada y cerró finalmente.

— Está bien pero manténganse en silencio.

Unos cinco minutos tardó el doctor en prepararlo todo. Le ordenó a Mina acomodarse sobre la camilla mientras él buscaba el transductor y un poco de gel. Chaeyoung lo observó todo con minuciosidad, como el hombre ocupaba una silla y se arrastraba con ayuda de las pequeñas ruedas hacia Mina.

Ella se mantuvo de pie, a un lado de su esposa y tomó su mano para intentar calmarse. Mina parecía estarlo, porque no paraba de sonreír y mirarlo todo con entusiasmo. La vió alzarse su remera y sonrió de medio lado, el abdomen bien trabajado de Mina quedó al descubierto.

El doctor colocó una cantidad de gel sobre el vientre apenas pronunciado de la rubia y la escuchó apretar sus dientes, sintiendo el frío que esa acción le provocó. Él acomodó el transductor sobre ese solido color azul y esperó un momento.

Con sus ojos en la pantalla, conectada al aparato que ya se movía sobre Mina, con la cabeza ladeada de su esposa para observarla también y el silencio de sus hijos mientras se acercaban cautelosos, envolvió la atmósfera del resumen de su vida.

Los volteó a ver y les sonrió dulcemente, moviendo apenas su cabeza en una seña para que acortaran más la distancia.

— Bueno, eso que oímos ahí es el sonido directo de tu bebé, Mina —comenzó el medico moviendo aún el aparato― y debo recordarles que esto es una apreciación con posibilidad cercana a precisión. Los genitales de su hijo se terminarán de formar correctamente el mes entrante, allí descubrirás con exactitud si...

— Sí, sí también regresaremos en semanas ¿puede decirnos que ve ahora? —lo cortó Chaeyoung sorprendiendo a todos y recibiendo sus miradas asombradas— lo siento.

— Bien, el lugar entre sus piernas es un esbozo ¿de acuerdo? —continuó el hombre señalando la pantalla del monitor— como está, por ahora, ubicado paralelamente a la columna de tu hijo, Mina...

— Nuestro —lo corrigió Chaeyoung. El hombre gesticuló con algo de molestia y terminó de hablar.

— Como ese —esbozó— está en dirección paralela a su columna, es muy probable que sea niña. Sí, están esperando una niña.

Todos se mantuvieron en silencio. Se callaron y ninguno se volteó a ver.

Solo el corto sollozo de Mina rompió la tranquilidad completa de allí dentro.

Chaeyoung entreabrió la boca, respirando algo alterada y alzó sus cejas. Altas y sorprendidas de lo que acababa de oír.

Iba a cargar, en unos meses, sobre sus brazos a una niña. Y sería su hija, lo era ya pero podía hacérselo saber en unas semanas. Sus ojos se aguaron y su mandíbula se movió, intentando ocultar las lágrimas de emoción que querían salir.

Mina estaba embarazada de su hija. Sonrió, acercándose a ella y le dejó un beso en los labios. Corto, sin mover sus bocas, y un contacto que le hizo saber que ahora sería la seguridad no solo de ella, si no de esa pequeña también.

— O sea que voy a tener con quien salir de shopping —murmuró Olivia con felicidad y ella rió contra la frente de su esposa.

— Eso es injusto se quejó Beom-gyu— quiero un hermano, un varón para jugar mis videojuegos. Me deberán dar un hermano el año entrante.

— Quizá tú puedas conseguir cientos de amigos ahora, Beom-gyu —lo incentivó Mina nerviosa y ella se separó. Le dejó un beso en la frente y luego miró al médico, que los observaba con rareza.

— ¿Algo más que debamos saber?

— No por ahora. Mina aún puede continuar con los alimentos variados pero deberá comenzar a controlar la cantidad. Tiene que tener especial cuidado con las verduras, ingerirlas bien lavadas y evitar la cafeína, el cigarrillo y las carnes rojas tienen que estar bien cocinada —asintió, memorizando todo con claridad mientras bajaba la camiseta de Mina— el mes entrante estaré esperándote, Mina.

— Esperándonos —lo corrigió Olivia cruzándose de brazos y caminando a la puerta. El médico rodó los ojos y finalmente abandonó su silla.

Chaeyoung ayudó a la rubia a dejar la camilla y, luego de que se despidiera de su doctor, ella llegó hasta él a hablarle por lo bajo.

Chaeyoung se aferró al maletín negro que solía utilizar para estos casos y alzó su mentón, avanzando hasta la puerta y abriendo sin anunciarse.

Ingresó y cerró tras ella. Namjoon giró su silla y la vió. Hubo un momento en que solo se miraron, con seriedad y luego él aflojó hasta sonreírle. Se acercó y estiró su brazo, esperando la mano de él en un saludo.

— ¿No hay abrazo?

— Primero lo primero —aseguró de manera ronca. Fue un pequeño estrechón y Namjoon retiró su mano. Sin embargo ella no y abrió la palma, aguardando por algo más. Lo vió retirar una carpeta de su cajón y se la entregó.

— Es todo legal, Chaeyoung —le garantizó Namjoon cuando la abrió y comenzó a leerla solo debes firmar tú y Mina, por supuesto.

— Eso parece —masculló cerrándola y resguardándola bajo su brazo. Allí, dentro de esa carpeta, los papeles de la custodia de Olivia y Beom-gyu, ahora como sus hijos legalmente. Dejó el maletín sobre el escritorio y lo giró, para que él lo abriera y descubriera su cometido en el interior— y aquí también está todo.

— Incluso hay más —se sorprendió Namjoon al tomar algunos lotes de billetes y notar que efectivamente había más de la parte que le correspondía como cada trabajo, tras terminarlo.

— Es un regalo de mi parte y de Mina. Algo de más para ti y algo de más para Soon-young, para que suplanten los años que ya no trabajaremos ni los niños para él.

Una última mirada de Namjoon, casi en reproche y finalmente se puso de pie, sujetándola con fuerzas en un abrazo.

Se sintió como siempre, protegida bajo él y la caricia de orgullo que le daba a su espalda antes de separarse.

— Tengo una pregunta antes que te vayas ―le dijo y ella frunció el ceño: había guardado las manos en sus bolsillos y miraba el piso, totalmente nervioso por lo que iba a decir.

— Hazla.

— Sé que en un principio me comporté como un idiota, entre esto que tenías y sentías por Myoui.

— Mina.

— Mina...pero ella está esperando un hijo, tuyo y se casaron y puso todo tu mundo de cabeza. Me preguntaba si, no lo sé ¿aún estoy dentro de ese mundo? —Chaeyoung curvó una sonrisa. La sinceridad en su voz y sus gestos lo delataban, querían continuar en él y ella no iba a desplazarlo.

— Por supuesto, Namjoon —él rodeo el escritorio y volvió a abrazarla. Esta vez fue distinto, no fue una felicitación por acabar de manera perfecta su trabajo. Era un abrazo de agradecimiento, de disculpas también pero de agradecimiento por querer conservarlo en su nueva vida.

— Tengo algo para ti...bueno, para ustedes —se sorprendió al verlo regresar con entusiasmo al cajón y tomar una bolsa de regalo, algo grande y espaciosa. Se la entregó, con una señal de que la abriera y descubriera lo que había dentro.

— Es...hermoso, Namjoon pero...tendremos una niña —le dijo divertida, al retirar el regalo: un pijama de bebé, del tamaño casi de su brazo pero de color celeste, con dibujos de autos infantiles.

— Oh, rayos —se lamentó él, sonrojándose levemente— tendría que haberle hecho caso a mi esposa y comprar uno para niña también.

— No te preocupes. Es el primer regalo y es hermoso. Alguien lo usará. Gracias, Namjoon.

Volvió a abrazarlo y la despedida, como debía suponerse tras no volver a pisar esa empresa, fue de manera agradable y no se sintió como tal.

— Cuando dije que alguien lo usaría, no me refería esto —reclamó Chaeyoung dejando el sillón tras oír el timbre. Olivia le había puesto aquel pijama a Oliver y estaba tomándole fotografías mientras lo movía en distintas poses cual modelo.

— Buenas tardes —la saludó un hombre tras abrir la puerta. Tenía su brazo estirado y ella entrecerró los ojos, no lo conocía, no tenía ni idea quién era y estaba sonriéndole, esperando por su saludo— eres Chaeyoung ¿cierto?

— Ajá y usted es...

— ¡Papá! —Mina bajó las escaleras emocionada, alzando sus brazos y llegando al hombre para envolverlos en el. Chaeyoung abrió sus ojos de manera desmesurada, llevaban apenas dos días allí ¿en qué momento se contactó Sana con ellos y les dijo dónde vivía ahora?― olvidé decirtelo, cariño pero hablé con ellos anoche. Solo querían venir a conocerte y a los niños.

Asintió, con total lentitud y sintiendo el bombeo violento de su corazón.

Otro hombre se acercó y no parecía contento. La miró a ella con seriedad, casi enojado y luego suavizó una sonrisa para Mina. Pero, mientras abrazaba a su hija, la miraba a ella aún seriamente.

— Papás, ella es Chaeyoung, mi esposa. Sana, amor, ellos son Yuta —de acuerdo, Taeyang era el bueno, pensó mientras lo veía sonreír aún― y Taeyong —ella estiró su brazo y el segundo estrechón de manos le dolió.

— Hola, buenas tardes...suegros.

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