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Capítulo XL: Dentro de ti

Sus manos temblorosas, sus nudillos dañados y la sangre que escurría entre sus dedos.

Su rodilla aguantando el impacto que la desestabilizó y la volvió al piso, imposibilitándose a insistir con levantarse.

La voz de Mina, llegando entre gritos y llamándola mientras sollozaba.

Sus ojos en el techo, su espalda siendo sostenida por su esposa y su mirada se perdió en ella unos segundos. Con su mano ensangrentada, acarició su mejilla y la vió llorar.

Mina la sujetaba cual bebé bajo los brazos de una madre desesperada porque despertara. Y la sintió desconsolada cada vez que la acercaba a su pecho, opacando sus palabras de amor que el llanto interfería.

— ¡Chaeyoung!... ¡Chaeyoung, mírame! —no pudo hacerlo y se rindió ante el cansancio y el dolor.

Sus parpados se cerraron y sus brazos se desligaron de ella.

Y no la escuchó ni vió más nada.

"...Luego del inesperado suceso ocurrido en Santa Bárbara, nuestra ciudad vecina, ya hay dos detenidas en el caso. Una de ellas perdió la vida mientras la ambulancia la trasladaba al hospital más cercano.

Mark Lee, fundador de del lugar y víctima segura de los hechos, envió un comunicado explicando algunas situaciones que rodeaban a su familia también. Sin embargo, estará presente en el juicio que a cada uno de los imputados se les presente, ignorando así el lazo que los une.

Una familia totalmente destrozada y una serie de preguntas confusas para los vecinos, fue lo que dejó el encuentro entre agentes del F.B.I y los delincuentes relacionados al caso.

Estaremos informando más tarde, cuando algo más de información..."

Mina apagó la televisión y mordió su labio inferior para evitar llorar. Tragó saliva secamente y se quitó la sábana, dejando atrás esa incómoda camilla.

Era el segundo empujón que le daba a ese enfermero y el tercero a su compañera. Iba a darles mucho más si no se alejaban y la dejaban irse.

Se arrancó la venda que cubría su frente y caminó con dominio hacia la puerta. Allí, luego de abrirla, nuevamente John aparecía con su gesto molesto y como lo había visto los últimos días.

— ¿A dónde se supone que vas?

— ¡Quiero irme de aquí! ¡Ahora! Ya estoy bien ¡siempre lo estuve! Quiero irme a mi casa y estar con mi familia.

— Eso no será posible, Mina ¿cuántas veces quieres que te lo diga? Regresa a la cama, aún estás en revisión.

— ¡Estoy bien!

— Tú sí pero a quien estamos cuidando es a tu bebé ¿quieres que el termine de crecer bien, cierto? Sin ningún tipo de problemas y en perfecto estado ¿cierto, Mina? —lo observó, fulminándolo con la mirada y luego volvió a la cama. Sí, llevaba tres días allí y, si continuaba bajo esas cuatro paredes, era solo por su bebé— Ahora, deja que Liam vuelva a ponerte el suero y por tercera vez en el día, te lo ruego, no te lo quites.

Le sonrió con ironía y estiró su brazo. Liam, uno de los enfermeros, se acercó temeroso bajo la mirada protectora del doctor y volvió a conectar todo para su cuidado.

John, el médico que la tenía bajo su cuidado, anotó algunas cosas en una planilla y ella observó hacia arriba, evitando hacer contacto con alguno de ellos tres.

Solo quería irse. Deseaba volver a casar cuánto antes y ver nuevamente a Beom-gyu y Olivia. Los extrañaba demasiado y necesitaba saber que tan bien estaban en realidad.

— Bueno, Mina, como te dije, el líquido amniótico protegió en su totalidad a tu hijo. Has ingresado a tu tercer mes de embarazo y el bebé comenzara a formarse con más precisión. A partir de ahora puedes hacerte una ecografía y conocer su sexo —se volteó y le dió la espalda. Juntó sus dos manos y las acomodó bajo su mejilla izquierda, asintiendo despreocupadamente de eso ahora— si comes bien la cena, te podrás ir hoy mismo.

Regresó a verlo con felicidad y no pudo evitar aprovechar la cercanía y abrazarlo: por fin iba a volver a casa.

Se separó segundos después y lo miró confundida al verlo sonrojado. Sin embargo, palmeó su hombro y le agradeció por lo bajo.

— Bueno, pero también debes tratarlos bien a ellos —insistió él señalando a sus enfermeros. Mina rodó los ojos traerán la cena en una hora— Tu bebé continúa creciendo de maravilla dentro de ti, Mina. Sigue cuidándote ¿de acuerdo?

— De acuerdo, sí. Gracias —volvió a abrazarlo emocionada aún y luego regresó de espalda a la cama. Pasó decenas de veces su labio inferior bajo sus dientes, nerviosa y ansiosa por volver a su normalidad.

Se preguntó si Beom-gyu habría estado haciendo sus tareas escolares y no perdiendo el tiempo en sus videojuegos y trasnochándose por ellos.

O si Olivia estuvo alimentando adecuadamente a Oliver y no dándole dulces y chocolates todo el tiempo. O si limpió lo mismos desastres que su cachorro hacía.

Con Chaeyoung, en vez de suposiciones, prefirió dejarlo todo en una ilusa imaginación.

Todo se sentía como aquella vez que llegaron. Incluso a pesar de la llegada del invierno, el calor de aquella tarde era exactamente igual.

En la vereda, cientos de cajas dispuestas para su mudanza. Todo había terminado y era hora de comenzar a asimilarlo. Era la última vez que pisaría Santa Bárbara. Los últimos minutos, la última hora, quizá y comenzaría a borrar todos los recuerdos que allí forjó.

Alejaría de su mente desde la primera imagen que vió, a Beom-gyu alucinado por su motocicleta, y a la última, a Chaeyoung siendo llevada por un equipo de médicos y cargada inconsciente a una ambulancia.

Se montaría en aquel oscuro Cadillac con los niños en el asiento trasero y lo trasladarían todo a un nuevo comienzo. A un nuevo lugar, a cientos y miles de kilómetros de allí. No habría nada, en un futuro, que les hiciera recordar ese lugar. Nada, ni siquiera cuando tocara su vientre y meses después viera a su hijo por primera vez.

Podría fingir que, en realidad, el destino dónde nacería era el mismo dónde lo procreo. Fingir se le daba bien e iba a provechar los últimos gestos que podía a usar entre mentiras.

El taxi tras ella se marchó y estaba sola ahora. Con un desplanchado equipo deportivo y una sudadera dos tallas más grandes que la suya. Pero estaba a pasos de su casa también y podía obviar esos detalles.

No cargaba nada. Ni un bolso, una bolsa o una pequeña cartera. Era ella y sus ganas de atravesar esa puerta, de reencontrarse con Olivia, Beom-gyu y Oliver podría unirse también. Eran solo ella y las emociones que se generaron durante las últimas horas.

Avanzó con un pequeño cosquilleo nervioso y evitó desviar su vista cuando alguien cerró la cortina de la cocina. Aquella pequeña ventana dónde solía ver hacia el exterior cuando preparaba la cena y estudiaba los movimientos de los vecinos.

Se sintió ilusa un momento. Cuántas pistas se le habían atravesado a modo de advertencia y no las supo leer con claridad en su momento ni después. Apenas había leído entre líneas, unas cortas e inocentes ideas que tampoco terminó por concretar. Si le hubiese hecho caso a Chaeyoung desde el principio, mantener a Somi alejada. Si le hubiese hecho caso.

— ¡Mina! —la puerta se abrió de un solo movimiento y ambos niños la recibieron. Corrieron hasta ella y los sostuvo entre sus brazos como pudo. Oliver se quedó bajo el marco, con su cola hacia arriba y sus patas delanteras estiradas, ladrando tras reconocer su regreso— ¿está todo bien ya? ¿vas a quedarte con nosotros? —la voz de Olivia se mezcló con la de Beom-gyu y los dos preguntaban ansiosos. Asintió, recibiéndolos nuevamente contra ella y permaneciendo en ese abrazo por un incontrolable tiempo.

Podía oír el esfuerzo que Beom-gyu hacía para no aumentar sus sollozos y podía sentir el agarre brusco de Olivia en su sudadera, impidiéndole que se alejara de ambos.

— Namjoon estuvo aquí por la tarde — murmuró Beom-gyu sin separarse— volverá mañana. No podía decirnos lo que quería a nosotros.

— Lo llamaré luego. Mañana no estaremos aquí —le dijo y el contacto con Olivia aumentó.

— ¿Segura que puedes viajar a estas horas? Está por anochecer —continuó él y Mina notó que era cierto. Eran pasada las seis de la tarde y el sol ya estaba ocultándose. Así mismo lo harían. Se largarían de allí cuánto antes. Esa misma noche— te extrañé.

— Y yo los extrañé a ambos ―rodeó los hombros de ambos y caminó con ellos hacia el interior de la casa. Más cajas ocupaban el living y algunos muebles habían sido tapados como indicio para quitarlos y ser los que llevarían.

Se acercaron a la escalera y ocuparon el primer escalón en silencio. Solo la alegría de Oliver se oía entre pequeños sonidos y sus ladridos, que eran detenidos por Olivia.

Había un portarretratos, en medio de la mesa ratona que antes ocupaba su mesa de luz y se dedicó a mirarlo. Estaban los cuatro allí, en aquella extraña sesión armada por Namjoon y terminó disfrutando, incluso cuando el tiempo de disfrutar ni siquiera estaba entre sus planes.

Se preguntó qué hacía allí. Por qué no estaba en su cuarto, su lugar perteneciente.

Se humedeció los labios y alejó sus brazos de los niños para acomodarlos sobre sus muslos.

— En unos días debo regresar al médico, me dirá el sexo del bebé ¿me acompañarán? —Beom-gyu fue el primero en voltear y verla, asintiendo frenéticamente con una sonrisa. Sorprendido de oír la pregunta.

Olivia apoyó la cabeza contra su brazo y asintió con lentitud, protegiendo su ansiedad internamente.

— ¿Ya están listos? ¿Se han duchado? — ambos asintieron.

— Solo estábamos esperándote —murmuró Beom-gyu— oh y debo bajar una última caja de mi cuarto. Mi consola —él se puso de pie y corrió escaleras arriba.

Mina sonrió, observando a Olivia abandonar su lugar también.

— Iré por Oliver —le dijo señalando con su pulgar hacia el lavadero. Cuando la vió levantarse, el perro corrió sin reparos hacia donde acostumbraba pasar sus tardes— y...luego podemos irnos.

— Está bien —susurró y la vió alejarse.

Mina se pasó las manos a lo largo de sus muslos y se puso de pie, perdiéndose en la cocina para ver si algo más faltaba guardar.

Nada. La mesada vacía, las paredes solitarias y el olor a soledad ya comenzaba a respirarse.

Ya no se levantaría al día siguiente y prepararía allí el desayuno. Ya no se sentaría a la hora del almuerzo con los niños ocupando esa mesa y hurgando a cada segundo la heladera. Ya no despediría a Chaeyoung con su habitual beso allí luego de que le dijera que tan bien estaba la comida.

Alzó el mentón. Ya no habría nada de eso allí, como la castaña lo deseaba. Como su último golpe antes de dejar ese trabajo.

Se acomodó contra la mesada y miró el exterior: estaba anocheciendo ya. Solo unos minutos más y, cuando sus hijos estuviesen listos, comenzaría otro viaje. Ya tenían destino, ya tenían una casa que los esperaba. Solo los esperaba unas horas dentro del coche y ese asunto habría acabado.

Bajó la vista un momento y repasó el frio mármol que su abdomen presionaba. Estaba frío como siempre y helado como nunca. El vacío de las cosas lo congeló, como estaba sintiéndose su cuerpo si permanecían más tiempo allí dentro. La calefacción se había apagado y, seguramente, las ventanas de las habitaciones le daban libertad al viento de recorrer cada rincón.

Flexionó sus brazos y se rodeó a sí misma. Cerró los ojos e infló su pecho, respirando los últimos recuerdos de esa casa.

De repente su perfume llegó a su nariz. Sus brazos protectores, seguros y firmes, se acomodaron en su cadera con autoridad, con pertenencia. Con el amor que siempre la había tratado. Echó su cabeza hacia atrás y su cuello se llenó de sus besos, de los ruidosos y enamorados besos que siempre dejaba en ella.

Podía sentir el latido acelerado de su corazón y la respiración agitada que soltaba por su boca. Con todo aquello solo más le encantaba. El deseo por ella nunca acabaría, como esas trampas en los videojuegos de Beom-gyu que siempre lo hacían perder. Incluso cuando ganara, si él llegase a ganar, el deseo continuaría sin acabar.

— No he hecho otra cosa en estos días más que extrañarte —le murmuró contra su oído y ella giró sobre sus talones. Allí, frente a sus ojos, los castaños que siempre se fusionaban cuando la miraban y cambiaban de color la penetraban visualmente. Pasó los brazos tras su cuello y la acercó aún más, sonriendo al verla buscar su boca pero ella no se lo permitió.

— Pueden extrañarme los niños, que no me habían visto mientras estuve en el hospital. Pero tú ibas cada día —le recordó moviendo su cabeza arriba y abajo, jugando a tentarla un momento.

— Pero no estabas aquí, conmigo en nuestro lugar. No dormías conmigo y no podía dormir por ello. Me tienes acostumbrada a ti, Mina y se siente horrible cuando me quitas ese privilegio.

— chaey6 —susurró acariciando sus frentes mientras acariciaba su nuca— estás siendo exagerada.

— No exagero —le aseguró tomando su mentón y deslizando su mano hasta abarcar su mejilla. Sintió su pulgar allí, moviéndose con derecho y repasando su labio inferior con hambre— no me gusta cuando estás lejos de mi —la besó, sin anticipárselo y regresó las manos a su cintura— ¿no habíamos quedado en que iría a buscarte cuando te dieran el alta?

— Quise darte una sorpresa —murmuró tirando de su labio inferior— además, estabas en los últimos detalles ¿cierto?-la castaña no le respondió y volvió a reclamar su boca.

Quiso dominar el momento pero Chaeyoung no la dejó y, como siempre, se dejó llevar por ella y sus movimientos. La morena empujó su lengua y ella abrió la boca sin hacerla esperar. Hizo el intento de alejarse pero Chaeyoung la sostuvo con seguridad, implantándola en su lugar y sin permitirle moverse.

Cada beso, cada sonido, cada respiración de su esposa contra ella, demostraron que verdaderamente la había extrañado. La dulzura de Chaeyoung en sus manos, bajo su sudadera y acariciando su espalda, se contraponía a la fiereza de sus labios en un ataque continuo porque la notara.

Y lo hacía. No había notado a nadie más desde que Chaeyoung se coló en ella, una y otra vez incluso cuando pretendía no enamorarse. La notaba, la notó e iba a continuar haciéndolo ahora, que tenía tras aquellas cuatro paredes una segunda oportunidad a futuro.

— Los niños te han echado de menos — susurró la castaña contra su boca— y han llorado por extrañarte. Pero nadie te extraña como yo, Mina...soy como un robot sin pilas si no estás cerca —se separaron y se echó contra su pecho a reír estoy hablando en serio, Sana.

— Lo sé, mi amor...pero no puedes negar que suena divertido —le dejó un último beso y retrocedió un paso, para acomodar su cabello— ¿cómo sigue tu rodilla?

Chaeyoung estiró su pierna y ambas la observaron a pesar del pantalón.

— Solo fue un golpe. Un rasguño para alguien como yo —rodó los ojos y se pasó con nervios un dedo bajo su nariz, recordando el momento.

— Estaba preocupada por ti. No eras mi Chaeyoung en ese momento.

Flashback

Somi caminó sin miedos hasta el costal donde descansaba el arma y la tomó, avanzando hacia ella mientras Chaeyoung caminaba en la misma dirección.

Cuando el seguro fue retirado, la luz se apagó y un disparo retumbó allí dentro.

Somi cayó herida, gritando desgarradoramente mientras sostenía su pierna. Había recibido una herida de bala y su arma había caído a metros de su cercanía.

Chaeyoung oyó la voz de Namjoon, que la buscaba y luego de unos segundos sintió sus manos liberadas. Se acomodó sobre Somi y alzó su brazo. Con su puño cegado de ira, golpeó su rostro una y otra vez hasta oírla sollozar, rogándole porque se detuviera.

Había lastimado a su familia, a Mina y ni todos los golpes que deseaba darle lo recompensarían. Sin embargo continuó. La tomó por el cuello de su camiseta y la elevó hasta su rostro, regresándola contra el suelo en un fuerte golpe.

Una y otra vez su puño azotó contra su mentón, contra sus mejillas y por otras partes de su rostro. Ni siquiera las manos de Namjoon en su cintura podían separarla. Se lo había prometido a sí misma: cuando estuviese a solas con ella, la golpearía. Y no iba a detenerse ahora.

Pasaron minutos o cientos de ellos quizá y la sangre de Somi salía de su boca y se pegaba a sus dedos. Se irguió y la vió bajo ella, suplicándole con la mirada que se detuviese.

Namjoon había encendido la luz pero ni con ella le tendría piedad. Se puso de pie, dispuesta a jalarla hacia afuera, cuando una patada llegó a su rodilla derecha y oyó el crujido de sus huesos, antes de caer sobre un saco lleno de granos de cereal.

El espacio entre su nuca y la cabeza golpeó contra la dureza de la bolsa; y se sintió como si hubiese rozado un ladrillo o alguna piedra pesada. Oía a Namjoon afuera, encargándose de Taehyung y defendiendo a Mina. Quiso levantarse pero Somi la golpeó con su arma y no pudo volver a reaccionar.

La vió apuntándole y otro disparo hizo cerrar sus ojos. La oyó caer a su lado, en un golpe seco y alzó la vista hacia atrás: Namjoon estaba inmóvil, con una pierna flexionada y sus brazos estirados luego de volverle a salvar la vida.

Suspiró y todo el dolor comenzó a expandirse en cada rincón de su cuerpo.

Sus manos temblorosas, sus nudillos dañados y la sangre que escurría entre sus dedos.

Su rodilla aguantando el impacto que la desestabilizó y la volvió al piso, imposibilitándose a insistir con levantarse.

La voz de Mina, llegando entre gritos y llamándola mientras sollozaba.

Sus ojos en el techo, su espalda siendo sostenida por su esposa y su mirada se perdió en ella unos segundos. Con su mano ensangrentada, acarició su mejilla y la vió llorar.

Mina la sujetaba cual bebé bajo los brazos de una madre desesperada porque despertara. Y la sintió desconsolada cada vez que la acercaba a su pecho, opacando sus palabras de amor que el llanto interfería.

— ¡Chaeyoung!... ¡Chaeyoung, mírame! —no pudo hacerlo y se rindió ante el cansancio y el dolor.

Sus parpados se cerraron y sus brazos se desligaron de ella.

Y no la escuchó ni vió más nada.

Fin del Flashback.

— Soy tu Chaeyoung en todo momento —Mina se mordió el labio.

— Pero tu cabeza había recibido un fuerte golpe. Estabas inconsciente a causa de el y mis nervios no ayudaron mucho cuando te vieron así —Dijo Mina, dejando atrás las bromas y mirándola de manera dudosa. Luego de dejar Santa Bárbara, dejarían atrás ese episodio pero, mientras lo recordaba, no podía evitar el estrujamiento que vivía su corazón— Y Namjoon hizo un buen trabajo, fingiendo ser del F.B.I y salvándonos a todos —sonrió la rubia. Cuando Mark llegó minutos después de los disparos, Namjoon le mostró su falsa placa policíaca y le aseguró que Chaeyoung era agente encubierta, parte de su equipo y que hacían su trabajo descubriendo a su sobrino en un fraude económico.

— Hizo su trabajo —murmuró Chaeyoung con la voz ronca— solo...me molesta saber que Taehyung estará en libertad.

— Solo será por un tiempo. Hasta el día del juicio tiene prisión preventiva. Además, lo que pase ahora con ellos, ya no es de nuestra incumbencia —agregó con un gesto divertido y Chaeyoung suavizó su ceño al fin. Asintiendo y volviendo a rodear su cintura, se acercó a dejarle un suave beso en los labios— Tuve mucho miedo, de verdad, Chaeyoung.

— Tenías una parte de mí, dentro de ti, Mina —susurró la castaña sobre su boca— nada iba a pasarte porque te cuidaba. Y nada a mí porque tengo que cuidarlo cuando salga finalmente.

— Nosotros ya estamos listos —apareció Beom-gyu con una caja pequeña y Olivia a su lado con Oliver en brazos.

— No subirán ese perro a mi auto ¿o si? —preguntó Chaeyoung seriamente.

— Sí ―respondieron los otros tres y los niños desaparecieron afuera— Oliver ya es uno más, Chaeyoung ¿cuándo vas a acostumbrarte? —le preguntó Mina pasando a su lado para abrazarla de frente.

— No es eso —murmuró la castaña sujetándola y obligándola a caminar hacia atrás, rumbo a la puerta— es que larga pelos y ensuciará mi auto.

— Pues lo limpias...no puedes quejarte ahora, tendrás más dinero y podrás pagar un lavadero, cariño —La volvió a besar y se separó con un fuerte sonido. Esperó porque Chaeyoung cerrara con llave y la dejara luego junto a una maseta.

Teniéndola a su lado, tomó su mano y caminaron juntas hasta el coche.

— ¿Y en tu ciudad hay shoppings, Chaeyoung? —le preguntó Olivia cuando se acomodaron en sus asientos y se colocaban el cinturón de seguridad— quiero comprarme mucha ropa. Necesito muchas cosas nuevas. Tienes un cuarto para cada uno en tu casa ¿cierto?

— No, no los hay —bromeó la morena encendiendo el motor— Y llevo usando la misma ropa por más de 10 años.

— Eres un asco —insistió la niña— ¿podemos para a cenar en algún lado? Tenemos que celebrar, hemos cumplido nuestro trabajo y terminado antes de tiempo.

Chaeyoung movió la palanca de cambios y aceleró, sonriendo mientras Mina giraba a hablar con los niños.

— Por supuesto, lo merecemos —los alentó la rubia— tenemos un cheque original con un millón de dólares a nuestro favor y una copia de la firma de Mark para cualquier otro fraude —porque eso habían obtenido. Mark y pagó unas supuestas indemnizaciones que nunca cobraría el servicio policial que Namjoon había montado y Chaeyoung era parte, así que esos millones tendrían destino directo a ellas.

Y, tras el intento de aquel golpe final antes de ser descubiertas, Chaeyoung llevó con ella el documento con el que podían realizar todas las extracciones y dar cheques por doquier en nombre de Mark Lee.

Podían incluso quedarse con Santa Bárbara y nadie podría negárselos. Pero eso sería otra historia y aún no querían apresurar las cosas.

Por ahora, Chaeyoung y Mina solo gastarían en sus hijos, y en el que estaba por venir.

Regla número 46 de su trabajo, recordó la castaña mientras dejaba atrás el cartel de bienvenida a Santa Bárbara: tú, solo tú, eres la única invencible de cada trabajo.

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