Capítulo I: Una familia peligrosa
Son Chaeyoung, 31 años y la vida que cualquier persona a esa edad desearía. Tenía dinero, mucho dinero y era el rostro más reconocido en su trabajo. Más popular. Más aclamado. El mejor sueldo. La consentida de su jefe. La envidia de sus compañeros.
Son Chaeyoung sabía cómo manejar los horarios a su antojo, respetar su trabajo y sobre todo hacer valer sus honorarios. Y no necesitaba secretaria ni asistente para que se lo recordara. Porque no la tenía y no iba a hacerlo. Recordaba cada reunión, cada nueva asignación de trabajo y cada línea que nunca podía dejar de repetir.
Son Chaeyoung lo lograba todo con su astucia adquirida al pasar los años y nunca perdía nada por la misma experiencia. Pero si en algún momento alguna cuerda tambaleaba, su sonrisa y su discurso de nunca acabar le regalaban ventaja y no solo volvía al ruedo, sino que lo ganaba.
Son Chaeyoung era aquella chica alta, de melena castaña y ojos cafés que nadie podía resistir a mirar. Su pulso no temblaba antes de firmar un nuevo contrato y su voz no dejaba lugar a dudas. Si el producto final lo valía, su firma en un simple papel lo valía aún más.
Son Chaeyoung tiene un departamento que deja cada mañana antes de las 7 y un Cadillac negro que aborda a las 7:01. Mientras maneja, Chaeyoung se estira hasta el espejo retrovisor, repasa el labial rosa que usa desde los últimos 12 años y se sonríe a si misma antes de llegar al semáforo donde Jungwoo la espera. Aquel joven de 11 años que limpia su parabrisas y ella le da cinco billetes para retomar su camino.
Son Chaeyoung se felicita mentalmente y enciende a las 7:15 su teléfono móvil. Conecta el manos libres a su oreja y escucha la voz de Namjoon como cada mañana a esa hora.
— Buenos días, preciosa ―ella sonríe y gesticula tan lento que un pequeño hoyuelo se forma en su mejilla. Namjoon tiene 58 años y es más que su jefe, su padre. Jungkook jamás ocupó bien ese lugar y Namjoon lo desplazó con el cariño que ella siempre necesitó. Lo adora y él a ella. Y tal vez por eso realiza tan bien su trabajo.
— Ey, Nam. Voy en camino ¿donas? —
— No te molestes. Sejeong horneó cupcakes y ya pedí café —
— Genial ¿alguna noticia? —preguntó Chaeyoung bajando apenas la ventanilla.
— Tienes un nuevo trabajo. Este te gustará, estoy seguro.
— Vaya, ni una semana me dejas descansar —bromeó ella escuchando la risa de Namjoon opacar la suya— ¿Y de que se trata?
— Te lo comentaré apenas llegues.
— ¿Ni un adelanto? —chantajeó Chaeyoung doblando y descendiendo la velocidad.
— Ya estás aquí —aseguró él y Chaeyoung sonrió porque nunca entendía si él lo sabía porque la veía desde la ventana de su oficina, o porque no era muy silenciosa al apagar el motor. Tomó una carpeta y un maletín del asiento acompañante y abandonó el auto— Apresúrate o el café se enfriará ―cortó Namjoon finalmente la llamada y ella subió las escaleras de la entrada con velocidad.
El edificio era enorme, uno de los más grandes de la ciudad posiblemente y a Chaeyoung le encantaba atravesar aquellas dos puertas corredizas solo para que los demás empleados giraran a verla. Alzaba su mentón, se aferraba a su maletín y avanzaba sin mirar a nadie hasta el ascensor. Allí dentro, se permitía acomodar algo su cabello y, los días que portaba traje, ajustaba su corbata solo para hacer notar su presencia a quien la acompañara.
El número 10 se iluminó de color rojo y el ascensor se detuvo, Chaeyoung lo abandonó al instante y caminó con seguridad hasta la oficina de Namjoon. A él no le gustaba que ella golpeara la puerta o se anunciara, sin embargo Chaeyoung siempre lo alertaba a medida que se acercaba y lo saludaba cuando se encontraba ya en el interior.
Namjoon rodeó su escritorio, la apretó contra su pecho en un abrazo fraternal y le dejó un cálido beso en su cabeza al separarse. Ella estiró su brazo y tomó uno de los dos vasos de la mesa y lo llevó a su boca, gimiendo por el dulce sabor mañanero y comenzando a beberlo con gusto.
— ¿Conoces Santa Bárbara? —le preguntó Namjoon ocupando su lugar y señalando la silla frente a él para que hiciera lo mismo. Chaeyoung asintió.
— Bueno, de manera superficial. Sé que es un barrio privado y con pocos habitantes pero no tengo información de ninguno de ellos. Mucho menos un registro.
— Ji-Eun está encargándose de eso —dijo él refiriéndose a su secretaria— hasta el momento sabemos que además de privado, es un barrio sumamente discreto y cerrado. Cada uno de sus miembros se conocen a la perfección y son algo así como....unidos—terminó Namjoon entrelazando sus manos y Chaeyoung asintió lentamente cuando comprendió.
— Entendido. Y tu pregunta fue porque...
— Allí está tu nuevo empleo, princesa.
— ¿Allí? A menos que haya ejecutivos o miembros de algún partido político ¿qué se supone que voy a ir a hacer allí? —Namjoon levantó su dedo índice y luego se puso de pie, buscando una carpeta de su cajón y caminando hacia ella.
— Dijiste que ya no quieres trabajar por un tiempo.
— Ya no quiero trabajar. Tengo dinero, Namjoon y solo un auto que mantener. No perros, no mascotas ni pareja. Puedo morir y volver a vivir para continuar gastando mi dinero.
— No seas tan ególatra, Chaeyoung —le reclamó él sonriendo y recostándose en su escritorio— Créeme que con esto recibirás cada mes dos de tus sueldos juntos.
— Aún no me dices de que se trata.
— Señor Kim —se adentró Ji-Eun luego de golpear dos veces y recibir el permiso de ingresar— Buenos días, señorita Son.
— Chaeyoung, Ji-Eun. Solo Chaeyoung.
— Intentaré la próxima —dijo la mujer avanzando hasta ellos sonrojada y la castaña rodó los ojos, siempre decía lo mismo— Aquí el informe de lo que me pidió, señor. Cada detalle que pude averiguar y cada fotografía que me dejaron tomar.
— Está bien, gracias Ji-Eun....revisa eso —dijo él tendiéndole la carpeta a Momo cuando la mujer se retiró.
— Fotos, fotos y más fotografías de un barrio...Vaya, casas de dos pisos, jardines amplios y césped costoso ¿Y qué hago con ello?
— ¿Te acuerdas de aquel trabajo en Texas? ¿Apenas comenzaste en el negocio? —inquirió Namjoon retomando su asiento.
— Oh, no, no. Te dije que no volvería a hacer algo como eso.
— Me lo has dicho hace años. Y los años pasan.
— Pero mi opinión no. Sabes que me gusta trabajar sola ¿emplear gente para que compartan todo el día conmigo? No, gracias. No quiero a nadie rondando mi espacio, ocupándolo y molestándome con ello. No, Nam.
— Es eso o no hay un último trabajo para ti —aseguró él con seriedad y ella alzó ambas cejas sorprendida. Era Son Chaeyoung, la única empleada del lugar que nunca tendría un último trabajo.
— ¿Qué? ¿Y qué me dices del dueño de la petrolera?
— Se lo di a Hyunjin.
— ¡Me lo habías prometido!
— Cuando este nuevo no se había presentado. Vamos, Chaeyoung, conocerás gente nueva, saldrás de la ciudad y socializarás un poco más.
— Con eso no me incentivas. Es justamente lo que no quiero —reprochó Chaeyoung cruzándose de brazos y echándose contra la silla. Había pasado los últimos años de su vida sin salir de su círculo que solo incluía a Namjoon, su esposa Sunmi y sus dos mejores amigas. Y ella misma por supuesto. Suficiente personas veía al día con ellos cuatros y no pretendía aumentar el número.
— Deja de ser tan terca ¿es que no me prestas atención?
— Ya te he prestado suficiente. Mi respuesta es no.
— Te dije que se trata de un barrio cerrado, privado y no supera los 500 habitantes. Y hay algo que sin duda cambiará tu respuesta.
— Nada la cambiará —murmuró ella entre dientes y Namjoon le sonrió de medio lado, como cuando le tendía el bolígrafo para que firmara un nuevo contrato. Chaeyoung frunció las cejas y lo observó con desconfianza, él ya estaba comenzando a ganar esa partida— Habla ya.
— Solo viven parejas homosexuales —aseguró Namjoon y Chaeyoung se enderezó con lentitud. Descruzó sus brazos y pasó una pierna por encima de la otra, soltó el botón de su camisa que apretaba su cuello y se aclaró la garganta. Namjoon sonrió.
— Explícate.
— Pues lo que acabas de escuchar. Es como una pequeña colonia lésbica — bromeó él pero a Chaeyoung no le hizo gracia, entrecerró sus ojos y Namjoon continuó hablando— Son parejas jóvenes o menores de 50 que compraron el terreno y crearon su propio barrio, su lugar en el mundo para que nadie los hostigue. Son hijos o familiares de grandes magnates o médicos reconocidos. No son simples parejas homosexuales como ves en las telenovelas.
— No veo televisión.
— Cierto, cierto. Pero no son las parejas con estereotipo ni nada similar. Son parejas o familias que allí mismo trabajan o estudian. Hay una sola escuela y en la que la gran mayoría de niños estudia, una clínica, dos veterinarias y gente con dinero. Mucho dinero —escuchó Chaeyoung mientras hojeaba el historial del barrio. La carpeta que había dejado Ji-Eun estaba repleta de información y algunas fotografías tipo carnet de algunos vecinos. Chaeyoung no podía negarlo, el lugar se veía hermoso y si una simple imagen de papel le transmitía tranquilidad, no quería imaginarse lo que realmente el ambiente de allí le regalaría. Cerró la carpeta y la dejó sobre el escritorio.
— Supongo que entonces debo buscar alguien que finja ser mi pareja.
— Em sí. Eso y algo más.
— ¿Algo más? No compraré un perro.
— ¡No se trata de eso, Chaeyoung! —le reprochó él observando a la castaña acercarse a la ventana y perdiendo su mirada en el exterior.
— ¿Entonces?
— Verás...los vecinos tienen algo así como un acuerdo. Su propia ley, quizás, que se encargan de hacer cumplir. No quieren exponerse a que nuevos habitantes ocupen su lugar, no pretenden agrandarlo con desconocidos.
— El punto, Namjoon.
— El punto es que...no hay pase libre a parejas.
— Genial —respiró Chaeyoung cerrando la cortina y regresando al hombre.
— No, no estás entendiendo, Chaeyoung. Solo hay unos departamentos y casas para alquilar. En familia. Solo parejas con hijos y una familia establecida tienen derecho a ingresar como nuevos vecinos. No parejas jóvenes o con un futuro incierto.
— ¿Estás bromeando? —preguntó la castaña de manera seca y tomando sus cosas— No puedo convivir con un miserable pez ¿quieres que lo haga con más gente? Estás loco.
— Lo siento pero tendrás que aceptar. No trabajaremos solos. La gente de Soon-young está metida en esto también.
— ¿A qué te refieres con que no puedo aceptar? —inquirió Chaeyoung regresando cuando estaba dispuesta a dejar la oficina.
— A eso. Si no veo tu firma para antes del mediodía, la falsificaré. Y tendrás que presentarte directamente en Santa Bárbara. O puedes evitarlo, firmar y te daré un reporte de la gente contratada para acompañarte ¿Qué dices?
Chaeyoung infló su pecho y juntó sus labios, alzándolos en señal de molestia. Llegó hasta el escritorio de Namjoon y apuntó al hombre con su dedo; odiaba tenerle tanto cariño porque eso la hacia desistir de los posibles insultos que él debería recibir.
Golpeó la mesa y estiró su brazo en un ágil movimiento. Namjoon abrió un cajón, tomó otra carpeta color azul y se la entregó. Chaeyoung arrojó su maletín, la abrió y echó su cabeza hacia atrás: en la primera página había un historial de una pequeña junto a su foto.
— ¿Asi que tendré una hija? Olivia — murmuró repasando la información de la pequeña de manera rápida. La chica era tan castaña como ella, tenía unos ojos cristalinos más oscuros que los suyos y una sonrisa con la que formaba ambos hoyuelos; se sorprendió ampliamente del parecido pero no lo hizo saber— Tiene 9 años.
— Pero es sumamente inteligente. Y muy buena actriz.
— Como digas.... ¿Tendré más de uno? — gritó al pasar la página y notar la misma presentación pero esta vez con un pequeño— Beom-gyu ¿Y por qué su cabello es rubio?
— ¿Y qué importa eso?
— Que soy castaña, Nam. A la niña le creerán ¿pero él?
— Voltea la hoja ―le dijo él con movimiento de dedos y ella lo miró con desconfianza. Regresó la vista a la carpeta y pasó a lo que parecía la última página. Chaeyoung apretó sus dientes y la piel a los costados de su mandíbula flaqueó; la fotografía correspondía a una muchacha dos meses menor que ella y no estaba a la mitad como la de los pequeños. La estudió. No tenía su altura, sus ojos eran color chocolate y su cabello era más largo que el de ella.
Si Olivia tenía un parecido a ella, Beom-gyu sin duda a esta rubia que no podía dejar de mirar.
Namjoon lo notó, lanzó una corta risa y la llamó por lo bajo.
Ella cerró la carpeta y se la regresó, tomando nuevamente sus cosas.
— ¿Entonces? —le preguntó él meciéndose en su silla y sonriéndole con victoria. Chaeyoung desvió su vista y humedeció sus labios. Cuando volvió a mirarlo, asintió como lo hacía cuando aceptaba sus demás empleos y él golpeó sus manos en un contundente aplauso— Muy bien, iré por el contrato. Firmaremos enseguida y comenzaremos el fin de semana.
— Comenzaremos ¿cómo?
— Prepara tus valijas —le sonrió Namjoon— A partir del viernes vivirás en Santa Bárbara, estarás casada y con dos hijos. La familia perfecta. Un tanto peligrosa, tal vez, pero perfecta.
Regla número 26 de su trabajo: Nunca te relaciones con niños ni te encariñes con algún posible compañero: Las cosas pueden terminar realmente mal.
Esto es solo una adaptación todos los créditos a Mrs. Michele.
Al final si se logró resubirlo aquí.
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