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Capítulo XLII: ¿Ganar o perder?

Quizá si Mina la hubiese anticipado, avisado con tiempo de que aquellos hombres estarían de visita, su rostro demostraría un poco más de felicidad. Y en realidad diez minutos atrás lo estaba, estaba contenta y les sonreía a ambos por igual. Pero, ahora, el más sonriente y que no paraba de hablar aún estando en la puerta, se auto invitó a quedarse por más de las dos o tres horas que Mina le había asegurado serían.

— Podríamos quedarnos hasta el fin de semana aquí —Chaeyoung solo desvió su mirada, asombrada, hacia un lado y evitó reclamar algo por lo bajo. No es que no quisiera que se quedaran pero era la primera vez que su departamento era ocupado por alguien que no fuese ella misma. Mina y los niños no eran problema, al contrario, le gustaba estar rodeada con ellos. Lo disfrutaba. Pero a estos hombres no los conocía y, por mucho que sus suegros fuesen, iba a costarle tomarles confianza.

— Bueno, papá, esta es casa de Chaeyoung, no mía. No puedo decidir por ella —sonrió, orgullosa de su esposa y le rodeó la cadera, acercándola ligeramente a ella.

— Están casadas —dijo Taeyong, aquel hombre de voz dura, ronca y contundente— lo que es de una, es de la otra ahora.

— Absolutamente —agregó ella pero él solo la miró con desconfianza.

— De igual manera, aún estoy esperando que me digas que esto de que estás casada sea una broma ―Chaeyoung frunció el ceño ¿cómo iba a ser una broma? Ella había firmado su nombre al lado del de Myoui Mina para que ahora llevase su apellido. Ese hombre no le agradaba. Además, aún tenía su mano sobre una de su esposa y en cualquier momento la jalaría hacia él. Se aferró con firmeza a la chaqueta de Mina y la arrastró aún más hacia ella, impidiéndole a futuro que lograra su cometido.

— Papá, no es una broma. Chaeyoung y yo ya tenemos una familia, creí habértelo dicho anoche.

— Sí, hija y lo escuché, pero no significa que vaya a tomarlo con tanta ligereza. Y hablando de eso ¿dónde están los pequeños?

— Bueno, si gustan pasar, los conocerán —ofreció Chaeyoung amablemente e Taeyong fue el primero en adentrarse, pasando entre medio de ellas y rompiendo su contacto. Yuta, en cambio, palmeó amistosamente su hombro y le sonrió con dulzura antes de seguir los pasos de su esposo— Mina —la llamó por lo bajo tironeándola de su brazo.

— Sé lo que vas a decirme —la interrumpió avergonzada, alzando las manos cual rendición porque no tenía cómo defenderse de lo que acababa de pasar— y sé que es tu casa, Chaeyoung. Pero te juro que al terminar la cena les pediré amablemente que busquen un hotel —eso sonaba fantástico. Se perdió un momento en sus pensamientos, a Yuta podría hacerle un lugar en su cochera, o usar el sillón ¿pero Taeyong? A él no lo quería muy cerca, su rostro molesto estaba comenzando a aterrarla.

— Son tus padres, Mina. Y yo sinceramente no quiero caerles mal. Así que pueden quedarse si ellos lo desean —le fingió su mejor sonrisa de cordero y su voz salió inocente, dulce como nunca antes. Con eso, la rubia se sentiría mal y no la apoyaría, alegando que no iba a incomodarla solo por satisfacer a sus padres. Así que en unas dos horas, quizá tres, los tendría de vuelta afuera.

— Gracias, Chaeyoung —Mina se colgó de sus hombros y la besó con un fuerte sonido, sonriente y emocionada por oír aquellas palabras— ¿lo ves? Eres la mejor esposa, la que cualquiera pudiese pedir. Les prepararé la habitación del sótano, se van a conocer y se van a llevar muy bien, ya lo verás. Te amo —volvió a besarla, más rápido, casi en un roce y regresó a la casa dejándola confundida.

Ella parpadeó varias veces ¿Dónde había quedado aquello de que Mina amaba sus encantos? ¡No los había entendido minutos atrás! Los no eran sí escondidos, en eso se basaban las relaciones.

— Y no es un sótano —murmuró al fruncir el ceño y detener la puerta con ambas manos y uno de sus pies.

— Oh, disculpa, no te había visto—se burló Taeyong cuando intentó cerrar— no quiero que la calefacción se vaya.

Le sonrió, intentando no seguirle la broma y caminó hasta el centro del living.

Se detuvo en silencio, tranquila y esbozando otro tipo de sonrisa. Real, segura y satisfecha cuando descubrió a Beom-gyu y Mina saludando a Yuta con total confianza y felicidad, como si hubiesen cumplido la función abuelo.

Taeyong se acercó y Olivia lo miró. A él, primero, como si estuviese cuestionándola si debía actuar igual que con el hombre anterior. Asintió, y lo vió colgarse de él en un abrazo. Los observó unos segundos, mientras se presentaban con total seguridad y luego se perdió en la cocina, tras oír a su esposa buscando algo en las alacenas.

— Chaeyoung ¿cuándo fue la última vez que compraste víveres?

— Considerando que llevaba mas de medio año fuera de casa pues...un año, quizás ¿Qué necesitas?

— Quiero prepararles café pero todos los frascos están vacíos. Iré de compras mañana mismo.

— Bueno, prepárales un té, Mina. Es lo mismo.

— Eso veo —murmuró la rubia al tomar una lata de tomates y leerla— ¿explícame con qué ibas a cocinar esto si su vencimiento fue hace dos años? —rodó los ojos y se acercó a ella, envolviéndola desde atrás e inmovilizándola bajo sus brazos.

— Mejor ayúdame con tus padres ¿qué cosas no les gustaría que dijera o qué esperaban de la persona que se robaría a su princesita?

— ¿Estás burlándote de mí? Ellos no me llaman así.

— De acuerdo, quizás solo seas mi princesita después de todo... ¿y qué les digo? ¿Qué les molesta en alguien o qué cosas les gusta? ¿Hay algo en común entre ellos y yo?

— Son Chaeyoung está asustada ―aseguró Mina divertida tras una risa.

— No lo estoy. Solo quiero que vean en mi lo mismo que viste y ves tú cada día. Así les será imposible no amarme.

— Que modesta ―ironizó la rubia dejando la lata a un lado y cerrando la puerta de la alacena sobre ella.

— ¿Vas a ayudarme?

— Pues podrías empezar por hacerles un té y servírselos...con lo que sea que tengas aquí para hacerlo.

— Está bien, lo haré —Mina giró con rapidez sobre sus talones, volteando sorprendida y observándola de esa manera.

— ¿Estás hablando en serio?

— Si, Mina. Oh pero quiero que me des algo a cambio.

— Lo que quieras...menos sexo —agregó la rubia al verla abrir la boca entusiasmada. Chaeyoung la cerró al instante y entrecerró los ojos con ellos aquí no voy a darte sexo.

— En realidad, tú no debes darme. Yo soy la que...

— Chaeyoung...pide otra cosa.

— No quiero otra cosa.

— Puedo darte miles de otras cosas dijo Mina molesta y cruzándose de brazos.

— Lo sé. Pero no quiero otra cosa — murmuró con seguridad y un gesto victorioso. Atrapó su cintura y la pegó a ella, esperando porque la rubia dejara de ver el living y la observara, permitiéndole continuar— Haremos esto, les prepararé ahora una taza de té a cada uno, luego la cena y me ganaré su cariño con el paso de las horas. Si lo consigo, gano. Y gano mis horas diarias de sexo.

— ¿Solo piensas en eso? Porque podría, no sé...lavar tu ropa por toda una semana. Limpiar la casa y podar el patio trasero que tiene como dos metros de césped crecido. No lo sabes cuidar, Chaeyoung.

— Lavará mi ropa el lavarropas. Limpiarás la casa de igual manera y hay una podadora que cortará en realidad el césped. Puedo reemplazarte en esas actividades, pero no en lo quiero. Eres tú o nada.

— Está bien —suspiró Mina derrotada— ey —la detuvo cuando ella intentó alejarse— ¿y si yo gano? —Chaeyoung alzó los hombros.

— Lo que tú quieras.

— Bien, entonces si yo gano, será todo lo contrario. No tendremos sexo hasta después del parto —sus ojos se abrieron con brusquedad y sus cejas se alzaron con violencia. Eso no tenía sentido.

— ¿Y desde cuándo tú no quieres tener sexo? Hacemos el amor cada día antes de desayunar y luego de acostarnos.

— Ayer no lo hicimos.

— Ni me lo recuerdes —masculló ella entre dientes.

— Bueno ¿es un trato? Siento que mis hormonas han bajado y quiero descansar todos los días. Ya no quiero tanto sexo — Chaeyoung negó lentamente ¿estaba escuchando bien acaso?

— Bien, es un trato —dijo estirando su mano para cerrarlo. Mina la imitó pero, antes de que se tocaran, la alejó nuevamente para agregar algo más.

— La que gane, cobrará su premio luego de la partida de mis padres —movió los ojos de un lado a otro y asintió complacida, peor era nada. Así que solo debía aguantarse ese día— así que si te sientes tentada, deberás controlarte. Porque si me tocas de más...perderás, chaey6. Trato hecho —Juntó sus manos y las sacudió. Ella en cambió se quedó pensando a qué se refería con todo aquello— comienza preparando té para todos.

Deberás controlarte, se repitió mentalmente sentada en el sillón. Yuta y Taeyong estaba en el sillón de al lado, bebiendo del té que les había preparado y al parecer esa primera prueba estaba cumplida. El rostro contento de ambos así lo demostraba.

Pero la mano juguetona de Mina estaba intranquilizándola. Se arrastraba de atrás hacia adelante a lo largo de su muslo izquierdo y, cuando ninguno de los dos hombres las miraban, se acercaba sin discreción a su entrepierna y arañaba lo más cerca posible la zona.

Estaba jugando con trampa y a ella no le gustaba perder, mucho menos ahora que estaba teniendo una conversación cordial con Taeyong.

— Y entonces, señores Myoui... ¿qué les parece la casa?

— Es un departamento —se quejó Taeyong. De acuerdo, quizá aquello de cordial solo vagaba en su imaginación.

— ¿Qué les parece el departamento? Entonces.

— Es lindo —respondió Taeyang alegremente— es espacioso. Un living, la cocina, las habitaciones.

— Solo tiene dos habitaciones —lo interrumpió su esposo antes de darle otro sorbo a su té.

— Sí, dos. Una ocupamos con Mina y la otra Olivia. A Beom-gyu le desocupé la habitación que usaba como biblioteca. Tiene su cama, sus videojuegos y algo más de espacio. Así que, tres habitaciones —aclaró Chaeyoung atrapando la mano de Mina sobre su rodilla para que no continuara masajeando allí— oh pero por favor, si van a quedarse en la ciudad, les reservaré el mejor hotel. Y el pago del cuarto va por mi cuenta.

— Puedo pagarlo, niña ―refutó Taeyong. Él dejó la taza sobre la mesa ratona y luego se acomodó contra el respaldar, con la mirada seria sobre ella y haciéndola sentir pequeña por primera vez― eres la primera pareja que conocemos de nuestra hija —eso era como un canto de ángeles antes de entrar al cielo. Sonrió, ilusionada y se removió en su lugar para responderles.

— Bueno, soy su esposa y la madre de sus hijos. Hay una familia detrás de nosotras pero incluso si no la tuviéramos, podría asegurarles que Mina no se arrepentirá jamás de haberme elegido. Y presentado frente a ustedes.

— ¿Y por qué no? —insistió Taeyong—¿Qué tienes tú que no tienen los demás?

— Dinero —recibió un codazo de Mina y los hombres se quedaron quietos, mirándola asombrados de tan audaz respuesta― es una broma —sin embargo el ambiente continuó tenso. Rascó tras su cuello y se aclaró la garganta, si tan solo Taeyong suavizara su mirada, podría pensar las respuestas con mayor claridad— lo que quiero decir es que no permitiría que a mi familia le faltase algo. Olivia y Beom-gyu asistirán a un prestigioso Instituto y tendrán la libertad y mi apoyo para realizar algún tipo de actividad extra que deseen. Mina solo debe pedirme lo que quiera y lo tendrá. Siempre —agregó girando a verla un segundo— Y con el hijo que estamos esperando será igual. A nuestra niña no le faltará nada, señores Myoui. Puedo prometerlo desde ahora.

Se hizo un silencio, de repente y Chaeyoung se preguntó por qué la boca de ambos hombres estaba abierta y sus pechos apenas mostraban signos de respiración. Regresó a ver a su esposa, que tenía los labios apretados y estaba visiblemente sonrojada.

— Papis, pensaba decírselo en la cena, más tranquilos pero Chaeyoung se adelantó —ella juntó las cejas confundida― estoy embarazada —otro silencio y la castaña cerró los ojos, reprochándose el haber abierto la boca antes de lo planeado.

— ¿Embarazada? —Preguntó Taeyong por lo bajo.

— ¡Embarazada! —Yuta en cambio festejaba. Se puso de pie y llegó a ellas, abrazándolas con rapidez para luego acunar a su hija; besando cientos de veces su rostro cegado de la emoción como si de una pequeña aún se tratara—  ¡y será una niña!... Taeyong no seas así y ven a felicitarlas.

Chaeyoung se puso de pie y sacudió algo invisiblemente de su pantalón, nerviosa y esperando al hombre. Él se detuvo frente a sus ojos y estiró su brazo. Sin embargo, ella lo ignoró y lo abrazó con confianza, rogando internamente no arrepentirse luego.

— Es...una bueno noticia —balbuceó Taeyong cuando se separaron— felicidades —agregó abrazando a Mina ahora.

— Y a ustedes —continuó Chaeyoung con total seguridad— felicidades a ustedes también, van a ser abuelos —con el mentón aún sobre el hombro de su hija, Taeyong la fulminó con la mirada y ella dio un paso atrás— ¿qué tal si salimos a cenar? Invito, como disculpa de no tener más habitaciones en casa.

Asintieron, aún continuando con los abrazos y festejos y Chaeyoung se separó de ellos. Se perdió escaleras arriba y se adentró al cuarto de Olivia, que bailoteaba frente al espejo con distintas prendas de ropa.

— ¿Qué haces?

— Eligiendo que voy a ponerme para salir a cenar ―rodó los ojos y se acercó a ella con rapidez.

— Escucha, Olivia, estaría necesitando algo así como...una pequeña ayuda de tu parte.

— ¿Quieres que le hable bien de ti a Taeyong? Lo haré si mañana me llevas de shopping y puedo comprarme todo lo que quiera. Todo —agregó con velocidad al verla intentar reclamar.

— Bien, bien. Hazlo y mañana puedes agotar mi tarjeta.

— No iba a hacerlo pero eso suena excelente —se mordió el labio con fuerzas, molesta de que los nervios la hicieran hablar nuevamente de más.

— Y hablando de dinero ¿no sé supone que tú tienes de todos tus trabajos?

— Por favor, Chaeyoung —se mofó girando para mirarse otra vez al espejo— tengo que ahorrar para otro tipo de gastos. La universidad, mi primer auto y mi futura boda.

— Está bien —susurró ella, retrocediendo algo temerosa― alístate una hora. que salimos en veinte.

— ¿Y mi ayuda no la necesitas? —Beom-gyu estaba recostado en la puerta, cruzado de brazos y masticando un chicle cual mafioso se tratara. Ella acomodó su cabello y lanzó un suspiro, aquí iba parte de su suelo ahora en una consola.

— Sí, también ¿vas a hacerlo?

— Quiero una bolsa llena de dulces y chocolates esta noche en mi cama. Y cuando digo en mi cama, me refiero que sea tan grande que la cubra y sea de su tamaño.

— ¿Qué? Estás loco, Mina va a matarme.

— Creo que a Taeyong no va a gustarle saber que al principio le gritabas todo el tiempo a su hija.

— Está bien, está bien —se rindió al verlo tan seguro— te compraré dulces para la noche. Ahora ve a alistarte tú también.

— Enseguida, Chaeyoung —pasó a su lado pero se detuvo, girando con decisión y regresando para que ambos la oyeran.

— Y ya podrían ir diciéndome mamá. Y es una orden.

— Claro, mamá —corearon los dos al unísono y ella no pudo evitar sonreír. Sonaba muy distinto a cuantas otras veces lo habían fingido tiempo atrás. Incluso sono tan real que continuaría ordenándoselo si así la trataba siempre.

— Bueno, no tarden demasiado. Pretendo llevar a esos hombres a un lujoso lugar. Y para eso debemos estar temprano y reservar...vamos, apresúrense. Los espero abajo.

No podía negar lo mucho que estaba disfrutando aquello: Chaeyoung estaba rendida, a un paso de perder y había cientos de personas rodeándola. Sí se vencía allí mismo, sería un total espectáculo para su vista y sus oídos.

Su esposa había elegido un restaurante algo costoso, en donde el resto de mesas estaba siendo ocupadas por gente adinerada, acomodadas con prolijidad y seguridad al hablar, apenas en murmullos. Le gustó, le fascinó porque así la tentación le sería difícil de obviar.

Una mesa redonda, grande y a un costado fue hacia donde los guió el mozo. Chaeyoung arrastró la silla y le permitió ocuparla primera. Se sentó, sonriéndola y sabía que en ese segundo que duró el contacto, la castaña había descubierto sus planes mentales. Mejor, se dijo mientras se acercaba un poco más a la mesa y recordaba por qué había comenzado aquello.

Mientras limpiaba la habitación la mañana anterior, encontró una agenda, en el cajón de la mesa de luz y no pudo evitar abrirla. Además se veía algo antigua, cargada de polvo por el tiempo que llevaban sin notarla. Había un listado de 49 reglas. Una bajo la otra con su número y una pequeña advertencia que cada una hacía. Leyó algunas, con rapidez y había una en especial que la orilló a no ceder frente al deseo de Chaeyoung esa noche.

Regla número 27: no habrá contacto emocional cuando de compañeros se trate. Solo puedes coquetear, ganarlo todo con una sonrisa y seducción a tu objetivo. A nadie más.

No era como si desconfiara de Chaeyoung de que lo hubiese hecho con Mark, pero no podía negar que la había imaginado en esa situación con sus anteriores trabajos.

Les dejaron la carta del menú y ella la abrió aunque ya sabia que solo elegiría una ensalada y algo de verduras. Pero necesitaba fingir que tenía sus manos ocupadas.

— ¿Puedo pedir pasta, mamá? —Chaeyoung iba a contestarle que no, nunca en la cena le permitía algo de salsa y esa no sería la excepción. Pero Taeyong se adelantó y, sentado al lado del niño, lo alentó.

— Claro, Beom-gyu ¿por qué no podrías?

— Genial, gracias abuelo.

— Bueno, pueden pedir lo que quieran — dijo la castaña de manera amistosa— espero que sea una cena agradable para todos.

— Claro que sí, cariño —la apoyó ella, abandonando sus manos de la mesa y dejando ambas sobre un muslo de la castaña— ¿ya sabes que vas a pedir? — agregó, caminando con dos de sus dedos directo a su entrepierna. Chaeyoung dio un respingo, asombrada y llamando la atención ligeramente de Taeyong.

— ¿Qué sucede? —le preguntó el hombre.

— Nada...mi celular, vibró dentro de mi bolsillo y...

— Pues apágalo —la cortó él antes de volver la vista a sus nietos, que le hablaban animadamente por lo bajo.

Asintió. Casi del otro lado, Chaeyoung tenía a Yuta y, por muy carismático que él fuese, si las viera pondría el grito en el cielo y cuando Taeyong lo escuchara se armaría un escándalo. Sin embargo, no podía bajar sus manos y alejar las de Mina, sería demasiado obvio y cualquiera lo notaría.

Mina sonrió, victoriosa y sus dedos descendieron un poco más. Se movían de arriba abajo sobre la cremallera y de repente se detuvieron en el cierre, jugueteando a querer bajarlo pero solo moviéndolo.

— Bueno ¿llamo al mesero? —preguntó Chaeyoung nerviosa— creo que ya todos sabemos lo que vamos a pedir —agregó mirándola de reojo.

— Aún no me decido, mamá —dijo Olivia.

— Tranquila, hija, tomate tu tiempo ―la incitó Mina, oyendo como su esposa suspiraba con preocupación— y papás ¿cuándo regresarán? Hablábamos con Chaeyoung de que si no van a quedarse en un hotel, pues podrían regresar en unos días.

— Y eso haremos —respondió Taeyong— posiblemente la semana entrante regresemos. Así que, Chaeyoung...cuéntanos un poco de tus padres ¿ellos ya las han visitado?

— Chaeyoung, papá —se coló la rubia— Chaeyoung hace tiempo que no habla con sus padres, hay una casi nula relación y es un tema delicado y personal ¿podríamos hablar de otra cosa?

— Claro... ¿cómo surgió la brillante idea de que contrajeran matrimonio? —esta vez ella permaneció en silencio. Chaeyoung balbuceó apenas, mientras acomodaba sus codos sobre la mesa y comenzaba a hablar.

— Bueno, tuvimos una cita tiempo atrás con su hija y ella me habló de ustedes. Me dijo que vivían algo así como una eterna luna de miel o burbuja de enamorados, entonces...entonces yo... —Mina apretó los labios ocultando su diversión: había bajado la cremallera y su mano hurgaba en el interior del pantalón.

— ¿Entonces tú qué? —le preguntó Yuta, que parecía emocionado al oír cada detalle.

— Yo...ya estaba enamorada de su hija y quería que ella viviera algo igual. Conmigo, las dos. Nos amamos y la firma de papeles solo es como una culminación a todo.

— Estoy de acuerdo —la sorprendió Taeyong— ¿pero por qué tan rápido?

— No hay velocidad para el amor, señor —se excusó con la voz ronca. Mina tenía su mano tibia rodeando su pene y, si tan solo comenzaba a moverla, no podría levantarse hasta unas horas después. Cuando su excitación bajara y su pantalón se secara— realmente soy consciente de la felicidad que le debo a su hija y la que ella me da a cada momento.

— Eso es seguro, mi amor —la cortó la rubia. Mina se estiró y atrapó sus labios, un beso casto, en un ligero y sensual roce que se unía al de su mano, masturbándola lentamente bajo el mantel de la mesa— ¿podemos pedir ya?— todos asintieron y el mozo se acercó segundos después, cuando Chaeyoung alzó su mano.

Mientras el resto se entretenía hablando con él y dándole sus peticiones, Mina se estiró y se acercó a la oreja de su esposa, fingiendo un pequeño beso antes de susurrar contra ella.

— Si te corres habrás perdido ¿me estás escuchando? —entre los susurros ajenos y las reacciones que su cuerpo estaba experimentando no, mucho no la escuchaba.

— Y si pierdo, Mina —masculló la castaña, acercando sus rostros y hablándole casi sobre sus labios— espero que estés preparada porque cobrarás tu premio luego de la partida de tus padres —ella ladeó la cabeza, eso lo sabía ¿qué fin tenía que se lo recordara?

— Si ¿y?

— Y, que ellos se irán luego de la cena — así lo habían acordado de camino allí. No pasarían la noche en un hotel y, como lo había dicho minutos atrás, regresarían Taeyong en unos días— sería una pena que mi copa de vino cayera sobre tu lindo vestido y debieras irte al baño ¿no? Porque sería la única que pudiese acompañarte, así que...si eso llegase a pasar, espero que tu cuerpo esté listo porque será intenso allí dentro. Ahora ¿tú me estás escuchando?

— Chaeyoung, qué...

— Intenso, Mina. Intenso y luego me dejarás con meses de abstinencia...¿quieres ganar o perder?

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