Capítulo III: Nuestro objetivo
Myoui Mina podría hacer un reconteo de su vida y todo se resumiría a sus últimos 11 años.
Llevaba desde los 20 trabajando para Kwon Soon-young luego de que su empleo en un restaurante fracasara tras tirar cuatro bandejas llenas seguidas en una noche. Y el de ayudante de veterinaria tras una mala inyección transferida y el de paseadora de perros luego de abandonar siete golden retriever atados en un árbol por distracción.
Así que cuando Dong-min le contó que en su edificio comenzarían a buscar jóvenes para un nuevo empleo, no lo dudó y llegó hasta la oficina de Soon-young. Y cuatro días después le dieron el sí.
No entendía al principio por qué debía dejar su casa, su antigua pensión pequeña y mudarse con su mejor amigo a una más grande y con un niño de 5 años. Era su primer trabajo allí y Soon-young le aseguró que no había prueba ni repaso; desde el momento en qué firmó el contrato debía ganar su dinero o quedaría nuevamente en la calle.
Aquel barrio era aburrido, para su gusto, y hacerles desear la familia que ellos fingían ser no fue difícil. Siete meses tardaron en quitarle hasta la última moneda al magnate del lugar Jay Park.
Salieron en las noticias, fueron buscados por meses pero nunca cuando un policía se detenía frente a ellos, los apresaba. Simplemente por qué jamás supieron quienes eran realmente aquellos ladrones ni podían hacer un reconocimiento de sus rostros.
Myoui Mina había terminado su primer empleo con un puntaje 8.3, superando al mejor de ese año: Jung Ho-seok, que apenas había llegado a la línea de 8 pero con flaqueo en el camino. Y había estado por debajo de quién se retiraba ese año, la señora Gayoon, como solo así se la conocía, que lo hacía con 8.6 y pasaba a la historia por ser la más cercana a un 9.
Desde entonces cada año, el mejor puntaje se llevaba una cantidad considerada de dinero extra que se duplicaba si lo hacían en la menor cantidad de tiempo posible.
Myoui Mina solo necesitaba seis meses y su trabajo ya estaba hecho. Por lo tanto siempre terminaba con algo de más en su billetera o cuenta bancaria.
Ya no temía regresar a su antigua casa porque la había desocupado por algo más grande y en pleno centro de la ciudad. Se trataba de una pequeña casa, con dos habitaciones y un baño. Se conocía a la perfección y sabía que nunca alguien más la ocuparía con ella.
Le gustaba su tiempo a solas, que nadie le diera órdenes o peor aún tener una pareja que la controlara. Suficiente había tenido con Jae-beom en el Instituto cuando no la dejaba sola en ningún momento e iba tras ella como su perro faldero.
Ahora disfrutaba esa sensación de libertad y sabía además que su trabajo no le permitiría la compañía de alguien. Asique se hizo la idea de continuar en esa situación hasta el tiempo que ella deseara.
Dong-min llegó una mañana con el almuerzo, cerca del mediodía, y la obligó a que abandonara la cama, alegando que tenía un nuevo trabajo para ella.
— Parece que lo del dinero extra a Wonpil lo desestabilizó —dijo él mientras comían la segunda caja de pizza y abrían otra lata de cerveza— así que esta vez se asoció con Namjoon. Conoces al tipo ¿cierto?
— Solo de oído. Sé que tiene los empleados más eficientes y audaces. Hubiera sido un mejor jefe que Sooyoung.
— Seguro pero no había manera de que entráramos a esa empresa. El tipo selecciona a cada empleado y nunca estuvimos bajo su mira. Como sea...él tiene el control y Soon-young dijo que tú eras la ideal para su plan.
— ¿Y de qué se trata? —preguntó ella dejándole un trozo de su pizza al cachorro de su vecina que se lo había dejado días atrás, cuando abandonó la ciudad por temas personales y urgentes y no tenía con quién dejarlo además de ella.
— ¿Puede comer eso? —preguntó Dong-min, con su mirada perdida en las ganas del perro por acabar su porción. Mina alzó los hombros.
— Dong-min, de qué se trata.
— Oh, si. Pues para ti, lo de siempre. Familia y niños —ella rodó los ojos. Estaba pidiendo desde hacía tiempo algo distinto pero Soon-young nunca se lo concedía. Quería algo más tranquilo, relajado en donde las órdenes fueran leves por mucho que nunca las obedeciera. Tal vez el próximo año, pensó— Solo que esta vez...algo cambiará.
— No habrá niños —rogó ilusionada. Soon-young negó ligeramente.
— Esta vez tu pareja será...otra mujer.
— ¿Otra mujer? —preguntó Mina frunciendo sus cejas y observando la mirada lasciva que él ya le enviaba— No entiendo.
— Pues no sabemos mucho pero, según Soon-young, vivirás también en un barrio...igual.
— ¿Igual a qué? Explícate bien.
— Igual, así —balbuceó él nervioso como son tus padres.
— ¿Gays?
— ¡Eso! Y bueno...por eso no me necesitarás este año y si una esposa.
— ¿Y sabes algo de ella?
— Nada. Soobin solo lo quiere hablar contigo. Así que termina ya tu almuerzo que nos vamos, Mina...Mina ¿me estás escuchando? —insistió al ver la mirada pensativa de su amiga sobre la mesa— ¡Mina!
— Carajo, Dong-min. Que no grites apenas me despierto.
— Bueno ve a ducharte ya que se nos hará tarde... Vamos, Mina, muévete.
— Ahora voy, ahora voy —susurró entre dientes, molesta y regresando a su habitación.
— Oye, Sana — la llamo Dong-min al ponerse de pie y detenerse al lado del perro de la señora Eunbi.
—¿Uhg?
— ¿Cuándo regresa tu vecina? —continuó él, dándole una pequeña patada en su lomo. El perro estaba de espalda al piso, con sus patas apuntando el techo y su lengua afuera, cayendo hacia un costado.
— No lo sé ¿por qué lo preguntas?
— Tenemos que conseguir otro perro —murmuró él— ¡te dije que la pizza le haría mal!
Mina abrazó su almohada bajo ella y se removió allí misma, sonriendo inconscientemente para continuar durmiendo.
Apretó sus ojos y movió su hombro al sentir algo sobre el, era como si el techo de su casa tuviera una pequeña gotera y estuviese lloviendo sin que ella lo notara. Se arrastró apenas hacia atrás y abrió los ojos al instante cuando chocó contra algo. O alguien.
Se quitó la frazada al instante y dio un grito luego de encender la luz: Chaeyoung le enseñó el dedo de en medio en señal de que se callara.
— ¿Qué hacías durmiendo sobre mi hombro? —le reclamó y la castaña volteó, dándole la espalda— ¡Babeaste mi hombro! —el ronquido ficticio de Chaeyoung aumentó su enojo por lo que caminó a la ventana y abrió las cortinas ampliamente.
— ¿Pero qué mierda haces, Mina?
— Oh ¿no que despertaríamos a las 6? — ironizó aún molesta— pues te ayudo.
— ¡Pero faltan diez minutos! Esto te saldrá caro, me cago en la madre que.... ¡cierra eso!
— Si vas a babearme ¡tú deberías ir al sillón!
— Te compraré paños húmedos y cada mañana te limpias —bromeó Chaeyoung dándole la espalda nuevamente; por lo que Mina rodeó la cama y regresó a su lugar.
—Y tenías eso pegado a mi―le dijo sin miedo, apuntando su entrepierna y Chaeyoung volteó a verla.
— ¿De qué hablas?
— De tu pene ¿de qué voy a estar hablando?
— Shhh, baja la voz, que debes haber despertado a los niños ―la calló Chaeyoung, arrodillándose y jalándola nuevamente a la cama— ¿Cómo sabes eso? —le preguntó con enojo— ¡nadie sabe eso!
— ¿Pues crees que era la única que investiga a su compañera de trabajo? Además lo sentí apenas desperté ¿qué no tienes pareja con quien aliviarte?
— Pues tú eres mi mujer —dijo Chaeyoung, con la voz ronca y acomodándose sobre ella. Mina sintió sus manos ser sujetadas sobre su cabeza y la cadera de la castaña rozar la suya, iba a gritarle nuevamente pero Chaeyoung se adelantó― así que tú deberías ayudarme con esto.
— Ya quítate de encima ¡Fue suficiente!—se quejó en un leve lloriqueo que hizo reír a la castaña, logrando finalmente que la soltara.
— Dúchate y prepara el desayuno —le ordenó Chaeyoung antes de inclinarse y dejarle un sonoro beso en la mejilla— Buenos días a mi hermosa esposa ¿así es cómo se saludan los matrimonios?
— Eres una idiota —susurró Mina al verla levantarse y llegar al despertador para apagarlo— ¡una idiota! —terminó abandonando la habitación y ocupando el baño, cerrando con un fuerte portazo que hizo reír otra vez a Chaeyoung.
Si esa era la manera en qué Chaeyoung despertara temprano cada mañana, esa no iba a ser la única vez que babearía su hombro.
— ¡No, no, no, Mina! ¿Pero qué tanto puedes tardar en aprender a anudar una estúpida corbata?
Regla número 45 de su trabajo: grita tan fuerte cómo la ocasión o tu compañero lo requiera.
Chaeyoung no podía creer que llevaban más de diez minutos intentando que Mina aprendiera a hacer el nudo de las corbatas del uniforme escolar. Los niños ya habían desayunando una taza de leche y cereal y ella iba a irse sin hacerlo, pero no quería antes de dejar a Mina sin sus ordenes.
La vió rodar los ojos y se acercó a ella, lanzando su botella de agua que con tanta insistencia bebía.
— ¡Ey!
— Esperarás con los niños el autobús y los esperarás también a las dos. Prepara el almuerzo para el mediodía cuando regrese ¿estás entendiendo? —le preguntó entre dientes y la rubia se inclinó hacia un costado, observando la botella aun gotear sobre el piso.
— ¿Quién va a limpiar el enchastre que acabas de hacer con el agua?
— ¿Estás entendiendo? —repitió Chaeyoung en un grito.
— Si, si. Te cocinaré, ajá Podrías empezar por no gritarme ¿no crees?
— Eso va a depender de que tan delicioso esté el almuerzo, querida ―terminó la castaña, llegando al living y tomando su abrigo sobre el sillón— Bien. Repasaremos una vez más ―les dijo a los niños, tomando su frente para intentar calmarse.
— Yo sé perfectamente lo que tengo que hacer le dijo Beom-gyu y ella entrecerró los ojos —tomaré nota de su hijo. Lo demás lo haré con el tiempo.
— Si, bien ¿y tú? —le preguntó a Olivia.
— Seré la distracción. Cargué todo con lo que pueda impresionar a mis compañeros, inclusive al mejor amigo de ese niño. Entonces Beom-gyu pasará a serlo.
— Se llama Lee Hee Seung — les recordó Chaeyoung— Lee Hee Seung es su objetivo. El mío Mark Lee.
— El nuestro ―la corrigió Mina, interviniendo al llegar a ellos.
— Si, si, el nuestro. Hoy paséate por el barrio, conoce a los vecinos y por favor —le rogó Chaeyoung— sé atenta y llama su atención —terminó justo cuando el autobús escolar sonaba su claxon.
Los niños tomaron sus mochilas y llegaron a la puerta, corriendo sin mirar atrás hasta llegar al transporte.
Chaeyoung tanteó su traje y notó la falta de sus llaves. Regresó escaleras arriba y cuando volvió se detuvo a mitad de escaleras: Mina ya no llevaba su pantalón de pijama y, por el contrario, tenía un short deportivo color verde. Muy corto para su gusto.
— ¿A dónde irás? —le preguntó tratando de sonar indiferente mientras tomaba su maleta.
— Pues por mis ejercicios —respondió la rubia con obviedad— camino una hora y media cada día. Solía hacerlo por la tarde pero ya que no puedo volver a la cama.
— Si, está bien —balbuceó ella de camino a la puerta— solo...solo intenta que....bueno, relaciónate con los demás, llega hasta lo más cercano de nuestro objetivo. Estaré de regreso a las doce. También tengo que entablar relación con el vecindario —murmuró por lo bajo con una media sonrisa y Mina la imitó.
— Y cuando regrese, limpiaré los cuartos y eso.
— Claro....bien, hasta luego —se despidió abriendo la puerta y dándole una última mirada al cerrar con ella afuera.
Caminó con lentitud hasta la puerta del garaje y presionó la alarma para que comenzara a levantarse. Estaba por ingresar para montar su Cadillac cuando un grito de Mina la alertó.
— ¡Chaeyoung! —la llamó, corriendo hacia ella y la castaña regresó sobre sus pasos— tu abrigo —le dijo entregándoselo y ella asintió sonrojada. Aunque no sabia por qué lo había quitado si la temperatura no descendía de los 20 grados. Era una mañana agradable para no llevarlo.
— Si, gracias —susurró avergonzada estirando su mano para tomarlo pero Mina se acercó a ella, invadiendo su espacio personal y colgándose de su cuello para besarla.
Tenía ganas de arrojar el maletín y las llaves para atrapar su cintura como el día anterior, pero a cambio intensificó el beso abriendo su boca y rozando apenas sus lenguas antes de separarse.
— Wow, vas aprendiendo —le dijo en broma, alejándose finalmente y sacudiendo su mano en saludo, hacia el frente. Ella volteó y allí estaba, JiSung acompañado de dos muchachos más que las observaban, tal vez desde minutos atrás. Tal vez por lo que Mina comenzó el beso.
Mina acariciaba tras su nuca y ella no pudo evitar sostener sus frentes un momento, abriendo sus ojos con sorpresa al escuchar la risa de la rubia.
— Si, bueno —masculló aclarándose la garganta y tomando su abrigo— ve por tus ejercicios o no tendrás tiempo para tus quehaceres ―le ordenó con su voz autoritaria y la rubia rodó los ojos— Así como te pago para que me beses cuando quieras, también para que trabajes.
Esta vez no se despidió. Giró sobre sus propios talones y caminó a su auto.
Cuando lo quitó hasta la vereda, observó de reojo aún a Mina de pie, con su mirada sobre ella y no lo pudo evitar: dejó un pequeño bocinazo y aceleró, alejándose lo más rápido de allí completamente.
Ya saben, cualquier error, avisen.
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