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Gift

El invierno siempre es una de las temporadas más frías del año en el hemisferio norte, más si tenemos en cuenta que en lugar en el que transcurre esta historia es en la madre Rusia, donde los juegos te juegan a ti, no por nada es el país de origen de la ruleta rusa. En este país, varios de los más poderosos ejércitos han perecido debido a su salvaje y cruel clima en invierno.

La competencia del Grand Prix Final, cuya sede este año era San Petersburgo, la capital de Rusia, estaba a punto de acabar.

En la gélida noche de descanso de los patinadores, el día antes de la final, dos de los principales protagonistas, clasificados para el Grand Prix de ese año, pasean por las calles bajo una suave nevada.

—Otabek, no voy a competir en la final —declaró el anterior  ganador de la medalla de oro de la categoría senior y anteriormente de la categoría junior.

El kazajo que caminaba a su lado se quedó impactado ante esta declaración.

—¿Qué ocurre Yuuri? —conociendo la personalidad de su compañero ruso, sabía que algo grave había pasado para que dijera esas palabras—Yuri...-dijo en un tono suplicante —aparte de ignorarme durante...

—Detente ahí —le interrumpió—¡¿Qué yo te he ignorado?!¿Quién es él que no me ha llamado desde el anterior Grand Prix?...Tú...Agh —un dolor agudo del cuerpo le impedía continuar hablando...—Otabek...hospital...—apenas pudo pronunciar estás palabras, antes de dejar de percibir lo que estaba a su alrededor.

En la sala de espera del hospital, el Altin no tan altín, esperaba impaciente dando vueltas sin poder estar quieto sentado en una silla, pendiente cada vez que pasaba una enfermera o un doctor y hacían gesto de articular  una palabra, queriendo que el nombre de su pequeño ruso saliera de sus labios.

Finalmente una mujer mayor en sus cuarenta años, pronuncio las deseadas palabras

—Familiares de Yuri Plisetsky —rápidamente el kazajo se acercó descontrolado agarrando con fuerza los hombros de la mujer a diferencia de su calmado carácter natural

Apartando las manos de Otabek de ella con suavidad, volvió a repetir

—¿Es usted familiar del joven Plisetsky?

—Yo soy su compañero —respondió con suma calma.

—Oh...acompáñame entonces

La mujer lo guio por el estrecho pasillo del hospital hasta llegar a la habitación 806.Al entrar pudo observar a Yuri recostado en la cama con notables signos de fatiga, no viendo ningún detalle más de la habitación. 

La enfermera le entrego envuelto un bulto en una manta a Otabek, aun confundido el pelinegro destapo la manta y vio a una hermosa niña de ojos verdes esmeralda y pelo negro azabache.

—Felicidades, es una hermosa niña, realmente me alegro de haber sido la matrona en este parto.

—¿Qué?¿Cómo? —la cara inexpresiva normalmente, reflejo una expresión de gran asombro.

—Oh, querido...creo que tu sabes mejor como —rio burlona la matrona—Me tengo que llevar a esta pequeña para hacerle el chequeo rutinario, la traeré más rápido de lo que creen—suavemente con la misma facilidad que puso a la niña en los brazos de su padre, la volvió a tomar saliendo con ella de la habitación.

Yuri...—se acerco hasta la cama del rubio que hasta ese momento seguía callado—Gracias —fueron las únicas palabras que pudo pronunciar entre lagrimas mientras envolvía en sus brazos a la persona que le había dado al ser más precioso que había visto en su vida.

—Eres un idiota Otabek —pronuncio el joven aún envuelto, en los brazos del mayor—¿Por qué no entraste a la sala? Quería tenerte ahí —dijo enfurruñado.

—Te recuerdo que le dijiste a los doctores que no me conocías de nada y gracias a eso no me dejaron entrar, menos mal que la matrona no estaba ahí y creyó mis palabras, gracias a eso pude verte —dijo en un tono agitado y liberando a Yuri de su abrazo —Yuri, es hora de aclarar las cosas.

—Lo reconozco, estaba enfadado y dolido —decía apretando las sábanos con sus puños—en todo un año no me has llamado, ni me has contestado las llamadas. No había ocasión para poder decirte lo que pasaba y no es algo que pueda decirse por mensaje, incluso dudaba decírtelo por teléfono, son noticias que deben darse en persona —le explicaba sus motivos.

Otabek seguía escuchándolo con tranquilidad. 

—Solo nos volvimos a ver en la pista hace unos días y como digo estaba molesto, si no fuera porque saliste hoy detrás de mi del hotel, no te habría contado lo que pensaba hacer sobre el Grand Prix y sobre la niña iba a contarte, pero ella se ha adelantado, su nacimiento estaba previsto para dentro de un par de días más —dijo en un tono entre vergüenza y arrepentimiento por sus acciones sentado en la cama con el rostro sobre sus rodillas y sus dos manos rodeándolas.

—También reconozco mi culpa...yo no quería oír tu voz...

—¡Vete entonces! —interrumpió, sorprendido y afligido por las palabras de Otabek tomo la almohada y se la lanzo con todas sus fuerzas.

—Yuri, deja que termine —dijo sujetando las manos de su pareja —yo sabía que si oía tu voz, volvería en avión aunque estuviese en mitad de una competencia y se que te enfadarías por eso..

—Por supuesto que me enfadaría —refunfuño—son pocas las ocasiones que podemos vernos, muchas menos si no te clasificabas en el Grand Prix este año, por estar en distintos grupos. Además, no aceptaría a una pareja que no se esfuerza al máximo en su carrera e intenta lograr llegar al máximo nivel.

—¿Todo aclarado? —pregunto inquisitivo.

—Supongo...pero no lo vuelvas a hacer —regaño—yo también no repetiré mis errores

—Ya he traído de vuelta a su pequeña les alegrara saber que es una alfa, si no es indiscreción ¿Quién de ustedes es el alfa? —pregunto la curiosa matrona.

—Yo soy beta, solo basta con mirar mi nombre Otabek,mis padres tienen un peculiar sentido del humor —rio un poco, ese día solo estaba lleno de dicha y no podía mantener su habitual cara inexpresiva.

—Yo soy Alfa —dijo Yuri sin demasiada emoción, no era precisamente de los que seguían lo que otras creían que estaba bien o los canones sociales, tenía sus propias convicciones tanto en el hielo como en su vida.

Aclarados los malentendidos una atmósfera cálida y tranquila rodeaba a la familia, el mayor se acerco hasta deslizar su mano de la nuca del más joven, que sostenía en brazos a su pequeña—Gracias por darme este maravilloso regalo —la dulzura se podía notar en las palabras del kazajo.

—Gracias a ti por hacer posible que tuviera este regalo.

Los labios de los dos se acercaron hasta unirse en suave y amoroso beso, no era el primer beso que se daban ni sería el último, pero si unos de los más importantes que recordarían, el de el momento en el que se convirtieron en familia.

BONUS I

Los copos de nieve empezaban a caer del cielo barcelonés, no era la primera nevada de ese año, ni siquiera era la primera vez que el joven ruso veía la nieve, más bien lo contrario su mismo país tenía las más hermosas nevadas que uno pueda imaginar. No sabía en ese momento que esa nevada sería una de las que más recordaría durante toda su vida. 

La mirada del chico rubio se dirigía al despegue de  un avión que se llevaba a su amante. A pesar de esforzarse por intentar ver por última vez su rostro desde la lejanía, antes de pasar meses sin verlo, le fue imposible. El ruso se quedó observando hasta que el avión salió de su vista, en ese momento como si su cuerpo perdiera la fuerza se desplomó contra la reja del aeropuerto.

—¡идиот! —grito desde lo más profundo de su interior mientas su mano derecha apretaba la reja con tal fuerza que se hacía daño a si mismo. Su mano izquierda por lo contrario sostenía con tan delicadez su vientre que parecía que estuviera tocando cristal.

—Ese idiota se fue...ni siquiera supo de ti y se fue... —tras soltar estas palabras su calma volvió—Más le vale volver a ganar y estar aquí el año que viene...—dijo con un aire desafiante. 

Se llevo la otra mano a su vientre rodeándolo ahora con ambas manos—...y así poder estar los tres juntos.

Bonus II

La agitación tras las revelaciones y la euforia del nacimiento de la pequeña aún estaba reciente, ahora con todo aclarado habían otras cosas que necesitaban ser resueltas.

—¿Qué nombres deberíamos ponerle?¿Habías pensado alguno? —preguntó Otabek a Yuri mientras la pequeña con sus pequeñas manitas le agarraba su dedo anular. Yurio recogía las cosas para abandonar el hospital, el parto y la pequeña habían ido de maravilla por lo que apenas paso un día hasta poder darle el alta al joven ruso.

—De hecho, he pensado varios nombres pero mi abuelo me dijo uno que me encanto, aunque quería discutirlo contigo.

—¿Cuál es? —preguntó expectante el kazajo

—Naydeli

—Es realmente un hermoso nombre, Naydeli. Además la pequeña ha sonreído cada vez que lo dices.

—¿De verdad, vamos a ver? —dejando las cosas a mitad de recoger se acerco a la cuna de la niña en la que aun permanecía al lado Otabek.

—Naydeli —pronunció el que sugirió el nombre. Efectivamente a pesar de pocos creyeran que un bebé de apenas de un día pueda sonreír los dos padres realmente lo habían, cada vez decían su nombre.

—Bienvenida a la familia Naydeli —pronunció la pareja mientras suavemente besaban la frente de su hija.

Bonus III

Regresaron al hotel, ya al anochecer ,apenas se cruzaron con nadie, algo que evitaría algunas preguntas sobre la niña. 

Lo cierto, es que el cuerpo de Yurio no había cambiado drásticamente durante el embarazo, si se le notaba la subida de peso, su cambio no fue tan exagerado como para decir que no era de patinador. A causa de esto muy pocos sabían de su embarazo, ni siquiera el lo había notado hasta que tuvo los resultados médicos en su manos. 

De todas formas, no era algo que tuvieran que ocultar, realmente estaba feliz y enbelesado con su pequeña pirozhki, al igual que Otabek, mas había sido un día agotador y no tenían ganas de responder a preguntas por hoy.

Al llegar a la habitación y dejar las cosas Yuri abrió el armario y saco sus trajes de patinaje.

—¿Por qué sacas los trajes? —pregunto Otabek.

—Por supuesto, porque los voy a utilizar mañana en la competencia y tengo que tenerlo preparado...

—Yuri ¡No! Apenas acabas de salir del hospital tras dar a luz —advertía Otabek.

—¡Es mi decisión, Otabek! Al igual que lo era no participar...tenía miedo por la niña y por eso pensaba en retirarme, pero ahora que no hay riesgo para ella, pienso competir.

—Se que cuando te pones así, nada te hará cambiar de opinión...solo prométeme que si te sientes mal, abandonaras la pista

—...—

—¿¡Yuri!?

—Como quieras...lo prometo ,incluso en mi estado no os va a ser fácil conseguir el oro ni a ti a los demás —desafió el anterior ganador de la medalla de oro.

—Ya veremos —respondió a la provocación —tampoco pienso dejarte ganar el oro fácilmente. 

—La quiero para nuestra hija —dijeron los dos casi al unísono.

Lo mismo ocurrió con su siguiente palabra, lo que ponía de relieve su profunda unión.

—¡Davai!

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