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Está es una nueva versión de las antiguas historias que tengo en la plataforma. Por favor de no ser de su agrado, cerrar y olvidarse de este libro.
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Nieve, tan fría, densa y con ese hermoso color blanco, trae recuerdos tristes y alegres.
En una pequeña casa, llena de regalos, adornos navideños, el magnífico árbol dorado y el delicioso aroma del pavo recién horneado. Inundaban el paladar de los residentes y extraños, pero lejos de eso en la casa se encontraban dos niños, que eran mejores amigos.
—¡Shadow por favor no debemos abrir nuestros regalos! —se escuchaba la voz de un ericito muy molesto.
—Sonic déjame ver qué es mi regalo —pedía el otro niño abriendo su obsequio.
El erizo azul se asustó cuando vio como el otro quitaba el papel de la envoltura.
—¡Pero Shads, tu mamá se va a enojar!
—Calma copito —le sonríe con cariño— no va a pasar nada.
El azabache logró abrir el obsequio y al verlo, no le agrado mucho el contenido del mismo.
—Mamá no compró el regalo que quería, me mintió —se quejaba decepcionado al ver lo que contenía—. No quiero este regalo...
Algunos murmullos se escucharon, Shadow cerró rápidamente el regalo, tomó la mano de Sonic y ambos se incorporaron para salir corriendo a sus habitaciones. El azulado cerró la puerta detrás y se recostó en su cama, mientras intentaba concentrarse y buscar las palabras correctas para decirle a Shadow, quien no se mostraba nada feliz.
Mientras el otro se tiró al suelo, no deseaba que fuera navidad, muy en el fondo odiaba esa fecha. Nadie sabía la razón.
—Shads... —le llamó el ericito.
—¿Qué pasa copito? —preguntó tratando de mostrarse feliz pero era imposible.
—¿Cómo era el regalo que querías? —le pregunta con inocencia.
Shadow ladeó la cabeza confundido, ya se lo había dicho hace mucho tiempo.
—Quería el juego de guerras del año —confesó con pena.
—Sabes que es muy caro —le recuerda.
—Pero mamá prometió dármelo —siseo serio—. Me porté bien, hice mi tarea, aprendí a tocar el piano... no es justo.
Sonic se incorporó de su cama, con una sonrisa inocente en su rostro se dirigió en donde guardaba su ropa, en busca de algo. Al estar en el closet, apartó su ropa y cogió una cajita pequeña de color verde con listón amarillo. Después de pensarlo bien, se volvió a su amigo que seguía muy triste.
—¿Shads?
El veteado se sentó, mientras seguía decepcionado.
—¿Qué pasa copito?
—Sé que amas mucho los videojuegos y bueno —se rascó la nuca—, estuve ahorrando el dinero de mis almuerzos para comprarte algo —le entregó la caja—. Para ti...
El azabache con curiosidad tomo la caja y la vio con sorpresa.
—Ábrela —ordenó Sonic.
Shadow abrió la caja y en su rostro se formó una pequeña sonrisa. Sacó de la cajita un pendiente con forma de corazón de color plateado. Entre sus manos, lo apreció a detalle. Le dio vuelta y vio que detrás de este, había una leyenda.
"Sé que lograrás lo que te propongas, eres grande, fuerte y tienes buenos sentimientos. Recuerda que siempre cuentas conmigo.
Atentamente, Sonic".
Vio que el corazón estaba dividido y tenía un broche, lo abrió y había una foto del ericito azul junto a él. Su sonrisa creció, quizá no era lo que deseaba, pero el valor que tenía al ser el regalo de Sonic valía más que mil juegos.
—No debiste copito... yo no tengo nada para darte —menciona avergonzado.
—Con que estés conmigo y me hagas reír, es suficiente —dijo sonrojado el azul.
Shadow se incorporó y lo abrazó. De sus ojos rodaron lágrimas de alegría, su único amigo le había dado algo muy preciado. Sonic rodeó la espalda de su amigo mientras su rostro se tenía de rojo carmín.
—Eres lindo copito, nunca cambies, y sigue siendo tú —dijo con una sonrisa y hundiendo su nariz en el cuello del erizo.
Sonic se sonrojó ante lo que le había dicho. Y su corazón latió rápidamente. Ninguno de los dos, pudo prevenir lo que el destino tenía predicho.
... Días antes para navidad...
Shadow y Sonic jugaban en la entrada de la casa del erizo moreno. Hacían muñecos de nieve y alguna que otra guerra improvisada. Pero Sonic le había quitado algo a Shadow y el otro no se había dado cuenta. Hasta qué...
—¡Sonic dame mi gorro! —le gritaba ya enterado de lo que le había quitado. Shadow era muy sensible de sus orejitas y el frío se las ponía rojitas.
—¡No te la daré! —gritaba Sonic mientras corría para escapar del agarre del otro.
Shadow siguió corriendo detrás de su amigo hasta que logro atrapar una de las piernas y lo hizo perder el equilibrio. Sonic cayó y Shadow rápidamente se subió encima de él. Le cogió de los brazos y los cruzo por encima del pecho de Sonic para que este no escapará.
—Te tengo erizo —dijo con una sonrisa malévola y apretando sus brazos.
—¡Ah, Shadow suéltame! —se reía el otro.
—¡Ni lo creas, erizo! —dijo viéndole a los ojos.
Shadow hacía mucho tiempo que no veía a Sonic como su amigo. Meses antes había desarrollado un cariño especial y raro por el erizo azul. Se ponía nervioso al hablar, se enojaba al verlo con alguien más y lo peor, siempre que le veía a los ojos, le daban unas inmensas ganas de besarlo. Sonic le vio por igual. Parecido a los "padecimientos" de su amigo, él había llegado a la conclusión de que Shadow le gustaba, pero le asustaba decirle, ya que ambos eran chicos y su mamá repetía en ocasiones que "los chicos deben estar con las chicas."
Sin darse cuenta, ambos se estaban acercando hasta que sus respiraciones se juntaron. Shadow terminó besándolo de manera torpe mientras, Sonic se sonrojó hasta las orejas y se limitó a cerrar los ojos con pena. Estuvieron un rato así hasta que Shadow se alejó con las mejillas rojitas.
—Yo... Lo siento copito, no fue mi intención —se disculpó con muchos nervios.
Sonic lo veía asombrado y sin darse cuenta, la madre del azul los vigilaba y se asustó al ver lo que los niños hacían. Sin previo aviso, salió de la casa y se acercó a ellos con pasos decididos. Al llegar tomó de las púas a su hijo.
—¡¿Qué estás haciendo Sonic?! —le gritó enojada y sin entender lo que los niños hacían.
—¡Mamá suéltame! —pidió dolido por sus púas—. ¡No estamos haciendo nada!
—¡Nada, ustedes no saben en lo que se han metido! —la madre de Sonic fulminó con la mirada a Shadow. Agarró a Sonic mientras caminaban de regreso a casa. Sonic se removía llorando. Cruzaron la calle que dividía su hogar con el de Shadow.
—¡Jamás volverás a ver a Shadow!
Esas palabras rompieron su corazón. Con muchas fuerzas se soltó del agarre, corrió en busca del erizo moreno. Shadow corrió también, pero Sonic al cruzar la calle, nadie se percató que un carro se desplazaba velozmente.
—¡Shads, no me quiero ir! —escuchó por última vez el veteado antes de ver como su amigo caía en la calle.
Sonic fue atropellado. Cayó al pavimento desmayado. Shadow solo veía como todo lo que vivió con su amigo acababa. La madre del erizo azul corrió hasta él y le abrazó mientras lloraba. Shadow corrió a llamar a sus padres para qué lo ayuden.
[...]
—Ellos no pueden seguir juntos... —hablaba entre susurros la madre de Sonic—. No después de lo que hicieron...
—Es verdad, Shadow será enviado lejos —contestó el padre del susodicho.
Sonic se encontraba recostado en una camilla del hospital. Había tenido suerte pues no había recibido más que una fractura en la pierna, aunque no despertaba. Shadow estaba junto a él, mientras tomaba su mano.
—Copito, mamá me ha dicho que no estaremos más tiempo juntos —le contaba con lágrimas—, solo quiero que sepas que siempre estarás en mi corazón y que te quiero mucho —le dio un beso en la mano.
Shadow ya sabía lo que pasaría. Pues sus padres al enterarse le informaron que tendrían que irse de allí. Esa era la última vez que vería a su amigo.
—Es hora Shadow —el padre de este le llamó fuera de la habitación.
El veteado tembló y más lágrimas cayeron de sus ojos. Se separó de su amigo.
—Adiós copito... —dijo alejándose.
Sus ojos se llenaron de lágrimas al ser arrastrado lejos de su mejor amigo. Nunca se imaginó que lo alejarían de él.
Después de unos días el ericito azul despertó. Y pese a los estudios y ejercicios, el ericito perdió parte de la memoria. Por ende olvidó a su amigo veteado, aunque en su corazón había una parte que se sentía vacía y nunca se explicó que era.
... Doce años más tarde...
~Donde hubo fuego, cenizas quedan.~
Nuevo día. Nueva vida. Nuevos amigos. Un erizo corría a toda prisa para no llegar tarde a sus clases de piano, pues cierta noche se durmió tarde.
—¡Ah, no llego —gritaba mientras sujetaba sus notas—, cuidado, apartaos de mi camino! —les pedía a las personas que pasaban empujando.
Ciertamente ya llevaba veinte minutos de retraso. Corría lo más rápido que le daban las piernas y justo cuando sus esperanzas se veían derrumbadas, llegó a su clase. Solo rezaba que su maestro no le reprendiera en frente de todos sus compañeros. Llegó, sin demora se metió al salón, pero Vector —que era su maestro— le esperaba pacientemente.
—Señor Sonic ya van varias veces que llega tarde —dijo sentado mientras bebía café y leía el periódico.
—Perdón, es que me quedé dormido —excuso el erizo nervioso—, lo siento...
Vector se incorporó y se acercó a él.
—Los grandes artistas también tuvieron sus propios problemas, pero hay que ser responsables y puntuales —lo sermonea.
Sonic asintió.
—No perdamos más tiempo —Vector le invitó a tomar asiento y así empezó su clase. Ya que Sonic era el único alumno que tenía y él que más problemas le daba.
Mientras en otro lugar. Había un gran revuelo, uno de los más grandes fotógrafos profesionales estaba por visitar un pueblo antiguo y aclamado por sus bellos y naturales paisajes invernales. Su trabajo era simple, armar un álbum para el lugar con el objetivo de ganarse el premio a la colección del año.
Un erizo veteado bajaba de su jet privado, acababa de llegar al pueblo. Y aunque no le agradara la idea de volver a rememorar sus raíces, muy en el fondo lo hacía por volver a ver a quién conoció en el pasado.
—¿Qué le apetece hacer primero? —le preguntaba su asistente personal, un erizo verde de mirada zafiro—. ¿Al hotel o planear los lugares que visitará el señor Dark? —menciona como burla.
El erizo llevaba unos lentes negros, se los quitó y volvió la vista a su asistente.
—Quiero pasear, extraño este lugar —pidió viendo la nieve que caía—. Me trae buenos recuerdos...
Una ligera nostalgia se apoderó de su corazón y le hizo recordar los buenos tiempos. Sin demora tomó una decisión.
—Pero... —fue interrumpido su asistente.
—Volveré en la noche Scourge, no me esperes —habló alejándose del erizo y poniéndose de nuevo los lentes.
—¡Shadow espera! —Scourge intentó detenerlo, pero fue tarde—. Erizo...
... En otro lugar...
Sonic caminaba agotado a su casa, de verdad que su maestro le exigía mucho. Pues, más que un hobbies Sonic quería usar su habilidad para ganarse la vida.
Durante el transcurso de su regreso a casa, pasó y compró chocolate caliente con malvaviscos. Se dirigió al parque y se sentó en las bancas. El ambiente era perfecto, todo cubierto por la nieve, copos de la misma cayendo de manera lenta y hasta parecían danzar con el viento, personas disfrutando de estar allí y la pista de hielo. Sonrió encantado. Por muchas propuestas que le hayan hecho y hagan, él simplemente no se iría de su hogar.
Muy cerca de allí caminaba el erizo con lentes negros, al ser reconocido debía pasar desapercibido por todos. Pero lejos de eso, lo único que anhelaba era estar solo y disfrutar de ello. Admiraba con lujo de detalles el lugar, de verdad que parecía un paisaje pintado. Se sentó en una de las bancas a presenciar como los niños patinaban sobre el hielo. Pero algo captó su atención.
Se quitó los lentes para ver mejor a ese ser que le llamó visualmente. Un erizo azul, estaba sentado cerca de la pista y saludaba a los niños. El fotógrafo no le podía quitar el ojo de encima. El erizo azul se encaminó en busca de un cesto para arrojar la basura.
—"Hermoso" —pensó y se dio una cachetada para volver a la realidad—, "¡Pero qué estoy pensando!".
Volvió la vista al erizo. Este se encontraba recostado en la baranda de la pista y su mirada parecía feliz. Sin saber con certeza que era lo qué hacía, abrió su mochila y sacó su cámara, la preparó y apuntó al erizo. Sacó la foto.
Sonic sintió como si alguien le estuviese observando. Buscó en su alrededor y no encontró a nadie. Solo había niños y padres.
—Qué extraño... —susurró y empezó a caminar de regreso a su hogar.
Mientras el erizo fotógrafo se había dirigido a él, pero se detuvo al ver que el otro tomaba sus cosas y se iba del parque. De seguro se había dado cuenta de su foto. Suspiró desganado, se giró para buscar su hotel, ya mañana tendría más oportunidades para fotografiar.
[...]
En su hotel, reveló la fotografía que había tomado y otras que hizo en el camino. Pero entre todas la que más destacaba era la del erizo azul. El fotógrafo cogió esa, y la apreció por un buen rato. Un erizo de color llamativo, piel como durazno y hasta podía verse lo tersa que era y su mirada, ojos verdes esmeraldas que transmitían paz en un alma perturbada.
—¿Quién eres pequeño copito de nieve? —le preguntó a la foto con una sonrisa.
Por alguna razón, sentía que le conocía de algún lugar, pero no lo recordaba con claridad. Tocó con su dedo la foto y lo puso en la mejilla del erizo.
—Espero volver a verte —susurró recostándose y poniéndose la foto en el pecho.
[…]
En otra casa, lejos del hotel. Un erizo azul armaba sus regalos y los envolvía en papeles de colores llamativos. Se encontraba sentado en la mesa del comedor. Y en su rostro se dibujaba una sonrisa, pues se imaginaba las caras de sus amigos y familia al ver sus regalos. Solo le faltaba ponerle los moños. Se incorporó en busca de estos, que estaban guardados en el closet.
Movió unas cajas para alcanzarlos y sin querer, una de estas cayó. Sonic se agachó a recogerla y se topó con una cajita amarilla sucia y vieja. La tomó porque le causó curiosidad. Se volvió a la mesa con lo que necesitaba. Terminó de adornar sus regalos, y por último reviso la cajita amarilla. Al abrirla se topó con un dije que decía:
"Una parte de mí para ti —Sh."
Su rostro se tornó caliente, más en sus mejillas que parecían cerezas. Tomó el dije con forma de corazón y lo observó.
—Tiene bastante tiempo...
Lo guardó en su bolsillo de seguro alguien se lo envió y no se lo dieron, pero a juzgar por el tiempo, no sabría quién haya sido.
—Es hora de dormir, pero primero...
Cogió los regalos y los llevó a su árbol para colocarlos debajo de este. Estar cerca del árbol le recordaba a alguien, pero era tan borroso su recuerdo que no determinaba quien era. Meció su cabeza resignado y se marchó a su alcoba, necesitaba descansar.
La mañana corría como los pequeños animales que escapaban del frío. Precisamente en esa mañana, había descendido la temperatura, por lo que era mejor quedarse en casa.
Claro, esto no fue impedimento para Sonic, pues debía asistir a su clase de piano. Caminaba por las calles. Llevaba un frondoso abrigo y bufanda celeste. El frío era mortal, le helaba los huesos. Cuando estuvo frente al edificio en el que estaba su maestro. Vector salió a su encuentro.
—¿Sonic, qué haces aquí? —le preguntó curioso.
—He venido a mis clases... —respondió como si no fuese lo más obvio.
Vector se rio.
—Por Chaos erizo, deberías regresar a tu casa. Con este frío ni las teclas del piano quieren salir del maletero —bromeó poniendo su mano en el hombro del erizo.
—Pero... —dijo triste.
—Mañana ensayaremos, por hoy tienes el día libre —le dijo sonriendo y quitando su mano—. Es verdad, sabes que nuestro pueblo ha sido seleccionado para una sesión fotográfica con uno de los mayores representantes en el arte fotogénico —sacó una revista y le enseñó que la noticia estaba en primera plana.
—¡Vaya qué noticia! —exclamó Sonic feliz y leyó la revista—. Ahora lo recuerdo... ¡Este chico es de mis fotógrafos favoritos! Aunque hay pocas fotos personales de él...
—Si, y tengo que marcharme. El señor The Dark me ha pedido que le dé un tour y le muestre los mejores lugares, ten, te regalo la revista. ¡Espero verte mañana Sonic, nos vemos! —se despidió retomando su camino.
Sonic se despidió moviendo su mano.
—"¿Qué debería hacer ahora?" —se preguntó caminando mientras estrujaba en su pecho la revista—. Supongo que hacer unas compras no me hará mal...
Con una sonrisa, decidió que era momento de cambiar de ambiente, se fue corriendo hasta desaparecer en la siguiente calle.
... En otro lugar...
El erizo asistente del fotógrafo le buscaba por todo el hotel, desde anoche no le había visto y le preocupaba.
—¿En dónde se habrá metido? —refunfuñaba al ver que no aparecía.
Abrió la puerta de la habitación, y se metió en ella.
—Erizo, qué haces... —vio a Shadow que aún dormía en su cama—. ¡Levántate, ya es tarde animal! —fue y le destapó.
—¡Ah, Scourge idiota! —gritó Shadow cayéndose de la cama.
El otro solo se pegó en la cara.
—¡Hoy es tu ronda por el pueblo, ni siquiera te has bañado ni vestido! —dijo exasperado—. ¡Te das cuenta de que es tarde! ¡No me pagas para verte dormir!
—Perdón, pero ayer me dormí tarde por estar recordando cosas... —susurró lo último.
Scourge se dirigió al closet del azabache, saco un traje cualquiera y se lo tiró, pero vio que Shadow tenía una foto de un chico azul enmarcada.
—¿Qué es eso? —preguntó tomando la foto y mostrándole al erizo.
Shadow se sonrojó levemente.
—Ayer la tomé, es muy lindo, verdad —se sentó en la cama mientras rascaba su nariz.
Scourge alzó una ceja.
—Pues si, no había visto a un erizo de ese color —confesó Scourge dejando la foto a un lado.
—Es una pena, ayer lo perdí de vista... —contestó con voz arrepentida—, cuando intenté acercarme el chico ya se había ido.
—Si, sí... ¡Cómo sea Romeo! Será mejor que te alistes, ya es tarde y tenemos el itinerario ocupado —Scourge le reprendió, dio media vuelta y salió de la habitación—. Te espero en quince minutos, no tardes.
Shadow suspiro, cogió la foto y la observó. Sonrió y negó. Se incorporó y fue a alistarse. Después de esa conversación ambos se dirigieron a la reunión que tenían con Vector, aunque cierto erizo no dejaba de pensar en el chico de mirada esmeralda. Muy dentro de él deseaba encontrarlo, aunque fuese por casualidad.
[...]
La noche cambió el ambiente. El frío disminuyó considerablemente y muchas personas salieron a pasear. Sonic había ido de compras, pues aún tenían pendientes algunos adornos para su casa.
Caminaba con unas bolsas y sonreía. Un sonido le distrajo, su estómago rugía hambriento. Lo bueno era que cerca de allí, había una tienda de postres. Que estaba en la acera de la calle y se encontraba adornada con luces doradas y blancas.
Y en esa misma tienda.
El fotógrafo se encontraba con su asistente. Ese día había sido desperdiciado. Pues los lugares a donde habían ido no le agradaron al erizo.
—¿Y qué piensa fotografiar? —preguntó serio su asistente—. ¡Rocas, animales, árboles! —enumera con ironía.
—Scourge, cállate. Necesito pensar, nada de los lugares llamó mi atención —confesó despreocupado, pero ligeramente molesto por la actitud de su asistente.
—En serio, no sé como conservas tu trabajo —se rinde el erizo verde— no entiendo cómo sabes que es lo que debes fotografiar. ¡No te entiendo Shadow!
El otro seguía viendo la foto del azulado, como si nada más que eso importará.
—Quisiera encontrarlo, no sé... tengo un presentimiento —dijo sumido en sus pensamientos—. Lo he visto antes...
Scourge rodó los ojos, Shadow era todo un caos con esos temas.
—Oye necesito que te concentres en tu trabajo —le recuerda— no tenemos tiempo para conocer a cualquier "copito de nieve".
—Cállate —le contesta el moreno sin dejar de ver la foto.
Los dos seguían discutiendo y no se dieron cuenta de que, el erizo de la fotografía había entrado a la tienda y se sentó cerca de ellos. Le daba la espalda al fotógrafo.
Scourge prefirió callarse después de ver que no llegaría a ningún lado. Ya no quería discutir. Sus ojos pasearon por todo el lugar en busca de algo para distraerte hasta que una mancha azul captó toda su atención. Parpadeó varias veces y no creía lo que veía.
—Shadow... —llama al moreno.
—¿Ahora qué quieres? —le contesta cansado.
—¿Acaso ese es el chico de la foto? —le susurra mientras se acerca a él.
El erizo volteó su vista y sus ojos se abrieron más. El erizo azul hablaba con la chica dueña del negocio. Sonreía feliz y despreocupado.
—¡Es él! —el verdoso se rio—. Joder amigo tienes tanta suerte.
Sonic se dirigió a la mesa al otro extremo y sacó la revista para leerla.
—¡Scourge, él es! —dijo entre susurros con mucha emoción—. ¡Está aquí!
—Vaya Romeo... —dijo incrédulo el verdoso— parece que tienes algún Dios de tu lado para dejarte ver a ese chico.
Shadow se mostró feliz al encontrarlo, pero su cuerpo se volvió tan pesado.
—Scourge, necesito hablarle, pero no quiero asustarlo —seguía hablando entre susurros.
—Pues... solo salúdalo —torció una sonrisa burlona—. Es lo que hace la gente normal.
Shadow negó.
—No es tan fácil para mí...
—Hazlo o quédate con la duda —dijo Scourge pegándole un zape en la cabeza—. ¡Sé valiente! No es la primera vez que vas detrás de alguien que te gusta.
Sonic se había incorporado y estaba dispuesto a salir del lugar. Shadow muy nervioso se incorporó y sin fijarse, chocó con Sonic que pasaba justo a su lado. El erizo azul cayó sentado en el piso.
Shadow sintió morirse de vergüenza al ver cómo el azul se quejaba.
—¡Perdona! —se disculpa rápidamente con evidentes nervios—. ¡Soy torpe, perdón!
Sonic se quejó, se había golpeado la espalda baja.
—Está bien, pero deberías tener más cuidado —dijo tratando de incorporarse.
—Te ayudo... —le dio la mano.
El erizo le cogió y ambos se miraron fijamente. Sus corazones latieron fuertemente en sus pechos.
—Yo… No me fije... —pronunció Shadow y quedó paralizado al ver al erizo azul justo frente a él—. En serio perdón —dijo desviando la mirada. Esa mirada esmeralda tenía algo que le manipulaba. Sonic no dejaba de ver al erizo. Ojos rojos, pelaje negro y rojo y piel morena.
—¡Eres tú! —dijo con sorpresa—. Eres el foto... —Shadow le tapó la boca con su mano.
—¡No lo grites por favor! —le susurró cerca su orejita azul—. Nadie me conoce en este lugar y prefiero mantenerlo así.
Sonic asintió. El fotógrafo le quitó la mano de la boca.
—Perdón, pero soy su fan —dijo sonrojado—. No puedo evitar sentirme feliz al conocer a mi ídolo...
Shadow sonrió, y él era fan de su persona ciertamente, en especial de esos ojos esmeraldas.
—Un gusto, soy Shadow, pero creo que ya me conoces... —se ríe.
—Sonic... —le sonrió—. ¡Es un placer!
—Hermoso nombre... Sonic —saboreó las letras del nombre que se le hizo sumamente familiar.
Curiosamente ese erizo le recordaba a alguien, pero no veía con claridad a quien. En cambio el erizo se sonrojó, nadie le había dicho eso en su vida. Pues su nombre no tenía nada en especial.
Scourge veía al azabache con una sonrisa burlona, erizo condenado, siempre encontraba la manera de hablarle a alguien que le gustara. Pero, el erizo azul, le daba cierta ternura, se veía tan inocente.
Sonic sintió como algo le mojaba el pecho. Bajo su mirada y vio un líquido transparente y con brillantina dorada.
—Oh no...
Revisó su bolsa de compras y, una pequeña esfera con una bailarina dentro se había quebrado. Ese era el regalo de su mamá y el más caro. Su rostro cambió a uno triste.
—¿Pasa algo? —preguntó el erizo veteado. No había perdido detalle del repentino cambio en el rostro del erizo azul.
—Se ha quebrado —sacó la esfera y la bailarina se había caído de su lugar—, era el regalo más especial.
Shadow se sintió mal, porque era culpa suya, pero también supo que hacer, aprovecharía la situación y conocer un poco más al erizo azul mientras enmendada ese tropiezo.
—Es mi culpa, por mi descuido he arruinado tu regalo —dijo lamentándose.
Sonic le vio a los ojos.
—No se preocupe... voy a intentar conseguir otro —intenta calmarlo.
—Quiero enmendar mi error —dijo tomando la mano del otro—, déjame compensar lo que he dañado.
Sonic se vio envuelto en una calidez en ese toque.
—No es necesario —se excusó.
—Anda muchacho, Shadow reconoce sus errores y quiere arreglarlos —habló Scourge mientras se acercaba a este.
Sonic dudó por un segundo, pero no se podía retractar porque no tenía dinero para comprar otra cosa.
—Está bien, pero me da mucha pena señor Shadow —Sonic alejó su mano de él.
—No, la culpa es mía, y no me digas señor, no soy tan viejo. Llámame por mi nombre —enmarcó una ceja de forma amistosa.
—Perdone... —pronunció riéndose—. Podemos reunirnos en el parque, creo que es el lugar más reconocible del pueblo —propuso Sonic.
—Me parece, además podría aprovechar y fotografiar algunos lugares por ahí —agregó Shadow.
—¿Le parece en la fuente?
—Me agrada la idea —confesó dando una leve risa.
Sonic sonrió y le vio a los ojos. En su mente vagaba la idea, de que ese erizo ya lo había visto, pero no podía recordar. En cambio Shadow, le miraba igual, pero su pecho dolía y se sentía mal, como si hubiese dañado al chico frente suyo.
Después de hablar un poco más y quedar de acuerdo sobre lo que harían. Los erizos salieron de la tienda para dirigirse a sus respectivas casas.
—Te veré mañana —mencionó Shadow dándole la mano.
—Yo también... —estrechó su mano.
Sus manos transmitían un calor familiar y agradable. Como si de un encanto se tratase, ambos alejaron sus manos lentamente.
—Sonic... —susurró encantado de él.
—Shadow... —dijo el otro nervioso.
Se soltaron por completo y el primero en irse fue el erizo azul. Shadow le vio alejarse hasta desaparecer en el horizonte. Acarició su mano, aún sentía el tacto del erizo azul.
—Sonic... —dijo recordándole, ahora lo entendía, ya sabía de dónde era ese chico. Sus ojos se abrieron en par al rememorar en donde le había conocido—. ¡Copito... eres tú!
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