Capítulo VI La primera metida de pata y una nueva... ¿Amistad?
Terminó de cortar los vegetales y los arrojó a la sartén. Ese día le tocaba hacer el desayuno junto con Elfman, aunque el gran chico no era muy bueno en la cocina igual hacía su mejor esfuerzo, convirtiéndose en un excelente asistente.
Concluidas después de un rato las preparaciones para la comida de ese día, se quitó su delantal y lo guardó en la gaveta junto con los de los demás.
-Bien, Elfman. Ya tenemos todo listo, llama a los chicos para que vengan a buscar su comida.
El nombrado asintió y se retiró de la cocina.
Ya llevaba tres semanas desde que comenzó a asistir al instituto –reformatorio- Fairy Tail y, aunque aún no se resignaba al hecho de que esa era su nueva escuela, ya se había adaptado a la rutina llevada dentro de la residencia.
No había vuelto a cruzar palabra, por lo menos no más allá de lo estrictamente necesario, con Natsu desde aquel día en el que amaneció en sus brazos. La impresión de encontrar al chico en su cama, rodeando sus hombros con sus brazos mientras se encontraba profundamente dormido, la llevó a dar un enorme grito que inundó todo el edificio y alertó a sus compañeros, quienes acudieron a auxiliarla y terminaron pensando cosas que no son al ver el cuadro que se mostraba en su habitación.
Sin pensarlo dos veces, golpeó a Natsu y lo corrió de su cuarto, cerrándole luego la puerta en las narices a todos los demás. Desde entonces apenas y le hablaba al chico, ni siquiera seguía los intentos que Natsu hacía para conversar con ella durante las clases de la profesora Porlyuscka, sólo se limitaba a responder, preguntar o decir lo necesario para la clase, ni más ni menos.
Tomó las cosas que había dejado en la mesa de la cocina y precedió a salir, ese día no había clases y ella aprovechó para citarse con un viejo amigo de su anterior escuela, para después encontrarse con el resto de sus ex compañeros. Tenía mucho tiempo que no veía a todo su antiguo grupo y ese día quería festejar a lo grande la reunión.
Llevaba una camiseta blanca que decía "My soul was remove to make room for all this sarcasm" en letras negras, junto con una chaqueta de cuero negra y pantalones del mismo color, con botines también negros, gamuzados y con cordones de decoración.
Llegó a un bar-café que se encontraba en el centro de la cuidad, el lugar estaba a reventar, pero eso no le impidió reconocer a un chico de cabello negro que estaba coqueteando con una chica de cabello corto blanco-azulado en una de las mesas cerca de la ventana.
-Afortunados sean los ojos que te ven, querida- expresó el chico, sarcástica, pero afectuosamente.
Lucy rio suavemente.
-Tampoco es para tanto Rogue, sólo han sido tres o cuatros semanas.
-¿Sólo tres o cuatro?- exclamó la chica-. Pero por Dios Lucy, ¡Es más que suficiente como para sentir que es una eternidad!
-Ya Yukino, ya estoy acá, ¿vale? ¡Hoy nos la pasaremos en grande! Así que, ¿a quién le importa el tiempo en el que he estado aislada? Lo importante es festejar de manera extraordinaria. Y no quiero que nadie se eche para atrás, ¿eh?- concluyó, señalándolos con el dedo.
Ambos rieron.
Se sentaron durante un largo rato a actualizarse. Lucy se burló de Rogue por su falta de avance con Yukino, él estaba prendado de la chica desde hace varios meses y ella lo sabía, pero aun así no permitía que él la conquistara, puesto que, según ella, no era una chica de andar en noviazgos.
-En pocas palabras... Te asusta el compromiso- concluyó Lucy.
-Me da igual el compromiso, porque sé que en algún momento el idiota tocará a mi puerta y yo le abriré. Es sólo que quiero disfrutar de lo que me queda de adolescencia antes de echarme un grillete al cuello.
-Sabes que no te pondré un grillete- afirmó Rogue.
Yukino volteó a verlo y rodó los ojos, acompañando el gesto con una risa tintineante.
-No, pero igual aun no es tiempo para que yo entre en ese mundo, pequeño- dijo, colocando su cara muy cerca de la de Rogue.
-Bien, bien- interrumpió Lucy-. Recuerden que yo estoy aquí y, si se quieren poner coquetos, al menos consíganse un cuarto y no me tengan a mí como un tercero en esto.
-¿Iremos a la fiesta de Minerva?- preguntó Yukino para cambiar de tema, dando un sorbo al café que le habían traído recientemente.
-Por supuesto- respondió Rogue- ¡Será una fiesta épica! Se rumora que habrán bebidas de alta calidad y algo de... Ya saben.
Lucy rodó los ojos, Rogue amaba ver como los invitados idiotas de las fiestas comenzaban a ponerse alegre con algo de "polvos mágicos", como él le decía; aunque a ella, particularmente, le disgustaba la presencia de ese tipo de sustancias en los lugares a donde iba. Le encantaba beber hasta emborracharse, pero odiaba la idea de drogarse.
Una sola vez en su vida, hace aproximadamente unos dos años atrás, había probado un poco de droga. La sensación fue espantosa para ella, y ni que hablar de los efectos posteriores. De allí en adelante procuraba evitar ese tipo de cosas.
Rogue notó la mala cara que ella había puesto.
-Pero tranquila, Lucy. Te prometo que observaremos los toros desde lejos- aseguró-. Sé lo mucho que odias ese tipo de personas.
No le creía ni una palabra a su amigo, pero de todas formas iría, no se perdería una fiesta en casa de Minerva ni aunque la estuvieran apuntando con un arma en el pecho.
Terminaron de tomar sus cafés, pagaron la cuenta y, tomando sus cosas, se fueron al estacionamiento donde Rogue había dejado su camioneta, una Cherokee de color plata, algo ostentosa para Lucy, quien prefería los carros pequeños.
Salieron del lugar y se encaminaron a la casa de Minerva, esta vivía en un departamento en el centro de la cuidad, justo en el Pent-house. Sus padres se encontraban de viaje, por lo tanto había decidido hacer lo que sería, según ella, la fiesta más ruidosa de todo Fiore.
Luego de cuarenta minutos de camino llegaron a la fiesta, ya el lugar se encontraba a reventar, como siempre las fiestas de Minerva eran "casa llena".
El alcohol rondaba por todos lados y ya el olor de la droga les llegaba de manera escandalosa al olfato. Adolescentes ebrios y adolescentes drogados pasaban de un lado a otro, sin importarles nada excepto divertirse.
-Bienvenidos- dijo una chica de largo cabello verde oliva y un apretado vestido de corte chino-. Y vaya, ¿quién lo diría? Lucy Heartfilia pudo salir de su prisión ¡Esto es un verdadero milagro!
Minerva había salido a recibirlos.
-¡Qué exagerados son todos! ¡Sólo han sido tres semanas! Máximo cuatro...- respondió Lucy.
-De igual manera es mucho tiempo y son muchas fiestas las que te has perdido- sentenció Minerva, como si se tratara de un asunto en extremo importante.
-Bueno, bueno, aquí me tienen, ya no tienen que seguir llorando mi ausencia.
Los cuatro estallaron en carcajadas.
-Veo que aún no pierdes ese ego tuyo ¡Sigue siendo del tamaño del universo!- exclamó Minerva-. Pasen al bar, tengo a Rufus atendiendo la barra, pídanle un trago y comiencen a divertirse.
Dicho esto se retiró.
Al llegar a la barra Rogue y Yukino pidieron un trago preparado, en cambio Lucy le pidió a Rufus un vaso de ron blanco puro.
-Sin hielo- dijo.
-Lucy no es Lucy si no toma bebidas puras y calientes- comentó Rufus.
-Sabes que no tomo bebida de nenitas- rio la rubia-. Lo mío es alcohol sin nada que lo acompañe.
Se tomó de un solo trago el licor e inmediatamente sintió el ardor recorrer su esófago, amaba demasiado esa sensación.
Alguien tocó su hombro y cuando volteó vio a Eric, uno de sus antiguos compañeros, quien le saludó con un abrazo.
-¿Bailas?- le preguntó el chico.
Ella asintió, con una sonrisa seductora, tomó la mano de Eric y se dejó llevar hasta el centro de la pista. Ese era su lugar, todos lo sabían. Los chicos adoraban verla bailar, mientras que las chicas la envidiaban por esto. Sus movimientos eran hechizantes, tentadores, pero sin llegar jamás a lo vulgar. Sabía cómo provocar sin quedar como una regalada. Esa era la gran ventaja de haber crecido viendo a las novias que su padre se conseguía: había aprendido a no ser una ofrecida como ellas al ver la manera en la que actuaban.
Bailó durante un buen rato, ya que esto era algo que no la cansaba, sin embargo detuvo todo cuando vio aparecer en el lugar a cierto chico de cabello rosado acompañado de una chica de cabello blanco y corto.
-¿Qué hace ese idiota aquí?- se preguntó.
Dejando sin entender a su pareja de baile, se devolvió a la barra, donde aún se encontraban sentados Rogue y Yukino.
-¿Saben quién es el afeminado de cabello rosado?- les preguntó al llegar.
-¿Quién?- interrogó Yukino.
-Aquel- señaló.
-¡Ah!- exclamó Rogue- Ese es Natsu Dragneel, es primo de Minerva. ¿No lo habías visto en las fiestas que ella ha hecho? Siempre viene cuando Minerva hace algo.
Lucy se quedó mirando fijamente al pelirrosa. Justo cuando lograba escapar de aquel internado del infierno, se le presentaba en frente gente relacionada con ese lugar para arruinar su noche.
Decidida a no dejarse vencer por una pequeña calamidad como esa, se encogió de hombros y se sentó al lado de sus amigos, ordenando una ronda de tequila y bebiendo sin parar cada vaso que le traían. Terrible decisión, al poco rato los efectos del alcohol se hicieron presentes.
Sus párpados comenzaron a pesar y su cuerpo se movía por su cuenta. En los minutos siguientes se encontraba en el balcón del apartamento besándose de manera frenética con Eric, sin importarle que Kinnana, la novia de este, se encontrara en la misma fiesta esperando pacientemente que su novio le llevara un trago nuevo.
Las manos del chico subieron a los bordes de su chaqueta y la despojaron de ella, bajando luego a su escote y hundiéndose en sus senos, los cuales masajeaba con fuerza, apretándolos rudamente. Trazó un camino con la punta de su lengua en el cuello de Lucy.
-Vamos a otro lado- le susurró en su oído.
-No- respondió, para luego decir de manera seductora:-, hagámoslo aquí.
Y era esta la parte que ella odiaba de emborracharse, sus hormonas se activaban y terminaba teniendo sexo con cualquiera en cualquier lugar, sin poder hacer nada para controlarse. El alcohol desaparece las inhibiciones y, en su caso, era muy literal.
Eric se excitó muchísimo más con esta propuesta, pero justo en el momento en el que la tensión crecía entre ellos escucharon la puerta abrirse.
Natsu había salido al balcón, alguien le había dicho que Lucy se encontraba allí con Eric y, sin pensárselo dos veces, fue directo hasta allá, movido por una fuerza inexplicable. Esa chica sólo era una compañera más de residencia, no eran amigos, ella apenas y le hablaba y, con todo y eso, él se preocupaba por ella y buscaba la manera de protegerla, algo que jamás había hecho por nadie en sus diecisiete años de vida.
La borrachera dejó a Lucy una vez vio a Natsu frente a ella, dejando sólo una rabia a llama alta, rabia contra ella por lo que estaba a punto de hacer y rabia contra él por haberla interrumpido, aunque en el fondo se sentía agradecida por ello.
-¿Qué demonios haces aquí?- espetó.
-Buscarte, ¿qué más sino?- respondió en un tono brusco, lejano al usado a diario en la residencia.
-¿Y de cuando a acá tú eres mi niñero?- preguntó, en tono de desagrado.
-Desde que te veo a punto de tomar decisiones estúpidas.
Mientras tanto Eric fue volviendo a la fiesta, dejando a los otros dos resolver su discusión sin espectadores. Natsu al notar que el chico se fue hasta la puerta y la cerró con seguro.
-¿Qué crees que haces, idiota?- reclamó ella.
Él sólo la ignoró, caminando hasta el borde del balcón y sentándose en él.
-Estás muy borracha- era más una afirmación, aunque el tono de voz era acusatorio.
-No es tu problema.
-Sí lo es.
-¿Quién te dio ese derecho?- preguntó en tono cansado.
-Yo mismo- se encogió de hombros.
Lucy suspiró exasperada.
-Escucha- dijo Natsu, con su mirada clavada en el cielo estrellado-, sé que apenas nos conocemos y ya hemos tenidos varios tropiezos, pero... cada vez que te veo siento deseos de correr en tu ayuda. ¡Ya lo sé!- exclamó al ver que ella comenzaría a hablar-. Tú sabes defenderte sola- dijo por ella-, pero no es así. Sé qué estabas a punto de hacer con ese tipo, no soy estúpido, y también sé que mañana, sino es que a los pocos minutos, te estarías arrepintiendo de eso. Por eso te digo que no lo sabes.
Posó su vista en ella, haciendo que esta desviara la mirada nerviosa, no soportaba que un desconocido la leyera tan fácil.
-Algo que desconozco me impulsa a protegerte, a evitar que hagas cosas como esta. Tómame como un ángel guardián.
Una enorme sonrisa se instaló en su rostro. Lucy en cambio sólo guardó silencio.
-¿Qué es lo que pasa contigo?- susurró ella-. Siempre actúas como un niño tímido y miedoso, pero cuando estamos solos demuestras un lado de ti completamente diferente a lo que ven los demás.
Él pensó durante unos largos segundos, luego contestó:
-Sólo soy así con quien me inspira confianza. Por lo general, cuando estoy en lugares con muchas personas, tiendo a actuar de esa manera tímida y reservada, tartamudeo con frecuencia o simplemente las palabras no vienen a mis labios. Pero esto no es así cuando estoy cerca de alguien que me agrade.
Mantuvo silencio y luego confesó:
-Antes no era así ¿sabes? Hablaba como fuera delante de cualquiera, no me daba nervio ni nada por el estilo, pero, después de...- comenzó a decir, pero se retractó- después de un evento desafortunado que me ocurrió, me convertí en el Natsu que soy hoy en día.
-¿Qué fue ese... evento desafortunado?
-No quiero recordarlo, Luce- respondió, negando con la cabeza-. Es algo muy doloroso como para contarlo hoy ¡Estamos en una fiesta hablando de temas triste!- rio- ¡Somos un desastre como adolescentes!
Bajó del muro donde se encontraba sentado y le ofreció su mano.
-¡Vamos! Minerva nos matará si ve que dos de sus invitados especiales desaparecieron en pleno apogeo de la fiesta.
Lucy dudó, pero luego tomó la mano del chico para juntos volver a la fiesta, dando inicio con esto a una nueva amistad.
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