Capítulo 4: "Por favor"
"¡No puede estar pasándome esto!"
Emerjo del agua y lo veo, con la cara roja como un tomate.
Esto es demasiado vergonzoso... Se tapa el rostro, grita algo y sale corriendo. No puedo dejarle ir así como así, por lo que trato de detenerlo pero mi voz ya no le alcanza.
Persigo su figura desdibujada entre las luces del anochecer hasta que desaparece entre las casas. Me quedo un instante pensativa, sintiendo el abrazo del mar en mi piel. Cierro los ojos.
"Realmente es un chico interesante" pienso. Sin poder evitarlo dejo escapar un estornudo. El agua comienza a enfriarse rápidamente, así que creo que es hora de marcharme a casa.
-Ayami, eres muy inteligente chica -me digo a mí misma. Como ha sido un día ajetreado, con las prisas y las emociones se me ha olvidado algo importante... una toalla-. La chica más inteligente de Japón y España, sí señora.
Respiro hondo, no puedo hacer nada más que ponerme la ropa aún estando empapada y regresar corriendo a casa, rezando para no pillar un resfriado. No es que haga frío, pero la brisa nocturna siempre es algo más fresca.
Dios mío, se me está calando todo, la falda, la camisa, los zapatos... y el pelo largo no ayuda. Voy corriendo todo lo rápido que puedo, pero se me escurren los zapatos.
No quiero pensar en la bronca que me va a caer por parte de mis abuelos, a lo mejor, si tengo la suerte de que ambos estén en la cocina... quizá podría subir corriendo a mi habitación y darme un baño caliente sin llamar demasiado la atención.
Estoy tan sumida en mis pensamientos que no me doy cuenta del pequeño socabón en el cruce, me tropiezo y caigo sobre el asfalto.
Aprieto los dientes, mañana tendré moratones en las rodillas y brazos, tendré que ocultarlos con la ropa... un momento.
Detengo el hilo de mis pensamientos por un instante, justo frente a mí, tirado sobre el asfalto negro de la carretera, hay un colgante. Lo tomo entre mis manos y me levanto antes de que algún coche aparezca.
Es un yang, gastado por el paso del tiempo y con un cordel de cuero roto.
-Se le ha debido de caer a alguien... -susurro. Es entonces cuando me doy cuenta de que ya lo he visto antes.
Es de Mitsuki, el chico que se sienta al lado de la ventana. Pude ver que lo llevaba puesto durante las clases, ha debido perderlo.
Decido guardarlo en mi mochila y devolvérselo mañana. Quería investigar más el lugar por si se le hubiera caído algo más, pero no puedo entretenerme porque estoy empezando a tirirar de frío y esto no me da buenas vibraciones.
Cuando al fin estoy frente a la puerta de mi casa, giro el pomo con cuidado y asomo la cabeza. Mi pelo se ha secado un poco con la carrera, pero las puntas se mantienen húmedas y siento las gotas de agua salada recorrer mi espalda helada.
-¿Abuela? -pregunto con suavidad, necesito saber dónde están.
-¡Ayami! Al fin estás en casa. -Bien, están en la cocina, haciendo la cena seguramente-. Pasa y cuéntanos todo lo que has hecho ho...
-Ahora mismo abuela -la interrumpo. Subo apresuradamente las escaleras y, llego a mi habitación-. Quiero darme un baño primero, ha sido un primer día agotador, ¡no tardaré en bajar!
Escucho la respuesta de mi abuela y el sonido de los platos al chocar entre sí, cierro la puerta. Ya puedo respirar tranquila.
Corriendo, me quito la ropa y me voy directa al baño. Mi intención era meterme en la bañera y descansar un tiempo, pero mi abuela se enfadará si tardo demasiado, así que opto por una ducha caliente. Muy caliente.
Antes de meterme me miro en el espejo... tengo raspones en las rodillas y en los codos, también uno en la tripa debido al roce de la ropa mojada y el golpe. Genial, mañana tocará hacerlos desaparecer entre el uniforme, no quiero preocupar a mis abuelos.
Mi tiempo en la ducha se hace corto, pero intenso. Me encuentro mejor ahora que he conseguido hacer desaparecer el frio de mi cuerpo.
Bajo a cenar y hablo tranquilamente con mis abuelos, les cuento sobre Nanami y sobre Mitsuki y Kaito, omitiendo los detalles que quería mantener en secreto, como el pasaje de la playa. Realmente ha sido un día intenso.
Cuando subo de nuevo a mi habitación y me tumbo en la cama para dormir por fin, recuerdo el colgante de Mitsuki. Lo saco de la mochila y me vuelvo a tumbar, sosteniendo el colganto sobre mí.
Mañana se lo devolveré y tendré una oportunidad para hablar... creo que no.
Sonrío, se me acaba de ocurrir algo realmente interesante.
●♤●
-Te reto a un duelo.
Aquí es donde realmente comienza mi vida en la preparatoria.
Ver la cara de desconcierto de Mitsuki me resulta demasiado divertido, me siento un poco mal, pero necesito hacer esto.
Mi idea es enfrentarme a él durante los exámenes, quiero conocer de lo que es capaz porque hay algo que no me cuadra, algo que anda mal con él y quiero averiguar de qué se trata.
Obviamente, le he retado en alto, delante de Nanami, Kaito y otros compañeros de clase. Tampoco es que tuviera la intención de hacérselo saber a media clase, pero hablo demasiado alto... Fallo mío.
Entonces, escucho la voz de una chica de nuestra clase, sentada en uno de los pupitres de delante. Lleva el pelo largo recogido en un moño impecable, el uniforme extremadamente bien planchado y colocado y una sonrisa de superioridad pintada en los labios.
Sé que dije que no quería destacar, ser la "chica nueva" ya resulta demasiado complicado, pero es que no puedo soportar esta clase de humillaciones. No puedo quedarme callada, soy muy lasciva cuando quiero.
Le respondo con toda la bordería que se ha acumulado en mi interior después de escuchar su comentario. A lo mejor no debería haberlo hecho, puede que esto tenga consecuencias, pero al menos se ha callado.
Creo que Mitsuki no termina de creerse lo que está pasando ante sus ojos, pero, por el momento, me vale con que acepte el duelo y dé lo mejor de él en los exámenes.
O así espero que sea durante los siguientes días.
El viernes llega de forma lenta y pesada... creo que me he puesto mala de verdad aunque no quiera admitirlo. Soy demasiado obstinada y orgullosa como para admitirlo, y no puedo dejar de ir a mi lugar secreto por las tardes. Y el fin de semana no es una excepción.
No he vuelto a ver a Mitsuki desde que le reté, pero así está bien. Tengo escalofríos por todo el cuerpo, sentada como estoy sobre las rocas, contemplando el mar. Saco de nuevo el colgante de Mitsuki y lo observo, recortado contra la luz del atardecer. Me parece que tiene un aura diferente, parece que palpita entre mis dedos... sacudo la cabeza, debo estar alucinando, estoy demasiado cansada y tengo el cuerpo caliente.
Decido regresar a casa y no darle más vueltas al asunto hasta que sepa los resultados de los exámenes.
El lunes me levanto peor de lo que imaginaba. Soy imbécil, pero oye, me lo merezco por seguir yendo por las tardes a bucear.
Respiro hondo y trato de apartar de mi cabeza el hecho de que la cabeza me va a explotar y tengo la piel ardiendo. Estoy segura que se me pasará en unos días si descanso lo suficiente, solo tengo que ocultarlo a mis abuelos y compañeros y no pasará nada.
Bajo a desayunar como siempre, un vaso de leche y un par de galletas. Mi abuela siempre me regaña por no comer más pero, por la mañana, se me cierra el estómago.
Me voy corriendo a la escuela, no tengo buena cara pero no puedo hacer mucho más. Necesito saber el resultado de nuestro duelo.
Cuando llego, veo la espalda de Mitsuki frente al tablón de anuncios... trago saliva.
Él sonríe, ¿mala o buena señal?
Me acerco a él y observo por encima de su hombro, buscando su nombre y el mío. Cuando los localizo, no puedo evitar reírme.
Cierro los ojos un instante, las voces de mis compañeros me están mareando.
-Parece que tendremos que saldar cuentas en otra ocasión, ¿no? -Respondo, sonriendo.
-Me vale con que admitas el empate -responde, él también está sonriendo. Creo que es la primera vez que le veo... ¿alegre? Siempre está demasiado serio o perdido entre sus pensamientos.
Vuelvo a mirar la tabla. Ambos hemos obtenido resultados perfectos, sin fallos, por lo que estamos en el primer puesto de la lista, justo por delante de Reika. Maravilloso.
Me giro y me encuentro con su mirada arrogante, tan cargada de ira que siento un escalofrío. No dice nada y desaparece de ahí, seguida por un grupo de chicas y chicos que nos dedican una mirada igualmente desafiante.
Me masajeo la sien, no tengo tiempo de aguantar sus estupideces de niña mimada.
-Oye, ¿estás bien? -Pregunta Mitsuki. Iba a responderle, pero me toca la muñeca y aparta la mano con rapidez.
-Ayami ti...
No le dejo acabar, le tapo la boca con las manos y me lo llevo de allí.
-Nanami, espérame en clase, ahora mismo subo -añado mientras me escapo con Mitsuki hacia la parte trasera del edificio principal.
Llegamos a la parte de los cobertizos de los clubs deportivos y al fin me decido a hablar.
-No lo digas, por favor -suplico-. No puedo permitirme estar enferma, esto se me pasará en unos días...
-¡Estás ardiendo! -Me vuelve a tomar de la muñeca, sintiendo el calor que mana de mi cuerpo-. No voy a pasar esto por alto.
Me muerdo el labio, entonces se me ocurre algo.
-El resultado del duelo... es un empate, ¿no? Mi premio es que no digas nada y el tuyo... -Saco corriendo el colgante de mi mochila-. Lo encontré en la calle y creo que es tuyo, pensaba devolvértelo aunque fallaras.
Se lo pongo en la palma de la mano, está atónito.
-Por favor, no digas nada.
La campana del comienzo de clases suena y yo me voy corriendo a nuestra aula, dejándole atrás.
No quería terminar así la conversación, ni el resultado del duelo, de hecho, aún no hemos hablado sobre lo que haremos con el lugar secreto... pero ahora mismo tengo la mente en blanco, no puedo pensar en nada. Tengo la cabeza embotada.
Tengo que conseguir que este día siga siendo normal.
En mi carrera contra el reloj, mis ojos captan un poster en los pasillos.
"CLUB DE BUCEO BUSCA NUEVOS MIEMBROS".
Respiro hondo. Parece que tengo cosas que hacer antes de irme a casa hoy y creo que será un día largo.
Tengo que descansar, lo sé, pero ahora mismo lo único que quiero es llegar a clase a tiempo.
Subo las escaleras corriendo, no queda nada para llegar a mi clase... cuando me encuentro con Kaito.
-¡Ayami! -Saluda sonriendo-. Nanami te estaba buscando y... ¿Te pasa algo?
Trato de coger aire y aparentar serenidad:
-Nada, no me pasa nada.
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