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Capítulo 22: Rewind

Quiero entenderlo, pero no puedo.
Trato de hacerme a la idea de que todo mi mundo se ha venido abajo en apenas una hora.
Puedo engañarme y decirme a mí misma que nada de esto está sucediendo, pero no se me da bien mentir.
Ahora mismo no estoy segura de nada, ni siquiera de las personas que me rodean... todo parece tan irreal, tan sacado de una película thriller que...
El coche se detiene. Mitsuki sale del coche y se queda hablando con Kaori.
La preocupación es evidente en ambos rostros y seguro que también la tengo pintada en la cara.
Mitsuki aprieta los labios con fuerza y agarra la maleta donde se supone que lleva el dinero. La verdad, no me lo creo... y sé que todo este teatro lo esta haciendo para dejarme fuera y no va a ser así.
Lo veo alejarse del coche e internarse en el edificio donde Nami permanece secuestrada. Se me encoge el corazón solo de pensarlo, así que respiro hondo.
Como si me fuera a quedar en el coche esperando.

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Quiero hacer algo, pero realmente no sé el qué.
Kaori está fuera, sujetando el móvil con fuerza... hasta que de repente su cara cambia completamente, palideciendo tanto que por un momento temo que se desmaye.
Se gira hacia a mí, mirándome tras la ventanilla a medio bajar de la puerta lateral. Quiero preguntar qué ocurre, pero no me atrevo y ella tampoco parece capaz de añadir algo a la expresión de susto que tiene en la cara. Traga saliva y escucho el sonido del cerrojo del coche al echarse.
-¿Qué...? -No llego a decir nada más. Kaori me encierra y sale disparada por el mismo camino por el que se marchó Mitsuki.
Un silencio espeso inhunda el coche entero, ahogándome bajo su peso.
El mundo se paraliza un instante, quiero salir, gritar, no decir una palabra, quedarme tan quieta que el corazón deje de latir... todo al mismo tiempo. Pero no puedo hacer nada, simplemente, me parece que esto no puede tener ningún sentido.
Me miro las manos mientras sujeto el móvil entre ellas.

23:54

Observo en silencio cómo el último dígito cambia hasta convertirse en un... ¿6? Es entonces cuando comprendo que algo no está bien.
Una incongruencia en la realidad.
Eso no puede ser.
Cierro los ojos y apreto con fuerza los párpados, aferrándome a la pulsera que cuelga de mi muñeca... ¿Izquierda? ¿Derecha?
Algo no está bien.
-Mitsuki... -Mi propia voz me suena lejana y apagada, como si estuviera escuchándome hablar en una grabación de vídeo.
"Deja de jugar conmigo, Nanami"
Su voz se cuela en las lagunas de mi mente y mis ojos comienzan a superponerse a los suyos.
Ya no veo el asiento desgastado del coche ni la fachada del edificio por donde han desaparecido mis amigos.
Ahora solo veo a Nami, atada, herida y... sonriendo.
"BASTA"
La pantalla rajada de mi móvil cambia la hora de nuevo...
23:55
La oscuridad me traga y siento el cálido contacto de Mitsuki en la muñeca, ahí dónde descansa la mitad negra de un todo.

~•☆•~

Lo primero que veo al abrir los ojos es mi despertador. La hora, 7:56, parpadea en rojo sangre mientras el cacharro emite un estridente sonido agudo.
Mi alarma, la alarma de esta mañana.
Parpadeo un par de veces hasta que comienzo a ubicar todo, los colores, los sonidos, la tenue luz del amanecer que entra por la ventana abierta de mi habitación.
Sí, estoy en casa... o más bien, estamos.
Mitsuki levanta la cabeza, confundido. Está tirado sobre mi colchón, en una extraña posición, con el rostro pálido y la frente perlada de sudor.
Me mira y siento su miedo, su terror, tan real cómo si fuera el mío propio.
Quiere decir algo, pero no le salen las palabras y, la verdad, a mi tampoco. Me incorporo entre los cojines desordenados y rozo mi pulsera.
Aún me arden en la retina las imágenes de la visión que acabamos de tener.
¿Visión? ¿Realmente ha sido una visión? ¿O ha sido otra cosa? Parecía tan real...
Mitsuki se recompone y se aparta de mi cama, camino con pesadez hacia la puerta, sin decir una palabra.
Querría ser yo quien dijera algo, pero no sé qué podría arreglar todo un futuro descontrolado.
Sí, ahora, solo somos conscientes de una única cosa: hemos perdido el control de todo.
Mitsuki abandona mi cuarto sin decir nada y yo me quedo en silencio, con la mente en blanco.
¿Qué deberíamos hacer ahora?
¿Es real lo que hemos visto?
¿Nami está contra nosotros?
¿Por qué nos quieren hacer daño?
Hay tantas preguntas a las que no puedo responder que me ahogo en ellas.

Durante media hora nada ni nadie se mueve en mi casa. Obviamente llegamos tarde a clase, pero creo que ninguno de los dos tiene ganas de aparecer por allí ahora mismo.
Mis abuelos se levantan y me preguntan, miento y les digo que no nos encontramos bien y ellos parecen conformes. Asi que, cuando escucho la puerta de la entrada cerrarse a espaldas de mis abuelos, me levanto por fin de la cama y me dirijo al baño.
Me me meto en la ducha y abro el grifo del agua caliente casi al máximo. Siento que me arde la espalda cuando el agua se estrella contra mi piel, pero no me importa. Dejo que el agua se lleve todo, el miedo, la angustia, la impotencia. Veo cómo todos mis pensamientos tiñen el charco a mis pies y desaparecen por el tragadero de la ducha.
Cierro los ojos y trato de recomponerme pieza a pieza.
Cuando acabo, Mitsuki está frente a la puerta, le hago un gesto para que entre y asiente con lentitud.
Una vez los dos estamos "limpios", al fin, sobre la mesa del comedor, soy capaz de pronunciar esas palabras que me estaban quemando en la garganta.
-¿Qué hacemos?
Mitsuki está sujetando una taza con colacao caliente, el humo asciende y le enmarca la cara, volviendo opacos sus brillantes ojos azul oscuro.
-No lo sé -contesta, totalmente derrotado.
-¿Crees que podría ser...?
-¿...real? -Completa la frase mientras una risa irónica se le escapa de los labios-. Ya no estoy seguro de nada, no sé qué es real y que no.
No tengo ganas de desayunar, pero me fuerzo a tomarme algo, una manzana.
Necesito pensar con claridad, centrarme en hacerlo.
-Solo tenemos una opción. -Cada sílaba me araña la garganta-. Seguir adelante, como si nada hubiera pasado... porque no ha pasado nada.
Me mira, como si me mirara por primera vez en su vida, con un ruego en los ojos que parece gritar, desesperado.
-Lo único por lo que no quiero arriesgarme, es el concierto... -añado, se me encoge el corazón al decirlo, pero no nos queda otra salida-. Llamaré a Nami y le diré que cancelamos todo porque te encuentras mal.
Mitsuki asiente, totalmente hundido.
Resoplo y cojo el móvil, y abro el chat de mi mejor amiga... o eso creo.
Le cuento lo que ha ocurrido y que tendremos que cancelar el plan, Nami responde apenada pero me sugiere hacer un concierto privado para nosotros cuatro donde Mitsuki pueda conocer a Kaori.
Dudo un instante... ¿Puedo confiar en ella?
Sacudo la cabeza y le contestó con ilusión. Al fin y al cabo, la visión podría haber sido solo uno de los muchos futuros posibles, quizá no haya sido nada y Nami sea inocente de cualquier cosa.
Quizá.
Solo quizá... un 50%.
Le resumo la conversación a Mitsuki, que sonríe sin mucho ánimo por la mención del concierto privado. Debería haber guardado el secreto, pero no me siento con ganas de dar sorpresas a nadie.
-Vayamos al club mañana-sugiere de pronto. Parece que le cuesta hablar y, por un momento, su voz me resulta totalmente ajena-. Preparemos las cosas para el festival escolar.
-Me parece la mejor idea que podíamos tener, necesito normalidad y agua salada.
Acabamos el desayuno en silencio, igual que el resto del día.

A la mañana siguiente, cumplimos con nuestras obligaciones y nos pasamos por el club después de las clases. Nami le dice a Mitsuki que tenemos una sorpresa para él la semana que viene, en su casa y éste se hace el loco y el curioso, una gran actuación sin un rasgo de mentira.
Cogemos las cosas de la caseta y nos vamos a la playa. Ray y Reika no podían quedarse, así que se han marchado antes a sus casas.
Estamos los cuatro en la arena, disfrutando del sol, el maravilloso día que hace y la sensación fresca de las olas al acariciar nuestros pies.
Los chicos hacen surf, Nami bucea mientras yo observo desde la playa, hablamos, reímos, comentamos las actividades para la semana que viene... nada ha cambiado.
El tiempo vuela sobre nosotros y, para cuando nos damos cuenta, el cielo ya se tiñe de rosas y anaranjados oscuros, dejando entrever las primeras tiras de nubes azuladas.
Nos despedimos, Kaito y Nami en una dirección, Mitsuki y yo en otra.
Andamos un rato y entonces se detiene de golpe.
-Aya, vayamos ahora al lugar que vimos esa vez.
No hace falta que añada nada más, sé exactamente a lo que se refiere.
-Tú sabes dónde está, ¿verdad?
Asiente y se ajusta la mochila que lleva sobre el hombro.
-Vamos.

Mitsuki tenía razón, conocía ese lugar. Nos encontramos al borde de unas escaleras semi escondidas en el arcén de una carretera poco transitada. Las piedras están gastadas y cubiertas de plantas y enredaderas, como si solo el tiempo hubiera caminado por ellas. Ascendemos como podemos, ocultos tras los arbustos y ramas que parecen proteger la escalinata de miradas indebidas.
Ninguno dice nada hasta que llegamos arriba, justo cuando los últimos rayos de sol van desapareciendo sobre el horizonte.
Los arbustos se apartan y dejan a la vista un claro, cubierto por copas de árbol y enredaderas que simulan una cúpula natural. En el medio, una viejísima caseta de madera oscura y salvaje.
-¿Cómo encontraste esto? -pregunto, rasgando el silencio como una hoja de papel.
-No lo sé... -confiesa. Al principio pienso que está bromeando, pero no, Mitsuki está serio e imperturbable-. Solo sé que sabía dónde encontrar el sitio de la visión.
Me aprieto con fuerza la muñeca donde descansa la pulsera. Siento el aire cargado, pesado, embriagado por un poder que me sobrepasa.
-Bueno... tendremos que entrar, ¿no?
Ojalá pudiera mantener mi boca cerrada.

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