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Capítulo 2: Azul Marino

No quiero mirar a nadie en la sala, así que entro con la cabeza agachada. Soy tímida, quizá no en extremo, pero ahora mismo estoy hecha un manojo de nervios.
Me da miedo que mi japonés no sea lo suficientemente bueno y confundan mis palabras, o que haga algo que no deba por coger confianza y ser demasiado cercana... Pero lo que realmente me asusta es llamar demasiado la atención. A pesar de heredar una gran mayoría de los rasgos nipones de mi padre, es visible que la sangre latina corre por mis venas . La gente de esta zona lo nota en cierta medida.
No es que yo destaque, me considero una chica normal, pero en España. Cuando estás en un país como extranjero, todo se exalta... y más si hablamos de Japón.
Mi pelo es algo más claro que el moreno azabache de la mayoría de las chicas de esta clase, mi piel, un tanto bronceada del sol del Mediterráneo, no tiene ese tono porcelana de los japoneses y, bueno, siempre se ha dicho que las chicas japonesas tienen menos pecho que las europeas...
En fin.
Puedo pasar totalmente por una chica japonesa normal y corriente, pero hay cosas que se notan. No quiero destacar más, a pesar de que probablemente sea la comidilla de la clase por unas semanas.
Respiro hondo y me presento, aunque me tiembla la voz, creo que no lo he hecho tan mal.
Levanto la cabeza por fin, tratando de observar un poco a mis nuevos compañeros de clase. Quería crearme una primera opinión general, pero, sin poder evitarlo, mis ojos se quedan fijos en un asiento al final de la sala, pegado a la ventana.
Hay algo ahí que acapara totalmente mi atención... Una mirada.
Me quedo estudiando al propietario de aquellos ojos oscuros, no son negros, son azul marino, como el fondo del agua en la que solía bucear.
Escucho al profesor comentar algo sobre los asientos.
-Creo que voy a sentarme allí -respondo involuntariamente, señalando con decisión el asiento vacío junto al chico de la ventana.
Cuando algo me interesa, trato de analizarlo al completo.
Pensaba que ya estaba todo arreglado, sin embargo, la aparición de otro estudiante destroza todos mis planes.
Se llama Kaito al parecer, su persona destaca por sí sola, no era necesaria aquella entrada para notar que estaba en la sala.
Lleva el pelo decolorado, teñido de un amarillo chillón que destaca sus ojos negros. Es bastante alto y enérgico, lleva una tirita en el lóbulo de la oreja derecha, probablemente, un apaño para ocultar un piercing.
Trago saliva y espero mientras se desarrolla la conversación entre alumno y profesor. Al final, me tengo que sentar en otro lugar, un pupitre en la esquina contraria junto a una chica bajita y sonriente llamada Nanami.
-Hola -le digo en bajito al colocarme en el asiento-. Espero que nos llevemos bien este curso.
Ella asiente con vivacidad y me agarra las manos, apretando con suavidad.
-Me alegro mucho de tener una nueva compañera. Encantada Ayami, puedes llamarme Nami.
No puedo evitar sonreír. Esas palabras eran todo lo que necesitaba para relajar el nudo que tenía en el estómago. Tengo ganas de conocer más a esta chica, siento que podríamos ser más cercanas.

El primer tramo de clases se desarrolla con normalidad, no hay interrupciones indebidas y las explicaciones no se me hacen demasiado largas. Podría mentir y decir que estoy atenta al 100% de la clase, pero yo no digo mentiras.
Cada dos minutos me giro involuntariamente hacia el chico de la ventana.
Hay algo en él que no me cuadra y necesito averiguar qué es. Soy del tipo de persona que elige bastante bien a la gente a la que acercarse... y yo necesito conocer a ese chico. No es que lo entienda muy bien, creo que simplemente es mi estado de ánimo de hoy, que se encuentra en su fase sociable.
También me llama la atención su compañero, Kaito... vuelvo a mirar a la pizarra y sonrío sin poder evitarlo. Hay un pensamiento que se ha cruzado por mi cabeza desde que vi cómo se comportaban esos dos. Ahora no se me podrá olvidar por el resto del día.

Cuando menos me lo espero suena el timbre anunciando la hora del descanso para comer. Apenas recojo mis cosas, un considerable grupo de chicos y chicas se instala a mi alrededor.
-¿Comemos juntas?-Comenta Nanami desde detrás del muro humano que me rodea.
Estiro un poco la cabeza y asiento, sonriente. Es entonces cuando, por el rabillo del ojo, una figura se desdibuja de mi campo de visión, un perfil con uniforme negro y los ojos marinos. Observo al chico de la ventana escabullirse por la puerta del aula con rapidez felina, esquivando al resto del universo como si nada le importarse. Lleva los auriculares en la mano... "¿Qué tipo de música escuchará?"
-Ayami.
Parpadeo con fuerza, sobresaltada. Hay mucha gente pendiente de mí y me estoy agobiando, pero trato de disimularlo, no quiero parecer grosera.
La gente me hace preguntas y yo respondo de forma amable, mientras trato de dejar caer que me gustaría terminar mi almuerzo.
Después de unos minutos, la propuesta de comer con Nanami se desvanece, limitándonos a comer junto al resto de compañeros de clase que desean conversar conmigo... en lo único que pienso ahora mismo es en el chico que huyó del aula.
-¿Me disculpáis un momento? Tengo que ir al baño. -Miento, lo sé, pero necesito ver a dónde ha ido.
Es una especie de intuición femenina, pero, si yo fuera él, sólo existe un sitio donde poder estar tranquilo y alejado del resto del mundo.

Casi sin darme cuenta, estoy frente a la puerta de la azotea. Tomo el picaporte, dudo, a fin de cuentas, él podría estar en otro lugar. Respiro hondo y empujo la plancha de metal desconchado... solo un poco.
Veo el cielo y los adoquines amarillentos del suelo... y cierro la puerta.
Sacudo la cabeza, tratando de pensar racionalmente, sin dejarme llevar por mis locuras mentales, así que decido regresar a clase.
-Qué tontería... -susurro, ahora que nadie puede escucharme.

Las clases se retoman con normalidad y, a pesar de que me fijo en que el chico de la ventana regresa a su asiento, no vuelvo a mirarle por el resto de horas. No quiero que piense algo raro de mí.
Cuando al fin suena el timbre que finaliza el horario escolar, Kaito y su compañero de pupitre son los primeros en salir, ni siquiera tengo tiempo de presentarme como es debido.
Estoy un poco decepcionada.
-¿Dónde vives, Aya?
La voz de Nanami me saca de mi ensimismamiento. Me ha llamado Aya, sonrío sin darme cuenta.
-No muy lejos, en una de las casas cerca de la playa.
-¡Entonces vamos juntas la mitad del camino!
Nanami es una chica bajita, de cabello moreno y corto, totalmente liso. Es tan chiquitita que ese estilo le hace parecer más niña. Ella ha sido la más simpática hasta ahora, no sé por qué pero no parece tener muchos amigos.
Sin pensarlo dos veces, me toma de la mano y me saca de la clase, tarareando.
Por el camino me cuenta un poco sobre su vida. He acertado.
Nanami es una chica tímida y, según me dice, lleva desde la primaria sin un verdadero grupo de amigos, sólo compañeros que son amables con ella en clase.
-Me hacían bullying -suelta de repente. Lo dice de forma tan fría y seca que me corta la respiración pero, al mirarla, veo que está sonriendo-. Tuve que cambiarme de secundaria por eso y mudarme de Tokio hasta aquí. Las personas son más cálidas en la costa.
-Oh... lo siento. -No se me ocurre qué decir en estos momentos.
-No lo sientas. Ahora vivo muy feliz y la gente no me hace daño.
-Nami... -Ella sigue sonriendo.
De pronto se para y me indica el portal de una casita blanca algo antigua.
-"Chizaki" -Leo en el letrero de la entrada.
-Es mi casa -contesta, le brillan los ojos-. Otro día, cuando avise a mis padres, tienes que venirte a casa, Aya.
Asiento, un tanto sorprendida.
Se despide con la mano y abre la puerta de la entrada, antes de desaparecer por el umbral se gira y abre la boca:
-Me alegro mucho de haberte conocido, Aya.
Y su sonrisa se escabulle por la puerta antes de que pueda responderla.
Me quedo pensativa un instante. Me gustaría llegar a casa y contarles a mis abuelos lo ocurrido pero, después de tantas emociones juntas, necesito pasar por un sitio.

Cierro los ojos. El primer día que llegué aquí me dediqué a buscar un buen lugar donde desarrollar mi pasión: Bucear. Y lo encontré.
La brisa marina llena mis pulmones, huele a algas y el aire sabe a sal, me siento acunada por el sonido de las olas.
Abro los ojos y observo el lugar con detenimiento. Es un pequeño escondite entre unas rocas altas que forman un pequeño círculo a mi alrededor, una especie de gruta húmeda cubierta de arena mojada.
La luz solar entra por la apertura de arriba, ya que los resquicios laterales por donde me cuelo, son demasiado estrechos como para que entren los rayos.
Una ola demasiado fuerte se cuela entre las rocas y me moja los dedos de los pies. Sonrío, amo esta sensación.
No lo pienso mucho más y me quito el uniforme, guardándolo en la mochila, la cual escondo entre las rocas.
Este lugar está bastante separado de la  zona de viviendas, por lo que nadie se plantearía pasar por aquí y, aunque lograsen llegar hasta mi gruta, sería complicado descubrir el escondite de mi mochila.
Asiento.
La verdad es que no es la mejor forma de nadar... pero lo necesito. Necesito sentir el agua pesando sobre mi cuerpo. No lo pienso más y escalo las rocas, los pies descalzos, el pelo suelto y mi ropa interior gris que, poco a poco, se va manchando de arena y agua.
Cuando llego a lo alto de la gruta miro al frente, me pongo de pie y respiro hondo. Las olas rompen a mis pies... me están llamando.
Me coloco en posición y salto, dispuesta a zambullirme en el mar sin miedo alguno, segura de todo a mi alrededor... excepto por una cosa.
Creía que estaba sola, sin embargo, acabo de ver algo moverse unas rocas más allá...
Un destello azul marino.

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¡¡Hola a todos!!

Espero que os haya gustado el cap y tengáis intriga por lo que pasará ahora ^.^
Como siempre, la ilustración del media es de Ducky969 pasaros por su cuenta para cotillear sus RRSS, hace maravillas💙

Nos vemos pronto🐲

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